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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 333 | Diciembre 2009

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Nicaragua

Qué suma, qué resta, cómo multiplicar, quién divide

Los fines de años exigen balances. No son fáciles en Nicaragua donde tantas cosas en la política son tan volátiles. Hagamos un esfuerzo valiéndonos de las reglas básicas de la aritmética aplicadas a algunos de los últimos acontecimientos y a algunas de las tendencias que observamos en el año que termina.

Equipo Nitlápan-Envío

En agosto de 2008 y en León el gobierno atacó a una manifestación opositora con una agresividad desmesurada, impidiéndola. Desde entonces, no dejó de aplicar esa misma política de “guerra preventiva”: con fuerzas de choque a veces encapuchadas y siempre armadas de piedras, garrotes o morteros abortó cualquier movilización callejera de descontento opositor por pequeña que fuera o antes de que surgiera, con el argumento de que “las calles son del pueblo” y que “pueblo” son sólo quienes apoyan al FSLN.

Después de más de un año de violencia intimidatoria de ese tipo, ante la cual la Policía Nacional no actuaba, y venciendo los obstáculos objetivos de las distancias y los subjetivos del miedo, expresiones de oposición de todo el país lograron marchar por las calles del centro de Managua en la mañana del sábado 21 de noviembre. El gobierno renunció a atacarla. Algo grave pasa en Nicaragua cuando un hecho como éste, normal en cualquier país, aquí se valora como un acontecimiento.

DIEZ DÍAS DE ALTA TENSIÓN

La marcha de la oposición estuvo precedida por diez días de declaraciones y acciones intimidatorias de diversos funcionarios del gobierno, basadas siempre en la misma lógica: las calles son sólo “nuestras”. Desde que la oposición escogió la mañana del sábado 21 de noviembre para expresarse, de inmediato -y como sucedió desde agosto de 2008- los voceros más agresivos del gobierno anunciaron que el FSLN marcharía ese mismo día, a las mismas horas y por la misma ruta.

Como también ha sido habitual durante más de un año, la Policía Nacional permitió campantemente ambas marchas, a sabiendas de las consecuencias. Avanzando los días, los operadores del gobierno iniciaron también una campaña de intimidación soterrada contra los transportistas para que no alquilaran sus buses y ordenaron a los dirigentes territoriales del FSLN que inventaran lo que fuera para que la gente no saliera de sus casas ni de sus departamentos rumbo a la capital.

Para evitar la previsible violencia que esta atmósfera anunciaba, durante una semana, los obispos, las cámaras empresariales, los generadores de opinión y los medios de comunicación clamaron pidiendo sensatez. 48 horas antes del sábado comenzó a bajar la tensión: la Policía solicitó a la oposición que se movilizara por otra ruta y la oposición aceptó, el gobierno trasladó a la tarde su celebración, y la Policía se comprometió, con firmes declaraciones de su Jefa, a cumplir su papel y garantizar la seguridad de todos.

En esas 48 horas Ortega terminó de entender que la marcha iba a celebrarse a pesar de todo, que sería masiva, que intimidando alentaba más la participación y que a la marcha vendrían opositores que “no se iban a dejar”, determinados a responder a la violencia con violencia. En la marcha participaban miembros y dirigentes de lo que fue la Contra.

Ortega razonó y temió: guardadas las distancias, el 21 de noviembre podría convertirse en su 22 de enero, con lo que pagaría un alto costo político si sus fuerzas de choque provocaban. Así valoró su “cambio de táctica” el diputado sandinista del MRS, Víctor Hugo Tinoco, evocando la marcha que ensangrentó el centro de Managua en 1967, cuando Somoza enfrentó con violencia una masiva manifestación opositora.

UN “BASTA YA”

Unas 50 mil personas marcharon durante horas por unos 4 kilómetros del centro de Managua. Protestaban contra el fraude electoral de hace un año, repudiaban la reciente e ilegal resolución judicial que permite la reelección de Ortega y clamaban, de distintas formas, a favor de “la democracia” y contra “la dictadura”, entendiendo, en general, estos conceptos como el derecho a disentir públicamente y el rechazo al rumbo autoritario y excluyente del gobierno. También criticaban el pacto Ortega-Alemán. No era identificable ninguna consigna central, única o unificada. Había indignación, decisión y deseo de desafiar la intimidación gubernamental.

La composición de la marcha fue muy plural: gente de la capital, de los barrios, de clase media y alta, mezclada masivamente con campesinos de todo el país, incluso de zonas remotas, gente mayor y gente joven, banderas de todos los colores: las violetas feministas encabezando, las rojas liberales, las verdes conservadoras, las naranjas sandinistas y, muy mayoritariamente las azulblancas nacionales. El ambiente, alegre, de camaradería, totalmente pacífico y muy desorganizado.

Aunque participaron dirigentes políticos de todos los grupos, nadie seguía a ninguno. No había ni líderes ni seguidores, sino un montón de gente movida por sus preocupaciones y frustraciones, por los efectos de la crisis económica, ansiosa de enviar a Ortega y a su esposa un “basta ya”. En el manifiesto que se leyó al final de la marcha se caracterizó así lo que se repudiaba: “un nuevo modelo de gobierno, que no es más que un triángulo de abuso de poder, corrupción y manipulación de la pobreza”.

OTRA TARIMA ENFLORADA

Unas 100 mil personas -mezcla habitual de simpatizantes incondicionales del FSLN, de beneficiarios de sus programas sociales, de nostálgicos de los años 80 y de empleados públicos de todo el país, voluntarios unos, obligados otros- se reunieron en la tarde-noche en torno a otra más de las gigantescas tarimas enfloradas en donde Daniel Ortega y su esposa -esta vez acompañados de hijos y nietos- se entronizan como dueños de casa. Como siempre, la gente disfrutó de la música testimonial de los años 80 y de los fuegos artificiales y escuchó y aplaudió las palabras del líder. Lo más significativo de su discurso, cargado de más religiosidad que de costumbre, fue la omisión: Ortega no hizo ninguna alusión despectiva a la marcha de la oposición.

Los de la mañana tuvieron más gente que la esperada, a pesar del miedo sembrado. Y los de la tarde tuvieron menos gente de la programada, a pesar de los recursos del Estado invertidos en una celebración claramente partidaria.

No hubo violencia en ninguna de las dos concentraciones, aunque sí la hubo de parte de los del FSLN, y en menor medida de los liberales, con el resultado de dos decenas de heridos y un muerto, cuando las caravanas de unos y otros regresaban de Managua o llegaban a la capital y se apedrearon mutuamente.

OPOSITORES Y DESCONTENTOS

La oposición al gobierno de Daniel Ortega es mayoritaria en la población, como lo demostraron las urnas en 2006 y como lo muestran todas las encuestas. El descontento creciente no está organizado unificadamente bajo ninguna bandera ni bajo ningún proyecto ni bajo ningún liderazgo. La oposición organizada partidariamente permanece fragmentada y son poco confiables las variables adscripciones y declaraciones de muchos de sus líderes, que buscan figureo o candidaturas. En un país con tanto desempleo, ser político es el trabajo más cotizado y el más rentable.

La oposición más organizada partidariamente está en el PLC, pero desde que hace diez años Alemán pactó con Ortega y buena parte de la dirigencia de ese partido se ha beneficiado con cargos y prebendas, negociados y sentencias judiciales favorables, la “oposición” se ha ido quedando sólo en las bases. Esto viene cambiando desde el fraude electoral municipal y van apareciendo poco a poco dirigentes del PLC y diputados del PLC que se distancian de Alemán.

La oposición orgánica desde el sandinismo, el MRS, es aún pequeña y ha recibido los ataques más fuertes del FSLN, porque es al sandinismo crítico a quien más teme Ortega y, por tanto, a quien con más saña ataca. El caso de la persecución contra el poeta Ernesto Cardenal es sintomático de esta tendencia. La oposición liberal que en torno a Montealegre tomó seriamente distancia de Alemán para disputarle el liderazgo del liberalismo, no lo ha logrado suficientemente, y hoy vuelve a acercársele.

EL ACELERADOR

La intención reeleccionista de Daniel Ortega -con una maniobra o truco revestido de resolución judicial- actuó como acelerador de la marcha del 21 de noviembre. Y la marcha de ese sábado ha acelerado la búsqueda de una mayor unidad opositora. También ha echado a volar fantasías: parece desproporcionado el triunfalismo con que algunos hablan de “marcha que presagia la victoria” y, aún mayor, el de los que presentan la coyuntura post-marcha como el “principio del fin” del proyecto Ortega-Murillo.

Tal vez aplicando las cuatro reglas básicas de la aritmética -suma, resta, multiplicación y división- podamos dibujar un panorama más realista de dónde estamos y por qué estamos donde estamos al concluir este año 2009, cuando Daniel Ortega acaba su trienio y se alista para “nuevas victorias”: para no uno sino para varios quinquenios más.

ORTEGA SUMA

A pesar de su arbitrariedades e ilegali¬dades en todo lo referido a institucionalidad democrática, derechos civiles y gobernabilidad, Daniel Ortega mantiene cohesionada a su base electoral y goza de la aprobación de un buen porcentaje de la población. En la última encuesta de Cid-Gallup dice simpatizar con el FSLN el 34%, un mismo porcentaje está de acuerdo con que Ortega se reelija y tiene una opinión favorable de Ortega un 44%. Todo esto, a pesar de que el 61% opina que el país “va por el camino equivocado”. Es decir, que aunque no suma mucho, tampoco resta y algo crece. El PLC, rival tradicional del FSLN, tiene sólo un 18% de simpatías.

Lo que le resta más apoyo a Ortega es su proyecto reeleccionista. Ortega está restando también, porque aun sin guerra y sin servicio militar, está despertando fantasmas y demonios de los años de la guerra con discursos desfasados y actitudes confrontativas. Y la libre circulación de fantas¬mas y demonios es siempre peligrosa.

FMI: BUENAS NOTAS

No yéndole mal en su base de apoyo político, el gobierno de Daniel Ortega ha sumado legitimidad a su proyecto económico con las buenas notas con que pasó el examen del FMI que revisó el programa económico trianual que mantiene con Nicaragua.

Después de meses manteniendo a Nicaragua en stand by, el FMI le dio por fin el visto bueno al presupuesto 2010 que el gobierno le presentó y volvió a respaldar la administración macroeconómica que hace el equipo de Ortega. Esto significa también suma financiera: millonarios desembolsos de recursos de las instituciones multilaterales -Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo- y de la cooperación bilateral de varios países que se guían por las señales que les envía el FMI. Ya han comenzado a llegar al país esos recursos.

Para cerrar el importante déficit fiscal que tenía en el presupuesto 2010 -por la crisis económica, por el corte de ayuda internacional debido al fraude electoral y por el impasse en que el FMI tenía a Nicaragua-, el gobierno planteó en agosto una ley totalmente nueva a la que llamó Concertación Tributaria y que con 319 artículos significaba un cambio drástico desde inicios de 2010 en la tributación: aumentando impuestos, sumando a nuevos contribuyentes y complicando excesivamente la recaudación. Después de dos meses en que sobró la polémica desde la oposición y faltó voluntad desde el gobierno para explicar con claridad lo que pretendía hacer, Ortega tuvo que dar marcha atrás.

POLÉMICAS REFORMAS FISCALES

La anunciada Concertación Tribu¬taria era técnicamente inviable en tan corto tiempo y por el volumen de los cambios propuestos. Y era excesivamente recesiva. El gobierno tuvo que congelar el proyecto y a cambio planteó una docena de reformas parciales a la vigente Ley de Equidad Fiscal. Este “paso atrás” fue acordado en consenso y a puertas cerradas en un par de reuniones que mantuvo la pareja presidencial y miembros de su equipo económico con los máximos representantes del gran capital nacional, banqueros y el presidente de la gran empresa agrupada en el COSEP.

La docena de reformas a la Ley de Equidad Fiscal han sido tan polémicas, cuestionadas y criticadas como la voluminosa Concertación. El 45% de lo que el gobierno espera recaudar -unos 50 millones de dólares- está basado en el pago del IPM (Impuesto del Pago Mínimo), que será del 1% sobre las rentas brutas de cualquier empresa, sea cual sea su tamaño y sean cuales sean sus ganancias. Aunque todos los expertos coinciden en que las reformas son “menos malas” que la nueva ley que se pretendió imponer, se consideran recesivas. También es cierto que, aunque mantienen la inequidad de nuestro sistema tributario. obligarán por fin a muchos grandes empresarios a contribuir más a las finanzas públicas.

¿Cuánto más? El experto fiscal Julio Francisco Báez destaca lo que considera insólito de estas reformas: “Fueron redactadas por la gran empresa y por el gran capital, que ahora es socio del gobierno, y eso se refleja en que no se tocaron las exoneraciones, los bancos no salieron afectados y los privilegios que ya tenía la Bolsa Agropecuaria son ahora mayores”.

El economista de la Coordinadora Civil , Adolfo Acevedo señala que el centro de las reformas es el IPM, que el gobierno tuvo que reducir del 2.5% pretendido al 1%, todavía alto. Para Acevedo, “la aplicación de este gravamen es el resultado, tanto de las innegables limitaciones que enfrenta la administración tributaria, como de la reiterada ausencia de voluntad política oficial para reducir la evasión y ampliar la base gravable del impuesto sobre la renta empresarial eliminando exenciones y exoneraciones”.

Considera que el sistema tributario seguirá siendo regresivo y falto de equidad, por el trato preferencial a las rentas del capital sobre las rentas del trabajo. Señala Acevedo que no se tocaron las exoneraciones -ni siquiera las otorgadas a los sectores no productivos-, recordando que ya en marzo y abril de este año el Ministro de Hacienda aceptó resignado que detrás de muchas estaban grupos de gran poder e influencia.

Concluye Acevedo: “Es la eterna historia de nuestro sistema tributario: donde existe un grupo con influencia, con total seguridad encontraremos un tratamiento especial. Queda entonces claro que el gobierno se resistía -y se resiste- a tocar los privilegios tributarios de los sectores verdaderamente más pudientes, y a gravar sus rentas de la misma manera y con el mismo rasero con que grava las rentas de los asalariados”.

Aunque el “paso atrás” del gobierno en su inicial y ambiciosa ley tributaria es un retroceso financiero -recaudará menos que los montos que planteaba el proyecto original-, no es un retroceso político. Daniel Ortega se presenta ahora ante los poderes económicos del país como flexible y dialogante. Y logró fácilmente los votos requeridos para aprobar el presupuesto 2010 y estas polémicas reformas.

LO PEOR: LA CRISIS

Lo que más le resta al gobierno es la propia crisis económica, sombra que se cierne sobre todo el país y que está afectando a todos. El presupuesto para 2010 está basado en un ajuste típicamente fondomonetarista y responde plenamente al modelo neoliberal. Por esto, los importantes recortes que en salud y educación y en proyectos de inversión pública y de carácter social trae, se comenzarán a sentir con más fuerza en los próximos meses. Sumarán descontentos y frustración, caldo de cultivo para que la mayoría que se opone a Ortega, sin identificarse con ningún partido ni con ningún liderazgo, tal vez se radicalice y tal vez se organice.

Pero si la crisis restará, la crisis también estará bastante paliada. La compensa la ayuda venezolana, privatizada por el gobierno a su favor y para promover el clientelismo partidario, ya orientado a la reelección de Ortega en 2011. Alivian también la crisis los organismos multilaterales, que siguen confiando en el gobierno de Nicaragua. Y también la modera la cooperación europea, que continúa financiando nu¬merosos proyectos sociales del gobierno. La ayuda del Grupo de Apoyo Presupuestario (GAP), congelada a causa del fraude electoral era sólo una modalidad de la ayuda europea, y no representaba más del 15% de toda la ayuda externa que recibe el gobierno de Nicaragua.

Es importante tener esto en cuenta para quitarle “grasa” al nuevo comunicado oficial que hicieron llegar el 23 de noviembre al gobierno nicaragüense los cancilleres de los 27 Estados miembros que integran la Unión Europea , expresando de nuevo su “preocupación” por el rumbo del país, en esta ocasión por el procedimiento usado para permitirle a Ortega la reelección. No cuestionan la reelección en sí, sino la forma con que ésta fue impuesta. Y siguen financiando proyectos sociales. Aunque preocupados, continúan comprometidos con ayudar a Nicaragua.

“LO QUE OBSERVAMOS...”

La cooperación que recibe Nicaragua no es sólo la bilateral oficial de los gobiernos. Hay muchas otras vías. Hay muchos hermanamientos de ciudades europeas con ciudades y municipios nicaragüenses que promueven desde hace años posibilidades de desarrollo.

Uno de los gestores de esta forma de cooperación confió a Envío sus impresiones. Revelan tal vez algo de lo mismo que ocurre hoy con mucha de la cooperación internacional, de la que tanto depende Nicaragua.

“Lo que observamos -nos dice- es que hay mucha gente buena que, a pesar de todo lo que hace Ortega todavía no consigue separarse del FSLN ni de él. Además, experimentamos que es muy difícil entrar con esa gente en un dialogo abierto, solidario y crítico. Nunca hemos cuestionado nuestro apoyo a la revolución sandinista de los 80 ni hemos dejado de apoyar las luchas de los pobres, pero cuando cuestionamos la penalización del aborto terapéutico, el fraude electoral, la corrupción que hay en el gobierno, la falta de democracia en el Frente, la violación de la Constitución por parte de los jueces sandinistas, tenemos la impresión que nuestros amigos sandinistas aguantan nuestros comentarios sólo como el “precio” que tienen que pagar para recibir nuestro dinero, pero no logramos entrar en un intercambio abierto de opiniones y experiencias”.

UNIDAD FANTASIOSA

Algunos dirigentes y agitadores políticos opositores están hablando de la marcha opositora del 21 de noviembre como del inicio de la unidad de toda la oposición para enfrentar a Ortega en las próximas elecciones, como promisorio anuncio de una incluso rápida, hasta acelerada, multiplicación de esfuerzos, intereses y capacidades, hasta ahora disgregadas.

La coalición de 14 partidos que formó la Unión Nacional Opositora (UNO) en 1989-90 habita en esas neuronas imaginativas o voluntaristas. Al frente de esta fantasía parece haberse colocado Antonio Lacayo, quien fue jefe de campaña de la UNO. Proyectar aquel tiempo sobre este tiempo resulta ilusorio. Fue la presión diaria de la guerra, del servicio militar obligatorio -nada restó más simpatías al FSLN que el reclutamiento forzoso-, y el racionamiento de lo más básico lo que dio combustible a aquella unidad de intereses tan heterogéneos.

Ponerle fin a la guerra y a la crisis económica movió el voto contra el FSLN, incluso el de muchos sandinistas. Nada parecido ocurre ahora. La crisis económica genera emigrantes y las remesas palian la crisis. Y nadie quiere guerra. Seguramente una mayoría descontenta con el rumbo del gobierno prefiere soportar a Ortega que imaginarse que hay que enfrentarlo con una nueva guerra, un escenario intimidatorio que está a menudo presente en el discurso de algunos voceros de la oposición.

Además, no existe hoy nadie con el liderazgo simbólico que tuvo en aquel momento doña Violeta de Chamorro ni tampoco hay un Mariano Fiallos con el equipo por él formado al frente de un Poder Electoral que garantizaba, sin sombra de dudas, la defensa de la voluntad popular.

Ni los espacios ni los tiempos del mundo ni los de Nicaragua se parecen hoy a los de entonces. “Coincidencias tan extrañas de la vida”, como dice la canción, confluyeron y favorecieron lo que veinte años después no está siendo favorecido por ninguna circunstancia similar.

LA MANCHA ROJA

Es importante señalar que la marcha del 21 de noviembre nació, fue convocada y en gran medida organizada por espacios y organismos de la sociedad civil, en los que son numerosos y activos sandinistas que son críticos del danielismo.

Aunque se llamó a los partidos políticos a sumarse a la marcha con sus simpatizantes y se les pidió que no se hicieran presentes con sus colores partidarios, para que fuera una marcha “por Nicaragua”, al final esta orientación fue desbordada por los diversos y a menudo contradictorios intereses de los grupos que se reunieron esa calurosa mañana de noviembre.

El que realmente destacó como partido presente fue el PLC: banderas y camisetas rojas constituían los únicos parches verdaderamente visibles en la manifestación. Algunas de esas camisetas rojas llevaban como lemas Arnoldo viene y Arnoldo 2011.

Aunque no había seguridad de que acudiera, Arnoldo Alemán se hizo también presente al comienzo de la movilización y dio declaraciones, colocándose hábilmente la máscara de un indignado opositor, aunque apenas marchó por las calles.

ARNOLDO ALEMÁN:
EL GRAN OBSTÁCULO

Aunque el liberalismo ha sido tradicionalmente la fuerza opositora al sandinismo, y aunque la unidad de los “vigores dispersos”, requiere indiscutiblemente del PLC, Arnoldo Alemán divide. Ha dividido al liberalismo y no existe factor político que más reste a cualquier intento de unidad opositora que él. No hay nada que más divida a la oposición que la justificada percepción de que Alemán no ha roto su pacto con Ortega y de que es capaz de seguir negociando cargos y prebendas como lo viene haciendo, sin pudor ni rubor, desde hace diez años.

Desde bastante antes de la resolución judicial que habilita a Daniel Ortega para presentarse como candidato a la reelección, el obispo de Estelí, Abelardo Mata -conocido desde hace años por sus propias declaraciones como simpatizante liberal y cercano a Alemán- venía trabajando por unificar al grupo de Alemán y al de Montealegre.

Si el mayor peligro de cualquier proyecto opositor es Alemán, el mayor error de Eduardo Montealegre -aún mayor que su amistosa visita al gol¬pista Micheletti- sería continuar acercándose a Alemán, como ha sido su tendencia en los últimos meses. Aunque ha sido largo y lento el proceso de deterioro del liderazgo de Alemán, Montealegre sólo le serviría de oxígeno y dilapidaría lo que ha conseguido hasta hoy.

Hubo gente que no quiso participar en la marcha porque allí iba a estar Alemán. Y allí iba a estar porque Alemán necesitaba confundirse en aquella multitud como uno más, a sabiendas de que es protagonista responsable de lo que ocurre. Sabe también -y por eso buscaba que aquella masa de gente lo acuerpara- que es creciente la conciencia, entre los ajenos, y sobre todo entre los suyos, de su complicidad en el fraude electoral municipal, que hizo perder al liberalismo decenas de alcaldías. Quien mejor sabe de esto es Eduardo Montealegre.

SANDINISTAS Y CONTRAS

Una de las claves más interesantes y novedosas de este momento político es el distanciamiento que del liderazgo de Alemán están experimentando las bases rurales del PLC. Por una parte, Alemán está dejando de ser referente confiable de ese antisandinismo que pervive en las zonas que vivieron la guerra de los años 80 y en los grupos de la Contra que protagonizaron el enfrentamiento militar cuando Daniel Ortega tuvo su primera oportunidad como Presidente de la República. ¿La diferencia entre sandinismo y danielismo comienza a calar también en esas zonas, tradicionalmente liberales, antisandinistas y familiarizadas con las armas?

Significativa en ese sentido fue la reunión bilateral que en la víspera de la marcha del 21 de noviembre tuvieron varios dirigentes sandinistas del MRS -entre ellos la comandante guerrillera Dora María Téllez y el ex-coronel del Ejército Hugo Torres- con varios miembros del Consejo de Comandantes de la Resistencia Nicaragüense, que hoy critican la conducta política de Alemán y respetan el sandinismo del MRS.

Según Téllez fue una reunión inimaginable hasta hace poco, que expresa lo que está ocurriendo en muchas zonas rurales y que estuvo basada en la compartida preocupación entre ambos grupos, enfrentados militarmente hace unos años, de que la actual lucha opositora contra el gobierno de Ortega derive en aquel conformismo acrítico que imperó en tiempos de la lucha contra la dictadura somocista y que se expresaba en aquello de “después de Somoza cualquier cosa”.

“Hemos hablado del pasado en el que nos enfrentamos y del futuro que debemos construir y estamos de acuerdo en que así no puede ser -dice Téllez-, en que después de Ortega no vale cualquier cosa”. Se trató de un primer paso en un proceso de aproximación que podría multiplicar esfuerzos entre los dos grupos que más teme Ortega en la oposición: el de los sandinis¬tas no danielistas y el de los contras no alemanistas.

Según el ex-comandante de la Resistencia, Guillermo Miranda, son a estos dos grupos, más que cualquier otro partido político, a quienes les corresponde “garantizar que no se instale una nueva dictadura en Nicaragua”.

¿INCLUIR A ALEMÁN?

En este confuso contexto de construcción de un proyecto alternativo al de Ortega, una de las señales más preocupantes es la ya visible aceptación del liderazgo de Alemán para su inclusión dentro de una coalición opositora. La sugirieron en el Departamento de Estado en Washington y en un foro convocado por el Diálogo Interamericano, el propio Antonio Lacayo y el ex-embajador de Ortega en Washington Arturo Cruz jr.

Cruz, resignado ante el poder caudillesco que conserva Alemán, le atribuyó el éxito de la marcha del 21 de noviembre por las bases rurales que el PLC llevó a la movilización. Eduardo Montealegre -quien también estuvo en estas reuniones- planteó aceptar a Alemán como “interlocutor obligado”, por la necesidad que existe en nuestro país de mezclar “las viejas tradiciones de la política caudi¬llesca con la modernidad política que abrazan nuevos liderazgos”.

Nada más conveniente a los intereses de Ortega que esa “mezcla”, que una polarización electoral entre él y Alemán. Nada más favorable al proyecto de Ortega que ese bi¬partidismo FSLN-liberalismo, promovido por ambos desde el pacto de 1999. Nada más útil para que el FSLN destruya cualquier intento de unidad que la inclusión de su socio Alemán en el bloque opositor.

PRIMER RESULTADO CONCRETO

Ortega iba a ser habilitado para presentarse como candidato presidencial con los votos de algunos de los diputados del PLC que le iba a garantizar Arnoldo Alemán. El que Ortega apresurara las cosas y eligiera el atajo de una polémica resolución judicial, sin avisar a su socio, sorprendió a Alemán y lo despojó de uno de los espacios negociadores con el que contaba. Después de esta estocada, Alemán necesita oxígeno. Otros se lo dan y él se lo busca.

Desde el fraude electoral de 2008 y aún más desde esa resolución judicial, Alemán ha extremado su retórica antisandinista, mantiene programas radiales y televisivos buscando cohesionar a sus bases y vendiéndose como fogoso líder de una próxima unidad opositora.

Se ha visto también forzado a respaldar lo que, hasta el momento, es el único resultado concreto que ha sumado a toda la oposición y que podría multiplicar su influencia: el compromiso asumido el 19 de noviembre entre la sociedad civil y una mayoría de los diputados que no son del FSLN para no reelegir en los próximos meses a ninguno de los diez magistrados del Consejo Supremo Electoral, proceso que toca desarrollarse entre febrero y junio de 2010 en la Asamblea Legislativa, al concluírsele su período a los actuales magistrados.

Mientras el recién creado bloque opositor propone elegir a personas idóneas y honestas para estos cargos para garantizar que no haya otro fraude en el 2011, el FSLN ya anunció que propondrá la reelección del magistrado-presidente del CSE Roberto Rivas, el más cuestionado de todos, por su incondicionalidad con Ortega y por su opulenta vida privada.

¿UN CAMBIO PROFUNDO
O UN LIMBO?

El objetivo de este compromiso del bloque opositor es transformar totalmente y a fondo el Poder Electoral, cambiando no sólo a todos los magistrados, sino despidiendo a todo el personal, indemnizándolos, para buscar nuevo personal y recontratar a quienes no participaron en el fraude de 2008.

La sociedad civil suma a ese objetivo una reforma a la actual Ley Electoral, nacida del pacto. El bloque de diputados de oposición-sociedad civil espera recibir de la cooperación internacional recursos para hacer realidad esta iniciativa, ya que asegurar transparencia en las próximas elecciones y cambios de fondo en el Poder Electoral son demandas de la mayoría de los países que cooperan con Nicaragua.

El compromiso del MRS, de Montealegre y de la sociedad civil se extiende a la no reelección, también en 2010, de los magistrados judiciales y de los contralores. No es ése el compromiso de Alemán, que ya dio señales de estara dispuesto a jugar en dos canchas: ha dicho que el PLC no se compromete a eso, y sólo aspira a una “refundación” del Poder Electoral.

Y es que es en la Corte Suprema de Justicia donde está “el centro de operaciones del pacto” y son la Corte y la Contraloría la dos instituciones “donde se ocultan los delitos y donde se dan las negociaciones movidas por los intereses económicos de los dos grupos”, el danielista y el alemanista: así analiza el juego doble de Alemán el sandinista Irving Larios, presidente de la Federación de ONG.

En cualquier caso, los diputados opositores, ahora reunidos en torno a esos importantes compromisos, no suman los 56 votos necesarios para elegir a ningún magistrado, por más idóneo que sea. Los más consecuentes se han comprometido entonces a no elegir a nadie, lo que dejaría al Poder Electoral en un limbo y a la Corte Suprema con menos miembros. El limbo significaría una gran crisis política en un país donde se respetan las instituciones. Pero en Nicaragua, ese limbo seguramente le abrirá a Ortega una excelente oportunidad para comprar votos y voluntades, ofrecer prebendas, hacer algún otro truco en la Corte y volver a negociar con Alemán.

¿LA CONTRADICCIÓN PRINCIPAL?

Mucho insisten los más optimistas en que el proyecto de unidad opositora en que el cemento de esa unidad es el deseo de democracia del pueblo nicaragüense. Añaden que la principal contradicción actual en Nicaragua ya no es derecha-izquierda, sino democracia-dictadura y que la polarización sandinismo-antisandinismo ya no existe.

¿Es así realmente? ¿No será más prudente, y hasta ético, empezar a ponerle algunos apellidos a la derecha y a la izquierda y afirmar que en Nicaragua sí hay, siempre ha habido, una contradicción nunca resuelta entre derecha e izquierda, que no sólo nos llevó a dos guerras, sino que ha frustrado un mínimo consenso nacional para forjar eso: la nación que aún no somos?

Otros, menos optimistas, resaltan que la actual principal contradicción es doble: se da entre una derecha autoritaria (alemanismo) enfrentada a una derecha democrática (grupo de Montealegre), en contradicción con una izquierda autoritaria (danielismo) enfrentada a una izquierda democrática (sandinismo).

¿No será necesario dilucidar qué significan realmente esos apellidos en la Nicaragua actual, tanto para que la gente que respalda a Ortega como para la que se le opone aún sin rumbo claro entiendan mejor lo que sucede? ¿No será urgente explicitar mejor los contenidos de esos cuatro proyectos en pugna, si es que son cuatro realmente, y definir mejor el nivel de esas pugnas?

ADIÓS, 2009

Terminamos 2009 caminando, sí, marchando, sí, pero hacia un horizonte aún oscuro, difuso y confuso. Al término de la jornada del 21 de noviembre, Violeta Granera, del Movimiento por Nicaragua, leyó el llamado Manifiesto de Managua. De ese extenso texto, queremos rescatar las frases que hicieron recuento unitario del precio en vidas que hemos tenido que pagar en otros momentos de nuestra historia reciente, cuando también el horizonte se desdibujaba.

Lo que está sucediendo hoy en el país -dice el Manifiesto- “significa la negación de las históricas aspiraciones democráticas del pueblo de Nicaragua. Significa un desprecio vergonzoso de los miles de muertos de las últimas décadas. Un desprecio de las más de 50 mil víctimas de la época somocista, de los 15 mil muertos del Ejército Popular Sandinista, de los 13 mil combatientes caídos en la Resistencia Nicaragüense y de los miles de hermanos nicaragüenses que para sobrevivir han tenido que emigrar de nuestra patria, todos ellos, héroes vivos o muertos, algunos conocidos, la mayoría anónimos…”

Esperamos que todas esas semillas caídas en tierra -mejor llamarles simientes que héroes- den fruto y abonen un mejor futuro, el que al iniciar el último año de la primera década del siglo 21 aún nos cuesta imaginar.

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