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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 41 | Noviembre 1984

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Nicaragua

4 de Noviembre: análisis de los resultados electorales

Resultados de las elecciones generales del 4 de noviembre. Unas elecciones que fueron libres, limpias y muy participativas.

Equipo Envío

En la mañana del 6 de noviembre, día de las elecciones norteamericanas, "The Washington Post" hizo público un documento "secreto" y "delicado" (secret-sensitive) preparado para el Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos en el que -además de referirse al éxito en el "bloqueo" a Contadora- se daba cuenta de la campaña realizada para convencer a los norteamericanos y al mundo de que las elecciones nicaragüenses eran "una farsa". Pero un primer análisis sobe las elecciones de Nicaragua y sobre los resultados de los comicios destruye todos los prejuicios acumulados contra el proceso electoral y contradice en todos sus aspectos la propaganda norteamericana sobre el mismo.

Unas elecciones limpias, libres, abiertas a todos

Las elecciones nicaragüenses no se celebraron en los momentos de euforia nacional producida por el derrocamiento de la dictadura somocista. El FSLN, partido en el poder, se arriesgó a celebrarlas después de cinco largos años de gobierno, con su inevitable secuela de desgaste. El FSLN cumplió su compromiso y celebró las elecciones a los 5 años del triunfo, según lo había anunciado en 1980, y según lo requerían las más urgentes necesidades de la reconstrucción nacional.

Las reglas del juego electoral -la Ley Electoral- estuvieron listas siete meses antes de la fecha de las elecciones y cuatro meses antes del comienzo de la campaña. Ciertas modificaciones introducidas en meses sucesivos fueron producto de la negociación con otros partidos y todas ellas aumentaron las oportunidades de actividad preelectoral y dieron mayores garantías para la presencia y actividad política pot-electoral de los partidos que resultaran perdedores.

El Consejo Supremo Electoral, organismo pluralista, organizó las elecciones y lo escrutinios con una real independencia de los demás poderes del Estado. El Consejo fue un organismo fundamentalmente abierto. A los observadores internacionales que vinieron a las elecciones les abrió, por ejemplo, todos sus archivos de quejas. Los observadores se encontraron con 48 expedientes, centrados en su mayoría en casos sobre el derecho a votar de personas individuales. El resto de las quejas se referían a algunos incidentes o disturbios producidos durante actos electorales públicos de partidos opositores inscritos.

Ningún acto electoral de los partidos opositores inscritos tuvo que ser suspendido. Un estudio del diario La Prensa durante los tres meses de campaña electoral, así como un estudio de los discursos electorales de los candidatos opositores -en calles, plazas y demás lugares públicos, así como en la radio y la televisión- revela la franqueza y actitud con que libremente se pudo acusar al FSLN de ser el responsable de la guerra, de querer instaurar un régimen totalitario, de irrespetar a la jerarquía católica y provocar tensiones con ella o -desde un punto de vista de otros grupos de izquierda- de ser responsable de la derechización de la revolución, de componendas con la burguesía y de sectarización frente a otros partidos revolucionarios.

Durante toda la campaña, el real levantamiento de la censura de los medios de comunicación -excepto en lo referente a cuestiones militares- tuvo un único quiebre legal: la edición del diario "La Prensa" del lunes 22 de octubre, en la que se informaba sobre la decisión del PLI de no ir a las elecciones, fue censurada. Sin embargo, ese mismo día Virgilio Godoy, candidato a la presidencia por el PLI, apareció en las pantallas de TV en hora de máxima audiencia, para hablar durante 20 minutos sobre las razones de su decisión abstencionista. En su intervención, se refirió a la censura de La Prensa, hecho, con el que confirmaba su apreciación de que no había condiciones para las elecciones. Con rapidez, pues, se subsanó, a través de la TV, medio de mayor alcance público que el de un diario, el único desliz legal en este campo.

Total de votantes, de no votantes, de votos nulos

Centenares de observadores y periodistas internacionales fueron testigos el día 4 de noviembre de una votación ordenada y masiva, sin la presencia del ejército en las calles de las ciudades, cuyos resultados finales fueron éstos:

Cuadro 1


Estos resultados globales son suficientes ya para deshacer la imagen pre-fabricada por Estados Unidos de unas elecciones totalitarias o dictatorales. Ni en la Nicaragua de Somoza ni en el Chile de Pinochet ni en la España de Franco ni en el Gran Reich de Hitler ni en los países del bloqueo soviético -donde los mecanismos electorales responden a otro tipo de sociedad- nos encontramos con resultados que presenten menos del 95% de asistencia a los comicios. El 24.6% de los nicaragüenses inscritos que no pudo o no quiso ir a votar indica con claridad que éstas no fueron elecciones de las que son calificadas como plebiscitarias y destruye la propaganda que dice que los nicaragüenses viven en un atmósfera de presión totalitarios.

El 4.6% -sobre el total de ciudadanos inscritos- que fue a votar pero que depositó un voto nulo -por razones que sea- termina de quitar base a la mencionada propaganda y, junto a otros resultados, contribuye a atestiguar que hubo un real ejercicio del voto secreto.

Asistió a las urnas el 75.4% de los ciudadanos inscritos. Es un porcentaje de participación electoral comparable al promedio normal de las democracias tradicionales y es una cifra muy superior a la de la participación en las elecciones de Estados Unidos desde 1960. En aquel año, en la contienda ente Kennedy y Nixon, votó el 60% de los ciudadanos inscritos. Este "récord" no ha sido mejorado sino disminuido en los 24 años siguientes .

Teniendo en cuenta que la Coordinadora Democrática no inscribió candidatos, que su líder Arturo Cruz, expresó públicamente su intención de no votar, que la campaña norteamericana sobre "la farsa" electoral fue retomada diariamente por el diario de Managua "La Prensa", no hay duda de que la gran mayoría de los nicaragüenses -más de un 70% de los inscritos- no compartieron esas posiciones y valoraron la elección como un acontecimiento serio.

Hay que tener en cuenta también que "Radio Impacto" de Costa Rica y la radio "15 de septiembre", portavoz de la FDN desde Honduras -que se oyen perfectamente en amplias zonas de Nicaragua incluso a través de la onda media-, no llamaban a la abstención. Más bien, hablaban de las graves represalias que se tomarían contra los que no votaran, por eso, convocaban a asistir pero a depositar un voto nulo. Parece claro también que el 6% de votos nulos -sobre el total de los depositados- indica el poco éxito que tuvo esta propaganda. El hecho de que sólo 16 de las 3892 Juntas Receptoras de Votos no funcionaran con normalidad indica también la decisión con que el proceso electoral se llevó a cabo, aun en zonas de guerra.

Los votos de cada partido: cifras y especulaciones

El FSLN obtuvo el 63% de los votos depositados . Esto lo convierte en la primera fuerza política del país. Indica su hegemonía, según lo expresaba el diario Le Monde de París. Este resultado fruta la imagen de una elección "plebiscitaria', que era la predicha por la propaganda norteamericana. Un 31% de los votos depositados correspondió fragmentadamente a los 6 partidos opositores inscritos, concentrándose en tres partidos de centro-derecha el 27% de los votos depositados y apenas un 4% en otros tres partidos, ubicados más a la izquierda del FSLN.

Estos resultados son creíbles no sólo por la honestidad seguida en los procedimientos electorales el día de la votación, honestidad atestiguada por observadores de muy diversos países y pro cables internacionales de prensa. Son creíbles también porque se ajustan a la capacidad de convocatoria mostrada por el FSLN y por los otros partidos en sus actos de campaña electoral. Muchos de los observadores y periodistas internacionales fueron testigos de la enorme concentración conque se cerró la campaña del FSLN en Managua el 1 de noviembre y de que para esta manifestación no hubo transporte estatal ni regalos ni bonificaciones especiales. Finalmente, los masivos informes del Consejo Supremo Electoral durante el cómputo de los votos hacen creíbles estos resultados. No mostraron incoherencias entre sí sino, más bien, tendencias claras desde el comienzo, con variaciones que nunca oscilaron en más de 6 puntos de porcentaje .

Aunque no pase de ser una anécdota, es significativo el modo como informó "La Voz de los Estados Unidos" de estos resultados en su emisión matutina para América Latina del 6 de noviembre. Comenzó la noticia reafirmando que las elecciones en Nicaragua habían sido "una farsa". Sin solución de continuidad, el locutor dijo que el 63% obtenido por los sandinistas estaba muy por debajo del triunfo con un 80% predicho por ellos. Es decir, quisieron "ganar" con las dos noticias y al hacerlo cayeron en una clara contradicción. Porque, si las elecciones son una farsa, ningún resultado es creíble. Y si se acepta que el 63% es un resultado decepcionante para las predicciones sandinistas, entonces cae por su base que las elecciones hayan sido una farsa. En parecidas contradicciones se ha enfrascado el diario La Prensa el que, sin embargo, no ha mencionado una sola vez en sus páginas la palabra "fraude".

Se puede especular sobre cuántos votos habría obtenido la Coordinadora con Arturo Cruz como candidato, si se hubiera presentado. Durante toda la campaña electoral se lanzó al mundo la imagen de que alrededor de esta candidatura se apiñaba "la principal oposición" del país. Pero para el que conozca la vida política nicaragüense esta afirmación es muy discutible. Con más de cuarenta años de dictadura previos a la revolución, con el continuo juego hecho por el somocismo para dividir y fragmentar a los partidos que se le oponían, con organismos gremiales que aglutinaban a la burguesía opositora y que no llegaron a tener una expresión política hasta que en 1978 Robelo fundó el MDN (hoy unido a la contrarrevolución armada) con una de las fuerzas políticas de la Coordinadora surgida apenas en 1979, después del triunfo revolucionario (PSD), con otra de esas "fuerzas" claramente minoritaria en su base social (PLC), la historia política nicaragüense no ofrece ningún fundamento sólido para sostener esta imagen de fuerza de la Coordinadora. No hay razón creíble para sostener la opinión de que Arturo Cruz y la Coordinadora habrían llegado a reunir tantos votos como para superar notablemente los que consiguió el 4 de noviembre la oposición que sí se inscribió para las elecciones.

Arturo Cruz y la Coordinadora son "la principal oposición" en Nicaragua sólo en el sentido de que su propuesta política no acepta la revolución nicaragüense como un hecho estructuralmente profundo e irreversible. Pero la imagen de una gran fuerza, con un respaldo numérico masivo en el pueblo nicaragüense -sea de militantes o de descontentos con la revolución- es un producto caprichoso de la propaganda norteamericana, que tampoco acepta la revolución nicaragüense como un hecho irreversible y por eso, la desfigura.

No hay resultados electorales para medir el apoyo a la Coordinadora. Pero hay algunos indicadores que no pueden ser olvidados. En términos de convocatoria, la llegada de Arturo Cruz a fines de julio -después de una amplia propaganda de La Prensa -reunió tan sólo a 400 personas en el aeropuerto. Sus actos pre-electorales en Matagalpa, Chinandega, León, Boaco y Masaya no juntaron ni a mil personas cada uno. A falta, pues, de mediciones objetivas, sólo queda la especulación basada en hipótesis sanas o en hipótesis tendenciosas.

La realidad política de Nicaragua indica que una gran coalición opositora, que hubiera agrupado a los 3 partidos e la Coordinadora con los tres partidos de centro-derecha inscritos (PCD, PLI Y PPSC) habría sido muy improbable. El PPSC no habría cabido en esa coalición, en virtud de su decidida opción por el cambio estructural que lo llevó a separarse de los demócrata cristianos (PSC, hoy en la Coordinadora) varios años antes del derrocamiento de la dictadura (1975). La evidencia de la relación excesivamente amistosa de los gremios de la empresa privada (COSEP) y del PSD con el gobierno norteamericano habría sido un obstáculo para que el PCD y el PLI -con dirigentes con posiciones nacionalistas consecuentes- entraran en esta hipotética coalición opositora.

Por todo esto, los votos obtenidos por el PCD (13%) y el PLI (95) pueden ser lógicamente interpretados como votos que expresan, por una parte, el arraigo de las tradiciones conservadoras y liberales como expresiones políticas de la historia de Nicaragua, a la vez que como votos que expresan la oposición o descontento al FSLN dentro del marco de la nueva realidad política de Nicaragua, que es mayoritariamente aceptada. Más difícil de analizar es el sentido de los votos obtenidos por el PPSC (5%). ¿Se habrían mantenido de haber competido también con la Coordinadora? Lo que más distinguió la opción del PPSC fue el haber levantado lo cristiano como bandera política y en este campo, la Coordinadora también intentó crear la mima imagen política de devoción cristiana y de fidelidad eclesiástica.

Dentro del 25% que no pudo o no quiso ir a las urnas habría que buscar también los votos que pudo haber tenido la Coordinadora. Pero hay que tener en cuenta previamente que dentro de este 25% está ese porcentaje de personas que en cualquier país nunca ejerce una posición política activa, ni siquiera la mínima de ir a depositar su voto, bien sea que esté de acuerdo o en desacuerdo con algún partido o no coincida con ninguno y que, habitualmente, este porcentaje suele llegar, por lo menos, a un 10% de los inscritos. Dentro de este 25% se encuentran también los que después de haberse inscrito en julio fueron movilizados por las necesidades militares de la defensa -incrementadas desde entonces- y no pudieron ejercer su derecho. Dentro de este 25% están también los que no pudieron encontrar medios de transporte con los que cubrir grandes distancias, especialmente en el medio rural. (En la Región I no hubo transporte público el día 4 de noviembre). Hay que recordar que para el proceso de inscripción, que abarcó a un 93% de la población estimada (no existen censos poblacionales), quedando sin inscribirse sólo un 7% hubo 4 días y que las votaciones se desarrollaron durante un sólo día. Además, la inscripción era un deber, era obligatoria y el voto era libre, era un derecho.

Por último, una pequeña parte de ese 25% que no fue a las urnas estuvo ausente del país en los días de la inscripción o en los de la elección o cayó dentro de la tasa de mortalidad normal del país, aumentada ahora por la guerra.

Cuadro 2


Sería necesario también hacer un análisis acucioso del voto nulo (4.6% del total de inscritos) para discernir el voto que muestra señas de anulación voluntaria (frases de burla, consignas contrarrevolucionarias, borrones, palabras obscenas, etc.) y el que se anula por errores involuntarios, propios de lugares en donde existe analfabetismo total o funcional. Es curioso, por otra parte, que no parece existir una correlación entre las cifras de abstención y las de votos nulos, correlación que podría existir si ambos porcentajes estuvieran expresando mayoritariamente actitudes políticas. En las regiones en donde se dan los mayores porcentajes de "abstención" se ve más claramente esta falta de correlación. Como muestra el Cuadro II las mayores cifras de falta de participación se dieron en zonas de guerra o tradicionalmente más apáticas políticamente.

Naturalmente, las consideraciones anteriores podrían aplicarse también a los votos válidos, entre los que hay que suponer un porcentaje de votos no militantes, de votos que expresan convicciones políticas poco profundas y en algunos casos, que expresan oportunismo. Es por eso precisamente que, dadas las condiciones para una elección honesta, la única oportunidad coherente que tienen los partidos políticos es arriesgarse al juego electoral, tratando de convocar al pueblo a que participe y se exprese por este medio. Es a esto a lo que se arriesgó el FSLN al convocar a las elecciones y al participar en ellas en la forma en que lo hizo. Se arriesgó así a que apareciera en números la franja de desacuerdo que existe entre él y la población. Una franja que existe, que se ha expresado y que no es despreciable. Esta es la franja que se hubiera visto notablemente reducida si el FSLN hubiera jugado al electorerismo plebiscitario convocando a elecciones en 1979 o 1980.

Los votos para la Asamblea Nacional

Los resultados, por lo que toca a las circunscripciones regionales que eligen la Asamblea Nacional, ofrecen el siguiente perfil de representantes electos, después de aplicar a los votos válidos de cada partido el respectivo consciente electoral que corresponde a cada región:

Cuadro 3


Una vez aplicado el método proporcional, según la ley nicaragüense, a los votos residuales, los 21 representantes no electos en el primer reparto quedaron distribuidos así:

Cuadro 4


Los votos residuales de cada partido aun sobrantes fueron aplicados a cada partido en un tercer reparto proporcional, que ya favorece a los partidos que consiguieron mayor número de votos residuales. En este tercer reparto obtuvieron representantes el MAP-ML, el PPSC, el PCD y el FSLN. De manera que el perfil final de la Asamblea Nacional -a reserva de que no haya impugnaciones, inexistentes hasta ahora- quedaría como indica el cuadro V:

Cuadro 5


No hay que olvidar tampoco que en la lista de diputados electos por el FSLN no sólo hay miembros del partido sino también personalidades nacionales o locales que no son militantes y fueron elegidas por su liderazgo social, por sus convicciones patrióticas y revolucionarias. El FSLN anunció que postulaba una candidatura de este tipo para corroborar así su política de unidad nacional. De manera que la Asamblea Nacional Constituyente es pluralista no sólo en sentido multipartidario sino que también estará enriquecida por personalidades no partidistas que iban en las listas del FSLN.

El más profundo significado de estas elecciones

¿Cuál ha sido, en conjunto, el significado más profundo de estas elecciones? Ha sido sin duda, la emergencia de la dignidad nacional de una gran parte del pueblo nicaragüense. A pesar de los defectos que condensó la ausencia de una tradición de participación política, a pesar de las deficiencias en la cultura democrática de un país del Tercer Mundo sometido hasta hace cinco años a una dictadura servil a la política norteamericana, la inmensa mayoría del pueblo nicaragüense fue a votar y votó con seriedad, con dignidad, incluso solemnidad.

Lo hizo así, a pesar de la agresión, del malestar que produce el servicio militar al que este pueblo no ha estado acostumbrado y que cuenta ya entre sus reclutados a muchas víctimas, a pesar de la escasez, de la especulación y el mercado negro, a pesar de las llamadas a la abstención. Lo hizo a pesar de la propaganda de que no se respetaría el voto secreto. Lo hizo sin las presiones de ese aparato militar que en Centroamérica -a excepción de Costa Rica- ha acompañado siempre los acontecimientos electorales.

Las elecciones sorprendieron a muchos observadores y periodistas por su honestidad, por su orden y organización y por la educación de los métodos de cómputos a las condiciones nacionales de tecnología atrasada.

La sorpresa ha sido constante en Nicaragua desde 1979. Nadie esperaba que entre las revoluciones centroamericanas fuera la nicaragüense la que primero triunfara. Nadie esperaba una revolución triunfante sin ejecuciones masivas en el momento del triunfo y el ajuste de cuentas. Nadie esperaba un modelo revolucionario de economía mixta, pluralismo político y no-alineamiento combinado con verdaderos cambios estructurales y avances económicos. Nadie esperaba -una vez esparcida por el mundo la imagen de un país totalitario- una convocatoria a elecciones y una campaña política llena de durísimas críticas al FSLN. Nadie esperaba un cierre de campaña como el del FSLN el 1o. de noviembre. Pocos esperaban la seriedad y honestidad de la votación y de sus cómputos.

Una vez más los ojos del mundo se volcaron sobre Nicaragua en estas elecciones. Son pocos los que no han sabido mirar limpiamente lo que aquí ocurrió. Las visitas casa por casa, método de trabajo empleado por el FSLN durante su campaña, fueron por ejemplo, distorsionadas por un periódico progresista europeo, que hablo de "turbas en las calles aporreando las puertas de las casas en los días previos a las elecciones para meter el miedo en el cuerpo a quienes no deseaban votar". A pesar de todo, la mayoría en el mundo, rendida ante la evidencia, no ha levantado objeciones contra estas elecciones, que podrían haber sido sin duda más perfectas pero que fueron sorprendentemente buenas y limpias.

La dignidad que emerge en el pueblo nicaragüense -y que se hizo patente en el acto electoral- es hoy un factor cultural poderoso, un sustancial constitutivo de la identidad popular y nacional del pueblo. Es una identidad forjada durante siglos de resistencia sorda frente a la colonización, durante los años de lucha de Sandino contra la ocupación norteamericana y el colaboracionismo criollo que con ella pactó. Es una identidad consolidada durante décadas de creciente rechazo al enriquecimiento de un capitalismo que aunque menos arcaico que el de los oligarcas clientelistas de antaño, no era menos empobrecedor de las mayorías. Se trata de una dignidad que hoy lleva a los nicaragüenses a resistir con todas sus fuerzas la imposición norteamericana de una contrarrevolución cruel y reaccionaria. Esta digna identidad es la que produce sorpresa, la que a algunos les resulta increíble. Les parece imposible hallarla en un pueblo pobre y subdesarrollado.

El programa político que el pueblo nicaragüense ratificó en las urnas es rechazado por los Estados Unidos no porque sea "totalitario y marxista-leninista", sino porque es un programa revolucionario original que desafía la hegemonía político-ideologica de los Estados Unidos en Centroamérica. Se trata de un modelo atractivo y también exitoso. En 1980 Nicaragua tuvo un crecimiento económico global del 10%, en 1981 del 7%, en 1982 fue nulo por las inundaciones y sequías, pero en 1983 volvió a crecer en un 5%. Todos son datos de la CEPAL. Solamente el desvío de recursos hacia la defensa, forzado por la agresión financiada por los Estados Unidos hará disminuir este crecimiento en 1984. A la atracción y el éxito de este modelo hay que añadir ahora que se trata de un modelo que cuenta con el apoyo mayoritario de una población que es en su mayoría pobre y cristiana.

Las elecciones han demostrado que el cuadro político de Nicaragua no es un cuadro totalitaro. Muchos en el mundo lo han visto así y lo han reconocido, incluido el diario Le Monde en un editorial post-electoral. El modelo nicaragüense ratificado por los electores incluye el fomento de otras varias formas de participación política del pueblo: la progresiva autogestión de unidades productivas, la proliferación de organizaciones sectoriales del pueblo, la creciente cooperativización de la producción agropecuaria, un mayor debate ideológico, aun en circunstancias de guerra, etc. El hecho, por ejemplo de que la población conozca que los hijos de los dirigentes del FSLN, de los ministros del Estado, etc. en edad militar, participan en el servicio militar y en el combate a la contrarrevolución, apunta hacia otra forma de democratización, que deshace tradicionales privilegios habituales en Nicaragua y en Centroamérica. Un hecho como el de que no haya habido choques entre la policía y la población en cinco años de proceso, indica la humanización, la democratización, que se ha logrado en el poder del Estado.

Todas estas realidades -en las que no deja de haber aun muchas deficiencias- son las mejor respuesta a toda la propaganda. Las elecciones reales, las elecciones concretas que se celebraron el 4 de noviembre, han puesto un momento de realidad contra el que se ha estrellado el intento norteamericano de calificarlas como una farsa. La realidad, y en ella la práctica de los grupos sociales, es siempre el mejor factor contra la ideologización, es siempre mucho más eficaz que cualquier contrapropaganda.

Todo esto puede explicar la rapidez con que el gobierno de Reagan cambió el foco de su propaganda el mismo 6 de noviembre, en el mismo momento de su reelección: pasó de la descalificación de las elecciones al escándalo de los MIG. Y basado en ese escándalo, su primer acto de gobierno en política exterior no ha sido otro que el de intentar pisotear por la fuerza y el amedrentamiento la dignidad popular que no pudo inhibir en las elecciones.

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