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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 388 | Julio 2014

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Nicaragua

Habla un experto en ética política

Tres años después de haber renunciado a la Presidencia del Consejo Supremo Electoral, inconforme con las reformas a la Ley Electoral de 1995, Mariano Fiallos habló en Guatemala de “Democracia, participación ciudadana y educación”. Como un homenaje a su memoria, a la hora de su fallecimiento, recogemos algunas de las ideas que expuso en esa conferencia. Atestiguan su talante de profesional humanista y ético y nos señalan la tragedia electoral en la que nuestro país está sumido.

Mariano Fiallos Oyanguren

Decía Jorge Luis Borges: “Creo que con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos”. Esa frase
se grabó en mi memoria desde la primera vez que la leí, hará más de veinticinco años, porque refleja un ideal presente constantemente en el pensamiento humano desde sus comienzos, en mitos y leyendas, de transmisión oral primero y escrita después, y en diversos poemas y prosas, de Homero en adelante, de literatos, filósofos y políticos: la existencia de la Edad de Oro que tan donosamente expuso don Quijote a los cabreros sentados frente a él en los campos de La Mancha. Se trata de la postulación de un estado de perfección que existió acaso alguna vez, en tiempos idos para siempre, pero al cual en un mundo mejor, en momentos de iluminado optimismo, algunos, muchos quizás, guardamos la esperanza de llegar, en un futuro, sine die…

La dura realidad, a lo largo de la historia, y con creciente claridad teórica después de la revolución industrial, ha mostrado que las expectativas de lograr la Sociedad Ideal -así, con mayúsculas iniciales- no se satisfacen en este mundo sublunar. Se ha logrado avanzar, aunque algunos lo nieguen, en mejorar los sistemas sociales y las formas y prácticas de gobierno, a través de la aplicación de muy diversas ideas y métodos paradójicos, parcialmente, poco a poco y con grandes esfuerzos, entre éxitos y fracasos, entre la esperanza y la desilusión.

“EXISTE, PARA TODOS,
UN IMPERATIVO DE ÉTICA POLÍTICA”

Esa desilusión se expresa magistralmente, para la acción política, en la frase de Bolívar que García Márquez cita -o pone en su boca, nunca se sabe- en El General en su Laberinto: “En cambio, yo me he perdido en un sueño que no existe”. Proust generaliza esa desilusión para toda actividad humana cuando concluye que “los únicos verdaderos paraísos son los paraísos que uno ha perdido”. Hay que tomar en cuenta, para recobrar el equilibrio intelectual y práctico, que Proust no era un político y estaba lejos de ser un hombre de acción y que Bolívar se expresó así en sus últimos días, cuando ya había hecho y logrado todo lo que hizo y logró.

Me parece entonces que, para el pensamiento y la acción política, debemos, primero, partir del reconocimiento realista de que no es posible lograr la perfección social. Y segundo, basarnos en la premisa, fundamentada también en la experiencia, de que sí se puede lograr avanzar en el perfeccionamiento social.

Reconozco que, examinada con rigor de razón pura, esta premisa resulta paradójica y que su aceptación requiere, en última instancia, de un acto de fe, para poder afirmar, con base en ella, la existencia de un imperativo de ética política, obligatorio para todos, de desechar el derrotismo y la inercia y de actuar para el perfeccionamiento de nuestra sociedad nacional, regional y mundial, de una o de otra manera, en mayor o menor medida, aún mínimamente, según las circunstancias de cada cual, con el fin de mejorar sistemá-ticamente la calidad de vida de los seres humanos.

LA “DEMOCRACIA DIRECTA”:
INVIABLE Y QUIZÁS PELIGROSA

La democracia directa de Grecia logró el mejoramiento de la calidad de vida de sus ciudadanos, pero su práctica y sus beneficios no se extendieron nunca a todos sus habitantes. Quedaron excluidos los esclavos, los extranjeros y las mujeres, que constituían más de los dos tercios de la población en los años de máximo esplendor de este sistema de gobierno…

Aunque la idea del “gobierno de todos” permaneció, las prácticas democráticas griegas no tuvieron influencia directa en las prácticas democráticas de los tiempos actuales, porque desaparecieron después de poco más de dos siglos de florecimiento…

El sistema de democracia directa al estilo de los griegos no revivió en la democracia moderna. Y como resultado de un complejo proceso que inició hace siglos se desarrolló el concepto moderno y contemporáneo de la democracia representativa.

La democracia representativa es el resultado de la evolución histórica y del hecho de que los Estados en que se inició tenían dimensiones muy por encima de las ciudades-estado de la antigua Grecia y una estructura económica muy diferente. Se consideró que no era viable -o quizás peligroso-, reunir al pueblo en asambleas deliberativas para tomar decisiones. A la asamblea de Atenas tenían derecho de concurrir alrededor de 30 mil ciudadanos y el quórum, aún para decisiones como fue la condena a muerte de Sócrates, lo formaban 6 mil…

Los Estados actuales cuentan con millones de ciudadanos, con millares de kilómetros cuadrados de extensión y con un sistema de producción y distribución de bienes y servicios que haría impracticables las asambleas a la manera griega.

¿CUÁNDO CARECE DE SENTIDO
LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA?

La democracia representativa, para serlo, implica la selección de los representantes del pueblo mediante elecciones. La calidad de la representación democrática y, por ende, del gobierno democrático está en función de la calidad de las elecciones.

La democracia representativa no tiene significado si no se basa en un sistema electoral que verdaderamente presente resultados que correspondan a la voluntad popular, que permita a los ciudadanos escoger libremente, entre diversas alternativas, a quienes serán los encargados del gobierno y de acuerdo con qué programas deberán gobernar.

EL DERECHO HUMANO
POLÍTICO FUNDAMENTAL

El sufragio universal y el respeto de sus resultados, ambos inseparables, deben ser entendidos como uno de los derechos humanos más importantes, como el derecho humano político fundamental.

Esta afirmación podría ser objetada por algunos, más interesados en los derechos sociales y económicos, que no deben de ninguna manera subestimarse. Sin embargo, el derecho al voto y a decidir por medio de él sirve en la realidad de base para el respeto a los demás derechos: al de la libertad individual, al de la libertad de expresión y a otros derechos.

El respeto a los derechos humanos en general y a los derechos políticos en particular es en la práctica el resultado de un buen gobierno, y éste no puede realizarse plenamente si no es dentro de un sistema democrático entendido en su más amplio sentido.

A su vez, la realización del buen gobierno y de la democracia en una sociedad tiene como una de sus condiciones necesarias, precisamente, el ejercicio efectivo y eficaz del sufragio universal e igual, justo, libre, periódico, limpio y con la capacidad de reflejar la voluntad popular, en la que reside la soberanía y que es la base que hace legítimos el ejercicio del poder y de la autoridad.

Hay que destacar, sin embargo, que si bien se trata de una condición necesaria, las elecciones, por pulcras que sean, no son en sí mismas condición suficiente para el ejercicio efectivo y sostenible del buen gobierno y de la democracia plena. Para esto, otras condiciones, necesarias también, deben llenarse.

LOS ORGANISMOS ELECTORALES
Y SU RESPONSABILIDAD

Los organismos electorales tienen en el campo de la cultura política y electoral de un país una gran responsabilidad, pues la imagen de imparcialidad, honestidad y eficiencia que proyectan como resultado de sus propias acciones, es uno de los factores que influye más frecuentemente en la cultura política nacional.

Un organismo que no merezca la credibilidad de la ciudadanía influirá negativamente. El esfuerzo constante por mejorar el organismo electoral en su totalidad es un imperativo indubitable. Como a veces no basta ser honesto, sino que hay que darlo a conocer, algunos organismos electorales han incluido en sus campañas de educación programas para mejorar su imagen, que han resultado efectivos tanto para la credibilidad del organismo como para la del sistema democrático en general.

La integración del organismo electoral es de extraordinaria importancia. Desde los más altos funcionarios, hasta los encargados de recibir los votos en las mesas electorales, deben ser escogidos lo más cuidadosamente posible en función de su honestidad, imparcialidad, profesionalismo, preparación técnica y capacidad de actuar, dejando de lado sus preferencias personales o partidarias.

AUTORIDADES ELECTORALES
“SIN CONTAMINACIÓN PARTIDARIA”

Si la educación general de un país no es responsabilidad directa de los organismos electorales, las campañas de educación cívica y electoral sí lo son y en ellas han de desempeñar un papel protagónico.

Una de las funciones importantes de todo organismo electoral es la de influir directamente en la participación ciudadana en los comicios. Esas campañas tienen tres fines principales: llamar a los ciudadanos a ejercer el voto como un derecho y un deber cívicos, instruirlos acerca de los requisitos legales y procedimientos de la concurrencia a las urnas y educarlos en la necesidad de mantener en todo momento una actitud pacífica y de respeto a los demás participantes.

Para el éxito de estas campañas es indispensable que los organismos electorales posean capacidad efectiva de diseminar información clara y accesible para toda la población. Para ello se requiere de un personal especializado permanente y de personal auxiliar por períodos más o menos largos.

Estas campañas demandan una atención especial de las autoridades electorales. Por una parte deben estar exentas de toda contaminación partidista, de todo sesgo favorable a uno u otro candidato u opción. La menor falla en este campo puede traer consecuencias graves para el organismo electoral y para el sistema democrático nacional.

CÓMO SE GANA LA CREDIBILIDAD

No deseo cerrar mis palabras sin destacar, a riesgo de ser repetitivo, dos temas. El primero, que la credibilidad de un organismo electoral no se logra con una sola actividad electoral por exitosa que sea. No se gana esa credibilidad ni con dos ni con tres actividades exitosas. La credibilidad es el resultado del trabajo constante, de la atención al detalle en todas las cuestiones que atañen a la honestidad, imparcialidad y limpieza en el actuar cotidiano. Y esa credibilidad puede perderse con un solo acto que sea, o parezca serlo, contrario a la honestidad, la limpieza y la imparcialidad.

El segundo tema es que la celebración de elecciones, parte constitutiva e indispensable de la democracia, no garantiza, por excelentes y concurridas que sean, el mejoramiento de la calidad de vida para todos los sectores de la sociedad. No garantiza la desaparición de los contrastes extremos entre opulencia y miseria que caracterizan nuestras sociedades. Tampoco garantiza que la población goce de una alimentación adecuada y de los servicios de salud y educación básicos, los que debe recibir por un elemental principio de Derechos Humanos.

FRAGMENTOS DE SU CONFERENCIA INAUGURAL EN EL CUARTO SEMINARIO PARA TÉCNICOS GESTORES DE LA CAPACITACIÓN ELECTORAL EN CENTROAMÉRICA, MÉXICO Y EL CARIBE, CELEBRADO EN FEBRERO DE 1999 EN ANTIGUA, GUATEMALA, ORGANIZADO POR EL INSTITUTO INTERAMERICANO DE DERECHOS HUMANOS, A CUYO CONSEJO DIRECTIVO PERTENECÍA MARIANO FIALLOS.

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