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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 252 | Marzo 2003

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El Salvador

El potencial de la comunidad de “allá” para despolarizar la política de “acá”

La comunidad salvadoreña residente en el exterior contribuye, con las remesas, a sostener la economía del país. Lo que aún no ha explotado esa comunidad es el potencial político de este poder económico. ¿Por qué no un nuevo partido, autónomo de ARENA y del FMLN, que vincule y una creativamente a los de “allá” y a los de “acá” ? Esto podría despolarizar al país y abrir una ruta al desarrollo.

Revista ECA UCA El Salvador

Es comúnmente aceptado, aun cuando no se cuenta con un censo, que el 25 por ciento de la población salvadoreña reside en el extranjero. Los dólares que esta población envía a sus familiares que se quedaron en El Salvador, constituyen un soporte indispensable para la economía nacional. Pero tampoco se conoce con exactitud la magnitud de estos envíos.


El registro del banco central no incluye el total de dólares enviado desde el exterior, pues una parte de ellos llegan a los de “acá” a través de redes informales. Existe fundamento para sospechar que el total de las remesas es superior al registro del banco central.

La población salvadoreña organizada y residente en el exterior, en especial en Estados Unidos, financia proyectos de desarrollo local, en las zonas más diversas de El Salvador, un fenómeno menos conocido, pero no por eso menos real. Es así como la ayuda económica enviada por las comunidades salvadoreñas existentes en Estados Unidos ha hecho posible la construcción o la reconstrucción de escuelas, clínicas, calles, parques, viviendas, etc.

Miles de familias salvadoreñas tienen acceso a aparatos electrodomésticos y teléfonos, y sus condiciones de vivienda, alimentación y vestimenta han mejorado, gracias a la ayuda de sus familiares residentes en Estados Unidos.

La música, la televisión y el cine en el hogar no sólo han ampliado la visión del mundo a no pocos salvadoreños, sino que, además, han creado nuevas expectativas respecto al estilo de vida que les gustaría llevar. La importancia demográfica, económica, social y cultural de los miles de salvadoreños y salvadoreñas residentes fuera de las fronteras nacionales es evidente.

Estos hechos ya son lugar común, aun cuando todavía no hayan sido estudiados de una manera sistemática. Existe, sin embargo, otra dimensión desde la cual puede examinarse la emigración salvadoreña y sobre la cual poco o nada se ha dicho hasta ahora.

Es un ámbito de la realidad nacional en el cual la población salvadoreña residente en el exterior ha venido incidiendo desde hace algún tiempo y al cual puede aportar todavía más para intentar que la sociedad supere la polarización política, en la que se encuentra aprisionada. A nadie escapa que la polarización, sin ser el problema principal del país, se ha constituido en un obstáculo que entorpece no sólo la búsqueda de soluciones a los problemas más importantes que aquejan a la mayoría de la población salvadoreña, sino incluso la mitigación de sus consecuencias más graves. ¿Qué puede decirse, entonces, del influjo potencial de la población salvadoreña residente en el extranjero para despolarizar la política nacional?

SALVADOREÑOS EN EL EXTERIOR: PARTICIPACIÓN POLÍTICA

La participación política puede ser entendida como la búsqueda de los medios para influenciar el proceso de toma de decisiones vinculantes o la implementación de éstas. Por lo tanto, la participación no se reduce a emitir un voto el día de las elecciones. Ésta no es más que una de varias formas de participación. En los regímenes democráticos, el sufragio es la forma emblemática de intervención en los asuntos públicos. Es la que les otorga legitimidad a las autoridades elegidas. Por eso es importante fomentar el voto, cuando se cree en la democracia y se la pone en práctica. Cuando ocurre lo contrario, surgen dudas acerca de la naturaleza democrática del régimen.

En general, si no existen otras formas institucionalizadas para la participación política o simplemente éstas no son utilizadas, la poca concurrencia en las urnas electorales se convierte en síntoma de un déficit de legitimidad, no sólo de las autoridades que se eligen con este mecanismo, sino incluso del régimen político mismo.

Además de votar en las elecciones, existe una diversidad de formas para que los ciudadanos intenten influir en el proceso de toma de las decisiones que los afectan. Ser candidato para ocupar un cargo de elección pública o simplemente disputar una candidatura son otras formas destacadas de tomar parte en el proceso político. Pero existen otras muchas actividades, como influir en la opinión ciudadana sobre los asuntos públicos, ya sea desde los medios de comunicación de masas, ya sea influenciando la opinión de amistades y familiares, contribuir a financiar a un candidato o a un partido, ejercer presión sobre los funcionarios para promover los intereses y puntos de vista propios, tomar parte en una movilización callejera o en un mitin, en una plaza o parque, escribir cartas a los diputados o llamarlos por teléfono para manifestar apoyo o rechazo a determinada decisión o acción legislativa, comentar con las amistades y los compañeros de trabajo los temas de interés público, cabildear en las oficinas públicas, organizar una acción colectiva, negociar con las alcaldías proyectos de desarrollo local, etc. Todas estas son formas, algunas más convencionales que otras, de participación política.

En los últimos veinticinco años de la historia política salvadoreña, algunas de estas formas de participación fueron utilizadas, de manera individual y también colectiva, por los salvadoreños residentes en el exterior. Hubo salvadoreños que formaron parte de la red de organizaciones y movimientos de “solidaridad internacional con el pueblo salvadoreño”, una red promovida y organizada por la izquierda salvadoreña durante su lucha contra el régimen autoritario prevaleciente en el país hasta la finalización del conflicto bélico en 1992.

Asimismo, hubo salvadoreños que participaron en la vida política nacional desde el exterior. Sin embargo, esta participación no fue exclusividad de la izquierda política. Hubo personas y grupos, alineados políticamente a la derecha o en contra de personas y grupos de izquierda, que llevaron a cabo actividades para influir en la política interna del país. Entre ellos se encuentran los funcionarios del servicio exterior salvadoreño y aquellos que promovieron el apoyo a la política contrainsurgente de Estados Unidos en Centroamérica. Cabe recordar también aquí que no fueron pocos los salvadoreños que fijaron su residencia temporal en algunas ciudades estadounidenses, en particular en Miami, desde las cuales trataron de influir en la política nacional. Desde allí algunas personas o grupos apoyaron las actividades locales de los fatídicos escuadrones de la muerte durante los años setenta y ochenta. Otras financiaron las actividades del Partido ARENA, cuando éste todavía no controlaba el Poder Ejecutivo. En otros casos, la participación consistió en influir en la opinión de algunos congresistas estadounidenses sobre la situación interna de El Salvador.

No se trata aquí de hacer una relación exhaustiva de todas las formas de actividad política de los salvadoreños residentes en el exterior, alineados a la derecha. Lo único que se pretende es dejar constancia de que, históricamente, los salvadoreños, tanto de manera individual como grupal, tanto los alineados a la derecha como a la izquierda, han intentado influir en los asuntos internos del país.

Por lo general, los analistas políticos y las empresas mediáticas presentan esta participación como exclusiva de la izquierda o de las personas y los grupos que le son afines. Pero la influencia y la intervención en los asuntos internos de El Salvador también han sido prácticas de la derecha. De ahí que no hayan sido pocos los salvadoreños residentes en el exterior que han contribuido a la polarización política de El Salvador.

Aun residiendo en el exterior, no se han privado de participar en el juego de la izquierda y la derecha local. Su conducta política “allá” obedeció a los vaivenes de la polarización de “acá”. Una vez concluida la guerra e instaurado un nuevo régimen político, por la negociación y la firma de los Acuerdos de Paz de 1992, la participación política de los salvadoreños residentes en el exterior ha adquirido nuevas facetas. Nuevos problemas y nuevos intereses han aparecido, en la comunidad salvadoreña residente en el exterior, en especial, en la que vive en Estados Unidos, donde se encuentra, de manera indocumentada, la mayor parte de los emigrantes.

DE LA CONFRONTACIÓN A LA COOPERACIÓN

Las organizaciones de los residentes salvadoreños documentados en Estados Unidos han asumido como propia la tarea de defender y promover los intereses de sus compatriotas aún indocumentados. Es así como estas organizaciones han entablado diálogo con las autoridades políticas estadounidenses y salvadoreñas. Esta nueva tarea se ha convertido para algunos en una experiencia y en un aprendizaje sobre cómo canalizar las demandas ciudadanas por una vía institucional. Algunas de estas organizaciones se originaron en “el movimiento de solidaridad internacional con la lucha del pueblo salvadoreño”, que se desarrolló en Estados Unidos, en los años ochenta.

En la actualidad, estas organizaciones existen en las ciudades donde residen las comunidades salvadoreñas más grandes. La temática, sin duda, ha cambiado y con ella el tipo de relación con la autoridad estadounidense y salvadoreña. Si antes la actitud de estas organizaciones tendía más a la confrontación, ahora, sin haber abandonado esta actitud por completo, buscan sobre todo la cooperación.

La confrontación con la autoridad estadounidense, demócrata o republicana, como actitud fundamental, no puede sostenerse, a largo plazo, sin perjudicar los intereses de la comunidad salvadoreña, que intentan promover y defender. Por razones similares, a esas mismas organizaciones que defienden los intereses de los indocumentados salvadoreños residentes en Estados Unidos, tampoco les conviene mantener una relación conflictiva con el gobierno salvadoreño. Si lo que se pretende es acumular fuerza para defender mejor y promover con más eficacia la causa de la comunidad salvadoreña “allá”, lo mejor es sumar esfuerzos con la autoridad de “acá”. Así, aun cuando El Salvador sea gobernado por la derecha, las organizaciones que trabajan con los emigrantes salvadoreños residentes en Estados Unidos y, por naturaleza, más afines a la izquierda política salvadoreña, han debido abrirse a la cooperación, sin que ello signifique una subordinación total.

Este hecho, en sí mismo, es una novedad en la actividad política de los salvadoreños residentes en el exterior, sobre todo cuando se trata de organizaciones alineadas a la izquierda. Esto demuestra que la cooperación entre adversarios políticos es posible, cuando “la causa” trasciende los intereses particulares inmediatos.

Por lo general, la cooperación suele abrir paso a la moderación y ésta lleva a disminuir la polarización. Esta problemática ha obligado también al gobierno salvadoreño a cambiar su actitud hacia estas organizaciones, a las cuales, hace tan sólo unos pocos años, consideraba como adversarias o enemigas acérrimas. Lo más probable es que esta actitud nueva no haya sido asumida por completo, pero éste sería un problema del lado gubernamental y no de la comunidad salvadoreña residente en el exterior. Ahora bien, las motivaciones del gobierno salvadoreño y de las organizaciones que velan por los intereses de los emigrantes salvadoreños residentes en Estados Unidos no tienen por qué coincidir.

El gobierno puede estar interesado en defender a la comunidad salvadoreña indocumentada en aquel país porque, dado su gran tamaño, su suerte condiciona el futuro del país de una manera directa.

LOS EMIGRANTES IMPIDEN EL COLAPSO DE LA ECONOMÍA

Según datos oficiales, los cuales pueden ser consultados en la página web de la Dirección General de Atención a la Comunidad en el Exterior, del Ministerio de Relaciones Exteriores, habría en la actualidad más de 2.7 millones de salvadoreños en el exterior. De éstos, 2.5 millones residen en Estados Unidos, la mayoría indocumentada.

De esta comunidad dependen miles de familias en El Salvador. Para muchos, la disminución de su nivel de pobreza se debe, en buena medida, al trabajo de los que se fueron para “allá” y envían dólares a sus familiares que se quedaron aquí. Dada la vulnerabilidad económica y social, en la que vive la mayoría de la población salvadoreña, la cantidad de pobres de El Salvador debiera ser mayor. Pero el éxodo anual de miles de ellos reduce, por sí mismo, el número de los pobres que se quedan en el país. Por lo tanto, el gobierno salvadoreño tiene razones de peso para interesarse más en la dimensión económica de la emigración salvadoreña hacia Estados Unidos que en su dimensión jurídica.

No es que al gobierno salvadoreño no le interesen los derechos humanos de los emigrantes salvadoreños. Es que este interés está subordinado a la dimensión económica del fenómeno, en concreto, a la contribución que la comunidad residente en el exterior hace a la economía salvadoreña. Sin esa contribución, la economía nacional, con toda probabilidad, ya habría colapsado. Desde una perspectiva política, sin ese voluminoso aporte, El Salvador sería, con toda seguridad, otro país latinoamericano ingobernable.

LAS REMESAS YA FINANCIAN DESARROLLO LOCAL

Esta nueva faceta de la incidencia de la comunidad salvadoreña residente en el exterior también se ha desplegado de forma plena en el nivel inferior del gobierno. En la actualidad, varios concejos municipales han encontrado en la comunidad salvadoreña residente en el exterior, en particular, en Estados Unidos, un socio estratégico para promover el desarrollo local. Según los datos de la Dirección General de Atención a la Comunidad en el Exterior, sólo en Los Ángeles existen, por lo menos, 48 organizaciones para proporcionar ayuda directa a El Salvador.

Todas estas organizaciones están integradas por salvadoreños originarios de los municipios más diversos de los catorce departamentos del país. Las asociaciones de estas comunidades salvadoreñas residentes en diversas ciudades de Estados Unidos ya han comenzado a experimentar lo que su organización puede llevar a cabo en sus lugares de origen.

Uno de los casos sobresalientes es el de Intipucá (La Unión). La ayuda de los habitantes de este municipio, residentes en Washington D.C., Maryland y Virginia, hizo posible adoquinar las calles, construir un estadio municipal, ampliar el cementerio, dotar de bancas al templo católico, donar equipo informático al Complejo Educativo Intipucá, introducir la electricidad en algunos caseríos, remodelar los parques, etc.

En algunos casos, la ayuda económica ha llevado a los donantes a influir en el proceso político local, pues su voluntad es la que ha determinado algunas de las decisiones de los alcaldes y sus concejos. Poco a poco se ha ido develando el poder político de esta nueva faceta de la participación de la comunidad salvadoreña residente en el exterior. Así, pues, la ayuda que envía desde Estados Unidos a sus familiares que permanecen “acá” comienza a extenderse a un ámbito nuevo: el financiamiento de proyectos de desarrollo local. Este financiamiento es la llave de la comunidad salvadoreña residente en el exterior para ejercer “presión” sobre las autoridades políticas locales.

REMESAS: REALIDAD ECONÓMICA CON DIMENSIÓN POLÍTICA

Mientras la ayuda no rebasa los términos familiares, el radio de intervención de la comunidad de “allá” se reduce al ámbito de la economía familiar de los de “acá”. Como son miles de familias las que participan en este fenómeno, el hecho impacta la economía nacional. Las oportunidades que se abren para el desarrollo de las familias que reciben ayuda económica, hacen que la acción de la comunidad salvadoreña residente en el exterior se convierta también en un factor de cambio social y cultural.

La ayuda familiar comprende tanto a quien la envía desde “allá” como a quien la recibe “acá”. Es decir, uno o varios familiares residentes en el exterior, sobre todo en Estados Unidos, envía remesas a los parientes que permanecen en El Salvador. De esta forma, la ayuda circula entre parientes. Es cierto que cuando utilizan agencias bancarias o casas de cambio como intermediarios, la ayuda familiar también beneficia a no familiares. No es simple causalidad que algunos bancos salvadoreños hayan abierto sucursales en las ciudades principales de Estados Unidos, donde la comunidad salvadoreña es más grande. De esta manera, ellos también se han beneficiado del envío de las remesas familiares. Con todo, el impacto de la ayuda familiar permanece en el ámbito de la economía. Es un fenómeno económico.

Ahora bien, cuando la ayuda familiar se transforma en ayuda comunitaria aparece la dimensión política del fenómeno. Esta ayuda, al igual que la de carácter familiar, tiene un sentido doble. Es una comunidad salvadoreña residente en Estados Unidos que envía ayuda para el desarrollo de su comunidad de origen. Por lo tanto, se trata de una ayuda de comunidad a comunidad. Los nombres adoptados por algunas de las asociaciones salvadoreñas de Los Ángeles recogen este carácter solidario de las dos comunidades: Comité Pro-Mejoramiento de Tonacatepeque (COMPROMETO), Comité Hermandad Pro-Aguilares (COMILPA), Comunidad Chalchuapaneca Residente en Los Ángeles (CHARLA), Comité de Amigos de Zaragoza, Comité Salvadoreño de Desarrollo El Piche, Adentro Cojutepeque, Sociedad Internacional para el Mejoramiento de Atiquizaya (SIMA/Atiquizaya), Comité de Ayuda San Juan Nonualco (CASAN), etc.

Esta manera de actuar ha resultado ser exitosa, tal como lo atestigua la proliferación de estas asociaciones de salvadoreños residentes en las distintas ciudades de Estados Unidos. Estas asociaciones llevan a cabo actividades diversas para recaudar fondos, los cuales luego son enviados para promover el desarrollo de la localidad que los vio nacer. Estas asociaciones no se encuentran sólo en las ciudades estadounidenses, sino que existen, por lo general, en todas aquellas donde hay una comunidad salvadoreña.
Para confirmarlo basta con echar un vistazo a la página web ya citada, donde aparece una lista impresionante de estas asociaciones alrededor del mundo.

LOS RESIDENTES DE “ALLÁ” Y LAS AUTORIDADES DE “ACÁ”

Las motivaciones y los fines que llevan a la comunidad salvadoreña a crear estas asociaciones en el extranjero son diversas. Algunas veces se presentan como asociación de centroamericanos, dependiendo de la finalidad y de la cantidad de miembros. No todas estas asociaciones tienen carácter comunitario, es decir, sus miembros no siempre proceden de la misma localidad, ni tampoco fueron vecinos.

Lo importante es que, al fin de cuentas, son asociaciones que pueden llegar a tener incidencia en la política interna salvadoreña. Este potencial apenas está comenzando a desarrollarse y a hacerse sentir. Algunas veces adquiere la forma de un contacto esporádico con los representantes consulares, otras veces la actividad es simbólica, cuando se trata de la celebración de las fiestas patrias en el exterior. La última novedad es la organización conjunta de actividades de las comunidades salvadoreña, centroamericana y mexicana en Estados Unidos y Europa. La fiesta de la independencia del 2002 de la comunidad salvadoreña residente en Milán fue destacada por la prensa nacional. Con todo, son las comunidades salvadoreñas residentes en Estados Unidos las que más se destacan, en cuanto a la posibilidad de transformar su participación en la política nacional.

Las diversas asociaciones salvadoreñas de los residentes “allá”, poco a poco, empiezan a incursionar en la gestión de las autoridades municipales de “acá”. A veces, canalizan ayuda destinada a comunidades de los cantones: para San Jerónimo, cantón del municipio de Metapán; La Labor, del de San Sebastián (San Vicente); El Piche, cantón del municipio de El Carmen (La Unión).

El destino de la ayuda está en relación directa con el origen de los asociados. Según sea la ayuda económica que canalizan así es su poder de negociación con la autoridad municipal. No se trata tanto de la cantidad de dólares que puedan recaudar y enviar a su comunidad de origen, sino de lo que dicha ayuda representa, en términos relativos. La ayuda puede ser pequeña, en términos absolutos, pero muy importante, en relación con el número de habitantes de la localidad beneficiada. De esta manera, la ayuda económica, enviada y recibida, en estos términos, se constituye en fundamento para una relación política, cuando los interlocutores son, por un lado, la comunidad de “allá” y, por el otro lado, la autoridad municipal de “acá”.

Ya es común que los alcaldes de las comunidades de “acá” sean visitados por “delegaciones” de la comunidad de “allá”, de alguna comunidad salvadoreña residente en una ciudad estadounidense, o hayan tenido que viajar “allá” para “negociar” más ayuda para “acá”.

ARENA Y EL FMLN BUSCAN SACAR PROVECHO

Es evidente que las comunidades salvadoreñas residentes en el exterior tienen potencial político, el cual, a su vez, puede ser explotado por los políticos locales. Así lo ponen de manifiesto los esfuerzos de ARENA y del FMLN para establecer vínculos con ellas.

ARENA incluso modificó sus estatutos en 2001 para crear un nuevo sector partidario que se sume a los siete ya existentes. El octavo sector es el de los salvadoreños en Estados Unidos. ARENA ha contratado personal para movilizar a esta población y buscar apoyos para su proyecto político
desde “allá”.

El FMLN, por su parte, también compite por hacerse de seguidores entre la comunidad salvadoreña residente en Estados Unidos. Cuenta con alguna experiencia, pues algunas de las organizaciones más antiguas que en la actualidad trabajan en el campo de los derechos de los emigrantes salvadoreños “allá”, nutrieron sus filas con miembros o simpatizantes del FMLN, quienes tuvieron que salir al exilio político. El FMLN busca apoyo en las redes de solidaridad que creó “allá”, en la década de los ochenta.

Esta intromisión de los dos partidos políticos principales en la vida de la comunidad salvadoreña organizada residente en Estados Unidos, es lógica desde el punto de vista de la disputa política de “acá”. Por un lado, esa comunidad puede convertirse en una fuente de financiamiento importante para su actividad política “acá”. Por otro lado, esa comunidad es también un potencial para financiar los proyectos de desarrollo de las municipalidades que cada uno de esos partidos controla.

Es cierto que esa ayuda económica destinada, en primer término, al desarrollo local favorece a la comunidad local, pero no es menos cierto que, al final, también contribuye a fortalecer al partido mismo. Los partidos políticos, en cuanto instituciones, están más interesados en su reproducción que en los beneficios que puedan proporcionar a una determinada comunidad. Es más, este beneficio termina siendo un subproducto de sus esfuerzos por fortalecerse. Anthony Downs, politólogo estadounidense, dijo hace ya muchos años, en su “Teoría económica de la democracia”, que los partidos no buscan el poder para llevar a cabo políticas públicas, sino lo contrario. Prometen o ponen en marcha políticas públicas para llegar al poder o para mantenerse en él.

ARENA LLEVA VENTAJA

Una consecuencia directa de esta intromisión es que la polarización política en la cual estos dos partidos tienen sumergida a la sociedad salvadoreña “acá” está siendo trasladada a la comunidad salvadoreña residente “allá”, en Estados Unidos. Al parecer, ARENA lleva ventaja al FMLN en este esfuerzo, pues cuenta con el apoyo de las empresas mediáticas, las cuales se esmeran por contar entre su audiencia a la comunidad de “allá”. Los productos de la televisión, la prensa y la radio de “acá” son exportados a la comunidad salvadoreña de “allá”. Lejos de ser simples medios de comunicación, cuyo fin primordial fuera poner en contacto a la comunidad de “allá” con la de “acá”, estas empresas mediáticas fabrican y difunden una representación de la realidad nacional acorde con los objetivos estratégicos de cualquier empresa: garantizar la reproducción ampliada del capital invertido y de las condiciones de esa reproducción.

La tarea no es fácil, pues la comunidad salvadoreña de “allá” se origina, justamente, en la huida de las condiciones de la reproducción del capital “acá”, en El Salvador. Por eso, la comunidad salvadoreña residente en el extranjero en general, y en Estados Unidos en particular, desconfía de quienes intentan adularla.

A raíz de los terremotos de 2001, la comunidad salvadoreña residente en el exterior tuvo poder para controlar el envío y la distribución de la ayuda de emergencia que había recolectado para los damnificados. El uso de canales no oficiales para hacer llegar esa ayuda a su destino es un indicio de su sospecha sobre la gestión gubernamental y la de sus allegados. Prefirió las iglesias a los canales oficiales. Las empresas mediáticas, en un intento por evitar verse asociadas con esa sospecha y para mantenerse “inmaculadas”, tuvieron que tomar distancia de la gestión oficial y se vieron forzadas a ponerse al servicio de las comunidades salvadoreñas residentes en el exterior: la de “allá” para localizar y saber de sus familiares y amistades de “acá” y la de “acá” para comunicarse con los de “allá”.

Un servicio loable por cierto. Pero, pasada la emergencia, la mayoría de las empresas mediáticas más importantes comenzó de nuevo a cerrar filas con el gobierno del presidente Flores y su partido. En la actualidad, mantienen su distancia de los órganos legislativo y judicial, pero se muestran complacientes con el poder ejecutivo. Así, mientras construyen y proyectan una imagen negativa de los dos primeros, hacen lo opuesto con éste. Es imposible que en los poderes legislativo y judicial sólo haya vicios, mientras que en el poder ejecutivo sólo se encuentran virtudes.

UNA COMUNIDAD DUAL

En este contexto hay que interpretar también las frecuentes visitas del vicepresidente Quintanilla a la comunidad salvadoreña de Estados Unidos. Sus viajes y sus visitas son tan frecuentes, que se ha llegado a afirmar que los de “acá” somos gobernados por el presidente Flores, mientras que los de “allá” lo son por el vicepresidente Quintanilla. La impresión que predomina es que el vicepresidente vive “allá”, aunque, de vez en cuando, viaja “acá”. La importancia concedida a la comunidad salvadoreña de “allá” la confirma la existencia de una Dirección General de Atención a la Comunidad
en el Exterior.

El gobierno de ARENA tiene claro el potencial económico de esa comunidad. Algunas empresas también lo han comprendido y extienden sus actividades a las comunidades salvadoreñas de “allá”. Algunas venden pupusas, mangos, jocotes y otras frutas tropicales, mientras que otras prestan servicios bancarios y de bienes y raíces, y un tercer grupo, de formación reciente, promueve el llamado “mercado nostálgico”. De esta forma, el riesgo de hacer de la comunidad salvadoreña una comunidad dual -los de “allá” y los de “acá”- aumenta. Pero como los de “allá” parecen tener una capacidad de pago mayor que los de “acá”, estos últimos pasarán a segundo plano.

Las mercancías buscan siempre dónde realizarse y si el mercado que las puede realizar está en Estados Unidos, lo lógico es que se dirijan hacia allá. De hecho, hace algún tiempo, incluso la construcción de viviendas en el país se orientó a satisfacer las necesidades y gustos de los de “allá”, en especial de aquellos que todavía contemplan la posibilidad de retornar. Los grupos musicales que antes competían por el pequeño mercado de “acá”, han comprendido que las giras musicales “allá” son más productivas. “Acá” es ahora su lugar de descanso, mientras que “allá” es donde se realizan como músicos.

Esta tendencia ya ha sido captada por la comunidad salvadoreña residente en el extranjero. Algunos de sus miembros buscan los medios para hacer valer su importancia económica e incidir en las decisiones políticas del país. Además de vivir desgarrados por no ser de “allá” ni de “acá”, deben enfrentar el desafío de vivir “allá” y los problemas de sus familiares “acá”. Por eso, necesitan el apoyo del gobierno salvadoreño, el cual ha comprendido la situación y también intenta sacar ventaja de ella.

Pero el paso de los años crea una diferencia fundamental entre los de “allá” y los de “acá”. Aquellos han adoptado, entre otras cosas, una cultura política diferente. Están aprendiendo a respetar “las reglas del juego” y, en la medida en que se dan cuenta que obtienen resultados positivos, han aprendido a canalizar sus demandas de manera institucional. La experiencia de tener que lidiar con los problemas que conlleva el ser extranjero, documentado o indocumentado, los ha llevado a interactuar con el sistema político estadounidense.

Es así como se han visto obligados a interactuar con unas instituciones que funcionan mucho mejor que las salvadoreñas. Ahí han aprendido el arte de la negociación y del cabildeo, el ejercicio de la presión sobre las instituciones para promover o defender sus intereses, los instrumentos para influir en la opinión pública y buscar alianzas con otros actores. Esto lo sabe bien el vicepresidente salvadoreño y cuanta delegación oficial visita a estas comunidades. A estos salvadoreños ya no se les “engatusa” con facilidad.
Paradójicamente, el gobierno salvadoreño también ha caído en la dinámica de la comunidad dual.

A la comunidad residente “allá” le da un trato muy diferente al que le da a la comunidad de “acá”. A aquélla la considera como un “socio estratégico”, mientras que a la de “acá” la considera como un menor de edad, irresponsable e ignorante. Pero aun así, el estatuto político de los de “allá” es inferior.

No son ciudadanos de “allá”, pues, a la mayoría se lo impide su condición de emigrante. Pero tampoco son ciudadanos de “acá”. Por estar “allá” no pueden ejercer el sufragio al cual, como salvadoreños, tienen derecho “acá”. El sector arenero de la comunidad salvadoreña residente en el exterior pretende presionar para que se le facilite votar. Según el partido, esa comunidad no se conformaría con un representante en la Asamblea Legislativa, sino que quiere votar. Es muy probable que el FMLN coincida con la posición de ARENA en este punto.

Los dos estarían muy dispuestos a buscar “allá”, entre los salvadoreños del extranjero, los votos que “acá” están perdiendo. Como aquí cada vez los votan menos, ahora pretenderían que los votasen fuera. Buscarían “allá” el apoyo político que muchos les niegan “acá”. De esta manera, los partidos que polarizan a la población salvadoreña de “acá” pretenden polarizar a la comunidad salvadoreña de “allá”. Pero es muy probable que tal como ocurre “acá”, la mayoría de los de “allá” prefiera permanecer al margen de la política partidista salvadoreña. Suficientes problemas tienen que resolver los de “allá”, los propios y los de sus familiares de “acá”, como para prestarse al juego político partidista al cual ARENA y el FMLN tienen acostumbrado al país.

UN GRAN POTENCIAL POLÍTICO

El peso de la comunidad salvadoreña residente en el exterior en la economía nacional es algo reconocido por los analistas del fenómeno. Pero pocos han reparado en que es un poder económico que no está concentrado en pocas manos. Muy al contrario.

Es la contribución más bien pequeña de miles de salvadoreños la que, al final, constituye un poder económico sustantivo. De ahí que pueda afirmarse que es una especie de poder económico democrático. Alguno tal vez prefiera hablar de un poder económico fragmentado. En cualquier caso, es un poder económico del cual El Salvador no puede prescindir. Este es un “dato duro”, que proviene de la realidad. Este poder, además, otorga a la comunidad salvadoreña, en especial a la residente en Estados Unidos, una capacidad desconocida para el chantaje político, pero que se va develando poco a poco. Conviene, pues, explorar las consecuencias que pueden derivarse de ese hecho y de esa capacidad.

La comunidad salvadoreña residente en el exterior contribuye a sostener la macro y la microeconomía del país. Lo que todavía no ha explotado esa comunidad es el potencial político que este fenómeno encierra. Es cierto que al ayudar a sus comunidades de origen ya han podido experimentar su poder político. Pero la experiencia es aún incipiente. Son atisbos de lo que podría ser el gran aporte político de esta comunidad. Sus integrantes se han convertido en agentes de desarrollo social y cuando negocian con las autoridades locales o las presionan, se convierten en actores políticos.

La comunidad salvadoreña residente en el exterior posee poder económico y social. Lo único que hace falta es que ese poder se exprese como poder político. Pero no a través de los partidos ARENA y FMLN, porque eso sería limitar su potencial a los intereses de ambos partidos. Si éste fuera el caso, este poder corre el peligro de ser manipulado por dichas fuerzas políticas y, si esto llegara a suceder, perdería la posibilidad de convertirse en una fuerza política autónoma y, en consecuencia, también perdería su potencial transformador.
Las circunstancias en las que este poder económico y social ha surgido y se ha consolidado y su naturaleza intrínseca le otorgan un margen de libertad tal que bien puede ir más allá de la simple militancia y del simple apoyo a cualesquiera de esos partidos.

“HERMANOS LEJANOS” CON “CUADROS LOCALES”

Convertida en fuerza política autónoma -para lo cual posee el poder económico y social necesario-, podría romper la polarización que castiga a la comunidad salvadoreña de “acá”. No son pocos los salvadoreños residentes en Estados Unidos que han estudiado y han obtenido títulos en universidades estadounidenses, otros son empresarios exitosos -han logrado realizar su “sueño americano-, otros simplemente son residentes con un empleo bien remunerado, que les permite vivir en el nivel de la clase media estadounidense. De entre todos ellos podrían salir algunos líderes y grupos interesados en trabajar por el país que una vez tuvieron que abandonar. La nostalgia podría convertirse, entonces, en motor de crecimiento y compromiso político.

No todos tienen que participar en esta empresa. Basta con una masa crítica que, a lo largo y ancho de Estados Unidos, trabaje en red para constituir una fuerza política autónoma, cuya base social estaría “acá”, en El Salvador, conformada por sus familiares y por todos aquellos que concuerden con la necesidad de despolarizar la dinámica de la política local. Su campo de acción no estaría es Estados Unidos, sino
en El Salvador. Se trataría de una fuerza política que se nutriría de “cuadros” provenientes de los “hermanos lejanos”, en alianza con “cuadros” locales. Si vale la metáfora, se trataría de integrar “una comunidad global de hermanos y hermanas salvadoreños”, con el fin de cooperar para cuidar a su madre común: la nación que les vio nacer.

En el esfuerzo por despolarizar a El Salvador y por trabajar, al menos, para aliviar los grandes problemas que aquejan a la comunidad salvadoreña de “acá”, con toda seguridad encontrarían aliados. Porque aquí también hay personas y grupos descontentos con la forma como el gobierno de ARENA conduce al país y también con la forma que adoptaría el FMLN si ganara las elecciones presidenciales.

En la comunidad salvadoreña de “acá”, el poder económico está concentrado en la derecha, favorecida por ARENA. Desde este punto de vista, de poco o nada le serviría al FMLN su poder político acumulado, si no tiene una base económica que lo sostenga. El poder político del FMLN junto al poder económico y social de la comunidad salvadoreña organizada del exterior hubiese sido una fórmula ideal para contrarrestar el poder económico y político que concentra ARENA. Pero el FMLN no ha podido concertar esta fórmula y tal vez ya sea demasiado tarde para ello. El nivel de polarización que reproduce con sus acciones lo llevaría a buscar, más que socios estratégicos, simple apoyo, en una relación más vertical que horizontal.

“ALLÁ” BASE SOCIAL Y “ACÁ” PLATAFORMA POLÍTICA

La creación de una fuerza política autónoma puede adoptar dos formas: la del partido político o la del grupo de presión. Pero esta última ya existe en las diversas asociaciones que impulsan proyectos de desarrollo local. Tal vez la alternativa partidista es la que haya que desarrollar, en el futuro inmediato. De hecho, el intento de los partidos políticos por ganarse su apoyo apunta en esa dirección. Pero, en lugar de entrar a jugar un papel subordinado y así continuar con la polarización política que ARENA y el FMLN imponen, parecería que ha llegado el momento de asumir un papel protagónico independiente del esquema político tradicional. En teoría, una vinculación orgánica con estos partidos tal vez diera buenos frutos, si su poder fuera utilizado para obligarlos a ponerse al servicio de las comunidades donde viven sus familiares de “acá”. Pero no parece que esto vaya a ser posible, pues la distancia impone dificultades serias para controlar el quehacer de ambos partidos. Si los intentos de los salvadoreños de “acá” para reorientar la actividad de ARENA y del FMLN hacia el servicio de los intereses generales no ha dado frutos, no se ve cómo los salvadoreños de “allá” puedan lograrlo.

No se trata, como ya se dijo, de que la comunidad salvadoreña residente en el exterior, en especial en Estados Unidos, se organice y cree un partido “allá”. Eso, en la práctica, es inviable, si se consideran las condiciones económicas y sociales en las cuales se mueven los miles de salvadoreños indocumentados, que mandan remesas a sus familiares de “acá”. Sin embargo, muchos ya están organizados, pero en asociaciones de ayuda directa. Lo que se necesita es que esas asociaciones se conviertan en base social de un partido político “allá” con una base social también “acá”.

Su experiencia con las instituciones de “allá”, más su moderación y orientación comprobada para encontrar solución a los problemas concretos de sus comunidades de origen “acá”, podría ser el punto de partida de un partido que se coloque en el centro del espectro ideológico salvadoreño, que aglutine, además, a sus familiares y a los descontentos con los partidos políticos existentes y a los que desean contribuir a la despolarización del país y trabajar por mejorar las condiciones de vida de la población en general.

Una plataforma política que pretenda de manera explícita desarrollar las zonas más “atrasadas” del país podría ser el punto donde varios actores sociales y económicos coincidiesen, de tal forma que se articulasen como una fuerza política nueva. Es evidente que caminar en esta dirección no será nada fácil ni automático. Es probable que muchos de los de “allá” no estén interesados en semejante tarea. Para el sector más sensibilizado y consciente de la comunidad salvadoreña de “allá”, esto supone un desafío inmenso, pero no más del que ya tuvieron que superar al arriesgar su propia vida cuando decidieron tomar la ruta para llegar al lugar donde ahora residen.

UN PROYECTO CON RESPALDO PRIMER PASO: DEBATIRLO

Es previsible que este proyecto contaría con el visto bueno del gobierno de Estados Unidos por dos razones sencillas. Porque no atentaría contra la hegemonía estadounidense, en la medida en que se trataría de una fuerza política con un pie allá y que, por razones obvias, evitaría los problemas con las autoridades estadounidenses, pues no puede complicar más la situación de la comunidad salvadoreña de “allá”, en especial la de quienes aún están en condición de indocumentados. Y porque al contribuir a mejorar las condiciones de vida de la población salvadoreña de “acá” -lo cual ya se hace-, podría favorecer condiciones que disminuyeran el flujo de indocumentados en aquel país.

Otros actores organizados “acá” con seguridad verían con buenos ojos esta iniciativa y la respaldarían. Iglesias, universidades, gremios profesionales y de la pequeña y mediana empresa, etc., podrían contribuir, en su conjunto, a este esfuerzo, porque, al final de cuentas, se trataría de una empresa política de beneficio general. Para introducir una novedad como ésta, se requiere de mucho trabajo y de espíritu innovador, puesto que, en último término, se trata de desafiar a la realidad misma.

Nada de esto ha sido ajeno a la comunidad salvadoreña residente en el extranjero. Su experiencia básica está conformada por estos elementos. Por algo está donde está. Las remesas que envía son fruto de su trabajo arduo para obtener los dólares, que le permiten vivir “allá” y ayudar a sus familiares de “acá”. Ha debido ser creativa para desarrollar estrategias de sobrevivencia, incluyendo la ayuda mutua y el trabajo en redes, y para sobrevivir en un mundo hostil. En su esfuerzo por desafiar la realidad, innovó y creó más realidad y realidad nueva.

El camino podría ser más fácil si se contara con una estructura organizada local, que abriera sus espacios a la actividad de los salvadoreños que “allá” son líderes o dirigentes de las asociaciones de ayuda directa.

Otro camino, que se está abriendo, es el de la ayuda no sólo de comunidad a comunidad, sino de grupos de asociaciones a grupos de comunidades. El radio de influencia política pasa entonces de un municipio a un grupo de municipios, lo cual es una ventaja para los municipios pequeños. Los habitantes de estos municipios, con el apoyo de sus familiares de “allá”, debieran asumir un rol más activo y “chantajear” la gestión local “acá”. Pero la tarea mayor es la formación de una fuerza política autónoma de carácter nacional. En este sentido, quizá, el primer paso sea difundir esta idea, debatirla “acá” y “allá”, para que sean los mismos interesados quienes vayan encontrando cuáles serían los pasos siguientes.

Para ello sería muy conveniente organizar foros de discusión, a través de Internet, promover debates en las universidades, medir el interés de la comunidad de “allá” en esta empresa y utilizar los espacios que los medios masivos de comunicación permiten para explorar la viabilidad de esta idea. Esta propuesta puede parecer un sueño irrealizable. Más de alguno puede objetar que la comunidad salvadoreña residente en el exterior no posee tantas virtudes como se cree. En este sentido, plantear esta posibilidad puede parecer una ingenuidad enorme. Si se aceptan estos reparos, entonces, no habría nada que hacer hasta que los dos partidos grandes lo permitieran. El no hacer o seguir haciendo lo mismo reproduciría aún más la polarización política, cuya base está en la polarización social y económica actual de la realidad salvadoreña. No intentar nada nuevo es condenar a El Salvador a seguir tal como está y a continuar transitando una ruta que no conduce al bienestar general. Esto fue, precisamente, lo que quienes se fueron hace años comprendieron bien. Intuyeron que el país no iba bien y se negaron a aceptar ese destino y decidieron buscar horizontes nuevos.

Pero también se puede responder que vale la pena intentarlo. Hay dinamismos en la misma realidad que apuntan en esta dirección. El reto es asumirlos y comenzar a trabajar para hacerlos realidad. Entonces, ésta dará más de sí. A la realidad hay que sacarle más realidad. Tal vez surjan realidades indeseables, pero tal vez se cree realidad buena. Tal vez lo bueno supere lo malo. Despolarizar el sistema político sería un gran bien para El Salvador. Después, ya se verá. Será la práctica la que juzgue si valió la pena intentarlo o no. En este momento, no es más que una posibilidad con mucho potencial transformador. Una señal que invita a caminar. La desesperanza es mucha en El Salvador actual y hay que luchar contra ella. Quizá después de varios años -porque no hay que pensar que se trata de una tarea fácil y de corto plazo- se podrá decir que valió la pena soñar, que valió la pena intentarlo. Contribuir a despolarizar la política nacional sería un gran bien que le haría la comunidad salvadoreña de “allá” a la de “acá”.

EDITORIAL DE “ECA”, REVISTA DE LA UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA JOSÉ SIMEÓN CAÑAS, DE EL SALVADOR, OCTUBRE 2002.

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