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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 264 | Marzo 2004

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Internacional

La crisis de Enron: similar a la de Parmalat

Corrupción, fraudes, tráfico de influencias, megasalarios, privatizaciones, desregulación de la economía, bancarrota de megaempresas como la Parmalat.... Son realidades a las que a diario nos enfrentamos con estupor en cualquier lugar del planeta. ¿Otro sistema económico es posible?

Eric Toussaint

Desde finales de los años 90 hasta el año 2001, el funcionamiento del capitalismo de Estados Unidos fue erigido como modelo. En Europa, la mayor parte de los periodistas y de los responsables políticos -incluidos socialistas y laboristas- jugaban el juego. Este modelo, impulsado por los gobiernos de todos los colores políticos se extendió progresivamente a la gestión de las empresas multinacionales “europeas” (Vivendi, Vodafone, Arcelor). Las críticas más corrientes que se escuchaban en la época decían que no se iba lo suficientemente rápido en la aplicación de este modelo. En Francia, el gobierno de Jospin hizo que la Asamblea Nacional adoptara (2 mayo 2001) una ley sobre las “nuevas regulaciones económicas”, directamente inspirada en el modelo estadounidense aún en vigencia ese año.

EL “NUEVO” CAPITALISMO:
UN FIASCO ECONÓMICO Y UN DRAMA SOCIAL

Lejos de apreciar el carácter no reproducible y artificial del crecimiento sostenido de los Estados Unidos entre 1995 y 2000 -la burbuja financiera en formación, la inflación del crédito y el enorme flujo de capitales europeos y japoneses hacia Estados Unidos-, los candidatos imitadores de todas partes del mundo estaban obnubilados por la corporate governance y por el “gobierno de empresa”, que les permitiría valorizar al máximo posible los intereses de los accionistas convertidos en su mayoría en zinzins (inversores institucionales: fondos de pensión, seguros, financieras de inversión). Al adoptar el “gobierno de empresa” querían resolver la contradicción entre los intereses de los accionistas y los de los managers.

Según los partidarios del “gobierno de empresa”, los managers buscan acrecentar su poder y su remuneración beneficiándose de las informaciones privilegiadas de las que disponen en razón de su función en la empresa. El “gobierno de empresa” tiene el objetivo particular de impedir esto. O sea, trata de reducir las “asimetrías de información” entre managers y accionistas. Trata de obligar a los managers a abastecer regularmente a los accionistas vía informes trimestrales. El “gobierno de empresa” trata de incitar a los managers a gestionar las empresas en interés de los accionistas haciendo todo lo posible para que aumente el valor de las acciones. A fin de lograr este objetivo, la remuneración de los managers se establece -en principio- en función de los resultados de la empresa.

Una de las principales técnicas utilizadas es el sistema de las stock-options, modo de remuneración de los directivos y de los cuadros de la empresa, que consiste en darles la posibilidad de adquirir acciones de la empresa -opción de compra- a un precio inferior al de la Bolsa, así como la opción de revenderlas en el futuro cuando éstas hayan aumentado. Las stock-options incitarían así a los directores y cuadros superiores de la empresa a tomar decisiones conforme a los intereses de los accionistas: obtener un aumento del valor de las acciones en la Bolsa así como dividendos crecientes.
Pero lo que fue presentado como un nuevo capitalismo terminó en un lamentable fiasco desde el punto de vista capitalista y en un drama social para los asalariados. A partir de 2001-2002, tanto las quiebras monumentales como los escándalos sucesivos sirvieron para mostrar prácticas delictivas sistemáticas que nos recordaron lo que ocurrió al final de los años 20 y durante la crisis de los años 30.

DE 1998 AL 2000:
UNA GIGANTESCA BURBUJA FINANCIERA

La sucesión de escándalos durante 2001-2002 fue precedida por el desarrollo desde 1998 al 2000 de una burbuja financiera a escala internacional, particularmente en Norteamérica y en Europa: el curso de las acciones en la Bolsa y el volumen de la capitalización bursátil aumentaron de manera impresionante.
La burbuja en expansión produjo un delirio de fusiones-adquisiciones sin una verdadera viabilidad, así como una ola de inversiones masivas -en particular en las telecomunicaciones y la informática- sin ninguna relación con las posibilidades reales de las empresas. La burbuja financiera escondía un fenómeno completamente inquietante para los capitalistas: una caída importante de la tasa de beneficio de las empresas a partir de 1997-98. Con la euforia de los mercados exuberantes, los zinzins no quisieron -o no pudieron- ver el carácter completamente especulativo y desproporcionado del aumento de los valores bursátiles de las empresas, entre las cuales algunas ni siquiera percibían beneficios.

En la carrera frenética por aumentar las cotizaciones en la Bolsa, los managers, a sabiendas de los accionistas, endeudaron muy fuertemente a las empresas. Este endeudamiento de las empresas les permitía adquirir otras empresas del mismo sector -para las empresas, uno de los objetivos de las adquisiciones era alcanzar el mayor tamaño posible a fin de evitar ser compradas por otras-. El endeudamiento perseguía un segundo objetivo: las empresas se endeudaban para comprar sus propias acciones en la Bolsa a fin de poder mantenerse en la carrera. El endeudamiento de las empresas en los Estados Unidos progresó de manera formidable hacia fines de los años 90. También aumentó el endeudamiento de los hogares, lo que permitió mantener un nivel de consumo elevado. La exuberancia bursátil, el endeudamiento masivo de las empresas, el frenesí de las recompras y las fusiones, el nivel elevado de la inversión en ciertos sectores para aumentar las capacidades de producción, la propensión de los hogares a aumentar el consumo recurriendo cada vez más al crédito: todo esto fue lo que produjo el llamado “efecto riqueza”. Numerosos comentaristas laudatorios del capitalismo mistificaban la realidad hablando de la “nueva economía”.

CUANDO ESTALLÓ LA BURBUJA:
TODA CLASE DE TRUCOS Y DE FRAUDES

Cuando aparecieron los signos de la implosión de la burbuja financiera y la carrera de la Bolsa bajó, a partir del segundo semestre del 2000, los directivos de las empresas trucaron sus números a fin de presentar simulacros de beneficios y convencer a los mercados para que continuaran comprando sus acciones. Aumentaron una vez más el endeudamiento de “su” empresa con el objeto de comprar más acciones para sostener la carrera bursátil. Ciertas empresas inflaron todos sus números para hacer creer que su crecimiento continuaba.

Frente a estos enormes trucos, las autoridades monetarias de los Estados Unidos -Alain Greenspan, presidente de la Reserva Federal, Larry Summers y luego Paul O’Neill, que se sucedieron en la Secretaria de Estado del Tesoro- adoptaron la posición del Tartufo, haciéndose pasar por quienes ignoraban lo que ocurría, a la vez que seguían profesando una confianza a toda prueba en la genialidad de los mercados. Las prácticas de los directivos de empresas como Enron eran bien conocidas: el presidente George W. Bush y el vicepresidente Dick Cheney ya habían recurrido a estos artilugios algunos años antes en sus propias empresas. Y en septiembre de 1998 Greenspan había salvado a la empresa LTCM y conocía bien el recorrido que la había llevado a la quiebra.

Las autoridades de Estados Unidos esperaban que gracias a un milagro la Bolsa retomara una trayectoria en alza. Pero fue otro el escenario que se produjo: la caída estrepitosa de la Bolsa a escala planetaria mostró que numerosas empresas estadounidenses -y de otras partes del mundo- habían maquillado sus números como jugadores que esperan rehacerse rápidamente y se arriesgan cada vez más con créditos con la esperanza de licuar sus deudas. Entre marzo 2000 y noviembre 2002, con la decreciente trayectoria de la Bolsa y el desinfle parcial de la burbuja bursátil, se esfumaron más de 15.000.000.000 millones de dólares a escala mundial (7.000.000.000 millones en los Estados Unidos).

UN CASO EMBLEMÁTICO: ENRON

El ascenso, declive y quiebra de Enron marcará un hito en la sórdida trayectoria de la mundialización capitalista. El 2 de diciembre de 2001, en momentos en que se producía la quiebra de Enron, se creía que se trataba de la quiebra más importante de la historia. Rápidamente fue superada por la quiebra de WorldCom. En siete ocasiones la revista Fortune había consagrado a Enron como la empresa más innovadora. Poco antes de que se declarara la quiebra, los dirigentes de Enron se sirvieron de 700 millones de dólares de caja. La quiebra acarreó una pérdida de 26 mil millones de dólares para los accionistas y de 31 mil millones de dólares para los bancos. La mayor parte de los asalariados de la sede central se convirtieron en desempleados, cobrando por indemnización la suma de 16 mil 500 dólares, mientras que 1 mil 200 de ellos perdieron el 90% del valor de sus ahorros-pensión. En total, Enron y sus 2 mil 800 filiales empleaban a unos 25 mil asalariados en todo el mundo.

EL ESCANDALOSO ESCÁNDALO
DE UN GIGANTE

Enron era una empresa que especulaba sobre materias primas (petróleo, gas, aluminio, carbón, madera), energía (electricidad), agua, y sobre los mercados de los productos derivados de estos recursos. Operaba en 40 países, poseía centrales eléctricas en India y en los bosques de Escandinavia, tenía actividades en las antiguas repúblicas de la Unión Soviética y, al momento de su quiebra, intentó comprar el sector de energía de la República Checa. Enron realizaba el 25% de sus negocios fuera de los Estados Unidos. En su apogeo, controlaba el 20% del mercado de la electricidad en Estados Unidos y en Europa.
Para organizar sistemáticamente la evasión fiscal en relación al Tesoro de los Estados Unidos y en otros Estados donde era activa, Enron utilizaba varios subterfugios. Había creado 874 filiales en paraísos fiscales, 195 en las Islas Caimán. Como declaraba sus beneficios, esto le permitió no pagar los impuestos sobre ingresos al Tesoro estadounidense durante los últimos cinco años de su existencia. En los paraísos fiscales en los que se había implantado Enron, los impuestos eran exiguos, o mejor dicho nulos.

Otro subterfugio: hacer una declaración fiscal diferente a la que consta en el balance de la empresa presentado a los accionistas. Para la mirada del fisco, las stock-options eran contabilizadas como un costo, mientras que para los accionistas, a quienes era necesario hacerlos participar de beneficios crecientes, no eran consideradas como tales. Enron quería ocultar sus pérdidas y sus deudas a los mercados financieros para que sus acciones siguieran siendo consideradas atractivas. Pero para ello era necesario disimular el estado real de la empresa. Para evitar miradas indiscretas, el balance financiero de Enron no tomaba en cuenta el balance del conjunto del grupo Enron. Todas las manipulaciones y simulaciones eran posibles. Y con el objeto de comprar la colaboración de quienes seguían de cerca la salud financiera de la empresa -auditorías (Andersen), bancos de inversiones (Merryl Lynch, Morgan Stanley), bancos (Citigroup, J. P. Morgan)- Enron los asociaba a los resultados de la empresa de manera que fueran a la vez jueces y partes.

ENRON: BENEFICIADA
CON LA DESREGULACIÓN DE LA ELECTRICIAD

Las cifras y los resultados de Enron pegaron un gran salto a partir de fines de 1992, cuando la empresa logró ser exceptuada del control del Estado sobre sus actividades especulativas en los mercados derivados.

Enron mantenía contactos muy estrechos con representantes demócratas y republicanos. En doce años (1991-2002) vertió en la caja de estos representantes más de 5 millones y medio de dólares (75% para los republicanos y 25% para los demócratas). Esto hizo de Enron una de las empresas más “generosas” con los dos partidos capitalistas que se alternan en el poder en Estados Unidos. El político republicano que recibió la mayor cantidad de dinero por parte de Enron fue el senador Phil Gramm, quien a cambio hizo uso de su influencia para favorecer los objetivos de la empresa en materia de desregulación del mercado de la electricidad.
En 1992, Wendy Gramm, su esposa -había ocupado cargos durante las administraciones de Reagan y de Bush padre-, obtuvo de la empresa que ella presidía en aquel momento, la CFTC, que la Enron fuera exceptuada de la obligación de rendir cuentas sobre sus operaciones en los mercados derivados.

Esta misma señora logró hacer pasar esta decisión de manera expedita en los últimos días de la administración de Bush padre. Seis días después renunciaba, y cinco semanas más tarde era incorporada a Enron como miembra del consejo de dirección. En el seno del consejo, ella estaba a cargo del comité de auditorías, lo que le dio la oportunidad de tener acceso de manera privilegiada a una cantidad importante de información financiera, y por consiguiente, de estar al tanto de las numerosas manipulaciones contables y de los delitos financieros realizados de manera sistemática por la empresa. Entre 1993 y 2001 fue más que holgadamente recompensada en términos de ingresos: más de 915 mil dólares.

La desregulación del mercado de la energía se llevó a cabo en 1996, durante la presidencia de Bill Clinton. Numerosas empresas públicas de producción y distribución eléctrica fueron privatizadas entonces, lo que favoreció ampliamente a sociedades como Enron. Durante 1999 y 2000, Enron gastó tres millones y medio de dólares para hacer lobby político con el objeto de obtener una mayor desregulación del mercado de la energía en los Estados Unidos. Los “aportes” de Enron para la campaña presidencial de George Bush hijo fueron importantes. En diciembre de 2000, el senador Phil Gramm obtuvo el cambio de legislación que Enron deseaba. La empresa se benefició de esto creando una filial llamada EnronOnline, la cual pasó rápidamente a controlar el mercado de la electricidad y del gas natural en el estado de California.

Una vez producido el cambio de la legislación, la distribución de electricidad en California se degradó rápidamente: se multiplicaron los cortes de energía en dimensiones tales que se tuvo que decretar el estado de emergencia energética en 38 ocasiones durante el primer semestre de 2001. Durante este mismo período, las cifras de Enron se multiplicaron por dos.

CALIFORNIA PAGÓ MUY CARA
LA “ESTRELLA DE LA MUERTE”

¿En que medida el comportamiento de Enron contribuyó a crear esta crisis, y como se benefició la empresa de esta situación? Una primera precisión importante: Enron no producía energía en California, o al menos lo hacía en muy menor medida. Su actividad consistía en comprar la electricidad a los productores y en revenderla al estado de California, a las empresas y a los hogares.

En 2002, diferentes investigaciones, en particular basadas en documentos internos de la empresa y en declaraciones de Timothy Belden, antiguo responsable de corretaje de la electricidad en la costa oeste de Estados Unidos, pudieron demostrar que la empresa provocó deliberadamente el deterioro de los servicios de electricidad a partir del momento en que el abastecimiento dejó de estar en manos del Estado y la empresa pasó a revender la energía al Estado a precios muy elevados.

Al interior de la empresa, este tipo de operaciones eran denominadas “Operación Ricochet”. La empresa recurría de esta manera a otro tipo de operación, variante de la primera: hacer creer que era una cuestión de escasez de energía y simular una compra de electricidad a otro Estado para luego venderla a los consumidores californianos. En realidad, esta electricidad vendida a precio de oro no provenía del exterior sino de la misma California. En la terminología interna de la empresa esta operación era denominada “Estrella de la muerte” (Death Star). Todo esto era posible gracias a que no había ningún control sobre lo que hacían Enron y sus filiales, principalmente EnronOnline.

En 1999-2000, Enron entregó 1.14 millones de dólares a George Bush hijo para su campaña electoral. En contrapartida, Bush obstaculizó la acción de los congresistas que querían restaurar el control público de los precios del mercado de la electricidad de la costa oeste. Finalmente, fue necesario esperar hasta el 19 de junio de 2001 para que, a pesar de la voluntad de Bush y de otros apoyos políticos que tenía Enron, el Congreso, donde los demócratas contaban con una pequeña minoría, pudiera imponer la votación sobre el retorno al control de precios. El tiempo perdido a causa de las maniobras dilatorias del presidente Bush costó miles de millones de dólares suplementarios a los poderes públicos y a los consumidores californianos.

EL DECLIVE DE ENRON
Y EL “CRISTIANISMO” DE SU PATRÓN

Hasta aquí, el ascenso de Enron parecía irresistible. La historia de Enron había comenzado en 1984 cuando Kenneth Lay, de 42 años, antiguo Subsecretario de Estado de Energía en el gobierno Reagan, se puso a la cabeza de la empresa Houston Natural Gas, que se convertirá en Enron. Entre 1990 y 2000, los ingresos aumentaron en 1,750%. El 21 de diciembre de 1991, la acción Enron valía 21.5 dólares. El 7 de agosto del 2000 valía 90 dólares. El 3 de diciembre de 2001, al día siguiente de la quiebra, cayó a 1.01 dólares. Entre 2000-2001, las ventas de Enron se multiplicaron por cuatro, pasando de 12 a 48 mil millones de dólares. En agosto de 2001, Enron declaró 401 millones de dólares de beneficios. Tres meses más tarde, el 26 de octubre, la empresa reconocía 618 millones de dólares de pérdida.

A partir de junio de 2001 se precipitó el declive de la empresa debido al retorno hacia una mayor regulación. Sin embargo, la crisis venía de más lejos: desde el año 2000, la capitalización bursátil de la empresa, así como la de la mayor parte de las otras empresas estadounidenses mostraba la tendencia a hundirse. Los beneficios reales también bajaban.

A fin de que las acciones siguieran siendo atractivas, la dirección de la empresa infló de manera completamente artificial las cuentas, registrando como ingresos los préstamos bancarios -los otorgados por el principal grupo bancario mundial, Citigroup, y por J. P. Morgan- y otras operaciones. Para disimular las pérdidas, la dirección de la empresa las sacó directamente del balance. Con el objetivo de mantener una cotización bursátil lo más elevada posible, la dirección de la empresa llevó a Enron a comprar masivamente sus propias acciones. Siguiendo esta línea, la dirección hizo todo lo posible para que los fondos de pensión de los asalariados de Enron aumentaran la parte de acciones de la cartera de Enron, a una competencia del 62%. Mientras que en julio de 2001 el patrón de Enron, Kenneth Lay, invitaba a sus empleados a comprar las acciones de Enron, las vendía al mismo tiempo ocultamente, embolsándose una plus-valía importante en relación al precio al que las había adquirido en el cuadro de sus stock-options. Entre noviembre de 2000 y el 31 de julio de 2001, Kenneth Lay vendió 672 mil acciones de Enron. Esto aceleró la caída de las acciones de la empresa. Al mismo tiempo, todos los empleados se habían visto impedidos de ejercer el derecho de vender sus acciones, dado que el fondo de pensión Enron había sido declarado en reestructuración y todas las operaciones habían sido bloqueadas.

Kenneth Lay es hijo de un ministro bautista. El 2 de febrero de 2001, mientras hacía todas estas operaciones, declaraba en “The San Diego Tribune”: Yo creo en Dios y en el mercado libre. Es la manera más adecuada de distribuir y estimar los recursos. Esto crea más riquezas y un nivel de vida más elevado como no lo haría otra alternativa. Ciertamente, Jesús intentó cuidar a las personas que lo rodeaban, intentó que tuvieran una vida mejor. Él estaba también enamorado de la libertad, él quería que la gente tuviera la libertad de elegir. Cuanto más libre es un país en términos de mercado y de sistema político, más elevado es el nivel de vida de la gente.

LA FAMILIA BUSH Y ENRON:
EXPEDIENTES OSCUROS

Tanto la familia Bush como Enron están basadas, y tienen sus principales intereses económicos, en Texas. La familia Bush tiene importantes intereses en el sector petróleo. Enron y los Bush, padre e hijo, han tenido intereses comunes. En 1988, George W. Bush llevó a cabo un juego de influencias sobre el ministro argentino de Obras y Servicios Públicos para obtener un contrato a favor de Enron sobre los oleoductos argentinos. Una vez que Bush hijo llegó a ser gobernador de Texas, permitió a Enron violar las leyes antipolución de ese Estado. Más adelante, Enron no tuvo dificultades para convencer a Bush hijo de que era necesario rechazar los acuerdos de Kioto respecto al cambio climático y a la emisión de gases que afectan la capa de ozono.

Cuando se habla de petróleo, uno no puede dejar de evocar las tropelías de George W. Bush y de Richard Cheney. La SEC, gendarme de los mercados, inició una investigación a propósito de George Bush hijo en abril de 1991, y en octubre de 1993 llegó a la conclusión de un “no ha lugar”.

Naturalmente, se podría poner en duda la seriedad de esa investigación porque el presidente de la SEC, Richard Dreeden, había sido nombrado por George Bush padre.
George Bush hijo comenzó su carrera de hombre de negocios a comienzos de los años 80 cuando se hizo cargo de una pequeña sociedad petrolera bautizada Spectrum 7 Energy. Esta empresa fue vendida en 1986 a Harken Energy. George Bush hijo recibió a cambio 200 mil acciones Harken, un puesto en el Consejo de Administración y un contrato de asesor cuya remuneración era de 125 mil dólares anuales. Se le reprocha el haber utilizado su puesto de administrador para obtener un préstamo de 180 mil dólares, que le permitió adquirir, vía las stock-options, unas 105 mil acciones suplementarias.

Ésta es una de las prácticas que George Bush hijo, en tanto presidente, prohibió en el 2002. Se acusa a George Bush de haber vendido un número muy importante de acciones a un precio elevado dos meses antes de que la sociedad Harken anunciara la pérdida sin precedentes de 23.2 millones de dólares, y antes de que el valor de la acción cayera a la mitad en relación al precio de venta que él había obtenido.

Como administrador, Bush hijo estaba bien informado de la mala salud de la empresa. La venta le permitió a George Bush hijo embolsarse 848 mil 560 dólares. Como administrador, actuó de la misma forma en la que actuaron después los miembros de los Consejos de Administración de Enron y de WorldCom, a quienes después criticó como Presidente.

George Bush no es el único alto funcionario del gobierno estadounidense cuyas prácticas como hombre de negocios son criticables. Cuando era presidente general de la sociedad Halliburton, la número uno mundial en investigación petrolera, Richard Cheney habría obtenido beneficios por 18.5 millones de dólares vendiendo en agosto de 2000 más de 600 mil acciones de su empresa. Dos meses más tarde, la sociedad anunciaba malos resultados y su cotización en la Bolsa caía estrepitosamente.

WORLDCOM: OTRO ESCÁNDALO MONUMENTAL

El escándalo de WorldCom siguió al de Enron, el segundo operador estadounidense en telecomunicaciones y el primer operador mundial de servicios de Internet. La cifra de negocios de la empresa se elevó durante el año 2000 a 35 mil millones de dólares. En momentos en que se colocó al abrigo del capítulo 11 de la Constitución de Estados Unidos, WorldCom tenía 41 mil millones de dólares de deuda. WorldCom empleaba 85 mil asalariados y contaba con 20 millones de abonados en 65 países. Como Enron, era una estrella, símbolo de los eufóricos Estados Unidos de fines de los años 90.

El fundador de esta empresa, Bernard Ebbers, había sido, como su colega de Enron, Kenneth Lay, la figurita de los medios y de los diarios financieros. En una decena de años, WorldCom se convirtió de pequeña estrella naciente en un imperio estelar que amenazaba al histórico gigante de las telecomunicaciones ATT. Entre 1998 y 1999, las acciones de WorldCom en la Bolsa se multiplicaron por seis. Como en el caso de Enron, igualmente dura y fulgurante fue su caída. Entre el 1 de enero de 2002 y la declaración de quiebra el 21 de julio de ese año, las acciones de WorldCom perdieron 99.38% de sus valores. Y como Enron, WorldCom trucó sistemáticamente sus cuentas.

BANCOS, AUDITORES Y MANAGERS:
FRAUDES COMPARTIDOS

Hay que añadir que los principales bancos de inversiones estadounidenses -el Merryl Lynch, el Morgan Stanley, el Crédit Suisse First Boston (Credit Suisse Group), el Salomon Smith Barney (Citigroup) y el Goldman Sachs-, jugaron un rol muy activo en las prácticas fraudulentas que dieron lugar a estos y a otros escándalos. Igualmente, las llamadas “agencias de notación” que dominan el mercado mundial -dos de las cuales son estadounidenses (Moody’s y Estándar & Poor’s) y Fitch (Francia)- jugaron también las tres un papel activo. Estas agencias son todo salvo independientes de las sociedades a las que evalúan, pues reciben su pago de esas mismas empresas.

Cinco empresas de auditoría controlan todo o casi todo el mercado mundial de auditorías: Price Waterhouse Coopers, Deloitte Touche Tohmatsu, KPMG, Ernst & Young y Andersen. El escándalo Enron puso también al descubierto la alianza entre la dirección de Enron y Andersen, la auditora encargada de monitorear sus cuentas. Cuando inició la investigación, la oficina de Andersen en Houston destruyó diariamente una tonelada y media de documentos comprometedores. La connivencia entre las empresas “exitosas“ y las empresas de auditoría que siguen sus cuentas está abiertamente extendida.

La quiebra de las empresas abrió también el tema de las remuneraciones astronómicas de los patronos. Desde los años de Reagan y Thatcher, el abismo entre los ingresos de los asalariados y los de los dirigentes de empresas que reciben salario no hizo más que progresar de manera vertiginosa. Según Business Week, en 1980 un director general medio ganaba 42 veces más que el obrero. En 1990 ganaba 85 veces más. Y en el 2000 ganaba ya 531 veces más. Si salimos de las fronteras de Estados Unidos, encontraremos situaciones similares.

Las remuneraciones de los dirigentes de empresa se componen de un salario, de stock-options (durante 1999-2000 representaron en promedio el doble del salario) y de bonos. Es necesario agregar a esto la jubilación en oro y el o los departamentos de trabajo, los gastos sin límites, el o los vehículos de trabajo y el chofer a disposición, y a veces el avión de trabajo. Es necesario agregar también los ingresos que ellos deducen de sus capitales. Sin olvidar los regalos de las empresas-clientes. Por ejemplo, paquetes de acciones ofrecidos gratuitamente.

VEINTE AÑOS DESPUÉS...

Veinte años de desregulación y de apertura de los mercados a escala mundial suprimieron las barreras de seguridad que habrían podido limitar los efectos en cascada de las crisis que atravesaron la Enron y otras empresas. El conjunto de las empresas capitalistas y las empresas de los mercados emergentes evolucionaron, ciertamente con sus particularidades, en el mismo sentido que las de Estados Unidos. Las instituciones privadas bancarias y financieras, así como las empresas de seguros del planeta, se encuentran hoy en mala posición: adoptaron prácticas cada vez más aventureras. Todos los grandes grupos industriales conocieron una financiarización pronunciada, y por ende se han vuelto muy vulnerables. Enron, Worldcom, Global Crossing, Vivendi, Universal, Ahold, Parmalat... La sucesión de escándalos ha mostrado la vacuidad de las afirmaciones de los dirigentes de Estados Unidos y de sus seguidores en los cuatro puntos cardinales. Es hora de pensar en otro sistema, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo.

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