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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 240 | Marzo 2002

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Centroamérica

SIDA: un signo de nuestro tiempo

La teología cristiana reflexiona sobre los signos de los tiempos a la luz de la palabra de Dios. El SIDA es un innegable signo de nuestro tiempo. En septiembre 2001 El Salvador fue sede de la consulta teológica católica y latinoamericana sobre el SIDA.

Pascual Ortells

Había una vez un cuerpo que tenía un guerrero que lo protegía. Vino la diarrea y el guerrero la rechazó... Mientras la narradora cuenta el cuento, un sacerdote y dos jóvenes lo representan con mímica. "Después vino la tuberculosis, y el guerrero la apartó y la venció. Con cualquier enfermedad que quisiera apoderarse de aquel cuerpo, el guerrero luchaba y la vencía y así el cuerpo se mantenía sano. Un día, llegó un virus que se puso a romancear con el guerrero, se apoderó de él y lo fue debilitando. Después de unos años, cuando el guerrero estaba ya muy débil, regresaron la diarrea y la tuberculosis con un enorme séquito de enfermedades. Se apoderaron del cuerpo y ya no lo soltaron, hasta que se murió..."

Según explicó la doctora Mary Annel, misionera Maryknoll, con este cuento escenificado ella y su equipo explican a la gente como actúa el virus de la inmunodeficiencia humana VIH, causante del SIDA.

Hombres y mujeres católicos en primera línea

Daba inicio así la consulta teológica latinoamericana sobre el SIDA, convocada por Cáritas Internacional y celebrada en San Salvador, del 3 al 7 de septiembre del 2001. Robert Vitillo, sacerdote estadounidense, uno de los presidentes del grupo de trabajo de Cáritas Internacional sobre el SIDA, me dijo que desde hacía diez años, él y Julián Filochowski, laico británico, el otro presidente de este grupo, querían promover en América Latina un diálogo con los teólogos y agentes de pastoral, tal como ya lo habían hecho con éxito en África. El objetivo de la consulta teológica latinoamericana fue promover un debate acerca de esta realidad compleja, dolorosa y desafiante entre teólogos, sacerdotes, religiosas y laicos, comprometidos en alguna acción contra la epidemia, y con personas que viven con VIH o que ya están en la fase SIDA.

"Es bueno tener esta reflexión en una región del mundo y entre un pueblo de fe que fue como la partera, o la madrina de ese compromiso que la Iglesia Católica articuló en las últimas décadas del siglo XX como la opción preferencial por los pobres", dijo al inaugurar la consulta Filochowsky, orgulloso de haber sido amigo de Monseñor Romero.

Para mí, el fruto inmediato y más estimulante de esta consulta fue descubrir que en América Latina la Iglesia Católica ya tiene mujeres y hombres en la primera línea de trabajo contra el SIDA: en la prevención con grupos vulnerables y en la atención a personas con VIH. Con diez años de trabajar en este campo, no lo sabía. Espero que a otras personas les será de interés hacer este descubrimiento.

Bernardo Vergara en Colombia

El sacerdote Bernardo Vergara es un ejemplo de la presencia cristiana en la respuesta a los desafíos del SIDA. Es también una prueba de la cantidad de cosas que pueden salir de un tonel, si de lo que se trata es de atajar la discriminación y si el tonel es el de San Juan Eudes, sacerdote francés del siglo XVII que durante la peste negra cuidaba enfermos acomodándolos en toneles.

Desde 1989, Vergara se ha dedicado a la atención de adolescentes y jóvenes que viven y luchan contra la infección por VIH. Comenzó visitando los hospitales de Bogotá, y le llamó la atención que muchos de los pacientes eran gente que padecía enfermedades oportunistas relacionadas con esta infección. Al ser dados de alta en el hospital, no tenían donde ir. Sus familias los habían rechazado: por su enfermedad o por su homosexualidad, o por las dos cosas. Comenzó a "ejercitar la misericordia" con ocho muchachos convalecientes y en una casa alquilada que convirtieron en su hogar.

Al comprender que estaba ante un problema creciente que nadie atendía bien, el padre Vergara y su equipo de colaboradores decidieron constituir la Fundación Eudes, al servicio de los niños que viven en la calle, víctimas de explotación sexual. Al inicio utilizaron métodos de la salud pública -encuestas, visitas esporádicas-, pero no les dieron buen resultado. Después iniciaron otro proceso, usando el lenguaje y las formas de vida de los muchachos, haciéndose Vergara compañero de calle con ellos, e incluso haciéndose pasar por cliente sexual, para ganarse su confianza.

En la actualidad, la Fundación Eudes cuenta con varios hogares que albergan a 22 niños y a 45 jóvenes. En cada hogar hay educadores -él los llama "re-educadores y terapistas"-, que ayudan a niños, adolescentes y jóvenes a resolver sus cuentas con el juez, que buscan la reconciliación con la familia y, cuando es posible, logran que vuelvan con algún familiar. Si no tienen familia o no les es posible regresar a casa, se quedan en el hogar. La Fundación tiene un número de teléfono. Lo llaman "línea de la vida" y está coordinado con su programa externo, en el que un médico, un sicólogo y una persona viviendo con VIH brindan consejería y referencia, procuran el acercamiento con la familia y, si lo desea quien solicitó el servicio, lo ingresan a un hogar.

"El SIDA no viene solo, es un paquete"

El padre Vergara es testigo de la explotación sexual que sufren los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de ambos sexos en Colombia. Para él, "el SIDA es un paquete: no viene solo. Siempre hay una infidelidad, una relación múltiple, una adicción, una orientación sexual: homosexualidad o travestismo. En otros casos viene con delito, violación, irresponsabilidad".

Gracias a su trabajo, la Fundación Eudes tiene mucha gente que la apoya. Siendo embajador de Nicaragua en Colombia, Ernesto Salmerón llegó a ofrecer sus servicios como pediatra voluntario y después animó a un grupo de embajadores -entre ellos al entonces embajador de España, Carmelo Angulo, quien más tarde sería representante del PNUD en Nicaragua-, para construir la unidad de cuidados paliativos para los casos de SIDA pediátrico. En la unidad atienden a 30 niños y niñas con terapia antirretroviral y trabajan con mujeres embarazadas para prevenir la transmisión perinatal del VIH. Les administran AZT durante todo el embarazo y el parto es natural y no han tenido ninguna nueva infección por VIH en bebés. Las mujeres con VIH que atiende la Fundación tienen un taller de confección, donde trabajan por un salario con un seguro social y organizan bazares, desfiles de modas y rifas para recaudar fondos.

Dee Smith en Guatemala

Otra muestra de presencia cristiana es la de la doctora Dee Smith, misionera Maryknoll, quien trabaja contra el SIDA en Coatepeque, cerca de la frontera de Guatemala con México. Comenzó atendiendo a personas con tuberculosis en un hospital de Quetzaltenango. Allí hacían la prueba de anticuerpos al VIH, más conocida como prueba del SIDA: el 75% de personas con tuberculosis y con la infección por VIH eran de la Costa, cerca de la frontera con México. Se trasladaron a esta zona. Ahora trabajan con las comunidades rurales brindando educación, apoyo a las familias, consejería y prueba del SIDA. Muchas de las personas con VIH que han atendido no son de Guatemala, son emigrantes de El Salvador, Honduras o Nicaragua, gente que gastó mucho para salir de su país, cayeron en desgracia y tienen vergüenza de regresar.

La doctora Smith vivió trece años en Kenia, de 1975 a 1989, donde perdió amigos por una enfermedad extraña, que dejaba muy delgada a quien la sufría. La llamaban slimdesease. Ya en 1982, en los Estados Unidos, a la "enfermedad del adelgazamiento" la habían bautizado como SIDA, aunque antes se conocía como la "peste gay". Aunque la pérdida acelerada de peso es muy frecuente entre la gente pobre que vive con VIH en los países pobres, no es éste el único síntoma del SIDA ni el que lo caracteriza, pues el alcoholismo, por ejemplo también causa una exagerada pérdida de peso.

Fuerza de Tarea contra el SIDA

En 1990, la doctora Smith trabajó como voluntaria en un centro de salud familiar en Nueva York, al que también llegaban personas con VIH. En ese tiempo, ella y la doctora Mary Annel iniciaron la Maryknoll AIDS Taskforce, una red cuya misión y visión coinciden con el carisma de su congregación: "Quedarse con los más marginados". Integran esta "fuerza de tarea" cerca de 300 hermanas y sacerdotes de Maryknoll, desplegados por todo el mundo y dedicados de una forma u otra a prevenir la infección por VIH, a atender a personas con enfermedades oportunistas o con SIDA, y a reducir la discriminación que genera esta epidemia.

La doctora Smith ve su trabajo actual en el Proyecto Vida contra el SIDA, donde las personas encuentran un espacio donde no son juzgadas, como una oportunidad de encuentro con Dios, que le exige dejar a un lado todos sus prejuicios.

El Proyecto Vida contra el Sida se ejecuta en nombre de la Comisión Nacional de Salud de la Conferencia Episcopal de Guatemala y es la respuesta de la Iglesia católica al problema del SIDA. Necesitan mucho apoyo de la Iglesia, pero éste es limitado y la mayor parte del trabajo lo realizan fuera de las estructuras católicas. De hecho, ahora se llama Proyecto Vida contra el SIDA, en vez de Proyecto SIDA-como hace unos años-, porque los curas les hacían chistes y decían: "Ahí vienen las hermanas del SIDA". El equipo del proyecto quiere que su labor sea "la extensión de la labor de Jesucristo al dar la vida en plenitud a las personas más marginadas y empobrecidas por su enfermedad".

Mary Annel en El Salvador

La doctora Mary Annel dirige desde 1993 el Equipo Arquidiocesano contra el SIDA en San Salvador con el apoyo de algunas parroquias y de sacerdotes solidarios. En 1994 el arzobispo de San Salvador, Arturo Rivera y Damas les aprobó esta labor pastoral. El equipo recorre las comunidades dando talleres de un día sobre el SIDA, con técnicas participativas y diálogo en pequeños grupos. Trabajan inspirados en la pedagogía de Paulo Freire.

En el Equipo, un grupo de veinte mujeres y hombres voluntarios ofrecen su apoyo a personas que viven con VIH. Les hablan de la medicina natural, dan charlas de nutrición, y hacen visitas a las casas de personas con VIH si ellas aceptan. La doctora Annel atiende en un local parroquial de San Salvador dos veces por semana, para diagnosticar y dar tratamiento de enfermedades oportunistas. Cuando ella está en la "clínica", un grupo de ayuda mutua se reúne en el mismo local parroquial, donde encuentran un espacio seguro y fraterno en el que hablar de sus problemas y necesidades y se las ingenian para salir adelante con la alimentación, la negociación con los médicos y las rifas para las actividades del grupo. Para algunas pocas personas la doctora Annel consigue terapia antirretroviral, gracias a su red de solidaridad en los Estados Unidos.

A la muerte de Monseñor Rivera y Damas cambió el apoyo de la jerarquía al Equipo, e incluso se llegó a una situación que podría haberse evitado con diálogo de ambas partes. El conflicto se originó en el 2000, cuando las ONG salvadoreñas con trabajo en SIDA publicaron un manual de educación sexual, con los logotipos de todos los organismos de la red, incluyendo el del Equipo arquidiocesano. Al obispo actual, Sáenz Lacalle, le molestó que sin su autorización ni consentimiento involucraran a la arquidiócesis en esa publicación -por cierto, similar en sus contenidos a cualquier texto de ciencias naturales de primaria-, y consiguió que el manual fuera retirado. Después de un tiempo el conflicto se fue agriando por el tono de las declaraciones de ambas partes, y el obispo prohibió al Equipo llamarse arquidiocesano, recomendándoles que fueran una ONG, pues la jerarquía no reconocía su trabajo como obra de la Iglesia católica.

Honduras: el respaldo del Cardenal

Después de varios años en San Francisco, en 1985 regresó a su ciudad natal, El Progreso, un odontólogo homosexual. Fue el primer caso de SIDA que se conoció en Honduras. Desde entonces y hasta la fecha, Honduras registra mensualmente la muerte de 150 personas afectadas por el virus. Desde aquel primer caso de 1985, han fallecido 30 mil personas por esta enfermedad. En Centroamérica, 60 de cada 100 casos de SIDA corresponden a Honduras.

En Honduras, la Pastoral del Buen Samaritano y Cáritas fomentan el empoderamiento de las personas con VIH con el respaldo de la Conferencia Episcopal. El año 2001 contribuyeron al Encuentro de la Asociación Nacional de Personas viviendo con SIDA de Honduras. En esta ocasión, el Cardenal hondureño Oscar Andrés Rodríguez dijo: "Ustedes han de ser los defensores de sus personas, por lo cual es necesaria la organización entre ustedes. De esta manera sus voces serán escuchadas, se abrirán los espacios para la participación y se harán efectivos los servicios a que ustedes tienen derecho. Deseamos que este primer encuentro sea realmente un punto de partida para descubrir en ustedes mismos la fuerza necesaria que les permita promover y defender sus vidas. Siempre tendrán nuestro apoyo y nuestras oraciones para que el Dios de la vida sea su consuelo y su fortaleza".

Católicos pioneros "bajo sospecha"

La Conferencia de Obispos de Brasil tiene una comisión nacional sobre enfermedades de transmisión sexual y SIDA. Cáritas ha abierto albergues, proyectos y otras formas de trabajo sobre el SIDA, tanto de prevención como de atención, en Costa Rica, Haití, México y Colombia. En Bolivia y Perú la agencia católica CAFOD financia proyectos de atención y educación preventiva. Esta lista está lejos de ser exhaustiva.

Quienes trabajan en estos proyectos se ven a veces en la misma situación de quienes, desde su fe, decidieron ser militantes de un partido comunista en los años 70. En el partido eran "los creyentes" y en la Iglesia eran "los comunistas" y en ambos campos eran vistos con una mezcla de curiosidad y sospecha.

El "efecto SIDA" en el combate a la pobreza

Existen serias razones que justifican los programas sobre el SIDA, una epidemia que amenaza no sólo la salud pública, sino también los derechos humanos y el desarrollo.

Las cifras del último informe de ONUSIDA no se pueden ocultar: en el mundo cuarenta millones de personas viven con VIH o están ya en la fase SIDA. El 44% son mujeres y casi 2.7 millones tienen menos de quince años. Sólo en el año 2001 se produjeron cinco millones de nuevas infecciones por el VIH y murieron tres millones de personas a causa del SIDA.

Otros problemas, incluso más graves -el hambre, el cambio climático, el analfabetismo y el déficit de viviendas-, no quitan gravedad a la pandemia del VIH, de la que el Consejo de Seguridad de la ONU reconoció en enero 2000 que amenazaba de manera directa la seguridad nacional e internacional. Entre otras razones, por la dinámica de mutuo refuerzo que se establece entre el SIDA, la pobreza y la falta de información. La epidemia del VIH agudiza la pobreza y se alimenta de ella. Si no se toma en cuenta el "efecto SIDA", las alternativas que se buscan para salir de la pobreza, tanto personales -migración, trabajo sexual- como nacionales –maquilas, turismo-, pueden crear condiciones y escenarios que propagarán la epidemia.

En la inauguración de la consulta teológica, Julián Filochowski recordó a los presentes las palabras de James Wolfensohn, Presidente del Banco Mundial, citadas por The New York Times en enero 2001: "La epidemia es más eficaz que la guerra para desestabilizar países".

También citó el informe del Secretario General de la ONU, Kofi Annan, dirigido a la Sesión Especial de la Asamblea General de la ONU sobre el SIDA, en el que resalta que los países de Centroamérica "ya estragados por años de conflicto armado, destrucción del medio ambiente y crecimiento económico excluyente, han experimentado una tasa creciente de infección, en particular entre los sectores más pobres de la población y entre las mujeres".

La epidemia en América Latina

En América Latina y el Caribe -donde de hecho se producen varias epidemias de SIDA, debido a los diferentes patrones de transmisión del VIH- se calcula que hay 1.8 millones de personas viviendo con la infección. En esta cifra se incluyen las 190 mil personas que contrajeron el virus en el año 2001. El Caribe es la segunda región más afectada del mundo, después del Africa subsahariana, aunque con significativa diferencia de las altas tasas africanas.

Las tasas de prevalencia de infecciones por VIH en la población adulta de América Latina y el Caribe, ordenadas de mayor a menor, muestran que cuatro de los diez primeros países son centroamericanos: Belize, Honduras, Panamá y Guatemala. Los otros seis que figuran en los diez primeros lugares son países del Caribe. En la lista de los países latinoamericanos, en el lugar 14 aparece El Salvador, en el lugar 16 Costa Rica y en el lugar 23 está Nicaragua.

La epidemia en Centroamérica

El total acumulado de casos de SIDA en Centroamérica hasta mayo 2000 fueron 21,251, correspondiendo la mitad a Honduras: 10,866. En esa fecha las categorías de transmisión en Centroamérica eran: heterosexual 72.8%, homo-bisexual 11.8%, perinatal 4.8%, uso de drogas intravenosas 0.6%, hemoderivados 0.2%, transfusión 0.9%, desconocido 8.7%, lo que indica que cerca de tres cuartas partes de los casos notificados en Centroamérica son resultado de relaciones sexuales hombres-mujeres. En Costa Rica, al igual que en México y en algunas partes de la región andina, las relaciones sexuales entre hombres son la principal vía de transmisión del VIH.

El amplio acceso al tratamiento antirretroviral en países como Brasil, Argentina y Uruguay no se ha extendido a la mayoría de los países latinoamericanos. En Centroamérica, sólo Costa Rica y Panamá proporcionan el tratamiento antirretroviral a las personas con VIH. Se calcula que quienes reciben este tratamiento en Centroamérica no llega al 5% de la población que lo necesita.

Trágico signo de nuestro tiempo

La consulta teológica abrió un espacio para reflexionar sobre las razones teológicas que, junto a otras razones de carácter ético, científico, político, económico y humanista dan sentido a la presencia cristiana en este ámbito.

Desde una perspectiva teológica, el SIDA es un signo de los tiempos. Desde la teología, que tiene como punto de partida el discernimiento de la Palabra de Dios desde la realidad del oprimido, la Iglesia en América Latina debe escuchar y anunciar los signos de los tiempos. Filochowski recordó unas palabras de Monseñor Romero: "No se puede separar la palabra de Dios de la realidad en que está proclamada. No sería la palabra de Dios. La Biblia sería nada más que un libro piadoso de historia en nuestra biblioteca. Es la palabra de Dios porque ilumina, contrasta, rechaza y alaba lo que está pasando en nuestra sociedad hoy en día".

El SIDA es lo que está pasando hoy. Es un signo contradictorio, trágico e innegable de estos tiempos. Esta constatación es fundamental, sobre todo en los lugares donde la epidemia es más silenciosa. O más silenciada. Según el teólogo salvadoreño Jon Sobrino, uno de los asesores de la consulta, Dios se hace presente de manera recurrente en la historia a través de signos. Y así como la realidad desafía a la teoría, los signos de los tiempos plantean nuevos retos a la doctrina. De ahí que ante el nuevo signo llamado SIDA la pregunta debe ser ¿Cómo construir un pensamiento teológico fiel a la doctrina y fiel a esta realidad?

Existe un déficit de reflexión teológica

La defensa de la vida es otra línea de reflexión teológica sobre el SIDA. Filochowski sostiene que defender la vida de cada persona es la primera responsabilidad de la Iglesia: "Es precisamente porque la pandemia del VIH amenaza la sobrevivencia misma de individuos, familias y comunidades, que muchos están reflexionando ahora sobre en qué medida la vocación preeminente de la Iglesia de defender la vida la empuja a responder a esta crisis".

Liberación, opción por los pobres, justicia, misericordia, son otras tantas categorías bíblicas y teológicas para acercarse al SIDA y a sus impactos en la sociedad globalizada. A pesar de ello, algunos teólogos y teólogas perciben que ante este reto existe un déficit de reflexión teológica. Según el sacerdote Leonard Martin, profesor de Ética en la universidad estatal de Ceará, Brasil, se trata de un déficit y de un desafío que no ha aceptado ni la teología europea ni la teología de la liberación latinoamericana. Este déficit no ayuda a sensibilizar sobre el problema del SIDA. Desde un enfoque de género, el déficit se hace mayor: impide comprender la especial vulnerabilidad de las mujeres ante la epidemia.

No la castidad sino la justicia

En el campo de la teología moral, el sacerdote Enda McDonagh, profesor en Maynooth College, Irlanda, afirma que "la primera respuesta teológica del discípulo de Jesús y del promotor del Reino de Dios es hacer una sociedad justa", y que en el caso del SIDA, la virtud en juego no es la castidad, sino la justicia, entendida no sólo como la distribución justa sino también como la transformación de las estructuras para alcanzar una sociedad justa.

Al repasar las limitaciones de la teología moral previa al Concilio Vaticano II, Mc Donagh señaló que ésta centra su atención en el individuo: "es legalista, casuística y obsesionada por el pecado". Desde el Vaticano II las cosas cambiaron y la teología moral busca sus raíces en las Escrituras y está atenta a la dinámica de la persona en su comunidad, y por ello hace énfasis en la justicia social y no sólo en el individuo. Para concluir que "la opción por los pobres es el nuevo punto de partida para la fe, la esperanza y el amor; sin embargo, la realidad del mal -y en él se incluye el SIDA- resta sentido a la fe, a la esperanza y al amor".

Las raíces profundas

Si organizamos las causas de la epidemia, en el modelo de un árbol -lo que hace el método de planificación conocido como "marco lógico"-, encontramos que el comportamiento humano y el riesgo de infección que este comportamiento conlleva, constituyen las raíces superficiales. Las raíces más profundas de la epidemia tienen que ver con la injusticia social, con la vulnerabilidad: la pobreza, la subordinación de género, la discriminación, el machismo y el intercambio desigual en la economía de mercado.

Dado que la transmisión sexual es la más frecuente, la falta de equidad en las relaciones de género contribuye en gran medida a propagar la epidemia. "Somos esclavos de estructuras mentales que nos impiden relacionarnos de igual a igual con los demás", y el machismo degrada lo que McDonagh llama la "corporalidad espiritual", que expresa la presencia del ser humano ante el otro, ante Dios y ante sí mismo.

Un tema muy polémico: los condones

Desde la inauguración se mencionó el tema del condón. Según Filochowski, "los líderes católicos y de otras religiones protestaron sobre la promoción masiva de los preservativos en programas de prevención que no discutían otros métodos de prevención basados en valores. Los inconvenientes que los líderes de la Iglesia tenían incluían preocupación por la promoción de las relaciones sexuales extra-matrimoniales y por hacer "segura" la promiscuidad sexual. No es sorprendente, que muchos vieran un vínculo entre estas preocupaciones y la prohibición de la Iglesia sobre el uso de los anticonceptivos artificiales".

En un artículo de L’Osservatore Romano de abril 2000, el obispo Jacques Suaudeau sostiene que la postura firme y pública de la Iglesia en contra del uso de los condones se ha interpretado mal y existe la opinión de que la Iglesia católica se opone a los esfuerzos de prevención del VIH, lo cual es falso. Lo mismo me dijo el padre Vitillo, cuando lo entrevisté. "Hay un cierto prejuicio contra la Iglesia y contra los organismos de la Iglesia, porque muchos médicos, muchos expertos de SIDA quieren solamente enfocarse en el problema del preservativo. Mi opinión personal es que no es el único problema, ni tampoco es la única medida para prevenir el virus. Creo que la enseñanza de la Iglesia sobre la abstinencia y sobre la fidelidad en el matrimonio es importante y estas virtudes son más seguras que el uso del preservativo".

¿Qué hacer ante una moral "rigorista"?

Refiriéndose a la enseñanza católica de que el acto sexual fuera del matrimonio es pecado, Leonard Martin afirma que quienes siguen la doctrina católica sobre el matrimonio, la castidad consagrada y el noviazgo en castidad, pueden aceptar esta enseñanza y asumir estos valores aunque a veces no los apliquen, pero mucha gente, por diversas razones, no encuentra realista estos razonamientos, y no encuentra sentido a los mensajes de la teología moral. Es el peligro de lo que Martin llama "rigorismo".

Los adolescentes y las adolescentes encuentran que la masturbación es aceptable. También resulta aceptable la relación sexual casual entre personas adultas, si están de acuerdo y se protegen. ¿Cómo establecer un punto intermedio? El rigor en la doctrina suele producir, como contrapartida, un relajamiento moral, debido, precisamente, a la falta de ese espacio intermedio. La teología tiene que presentar metas alcanzables, de acuerdo a la pluralidad de sujetos, culturas, contextos y paradigmas. Según Martin se trata de hacer "el pequeño bien en un escenario maligno", de "hacer el bien posible en circunstancias perversas".

El condón: ¿higiene o anticoncepción?

La jerarquía católica ha evadido el desafío de dialogar con el razonamiento de quienes no están de acuerdo con ella, insiste en repetir sus posiciones, entendibles sólo en su marco de referencia, y no usa lo que el padre Martin llama los "métodos misioneros": la inserción cultural, la escucha y la búsqueda de un terreno neutral.

Un intento por remediar esta polarización es el argumento del doble efecto, según el cual el condón se considere un instrumento para prevenir las enfermedades de transmisión sexual más que como un anticonceptivo. Su finalidad sería la profilaxis, más que la prevención de embarazos. Se trata de ver el condón como un producto higiénico que protege de hongos, bacterias y virus que se transmiten en una relación sexual penetrativa. Vistos así, los condones protegen también las relaciones de las parejas estables y los matrimonios. En esta óptica, el uso del condón no atentaría contra la institución del matrimonio. No obstante, hay que reconocer que ésta no es la óptica ni la perspectiva que se tiene habitualmente entre los católicos, que consideran el condón un anticonceptivo, por no decir una prueba de infidelidad.

Otra línea de razonamiento acerca de los condones, típica de la teología moral, es la del mal menor: "Si va a pecar contra el sexto mandamiento, no fornicar, que no peque contra el quinto, no matar". Dicho así -y así es como lo dicen muchos de los partidarios de este razonamiento- parece un chiste de mal gusto. Sin embargo, el asunto es grave, porque esconde un prejuicio y un error. El prejuicio consiste en creer que todas las personas infectadas que tienen relaciones sexuales sin condón tratan de matar a su pareja sexual, lo cual no es cierto. El error consiste en ignorar que el 90% de las personas infectadas no saben que lo están. Y, según aprendimos en el catecismo, si no hay intención, no hay pecado.

ONUSIDA - Iglesia Católica

Monseñor Suaudeau propone que la prevención del VIH no se quede en la promoción de condones: "Debe elevarse a otro nivel y lanzarse a las verdaderas raíces sociales, económicas, políticas y morales de la epidemia". Esta posición es compartida en la actualidad por el ONUSIDA.

Ha habido un acercamiento de posiciones y el grupo de trabajo de Cáritas Internacional ha jugado un papel importante en este proceso. El padre Vitillo asegura: "Nosotros en Cáritas pudimos concientizar un poquito sobre aspectos de la salud pública, incluso a los miembros de las Naciones Unidas. Al inicio, en 1987, las Naciones Unidas y la mayor parte de los gobiernos no hablaban de la abstinencia y de la fidelidad en el matrimonio. Una vez, el director de la OMS en ese entonces, el señor Makajima, pidió una reunión con nosotros y me preguntó: ¿Por qué el Papa está en contra del preservativo? Y yo le respondí: ¿Por qué usted está en contra del matrimonio?".

Dando y dando

El director de la OMS reaccionó diciendo que no estaban en contra del matrimonio, a lo que Vitillo alegó que los mensajes y la información de las Naciones Unidas "no mencionan nunca el matrimonio o la abstinencia y ésas también son medidas efectivas para prevenir el SIDA". Después de aquel encuentro, Vitillo considera que en el ONUSIDA se ha ido comprendiendo mejor la posición de la Iglesia católica y, poco a poco, han cambiado los mensajes.

Dando y dando: así como la Iglesia católica ha influido en los mensajes de salud pública sobre el SIDA, la epidemia desafía hoy a la Iglesia católica a dialogar con apertura sobre los derechos sexuales y sobre los aspectos antropológicos y éticos de la sexualidad.

Juan Pablo II: "Todos deben ser reclutados"

"Para la lucha contra el SIDA todos deben ser reclutados. Haciéndome eco de la voz de los padres sinodales, también yo pido a los agentes de pastoral que lleven a los hermanos y hermanas golpeados por el SIDA todo el consuelo posible, sea material, moral o espiritual". Son palabras de la exhortación del Papa Juan Pablo II al Sínodo de Obispos de África en 1995.

Según Filochowski, el apoyo pastoral, como pieza de la misión evangelizadora de la Iglesia, tiene que contribuir a defender los derechos y la dignidad de las personas que viven con VIH o con SIDA y abrir los servicios de la Iglesia a actividades eficaces de prevención. Recuerda que la primera vez que le habló del SIDA al Cardenal brasileño Paulo Evaristo Arns, a finales de los 80, para sugerirle "una respuesta arquidiocesana a la pandemia", éste le dijo que el SIDA afectaba a la clase media que contaba con recursos, y no justificaba una respuesta prioritaria de la Iglesia, cuya primera responsabilidad era responder a los pobres. De todos modos, Arns consultó a sus agentes de pastoral, dedicados al apostolado con niños y niñas de la calle, entre los que ya se conocían muchos casos de SIDA. Esto le hizo cambiar de opinión y desde entonces ha defendido incansablemente a las personas que viven con VIH o que ya tienen SIDA.

Tres bases para un acompañamiento

El español José Carlos Bermejo, religioso camilo, propuso en la consulta teológica las bases de una pastoral del SIDA, dentro de "un acompañamiento holístico", que enfrente las tres dimensiones de los procesos de marginación y exclusión.

La primera base es la dimensión económica de la exclusión: falta de vivienda, trabajo eventual, pobreza. En la mayoría de los casos, los afectados sufren marginación: escasos ingresos, vivienda o barrio pobre, y quienes están ya en la fase SIDA son excluidos de los servicios de salud, sobre todo en los países pobres. La segunda base es la dimensión social de la exclusión: inexistencia o fragilidad de relaciones sanas de apoyo y falta de puntos de referencia que sirvan de soporte. Muchas personas con SIDA viven, agonizan y mueren en la más terrible soledad o en un entorno adverso, sin familiares ni personas amigas.La tercera base es la dimensión subjetiva de la exclusión: aislarse uno mismo, desconfiar de las propias fuerzas, perder las expectativas, desánimo, conflictos de identidad y baja autoestima.

La educación es la esperanza

El acompañamiento pastoral puede jugar un papel de gran importancia en las tres dimensiones creando nuevas bases. Teniendo en cuenta esto, la atención pastoral puede eliminar la "muerte social", que provoca tanto o más sufrimiento que el propio VIH a las personas afectadas y a sus familias.

Un acompañamiento pastoral así tendrá también efectos beneficiosos en el campo de la prevención. Porque la persona que vive con el VIH no sólo es un posible agente de nuevas infecciones, especialmente en contextos vulnerables y en situaciones personales de crisis o de falta de información. Puede también convertirse en una excelente educadora de la comunidad. Y es la educación la que brinda más esperanzas de éxito al enfrentar este doloroso signo de nuestro tiempo.

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