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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 147 | Abril 1994

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Nicaragua

APT: café dulce, café amargo

Los trabajadores de las empresas estatales del Área Propiedad del Pueblo (APP) son hoy los propietarios de las empresas del Area Propiedad de los Trabajadores (APT). ¿Inciden realmente en su gestión? No todo está claro ni el rumbo de esta novedosa experiencia esta definido. Relatamos dos casos típicos: uno con luces, otro con sombras.

Moisés González

En la desigual lucha entre el gobierno neoliberal de Nicaragua y los trabajadores nicaragüenses, la estructura de la propiedad, transformada por la revolución, ha sufrido ya significativos retrocesos. Sin embargo, los trabajadores tuvieron un éxito fundamental al trastocar los planes de privatización de la propiedad estatal que el nuevo gobierno emprendió desde sus primeros días de gestión.

Recurriendo a la toma de tierras y de empresas estatales para fortalecerse en la mesa de negociación, y tras largos meses de lucha, los trabajadores lograron apropiarse de un significativo porcentaje de la propiedad estatal agropecuaria e industrial, de esa propiedad que durante la revolución se llamó Area Propiedad del Pueblo (APP) , para conformar con ella el Area Propiedad de los Trabajadores (APT).

El APT cafetalera

En el caso de las empresas estatales de café, los obreros agrícolas organizados en la Asociación de Trabajadores del Campo (ATC), lograron adquirir 9 unidades productivas y 1 de servicios. Desde 1990 conformaron con ellas la sociedad cafetalera AGROCAFE, S.A., integrada por 2 mil 32 socios, de los que el 98% son trabajadores en esas unidades. El área total de esta propiedad es de 23 mil 482 manzanas en Matagalpa, Jinotega, Carazo y Managua, que dedican al cultivo de café y granos básicos y a la ganadería, contando también con una buena extensión de bosques. Según AGROCAFE, estas empresas del APT son responsables del 7% de la producción cafetalera del país, lo que las convierte en espacios a tener en cuenta en cualquier estrategia productiva nacional.

Para los sindicatos agrícolas y urbanos, la lucha por la propiedad era una cuestión de principios. Y de sobrevivencia. De no haber luchado por la propiedad, la mayoría de los trabajadores de las empresas estatales habría quedado en el desempleo. Hoy tienen la propiedad, el empleo y la posibilidad de incidir en la gestión de las empresas.

¿Inciden realmente? El debate sobre lo que sucede al interior de cada una de estas nuevas empresas está abierto: no todo está claro ni el rumbo está definido. Hablaremos de dos casos típicos, ejemplificadores de una realidad compleja y muy nueva. El primero, con más sombras que luces. El otro, más esperanzador.

La Agropecuaria Adolfo García

La Agropecuaria Adolfo García es una de las 9 empresas que pertenecen a AGROCAFE, S.A. A poca distancia de Managua, cuatro fincas forman la agropecuaria: El Callao, La Prusia, El Bajo y Santa Julia. Dispersas en el municipio del Crucero ocupan una extensión de 2 mil 500 manzanas, de las que 365 están dedicadas a la producción de café.

La Adolfo García es un ejemplo de los problemas de esta aún incipiente experiencia de autogestión de los trabajadores. Asfixiados por la crisis financiera - que afecta a todos los productores nacionales - y con una deuda bancaria de 583 mil córdobas, los obreros dueños sienten a diario y en carne propia la escasez de recursos para producir y los casi nulos beneficios que les aporta su nueva propiedad. Soportan también en "su" empresa una rígida estructura de poder y la indefinición sindical, propias de una forma de propiedad aún por consolidarse.

¿Qué capacitación?

La autogestión parece ser una meta aún demasiado lejana para los trabajadores de la Adolfo García. La participación directa en la toma de decisiones no está presente en el horizonte de los nuevos propietarios. Pero la capacitación para lograr la autogestión sí es un elemento de discusión entre el sindicato, la administración y los socios de la empresa. Para algunos, no es necesario capacitar a los trabajadores, pues basta con asumir la sabiduría popular para sentar las bases de la autogestión. Otros consideran que es imposible situarse al margen de la educación formal si se quiere llevar adelante un proceso de discusión técnica sobre el rumbo de la empresa. Están convencidos de que sólo un trabajador capacitado puede tener voz y voto en la gestión empresarial.



Para Bayardo Martínez, Coordinador de la ATC en Managua, la solución no puede ser una capacitación masiva e indiscriminada: "La capacitación masiva no te resuelve los problemas cotidianos. Hay que hacer una capacitación selectiva, de temas que tengan que ver con la vida del trabajador, de lo que él siente que ha perdido desde que la empresa está en sus manos y que no puede resolver". No se trataría de capacitar a los trabajadores al margen de su realidad, sino de capacitarlos para revertir la adversidad en la que se encuentran, fortaleciendo su conciencia y permitiéndoles decir su palabra.

Las cifras de analfabetismo son alarmantes. En la empresa, sólo 16 de los 165 socios saben leer y escribir, y la mayoría de ellos trabaja en el área administrativa de la empresa. Los dirigentes sindicales consideran que esta carencia incide en la pasividad que manifiestan los trabajadores. Muchos de los delegados de fincas no orientan a sus compañeros porque no pueden leer los documentos que se les entregan para discutir. No les queda más alternativa que repetir lo que discuten y deciden los administrativos.

La empresa no reúne condiciones para llevar adelante un proceso de educación de adultos. No hay un local apropiado y a esto se une la natural vergüenza que sienten los trabajadores ya mayores. "La escuela es una bodega. Es oscura, sin aire, y eso no le gusta a los adultos. Más parece gallinero y no un lugar para educarse", señala Samuel López, secretario general del sindicato. Por otra parte, los niños han dejado de asistir a la escuela porque ya hay que pagarla y el salario no ajusta. De los 250 hijos de los obreros agrícolas, sólo 125 lograron terminar su año escolar.

Ser propietarios: ¿precio muy alto?

Cada mañana, mientras tiritan de frío y se preparan para las tareas de la jornada, los trabajadores de la empresa rebuscan el alimento. Y se marchan sólo con un trago de café amargo en el estómago. Casi a diario la comida se reduce a arroz cocido. Hace mucho tiempo que la carne desapareció de la dieta de los socios. Pensar en mejorar la alimentación es un sueño. Esto ha provocado tensiones entre los directivos de la empresa y los socios, que exigen mejoras salariales que les permitan al menos comer mejor.

Con familias normalmente numerosas - seis es el número promedio de hijos por familia -, los trabajadores hacen milagros con su reducido salario: 162 córdobas con 50 centavos mensuales. Como alternativa, se ha intentado un sistema salarial rotativo: los socios reciben alimentos una semana y dinero en efectivo la otra. También funciona un pequeño comisariato, pero es insuficiente y no les queda a los socios más remedio que caer en manos de los pulperos de la zona, que al final del mes se quedan con el total de sus escuálidos salarios. "Aquí ahorrar es un sueño", nos dice Dolores González, de la Secretaría de la Mujer, socia y sindicalista. Siempre hay alguna necesidad extra y el dinero se escapa como el agua.

Escasa la comida y escaso el salario. A esto se suma la pérdida del subsidio médico, que antes cubría la empresa, cuando era estatal. Actualmente, sólo en casos realmente excepcionales se le brinda apoyo al trabajador enfermo. Los trabajadores consideran también que pesa sobre ellos una sobrecarga laboral. Ante una realidad tan poco alentadora, es comprensible que unos 40 socios hayan optado por abandonar la empresa. La sobrevivencia les ha empujado a tratar de conseguir un mejor salario en empresas privadas y aunque no han renunciado a la sociedad, se han colocado ya al margen de cualquier tipo de decisión y de cualquier beneficio que se logre.

La empresa, aunque es "de ellos", les parece una realidad ajena y consideran que es mejor luchar en otro lugar y con otro patrón que vivir en la incertidumbre de la escasez. En 1992, los productores privados de la zona les ofrecían un salario de 10 córdobas diarios, casi el doble de lo que reciben en "la empresa de los trabajadores".

Un bajo rendimiento productivo tras muchos sacrificios

Esta situación tan crítica incide en el rendimiento productivo. Prevalece la indisciplina laboral, que en 1992 significó la pérdida de 7 mil días-hombre, con lo que se elevaron aún más los costos de producción. Los sindicalistas consideran que la gerencia exige todo a cambio de muy poco o de nada, y que sólo atiende a criterios técnicos. "El trabajador ha sacrificado todo por esta propiedad. Quedarse trabajando por un salario miserable sólo puede ser fruto de conciencia. De lo contrario, esto no tiene explicación. Por esto, no nos podemos reducir a criterios técnico-administrativos cuando hoy se trabaja más con menos beneficios que antes", dice uno de ellos. Esta realidad cuestiona la capacidad de dirección de los administradores y afecta la posibilidad de generar bienes que satisfagan las aspiraciones básicas de los socios.

Como una letanía de consuelo para los trabajadores se les repite día tras día que mantener un trabajo permanente es el mayor beneficio logrado hasta ahora. "Un beneficio estratégico", afirman los dirigentes. "Posible sólo porque nos convertimos en propietarios". La realidad y el desaliento cuestionan continuamente estas afirmaciones.

"Los trabajadores tienen razón de estar molestos, pero hay situaciones que nos rebasan. El trabajador sólo mide por el ingreso individual. Pide 20 centavos de aumento por cada medio que corta, pero no cae en la cuenta que si esa mínima cantidad se multiplica por 185 mil medios, suman 37 mil córdobas, que son el 30% de todo el financiamiento que nos otorga el banco". Trata de explicarlo así Marco Jiménez, Presidente de la agropecuaria. A pesar de cualquier explicación, la realidad es patética. Sólo hay dinero para mantener una producción de tipo tradicional y para cumplir con los compromisos bancarios y de arriendo. Los excedentes de toda la cosecha pasada fueron sólo de 106 mil córdobas. Se decidió invertirlos en la recuperación de la empresa y no repartirlos, porque de lo contrario las labores productivas se habrían paralizado. La pregunta que todos se hacen es ¿cómo conciliar el hambre con la productividad? La baja productividad de la fuerza de trabajo parece ser una silenciosa protesta ante la ausencia de beneficios.

¿Quién manda aquí?

No sólo la falta de beneficios económicos y sociales provoca tensiones en la Adolfo García. Las estructuras de dirección mantienen una concepción verticalista de la dirección, que impide la participación activa y directa de los trabajadores en las decisiones. Es un hecho que los trabajadores no toman parte en las discusiones que definen el rumbo de la empresa. Este mal se repite en todos los niveles. El cuestionamiento franco de la gestión técnico-administrativa y de la gestión laboral ocupa un espacio muy reducido, casi nulo. Los socios recurren a la conspiración solapada y a la crítica indirecta o se desentienden de la marcha de la empresa.

La raíz del problema está en que las autoridades les fueron impuestas. No fueron los socios quienes eligieron a sus representantes, sino la junta directiva. Esto ha impedido la necesaria sintonía entre representantes y socios. "En el monte todos hablamos y protestamos, pero en las reuniones tenemos miedo", comenta el socio José Castellón. Todavía falta mucho camino por recorrer para que la Asamblea de Socios sea - como se afirma teóricamente - la máxima autoridad y la que decide sobre la producción, la comercialización y las inversiones.

En las fincas, los representantes no permiten una discusión franca. "Hay problemas de comunicación. Los delegados y los miembros de la junta directiva se limitan a transmitirnos decisiones tomadas. No escuchan lo que pensamos los socios. No consideran que los socios vemos de un modo distinto las decisiones importantes que se toman en la empresa", afirma desalentado un socio. Además, entre los representantes de los socios hay poca asimilación y poca crítica de lo que les propone la administración y en no pocos casos tienen miedo de enfrentar a sus compañeros. Los socios son los últimos en saber lo que pasa. Lo saben cuando ya nada puede hacerse para revertir las decisiones tomadas.

El actual modelo de dirección no tiene aceptación entre los socios. Muchos consideran que en la realidad, el único que tiene voz y voto es el presidente de la agropecuaria y que todos los demás se limitan a obedecer. "Supuestamente la privatización fue a favor de nosotros los trabajadores. Pero aquí no tenemos ninguna garantía ni como socios, ni como trabajadores. Estamos muy mal", opina Eddy Blandón. Para muchos, mantenerse en su puesto de trabajo es sólo cuestión de sobrevivencia y no de identificación con el proyecto.

Ser nuevo propietario no les representa hasta ahora ventaja alguna. Da lo mismo ser socio que simple trabajador. El mismo salario , la misma alimentación y las mismas dificultades. "Sólo saben decirnos que luchemos, que esto va a ser de nuestros hijos pero no sabemos cómo porque sólo tenemos deudas", dice uno.

Muchos trabajadores piden que no se les diga que son socios. Con que se les garantice el salario, la alimentación y el empleo, les basta. Trabajadores y socios consideran que las autoridades de la empresa frenan la acción sindical al ofrecer cargos de capataces, de jefes de surco o de delegados de finca a los sindicalistas, para que olviden las reivindicaciones de los afiliados y se debilite su beligerancia sindical.

Jorge Luis López, mandador de la finca El Callao considera negativo el sindicato. "No debe existir dice - porque puede afectar la empresa. Si los trabajadores no quieren trabajar, el sindicato tiene que apoyarlos y la empresa pierde. Así no funcionamos bien". El sindicato exige también rendición de cuentas, y para algunos socios esto no debe ser función del sindicato. La experiencia de 1992 fue tensionante. Socios y trabajadores temporales se unieron para pedir un aumento salarial de 20 centavos. El sindicato los apoyó y como resultado, la empresa tuvo grandes pérdidas.



Algunos creen que las autoridades de la empresa verán al sindicato con buenos ojos en la medida en que marche a la par de la junta directiva y de la administración. Otros consideran necesario un entendimiento mutuo, basado en la defensa de los trabajadores. En cualquier caso, aunque en el APT deba construirse un sindicato de nuevo perfil, éste no puede marginar las necesidades de los socios y trabajadores ni olvidar sus penurias. Cómo construir un sindicato distinto sin abandonar la defensa de los beneficios laborales es un desafío no resuelto.

Para Bayardo Martínez, coordinador de la ATC, la función del sindicato es asegurar la organización y defensa de la empresa desde una visión más amplia, desde la defensa de la propiedad. Asegurar que los trabajadores se mantengan al frente de la empresa a pesar de que no obtengan de ella beneficios. Esto significa que el sindicato no puede pedir lo que la empresa no está en condiciones de brindar. A los socios de base esto no les convence y actúan en coherencia con su forma de ver las cosas y movidos por su descontento.
A pesar de todas sus limitaciones, el sindicato se ha convertido en la única instancia de discusión y cuestionamiento del rumbo de la agropecuaria. Y en piedra de tropiezo para algunos administrativos y capataces.

Los tres sombreros

Clarificar la identidad de los socios ha resultado muy difícil. Se habla de que llevan "tres sombreros". En una misma persona convergen tres identidades aparentemente incompatibles. Son a la vez socio, sindicalista y trabajador. Los directivos de la empresa consideran que esta falta de identidad y el jugar esos tres roles a la vez dificulta la realización de acciones técnicamente recomendables y promueve acciones laboralmente cuestionables. Según ellos, los trabajadores aprovechan su triple identidad para enfrentar a los directivos. Si hay dificultad con los salarios o sobrecarga laboral, se defienden poniéndose el sombrero de sindicalistas. Si quieren tomar alguna decisión administrativa o si se les niega ayuda en un caso de emergencia, se colocan el sombrero de socios de la empresa. Y cuando se les pide que aguanten dos semanas sin salario, se encasquetan el de simples jornaleros, exigiendo su salario a tiempo.

La visión de los dirigentes sindicales es distinta. Afirman que lo de los tres sombreros no es más que un mito, un pretexto de la administración para no enfrentar los errores de dirección que cometen. Y uno de ellos es no aceptar que los trabajadores de estas nuevas empresas viven una misma realidad pero desde tres vertientes. "La razón de ser del sindicato es contribuir a la defensa de la propiedad, pero convenciendo al trabajador de su fuerza como socio de la empresa", opina Santos Gutiérrez. La lógica de los trabajadores es buscar todas las vías posibles para defenderse y no empeorar su situación.

Las contradicciones que existen entre sindicatos, socios de base y administración han dificultado el fortalecimiento de la propiedad. En 1992, algunos socios amenazaron con no cortar el café en su propia empresa, sino en fincas privadas, donde se les pagaría más y se les explotaría menos. Correspondió a los dirigentes sindicales hacer desistir a estos trabajadores.

Falta aún mucho para que cada quien se apropie clara y adecuadamente de su rol y del modo como pueden integrarse todas las funciones sin crear contradicciones insalvables. Y no todo se resolverá con buena voluntad. La realidad es que los socios trabajadores de la Adolfo García no asumen todavía como propio el proyecto autogestionario. Las penurias son tantas que es casi imposible ver con optimismo el proyecto.

Recuperar la confianza en la gestión gerencial dependerá de que se consigan algunos resultados positivos, aunque sean mínimos. Sólo en la medida en que los socios experimenten alguna mejoría en sus condiciones de vida dejarán de ver con sospecha el proyecto. Y si además, los espacios para la discusión - y para el cambio - de algunas decisiones tomadas son más amplios, será aún mayor la identificación con este proyecto, que aún no sienten suyo.



La Agropecuaria Jorge Vogl

Jinotega fue escenario de cruentos enfrentamientos armados en los años 80. A pesar del cambio de gobierno, el fantasma de la guerra no ha dejado de recorrer este departamento. El olor a pólvora aún persiste y se multiplican los secuestros, los asaltos y los asesinatos contra productores y campesinos pobres de la zona. Hay lugares a los que resulta una osadía el intentar llegar. Y aunque abundan los camiones cargados de campesinos que se adentran en la montaña por sinuosos, polvosos y semidestruidos caminos, nadie sabe nunca con certeza si arribará a su destino.

Es esta realidad la que rodea a los trabajadores de la Agropecuaria Jorge Vogl, otra de las empresas de AGROCAFE, S.A. La conforman cuatro fincas dispersas en el departamento de Jinotega: La Trampa, Corinto Finca, La Unión y la Paz del Tuma. El área es de 3 mil 685 manzanas y son 363 los socios, miembros de la Asociación de Trabajadores del Campo (ATC).

La muerte siempre acecha

Mantener funcionando este proyecto de los trabajadores en una zona conflictiva no es asunto fácil. La historia bélica de la zona ha profundizado las contradicciones. La lucha tenaz de los antiguos propietarios por recuperar sus propiedades confiscadas desmanteló varias importantes empresas estatales. Y las que les fueron entregadas en propiedad a los obreros agrícolas no han dejado de estar asediadas por los antiguos terratenientes.

Amparándose en el control que ejercen sobre el sistema judicial y de la zona, alterando en algunos casos documentación y retrasando procesos de inscripción de propiedades, los antiguos propietarios intentan destruir el proyecto productivo de los trabajadores en el APT.

El caso más claro y reciente ha sido el litigio en torno a la finca Las Pilas. Durante el proceso de privatización, esta propiedad fue entregada por el gobierno a la empresa Jorge Vogl. Pero apoyándose en un diferendo entre la empresa y un ex-socio, los terratenientes de la zona introdujeron una demanda contra la empresa de los trabajadores. Según la documentación existente, todo parece indicar que el ex-socio había recibido, por la reforma agraria, 5 manzanas de la finca Las Pilas antes del cambio de gobierno, manzanas que él vendió a la madre del juez del crimen de Matagalpa.



Los terratenientes acusan ahora al presidente de la Jorge Vogl, Manuel Hernández, y a su gerente, Jesús Zeledón, por "usurpación del dominio privado, penetración ilegítima, daños a la propiedad, amenazas de muerte y asociación ilícita para delinquir". A pesar de que Manuel y Jesús fueron encarcelados y hasta intentaron asesinarlos, ganaron el juicio el 26 de octubre de 1993. Sin embargo, nuevamente los han vuelto a acusar por el mismo delito. Santiago Rivas Haslam, Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, aparece involucrado en el conflicto, pues Las Pilas colinda con sus propiedades.

"El Consejo Político de la UNO en Jinotega tiene como meta desmembrarnos - considera Manuel Hernández -. Creen que si nos arrancan 20 manzanas podrán lanzarse después sobre todas las otras propiedades del APT apoyándose en leyes amañada. Y aunque ya no han introducido juicio por la clínica y por la finca La Unión, sabemos que nuestros documentos son legítimo y legales, entregados por la CORNAP".

La finca de la empresa Jorge Vogl son asediada también por grupo de recontras y de recompas, que exigen alimentación y colaboración económica. En 1992 el gobierno determinó que tierra de la agropecuaria fueran enclave para lo rearmado que iban a desarmare. Esto provocó cuantiosa pérdida en ganado y porque no e realizaron tarea agrícola. Pero a pesar de este doble acoso de los antiguos propietarios y de los grupos rearmados, que limitan la gestión administrativa; y de la deformación que entre lo trabajadores provocan lo grupo armado al afirmar que defienden la propiedad y asesinar cuando e le contradice; de la integración de alguno trabajadores a lo grupo armado para que el gobierno le dé algo de dinero; y de que lo ocio e ven impulsado a hacer exigencia exagerada, la agropecuaria Jorge Vogl intenta mantener lo logro de la época revolucionaria y de alcanzar nueva meta.

Producción óptima

El buen clima y la tecnificación permiten estimar una producción de 7 mil 317 quintales oro de café para la presente cosecha, lo que significa un rendimiento óptimo de 22 quintales por manzana, superior a lo 18, que era la producción al recibir la propiedad y a lo 9 que producen lo grande cafetalero del COEP. Mayor el logro porque el banco sólo financia 6 mil 521 quintales de café y por la escasez de mano de obra en la zona. Para superar esto, la empresa contrata trabajadores temporales de la zona seca de Ciudad Darío, Terrabona o San Isidro. En total, hay 200 trabajadores temporales.

Para 1995 se espera producir a toda plenitud café orgánico. Hasta ahora sólo 25.5 manzana están en producción y otra 40 manzana están en desarrollo. El café orgánico - para el que no e emplea ningún agroquímico y sólo abono obtenido de la mima pulpa del café - y una producción de mucho riego, pero tiene en el mercado mejore precio que el café convencional.

En la empresa e intenta impulsar otro do proyecto: comercialización de flore orgánica hacia el reto del país y hacia Europa y crianza y desarrollo de carnero con lo que enriquecer la dieta alimenticia. Para coordinar todo este esfuerzo productivo la empresa ha logrado capacitar a un técnico en agricultura orgánica en la Universidad Nacional Agropecuaria de Nicaragua y en la Universidad de Colima en México. En un primer paso para garantizar el avance técnicamente planificado de la producción y para aprovechar al máximo lo escaso recursos de que dispone la empresa.

Niños atendidos

La privatización de la empresa estatales agropecuaria ha supuesto, en la mayoría de lo casos, la desaparición de lo beneficio sociales que el Estado sandinista subsidiaba en ella para lo trabajadores. En la finca privada de Jinotega lo trabajadores reciben su salario y nada más. Lo trabajadores de la Jorge Vogl hacen todo lo posible por mantener, al menos, un beneficio vital para la familia trabajadora: el servicio Infantil Rural (IR).

Cada una de la finca de la empresa cuenta con u propio IR. En esto centro e atiende a casi 300 niño de corta edad, hijo de la trabajadora temporales o de la permanente. "Cuentan que en otra época la trabajadora tenían que cargar a u hijo a la espalda cuando trabajaban cortando café en lo surco". Para María Daiy Castro, responsable del IR en la finca La Trampa, y con nueve año de trabajar en el centro, esto es sólo un recuerdo del que no tiene experiencia propia.

Julia Ramos, una de las socias, cree que el IR es un logro que no puede abandonarse, por el alivio que supone para mucha mujeres que no tienen más apoyo que su propio salario. "El IR beneficia obre todo a la mujeres que somos madre soltera y los hombres no nos ayudan. Las mismas trabajadoras temporales dicen que e muy bueno porque en la finca privada no existen y tienen que cargar a su hijo bajo el frío y la lluvia".

Cuando el Instituto Nicaragüense de seguridad social retiró su apoyo a la empresa, lo IR estuvieron a punto de cerrar. Pero después fue posible llegar a un acuerdo con el Instituto para conseguir, a través del Programa Mundial de Alimento, arroz, maíz, frijoles, leche y aceite durante 5 año. La empresa se comprometió a facilitar el complemento de la alimentación, el transporte y el salario de la educadora de lo centro infantiles.

Este acuerdo ha facilitado la atención y el mejoramiento de lo IR. A finales de 1992, y gracia a lo excedente conseguido con venta de café en lo mercado alternativo de Europa, fue posible abastecer lo centro con utensilio de cocina, juguete y ropa. Y para garantizar una mejor alimentación han impulsado la creación de huerto de autoconsumo con variedad de hortalizas: lechuga, repollo, zanahoria, remolacha, brócoli. El proyecto es consolidar un huerto grande y variado que abastezca a toda la finca y que beneficie no sólo a lo niño sino a toda la población de la finca. El huerto ocupa 2 manzana y e ha hecho con colaboración de la solidaridad de Alemania y Austria.

Salud y educación asegurada

La clínica "La Orquídea", fundada en Jinotega por la secretaría de la Mujer de la ATC, ha permitido mantener atención ginecológica y de alud general para la trabajadora de la empresa. Y aunque ya la clínica no puede enviar u ambulancia hasta la finca por falta de recurso, lo directivo de la empresa tienen un convenio para que lo servicio de la clínica estén abierto a lo trabajadores. El crédito mensual que la empresa tiene en la clínica les permite a sentirse seguros. Las obreras tienen garantizado también el subsidio pre y post-natal, que asume la empresa. Beneficio que en la finca privada es sólo un recuerdo del pasado o un deseo de futuro en la mente de la mujeres. Y como cualquier potrero sirve para jugar béisbol, lo trabajadores de La Trampa han creado u equipo con el apoyo de la empresa. Lo momento de diversión son tan importante como lo de producción y resultan fundamentales para asumir con humor la tensa situación que viven en la zona.

Los obreros de la Jorge Vogl consideran que el futuro de la empresa depende en gran medida de la capacitación que puedan brindar a lo trabajadores, socios o no, y a sus hijos. Cada finca tiene su escuela. Y cuando el Ministerio de Educación retiró el salario al maestro de la finca La Unión, la empresa decidió cubrirlo para no cerrar la escuela. Coherente con u propósito de "primarizar" la educación nacional, el Ministerio sólo garantiza hasta cuarto grado en lo lugares del campo en lo que aún sobreviven la escuela. Esto supone que la empresa buque alternativa con u propio recurso para que lo niño no e queden estancado en el nivel.

En total, son 220 lo niño que asisten a la escuela de la finca. Otro proyecto es enviar a 20 persona a la escuela de anta Emilia, Matagalpa, que administra la ATC, para que participen en el programa de "educación por encuentro" que desarrolla este centro lo fine de emana y que e reconocido por el Ministerio de Educación. "Eta formación e fundamental porque permite la capacitación de lo futuro dirigente de la empresa de lo trabajadores", no dice Iselda Rodríguez, de la secretaría de la Mujer de la ATC en Jinotega. Los trabajadores se han aglutinado también en el Movimiento de Educación Obrero-Campesino. En él garantizan la educación de adulto con maestro populares de la mima finca y con cartilla con contenido que tienen que ver con su realidad agrícola. La empresa garantiza la movilización de los educadores populares para que puedan asistir a la capacitaciones que les da el Movimiento, sin diminuirles sus salarios.

Pero no basta con la educación básica para superar la dependencia que la empresa tiene de algunos técnicos. Según Rubén Mendieta Rayo, viejo sindicalista y socio de la empresa: "El proyecto exige invertir en mano de obra técnica calificada. El proyecto no e sólo una finca de café. Tiene muchos niveles que deben fortalecerse: lo educativo, la salud, lo económico y lo político. Tenemos que prepararnos sin miedo aunque seamos unos campesinos humilde".

UNIDOS POR LA CRISIS

A comienzos de febrero de 1994, la crisis económica, que afecta a todos los productores, posibilitó la convergencia de todos los cafetaleros del país. Convocados por la Comisión Nacional del Café (CONCAFE), pequeños, medianos y grandes productores, afectados por la desacertada política económica del gobierno, marcharon hasta la Casa Presidencial para exigir atención al principal rubro de exportación de nuestra economía. Caficultores de la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG), de la Unión Nacional de Caficultores de Nicaragua (UNCAFENIC), productores de AGROCAFE - conformada por las empresas que fueron privatizadas a favor de los trabajadores de la ATC - desmovilizados de la Resistencia, del Ejército y del Ministerio de Gobernación, así como cooperativistas de todas las tendencias presentaron al gobierno (Ejecutivo y Legislativo) demandas financieras técnicas y legales, de cuyo cumplimiento depende el fortalecimiento de la producción cafetalera o su desaparición.

Las demandas de los cafetaleros unidos son:

¨ Establecimiento de una política económica para el café en base a discusión y consenso con el gremio.

¨ Establecimiento de una política de crédito que satisfaga las necesidades de la producción cafetalera.

¨ Establecimiento de tasas de interés que promuevan la inversión y el sostenimiento de la estructura productiva:
a corto plazo, intereses del 14% sin mantenimiento de valor.

a largo plazo, del 10% con mantenimiento de valor.

¨ Aplicación del Programa de Renovación de Cafetales de 50 mil manzanas, bajo las normas que se concibieron durante su aprobación.

¨ Entrega inmediata a la Unión Nicaragüense de Cafetaleros (UNICAFE) de los activos de CONCAFE, incluyendo el edificio de ENCAFE.

¨ Aprobar el Proyecto de Recuperación Tecnológica de 14 mil manzanas presentado por CONCAFE en 1992.

¨ Revisión y corrección de los costos para el otorgamiento de crédito.
¨ Entrega a los productores del Fondo de Estabilización de Café cobrado en el período 1979-1981 y que asciende a 20 millones de dólares.

¨ Reestructuración total de las deudas de los cafetaleros y freno a la política de embargos iniciada por la banca nacional. Seguridad frente a la violencia armada en el campo.

¨ Titulación de propiedades a pequeños productores para que sean sujetos de crédito.

El sindicato: intento de redefinición

Nadie parece poner en duda la importancia del sindicato en la empresa Jorge Vogl. La divergencia e dan en el perfil que creen debe asumir el sindicato en eta nueva realidad laboral y en una experiencia tan novedosa como e el Area Propiedad de lo Trabajadores. "El sindicato e importante para una mejor organización de lo trabajadores y como animador para elevar la productividad de la fuerza de trabajo", opina el ocio Asunción Ruiz.

Por el momento, el sindicato actúa de forma tradicional. La lucha reivindicativa e mantiene y genera alguna tensiones entre lo directivo de la empresa y lo dirigente sindicales. El peligro es crear tal confusión y antagonismo que se vea disminuido el crecimiento productivo de la empresa. "No se ha asimilado con toda claridad que la lucha debe ser por la propiedad, y que la mejor ganancia en este tiempo debe ser consolidarla", opina la sindicalista Ana María González, de Corinto Finca. El gran esfuerzo de directivo y sindicalista e aunar esfuerzo para motivar a lo ocio en la defensa de la finca y de la empresa.

La labor de algunos sindicalistas ha permitido convencer a muchos socios de que no abandonen las fincas y evitar una mayor escasez de mano de obra, lo que está sucediendo en otras empresas privadas. Sin duda, la lucha sindical en las fincas privadas es mucho más difícil: se trata de partir casi de cero, de la inexistencia de beneficios, mientras que en la Jorge Vogl se trata de "reguardar lo que ya hemos conquistado, el derecho a la tierra", según Mafaldo González, tesorero de la junta directiva de la empresa. El propósito común es sin duda consolidar una empresa solvente. "El que afloja lo que ya tiene en mano se queda sin nada, porque las revoluciones no son todos los días". Es éste el sentir de la mayoría de los socios.

Un reto fundamental que debe asumir el sindicato e evitar el error que e cometió en la empresa de Estado en lo tiempo revolucionario, cuando e redujo al mínimo la productividad de la fuerza laboral. Algunos directivos manifiestan que esta laxitud es una tentación, porque en la década pasada la acción sindical empujó en eta dirección. Actuar así ahora sería catastrófico para el proyecto. No e puede desestimular la producción y exigir mejora sociales cuando se tiene una deuda de 779 mil dólares.

Como un aporte a la consolidación de la nueva propiedad y para elevar la productividad, lo trabajadores han tenido que laborar hasta cuatro mese in salario y también han organizado jornada voluntaria, que según Anastasio Muñoz, representante de los accionistas en La Trampa, "se parecen bastante a aquellas jornadas rojinegras de los tiempos de la revolución".

Los socios consideran que mientras haya comunicación entre directivos y trabajadores las contradicciones serán superables. Mientras los socios puedan elegir a sus propios representantes y discutir en colectivo sus problema sin que haya imposiciones, la empresa podrá hablar de futuro, aunque el presente ea difícil. La apropiación del proyecto por parte de lo trabajadores será un proceso largo y lleno de tensiones, pero como dice Rubén Mendieta: "No sentimos dichoso porque esto e de nosotros y lo estamos pagando".

Mirando hacia el futuro

El futuro depende en primer lugar de la rentabilidad productiva de la empresa. Esto traerá nuevo beneficio y la renovación de la infraestructura. Hasta ahora, existe entre ocio y directivo entusiasmo suficiente para soportar el vendaval de adversidades de esto tiempo neoliberales y creen que con el tiempo harán crecer la propiedad e integrarán a nuevo ocio. De momento, este año inician un proyecto ganadero de 75 mil dólares y con la ganancia esperan cubrir lo gato de planilla.

Se piensa en el futuro. "Tenemos que crecer más en vivienda y en agua, porque nuestra población va creciendo. Y es necesario estar claro de que lo jóvenes van a ser pronto cabeza de familia y van a demandar tierra". Y se piensa en el presente: cómo mejorar lo campamento de la temporada de cosecha para que lo trabajadores temporales se sientan bien. Hay claridad de que el proyecto debe ser atractivo para lo obrero agrícola de la zona.

Por todo esto, los terratenientes de Jinotega consideran a la Jorge Vogl un ensayo peligroso, que debe ser liquidado. Lo trabajadores que lo llevan adelante saben que están metido en un proyecto de largo plazo que exige de ellos ir más allá de lo inmediato.

Un barco con puerto lejano y con ruta arriesgada. Pero llevan brújula. Están muy conscientes del interés que la burguesía agraria desplazada por la revolución tenía en acabar con las empresas del Estado y con sus trabajadores más beligerantes. Pero no lo han conseguido. Las tierras y mucho de ellos allí están, intactos. Económicamente no hay por ahora grande ganancias, pero el triunfo político no tiene precio.

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