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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 204 | Marzo 1999

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Panamá

En vísperas de grandes cambios

En mayo, elecciones presidenciales. En septiembre, nuevo Presidente. El 31 de diciembre, el Canal en manos panameñas, en cumplimiento de los Tratados Torrijos-Carter. Así entrará Panamá en el nuevo siglo. ¿Comenzará a forjarse a partir de entonces su verdadera independencia?

Jorge Turner Morales y Alexis Rodríguez Mójica

En el último día del siglo xx Panamá se topará con una coyuntura de cuya solución, en ese momento y en los años que sigan, dependerá -no es ninguna exageración- si la nación será, por fin, políticamente independiente o si, al contrario, continuará ignominiosamente colonizada.

El 31 de diciembre de 1999, y de conformidad con los Tratados Torrijos-Carter, Panamá deberá tomar posesión y plena administración de su Canal -que es, con la preparación de su población, la llave para aprovechar económicamente su situación geográfica-. Ese mismo día las fuerzas militares estadounidenses, enseñoreadas en la nación desde el siglo XIX, tendrán que ser sustituidas por efectivos armados nacionales, en el cuidado y la vigilancia de la vía interoceánica.

No existe ninguna razón válida en el Derecho Internacional para que no se cumpla con la transferencia canalera pactada, a pesar de que, con motivo de la invasión estadounidense de 1989, el Ejército panameño quedó disuelto y -en forma irresponsable- se convino constitucionalmente que Panamá no tendría efectivos castrenses. ¿Cuál será entonces el núcleo militar nacional encargado de la custodia del Canal en los próximos años? ¿Qué uso tendrán las áreas militares utilizadas por el Comando Sur de Estados Unidos? Estas son sólo dos de las muchas interrogantes que el cumplimiento de los Tratados nos plantean.


"La religión del pueblo"

Panamá es uno de los siete países latinoamericanos más intervenidos militarmente por Estados Unidos a lo largo de su biografía. Como "eventuales vías" para unir los océanos Pacífico y Atlántico, Nicaragua y Panamá, sufrieron especialmente las humillaciones de las grandes potencias.

Omar Torrijos llegó al poder en 1968, luego del derrocamiento del régimen de once días de Arnulfo Arias. Pasada una etapa de violenta represión, en la cual se liquidan las direcciones de las organizaciones gestadas a lo largo de cuatro décadas de luchas políticas y sociales, Torrijos procuró nivelar su gobierno apelando a lo que él denominó "la religión del pueblo": el deseo fervoroso de abrogar el Tratado de 1903, que concedió a Estados Unidos, a perpetuidad una extensa franja del territorio panameño para construir un Canal.

Torrijos concentró sus esfuerzos en negociar un tratado canalero que permitiera la integridad territorial panameña apoyado en lo que consideraba la unidad nacional: dando mandobles e imponiendo destierros a discrepantes de izquierda y de derecha. Las negociaciones fueron prolongadas. Para lograr su proyecto en lo externo, Torrijos buscó un amplio apoyo internacional y en lo interno, planteó la unidad nacional pluriclasista.

Torrijos: Tratados y PRD

Los Tratados del Canal, compuestos por el Tratado Torrijos-Carter y el Tratado de Neutralidad, se aprobaron en 1977. Lo sustancial del Tratado Torrijos-Carter es el pacto para desmontar el enclave colonial y la abolición de la concesión a perpetuidad del área canalera, fijándose el 31 de diciembre de 1999 como fecha en la que "sólo la República de Panamá manejará el Canal y mantendrá fuerzas militares, sitios de defensa e instalaciones militares dentro de su territorio nacional". El Tratado fue una gran hazaña, a pesar de que, a la par, Panamá se comprometió a examinar con los Estados Unidos la posibilidad de construir un nuevo canal por el istmo y, al mismo tiempo, aceptó que Estados Unidos se reservara -según una interpretación parcial del Tratado de Neutralidad- la facultad unilateral de intervenir en el país cuando considerara amenazada la seguridad de la vía interoceánica.

En la nueva etapa que se inició a partir de la firma de los tratados, antes del "avionazo" y de su muerte en 1981, Torrijos fundó en 1978 el Partido Revolucionario Democrático (PRD), estrechamente vinculado a los cuarteles y nacido como una organización pluriclasista.


Perfil del PRD

Doctrinariamente hablando, el PRD no es ya el mismo partido que actuó en vida de Torrijos, ni siquiera es el mismo que perdió su hegemonía entre 1984 y 1989. No obstante, sigue manteniendo un importante peso electoral: 25-35% de las preferencias de los votantes.

Torrijos se preocupó por crear un partido político que diera continuidad a sus ideas, pero no profundizó en la necesidad -ni la previó- de sentar bases firmes para crear un nuevo sistema de partidos. Esta ausencia permitió la recomposición del viejo sistema de rejuego politiquero y clientelismo oligárquico. Ni Torrijos ni el torrijismo fueron capaces de prever un escenario futuro donde no existiese control del Estado ni hegemonía socialdemócrata. En parte -solo en parte-, la crisis de los años 90, caracterizada por el ajuste del discurso político y la recomposición de las fuerzas sociales que sostienen al PRD tiene su origen en esa dicotomía en la que el partido se debate, en tanto partido del Estado y en tanto expresión de formas organizativas de las capas medias. Esta contradicción -en la cual se fundamenta la experiencia programática del PRD- permite el ascendente consenso electoral del PRD y el desgaste casi completo de los proyectos y espacios democráticos de participación popular. La llegada a la jefatura de las fuerzas armadas de Rubén Darío Paredes torció el rumbo del torrijismo, hasta que Manuel Antonio Noriega lo liquidó.

Después de la crisis que culminó con la invasión estadounidense y del afrentoso período del gobierno Endara (1990-94), el PRD ganó los comicios en 1994, con el economista Ernesto Pérez Balladares y con algo más del 30% del voto de los panameños.

A pesar de todos los vaivenes vividos, los Tratados Torrijos-Carter se mantuvieron vigentes y en pie, aun cuando desapareció la institución armada que asumiría la vigilancia del complejo canalero. En la práctica, esto significaría que el Canal no requiere de una fuerza militar para su custodia, aunque sí del cumplimiento tanto de su neutralidad contractual, como de su neutralización activa -en su momento- por las autoridades gubernamentales.

¿Quién resguardará el Canal?

La senda económica seguida por el gobierno de Pérez Balladares ha sido neoliberal. Ha tenido una gran preocupación por atraer inversiones extranjeras, olvidando las políticas sociales. Introdujo reformas negativas al Código del Trabajo y privatizó las empresas públicas. El deterioro del nivel de vida de la población panameña es cuantificable: el 50% vive actualmente por debajo de la línea de pobreza, en un modelo en donde la banca ha sido la más beneficiada por la política económica.

En lo referente a los Tratados del Canal y para tranquilizar inquietudes, cuando ya se había consumado el compromiso de que Panamá no tendría ejército, Pérez Balladares señaló que se podría formar una especie de policía militar industrial que asumiera en 1999 el resguardo de la vía interoceánica. Aunque después sobrevino el silencio, se trata de una tarea que la administración de Pérez Balladares debe enfrentar en lo que resta de su gestión, junto a la de concretar el destino de las tierras revertidas a Panamá en virtud de los Tratados Torrijos-Carter, a las cuales se les ha asignado hoy un destino elitista en lo universitario o en lo turístico.

Centro Multilateral Antidrogas

Durante la administración de Pérez Balladares se concertaron negociaciones con Estados Unidos para establecer en Panamá un Centro Multinacional Antidrogas (CMA). La noble idea de coordinar acciones para combatir el flagelo de las drogas fue usada como pretexto para que las tropas estadounidenses -que deben salir del país a fines de 1999- fueran reemplazadas por otras fuerzas militares con hegemonía estadounidense y que también tendrían tareas de ocupación. Las negociaciones fracasaron y se produjeron ardientes protestas nacionales encabezadas por el MONADESO, encomiables alegatos como el expuesto por el ex-Presidente Jorge Illueca, y reservas diplomáticas mantenidas por países como México, Brasil y Colombia. La lucha contra el CMA fue un momento de reorganización de los sectores democráticos, nacionalistas y populares, en medio de un complejo proceso de unidad en la práctica.

Afortunadamente, el 24 de septiembre de 1998 los diplomáticos de Panamá y los Estados Unidos dieron por clausuradas las negociaciones, "de mutuo acuerdo", manifestando que lo ocurrido no alteraría la transferencia del Canal el 31 de diciembre de 1999. La parte panameña adujo que las pláticas se trabaron principalmente cuando Estados Unidos solicitó que se permitiera a sus soldados realizar otras misiones adicionales a la lucha antidrogas. Resultó altamente sintomático que los partidos tradicionales de corte oligárquico -con una práctica política tradicional y patrimonial-, siempre tan críticos, hicieran tan tímidas declaraciones durante las conversaciones sobre el CMA, evitando malquistarse con el coloso del Norte. Todas las críticas vinieron de la sociedad civil, en especial de las organizaciones democráticas y nacionalistas, aglutinadas en MONADESO y de personalidades del mundo académico.

Antes de la cancelación de las pláticas, el gobierno convocó para el 30 de agosto de 1998 un referéndum. La población debía decidir sobre la modificación de la Constitución, para permitir o no la reelección presidencial de Pérez Balladares. El pueblo panameño se pronunció en un 64% por el NO. El resultado se explica porque el continuismo era en sí mismo impopular y, sobre todo, por el empobrecimiento del pueblo con la aplicación de las políticas neoliberales. Cabe preguntarse también cuántos votos se pronunciaron en contra de un gobierno que en el momento de realizarse el referéndum estaba comprometido con Estados Unidos en la instalación del Centro Multilateral Antidrogas.

Mayo 99: elecciones

No parece que los resultados del referéndum vayan a tener un reflejo directo en las elecciones presidenciales de mayo de 1999. Ante todo, porque en el referéndum de agosto del 98 hubo sólo dos opciones, y en las elecciones de mayo del 99 habrá, fatalmente, varios candidatos presidenciales, en virtud de las desmedidas e irracionales ambiciones de las fracciones de la oligarquía, y en un clima en que el PRD se presenta como el partido más fuerte y los sectores populares no cuentan con ninguna expresión electoral programáticamente viable.

Panamá entrará en el nuevo milenio tras afrontar una situación política compleja. En mayo de 1999, elecciones presidenciales. En septiembre, toma de posesión del nuevo mandatario. El 31 de diciembre, cumplimiento de los Tratados Torrijos-Carter. De inmediato, la cancelación, en lo formal, de un conjunto de agendas: la agenda nacional, la agenda democrática y la agenda militar. A cada una de estas agendas corresponde un planteamiento táctico desde los sectores populares, entre los que aún no existe una unidad de criterios sobre los espacios y formas de expresión que deben desarrollar en el Siglo XXI.

El escenario emergente, y el fracaso de anteriores experiencias de concertación -las de Bambito y Coronado- coloca a las organizaciones populares en el dilema de responder a los nuevos acontecimientos, sin perder la capacidad de convocatoria y manteniendo los espacios ya acumulados y la experiencia de unidad en la práctica que vivieron en MONADESO.

Un debate de altura

La agenda nacional se cancela porque el Estado panameño recupera su soberanía plena sobre la totalidad del territorio del país. La agenda democrática parece desvanecerse de manera solapada y en medio de la alternabilidad y la consolidación de instituciones como el Tribunal Electoral, el Defensor del Pueblo y el Ente Regulador. Estas instituciones ajustan la democracia-liberal panameña al objetivo histórico de garantizar formas de control estatal y privado de la población, por vía indirecta. La agenda militar se diluye lentamente, con la retirada del territorio nacional de las tropas estadounidenses y los reajustes en las formas de control de la población, planteadas mediante una silenciosa y estratégica reforma del Estado, impulsada por sectores políticos y económicos que buscan prolongar su incidencia en las instituciones jurídicas y de seguridad más allá de su mandato.

Lo que va a ocurrir a lo largo de 1999 exige un debate amplio y de altura, sobre el momento que vivimos y que viviremos en los años siguientes. El momento exige la búsqueda de acuerdos conjuntos y patrióticos entre los aspirantes presidenciales, y exige una selección esmerada de los candidatos -hombres o mujeres- más comprometidos y más sensibles con el futuro de la nación.

Escenario electoral

No es esto lo que sucede en el escenario electoral, a donde se trasladan, ciega y provincianamente, los pequeños asuntos estrictamente sociales siguiendo las propuestas de la DC, o se pone en escena la política neoliberal del PRD, soslayando el tema del Canal. El candidato que parece contar con mayores posibilidades es Martín Torrijos, hijo del general Omar Torrijos, quien ganó las elecciones internas del PRD con un amplio margen de votos. Su candidatura surgió como un intento por mantener la cohesión interna del partido.

Existen dudas sobre su personalidad política en el contexto en que habrá de moverse y con un partido que no es programáticamente el mismo de su fundación. Torrijos se debate entre la incertidumbre y la necesidad, mostrando así la contradicción entre lo que fue el legado político de su padre y lo que es su propia formación personal, realizada en instituciones de educación secundaria y universitaria estadounidenses. Entre 1988 y 1992 Torrijos trabajó como gerente administrativo de la empresa McDonald's Corporation en Chicago. ¿Cuántas contradicciones tendrá cuando, por circunstancias diversas, entren en pugna los intereses nacionales y los intereses estadounidense en el siglo XXI?

De los candidatos de la oposición Alberto Vallarino y Mireya Moscoso no hay mucho que decir. Se trata de personas acicateadas sólo por la ambición de llegar al poder, sin fervor nacional y sin antecedentes en la lucha por una nación distinta. El Movimiento Papá Egoró -que en anteriores elecciones concitó ciertas esperanzas, por haber congregado a jóvenes que trataban de hacer política con principios- hoy se encuentra herido de muerte, tanto por la ausencia de su principal dirigente, el cantautor Rubén Blades -absorbido en Estados Unidos por sus compromisos artísticos-, como por la forma de control, gestión y participación que ha practicado ese colectivo en la vida política del país. El MPE no constituye ya ni una opción de poder ni un espacio para el debate.

Latinbarómetro: encuestas

Una serie de encuestas elaboradas por el Latinbarómetro ofrecen reflexiones de interés sobre el ser nacional. En el articulo "La cultura política en Panamá", Raúl Leis presenta algunas conclusiones derivadas de las significativas encuestas realizadas en 1996. Según ellas, existe actualmente entre la población un amplio espíritu de solidaridad con los más necesitados y un acentuado orgullo por ser panameño, y es mayoritaria la desconfianza hacia los partidos políticos.

Interpretando la opinión ciudadana, los partidos políticos deberían reservar espacios para la postulación de representantes destacados de las organizaciones civiles, sin pretender arrogarse en exclusiva la representación nacional. Deberían también proponer reformas legales para hacer viables las candidaturas independientes. Se deriva también de las encuestas que los partidos deberían concertar acuerdos básicos para gestar una política de Estado: una misma manera de afrontar colectivamente algunos de los problemas fundamentales que esperan a Panamá en el nuevo siglo.

Canal: dos alternativas

Después de las elecciones presidenciales de mayo, Panamá debe enfrentar la coyuntura del 31 de diciembre de 1999, sabiendo que Estados Unidos no desea irse de Panamá y que presentará peros de última hora.

Debe también ser consciente que el comercio marítimo mundial va a seguir avanzando en el siglo XXI y, antes que el actual Canal se haga obsoleto por la creciente demanda, debe planificarse y decidirse una alternativa. Existen dos. O Panamá, con el financiamiento adecuado, hace una construcción más grande de esclusas de alto nivel y con mayor capacidad. O emprende la forja de un canal a nivel del mar, con capacidad ilimitada. Se trata de una disyuntiva derivada de que se haga realidad el control panameño del Canal.

Destino de tierras revertidas

Otro problema será el destino de las tierras que ya han revertido y revertirán a la jurisdicción panameña. Es indispensable que se dediquen al uso económico más acorde con las necesidades del país y no con los intereses de grupos políticos en ascenso económico. El aprovechamiento de la posición geográfica del país comienza con la utilización adecuada del Canal y de las tierras adyacentes -hoy con precios exorbitantes-, pero pasa también por la preparación de la población panameña para los retos del siglo de las comunicaciones.

La premisa para orientar el desarrollo económico de Panamá y unificar criterios -se ha dicho reiteradamente- debe ser que un uso civil de las áreas adyacentes a la vía interoceánica es más productivo que el uso de esas áreas por un ejército extranjero. Juan Jované, en "Cinco tesis sobre las bases militares norteamericanas en Panamá" señala que "la idea del desarrollo nacional basada en el triángulo mano de obra-maquiladoras-bases militares, además de comprometer nuestra soberanía, no pasaría de ofrecer una perspectiva mediocre para la población panameña". Y recuerda que las bases militares representaron en 1993 apenas el 0.64% del empleo nacional.

Los retos del siglo XXI

Soberanía e independencia nacional sin bases militares estadounidenses. Una solución patriótica a los asuntos relacionados con el Canal. Y un desarrollo económico que incluya un reparto equitativo de la riqueza nacional. Esta es la meta.

A pesar del desarrollo tecnológico, la desesperación por el aumento de la tasa de ganancia del capital financiero nos está retrotrayendo socialmente al siglo XIX: aumento del desempleo, jornadas laborales de diez a doce horas diarias, conquistas históricas y compensaciones económicas como el aguinaldo, las vacaciones y la indemnización por despido injustificado, suprimidas legalmente. Meta también la revisión de estructuras económicas, sociales y políticas, sin olvidar la necesaria articulación campo-ciudad apoyada en una reforma agraria.

Todo eso es posible. No somos ingenuos. Sabemos de antemano que tropezamos con la incomprensión estadounidense, con los intereses prevalecientes de banqueros, grandes comerciantes y latifundistas nacionales vinculados a los Estados Unidos, y con sectores medios y populares confundidos por el ambiente de frivolidad economicista, la desinformación y una escasa madurez ideológica para enfrentar los nuevos retos del siglo XXI. Pero sabemos también que no hay camino sin tropiezos. Y que si el camino es largo, hay que empezar a andarlo cuanto antes.

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