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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 224 | Noviembre 2000

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Nicaragua

¿Votaron o no los pandilleros de Managua?

Fueron variadas las razones de la abstención entre los pandilleros de los barrios de Managua. En el Reparto Schick encontramos una aproximación a estas razones y a una mini-tipología de votantes y abstencionistas.

Juan José Sosa Meléndez

Gran número de los electores que le dieron el triunfo al FSLN en la Alcaldía de Managua fueron jóvenes. ¿Cuántos de ellos de los barrios pobres y asentamientos miserables de la capital? ¿Cuántos de ellos pandilleros?
El empresario sandinista Herty Lewites -de origen judío, con antepasados exterminados en campos de concentración- ganó la Alcaldía de Managua. El vicealcalde ganador que hacía fórmula con Lewites es Evert Cárcamo, 33 años presentador de un muy popular -con tendencia populachera y hasta vulgar- programa de humor dominical del canal sandinista de la TV, La Cámara Matizona. Desde su programa, Cárcamo "matiza" semanalmente a políticos y a ciudadanos, y promueve a los pandilleros de los barrios de Managua, dándole un lugar especial en su espacio televisivo a sus modas y dichos, a sus personajes y a sus demandas, a los grupos musicales raperos y rockeros que los representan. Un aporte político, social y cultural, original y valioso.

Mientras los liberales se cansaron de descalificar por inepto y peligroso a este joven candidato inclasificable, otros auguraban que Evert atrería el voto juvenil y, más aún, actuaría como un imán con el voto de los pandilleros. ¿Le funcionaron o no a Evert sus iniciativas televisivas y sus alborotadas fiestas para convencer a los jóvenes pandilleros del Reparto Schick, por ejemplo? Un recorrido de envío por la arteria principal de este "barrio de pandilleros" nos reveló algunos datos que nunca serán cuantificados en los fríos cómputos del Consejo Supremo Electoral.



No entrar a territorio "enemigo"

En el Reparto Schick los jóvenes -incluidos los pandilleros- fueron leales al FSLN, el partido al que tiene afinidad la gente de esta zona tan empobrecida de la capital. Así lo corroboran los fiscales de las juntas receptoras de votos de las principales escuelas del barrio: La gente aquí siempre ha sido sandinista, los vagos igual. Son pocos los liberales. Por eso, Herty ganó en todas partes.

Muchos pandilleros -por estar entre 16 y 19 años- tenían en el año 2000 la oportunidad de ejercer por primera vez el derecho al voto. Son muy pocos los que ya votaron en las elecciones de 1996. Sin embargo, en el Reparto Shick pandillas completas se quedaron sin votar porque las juntas receptoras de votos -en escuelas, colegios y otros centros públicos- no siempre fueron ubicadas en territorios "propios, sino en territorios "enemigos." Esto los "obligaba" a la abstención: es una regla básica no penetrar en zonas rivales. Aunque en ellas el pandillero fuera un votante empadronado. Para una pandilla, entrar a territorio "enemigo" es suficiente motivo para que se desate una guerra a pedradas y machetazos.
El día de las elecciones, ciertas pandillas del Reparto Schick optaron por no votar para no armar la cateadera (riña entre pandillas) y después ir a parar al tambo (cárcel). No nos valió la pena hacer más "traido" (enemistad) sólo por ir votar. Las pandillas que sí votaron fueron las que tenían la junta en su mismo sector o las que la tenían en zonas de pandillas aliadas de barrios vecinos. Los que votaron, y sus socios, guardaron todo el día la entrada de las juntas como si fueran policías electorales, para impedir cualquier aproximación de sus adversarios, tal como si se tratara de la estrategia de algunos de los partidos políticos en la contienda


El temor a tener documentos

Muchos otros jóvenes pandilleros tampoco ejercieron su derecho al voto, pero no por problemas de territorio. Los hay que nunca se han preocupado por obtener ningún documento que los identifique -mucho menos para fines políticos-. Temen que teniendo cualquier documento -incluida la valiosa y apetecida cédula de identidad- quedarán registrados, convirtiéndose así en blanco fácil de la policía. Algunos, aunque físicamente no lo parezcan, tienen más de 18 años, y saben que si están incluidos en un registro, cuando sean atrapados por la policía no podrán ya mentir fácilmente sobre su edad, como habitualmente hacen.
En general, estos muchachos no muestran ningún interés en invertir el más mínimo tiempo en ir a alguna oficina a enfrentar el desconocido mundo burocrático, un mundo que les es totalmente ajeno. Algunos dicen que no pueden salir a buscar papeles en short y chinelas. Muchos dicen que no sabrían qué hacer en una oficina. La mayoría de estos pandilleros no tienen ni segundo grado de primaria y no saben nada sobre derechos ciudadanos, incluyendo el periódico derecho al sufragio electoral. Si la tradición familiar contribuye sensiblemente a socializar sobre la importancia que tiene ese primer paso de la democracia que es el voto, cuando no hay familia, más fácil se aprende el derecho a abstenerse que el derecho a votar.

"No es mi onda"

Otros jóvenes están tan fundidos en la droga -sobre todo piedra de crack y pega- que la cabeza no les ajusta para pensar en nada que no sea cómo conseguir sus alucinógenos. No pensamos en cosas de política, dicen. La verdad es que no piensan en nada. Su vida gira en torno al vicio, no tienen nada más en qué ocupar su mente. No tienen familia, no tienen casa donde vivir, no tienen dónde ir, pasan la vida por las esquinas pidiendo cinco reales para comprar algo de comida o de pega. Ellos no votan por la democracia, la democracia los botó antes a ellos.

Otros jóvenes organizados en pandillas no son adictos a la droga ni temen obtener un documento que los identifique. Su onda es otra: buscar dónde dar el golpe (robar). Éstos se mantienen semiclandestinos y siempre pendientes de lo que pueden echar mano. Tampoco ellos votan. No es mi onda, dicen. Son agresivos casi por naturaleza, son distantes de todos las demás personas. Y son críticos.


¿Para qué votar?

Al indagar sobre su abstención, la mayoría de los pandilleros contestan: ¿Para qué votar?, Esos no me van a dar de comer, La política sólo es para robar, Esos no hacen nada por ayudar a la gente, Si por lo menos me pagaran algo... En sus respuestas y opiniones no se percibe ninguna diferencia con las que nos darían los jóvenes no pandilleros escépticos ante la política. No es por ser pandilleros que se desaniman de participar en las votaciones. No participaron por las mismas razones que movieron a tantos otros managuas a desconfiar de la política y a rechazar a los políticos.

Entre pandilleros, la tipología del votante y del abstencionista es amplia. Quienes votaron parecen haber sido una minoría en relación al amplio universo de los jóvenes en pandillas, tanto en el Reparto Schick como en otros barrios populares de Managua. Votó una minoría. Y son una minoría los que no están metidos en la droga, los que conservan juicio para reflexionar sobre las ventajas de tener un documento de identidad y ser ciudadanos, los que, de alguna manera, conservan alguna comunicación con su familia y con el resto de la sociedad, los que tienen un mayor nivel educativo.

Para la mayoría, la "fiesta cívica" no existió o es un sinsentido al que no se sienten convidados. La mayoría son jóvenes de todas las edades en acelerados procesos de adicción, que han ido perdiendo su sano juicio y adquiriendo un comportamiento delictivo, que viven en estados patológicos tan avanzados que difícilmente se les podrá recuperar. Lo dice la gente del barrio: Estos chavalos sólo esperan el tiro de gracia. Evadir ese "tiro" es para ellos todo el sentido de su vida. ¿Votar para qué? Así que aunque Herty ganó, parece que no fueron muchos los votos pandilleros que Evert pudo sumarle.

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