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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 224 | Noviembre 2000

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Nicaragua

FSLN, PLC, Conservadores: razones y desafíos

Los partidos participantes en la contienda y los que fueron excluidos, los que aspiran a participar y las bases que los respaldan tienen ante sí un descomunal desafío para las elecciones del año 2001.

Equipo Envío

El gran perdedor


Liberales disidentes del PLC y analistas de todos los colores responsabilizaron a Arnoldo Alemán por las derrotas del PLC en los comicios. Por los actos de corrupción protagonizados por él y su familia y por funcionarios de su confianza, por la imposición personal y caprichosa de candidatos de forma antidemocrática, y por su permanente estilo confrontativo, anunciando hasta el último día de campaña que iba a echar limón y vinagre en las heridas de sus adversarios a quienes llamó constantemente bestias y burros. El comportamiento del Presidente de la República -que abandonó su cargo para dedicarse a hacer campaña electoral y que utilizó un lenguaje contrario a la ética- jamás recibió una sola advertencia o censura del inoperante Procurador Electoral. Tras los conteos, el Presidente Alemán y sus leales responsabilizaron por sus fracasos a los conservadores y a los medios de comunicación -por sobredimensionar los casos de corrupción en el gobierno-.

Algunos, a la figura proconsularia del embajador de Estados Unidos en Managua, Oliver Garza. Una semana después de las elecciones, el Presidente Alemán admitió haber cometido un único error en una sui generis reunión que mantuvo con los obispos y sacerdotes de Nicaragua. Pecamos de ingenuos, se confesó ante los clérigos, admitiendo que los sandinistas -aliados en el pacto económico e institucional y rivales electorales- habían sido más astutos que él. A la avalancha de corrupción protegida con inmunidades e impunidades, hay que sumar, entre las razones de las derrotas del PLC, sus graves divisiones internas, el desgaste que sufre cualquier partido en el gobierno -especialmente en un país tan empobrecido-, y la infuncionalidad creciente del discurso antisandinista, en un país con más de la mitad de la población que nunca conoció ni recuerda el gobierno sandinista ni la guerra que lo desgastó.

Aún funciona el miedo


A pesar de lo obsoleto de un discurso que corresponde a un mundo que ya no existe, a una Nicaragua que ya no es, a unos dirigentes que ya no son, la guerra de los 80 aún estuvo presente en el voto de un amplio sector de la población, especialmente de la rural, uno más de los índices en que se expresa su empobrecimiento y aislamiento. Así como los rojinegros convocaban a "darle una nueva oportunidad al FSLN, ya sin guerra" y mucha población urbana -y también rural- respondió a este llamado, los liberales no dejaron de recordar en su propaganda el servicio militar, las tarjertas de racionamiento, la escasez, las incertidumbres y las dificultades que tuvo que soportar la población durante la guerra de los 80, tratando de asustar con estos "fantasmas" a los electores. Y aunque es obvio que el FSLN no desea hacer ninguna revolución ni hay ninguna guerra fría que propicie ni revoluciones ni contrarrevoluciones, mucha población, especialmente la rural, votó por el miedo a que se repitieran el prolongado desgaste de la guerra de los 80 y los abusos que contra el campesinado protagonizaron los sandinistas.

Discurso obsoleto y "obras de progreso"

Las encuestas y los resultados de las elecciones demostraron que afirmar que el pueblo de Nicaragua "quiere la paz" significa también que quiere un lenguaje menos agresivo y estilos más respetuosos y moderados. Muchos de los candidatos ganadores -de todos los colores políticos- ganaron precisamente por eso.

Una de las encuestas realizadas durante la campaña electoral demostró que en 1996, cuando la Alianza Liberal fue encementada con antisandinismo y esto le dio la victoria, uno de cada tres managuas se definía como antisandinista, pero que en el año 2000 sólo uno de cada siete managuas dice ser antisandinista. Los liberales confiaron desmedidamente en este discurso y en las "obras de progreso" del gobierno: carreteras, caminos, puentes, rotondas, escuelas, pozos, instalaciones de energía eléctrica y de teléfono... Estas "obras" atrajeron fundamentalmente el voto de la población rural, que aun las percibe como un "favor" de un buen gobierno y no como un deber de todo gobierno, como ya las empieza a percibir la población urbana, mucho más informada.

La "vuelta de la tortilla"

La escasa responsabilidad con que Arnoldo Alemán ha gobernado Nicaragua desde 1997 quedó en evidencia con sus reacciones alteradas a la hora de iniciarse los cómputos de votos. Cuando empezaron a conocerse los conteos rápidos y los conteos paralelos de los partidos, tanto en Managua como en otros municipios, sentenció triunfal: Cuando se dé vuelta la tortilla aparecerán los verdaderos resultados. La misma mañana de las elecciones, El Nuevo Diario había descubierto y denunciado que el PLC, con la colaboración de funcionarios e instituciones del gobierno, tenía preparadas las condiciones técnicas para un "telefraude" que "diera la vuelta a la tortilla" de los números y alterara los conteos si eran adversos. Como esta operación fracasó, los dirigentes del PLC justificaron todo el montaje realizado declarando que se trataba de un centro de cómputos para el conteo rápido del partido. Posteriormente, Alemán negoció con el FSLN algunos cambios en los resultados. Y después, apostó por el caos impugnando los resultados en gran cantidad de municipios, provocando retrasos y tensiones, y profundizando así la ingobernabilidad del país.

Conservadores: resultados ambiguos


El Partido Conservador (PC), aunque a enorme distancia de su proclamada aspiración a conquistar 60 alcaldías, es un ganador neto en las elecciones. Emerge de nuevo en el escenario político, del que estaba desapareciendo, y conserva una casilla en la boleta para las elecciones presidenciales. Pero la derrota del PC en Managua y el escaso número de alcaldías alcanzadas por los verdes colocan al Partido Conservador en una situación muy débil para las elecciones del 2001, en las que, siendo prácticamente seguro que Pedro Solórzano será inhibido por el pacto para competir como candidato presidencial -con cualquier excusa antigua o nueva- podrían ver repetirse la historia de estas elecciones. El Partido Conservador entró a la contienda municipal contra la voluntad política del Presidente Alemán y contra el pronóstico de las estrategias del PLC. Entró de la mano de la presión internacional y de la astucia y pericia de los representantes del FSLN en el Consejo Supremo Electoral. El objetivo de Alemán era excluir a cualquier competidor. El objetivo de la comunidad internacional era darle a los verdes el chance de demostrar su capacidad para aglutinar la oposición al pacto. El objetivo del FSLN -después de pactar con el PLC la inhibición del conservador con más posibilidades de ganar, Pedro Solórzano- era dividir el voto antisandinista, el voto guiado por el miedo al regreso del sandinismo al poder.

Cálculo y arrogancia


Los conservadores no cedieron a las presiones, propuestas y halagos de todo tipo con que en vísperas de las elecciones el PLC les propuso una "alianza antisandinista" de última hora. Lo hicieron por un correcto cálculo político. Y también por arrogancia: después de destruir arteramente la Tercera Vía, después de legitimar con su participación en las elecciones las excluyentes reglas electorales nacidas del pacto, pretendieron presentarse ante la comunidad nacional, y especialmente ante la comunidad internacional, como la única oposición válida contra el pacto y la corrupción. Los resultados desmintieron su arrogancia. La abstención expresó de forma más visible el rechazo al pacto. Y la maquinaria del PLC se mostró más poderosa y organizada para representar el an-tisandinismo. Y no sólo porque está aceitada desde las instituciones del Estado, sino porque la maquinaria liberal es más popular que la maquinaria de la oligarquía conservadora, que se mueve con estrategias elitistas que sólo saben convocar desde los medios de comunicación a las clases empresariales, pero que parecen no saber cómo trabajar con la gente.

Los límites del candidato William Báez

Como candidato de Managua, William Báez usó como eje de campaña el titularse "raya" contra el pacto y la corrupción. Pero, si en Managua la corrupción resultó castigada -o al menos, se apostó por el cambio tras dos alcaldías liberales señaladas por su corrupción- el pacto quedó olvidado. El castigo fue para el PLC, pero el premio no fue para Báez: escaso carisma personal e indefinidas propuestas -le ganaba Herty- y un tinte antisandinista de confrontación que le acercaba claramente al mismo eje de campaña del que abusaba el PLC. A pesar de que recibió el endoso del popular Pedro Solórzano y el apoyo público de la ex-Presidenta Violeta de Chamorro -la personalidad política del país con mayor simpatía desde hace muchos años- y el apoyo del ex-General Joaquín Cuadra y de otros dirigentes del Movimiento de Unidad Nacional, Báez no logró seducir a un electorado más deseoso de propuestas que de definiciones, más inclinado ya a pros que a antis.

Apuesta por la esperanza

El triunfo del FSLN en Managua y en 52 municipios -gran número de ellos estratégicos por la cantidad de población que en ellos vive y por su actividad productiva-, tiene un sinnúmero de explicaciones. La más elocuente parece ser el empobrecimiento en que las "democracias" de los años 90 (gobierno Chamorro y gobierno Alemán) han sumido a la mayoría de los nicaragüenses. Tantas y tan prolongadas carencias (créditos, tierras, educación, salud, vivienda) y un horizonte sin oportunidades explican la apuesta por el cambio y una nueva apuesta -"esperando contra toda esperanza" en lenguaje bíblico- por aquella agenda social y aquella vocación por la justicia y la equidad que tanta gente conoció y reconoció en el FSLN de los años 80 y que sigue detectando en muchos de sus dirigentes locales, a pesar de tantas y tan probadas decepciones.

Una organización militar

Diez años de empobrecimiento de las mayorías en los 90 fueron muy bien aprovechados por diez años de organización militar de los 80. El tendido organizativo-militar que caracterizó al FSLN, puesto a prueba y potenciado por la guerra de aquellos años, despertó de un largo letargo y se reactivó eficientemente -con el invalorable recurso de la experiencia y con nuevos recursos económicos- para poner en movimiento a un "ejército" de 90 mil sandinistas: fiscales dentro de las juntas, fiscales fuera de las juntas, activistas, estrategas locales... Tras dos gobiernos sin sensibilidad social y en un país tan desordenado y asistemático, la miseria y el orden se combinaron para dar importantes triunfos al FSLN. Esa misma miseria y ese mismo orden -que continuarán intactos en los próximos meses- podrían darle la victoria al FSLN en las elecciones generales de noviembre del 2001. Alemán ya sabe esto y está dispuesto a todo para impedirlo.

El escaso peso del pacto


Los triunfos del FSLN deben tener como necesario telón de fondo los altos índices de abstención y los apretados resultados en las plazas que conquistó. Aun teniendo en cuenta estos datos relativizadores, las victorias del FSLN pusieron en cuestión los análisis que señalaban el rechazo que el pacto FSLN-PLC había provocado entre las bases sandinistas, no así entre las liberales. La realidad mostró que el voto más disciplinado y sólido en las elecciones fue el del FSLN y que en ellas el pacto pesó poco. ¿Por qué? Toda respuesta es aproximación. La población nicaragüense tiene unas "demandas democráticas" mínimas. Las expectativas "políticas" de la población nicaragüense a la hora de votar se ven muy limitadas por la oprobiosa crisis económica que enfrenta la mayoría.


Poder superar situaciones personales y familiares tremendamente críticas se antepone siempre a poder contar con instituciones más independientes o con espacios de participación desde los que controlar la gestión de las autoridades. Son muy pocos aún los que han descubierto que sin instituciones independientes la pobreza seguirá profundizándose. Son muy pocos los que perciben el vínculo entre institucionalidad y superación de la pobreza. Las estructuras del FSLN nunca han educado en esta dirección. Las consecuencias institucionales del pacto ocupan un lugar muy secundario en la conciencia política de la mayoría. Esta situación favoreció al FSLN. Porque si la población no olvidó la corrupción del PLC, en el voto por el FSLN sí se expresó un olvido del pacto, no percibiendo que la esencia del pacto es una corrupción compartida.

¿Triunfo del sandinismo?

Desde hace muchos años, sandinismo ya no es equivalente a FSLN. Existen sectores sandinistas críticos, "disidentes", que no se sienten representados en el FSLN. Algunos votaron por el FSLN, otros no. Al estar tan férreamente controlado el FSLN por los Ortega y su círculo de poderosos allegados, los triunfos del FSLN no pueden ser interpretados simplistamente como un triunfo del sandinismo. Los triunfos electorales del FSLN, y especialmente el triunfo de la cuidada y organizada estrategia electoral del FSLN, pueden contribuir a consolidar a la "derecha empresarial" del FSLN, promotora y beneficiaria del pacto, y a liquidar las tendencias más democráticas y populares que aún permanecen dentro del FSLN. La unidad del sandinismo bajo la bandera del FSLN o -meta más pragmática- una alianza del sandinismo con otros sectores sociales progresistas bajo esa bandera parece un ideal aún muy lejano, aunque los triunfos municipales del FSLN obligan a reflexionar sobre esta posibilidad y le abren una oportunidad histórica, tanto al FSLN como al sandinismo. Las bases del FSLN o las bases sandinistas dispersas podrían encontrar en la alegría de los triunfos electorales el impulso necesario para emprender las ingentes luchas que se necesitan para democratizar el partido y para evitar una involución mayor en sus estructuras, dominadas mayoritariamente por el orteguismo. ¿Tendrán tiempo y espacios para emprender este ingente esfuerzo?


Herty Lewites: premio a un estilo


La victoria real y simbólica más importante del FSLN es, sin duda, Managua. Todos reconocieron en Herty Lewites a un buen candidato, que se reveló durante la campaña como un excelente político. Su estilo no confrontativo, de apertura, propositivo y tolerante, siempre de buen humor, con gran dominio ante los medios, logró superar el voto cautivo del FSLN, que no va más allá del 20% de los managuas. La victoria de Lewites no se explica únicamente por este nuevo estilo de liderazgo o por una renovada confianza de los nicaragüenses en el FSLN, dándole una segunda oportunidad. Fue fundamental, de previo, la exclusión pactada de Pedro Solórzano -probable ganador si hu-biera competido-. Diez años de gobierno liberal en la Alcaldía de Managua (el entonces tan popular Arnoldo Alemán (1990-1996), que roba pero hace -como decía de él la gente-, seguido de uno de los políticos con menos carisma de todo el país, Roberto Cedeño) contribuyeron también a la victoria de Lewites. Cargados de impuestos, abrumados por problemas vitales no resueltos -decenas de asentamientos aún ilegales, inseguridad en los barrios, basureros a granel- y no compensados con la febril construcción de rotondas y autopistas o de centros comerciales de lujo, los managuas confiaron más en Herty que en los demás candidatos. Tal vez siguieron el consejo del Cardenal Obando, que se abstuvo de cualquier parábola que indujera al voto por un candidato determinado y recomendó votar por el menos malo.

Lewites: un desafío inmenso


Le toca a Herty Lewites la gran responsabilidad de demostrar, con una gestión transparente y eficiente, distinta, lo que él mismo afirma: que el FSLN es otro y que un 99% de la gente del FSLN ha cambiado. Le toca contribuir, en la tarima más visible, Managua, a recuperar credibilidad para el FSLN y a despolarizar a la sociedad para que supere ese obsoleto, absurdo y dañino sandinismo-antisandinismo que se ha convertido en una trampa de la que se benefician unos pocos dirigentes de ambos colores. Alemán, te-meroso de que la proyección de Lewites catapulte al FSLN a la Presidencia en el 2001 buscará impedirle cualquier éxito y será capaz de cualquier maniobra.

La sombra de Daniel Ortega

Ese buen candidato -o ese candidato menos malo- que fue Herty Lewites lo fue también porque buscó mostrar independencia de la cúpula del FSLN y de Daniel Ortega. También Daniel Ortega evitó acercársele durante su campaña en la capital. No hizo lo mismo en algunas zonas rurales, donde el FSLN conserva un voto más cautivo y donde mantiene más intacto el mito de su liderazgo. Como se temía, las victorias del FSLN en Managua y en el resto del país fueron "leídas" por Daniel Ortega, tan sólo a las doce horas de concluidos los comicios, como una clara señal de que ya están creadas las condiciones para la vuelta del FSLN al gobierno, y peor aún, como una "llamada" a "asumir el reto" de lanzarse como candidato presidencial del FSLN en el 2001.

Nadie suponía que Ortega rompiera sus fuegos tan pronto, pero lo hizo, respondiendo a ávidos periodistas y buscando hacer desistir por intimidación a cualquier otro contrincante que se atreva a desafiarlo. El prematuro lanzamiento de Ortega perjudicó a Lewites y alentó el antisan-dinismo que se apodera como pavor irracional de un sector de las mayorías pobres y de las minorías ricas. Es significativo que un amplio abanico de dirigentes y de bases del FSLN teme -algunos dan por segura- una tercera derrota electoral del FSLN si Daniel Ortega es el candidato presidencial, son sólo una minoría quienes en el FSLN se atreven a ir más allá y no sólo cuestionan a Ortega como "candidato perdedor" sino como dirigente carente de ética política y de ética privada. Porque es el protagonista de un pacto basado en la destrucción de las instituciones y en la corrupción, que impide el desarrollo de Nicaragua y porque desde hace casi tres años se escuda en su inmunidad para no responder por el grave delito de incesto del que se le acusa.

El futuro inmediato


Las sandinistas y los sandinistas honestos -dentro y fuera del FSLN- tienen ante sí una oportunidad y un reto, tan complejo que parece imposible. De cómo comiencen a asumirlo depende en buena medida el futuro inmediato de Nicaragua.

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