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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 423 | Junio 2017

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Panamá

Los bosques están vivos, los bosques son sagrados

Aunque el Presidente Donald Trump lo niegue, el cambio climático ya está aquí como una amenaza para la Humanidad. Si no lo detenemos, esa fuente de vida que son los bosques, terminará extinguiéndose. Es el reto ambiental más importante que tenemos. Esta experiencia, nacida en la Comarca Ngäbe-Buglé, representa una pequeña gran esperanza, y ojalá una inspiración para otros pueblos.

Jorge Sarsanedas

El documento “Plan de manejo del bosque comunitario de Cerro Flores, Cerro Congo y Llano Seblés”, elaborado por los pobladores ngäbe afirma: “El bosque es un recurso natural renovable que nos ofrece muchos beneficios para vivir. Pero no lo sabemos cuidar, enriquecer y proteger para que nos siga brindando beneficios: agua, oxígeno, alimentos, leña, madera, proteína animal, sombra, medicinas, bejucos, lianas… Si no cuidamos ni enriquecemos el bosque, vamos a perder esta riqueza que la naturaleza nos ha brindado. Para que nuestra futura generación tenga la misma oportunidad de recibir el beneficio, debemos cuidar y enriquecer el kätogwä (el bosque), que en suliare (en español) se conoce como Plan de manejo forestal. Manejar significa cómo y cuándo aprovechamos el recurso forestal, sin destruir, para que siempre contemos con él, y qué beneficios podemos sacar sin afectar a los bosques. Esto es una gran tarea que nos toca analizar”.

¿CONSERVAR O RECUPERAR?


“Como una iniciativa de un grupo de familias de Cerro Flores y de Sebles -dicen los los pobladores ngäbe- se decidió trabajar para proteger y enriquecer el bosque para que la futura generación tenga el mismo derecho y oportunidad de hacer uso de él. Es mejor conservar los recursos (bosque, agua y otros recursos existentes) porque se mantienen en su ambiente natural. No hay que hablar de recuperar los recursos porque primero tardarán tiempo para restablecerse y luego costará más en dinero repoblar con especies que están fuera de su hábitat natural”.

Aunque Donald Trump lo niegue, el cambio climático está aquí, nos está acabando y si no lo detenemos, esa fuente de vida que son los bosques, terminará extinguiéndose. Es el reto ambiental más importante que tenemos. Los científicos dicen que para tener éxito en esto es imperativo que reduzcamos las emisiones de gases de efecto invernadero para así mitigar el aumento del dióxido de carbono. Los bosques tropicales son sumideros de ese carbono y por eso restaurar, reforestar, rehabilitar, remediar nuestros bosques, es un trabajo fundamental.

DEBEMOS DEFINIR OBJETIVOS


A la hora de pensar en desarrollar proyectos de reforestación o rehabilitación de bosques, hay que tener en cuenta varios factores: no sólo los socioeconómicos, también los biofísicos. La disponibilidad de agua es muy importante, además de la temperatura y la humedad. Los suelos son otro factor a tener en cuenta. Sus niveles de fertilidad, los nutrientes específicos, la rocosidad, la compactación… Hay que tomar en cuenta también los trastornos que haya habido en el lugar y cómo están las áreas adyacentes a los bosques que se quieran trabajar. Y hay que imitar los procesos naturales y definir qué es lo que se quiere realmente con el bosque, definiendo objetivos y evaluando costos.

PORQUE AVANZA LA DEFORESTACIÓN


Ya en el año 2009, el investigador panameño Stanley Heckadon Moreno nos advertía, al observar la situación de los bosques de Panamá: “Uno de los objetivos de las estrategias nacionales de desarrollo económico de las décadas 1960 y 1970 fue ‘incorporar la selva a la economía nacional’. Se consideraban los bosques un obstáculo al progreso, un símbolo de atraso. Estas estrategias trajeron cambios ecológicos sin precedentes. En 1950, tres cuartas partes de Centroamérica tenían bosques. Hoy, sólo un 30%. La tasa de deforestación de Panamá se estima en casi 50 mil hectáreas. En la segunda mitad del siglo 20 hemos destruido más bosques que en los 500 años precedentes”.

Hoy sólo quedan bosques dentro de las áreas protegidas y en los territorios comarcales indígenas. Y también en ellos están disminuyendo los bosques, lo que confirma la urgencia de actuar.

En Panamá, se han definido 12 zonas bioecológicas. La mayoría (45%) corresponde a bosque húmedo y bosque muy húmedo tropical, con dos regímenes de lluvias, en la vertiente del Caribe y en la del Pacífico. El 33.5% del territorio lo ocupan las zonas de bosque húmedo y muy húmedo premontano. En cuanto a la cobertura boscosa, en 1947 equivalía al 70% de la superficie de Panamá, en 1970 era el 53%, en 1992 era el 44.7%. Han pasado ya 25 años y la deforestación ha seguido avanzando.


ÉRAMOS RICOS EN BOSQUES


Creada en 1997, la Comarca Ngäbe-Buglé es una división política dentro de Panamá. Su territorio es de casi 7 mil kilómetros cuadrados. Según cálculos del censo (2014), en ella viven 203,185 personas. Está dividida en tres regiones (Nidrini, Kädriri y Ñö Kribo), 9 distritos y 70 corregimientos. Según datos del Ministerio de Economía y Finanzas (2015), el 67.8% de su población vive en situación de pobreza extrema, el estado más grave de la pobreza, lo que significa que las personas no pueden satisfacer sus necesidades básicas: alimento, agua potable, techo, salud, educación, saneamiento y acceso a la información.

Hacia 1790 -nos narra un investigador, comentando diversos estudios-, los indígenas poblaban selvas y bosques en Panamá, tanto al este como al oeste. Hacia 1880, ya había estudios de los bosques de la actual Comarca Ngäbe-Buglé, que daban cuenta de una gran variedad de especies animales y flora clasificadas. En 1883, el entomólogo inglés George C. Champion, quien estudió los insectos de Chiriquí y el archipiélago de Las Perlas, habla de “bosques densos” en los actuales municipios de Münä y Mironä, en la comarca. Ese mismo año el botánico inglés John H. Hart exploró las costas e islas de lo que hoy es Bocas del Toro y encontró bosques también allí. Décadas después, en 1938, el botánico estadounidense Robert Woodson habla de bosques “cerca de la aldea Canquintú”.

Con el paso de los años, el aumento poblacional y prácticas de cultivo no tan buenas hicieron que todos esos bosques disminuyeran. Los árboles naturales han mermado y la erosión se aprecia en los montes. A esto se añade que las tierras de la Comarca son en un 85% de clase VII y VIII, suelos con baja concentración de materia orgánica. El sistema de conservación de suelos de Estados Unidos divide las tierras en ocho clases. Las cuatro primeras son adecuadas para el cultivo agrícola con prácticas específicas de uso y manejo. Las clases V, VI y VII se consideran no cultivables con técnicas modernas mecanizables, pero pueden dedicarse a cultivos de montaña, plantaciones perennes y específicamente a bosques naturales o plantados. La clase VIII se considera apta sólo para parques nacionales, recreación y vida silvestre y para protección de las cuencas hidrográficas.

LAS LEYES NOS RESPALDAN


Las leyes nacionales e internacionales nos dan base para fortalecer nuestro trabajo de conservación de los bosques. La Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, aprobada en septiembre de 2007, afirma en sus artículos 29 y 32: “Los pueblos indígenas tienen derecho a la conservación y protección del medioambiente y de la capacidad productiva de sus tierras y recursos” y “tienen derecho a determinar y elaborar las prioridades y estrategias para el desarrollo o la utilización de sus tierras y recursos”. Y el Convenio 169 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), adoptado en junio de 1989, en sus artículos del 13 al 19, habla del derecho a las tierras y sus recursos. Este Convenio fue ratificado por 14 países de América Latina, aunque no por Panamá.

La ley 10, que creó la Comarca Ngäbe-Buglé, en sus artículos 9 al 16, habla de la propiedad de las tierras, de los derechos sobre ellas y de su usufructo. Y en los artículos 47 al 50 reglamenta lo que tiene que ver con los recursos naturales. En la Carta Orgánica, los artículos 17 al 45 hablan de las tierras y de su propiedad y el título VI reglamenta el tema de los recursos naturales.

UN PROYECTO PARA LA VIDA


Ante toda esta problemática, ante los análisis, y sufriendo las limitaciones de su situación, tres comunidades de la Comarca Ngäbe-Buglé (Bababotdä-Cerro Flores, Öbabitdi-Cerro Congo y Seblebitdi-Llano Seblés-), en el distrito de Münä, región Kädriri, se reunieron y propusieron trabajar en un plan de manejo del bosque comunitario, en la cuenca alta del río Cuvíbora. Una zona entre los 1 mil y 1,200 metros sobre el nivel del mar. El proyecto se llamará “Kätogwä bro nire - Kätogwä bro deme. Los bosques están vivos – Los bosques son sagrados”.

Tendrá como beneficiarios directos a unas 105 personas de las tres comunidades y busca contribuir a mejorar sus medios de vida y los usos tradicionales y derechos de las comunidades, desarrollando el bosque para que no se siga perdiendo, recuperando especies naturales y plantas comestibles, buscando maneras de ayudar al ecosistema para que los recursos medicinales del bosque no se pierdan, protegiendo el bosque de manera que los recursos animales se mantengan y aumenten para servir así a las comunidades, conservando y mejorando las fuentes de agua que hay en el bosque.

Con todas estas acciones se contribuirá a mejorar la situación económica y a fortalecer la identidad del pueblo indígena.

MITOS Y CANTOS QUE NOS ENRIQUECEN


Para lograr estos objetivos, se desarrollaron durante año y miedo varias actividades. Un buen número de reuniones de formación para dirigentes y comunidades con varios temas: el manejo práctico del bosque; cómo tener huertos mixtos con maderables y frutales; el riego por goteo; la construcción de viveros; la detección de insectos dañinos; cómo mantener especies vegetales en el bosque para comer, para medicina y para rituales.

Hicimos también varias giras de reconocimiento de los bosques y los siembros. Hubo reuniones comunitarias para lograr que las tres comunidades coordinen lo mejor posible los trabajos y caminen juntas.

En todas esas reuniones escuchábamos cantos e historias que tienen que ver con nuestros bosques y con el cuidado de nuestra casa común.Escuchamos cómo Mirónomo Krónomo luchó contra los ngwoin que nos esclavizaban y cómo se unieron los cuatro sukia para luchar contra magatda (la serpiente maligna). Escuchamos de las hazañas de Jiron Dai y Ulikron. O de las historias de Mesi Kwira y Sami Kebe.

Nuestros cantores invocaron a los árboles, a los pájaros, a los animales del monte, a todos los seres vivos que nos rodean y nos acompañan. Nos enriquecimos al escuchar todo eso porque nos da identidad, nos da fuerza, nos ayuda a sentirnos en continuidad con nuestra historia y nuestro pueblo.

NUESTROS ÁRBOLES, NUESTROS ANIMALES


En las reuniones se compartieron saberes sobre la toponimia de la región y se reflexionó sobre la búsqueda de voluntarios, colaboradores y alianzas con organizaciones. También se hicieron trabajos muy concretos: recolección de semillas, viveros de plantones, arreglo del sendero de Piedra del Diablo…

Se ubicaron al menos siete quebradas que nos dan agua y 14 especies propias de nuestro entorno. Entre ellas, tres hojas comestibles (ka ogwä, mitdra, ngröga), ñürün, frijoles, maíz, uyama, chayote, guineo, plátano, cítricos, aguacate y café. También han aprendido a cultivar porque dan buen alimento tomate, ají, cebolla, papa, apio y repollo. Entre los animales que encontramos, algunos para comida y otros para mantener el entorno y el ecosistema, están el venado, el saíno, el ñä (ñeque), el armadillo, la ardilla, el murasi (quinco), la pava, el gallito de monte y otras aves.

En el bosque encontramos árboles maderables y frutales útiles para la vida: maría, arenillo, nance, cedro amargo, cedro espino, roble, níspero, mangle de montaña/palomar, guayabo, árbol de pan, guanábano, sangrillo, sigua, aguacate, jagua, balso, palo ratón, pifá (pejibaye) y otros. Y encontramos buena cantidad de plantas medicinales, hongos comestibles, bejucos, materiales para artesanía (bon y kiga), madera para la construcción de casas y para leña.

En los talleres realizamos una evaluación y encontramos que, además de los aciertos que tenemos entre manos, también hemos tenido fallos. Entre ellos, la baja participación de la gente joven. Al principio se dio la impresión que éste era un trabajo “de los viejos” y los jóvenes no se acercaron en la cantidad que nos hubiera gustado. Tampoco tuvimos mayor coordinación con las escuelas del área. Un fallo, porque niños y jóvenes son nuestro futuro y para ellos trabajamos. Y porque los maestros podrían ser grandes concientizadores en esta lucha.

SER EJEMPLO PARA OTROS


Luego de un caminar de año y medio, hemos llegado a varias conclusiones. Nos confirmamos en la importancia de defender y proteger organizadamente, trabajar, cuidar, mantener, promover y hacer producir los bosques comunitarios a los que tenemos acceso porque son muchos los beneficios que recibimos de ellos. Queremos seguir haciendo y mejorando ese trabajo porque no sólo nos produce beneficio a nosotros, sino también a muchos en la Comarca y puede ser ejemplo para otros. Nuestras comunidades están conscientes de la importancia del trabajo que hemos realizado y que vamos a continuar.

Hemos visto la importancia de hacer alianzas con instituciones del gobierno y privadas, con colegios, escuelas e iglesias de la zona. De esta manera, nos involucramos todos y aumentamos nuestra fuerza. Nos hemos confirmado en la importancia de nuestra historia y por eso seguiremos haciendo las reuniones alrededor de nuestras historias y mitos, según el mapa de nuestra cultura, convocando a escuelas y maestros.

EL TRABAJO QUE TENEMOS POR DELANTE


Después de recibir formación y ser más conscientes de la importancia de los bosques y de la vida que nos dan, surgieron varias propuestas de trabajo y proyectos:
– Formar Consejos de Ancianos o Sabios para fortalecer nuestra identidad cultural y el rescate de las tradiciones, costumbres, historias y ritos. – Continuar con el mantenimiento de viveros de maderables y frutales nativos. – Seguir la siembra de plantones para mejorar los bosques comunitarios. – Fortalecer los huertos familiares (pollos, gallinas ponedoras, conejos, abejas, siembros) para ayudarnos en la economía mientras mantenemos los bosques. – Seguir la formación en diferentes técnicas de manejo del bosque y de los huertos familiares. – Continuar la recolección de plantas medicinales y su mapeo. – Analizar la posibilidad de formar un grupo de ebanistas en las comunidades. – Seguir manteniendo y protegiendo las fuentes de agua y haciendo conciencia entre las comunidades. – Hacer el mapa de la red hídrica y completarlo con un plan de manejo. – Buscar la posibilidad de secado de algunas plantas, como el ñürün (pacaya) y otras, y de elaboración de compuestos, como el mren kugwon (preparado con cáscaras de huevo, espinas de pescado y sal, todo molido), para consumo y comercialización. –Trabajar con las diferentes escuelas del área en distintos aspectos que tengan que ver con el manejo de bosques y con la cultura.– Fortalecer las alianzas que ya tenemos y trabajar otras.– Completar la elaboración de un mapeo de la riqueza cultural que tienen nuestros bosques: lugares, pasos, historias alrededor de ellos, fuentes de agua, elevaciones, cuevas… – Hacer un inventario forestal por comunidades y continuar el que ya empezamos.– Plantear un programa de turismo ecológico en la zona.– Trabajar por un mejor reciclaje comunitario con los que tienen tiendas, haciendo conciencia en las comunidades.

LA CASA COMÚNES LO QUE NOS QUEDA


Ante la alianza de los gigantes, los pequeños nos organizamos y nos aliamos con los bosques, las aguas, los animales y las plantas. El Buen Vivir (nünanga kwin) va a surgir de estas alianzas. No tenemos otro camino. Lucharemos para defender lo último que nos queda: nuestra Casa Común (Ju Nungwe).

MIEMBRO DEL EQUIPO DE PASTORAL INDÍGENA DE LA ARQUIDIÓCESIS DE PANAMÁ.

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