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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 224 | Noviembre 2000

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Nicaragua

Un electorado entre la persistencia y la transición

¿El abstencionismo llegó para quedarse? ¿Está retrocediendo ya la polarización? ¿El voto cautivo sigue siendo tan seguro? Hay muchas razones para pensar que las elecciones de noviembre 2000 no prefiguran necesariamente las de noviembre 2001.

David Orozco González

El electorado nicaragüense es joven y aún está en transición. No es fácil caracterizarlo. Sin embargo, es posible distinguir que, a 16 años de inaugurada "la nueva era electoral" en Nicaragua -iniciada en 1984- se aprecian ya algunos vientos de cambio. Esta afirmación se desprende de los hallazgos de la encuesta de IDESO-UCA de septiembre 2000, y de los mismos resultados de las elecciones municipales de noviembre 2000. Las anteriores líneas divisorias entre sandinistas y antisandinistas, demarcadas con las elecciones presidenciales de 1990 y 1996, se están desdibujando, dando lugar a un electorado algo más diverso y heterogéneo, que está cambiando sus criterios de selección. ¿Será ésta la pauta en las elecciones presidenciales y de ahora en adelante? Nuestras reflexiones están basadas en la encuesta que IDESO-UCA, con el auspicio de COSUDE y de la Embajada Real de Dinamarca, realizó en 122 municipios del país en septiembre del 2000.

Los cambios en el electorado dependen de diversos factores: la evaluación que hacen los electores de cada momento político o de cada gobierno, las características de los mecanismos propios de cada proceso electoral (ley electoral, inscripción, padrón, verificación y cedulación), la oferta política de cada elección (aparición de nuevas agrupaciones políticas y candidatos y desaparición de otras), el nivel de credibilidad en el sistema político y, por supuesto la oleada de nuevos votantes que llegan a cada elección. Todos estos factores inciden en el comportamiento de los electores y en la "racionalidad" de su voto.

Entrada en escena de nuevos votantes

Probablemente, la entrada de un segmento de nuevos votantes -hecho que se produce en cada elección- sea una de las causas que más puede cambiar la estructura y el comportamiento de la totalidad del electorado. Para muestra, el botón del abstencionismo en estas elecciones municipales. En la encuesta de IDESO, el 19% de las personas entrevistadas dijo que no votaría y un 6.8% se manifestó indecisa sobre si votar o no. Entre los jóvenes nuevos votantes la tendencia abstencionista era mucho más acusada: el 30.6% dijo que no votaría y el 3.5% no estaba seguro si lo haría o no. Estos jóvenes adolescentes se manifestaron como uno de los grupos donde la tendencia al abstencionismo era mayor y más "decidida". Los jóvenes, con sus propios problemas y aspiraciones, no parecían ver ni en el sistema político ni en los políticos ni en las elecciones medios para resolverlos. En otra reciente encuesta a la juventud se les preguntó: Si tuvieras la oportunidad de irte a otro país, ¿te irías? Un abrumador y preocupante 74.5% contestó que sí. En esa misma encuesta sólo un 26.6% de los jóvenes atribuía algún cambio a las elecciones. Y tan sólo el 30% sabía, a mediados de septiembre, la fecha de las elecciones municipales. Las cifras nos permiten inducir la hipótesis de que los nuevos votantes "simpatizan" con un comportamiento que es nuevo en el electorado de nuestro país: el abstencionismo.

¿Llegó para quedarse?

Los problemas administrativos también provocaron abstención. En declaraciones en un programa de TV, un dirigente político afirmó que en el padrón electoral figuraban 400 mil personas ya muertas. Buscaba demostrar que el nivel de abstencionismo real era mucho más bajo que el que arrojaban los resultados preliminares. Aunque la cifra es aventurada y el político no mencionó la base técnica de su cálculo, no quedó clara la responsabilidad que tenía el Consejo Supremo Electoral (CSE) en esta irregularidad.
El alto abstencionismo de estas elecciones ha sido objeto de variadas interpretaciones. Algunos insistieron en que es normal que el nivel de participación en las elecciones municipales sea menor que en las generales y que se trata de un fenómeno mundial: en los países donde las elecciones municipales se celebran separadas de las nacionales, la participación en éstas siempre es mayor. Pero, aunque la teoría política lo confirme, en Nicaragua, las experiencias de 1984, 1990 y 1996 mostraron un electorado dispuesto a votar contra viento y marea. La pregunta queda abierta: el abstencionismo, ¿llegó para quedarse y pasará a ser, como en tantos otros países, una opción política más en el menú del electorado?

Una historia de polarización

Otra de las constantes del electorado nica ha sido la polarización. Las primeras elecciones de la "nueva era electoral" de Nicaragua, en 1984 -cuando se celebraron las primeras elecciones, después de casi cinco décadas de dictadura de los Somoza-, no tuvieron suficiente reconocimiento internacional, aunque sirvieron al FSLN, el partido en el gobierno, como termómetro de su poder. El FSLN ganó aquellas elecciones con el 67% de los votos. En 1990, la derrota electoral del FSLN resultó sorpresiva. La victoria de Violeta Barrios de Chamorro quebró los pronósticos y la hegemonía sandinista. En aquellas elecciones, la coalición opositora UNO aventajó en más de 13 puntos porcentuales al FSLN. Los electores se agruparon en dos polos: 54.7% votó por la UNO y 40.8% por el FSLN. La fracción del electorado que votó por otros partidos fue apenas del 4.4%.
Las elecciones de 1996 reeditaron en parte el escenario de 1990: el electorado volvió a polarizarse entre la Alianza Liberal y el FSLN. Los partidos pequeños obtuvieron porcentajes inferiores a los que habían registrado en las encuestas previas. El espectacular cierre de campaña del FSLN, sumado a los hechos políticos acaecidos en la semana previa a las elecciones, probablemente "hicieron cambiar de casilla" a potenciales votantes de los partidos "pequeños", favoreciendo el voto adverso al FSLN. La Alianza Liberal obtuvo el 51% de los votos y el FSLN el 37.7%. Un 11.2% votó por "otros partidos". Aunque la constante de la polarización se mantuvo, un porcentaje mayor -comparándolo con la cifra de 1990- votó por partidos distintos al FSLN o a la antisandinista Alianza Liberal.

En las elecciones municipales del 5 de noviembre del 2000 las cosas avanzaron un poco más en este sentido. La encuesta de IDESO mostraba que se estaba produciendo cierta despolarización del electorado. Ésta era una de las hipótesis originales que guiaron el diseño de la encuesta. Según las simpatías partidarias expresadas por los potenciales votantes encuestados, se constataba una fragmentación y relativa dispersión del electorado, agrupándose en torno a tres polos: FSLN, PLC y Partido Conservador (PC). El escenario de estas elecciones insinuaba diferencias al compararlas con los bipolarizados comicios del 96 y, mucho más, con los del 90.

Los resultados de los comicios municipales coinciden en rasgos generales con los resultados de nuestra encuesta. Y si la entrada en escena del PC no logró aglutinar totalmente en tres polos al electorado disperso, sí trastocó la configuración bipolar (sandinismo-antisandinismo) de 1990 y 1996. Y hay razones para pensar que el antagonismo o el voto "motivado por el anti" se ha atenuado.



En otra encuesta que IDESO había realizado en octubre en el municipio de Managua, se preguntó a los entrevistados si se consideraban antisandinistas o antisomocistas. Cruzando las respuestas se construye este cuadro, donde se puede apreciar la despolarización ideológico-política que hoy empieza a caracterizar a la sociedad managüense, que representa un 28%-30% del electorado nacional.



Si prescindimos, por razones obvias, de la categoría de quienes no responden, el cuadro nos permite extraer una cierta tipología del electorado del municipio de Managua. El electorado que no es ni antisomocista ni antisandinista es el mayoritario: (61.3%) Sería ésta una expresión numérica de una sociedad que quizá está -o quiere estar- ya en tránsito de abandonar la polarización que la afectó tanto en la década de guerra de los 80, actitud que comenzó a perder fuerza durante el gobierno Chamorro, y que se ha debilitado aún más bajo el gobierno de Alemán, muy probablemente por el pacto entre las dirigencias del FSLN y del PLC.
El electorado antisomocista que no es antisandinista es, después del anterior, el grupo más numeroso de Managua: el 18.5% del total de la población en edad de votar. El electorado que se declara antisomocista y antisandinista es sólo el 8.2% de los managuas. El que no es antisomocista pero sí antisandinista es menor: el 7.7%. En resumen, sólo un 15.9% manifestó estar ideológicamente polarizado.

Los resultados de la encuesta de IDESO muestran otro signo de esa transición en el electorado nicaragüense: del voto por un partido al voto por una persona, el candidato. En el primer caso, se vota por el candidato designado por el partido, sea quien sea. En el segundo, por las cualidades del candidato, con independencia del partido al que pertenezca. En medio de ambas tendencias, se encuentra una mayoría simple (45.5% del electorado) que busca conciliar partido y candidato, otorgándole tanto peso a uno como a otro.

En el actual espectro político y en el actual momento electoral no resulta tan evidente cómo darle igual importancia al partido que al candidato al decidir por quién votar, porque el elector empieza a descubrir contradicciones importantes entre uno y otro. Esta contradicción puede estar también en la base del abstencionismo. El tránsito del voto partidario al voto por la persona del candidato puede considerarse positivo, especialmente en elecciones que, por definición, son de carácter local y con candidatos conocidos por la comunidad. Sin embargo, ese mismo tránsito podría tener implicaciones negativas si llevase aparejado el germen del caudillismo populista, figura predominante y profundamente arraigada en la cultura política nicaragüense, tanto en lo local como en lo nacional.



El "voto casino" y el "voto útil"

No todo es cambio en el electorado nicaragüense. También hay persistencia, y en otros casos hallazgos. Un ejemplo es la tendencia de quienes votan por el partido que parezca tener más probabilidades de ganar las elecciones. En nuestra encuesta, estos votantes representaban aún una minoría del electorado: el 13.3% del total. Aun siendo minoría, suelen convertirse en un factor crucial para decidir comicios en el último momento.
Estos votantes forman parte del grupo de los indecisos. Su indecisión es bastante peculiar, porque no tiene nada que ver con lo que es u ofrece un partido o un candidato (ideología, promesas, programa), sino con el hecho de no saber predecir con certeza cuál es el partido o el candidato que ganará la contienda para apostar por él en el "casino" electoral. Estos votantes abandonan su indecisión cuando tienen cierta seguridad sobre quién ganará las elecciones. Entonces, apuestan por él. Dentro del grupo de los indecisos, estos votantes son probablemente quienes deciden su voto en la víspera de las elecciones o incluso en el mismo día. Son votantes muy sensibles a los resultados de las encuestas, a los mensajes de los medios y a las opiniones de líderes investidos de cierta autoridad moral.

La mayoría de los analistas coinciden en afirmar que en los comicios de 1990 y de 1996, una proporción significativa del electorado nicaragüense optó por lo que se conoce como el "voto útil", que consiste en una especie de carambola: voto por un partido o candidato por el cual experimento un mínimo grado de simpatías con el propósito de restarle las posibilidades de triunfo a otro partido o candidato que es el blanco de todas mis antipatías. Los resultados de nuestra encuesta muestran que una parte importante del electorado nicaragüense (59.2%) estaba dispuesto a practicar el "voto útil". Pero una significativa minoría (35.4%) rechazaba esta tendencia.

El "voto cautivo" y el "voto golondrina"

La polarización es un fenómeno por el cual el electorado es "atraído" hacia dos polos o extremos políticos. En nuestra encuesta se incluyó una sección que permitiese evaluar la dinámica de este fenómeno, tratando de establecer algunas comparaciones entre los resultados de las dos últimas contiendas electorales, con la particularidad de que la base de la comparación son ciudadanos, y no solamente cifras con totales de votos para el FSLN, la Alianza Liberal (AL) y otros partidos. Los entrevistados sometidos a comparación debían cumplir la condición de haber votado en 1990 y en 1996: era el 70% de todos los entrevistados.
La comparación de resultados incluye ocho combinaciones posibles, y permite identificar dos grandes grupos de votantes: el electorado "cautivo" y el electorado "golondrina" representa el 35.8% del electorado. El resto del electorado lo conforman los abstencionistas y los "nuevos votantes" que siempre hay en cada elección.



Los datos indican que el núcleo de votantes del FSLN es el 19.1%, mientras que el voto opuesto al FSLN -bien depositado a favor de la UNO o de la Alianza Liberal- se sitúa en el 22.1%. Juntos, estos votantes llegan al 41.2%. Este sería el segmento del electorado calificado como "cautivo".
El segmento del electorado definido como "golondrina" está representado por todos los votantes que en algún momento han "cambiado de casilla" y podrían seguir haciéndolo. En este grupo se encuentra el 28.9% del electorado. Si procedemos a agrupar los segmentos "por polos opuestos", aparece que en el bloque afín al FSLN se agrupa el 26.7% de los votos, mientras que en el bloque "opositor" al FSLN se reúne el 37.4%. El hecho de que incluso faltando pocos días para el día de las elecciones persistiera un margen de indecisos, minoritario pero relativamente significativo, refuerza la idea de que una parte del electorado no es "casilla fija" de ningún partido o candidato. Es muy probable que muchos de estos indecisos decidieran por quién votar el mismo día de las elecciones.

Una transición iniciada y no asegurada

La aparición del abstencionismo, el inicio de la despolarización -tanto en la oferta como en la demanda política-y los cambios en el modo en que el electorado selecciona sus opciones son, en conjunto, datos que demuestran que la transición se ha iniciado. Persisten, con mayor o menor fuerza, otras características. Entre ellas, un importante sector del electorado que orienta su selección con la brújula del voto útil.

Los cambios experimentados en el electorado podrían seguir consolidándose o podrían surgir otros cambios. En el 2001 todo dependerá del rumbo que tomen los variados factores que hacen cambiar al electorado. Si hay cambios en las ofertas y en los candidatos o en las reglas del juego del proceso electoral podremos observar otros cambios. Y no puede descartarse una vuelta a la polarización. Hay muchas razones políticas de fondo que permiten pensar que los resultados de noviembre del 2000 no prefiguran necesariamente los de noviembre del 2001.

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