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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 204 | Marzo 1999

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Nicaragua

Puerto Morazán: dilemas en tierra salada

Leer en las páginas económicas de los diarios de Managua sobre Puerto Morazán y sus granjas camaroneras despierta imágenes de prosperidad, bonanza económica y frenética actividad. No era esa la realidad antes del Mitch, no lo es ahora. En este olvidado rincón de Occidente se demuestra el frágil y falso modelo que se nos vende cuando la exportación de productos no tradicionales se presenta como la clave del desarrollo.

José Luis Rocha

Puerto Morazán, municipio famoso hoy por sus granjas camaroneras y antes por ser puerto que catapultaba producción nacional hacia el norte de Centroamérica, fue castigado por el Mitch en su vena más productiva: las camaroneras. A menos de una semana de la cosecha del camarón, el huracán Mitch hizo subir el río Estero Real hasta alcanzar niveles jamás registrados. Las casas del poblado de Puerto Morazán -antigua cabecera municipal- fueron cubiertas por las incontenibles aguas del estero. El grueso de las viviendas, situadas sobre una lengua de tierra ubicada entre el Estero Real y uno de sus brazos, el estero Amayo, no soportaron la fuerza de ambas corrientes de agua, que se unieron tragándose el poblado. Los asediados habitantes se replegaron hacia una pequeña loma cercana.

En su precipitada huída, las pangas (botes) de pescadores, camaroneros y "leñateros" jugaron un papel clave. Rescataron la vida en momentos en que todo lo perdían, porque la crecida del Estero, estaba llevándose toda la producción de camarones -a pocos días de finalizar el ciclo de tres meses que deben estar en los estanques-, derribando los muros de las piscinas, dañando las bombas de agua y depositando toneladas de sedimento, perjudicando de todas las formas posibles las mejoras hechas en las granjas. Las pérdidas en toda la zona han sido calculadas por Efraín Montano, presidente de la Unión Regional de Cooperativas Camaroneras de Morazán (URCOOCAM), en 30 millones de dólares, a los que podrían fácilmente sumarse 10 millones más de pérdidas en los próximos meses, si el financiamiento para la reactivación no llega oportunamente.

Llovió sobre mojado

El costo de rehabilitar las granjas camaroneras es monumental: paredes de tierra que deben levantar tractores -a un costo de 50 dólares la hora y con un promedio de 300 horas por granja-, sacos de arena que deben colocarse como muros de contención, remoción del sedimento, reparación de las bombas y motores de algunos botes, compra de nuevas larvas, etc., etc. Si tarda el financiamiento, las lluvias del invierno no permitirán el trabajo de los tractores, la producción de este año será menor, disminuirán los ingresos y aumentará el desempleo, y no sólo en la zona, porque la cadena comercializadora une este eslabón al de los pescadores de larvas de Poneloya, que no tendrán a quién vender las larvas.

La mayor parte de los productores de Puerto Morazán están agrupados en cooperativas. Suyas son las granjas peor dotadas de capital y de sistema extensivo -menor densidad poblacional de camarones, menor empleo de fertilizantes químicos y menor bombeo de agua-. Sin embargo, el cierto grado de tecnificación que ya han adquirido ha provocado que sus inversiones demanden un capital del que no disponen los cooperativistas. Para conseguirlo se ven obligados a endeudarse con las empresas comercializadoras, que de esta forma se aseguran la parte del león en las ganancias, al condicionar los desembolsos de los préstamos a vender a bajos precios la producción. Las cooperativas ya estaban enjaranadas antes del Mitch. Ahora, sin cancelar ninguna de sus obligaciones crediticias anteriores, deben endeudarse de nuevo. ¿Quién baila ese trompo? De ahí que sólo el 20% de las cooperativas estén rehabilitándose. El dilema de las restantes es volver a los métodos artesanales y poco productivos de cultivo del camarón o endeudarse más. En este rincón de Nicaragua llovió sobre mojado. El huracán de las comercializadoras del camarón -habituales acreedoras de las cooperativas camaroneras- puede terminar de arruinar lo que el huracán Mitch dejó en condiciones tan precarias.

Las comarcas del interior del municipio también padecieron el impacto del Mitch, aunque en menor medida. El huracán provocó la pérdida del 100% del maíz sembrado, el 70.74% del frijol, el 49.87% del sorgo, el 97.18% del ajonjolí, el 55.88% del arroz, el 61.62% del plátano y el 76.10% del banano. Aun cuando la zona agrícola de todos estos cultivos es muy reducida, el daño a una producción de 2 mil 271 manzanas implica una pérdida de 21 millones 369 mil 610 córdobas, según datos de la alcaldía. Fueron dañados también 8 puentes, 257 kilómetros de caminos y 1 mil 112 viviendas, y la población se queja de un deterioro de la calidad del agua y de la contaminación de muchos pozos.

La flora más común en el estero, tres especies de mangle -el mangle rojo, el curumo y el angelí-, también sufrió el masivo e inusual flujo de agua dulce que el Mitch volcó sobre el estero y que redujo sus niveles de salinidad y secó muchos árboles de mangle. Tantos desastres produjo el Mitch. Pero no hay duda de que su furia cayó sobre un andamiaje social muy débil y esto amplió su impacto.

Unos que nacen, otros que se van

Puerto Morazán, municipio del departamento de Chinandega, tiene una extensión territorial de 264 km. Tonalá, su cabecera municipal, está ubicada a 150 kms. de la ciudad de Managua. Limita al norte con el municipio de Somotillo, al sur y al oeste con el municipio de El Viejo y al este con los municipios de Chinandega y Somotillo.

De acuerdo al censo nacional de 1995, la población total del municipio era de 8 mil 4 habitantes, de los cuales 3 mil 960 eran población urbana (46.1%) y 4 mil 314 (53.9%) población rural, 4 mil 73 (50.9%) hombres y 3 mil 931 (49.15 %) mujeres. La densidad poblacional era en ese año de 30 habitantes por kilómetro cuadrado. La población ha crecido aceleradamente. En 1971 el municipio de Puerto Morazán tenía 3 mil 369 habitantes. Para alcanzar los 8 mil de 1995, la tasa anual de crecimiento fue del 5.27 %. Proyecciones estadísticas señalan que en octubre de 1996 la población del municipio debió haber alcanzado los 11 mil 411 habitantes (43 habitantes por kilómetro cuadrado).

El incremento poblacional parece deberse exclusivamente a una elevada tasa de natalidad, porque la migración es masiva. Sólo en la comarca Silvio Castro (1 mil 850 habitantes), 50 personas de la población económicamente activa (2.7 % de la población total) emigraron a Guatemala, Costa Rica, Estados Unidos y a algunas ciudades de Nicaragua. ¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué esta expulsión poblacional tras un incremento tan sostenido?

Escudriñando la historia

En el siglo XIX empezaron a sentarse las bases económicas de este municipio. Squier, Stephens y Wells, viajeros estadounidenses que visitaron la región a mediados del siglo XIX en misiones diplomáticas, dan testimonio del magro estado en que encontraron dos puertos situados en la margen izquierda del río Estero Real, más importantes por el movimiento migratorio que por el comercial: Nagoscolo o Nacascolo -hoy Puerto Morazán- y El Tempisque, ubicado en las inmediaciones de lo que ahora es Tonalá.

Después de pasar por El Viejo, en tiempos de la lucha morazanista por la unión de Centroamérica, John L. Stephens, relata que salió "para el puerto a siete leguas a través de una no interrumpida selva. A las dos y media llegamos al puerto de Nagoscolo. Allí había una sola choza, junto a la cual una mujer estaba lavando maíz, con un niño desnudo cerca de ella en el suelo, y chilló en mis oídos que un guarda había sido mandado directamente, con la orden de no permitir el embarque de ninguno sin pasaporte."

Ephraim George Squier, encargado de negocios de los Estados Unidos ante los gobiernos de Centroamérica cuenta en 1849 que "una o dos millas antes de El Tempisque comenzamos a subir y luego nos encontramos sobre una alta y ancha loma de lava que desde tiempos inmemoriales arrojó el mencionado volcán. La cubría a medias una tierra árida y seca en la que medraban unas pocas palmeras de coyol, unas cuantas matas de piñuela y gran variedad de cardonas, únicas plantas que pueden crecer en yermos como ése. Diez minutos después llegamos a el puerto de El Tempisque donde había algunas señales de vida. Estas no eran más que una solitaria casucha abierta por tres de sus cuatro lados y habitada por un escuálido mestizo, una anciana toda encogida y una indita desnuda hasta la cintura cuyas ocupaciones eran acarrear agua y moler el maíz de las tortillas. Detrás de la casucha se eleva un terreno seco, pero enfrente se extienden los manglares pantanosos. Aquello es totalmente un lugar proscrito, foco de mosquitos y fiebres palúdicas. Tampoco William V. Wells, en 1857, tuvo una mejor impresión de este puerto: "Antes del medio día llegamos a una choza solitaria hecha de varas y paja, montada a poco más o menos veinte pies encima de un lodazal, en el limo negro y rico en el cual, estando la marea baja, varios bongos con la quilla hacia arriba brillaban bajo el sol. Habíamos llegado a El Tempisque."

En el cruce de caminos estratégicos

Hacia 1871, Pablo Lévy, antropólogo francés, tuvo una visión bastante exacta de lo que sería el futuro de esa zona: "El Tempisque, puerto sobre el Estero Real, ahora casi desierto, pero que pudiera adquirir mucha importancia el día en que el ferrocarril interoceánico de Honduras, ahora en construcción, llegará hasta Amapala, en la isla del Tigre, bahía de Fonseca. Se concibe, en efecto, que con un pequeño vapor que hiciera el servicio entre Amapala y El Tempisque, se abreviaría mucho el tiempo que se necesita ahora para doblar la punta de Cosigüina y llegar a Corinto. Un camino carretero de El Tempisque a Chinandega, completaría la comunicación; el terreno es plano y el trayecto corto. Se ve que León pudiera encontrarse, vía El Tempisque, que acabamos de indicar, a 16 días de Europa. Es probable que el gobierno de Nicaragua preferirá habilitar el puerto de El Tempisque y construir la línea férrea hasta el último punto; el costo sería igual, hay menos dificultades que vencer, y se tiene la ventaja de pasar por Chinandega y varias otras poblaciones interesantes."

Esta fue la posición exacta que terminó ocupando Puerto Morazán, unido a Chinandega por la vía del ferrocarril. Tras la guerra nacional, varios gobernantes se esforzaron en desarrollar la economía nacional, y en 1881 entró en servicio la línea de ferrocarril entre Corinto y Chinandega. En seis años quedaron unidas por el ferrocarril las ciudades de Chinandega, León, Corinto, Managua, Masaya y Granada. Puerto Morazán se transformó así en un canal por el que la producción nacional llegaba a Honduras y a El Salvador. Así prosperaron las plantaciones de banano y la venta del tinte extraído de la cáscara del mangle rojo. La explotación de la corteza del mangle -para las empresas curtidoras- duró hasta inicios de la década de los 80, a costa de un notable perjuicio de los manglares.

El municipio de Puerto Morazán fue creado por la ley del 5 de noviembre de 1946. Tanto al municipio como a su antigua cabecera se les había puesto en 1936 el nombre del General Francisco Morazán. Hasta 1936 el pueblo de llamaba Nacascolo. Actualmente, la cabecera es el pueblo de Tonalá, lo que activa la rivalidad entre tonaleños y morazaneños, quienes aspiran a recuperar algún día la condición de cabecera municipal para Puerto Morazán.

Lo que el algodón dejó

Puerto Morazán tuvo gran auge antes de que fuera suprimida la línea férrea que lo unía con Chinandega, antes de un fatal deslave del volcán Chonco, antes de la construcción de la carretera panamericana, y antes del colapso del mercado común centroamericano. La conjugación de todos estos hechos asestó un rudo golpe a este lugar.

Posteriormente, el auge algodonero vino a salvar medianamente la situación, al proporcionar una fuente compensatoria de empleo. A nivel nacional, el algodón fue presentado como equilibrador del monocultivo basado en el café, como modelo del empleo de plaguicidas y como generador de empleo y de más del 50% de las exportaciones. En este municipio el cultivo del algodón depositó en los bolsillos de los empresarios pingües ganancias y en el Estero una avalancha de agroquímicos contaminantes que disminuyeron la pesca. El empleo que creó en tierra, lo quitó en el agua. El actual alcalde señala que "la Standard y los algodoneros se llevaron la torta y aquí no quedó nada." El crecimiento económico que Pablo Lévy vaticinó fue fugaz y, como los dineros del sacristán, cantando vinieron y cantando se fueron.

Camarones lleva la corriente

La mayor parte de las haciendas de esta zona no fueron afectadas por la reforma agraria de los años 80. No cambiaron de propietarios, pero sí de rubro y de nivel tecnológico. Las haciendas algodoneras se transformaron en haciendas productoras de maní y soya. Pero, con la introducción de máquinas cosechadoras y otras mejoras tecnológicas, su requerimiento de mano de obra se desplomó. En este contexto, las nuevas generaciones -mucho más numerosas por el acelarado crecimiento poblacional- se enfrentaron a una menguada oferta de trabajo y a mayor presión sobre los escasos terrenos que la reforma agraria distribuyó.

Dos nuevas fuentes de empleo se presentaron, y de nuevo el Estero fue el proveedor: el cultivo del camarón y la extracción de la leña y madera del mangle. Hasta 1967, los estudios sobre la pesca del camarón en esteros y lagunas naturales de Nicaragua sólo mencionan la Costa Atlántica como terreno de la camaronicultura. Ya en la década de los 70 algunos morazaneños -aunque aún de forma muy artesanal- habían experimentado con las primeras granjas, levantando los muros a punta de pala y atrapando las larvas que las mareas les llevaban. A través del Instituto de la Pesca (INPESCA) y del Banco Nacional de Desarrollo (BANADES), el gobierno sandinista procuró desplegar el potencial de estos artesanos camaroneros, ya agrupados en cooperativas. Los esfuerzos fueron, en el mejor de los casos, insuficientes. Tanto, que en la década de los 90, el gobierno Chamorro encuentra a las cooperativas camaroneras no mucho mejor provistas que cuando habían empezado. El INPESCA -transformado en MEDEPESCA- adoptó una política que favorecía la instalación en la zona de empresarios privados. En pocos años, éstos pasaron de cero a 25, llegando a concentrar el 59% de las concesiones, frente al 41% de concesiones que explotan las 61 cooperativas. De modo que cada empresario -ninguno reside en el municipio- posee en explotación un pro- medio de 424 hectáreas, mientras cada cooperativa tiene sólo un promedio de 105 hectáreas. Si calculamos 12 miembros por cooperativa, toca a 8.55 hectáreas por cooperativista. De nuevo, lo mejor de la torta se lo llevan los menos y los de fuera.

"Aquí la gente no tiene nada"

Después de diversos auges, Puerto Morazán no es un pueblo mucho más desarrollado del que conocieron los viajeros norteamericanos del siglo pasado. La población creció notablemente, no así los servicios. Escuchar o leer de Puerto Morazán y de sus empresas camaroneras en las páginas económicas de los diarios, trae espontáneamente a la mente una imagen de prosperidad, de bonanza económica y de frenética actividad mercantil. Nada más lejano de la realidad.

En Puerto Morazán, la vida está en otra parte: en los bolsillos de los exportadores del camarón y de los productores de maní y ex-algodoneros. El pueblo, casi tan mortecino como lo encontró Stephens, es sólo una larga calle con algunos ranchitos en la periferia. No hay hospedajes ni panadería. Y no existe más que un comedor. Lo único que funciona con eficacia es el recién introducido servicio de teléfono celular y el servicio de transporte, porque la mayor parte de sus unidades pertenecen a propietarios locales y muchos habitantes de Tonalá necesitan movilizarse diariamente hacia zonas del Estero próximas a Puerto Morazán.

El servicio de agua potable es sumamente deficiente. Trabaja sólo dos horas diarias desde hace varios años y su cobertura es mínima. No existe drenaje sanitario y persiste el sistema de letrina tradicional, que deposita excrementos en las aguas del estero. El principal problema de la empresa estatal de agua es la condición del pozo que existe -de poca capacidad- y la baja cobertura de la red de distribución. La municipalidad no presta el servicio de recolección de basura. En las comarcas rurales, instituciones como Plan Internacional y PROTIERRA han procurado abastecer a la población de bombas para pozos y de letrinas. Pero aún no consiguen satisfacer toda la demanda. Un habitante se queja: "Aquí la gente no tiene nada: ni casas ni tierra." Las casas son del gobierno. Eran antiguas oficinas de la aduana del puerto, que gradualmente fueron tomadas por la población, que ahora vive en ellas. Las tierras se tienen en régimen de concesión por períodos de diez a veinte años, y muchas no están aún legalizadas.

La ardua tarea de cobrar impuestos

Algunos de los servicios públicos deberían ser prestados por la alcaldía. Pero el total de ingresos de la Alcaldía de Puerto Morazán en 1998 fue de sólo 1 millón 362 mil 606.61 córdobas: algo más del salario anual de dos diputados a la Asamblea Nacional para atender las necesidades de una población ¡de más de 11 mil habitantes! La falta de registro de las propiedades sienta las bases de una recaudación deficiente, las propiedades registradas no están debidamente valoradas, y los métodos de recaudación son artesanales. Un gestor de cobro debe visitar a los propietarios e instarles a pagar. Obviamente, es imposible que visite a todos, lo cual favorece la competencia intermunicipal: las alcaldías de El Viejo y Somotillo -a juicio del gestor de cobro- están cobrando impuestos a empresas ubicadas en territorio de Puerto Morazán. Las tres administraciones municipales parecen no tener una clara noción de los límites de su jurisdicción.

Algunos empresarios camaroneros han sabido detectar las debilidades legales de la alcaldía para evadir el pago de impuestos. Los empresarios privados son los mayores evasores. En 1998, y de acuerdo al gestor de cobro, sólo han cancelado sus obligaciones 8 de las 25 empresas privadas que la alcaldía tiene registradas. Funcionarios de la alcaldía señalaron a envío que las empresas Nueva Granja -de 792 hectáreas-, ECUANICA -más de mil- y ALVANICA están siendo procesadas por sus deudas con la municipalidad en concepto de impuesto sobre bienes inmuebles (IBI) e impuesto sobre ventas. La alcaldía es chantajeada frecuentemente por las empresas. Cada vez que intenta cobrarles los impuestos, los empresarios cortan las plazas de maestros que financian en algunas escuelas de las comarcas, en base a un sistema de pago de impuestos mediante la compra directa de servicios para la población. El sistema resulta muy ventajoso para las empresas: los servicios que pagan tienen un valor muy inferior al de sus obligaciones tributarias.

Con las cooperativas arrasadas por el Mitch, las recaudaciones disminuirán. En una masa de recaudación tan escasa, sus aportes significaban mucho. Actualmente hay cooperativas que deben hasta 10 mil dólares de impuestos. Pero les urge más pagar sus deudas con las empresas comercializadoras, para garantizarse ulteriores habilitaciones y para evitar ser embargados. La alcaldía, el acreedor más benévolo, no está en el top ten de sus prioridades.

¿Quién dijo descentralización?

El conflicto mayor de la alcaldía es con la Administración Pesquera (ADPESCA), antes MEDEPESCA -durante el gobierno Chamorro- y antes INPESCA -durante el gobierno sandinista-. Los cambios de nombres han sido acompañados de giros en las políticas, agudizándose cada vez más la tendencia a favorecer a los grandes empresarios privados en detrimento de los cooperativistas.

A principios de los 90, la cooperación internacional financió una granja que debía fungir como centro estatal de capacitación en camaronicultura, pero los pobladores de Puerto Morazán coinciden en que fue explotada como una empresa más, contraviniendo lo conveniado entre INPESCA y las cooperativas camaroneras de Puerto Morazán el 2 de marzo de 1992: "Queda entendido que las camaroneras brindarán todo el respaldo al proyecto Granja Escuela de Puerto Morazán, para que se desarrolle y se fortalezca, la que servirá EXCLUSIVAMENTE para la tecnificación y capacitación de las cooperativas camaroneras y las partes involucradas en el cultivo del camarón."

Aunque fue la infracción de esta cláusula lo que dio pie a que la administración municipal -por decisión unánime de sus concejales- decidiera después del Mitch, tomarse las instalaciones de la granja que administra ADPESCA, las razones manan a borbotones. De acuerdo a los funcionarios de la municipalidad:

- Se sospecha que ADPESCA planea vender la granja a una empresa privada.

- La granja de ADPESCA no cumple con sus obligaciones tributarias, que debe satisfacer como cualquier otra empresa cultivadora del camarón.

- ADPESCA no suministra los datos sobre las nuevas concesiones otorgadas y sus extensiones. La administración municipal necesita esos datos para hacer un cobro eficaz del IBI y del impuesto sobre ventas.

- ADPESCA no ha pagado a la alcaldía el 25% que le corresponde de los 30 dólares por hectárea concedida que cobra ADPESCA a los concesionarios

- ADPESCA estuvo cobrando a inicios del 97 un impuesto del 1% sobre ventas, sin ningún respaldo de la legislación tributaria.

- ADPESCA está otorgando en concesión las lagunas naturales, pese a que el Ministerio de Recursos Naturales (MARENA) lo prohibe.

- Las empresas privadas están obteniendo las concesiones sin presentar el debido estudio de impacto, afirmación respaldada por el técnico del MARENA asignado a la zona.

ADPESCA ha adoptado una política que favorece la extinción de las cooperativas. Mientras las pequeñas cooperativas, con mucho trabajo y a fuerza de endeudarse, han venido legalizando su actividad, las grandes empresas han destruido islas y lagunas naturales. El sistema de los cooperativistas ha sido trabajar la granja y posteriormente gestionar la concesión, mientras ADPESCA otorga la concesión a quien primero la tramita y paga -con plata baila la gata-, aun cuando ya esté siendo trabajada por los cooperativistas. El hecho de ser ADPESCA -institución pública del gobierno central- quien tiene pleno dominio sobre la distribución de las concesiones la convierte en un poder indiscutible. ¿Quién dijo descentralización?

Contrarreforma agraria en tierra salada

Los pobladores del municipio distinguen entre tierra salada -humedecida por el Estero Real y ocupada por los manglares y las camaroneras- y tierra dulce -apta para los cultivos agrícolas-. El denunciado proceso de involución de la reforma agraria que se produce en "la tierra dulce" tiene lugar en Puerto Morazán, con no menor virulencia, en tierra salada. Si sólo 25 empresarios privados concentran casi el 60% del área concedida, y el resto está en manos de 61 cooperativas, de las que dependen alrededor de 732 socios, la desproporción es palmaria. ¿Cómo se llegó a ella?

El camarón empezó a ser extraído por pequeños grupos de pescadores. Las atarrayas eran el instrumento básico para la pesca y las lagunas naturales -donde el camarón entraba como larva, llevado por las mareas, y salía en estado adulto- eran el escenario ideal. De ahí les vino la idea a los pescadores de construir estanques. Al inicio, tuvieron la finalidad de reproducir artificialmente lo que ocurría espontáneamente en las lagunas naturales. Los bordes de tierra fueron levantados a punta de pala y pulmón. Las mareas proporcionaban los recambios de agua necesarios para mantener los niveles de salinidad. Pero como dependían enteramente de las larvas silvestres que el Estero Real introducía caprichosamente en las piscinas, sólo hasta el final de la cosecha podían conocer el volumen de camarones por el que tanto se habían esforzado. Obviamente, con este sistema no era posible habilitar muchas hectáreas como estanques ni ejercer control sobre los factores que determinan la tasa de mortalidad de los camarones: la salinidad, la densidad poblacional, el oxígeno, y la cantidad de algas que constituyen su alimento natural.

Posteriormente se fue introduciendo mayor tecnificación y, con ella, se elevaron los costos de producción. Los estanques se construyen con tractores, las larvas se compran a los captores de Poneloya y los cambios de agua se llevan a cabo con poderosas bombas. Todo esto ha supuesto una mayor dependencia del capital financiero. En el caso concreto de las cooperativas camaroneras, se ha creado un nefasto cordón umbilical que las liga a las empresas comercializadoras. Estas les facilitan crédito a costa de imponer los precios. Así se cierra el círculo vicioso que estrangula a las cooperativas: el crédito las compromete a vender a bajos precios, éstos disminuyen sus ganancias, no se capitalizan, persiste la dependencia y finalmente, ante la inminencia de un embargo, venden la concesión a bajo precio. De ahí que el alcalde opine que "la idea del gobierno es endeudar a las cooperativas y, cuando estén a punto de ser embargadas, facilitar que los grandes empresarios les compren sus concesiones."

La política de ADPESCA viene a dar el tiro de gracia. El sistema de ADPESCA -otorgar primero la concesión, no al que está explotando, sino al que paga y tramita primero- ha generado conflictos entre grandes empresarios y cooperativistas por linderos o por hectáreas concedidas a empresarios sin tener en cuenta que ya estaban siendo explotadas por los cooperativistas. El resultado es que los pobladores están más pobres, con menos acceso a las concesiones y padeciendo las consecuencias de un mayor daño ambiental.

El cultivo del camarón, como otras actividades productivas, tiene impactos sobre el entorno. Guiada exclusivamente por criterios de rentabilidad a corto plazo, la camaronicultura puede producir degradación de los recursos naturales -contaminación y degradación del agua, de los bosques de manglar y del suelo- y deterioro del sustento de las comunidades que dependían de los recursos del manglar.

La zona del Estero Real tiene algunas condiciones que favorecen el desarrollo sostenible de la camaronicultura, pero también existen ciertas limitaciones: falta de técnicos experimentados, problemas de calidad del agua en algunas zonas del Estero, pobre infraestructura, incapacidad de las instituciones encargadas de monitorear el impacto ambiental e insuficiente crédito para apoyar a la producción.

La política de concesiones de ADPESCA ha favorecido las actividades especulativas. Según funcionarios de ADPESCA a nivel departamental, ya fueron concedidos todos los terrenos aptos para la camaronicultura. La mayor parte de los empresarios privados beneficiados con las concesiones no están explotando más que una mínima área de sus concesiones. Evidentemente, pagar 30 dólares por hectárea al gobierno para después venderla entre mil y 2 mil 500 dólares es un negocio muy atractivo.

¿Y aquel breñal impenetrable?

En el siglo pasado, el bosque de manglares de Puerto Morazán impresionó a los viajeros estadounidenses con su desmesurada exuberancia. Squier registró que "en los manglares no se cuelan los rayos del sol. Crecen los mangles tan juntos en toda la costa fangosa que inunda la marea, que allí no queda lugar para más vegetación. Del tronco de este árbol, a unos ocho o diez pies del suelo, se extienden largas ramas con vástagos que bajan hasta tocar tierra y arraigar en ella. Semejan éstos patas de trípode; pero son cienes y cienes que, entrelazados, forman un breñal impenetrable."

También la tierra dulce estaba dotada con una flora respetable. William V. Wells recuerda haber encontrado, camino a El Tempisque, una "espesa montaña con árboles hasta de seis pies de diámetro." Mirando la actual pobreza de los habitantes de estas tierras, resulta increíble que este viajero haya pensado que esta zona y toda la costa norte de Nicaragua sería capaz de producir lo suficiente para abastecer toda Centroamérica de productos alimenticios.

El algodón arrasó con el bosque en tierra dulce. Las camaroneras depredaron parte del manglar en tierra salada. Ahora es el turno de los "leñateros", los Juan sin tierra, sin pesca y sin oportunidades de otros empleos. "Es trabajo duro éste de andar metido en la ñanga todo el día, rajando leña de mangle y cargándola en los botes", nos dijo uno de ellos.

El mangle va desapareciendo con rapidez. Un grupo de 15 leñateros puede acabar con una hectárea de mangle en menos de un mes. Los controles del Instituto Nacional Agrario y Forestal (INA-FOR) no sirven de nada. Las recaudaciones de la alcaldía en concepto de permisos por extracción de leña son insignificantes. La alcaldía cobra 15 córdobas (algo más de un dólar) por tonelada y en 1998 sólo recaudó 4 mil córdobas, lo que implicaría un promedio de 22.22 toneladas por mes. Al INA-FOR, con una única oficina en Chinanadega y sólo dos funcionarios para todo el departamento, se le declara un promedio de 10 toneladas por mes. En cualquier caso, ambas cifras están muy por debajo de los volúmenes que están siendo extraídos por los leñateros.

Un SOS por los manglares

Todos los intentos de regular la extracción de leña han sido en vano. Y no han dejado de ser vigorosos. El proyecto DANIDA-Manglares intentó implementar planes de manejo entre un sector considerable de los extractores de leña. Actualmente existen algunos signos positivos, como la reciente propuesta de una ordenanza que regulará el manejo de los recursos naturales. Pero la deforestación, indetenible, sigue su curso. Si tras el Mitch el desempleo se agudiza, es previsible que se incremente el número de cortadores de mangle.

No se ha podido poner coto al corte del mangle fundamentalmente porque:

- Incluso quienes se ven incluidos en los planes de manejo prefieren cortar donde no está siendo implementado ese plan de manejo.
- Ninguna institución tiene capacidad de controlar los volúmenes extraídos. Los planes de manejo establecen una cuota de mil rajas semanales por cabeza de familia, lo que implicaría un ingreso mensual inferior a los 400 córdobas, una vez descontados los costos de los pasajes y el alquiler de motosierra. Es imposible que ese volumen de extracción sea suficiente para quienes dependen enteramente de esta actividad. El plan de manejo debería ir acompañado de un plan de generación de empleo.
- No se controlan los volúmenes extraídos porque no hay garita. Todo queda sujeto a la declaración espontánea y a las eventuales capturas de cargamentos ilegales. Es evidente que las declaraciones registradas en el INA-FOR son muy inferiores a la cuota de mil rajas de leña por leñatero.
- Existe una cooperativa con autorización para extraer leña a condición de que reforeste, pero no hay capacidad de monitorear esa reforestación. El INA-FOR tiene dos funcionarios para todo el departamento de Chinandega y éstos dependen de la capacidad de supervisión del MARENA, que sólo cuenta con un técnico para toda la zona de manglares del Estero Real.

La alcaldía podría incidir en algunos cambios si las reyertas entre los partidos políticos y al interior de ellos -proliferan con la proximidad de la campaña para las elecciones municipales- son mitigadas. Para empezar, necesitaría fortalecerse la legislación reguladora y los incentivos o desincentivos económicos destinados a reducir los impactos negativos de la camaronicultura. Debería existir una compensación social que deben pagar las granjas por los residuos contaminantes que emiten. La pesca ha disminuido notablemente en el Estero. Los pescadores deben ahora aventurarse a puro remo y canalete en zonas muy lejanas de su residencia, casi llegando a la boca del Estero Real. No existe un impuesto adicional por el grado de contaminación debido a la intensividad, a la mayor tecnificación y al uso de fertilizantes químicos de ciertas granjas. Un impuesto de esta naturaleza gravaría ante todo a los grandes empresarios, y las recaudaciones adicionales podrían ser invertidas en el rescate de las cooperativas y en la conversión de los extractores de leña en camaroneros.

¿Alguna esperanza?

En Puerto Morazán hay un reto para la cooperación internacional, que tan generosamente se ha expresado tras el Mitch y que sigue derramando sus recursos con miras a la reactivación económica de Nicaragua. El paso del huracán puso en la cuerda floja a las cooperativas. Los bancos no aceptan las concesiones como garantías y exigen garantías que dupliquen el valor de los montos a desembolsar. No habrá más palo en el que ahorcarse que las comercializadoras, ansiosas por embargar camaroneros y engullir concesiones.

Está en juego la sobrevivencia de las cooperativas y con ellas, la posibilidad de una más equitativa distribución del ingreso. Los leñateros también aspiran a convertirse en camaroneros. En caso de lograrlo, su actividad depredadora del mangle quedaría circunscrita al área de la con- cesión. Pero la metamorfosis de leñatero en camaronero requiere también de crédito.

La Universidad Centroamericana (UCA) está apostando por las cooperativas camaroneras. Desde hace algunos años empezó un programa de apoyo que incluye crédito y asistencia técnica, con la permanente presencia de un biólogo y un sistemático monitoreo de los niveles de salinidad, oxígeno y alcalinidad del Estero Real. Aunque planea ampliar la cobertura -lo que requiere de muchos recursos adicionales- de momento el programa únicamente atiende a 3 de las 60 cooperativas. Como otras muchas iniciativas impulsadas desde la sociedad civil, se trata de una gota de agua en el océano. Pero -como dice la canción- "una gota, con ser gota, con otra se hace aguacero".

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