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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 224 | Noviembre 2000

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Nicaragua

Elecciones Municipales: lo bueno, lo malo y lo incierto

El esperado y temido año 2000 se cerró en Nicaragua con unas elecciones municipales que permiten muy variadas y contradictorias lecturas y justifican algunas esperanzas y muy fundadas incertidumbres.

Equipo Envío

Muy positivo fue el hecho mismo de que las elecciones se celebraran. Durante varios meses, su celebración estuvo en entredicho, al vaivén del pacto PLC-FSLN. Mas positivo aún que, por tratarse de comicios municipales, surgieron y ganaron líderes locales -de varios colores políticos- y se estimularon debates locales sobre las problemáticas locales a los que dieron cobertura los medios nacionales. Aunque sólo temporal, la desmanagüización de la problemática política y electoral representa un gran avance.


Lo más negativo


Lo más negativo fue la actitud asumida "el día después" por los autores del pacto que vició "el día antes" de las elecciones: la resistencia irresponsable del Presidente Alemán y de su círculo a aceptar sus derrotas y el triunfalismo irresponsable de Daniel Ortega y de su círculo no "leyendo" adecuadamente sus victorias. En ambas actitudes triunfalistas y carentes de autocrítica se ratificó el "pecado original" de estas elecciones, ese pacto sellado por dos caudillos con una similar patología política, que tienen la misma concepción antidemocrática del poder y que ejercen y fomentan liderazgos nocivos para el país.


Orden y desorden

Negativo también, en "el día después", el hecho de que, aunque como era de esperar y como ha sido tradicional en Nicaragua, las doce horas de votaciones transcurrieron con orden y en paz con casi nulos incidentes locales, los retrasos del CSE en publicar los resultados definitivos y las maniobras del PLC no aceptando sus derrotas y buscando negociar resultados favorables crearan desórdenes, zozobra y hasta violencia en varios municipios en disputa. Violencia hubo también en vísperas de las votaciones en la Región Autónoma del Atlántico Norte, cuando el partido costeño YÁTAMA reclamó, primero con manifestaciones airadas y violentas y después con una masiva abstención pacífica, su exclusión de la contienda electoral.


Poder Electoral sin poder

En los retrasos y pasividades del Consejo Supremo Electoral (CSE) se expresó una de las más dañinas consecuencias del pacto PLC-FSLN: el sello bipartidista impreso al Poder Electoral anuló el liderazgo institucional y profesional que le corresponde tener y ejercer al CSE, convirtiéndolo en espectador a la espera de las decisiones ordenadas por las dirigencias de ambos partidos. La inoperancia, los retrasos y los reconteos del CSE encontraron en la crisis electoral de Estados Unidos -que coincidió en el calendario- la mejor y la más ridícula de las coartadas: si en la potencia democrática del planeta pasa esto, ¿por qué no puede pasar aquí? Un CSE como el que ha dirigido estas elecciones no garantiza resultados transparentes ni soluciones técnicas a los problemas que preceden y acompañan cualquier comicio electoral, menos aún a los que pueden presentarse en los próximos comicios presidenciales. Retrasos y declaraciones demostraron que para el CSE los desafíos no sólo fueron técnicos sino políticos. Y en último término, éticos.

El sello de lo local

Positivos son los resultados en su conjunto, al margen del color de los partidos ganadores. En una buena cantidad de municipios fueron elegidos auténticos líderes locales, conocidos y respetados por la población. Y en buena cantidad de municipios, lo apretado de los resultados promete gobiernos locales integrados de forma plural, lo que puede contribuir a la despolarización que con tanta urgencia necesita el país. El que la población tuviera que elegir sólo las autoridades locales y no las nacionales le puso a estos comicios el sello de una selección hecha de forma más directa, más soberana y más responsable. Un entrenamiento democrático imprescindible e inédito.

¿Fin de la Constituyente?

Los resultados han obligado a todas las fuerzas políticas participantes -y a las no participantes- a revisar a fondo sus estrategias para las elecciones generales de noviembre del 2001. En los primeros momentos, la "revisión" resultó bastante deprimente. Especialmente en los terrenos del Presidente Alemán, que persiste en su idea de suspender las elecciones del 2001 para sustituirlas por elecciones para una Asamblea Constituyente. Lo alientan en su obsesión las derrotas del PLC en Managua y en la mayoría de las plazas estratégicas del país y su peligrosísimo estilo de provocar continuamente conflictos para sacar ventaja de ellos. Alemán podría forzar un clima de desestabilización y caos para alcanzar sus objetivos y atraer a esta iniciativa a la cúpula pactista del FSLN.

Fallaron las encuestas

Casi todas las encuestas midieron sólo la intención de voto del electorado de Managua. Acertaron. Sólo en un dato se equivocaron claramente, tanto en Managua como en el resto del país: en los índices de abstención. Aun conociéndose los problemas técnicos no resueltos, se calculó que la abstención estaría en los rangos de elecciones anteriores, donde no llegó al 30%. Pero, a pesar del pegajoso y bonito estribillo del spot musical del CSE ¡Que no se quede nadie sin votar!, entre el 45 y el 50% del electorado empadronado se quedó sin votar.

Razones de la abstención


Cualquier análisis de los resultados debe de tener como telón de fondo la abstención, que "ganó" en los 151 municipios del país. Varias razones explican el abstencionismo. En cualquier elección lo hay. Muchos electores no tenían -o no quisieron tener- su cédula o documento de votación. Los errores no corregidos del padrón electoral tuvieron su parte. La reducción del número de juntas receptoras de votos, especialmente en las áreas rurales, obligó a muchos votantes a largas caminatas. Parece haber habido también un extraño "abstencionismo dirigido" desde el CSE. Hay que tener en cuenta también que miles de nicaragüenses han emigrado a Costa Rica y no regresaron a votar.

¿Falta de fe?

Los altos índices de abstención, sean cuales sean las razones, resultan muy significativos en un país donde, aún en los tiempos de Somoza, la gente participaba masivamente en aquellas elecciones falsificadas, porque percibía los comicios como una jornada de fiesta, en la que le atraía participar. Muy significativos en un país singular en América Latina por la participación electoral de su gente, que "cree" que con los votos se pueden cambiar las cosas, "fe electoral" fundada en experiencias recientes: en 1990 los votos lo cambiaron "todo" y en 1996 cambiaron casi todo. La alta abstención indica que esta vez muchos no se sintieron invitados a la fiesta porque han empezado a perder la fe en el poder del voto. Las encuestas lo anunciaban al documentar, de forma consistente, la alta desconfianza que generaba el CSE y la extendida convicción de que en las elecciones habría fraude.

Un rechazo consciente

La abstención expresó también el desencanto ante los políticos de todos los colores y ante la falta de opciones plurales, y el rechazo al pacto y a la corrupción, generalizada entre la mayoría de la clase política. La anulación de votos fue otra forma de expresar re-chazo y desencanto. No se dieron datos de los votos anulados, aunque no parece haber sido un número especialmente significativo. El 2 de noviembre, el Movimiento de Renovación Sandinista -excluido de la contienda por una arbitraria decisión del CSE- llamó a anular el voto como una forma de protestar contra este proceso electoral fraudulento y no democrático.


El gran perdedor


El principal perdedor de la contienda es el gobierno -identificado con el partido PLC-, el partido PLC -identificado con los lineamientos y caprichos de su presidente honorario Arnoldo Alemán- y el Presidente de la República Arnoldo Alemán, que actuó como jefe de campaña de su partido en incansables giras por todo el país.

PLC: victoria cuantitativa

En un análisis estrictamente cuantitativo, el PLC no sólo ganó en el mayor número de alcaldías, sino que aumentó el número de las que ya gobernaba (de 91 a 94), obteniendo un mayor número de votos válidos que el FSLN aunque superior en apenas un punto porcentual y algunas décimas. Esta valoración cuantitativa de la "victoria" liberal queda significativamente opacada con la pérdida en Managua y en 11 de los 17 municipios que son cabeceras departamentales. El PLC triunfó en los municipios más rurales y el FSLN predominó en los urbanos.


FSLN: triunfos cualitativos

El FSLN es el principal ganador de las elecciones por su triunfo en Managua y porque, aunque esperaba ganar 70 alcaldías y quedó con el mismo número de municipios que tenía (52), con su victoria en 11 de las 17 cabeceras departamentales, sus alcaldes gobiernan hoy sobre un 60% de la población nacional. Entre 1996 y 2000 gobernaron sólo sobre un 25% de la población total del país. Es relevante que, después de costosísimas campañas -especialmente en Managua-, tanto el PLC como el FSLN obtuvieron menor número de votos totales que los que recibieron en 1996. Si se tiene en cuenta que la población votante aumentó desde entonces en más de 300 mil electores, el respaldo popular a ambos partidos experimentó un descenso.

Partido Conservador y Camino Cristiano

El Partido Conservador y el partido Camino Cristiano jugaron con desventaja institucional frente a estructuras electorales controladas por sandinistas y liberales y lograron muchísimo menos de lo esperado. Los conservadores, la cabecera departamental de Granada y cuatro alcaldías. Se consideran "ganadores" porque el 14.5% del electorado que los favoreció en el 2000 supera con creces el 2.7% de 1996, cuando no ganaron ninguna alcaldía. Camino Cristiano, con buena base entre los evangélicos y que sorprendió en 1996 convirtiéndose de la nada en la tercera fuerza política del país, sólo consiguió esta vez el 4% de los votos. Tras una campaña casi invisible no ganaron ninguna alcaldía, y de 28 concejales que tenían en diferentes alcaldías del país, quedaron sólo con 13. En Managua llevaron como candidato a alcalde al sandinista Carlos Guadamuz. Su derrota era anunciada desde que abandonó la poderosa maquinaria del FSLN y especialmente, desde que Daniel Ortega le despojó de la popular Radio Ya.

Managua: ¿la víspera?

Managua aparece como "la víspera" por la que "sacar el día" de las elecciones presidenciales. La abstención -por una u otra razón- "ganó" masivamente en la capital. El flujo de votantes en las juntas receptoras de votos fue visiblemente escaso a lo largo del domingo electoral. Y aunque las confusiones en el padrón podrían haber movido a los electores confundidos a realizar esfuerzos sacrificados o reclamos indignados para encontrar dónde votar, los movieron en otra dirección: dejaron la fiesta cívica y optaron por la siesta cívica y se regresaron a sus casas. La abstención favorecía al FSLN, que cuenta con el voto más militante. No puede descartarse que el FLN la haya inducido y dirigido hábilmente.

Preparando el camino

La victoria del FSLN en Managua -como las victorias del PLC y del FSLN en el resto del país- no pueden ser explicadas sin tener en cuenta la previa "roza del camino" que les garantizó el CSE a los dos partidos pactistas eliminando la suscripción popular y excluyendo a candidatos y a partidos, algunos de ellos competidores-ganadores. Sin tener en cuenta la exclusión de la candidatura de Pedro Solórzano en Managua y la exclusión, a nivel nacional, de la opción de centro-izquierda que representaba la Tercera Vía y la de otras opciones liberales no alemanistas no se explican los triunfos de liberales y sandinistas.

Un país dividido

La firme política de exclusión de partidos y candidatos organizada consistentemente desde el CSE, controlado por el FSLN y el PLC como resultado del pacto, funcionó con gran eficacia. Aunque el Partido Conservador logró meter una pequeña cuña al bipartidismo forzado por el pacto, el país quedó partido en dos (cuasi empates en número de votos totales, en número de votos en casi todos los departamentos y municipios). La "lucha cuerpo a cuerpo" entre los dos partidos del pacto en las estructuras electorales municipales, departamentales y nacionales que siguió a los comicios y el injustificado retraso que precedió a la publicación de los resultados definitivos de varias plazas estratégicas -donde las cifras, tan apretadas, dejaban abiertas las puertas tanto a disputas como a negociaciones- contribuyó a fanatizar más a un sector de la sociedad y a desencantar más a otro. En la pugna post-cómputos se demostró claramente que, en materia electoral, la única coincidencia de los dos pactistas es excluir, dejando "todo lo demás" al arte o a las artimañas que demuestre cada grupo para ganar o... para hacer perder al otro.

FSLN: olvido del pacto


En un momento del prolongado debate sobre el pacto PLC-FSLN se pensó que las elecciones municipales podrían convertirse en una especie de plebiscito sobre ese pacto. ¿El alto abstencionismo confirma esta hipótesis? Dejando a un lado este dato, los resultados de las elecciones municipales -producto tanto de la voluntad popular como de la voluntad excluyente del CSE- contribuyen a dificultar el que crezca una conciencia crítica sobre los efectos negativos que el pacto tiene para la institucionalidad democrática y para la cultura política. Para un buen sector de las bases del FSLN quedó "demostrado" el discurso con que Ortega y la dirigencia de su partido justificaron el pacto: "El acuerdo es sólo para volver al poder". Y como la irresponsabilidad del PLC para aceptar sus derrotas llevó al FSLN a rivalizar fieramente con los liberales, esto sembró en las bases sandinistas una idea aún más nociva: las convenció de que "no hay pacto".


PLC: recuerdo del pacto


Mientras se consumaba, las bases liberales apenas repararon en las consecuencias políticas del pacto. Pero, tras los adversos resultados electorales, surgió en ellas el temor de que el pacto era lo que las "explicaba": el PLC y Alemán se habrían dejado "dar vuelta" por los sandinistas. Por otro lado, el argumento con el que Alemán defendió este acuerdo lo ha dejado en el más total de los ridículos ante "su gente": si hizo el pacto para darle "gobernabilidad" al país, lo que ha propiciado es lo inverso, pues los resultados municipales empiezan a proyectar la posibilidad del regreso al poder nacional de los "ingobernables" rojinegros.


Izquierdas y derechas

Si entendemos por izquierda una convicción y una disposición a entender la realidad en toda su creciente complejidad y en su rica diversidad para saber responder a ella incluyendo espacios donde quepan todos y todas; y si entendemos por derecha la actitud contraria, la que simplifica y reduce, y por eso excluye, las elecciones municipales -con unos resultados con tantas facetas para una reflexión a fondo- van a llevar a las izquierdas y a las derechas sandinistas, liberales, conservadoras y del resto de partidos a debatir ideas y a disputar espacios en los meses previos a las elecciones presidenciales. Si en esos debates y en esas luchas resultan triunfantes las "izquierdas" -más tolerantes, incluyentes y con visión de largo plazo- y si, a la par, la fuerza de la opinión pública logra que se reforme a profundidad la actual Ley Electoral -que excluye y privilegia a sólo dos partidos- habrá ganado Nicaragua y las elecciones generales del 2001 tendrán un lugar importante en el dificultoso proceso de construcción de nuestra democracia. Despedimos el año 2000 con esta esperanza..

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