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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 353 | Agosto 2011

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México

Los logros de la Caravana del Consuelo

La Caravana del Consuelo, una expresión más del movimiento generado por el poeta Javier Sicilia, conmovió a la opinión pública. Sicilia ha tocado las fibras de la sociedad mexicana, que busca dar sentido a un cúmulo de dolores y agravios, provocados por la guerra de Calderón contra el narcotráfico. Y su movimiento, nacido del dolor, hace visibles a las víctimas, vincula a las familias destrozadas por tantas muertes, les permite salir del miedo y consolarse mutuamente.

Jorge Alonso

El hermano de uno de los miles de desaparecidos en México declaró que eran infinidad los muertos, huérfanos y viudas, todos buenas personas, asesinadas y desaparecidas durante la absurda guerra contra el crimen de Calderón,
y que la Caravana del Consuelo las había hechos visibles.

Esta Caravana, expresión del movimiento por la paz propiciado por el poeta Javier Sicilia, ha conmovido a la opinión pública mexicana. Según una encuesta de junio de 2011, un 52% dijo que combatir el crimen organizado con la fuerza pública no era la mejor manera de enfrentar el problema, un 56% afirmó que esos operativos aumentaban los homicidios, un 58%, que esos operativos no respetaban los derechos de la población. El 70% pedía poner fin a la estrategia de guerra, el 71% decía que la inseguridad y la violencia afectaban la economía de sus familias, el 75% que el gobierno debía dialogar con quienes marchaban por la paz, el 79% que se esclarecieran los asesinatos. El 80% pidió que se atendiera a la juventud, el 84% que se combatiera el lavado de dinero. El 85% se pronunció por el combate a la corrupción y a la impunidad. Mientras un 43% consideraba que el diálogo entre quienes participan en las marchas por la paz y el gobierno no cambiará la estrategia gubernamental de combate al crimen organizado, un 41% cree que sí lo hará.

CON 300 ORGANIZACIONES

El 4 de junio partió desde Cuernavaca la Caravana del Consuelo, encabezada por el poeta Sicilia, para recorrer los estados norteños más golpeados por la guerra contra el narcotráfico. Desde el poder se quiso desalentar la caravana señalando que transitaría por sitios muy peligrosos. Sicilia respondió que el gobierno estaba obligado a cuidar a sus ciudadanos. Y esto fue el primer logro importante de la caravana: el gobierno tuvo que cuidar, al menos a quienes participaban en la caravana. El movimiento aglutinó a 300 organizaciones de la sociedad civil y a miles de personas. Simultáneamente, el 6 de junio en la ciudad de México artistas, académicos y periodistas se solidarizaron con la caravana en un acto que llamaron “Un minuto por no más sangre”. Sicilia les mandó un saludo vía telefónica. Entre las demandas de ese foro estaban un juicio político al Presidente, la vuelta del ejército a sus cuarteles y el cese del Secretario de Seguridad Pública. La organización Alianza Cívica lanzó una campaña para enviar al Presidente de Estados Unidos una carta en la que se le exigía pusiera un alto al contrabando de armas.

MORELIA, SAN LUIS, ZACATECAS, MONTERREY, CHIHUAHUA...

En su recorrido la Caravana fue recogiendo el drama de miles de familiares de asesinados, una densa historia de muerte, desapariciones e impunidad a manos de los criminales y de las fuerzas armadas. En su paso por Morelia incorporó el dolor de los indígenas de Cherán, quienes denunciaron el acoso de talamontes y paramilitares protegidos por las autoridades. El pueblo se había organizado para defenderse y proteger sus bosques. En San Luis Potosí se acercó mucha gente que denunció el desempleo, la pobreza, la corrupción y la impunidad. Las víctimas narraron secuestros, asesinatos de muchas personas y represión contra luchadores sociales. Tenían plenamente identificados a los asesinos, pero las autoridades no los querían apresar y el gobierno apoyaba a una empresa minera canadiense que contamina tierras y aguas en la tierra sagrada de los huicholes.

Sicilia reflexionaba durante la marcha. En este punto invitó a un acto de desobediencia civil: ir y cerrar simbólicamente esa mina. Durante la marcha, la policía federal, sin orden de cateo, allanó en Ciudad Juárez una oficina de una organización de derechos humanos que participaba en la Caravana. Sicilia condenó el acto e interpeló al Presidente, aclarando que la caravana no estaba contra él sino contra su mala política de guerra contra el narcotráfico. Insistió en su disposición de dialogar con quien fuera necesario. En un acto masivo en San Luis Potosí, cuando la gente chiflaba al escuchar el nombre del Presidente Calderón, Sicilia pidió que no se alimentara más el odio.

En Zacatecas la gente repudió la criminalidad y la impunidad. Querían hospitales y no militares y dieron sus testimonios. En Durango pidieron que se castigara al ex-gobernador por sus vínculos con el narcotráfico.

En Monterrey la gente habló de abandono, de temor y de angustia. Dijeron que allí gobernaba el crimen organizado, pues cualquier ciudadano podía ser atacado, secuestrado, desaparecido y asesinado. Ante el desempleo, el crimen organizado reclutaba jóvenes y el gobierno callaba. Allí, Sicilia propuso un acto de resistencia civil: marchar a la procuraduría estatal y exigir a su titular atender los casos que se le expusieran a las autoridades. Se hizo y prometieron que en un mes habrían resultados.

En Torreón hubo quejas porque el Estado se desentendía de buscar a los desaparecidos, argumentando sin pruebas, que eran criminales. Cuando la caravana pasó por la ciudad de Chihuahua hubo otro acto de resistencia civil: Sicilia colocó una placa en honor de la luchadora por los derechos humanos, Marisela Escobedo, asesinada impunemente frente al palacio de gobierno por exigir el esclarecimiento del asesinato de su hija y reclamar porque el asesino confeso fue liberado. El 10 de junio el consejo regional wixrárica (huichol) decidió adherirse a los puntos de la Caravana en la lucha en contra de la impunidad y la corrupción y contra las empresas mineras que quieren destruir uno de sus sitios sagrados.

EN CIUDAD JUÁREZ:
NUEVE MESAS DE DEBATE

Después de siete días de un recorrido de miles de kilómetros, la caravana llegó a la castigada Ciudad Juárez. Allí denunciaron tantas muertes sin que se aprese a los culpables y tantos años de feminicidios. Se instalaron mesas de trabajo y en una asamblea plenaria conclusiva fue aprobado y firmado un documento llamado Pacto Ciudadano por la Paz con Justicia y Dignidad.

El documento enfatiza que la guerra contra el narcotráfico es contra el pueblo, que ha dejado unos 10 mil desaparecidos y ha costado la vida a 40 mil personas, en su mayoría jóvenes. Plantea que este movimiento es un proceso ciudadano de resistencia y de propuesta, diverso y organizado horizontalmente en torno al problema de la violencia que lastima a la nación. Expresa demandas, reclamos y propuestas sociales, emplazando a los poderes formales y fácticos, no porque se les tenga confianza ni se les legitime, sino porque están obligados a responder a ese emplazamiento ético.

En la mesa número uno se discutió el tema “Verdad y justicia desde las víctimas”. Entre sus exigencias: una ley que proteja a las víctimas y a sus familias, cuerpos policiales eficientes y el fin a la corrupción y a la impunidad. Entre las acciones de resistencia que acordaron: plantones, monitoreos y exigencia ética a los medios de comunicación.

La mesa dos exigió el fin de la estrategia de guerra. Demandan desmilitarizar la policía, el regreso de los militares a sus cuarteles, y se oponen a la aprobación de la ley de seguridad que impulsa el gobierno. Apoyan el movimiento de los comuneros michoacanos de Cherán, proponen hacer un foro nacional por la desmilitarización y realizar acciones binacionales denunciando la estrategia militarista, tanto en México como en Estados Unidos.

La mesa tres trató la corrupción y la impunidad. Acordó exigir una reforma judicial y contralorías ciudadanas. Propuso un boicot tributario si no se cumplen las exigencias del Pacto. La mesa cuatro analizó la raíz económica del crimen organizado. Planteó la urgencia de que el gobierno rinda cuentas y gobierne con justicia y eficacia. Propuso foros para discutir la despenalización de las drogas y eliminar el secreto bancario para poder atacar el lavado de dinero.

La mesa cinco examinó alternativas para la juventud y medidas para la recuperación y reconstrucción del tejido social. Demandó sustituir las políticas asistencialistas y potenciar la capacidad organizativa de la sociedad. Proponen ampliar la matrícula en las universidades y aumentar el salario según los índices inflacionarios.

La mesa seis abordó la democracia participativa y representativa. Demandas: que se instituya la consulta popular, el plebiscito, el referéndum y la revocación de mandato, la recuperación de los órganos ciudadanos -como el IFE (Instituto Federal Electoral) y los organismos de derechos humanos- y la promoción de las radios comunitarias. La mesa siete trató el enlace y la organicidad del movimiento. Defendieron que se tratan de un movimiento ciudadano, autónomo e independiente de los partidos, que busca una estructura horizontal. Entre las propuestas, organizar otra caravana hacia el sur del país, impulsar acciones de resistencia civil frente a la elección de 2012 y crear bases de datos de las víctimas.

La mesa ocho discutió la reforma laboral, el desempleo y la alternativa económica. Planteó oponerse a la criminalización de las protestas de los trabajadores, rechazar la reforma laboral que impulsa el gobierno y restituir los derechos laborales.

En la mesa nueve se analizaron los derechos y la cultura indígena, la migración y las alternativas en el campo. Se demanda al Estado mexicano que cumpla todos los acuerdos de derechos y cultura indígena firmados internacionalmente, que reconozca la posesión ancestral de los pueblos indígenas, que cancele las concesiones mineras que afectan tierras indígenas, que respete la autonomía de la comunidad michoacana de Santa María Ostula, y que cree un programa nacional de emergencia alimentaria.

El documento termina diciendo que los ciudadanos y las organizaciones que han suscrito este Pacto lo lanzan a una amplia consulta nacional para su firma.

¿RADICALISMO ESTÉRIL?

La sensación de la mayoría de los participantes fue que habían firmado un pacto elaborado colectivamente. No obstante, Sicilia destacó un día después que lo firmado era sólo un documento preliminar de relatorías y que habría que afinarlo. Criticó que lo firmado tuviera tantos puntos, cuando había que reducirlo a demandas viables. Entre sus objeciones estaba que sería irresponsable retirar de golpe al ejército, pues había sitios como Tamaulipas, en donde mucha gente demandaba su presencia. Resaltando que lo más importante de la Caravana había sido escuchar a las familias de las víctimas de la violencia, y destacó que lo central era la gran solidaridad que había propiciado.

Algunos voceros de Sicilia se quejaron de que personas con posiciones extremistas habían “asaltado” las mesas de discusión, cosa que posteriormente desmintió el poeta. Un periodista escribió que el contenido del Pacto había crecido en Juárez por las demandas de “grupos radicales” que habían tomado el control de las mesas. Según este periodista, los radicales habían convertido interminables relatorías en un pacto que no había sido avalado por Sicilia y su grupo.

La revista “Milenio Semanal” enfatizó que la marcha comandada por Sicilia había estado en peligro de perder lo ganado y de limitar sus alcances, no por la cerrazón del poder, sino por un “estéril radicalismo”; pero que sus principales dirigentes habían retomado las riendas al haber regresado a las seis exigencias planteadas al finalizar la primera marcha del 8 de mayo.

EL POLÉMICO
“REGRESO A LOS CUARTELES”

Uno de los participantes en las mesas de Juárez respondió que las críticas que se hacían al proceso de discusión no tenían sustento. Recordó que el pacto había sido ratificado por la asamblea plenaria realizada en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y había sido firmado por cientos de personas en el Monumento a Benito Juárez y el primero en firmarlo había sido Sicilia.

Lo que más causaba controversia fue la primera exigencia de la mesa dos, que literalmente dice: “Exigimos el fin inmediato a la estrategia de guerra, la desmilitarización de la policía y el regreso del ejército a los cuarteles”, exigencia que fue la más aplaudida tanto en la plenaria como en la lectura del pacto. Y aunque en la mesa dos no se había llegado a un consenso acerca de la inmediatez del retiro de los militares, sí hubo unanimidad en el fin de la estrategia de guerra, en la desmilitarización y en el retiro de los soldados a sus cuarteles. La controversia la provocaba la inmediatez de esa retirada, aunque no se le había puesto plazo.

“ENTRE IGUALES
Y DESDE ABAJO”

Ante las acusaciones de que los radicales se habían apoderado de las mesas de Juárez, la organización pastoral obrera de la diócesis de Juárez emitió un comunicado aclarando que la organización juarense había trabajado arduamente en la construcción del Pacto y que a todos se les escuchó fraternalmente y que los encargados de las relatorías de todas partes del país hicieron esfuerzos por resumir. Calificaron el pacto como un acuerdo entre iguales de abajo, sin profesionales en la organización de eventos.

El Frente Plural Ciudadano y el Centro de Pastoral Obrera de Ciudad Juárez difundieron después otro documento, dirigido a quienes en Juárez habían firmado el Pacto, también a los mexicanos y a la comunidad internacional con similares contenidos. “No hubo ni pretendida ni simulada alteración en las mesas”, decían, exigiendo que cesara el discurso absurdo y engañoso de que las mesas habían sido manipuladas, pues muchos habían sido los testigos de las discusiones y de los acuerdos. Invitaban a continuar el diálogo iniciado en las mesas, en las comunidades, en los grupos y en las ciudades, para dar agenda a los acuerdos y propuestas de forma coordinada. Y terminaban así: “A quienes imponen las decisiones de arriba hacia abajo y de pocos sobre muchos, les decimos que nosotros y nosotras preferimos otras formas, horizontales y democráticas de decidir”.

HABLA EL OBISPO RAÚL VERA

El 19 de junio el obispo de Saltillo, Raúl Vera, declaró que la guerra de Calderón contra el narcotráfico es una farsa que busca crear un perímetro de seguridad para Estados Unidos que incluya el control de los migrantes. El 14 de julio volvió a denunciar que en Coahuila suman cientos las desapariciones forzadas, que los narcotraficantes reclutan niños a los que les dan 1 mil 500 pesos semanales para ser “informadores”, que seguían las ejecuciones y que no hay soluciones porque las autoridades no sólo no hacían nada, sino obstaculizaban y desalentaban lo que hacía la población. El obispo denunció la inoperancia de las instituciones y manifestó su apoyo al movimiento que impulsa Sicilia, que es acompañado por un especialista en desobediencia civil que valoró la reserva moral de la sociedad mexicana.

CALDERÓN: NO TENGO
DE QUÉ ARREPENTIRME

El movimiento por la paz y el gobierno acordaron que el 23 de junio se reunirían a dialogar con la presencia del Presidente de la República. Sicilia insistía en la urgencia de darle voz a las víctimas de la guerra contra el crimen organizado y en llevar a esa reunión sólo los 6 puntos planteados en el Zócalo de la ciudad de México, y no los
70 puntos del documento de Juárez.

Primero se acordó que el acto fuera en el Museo de Antropología, pero a última hora el gobierno impuso que fuera en el Castillo de Chapultepec. Sicilia cedió y se opuso a no dejar entrar a los medios. En la reunión se hizo un minuto de silencio por los fallecidos en el combate al narcotráfico. Sicilia solicitó a Calderón que pidiera perdón por las 40 mil víctimas de la guerra contra el narcotráfico y le preguntó si los consideraba bajas colaterales. Le cuestionó dónde estaban las ganancias de su estrategia y le demandó reconocer que esa estrategia había sido contraproducente. Con vehemencia, Calderón respondió que Sicilia estaba equivocado, y que él no tenía por qué arrepentirse de haber sacado el ejército a las calles, aunque aceptó que el Estado era responsable por no haber protegido a las víctimas. Sicilia solicitó la atención inmediata a casos emblemáticos y la reparación de los daños causados.

Hablaron cinco personas más. Le dijeron al Presidente que no querían más engaños. Tres dieron su testimonio, denunciando que fuerzas federales, militares y policías habían tenido participación en asesinatos y desapariciones. Se acordó tener otra reunión en tres meses.

EL DIÁLOGO: UN LOGRO

Después de la reunión el Presidente volvió a defender enfáticamente sus acciones, reconociendo que el encuentro había sido enriquecedor. Su punto de vista es que la mayoría de las muertes están asociadas a la producción y distribución de drogas, pero dijo que el diálogo mostraba que cuando hay voluntad se comparte la búsqueda de soluciones. Insistió en que su estrategia no es una guerra, sino una lucha contra la delincuencia.

Los organizadores del diálogo consideraron un logro haber sentado a las autoridades a escuchar los testimonios de las víctimas, confrontar a los gobernantes por su complicidad con el crimen organizado y exhibirlos en su incapacidad para aplicar justicia y seguridad. Y se lamentaron que desde el poder el énfasis fue la foto del abrazo entre Calderón y Sicilia.

Las principales exigencias de las víctimas fueron: adoptar un modelo de seguridad ciudadana, presentar inmediatamente a los desaparecidos, crear una ley nacional de víctimas, establecer fiscalías especializadas en feminicidios y desapariciones forzadas, atender los casos paradigmáticos y los de civiles y de policías asesinados, formar un banco nacional de información genética de familias de las víctimas, acatar las resoluciones internacionales de derechos humanos, colocar placas en todas las plazas con los nombres de las víctimas, transmitir en todas las escuelas públicas un video que se entregó con testimonios de la víctimas, proteger a los comuneros de Cherán, a sus bosques y a los lugares sagrados de los huicholes de la minera canadiense, cesar el hostigamiento en Ostula y en comunidades zapatistas, garantizar el derecho al agua de los pueblos de Morelos y desmantelar a los paramilitares en la región de San Juan Copala.

OTRAS CARAVANAS

Sicilia declaró que las víctimas habían ganado aceptación y reconocimiento por parte del Estado, que se había comprometido a atender 25 casos emblemáticos, y a hacer una ley de víctimas. En un segundo encuentro hablarían expertos que mostrarían los fallos en la estrategia en la lucha contra los criminales. A pesar de esto, Silicia juzgó sumamente grave la terquedad presidencial en proseguir con su estrategia.

El movimiento evaluó que el siguiente paso debía vigilar que se cumplieran esas exigencias, trabajar en las comisiones y realizar nuevas movilizaciones. Una nueva caravana iría hacia el sur del país para escuchar y aprender de las experiencias de las comunidades indígenas sureñas.

Al domingo siguiente al encuentro con Calderón, una caravana por la paz, sin la presencia de Sicilia, llegó a la comunidad michoacana de Cherán, que llevaba varias semanas de estar defendiendo comunitariamente sus bosques ante las omisiones gubernamentales. La caravana fue recibida por 3 mil comuneros y se decidió que sería allí la sede del primer encuentro nacional de comunidades en autodefensa.

A finales de junio el movimiento por la paz se reunió con diversas comunidades indígenas en Santa María Ostula para preparar el primer encuentro sobre expresiones comunitarias en materia de seguridad para intercambiar experiencias.

¿QUIÉN GANÓ EN EL DIÁLOGO?

La mayoría de los comentaristas afirmaron que en el diálogo con el gobierno hubo claroscuros. Los afines al gobierno alabaron la capacidad del Presidente para escuchar a sus detractores. Destacaban que toda lucha que no fuera insurreccional estaba obligada a negociar con el gobierno, exigiendo justicia, reparación del daño y modificación de políticas. Insistieron en que los movimientos deben hablar con quien tiene la capacidad de resolver sus demandas. Calificaron de loable que las víctimas hubieran dicho su verdad y reclamado justicia. Según ellos, Calderón se fortaleció con el encuentro.

¿Quién ganó con el diálogo? Calderón mantuvo su estrategia y ganó muchos puntos de aceptación entre la población por haber organizado el encuentro. De acuerdo a una encuesta, a un 85% le había parecido muy bien el encuentro y el 77% dijo que su opinión hacia el Presidente había cambiado después del diálogo. La inmensa mayoría dio por ganador al mandatario.

Comentaristas afines al movimiento señalaron como un gran logro que las víctimas y sus familias hubieran sido visualizadas tanto por el gobierno como por la sociedad. Otros destacaron como un logro que el movimiento hubiera abierto una puerta que el gobierno difícilmente podría cerrar, pues los familiares de las víctimas pudieron reclamarle al gobierno sin ser criminalizados, como suele acontecer. Se derrumbaba así un estado de excepción de facto. También se resaltó la importancia de que, por primera vez, estuvieran cara a cara las víctimas y el poder. Se percibía como otro logro que en su caminar el movimiento hubiera encontrado a los pueblos indígenas con sus planteamientos. Y otro, que Sicilia hubiera optado por el diálogo como una manera de humanizar a las personas del gobierno.

No obstante, había quienes lamentaban que el movimiento se hubiera topado con una ideología autoritaria, a la que
no le importaba la confianza de la gente para gobernarla. El Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia consideró que en ese diálogo quedó claro que el Ejecutivo estaba comprometido con el Ejército y no con los ciudadanos y que se había evidenciado la inamovilidad de la estrategia de seguridad pública. La Academia Mexicana de Derechos Humanos lamentó que el Presidente no escuchara, pensando en la seguridad de las instituciones y no en la de los ciudadanos.

¿TODO SIGUE IGUAL?

De acuerdo con algunos periodistas, Calderón se había mostrado como un Presidente autoritario, había manejado la sesión conforme a sus intereses y las tesis pacificadoras no habían avanzado. Otros periodistas criticaron la obcecación del Presidente, pues había ahondado la brecha entre él y quienes padecen los costos de su mal diseñada estrategia. Entre las críticas, se resaltaba que había sido sólo un acto emocional, recordando anteriores actos masivos en los que el Estado en pleno -Poder Ejecutivo, Judicial y Legislativo- había firmado compromisos que no había cumplido. En esta ocasión no hubo compromisos firmados. Y cuando los ciudadanos esperaban decisiones firmes en torno a la desmilitarización sólo hubo la espera de otro encuentro.

Al interior del movimiento hubo también posturas encontradas en torno a la evaluación del diálogo. Mientras los cercanos a Sicilia lo veían como un importante paso ante la cerrazón gubernamental, donde se había hecho oír la voz de las víctimas, otros expresaban desaliento y mucha crítica al uso mediático que el gobierno le había dado al diálogo. ¿Habría sido sólo un intento fallido por detener la violencia?

Desde Chihuahua, donde hay pruebas de que el Ejército ha desaparecido personas y el Estado es omiso, crecía
la demanda de la desmilitarización. Al interior del movimiento este punto específico era crucial. En Ciudad Juárez se había visto que el Estado mexicano no cumple con su responsabilidad y no da respuestas ante la corrupción y la impunidad que rodean miles de muertes. Para muchos es un peligro denunciar porque con ello se juegan la vida ante las fuerzas armadas. Y también la economía sufre porque los campesinos están acosados directamente por los narcotraficantes y las fuerzas armadas.

Deplorando que el encuentro del 23 de junio que se hubiera decidido sin el concurso de todos, invitaron a Sicilia otras caravanas y a su grupo a volver a las bases del movimiento para instaurar una forma de participación realmente democrática donde todos participen en la toma de decisiones.

YA ES UN GENOCIDIO

La red contra la represión y por la solidaridad, aunque manifestó su apoyo al movimiento de las víctimas, enfatizó que la mayoría de los crímenes habían sido cometidos por cuerpos militares, policiacos y paramilitares. Mientras las Fuerzas Armadas han tenido unas 700 bajas en esta guerra, son miles los muertos y los desaparecidos en las filas del pueblo. Los jóvenes son perseguidos, hostigados, criminalizados y aniquilados. La mayoría de los muertos de esta guerra son gente de abajo y se puede ya hablar hasta de un genocidio.

La red manifestó que se debe desmilitarizar y terminar el hostigamiento a la población y expresó su desconfianza en el de arriba, que comete crímenes de lesa humanidad, proponiendo como salida la autonomía de los de abajo.
Por estos crímenes de lesa humanidad cometidos por las fuerzas de seguridad bajo el mando de Calderón, varias organizaciones pidieron a la Corte Penal Internacional un juicio contra el Presidente de la República de México.

LA VALORACIÓN DE SICILIA

A pesar de todo, Sicilia defendió su actuación y la búsqueda del diálogo llamando la atención de que el país “está roto”. Advertía que a la violencia que sufre México se le añadirá pronto la violencia de las disputas políticas en torno a la sucesión presidencial. Terminar un diálogo con un abrazo no era señal de fracaso. Sicilia dijo que no se arrepentía de ese abrazo porque no significaba claudicación. Haber ido cambiando el lenguaje de la guerra y del dolor encontrando consuelo, demandando justicia, queriendo refundar el país en la lógica de la no violencia y cambiando el corazón de las personas era un gran logro.

Sicilia expresó que el movimiento había logrado romper el monólogo del poder y que ése era el primer paso de un largo proceso. Negar el diálogo era alimentar la violencia. Se quejó de que Calderón hubiera manoteado en la mesa y vio eso como un signo de grave descortesía. Aclaró que en Juárez hubo grupos que lanzaron otras agendas, lo que ponía en riesgo el reclamo de las víctimas y que por eso se había opuesto a integrar esas agendas, insistiendo en que la base de este movimiento es el dolor de las víctimas. Si en Juárez querían que se retirara el ejército, lo podían pedir allí, pero no para todo el país. Informó que los mismos zapatistas le habían recomendado que fuera al diálogo para que después no le reclamaran que no lo había buscado.

¿POR QUÉ DIALOGAR?

Sicilia acudió a Guadalajara a recibir un premio universitario. Allí declaró que el movimiento había impedido que el país se desmoronara y había conseguido que la gente dolida se empezara a unir para exigir lo que les corresponde. Con el movimiento había emergido la reserva moral del país y el diálogo no podría avanzar sin acompañarlo de la movilización y de la presión internacional.

Sicilia dialogó en Guadalajara con grupos de derechos humanos, con defensores de sus pueblos ante la amenaza de ser inundados por una presa y con comunidades eclesiales de base. Estos grupos le dijeron que el gobierno lo estaba usando como válvula de escape, que el Presidente había avanzado en aprobación a costa de Sicilia y que, en el caso del poblado Temacapulín, el poder estaba empeñado en sumir en las aguas de una presa, los pobladores habían dialogado con el gobierno, que no les había hecho caso y que los de abajo necesitaban acudir a asambleas populares para ver qué acciones impulsar.

Sicilia respondió que, aunque estaba por las propuestas de los pueblos indígenas, a este movimiento lo había impulsado el dolor por el asesinato de su hijo y con otros dolidos había visto que si querían que encarcelaran a los que habían matado a sus familiares y los indemnizaran tenían que hablar con los responsables. De ahí, el diálogo: querían con eso tocar el corazón de todos. El movimiento había nacido del dolor, visibilizaba a las víctimas, vinculaba a las familias destrozadas, permitía salir del miedo y consolarse mutuamente. Sicilia les dijo que el dolor y la ética no eran monopolio de nadie.

Esta visión de Sicilia se apoyaba en el hecho de que Calderón hubiera llamado a los gobernadores a dar respuesta al llamado de las víctimas de la violencia. El Presidente les dijo que el diálogo le había permitido evaluar críticamente muchos aspectos de su estrategia. Posteriormente, la Convención Nacional de Seguridad Pública acordó abrir un fondo de la conferencia nacional de gobernadores para garantizar becas a jóvenes entre 15 y 20 años para incorporarlos a los sistemas educativos y a una bolsa de trabajo. Otro hecho positivo fue que el grupo que asesinó al hijo de Sicilia y a sus amigos fue apresado. El poeta exigió que los demás casos tuvieran un tratamiento similar y que la operatividad y prontitud con la que se había trabajado en su caso fuera para todos los ciudadanos que estaban padeciendo iguales realidades.

El movimiento demandó también un diálogo con el Poder Legislativo y con el Poder Judicial. Aunque el Legislativo aceptó, daba largas. Sicilia advirtió que si no mostraban disposición a dialogar llamaría a una movilización nacional
para sentarlos a escuchar las demandas ciudadanas para una reforma política que dé instrumentos a los ciudadanos para poner límites a los poderes formales.

¿CÓMO CARACTERIZAR
ESTE MOVIMIENTO?

Hay académicos que señalan que el movimiento por la paz está entre su consolidación y su evaporación y aunque todo incierto, podrá sobrevivir. Otros apuntan que si el Presidente se fortaleció con el encuentro, también el movimiento por la paz lo hizo.Tanto el gobierno como el movimiento se habían reconocido como interlocutores.

Sicilia ha tocado las fibras de una sociedad que intenta dar sentido a una amalgama de dolores y agravios. Pese a ser incipiente, este movimiento es el más importante en México en los inicios del siglo 21.

Se trata de otro tipo de movimiento, diferente a los acostumbrados. No hay que exigirle lo que no puede dar. Se trata de un movimiento de víctimas que apelan al sentido humano y a la conciencia ética. Lorenzo Meyer sintetizó lo que veía medular en el movimiento: ha nacido impulsado por un poeta católico cuyo hijo ha sido una víctima más de la creciente violencia. Ha hecho confluir a muchas organizaciones civiles y a individuos hartos de la inseguridad. Sin recursos y con muchas tensiones internas ha conseguido organizar dos caravanas, reuniendo cientos de testimonios de víctimas de la violencia. También ha conseguido plantear demandas y propuestas. Según el periodista Luis Hernández, no se trata de un movimiento social sino de una movilización de víctimas acompañadas por un fenómeno de solidaridad colectiva.

En el movimiento hay dos tendencias. Una propugna por el diálogo con el gobierno como vía necesaria para que las víctimas encuentren justicia. Otra plantea que hay que hacer búsquedas desde abajo y al margen del Estado. Una quiere que el poeta se convierta en su líder. Y otra se resiste a ser dirigida y demanda decisiones desde la horizontalidad.

Es relevante que el movimiento desatado por Sicilia abriera expectativas a otros movimientos para incluir en él sus agendas. Pero este nuevo movimiento no puede cargar con otras agendas. Cada movimiento debe movilizarse
por sus propias agendas, aunque buscando convergencias. Más allá de estas tensiones, el movimiento contra la guerra calderonista ha logrado irrumpir. Un atento examen demuestra que se trata de esa clase de movimientos novedosos que van erosionando el sistema imperante.

INVESTIGADOR DE CIESAS OCCIDENTE. CORRESPONSAL DE ENVÍO EN MÉXICO.

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