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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 36 | Junio 1984

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El Salvador

Estrategia de simetría: negociaciones y diálogo en El Salvador y Nicaragua

La guerra o la solución política negociada. El dialogo o el conflicto armado. En esta dramática alternativa se encuentran hoy Nicaragua y El Salvador. ¿Son simétricos ambos procesos, como pretende Estados Unidos?

Equipo Envío

En los últimos meses, el tema del dialogo y de las negociaciones han ganado espacio en el escenario en guerra de ambos países. (Se trata de la permanente opción de Contadora, ha sido tema polémico en la campaña electoral salvadoreña, los obispos y la oposición nicaragüense hacen del dialogo una bandera, Shultz viene a Managua a abrir un período de negociaciones...) Bajo las mismas palabras -diálogo, negociación, solución pacifica- se pueden estar encubriendo realidades y desafíos muy diferentes. Bajo estas atrayentes y tranquilizadoras palabras (quien no apuesta por el dialogo en ves de por la guerra? quien dice no buscar la paz...?) puede estar configurándose un eje clave de la estrategia del Presidente Reagan para este período pre-electoral norteamericano. Una estrategia enmarcada en la "simetría" entre los conflictos de Nicaragua y El Salvador, que permita al presidente recobrar imagen de "hombre de paz" durante la campaña y le facilite después, tras largas negociaciones, calificar como "hombres de guerra" tanto a los gobernantes sandinistas como a los revolucionarios salvadoreños, situación en la que tendría mas margen para una intervención directa.

Se trata de una estrategia con aspectos complejos, que pone en peligro la paz de Centroamérica y que merece, por tanto, de un esencial análisis.

El escenario de las negociaciones: período pre-electoral en Estados Unidos

Se entiende por "estrategia de la simetría" el intento de paralizar, homogeneizar, simetrizar los conflictos de El Salvador y Nicaragua, en su totalidad o en alguno de sus aspectos. Borrando las diferencias se esquivan los desafíos. Aunque es una realidad que, por profundas razones históricas y por la actual correlación de fuerzas internacionales el destino del pueblo salvadoreño y el del pueblo nicaragüense están muy unidos, eso no significa que se trate de realidades "simétricas", ni mucho menos que para afrontarlas se requieran de tratamientos "simétricos".

En la actual coyuntura pre-electoral norteamericana hay indicios de que la Administración Reagan estaría dispuesta a apoyar al nuevo Presidente Duarte si este se decidiera a negociar con el FDR-FMLN. La visita de Shultz a Managua es un importante indicio de que también se podría intentar plantear al gobierno nicaragüenses, en estas negociaciones que ahora se abren, una exigencia simétrica: negociación incondicional con la FDN y con ARDE, con los contrarrevolucionarios a quienes Reagan ha llamado repetidamente "combatientes por la libertad".

La estrategia de la simetría ha sido ya empezada por el gobierno Reagan para justificar el apoyo de la CIA a los contrarevolucionarios nicaragüenses. Desde hace más de dos años Reagan ha solicitado y ha obtenido fondos del congreso para hacer con el gobierno sandinista lo mismo que, según el, hacen los sandinista con el gobierno salvadoreño: hostigarlo y aunadar a sus opositores. Si se mantiene al gobierno de Nicaragua teniendo que emplear el 25% de su presupuesto en gastos de defensa, teniendo que reconstruir una y otra vez escuelas, centros de salud y equipos destruidos, si se le tiene atendiendo a sus heridos y enterrando a sus muertos no le quedaran ni tiempo ni recursos ni deseosos para continuar enviando armas a los revolucionarios salvadoreños, que quedaran asi sustancialmente debilitados.

La lógica de esta estrategia tiene unos límites que los contrarrevolucionarios y el mismo Presidente traspasan. Los contrarrevolucionarios han declarado siempre que su objetivo no es detener ningún sumnistro de armas sino derrocar al gobierno sandinista. El Presidente ha declarado que sería "extremadamente difícil" lograr un arreglo en Centromérica si los sandinistas permanecen en el poder. ("New York Times", 22-VII-83). La simetría, en este caso -apoyamos a estos rebeldes, porque ellos apoyan a otros rebeldes-, no es mas que la retórica con la que se intenta justificar la política de agresión.

En esta coyuntura pre-electoral en los Estados Unidos, cuando las criticas a la política militarista de Reagan en todo el mundo, y especialmente en Centroamérica, pueden convertirse en importantes banderas para los demócratas, Reagan no podría tener mas remedio que embarcarse en una campaña a favor de negociaciones y dialogo en Centroamérica. Cuando antes lo haga, menos original será la alternativa demócrata. Cuanto menos tarde en hacerlo, más tiempo tendrá para que las negociaciones se "empantanen" y así acusar a sus enemigos de intransigentes, volviendo de nuevo a enrumbarse hacia la ya inevitable solución militar.

No solo las elecciones norteamericanas podrían aconsejar esta opción. Las condiciones de estos meses en El Salvador y en Nicaragua favorecen también la apuesta por esta estrategia. En El Salvador se ha revestido de la legitimidad el voto ciudadano a un nuevo Presidente. El Congreso norteamericano ha dejado claro que Duarte es la única alternativa aceptable para seguir aprobando ayudas militares para la lucha contrainsurgente en este país. En este sentido, Duarte tiene hoy el poder que le da el ser insustituible a corto plazo, tanto para Reagan como para el ejército salvadoreño. Si Duarte se decide a usar su poder para negociar con los insurgentes -lo prometió reiteradamente durante su campaña presidencial-, Reagan, al apoyarlo, borraría mucho de su imagen guerrerista. Cuando las negociaciones mostraran las dificultades reales de conciliar intereses tan diversas y se llegara a un momento de pre-ruptura, Reagan podría argumentar -con más "razón"- que, para los que no saben dialogar y solo saben usar las armas, solo sirven soluciones militares.

También en Nicaragua, las condiciones pre-electorales en el país favorecen la apuesta por la estrategia negociadora. En las condiciones planteadas por ciertos partidos de oposición nicaragüense para acudir a las elecciones están las negociaciones y le dialogo con las fuerzas contrarrevolucionarias. Las negociaciones bilaterales que se han abierto entre Managua y Washington tras la visita de Shultz a Nicaragua podrian incluir, entre otros aspectos ya indicados, este del dialogo, reiteradamente declarado como "innegociable" por el gobierno nicaragüense. Lo que la diplomacia de la Administración Carter no pudo conseguir en junio y julio de 1979 se intentaría obtener ahora: cuotas de poder para la guardia somocista y los empresarios nicaragüenses incondicionalmente alineados con los Estados Unidos. Cuando tales condiciones fueran rechazadas por el gobierno nicaragüense, su negativa se presentaría como prueba definitiva de la intransigencia totalitaria de un gobierno sandinista-marxista-leninista, que no tiene voluntad de paz y que por eso debe de ser enfrentado con soluciones militares.

Los presupuestos de la simetría tienen un costo

No cabe duda de que estas previsibles negociaciones dentro de una estrategia de simetría tiene costos para la versión con la que Reagan trata de caracterizar los procesos centroamericanos. Es posible que este dispuesto a pagarlos en la actual etapa, en busca de su reelección.

Para que la estrategia de la simetría sea creíble, Reagan tendría que aplicar a la guerra de El Salvador la caracterización que ha estado aplicando en Nicaragua. Segun él, en Nicaragua existe una guerra civil. Los sandinistas habrían manipulado fácilmente su lucha armada contra Somoza para desplazar del poder a los moderados, y una vez controlado el poder, habrían renegado de sus promesas de pluralismo político, se habrían alineado con Cuba y con la URRS y habrían hecho así de Nicaragua la plataforma de introducción del comunismo en Centroamérica. La oposición que habrían encontrado en el pueblo a estos planes, les habría obligado a masivas violaciones de los derechos humanos que habrían convertido al país en un reino de terror, represión y escasez. Sería esta dramática situación lo que habría impulsado a la oposición cívica, cada vez mas masiva, a pasar a la lucha armada, encontrándose en esta lucha con restos de la ex-guardia somocista.

En El Salvador, en cambio, Reagan ha negado siempre la guerra civil y ha caracterizado el conflicto armado como el resultado de la exportación de la resolución a través de Nicaragua; este país sería solo un instrumento de Cuba y de la URSS. Los rebeldes anti-gubernamentales serían una pequeña porción de comunistas extremistas, lanzados a la subversión y el terrorismo tras el "ejemplo" de lo ocurrido en Nicaragua con el derrocamiento de Somoza. Se trataría de un grupo tan minusculo que no se atreve a acudir a las urnas para competir por el poder. En negociaciones "simétricas" esta caracterización tendría que ser abandonada -aunque fuera temporalmente-, pues es principio indoblegable, de la ideología reaganiana que con "terroristas" no se puede negociar. Provisionalmente los revolucionarios salvadoreños pasarían a ser "rebeldes con causa".

En segundo lugar, la estrategia de negociaciones simétricas debe de tener, en el caso de El Salvador, algunas variaciones. Hasta ahora, Reagan solo ha reservado las posibles fórmulas de negociación política en este país a la participación en el proceso electoral. Solo yendo con sus candidatos a la elecciones el FDR-FMLN puede acceder al poder. No importa la falta de realismo que contenga este planteamiento: hasta ahora ha sido el único. A la vez, ha sido rechazada consistentemente cualquier negociación que tenga como objetivo un poder compartido entre el gobierno salvadoreño y los revolucionarios. Para poder exigir al gobierno sandinista una negociación de su programa revolucionario, de sus instituciones y de su proyecto electoral que diera a los "combatientes de la libertad" oportunidades de participar en el poder, Reagan tendría que admitir -aunque fuera temporalmente- la justeza de la aspiración de los revolucionarios salvadoreños a negociar cambios políticos antes de ir a unas elecciones. Es evidente que, como consecuencia, este cambio abriría las puertas para que el grupo de Contadora reclamara la inclusión del caso salvadoreño en su iniciativa global para la región.

Si en la caracterización de la guerra y en el planteamiento de los objetivos de la negociación, Reagan tendría que variar sus posiciones políticas, a la hora de caracterizar a las fuerzas en conflicto no tendría que modificar tanto su enfoque ni arriesgarse a pagar tantos costos. En El Salvador, Reagan ha hablado siempre de un espectro que tiene en sus extremos a una minoritaria izquierda comunista subversiva y a una minoritaria derecha recalcitrante vinculada a los escuadrones de la muerte y renuente a cualquier reforma social. El gobierno, en medio -y especialmente este nuevo gobierno demócrata-cristiano- y el grueso de las fuerzas armadas, tambien en medio, representarían a la mayoría, a un centro reformista y pluralista. De Nicaragua, Reagan ha forjado una imagen parecida: en la ultraderecha, el somocismo, del que no quedarían ya sino escasas muestras entre los "Combatientes por la libertad" -desechables en el momento negociador-; en la ultraizquierda, el gobierno "sandino-comunista", con escaso apoyo; y en el centro, la mayoría representada por los políticos probadamente antisomocistas de la oposición interna y la inmensa mayoría de los alzados en armas.

La jerarquía católica de ambos países, por otro lado, con sus respectivas convocatorias al dialogo entre los contendientes del conflicto, le darían al presidente Reagan voces prestigiosas a las que alinearse. Serian ellos los interpretes imparciales del conflicto, a los que el Presidente se uniría en aras de la paz y como gesto de buena voluntad que disipara de una vez los temores ante su temida política belicista.

Hasta este momento, nos hemos movido a nivel de hipótesis y colocándonos en el punto de vista de Reagan. Mas allá de los costos políticos de esta estrategia, es la misma realidad de Nicaragua y de El Salvador la que cuestiona a fondo cualquier intento de simetría. Porque se trata de dos guerras, en nada simétricas y de dos formulas de negociación que podrían resolverlas, totalmente asimétricas.

El rostro asimétrico de dos guerras

Si miramos el origen de estas dos guerras, aparece una total asimetría. Los conflictos sociales en El Salvador son, al menos, 30 años anteriores a la existencia de la Cuba Socialista. La represión brutal de estos conflictos por la élite militar y la oligarquía dominante se remonta a 1932, cuando los 100 muertos causados por la rebelión campesina fueron "vengados" con por lo menos 10.000 víctimas campesinas, según los escrupulosos conteos del historiador norteamericanos Thomas Anderson. La actual guerra, consecuencia de la injusta estructura social que provoco ya aquellos conflictos, ha causado (entre octubre de 1979 y septiembre de 1983) mas de 40.000 asesinatos (víctimas fuera de los combates), según instituciones independientes de derechos humanos y organismos de la Iglesia Católica (el Informe Kissinger habla de 30.000), imputables a los ultraderrechistas escuadrones de la muerte y a las fuerzas armadas. Dos fraudes electorales en los que las fuerzas armadas impidieron el acceso al poder a políticos reformistas (1972 y 1977) preceden a la opción de las organizaciones populares por la rebelión armada.

El golpe inicialmente reformista del 15 de octubre de 1979 fue rápidamente desvirtuado y aun proyectos tan urgentes para el país como la Reforma Agraria, que trataron de implementarse entonces, fueron frenados o definitivamente cancelados por decisiones de la Asamblea Constituyente surgida en 1982 y dominada por la derecha. Es evidente que las raíces de la guerra en El Salvador están profundamente heridas en la misma realidad salvadoreña. No están vinculadas a ninguna injerencia externa.

En Nicaragua, las raíces del conflicto basado en la injusticia social que supuso el somocismo, empezaron a ser arrancadas con el triunfo revolucionario en 1979. Todo el mundo sabe que este triunfo provoco el desmantelamiento de la Guardia Nacional somocista y la huida de sus miembros en masa a países centroamericanos, especialmente a Honduras. La reforma agraria nicaragüense, orientada mas a la cooperativización campesina autónoma que a la estatización; la campaña de alfabetización y las continuas campañas de salud; el mantenimiento constante durante cuatro años de un ritmo crecimiento económico que no comparte ningún otro país centroamericano (Informe CEPAL 1983); la diversificación de las relaciones comerciales y diplomaticas de Nicaragua y la voluntad política de no-alineamiento -que se expresa entre otras cosas de forma clara en los votos que Nicaragua ha dado en la ONU en varias ocasiones en forma diferente y aun contraria a la URSS-; son algunas de las muchas iniciativas del nuevo gobierno hacia una reorientación de toda la sociedad en busca de una mayor justicia estructural. Como el mismo Informe Kissinger reconoce, este tipo de reorientaciones no pueden hacerse sin fuerzas políticas nuevas.

En Nicaragua existen estas fuerzas en una nueva relación de poder. En contra de esta reorientación económica, política y social, se han levantado en armas los contrarrevolucionarios nicaragüenses. Por mas de dos años estas fuerzas estuvieron compuestas por los gendarmes del antiguo orden -los guardias somocistas- sin otra posiblidad de acción que incursiones de bandas (el típico maquis que se mantiene vivo durante años después de los períodos revolucionarios). Solo cuando el gobierno de Reagan en diciembre de 1981, les proveyó de entrenamiento, de equipo militar y de financiamiento, han podido estas bandas convertir sus eventuales acciones de pillaje en una guerra. Las raíces de la guerra en Nicaragua no están, pues, dentro del país. No responde la actual guerra a una ruptura importante del consenso social de legitimidad, elemento básico de una guerra civil. Responde mas bien a que un grupo de antiguos dominadores resentidos han sido convertidos, por obra y gracia de los intereses geopolíticos de los Estados Unidos -tal como los percibe la "nueva derecha", en "paladines de la libertad".

En El Salvador las raíces de la guerra estan dentro. Se trata de un conflicto que surge de una profunda injusticia estructural. En Nicaragua las raíces de la guerra estan fuera. Se trata de un conflicto artificialmente ampliado que surge contra el reordenamiento de la sociedad hacia una mayor justicia estructural. Este es el elemento básico que indica la asimetría de estas dos guerras.

En lo que toca a las fuerzas armadas que luchan en El Salvador y en Nicaragua, no existe tampoco ninguna simetría.

En El Salvador, la Fuerza Armada esta compuesta por el ejército y por fuerzas de seguridad muy poderosas. Todos estos cuerpos armados tienen el carácter antipopular y la tradición represiva que caracterizan a los militares centroamericanos. Gran cantidad de la tropa ha sido reclutada forzosamente con métodos de leva que siempre han privilegiado a los ricos y a las clases medias, exentas en la práctica de cualquier servicio militar. Muchos de los oficiales del ejército han estado y siguen estando abiertamente vinculados a las actividades represivas de los cuerpos de seguridad y a las clandestinas actividades paramilitares de los escuadrones de la muerte. El enriquecimiento ilícito de los altos jefes militares ha sido tradicionalmente comprobado. Frente a esta fuerza armada, esta el ejército del FMLN, formado masivamente -también en su oficialidad- por campesinos, estudiantes y obreros que abandonaron la lucha cívica -sindical, agraria, estudiantil y también partidaria- al ser reprimidas con asesinatos masivos y selectivos sus manifestaciones públicas y reivindicativas desde 1969 hasta 1980. Estas fuerzas guerrilleras combaten desde campamentos que curen en la actualidad la cuarta parte del territorio salvadoreño. Sus emisoras de propaganda están ubicadas en el Salvador. La misma justificación que la fuerza armada gubernamental da para reprimir a la población campesina -son guerrilleros civiles- indica que es el del pueblo de quien obtienen su apoyo. Hay que señalar que los revolucionarios del FMLN han afirmado reiteradamente que entre las fuerzas armadas gubernamentales existen elementos que podrían integrarse a un nuevo ejército nacional al triunfar al revolución. De hecho, algunos oficiales ya lo han hecho, integrándose al FMLN a partir de 1981, al considerar fracasado el intento reformista de octubre del 79.

En Nicaragua, el Ejército Popular Sandinista, organizado tras el derrocamiento de Somoza, esta formado por un núcleo de antiguos combatientes guerrilleros, dirigido por quienes durante 18 años condujeron la resistencia armada contra la dictadura somocista y sobrevivieron a la cárcel, la tortura y a las increíbles privaciones de la lucha clandestina en la montaña y en la ciudad. La Ley de Servicio Militar Patriótico promulgada en Nicaragua a fines de 1983 esta encuadrada, no solo en la emergencia por la que atraviesa el país, sino que hace ningún tipo de privilegios para ninguna clase social.

El gobierno, además, ha entregado miles de armas a las milicias populares (voluntarias) a los campesinos en sus cooperativas y a los pobladores de las ciudades sin que hasta el momento ninguna de estas armas se haya vuelto contra el poder revolucionario. (Solo en el departamento de Estelí 113.677 habitantes) se han entregado 30 mil armas. La policía sandinista es reconocida por todos como un cuerpo caracterizado por su firmeza y por su respeto a los ciudadanos. No se han achacado a los jefes del ejército sandinista de prácticas de corrupción o enriquecimiento deshonesto. A este ejército se enfrentan las fuerzas contrarrevolucionarias, que no solo atacan objetivos económicos y de infraestructura (puertos, oleoductos, puentes, torres eléctricas) -esto también lo hace el FMLN en El Salvador- sino que atacan, incendian y destruyen hospitales, escuelas ,cooperativas campesinas, comunidades enteras, dejando a su paso las mismas huellas de saña y de sangre que dejaba la guardia somocista. Para engrosar sus filas utilizan el amedrentamiento, el dinero y en muchos casos, el secuestro de los campesinos que habitan en zonas aisladas de la frontera. Conviene recordar que fue la misma Guardia Nacional la que apoyo su carácter de cuerpo irrescatable para otro modelo de ejército cuando, al día siguiente de la huida de Somoza, se negó a aceptar las ofertas que el FSLN le hacía para incorporarse a las filas de un nuevo ejército nacional.

Teniendo en cuenta la base social, con que cuentan las fuerzas en conflicto en ambos países se sigue reforzando la asimetría.

En El Salvador, el ejército del FMLN no solo actúa permanentemente en el interior del país sino que controla zonas liberadas de manera estable en por lo menos dos departamentos (Chaletenango y Morazán), en donde ya funcionan las estructuras de un nuevo poder político con activa participación del pueblo en la producción, la educación y la salud. Decenas de gigantescas ofensivas de la fuerza armada salvadoreña han sido incapaces de desalojar a los guerrrilleros de enclaves estratégicos en el Volcán de Guazapa o en el Volcán Chinchontepec en San Vicente, así como de considerables extensiones bajo su control en los Departamentos de Usulutlán y La Unión.

En Nicaragua, las fuerzas contrarrevolucionarias no tienen ningún territorio liberada y sus campamentos -cuando los han tenido tras ofensivas de infiltración masiva- han sido pronto desarticulados, caracterizándose su actividad por continuos desplazamientos por las montañas y zonas aisladas, tratando de esquivar enfrentamientos directos con el ejército sandinista y atacar objetivos civiles. Sus emisoras funcionan en Tegucigalpa y en San José. Sus campamentos están en territorios hondureños y costarricenses cercanos a la frontera. Existe dentro de Nicaragua una base social que apoya a estos contrarrevolucionarios. Se trata, fundamentalmente de campesinos propietarios de las montañas de Matagalpa y Jinotega y de las fronteras agrícolas de Boaco y Chontales. Su descontento con el sandinismo es comprensible: no han llegado aun a ellos mejoras sustanciales: ni rutas de comercialización ni silos de almacenamiento ni insumos y técnicas mejoradas ni mejores viviendas. en general, no ha cambiado su hábitat rural.

El cuádruple cerco que sobre la economía de reconstrucción ejerce la acumulada deuda externa, el boicot económico norteamericano especialmente sobre las líneas de crédito y financiamiento internacional, los grandes gastos en la defensa, y el deterioro continuo de los precios de exportación, condicionan fundamentalmente estas deficiencias. También tienen los contrarrevolucionarios una base social entre un 40 ó 50% de los 70 mil habitantes miskitos que hay en la Costa Atlántica, por motivos en los que se mezclan complejas razones históricas con errores de la revolución y utilizando utópico-milenarista de estos errores y de su asignaciones como pueblo.

Entre la base social de la contrarrevolución armada hay que incluir tambien a una porción mayoritaria de la gran burguesía nicaragüense (0.5% de la población total del país), que planteo desde el comienzo la liquidación del proyecto de burguesía nacional habitual en el continente y cuya inviabilidad social ha sido probada en el caso de los pequeños países centroamericanos. Esta variada base social de las fuerzas contrarrevolucionarias no solo es el índice de los intereses minoritarios que representan sino que también se ha mostrado incapaz de desarrollar al interior de Nicaragua un movimiento de resistencia armada que pudiera caracterizarse como el frente interno propio de una guerra civil.

Finalmente, están los apoyos internacionales que sostienen a las fuerzas en conflicto en los dos países. También en esto puede apreciarse la asimetría.

En El Salvador es absolutamente patente que el ejército gubernamental no podría continuar su guerra contrainsurgente si no estuviera recibiendo una continua inyección en ayuda económica y militar de los Estados Unidos. Esta ayuda se otorga en base a una interpretación distorsionada del conflicto, que desconoce -como vimos- las raíces del mismo. Se trata -según Alexander Haig- de trazar (en El Salvador) la línea de contención del comunismo. Los revolucionarios salvadoreños, por su parte, fueron reconocidos como "fuerzas políticas representativas" por Francia y México en agosto de 1981.

Una mayoría creciente en la ONU (84 estados en noviembre de 1983) aprobaron el instar a todos los Estados miembros a que suspendan cualquier suministro de armas y todo tipo de asistencia y ayuda militar" a los bandos en conflicto (Resolución 38/101 de la 38 Asamblea General de la ONU). Los Estados Unidos manejan desde 1981 la acusación de que el FMLN es apoyado en armamentos y en logística por el Gobierno de Nicaragua. Pero esta acusación jamás ha sido ser demostrada. el Libro Blanco que en 1981 elaboro el Departamento de Estado intentando demostrar esta acusación fue mirado con abierto escepticismo por todos los aliados europeos ha hecho trizas por la misma prensa norteamericana ("Wall Street Journal", 8-6-81), en un reportaje basado en informes del propio autor del libro. El mismo ex-embajador norteamericano en El Salvador, Dean Hinton, declaro que la ayuda otorgada a la contrarrevolución no había logrado interceptar ni una pistola del supuesto suminstro de armas de Nicaragua al FMLN (Informe del Senado, 1982). Y el Subsecretario de Defensa de EEUU, Fred Ikle, reconoció ante el Congreso en 1984 que hasta un 50% de las armas y pertrechos del FMLN provenía seguramente de los Estados Unidos, pues era armamento recuperado por los guerrilleros en sus enfrentamientos con el ejército gubernamental.

En Nicaragua, el gobierno sandinista recibió el mayor apoyo que puede recibir un Estado al ser elegido para ocupar un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU en octubre de 1982 por mas de 100 votos favorables, a pesar de las muchas presiones de los Estados Unidos para impedirlo. Francia ha vendido armas al gobierno de Nicaragua afirmando que lo hacía justamente para dar viabilidad a la voluntad política de no alineamiento del gobierno revolucionario. En mayo de 1983 un voto del Consejo de Seguridad de la ONU, del que ni el gobierno de Reagan pudo abstenerse, reconoció el derecho que asiste al actual gobierno de Nicaragua a defender la plena independencia del país sin obstáculos interventores. Las reacciones internacionales en el mismo consejo en el primer dictamen de la Corte Internacional de Justicia de la Haya frente al minado de los puertos nicaragüenses por la CIA, son las mas recientes muestras del apoyo internacional del gobierno de Nicaragua y de la condena a quien lo enfrenta militarmente. La contrarrevolución armada tiene el apoyo abierto -aunque no se trata de una guerra declarada- del gobierno de Estados Unidos, del gobierno de Honduras y de fuerzas oscuras que se aprovechan de las divisiones del gobierno de costarricenses. Es evidente que Honduras, transformada por obra de los Estados Unidos en una "república del Pentágono y de la CIA" es la "base social" -extranjera- mas importante para la contrarrevolución.

Los apoyos internacionales, tanto a nivel de Estados como a nivel de solidaridad de los pueblos y de innumerables organizaciones no-gubernamentales que reciben -o no reciben- las fuerzas en conflicto en ambos países son uno de los indicadores -entre otros muchos- de que ni Nicaragua ni en El Salvador se trata simplistamente de un conflicto Este-Oeste, como pretende hacerlo creer la Administración Reagan, tanto cuando juega como cuando no juega a la estrategia de la simetría.

Los dos rostros asimétricos del diálogo negociador

Si asimétricos son los conflictos, también la historia de los intentos de negociación para resolverlos muestra la simetría de las situaciones en El Salvador y en Nicaragua.

En El Salvador.- Desde 1979 algunos de los miembros de la primera Junta reformista que surgió del golpe militar del 15 de octubre ofrecieron dialogo a los grupos revolucionarios -aún no unificados en el FMLN-. En 1980 hubo mas ofrecimientos provenientes de algunos militares que participaban en la segunda Junta. En diciembre de 1980 el presidente Carter lanzo también una propuesta de negociación. Todas estas iniciativas fueron rechazadas por los grupos revolucionarios y por el FMLN después de su formación. Algunos analistas salvadoreños interpretan que este rechazo resto fuerzas a los sectores políticos y militares reformistas y se debió a apreciaciones -sujetas a error- de los revolucionarios sobre su no suficiente o su demasiada fuerza para entrar en negociaciones. Era claro que las ofertas de Carter, ya derrotado electoralmente por Reagan, carecían de credibilidad, conociendo las posiciones del nuevo presidente. Otros analistas resaltan que los que ofrecían negociaciones en ambas Junta salvadoreñas nunca tuvieron un peso real en el Gobierno y que los revolucionarios actuaban correctamente al intentar una mayor fuerza militar que le permitiera una negociación justa frente a un gobierno que actuaba, desde el mismo comienzo de su mandato supuestamente reformista, incluso con mayor represion que los anteriores.

A partir de enero de 1981 las cosas cambiaron. Los ofrecimientos de negociaciones han sido desde entonces planteados siempre de manera consistente pro el FDR-FMLN o por los que lo apoyan internacionalmente. La declaración mexicano-francesa de agosto de 1981, al insistir en la "representatividad política" de los revolucionarios, subrayaba claramente la necesidad de formulas de dialogo negociador. El 7 de octubre de 1981, el coordinador de la junta de gobierno de Nicaragua, Daniel Ortega, presiento en la ONU la propuesta de negociaciones formulada por el FDR-FMLN. A esta propuesta el gobierno salvadoreño, orientado pro la política norteamericana, ha respondido siempre con el plan unilateral de abrir las elecciones a las fuerzas de izquierda si estas deponen las armas, plan que -por la misma experiencia histórica- ha sido visto como un suicidio pro parte de los revolucionarios. A todo lo largo de 1983 el FDR-FMLN ha reiterado sus ofrecimientos negociadores.

En julio de 1983 el embajador especial para Centroamérica, Richard Stone, accedió a reunirse con una delegación del FDR-FMLN en Bogotá, peor no se avanzo nada en esta reunión. En este año, después dos reuniones de la Comisión de paz creada por el gobierno de El Salvador con una delegación del FDR-FMLN, quedo clara que la única negociación que seguía proponiendo el gobierno era la participación en las elecciones, una vez depuestas las armas. Por otro lado, tampoco ha respondido el gobierno al FDR-FMLN, que pidió una prolongación de estos diálogos en territorio salvadoreño con garantías para su delegación. La ultima propuesta de integración y plataforma del Gobierno provisional de Amplia Participación fue formulada por el FDR-FMLN el 31 de enero de 1984, y reiterada antes y después de las elecciones ultimas, sin hallar ninguna respuesta. En su discurso de toma de posesión el 1 de junio, el presidente Duarte pidió a los revolucionarios que antes de cualquier dialogo, "si son patriotas tengan la audacia de entregar las armas". Esta retórica no puede ocultar el rechazo a las propuestas del FDR-FMLN, al menos de momento.

En Nicaragua.- Es básico cambiar de óptica al afrontar el tema en el caso de Nicaragua, teniendo en cuenta la realidad del conflicto descrita anteriormente. Si el dialogo y la negociación en El Salvador tienen un promotor -las fuerzas revolucionarias-, que buscan como interlocutores al gobierno salvadoreño y a su lado al gobierno norteamericano que lo sostiene, en Nicaragua, el promotor de las propuestas de dialogo y negociación es el gobierno sandinista que busca como principal e indispensable interlocutor al gobierno de los Estados Unidos y al de Honduras -eventualmente al de Costa Rica-, pero no a las fuerzas contrarrevolucionarias, por considerar que carecen en absoluto de representatividad, al no ser mas que meros ejecutores de la política norteamericana.

Las propuestas negociadoras de parte del gobierno sandinista son incontables. En el discurso del comandante ortega en la Asamblea General de la ONU en octubre de 1982 se hacían propuestas de paz. En febrero de 1982 Nicaragua ofrece firmar pactos de no agresión y seguridad mutua con sus vecinos centroamericanos. En abril de ese mismo año propone a Honduras 7 puntos para resolver las tensiones entre ambos países provocadas por la presencia y actividades de la ex-guardia somocista en territorio hondureño. Al mismo tiempo, propone a Estados Unidos 13 puntos de discusión y declara su disposición a discutir los 8 puntos planteados ese mismo mes por el embajador norteamericano en Managua. En septiembre, México y Venezuela convocan a Honduras y a Nicaragua a buscar caminos que detengan la creciente tensión y la perspectiva peligrosa de un conflicto armado en octubre en Caracas. Al final, Honduras se niega a asistir. También es mes, el Canciller nicaragüense ofrece reunirse en la ONU con Shultz, pero este se niega a aceptar... por falta de tiempo. En enero de 1982 los Estados Unidos alientan la creación de la comunidad Democrática Centroamericana (Honduras, Costa Rica y el Salvador), descrita pro el entonces presidente panameño como "una flecha dirigida al corazón de Nicaragua". El fracaso de esta Comunidad, por su intento de aislamiento de Nicaragua y el llamamiento venezolano-mexicano es respondido en octubre de 1982 con un proyecto norteamericano: el llamado Foro pro Paz y Democracia (Costa Rica, El Salvador, Colombia, Jamaica y Honduras), del que se excluía Nicaragua.

E entonces cuando el germen de la propuesta de México y Venezuela logra la adhesión de Colombia y Panamá y surge el Grupo de Contadora que plantea algo esencial para cualquier negociación eficaz y realista: incluir a Nicaragua. Todo el año 83 esta marcado por el perseverante esfuerzo del grupo de Contadora, apoyado constantemente pro Nicaragua y solo formalmente alabado por los Estados Unidos. La iniciativa de Contadora empieza a recibir adhesiones de los mas diversos gobiernos, grupos, instituciones y personalidad es a lo largo de este año. Es Nicaragua el primer país centroamericano en presentar a Contadora -a la par que el Departamento de Estado- tres proyectos de tratados para responde al llamamiento de Contadora de julio de 1983. De los proyectos, que llevan fecha 15 de octubre de 1983, dos son bilaterales (Nicaragua y Nicaragua-Honduras) y uno es multilateral (entre todos los países centroamericanos).

Nicaragua va tan lejos que propone lo que equivaldría al cese del apoyo logístico que se le achaca da a los revolucionarios salvadoreños. Antes de 24 horas el gobierno norteamericano califica los proyectos de "polémicas:" y "deficientes" y no de ninguna otra respuesta. Finalmente, en abril de 1984, costa Rica, El Salvador y Honduras presentan a Contadora una propuesta que, al contener condiciones inaceptables para Nicaragua -entre ellas un dialogo con los contrarrevolucionarios- supone un importante obstáculo a Contadora, que aun no sido del todo resuelto. Parte de la reacción norteamericana se justifico en la ausencia de los tratados presentados de una consideración exhaustiva del conflicto salvadoreño; tal consideración abordada por el gobierno sandinista el 1 de Diciembre de 1983 por medio de un proyecto de "Acuerdo para contribuir a una solución pacifica del conflicto armado en la República de El Salvador", en cuyo texto se prevé el cese de apoyo militar de cualquier tipo y cualquier procedencia a las partes salvadoreñas en conflicto.

Si, por hipótesis, nos ubicaremos en la óptica de que el dialogo negociador que resuelva el conflicto no fuera el que plantea el gobierno de Nicaragua sino el que han planteado algunos partidos nicaragüenses y la misma jerarquía eclesiástica en su carta pastoral del 22 de abril, es necesario recordar que el grupo contrarrevolucionario que cuenta con el apoyo de la CIA y con el mayor numero de hombres en armas, la Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN) nunca ha planteado ningún proyecto de dialogo al gobierno sandinista, sino mas bien ha proclamado reiteradamente que su intención es derrocarla. Las fuerzas de ARDE si han hablado en algunos momentos de deponer las armas, aunque sus condiciones para hacerlo presuponen la previa liquidación del proyecto revolucionario. Hay que tener en cuenta, además, que en la actualidad se van borrando las diferencias entre FDN y ARDE y se avizora una posible alianza entre los dos grupos. El atentado contra Eden Pastora se produce precisamente cuando este iba a separarse de ARDE -que dirige políticamente el empresario Alfonso Róbelo- por no querer unirse al FDN, controlado por la CIA y los-ex guardias somocistas.

La simetría carece de una ética correcta

Des-simetrizadas las guerras y sus posibles negociadoras, aunque sea a grandes rasgos, se imponen algunas reflexiones que ayuden a aceptar no solo el error político sino también la falta de ética que contiene la tesis de la simetría. El marco de esta reflexión debe de ubicarse en el contexto cultural de los pueblos centroamericanos, en el que ocupa un lugar privilegiado el factor religioso.

Es claro que toda la política de Reagan respecto de Nicaragua ha estado siempre influida por connotaciones religiosas y morales. Tres días antes de la visita de Shultz a Nicaragua el Presidente Reagan califico a la TV irlandesa a los dirigentes sandinistas como gente que no tiene honor, que no tiene honestidad, que son totalitarios. Se trata de las mismas calificaciones en blanco y negro con las que desafía a los soviéticos, describiendo su régimen como el imperio del mal. La política de prepotencia y de fuerza en Centroamérica es para Reagan no solo una necesidad estratégica para la seguridad nacional de Estados Unidos sino un deber moral. La Administración se reviste así de un mesianismo que, con conciencia satisfecha, se lanza en todo el mundo a la defensa de los valores cristianos occidentales y a procurar que otros pueblos participen del sueño americano, de un modelo de vida y de una escala de valores. Todo este ropaje no es mas que la expresión máxima de la cultura religiosa de la dominación y de la discriminación de los pueblos pobres, que no están buscando otro sueño que su independencia y su dignidad partiendo de su peculiares formas culturales.

Esta cultura religiosa se presenta con la elegancia moderada del neoconservatismo o con la crudeza del fundamentalismo de las mayoría moral, pero en cualquier caso choca, hiere y desprecia la cultura de las masas de pobres y creyentes que emergen en todos los pueblos de América Latina desenterrando el viejo tesoro de su fe religiosa para hallar en el una enorme fuerza con la que luchar contra la pobreza y la opresión.

Pero no es solo la retórica de Reagan la que asume la tesis de la simetría en este marco de valores éticos. Grupos importantes de liberales norteamericanos -congresistas e intelectuales- y círculos gobernantes políticos y culturales -prensa e intelectuales- europeos también la hacen suya. El núcleo del argumento de la patria para estos grupos es este: no existen diferencias entre las situaciones conflictivas entre ambos países, pues tanto en El Salvador como en Nicaragua existen gobiernos cuya legitimidad esta siendo cuestionamiento ha llegado a separar de tal manera a los sectores de la sociedad, ha contrapuesto hasta tal extremo sus proyectos nacionales que el consenso se ha quebrado y la situación es de guerra civil. Esta se prolongara mientras no se cree un foro democrático libre -se requieren en el las libertades propias de las democracia que ellos conocen, sin tener ojos para mirar otras formas de autentica democracia- en que esas fuerzas pueden medir su grado de respaldo ciudadano. Mientras esto no se produzca, el conflicto será inevitable y lo será mucho mas porque el conflicto nacional esta fuertemente influido pro el conflicto Este-Oeste, por la disputa que a la tradicional e indiscutible hegemonía de Estados Unidos en el área plantean Cuba y la URSS.

El hecho político fundamental que ignora la tesis "liberal" de la simetría -la retórica reaganiana- es la diferencia que existe entre un proyecto de sociedad como el del actual gobierno salvadoreño, orientado al beneficio de loas tradicionales minorías e incapaz para esto de sostenerse sin reprimir a las mayorías hambrientas de justicia y un proyecto de sociedad como el nicaragüense, orientado al beneficio de las mayorías, que ofrecen a la vez, a las antiguas minorías dominantes un espacio económico y político para que se integren a este nuevo proyecto de nación.

Los defensores de la retórica o de la tesis de la simetría -Reagan y los liberales- tienen, pues, en su contra un hecho cultural básico de creciente importancia en los pueblos latinoamericanos, también en Nicaragua y El Salvador. Es la irrupción en la historia de las masas empobrecidas y dominadas económica, política y lógicamente. Es el intento político, la determinación de aprovechar la energía contenible de esta irrupción para configurar con ella proyectos nacionales nuevos, naciones verdaderamente independientes y dignas. Cuando las naciones latinoamericanas estuvieron en manos de minorías alineadas económica y políticamente con los intereses norteamericanos y alineadas culturalmente a los esquemas de civilización del consumo y del lujo estos proyectos abortaron siempre. La irrupción en la lucha política de estas masas empobrecidas, que también son un pueblo creyente, esta siendo respondida, desde la fe cristiana -mayoritaria en América latina, especialmente en sus expresiones católicas- con una convocatoria a la opción por la causa de los pobres". Una opción que asumen obispos, sacerdotes, religiosos y comunidades de base en todo el continente precisamente porque la causa de los pobres esta siendo interpretada teológicamente, en profunda y autentica fe cristiana, como la emergencia de la memoria de Jesucristo: una memoria que nunca debió ser empolvada y que afirma que los pobres estarán siempre en medio de la comunidad de los seguidores de Jesús llamada Iglesia y estarán como los primeros ciudadanos.

La teoría de la simetría, en su retórica reaganiana de justificación de la prepotencia o en su aparente neutralidad y asepsia en la tesis liberal, esta rechazando la valoración cristiana de la actual historia de América Latina. El dios de reagan y el de los liberales no es el Dios con el que cuentan los pobres de Nicaragua y los de El Salvador -los de toda América Latina- en su lucha ni en su esperanza ni a la hora de entregar la vida porque se haga realidad su verdadero sueño.

La simetría no traerá la paz

Es en una realidad que la solución de los conflictos centroamericanos debe encaminarse hacia negociaciones políticas. Si estas no se producen, es previsible que la lucha de los pueblos centroamericanos tenga que atravesar por una dolorosísima fase en la que se profundizaría la destrucción, el hambre y la sangre, aunque no se trataría de una derrota. Pero una negociación política genuina no pude fundamentarse en recursos electoreros, como podrían pretender Reagan en esta recta final de su campaña. Estando en juego la vida y la dignidad de miles de centroamericanos y estado en juego el respeto al derecho de los pueblos y de los Estados, todo intento negociador debe de tener en cuenta si su base es el realismo político honesto o si es el fruto de una imaginación ideologica interesada.

La tesis liberal de la simetría, tal como la hemos demostrado también en sus primeros rasgos, no puede resolver el conflicto de El Salvador ni el de Nicaragua por que no tiene ni base política ni ética para traducirse en negociaciones razonables y justas. Mucha menos base tiene la retórica reaganiana, puesto que no es mas que un mecanismo ideológico confeccionado para colocar contra la pared al gobierno sandinista y para justificar al gobierno salvadoreño en sus violaciones a los derechos humanos o en su freno a las reformas. Desde esta óptica solo se puede prolongar el conflicto.

Hoy por hoy el presidente Reagan no tiene necesidad de invocara la tesis liberal de la simetría. Los liberales -tanto los norteamericanos como los europeos- lo hacen en su lugar reforzando así su política de guerra. Entretanto, los revolucionarios salvadoreños continuaran planteando la negociación como solución a una guerra que desangra desde hace 4 años a su país. Y Nicaragua mantendrá con los Estados Unidos las conversaciones iniciadas el 1 de junio en Managua entre Shultz y Ortega. Pero si todo continua ubicándose en el marco de la retórica o en la falsa imagen liberal de la simetría, si no cambia la visión, la negociación y el dialogo solo habrán ayudado a la reelección de Reagan. En ese caso la única simetría que se impondrá será la simetría entre Centroamérica y Vietnam.

Postdata

Terminado de escribir este articulo hemos conocido el discursos del senador Edward Kennedy, introducido en el diario del congreso el pasado 22 de mayo. Reproducimos 2 de sus párrafos, en los que se expresa claramente la tesis liberal de la simetria. (El discurso fue publicado en Managua por el diario "La Prensa" el 6 de junio).

"Aunque los sandinistas apoyan a las guerrillas salvadoreñas cuando estas exigen compartir el poder con El Salvador, rechazan cualquier intento de negociar con los partidos armados de oposición en Nicaragua.

Al firmar el documento de objetivos de 21 puntos de Contadora, los sandinistas acordaron respaldar las medidas que llevaran a una reconciliación nacional en aquellos casos en los que se han creado divisiones profundas dentro de la sociedad, de manera que se logre su participación según lo dispuesto por la ley en el proceso electoral. Pero han rehusado abrir las elecciones a todos los miembros de los grupos de oposición armada nicaragüense que han ofrecido deponer sus armas. Estoy de acuerdo con el editorial de Washington Post del 27 de abril cuando dice: "Es necesario usar un solo criterio al juzgar los acontecimientos políticos en Centroamérica. Es necesario en Washington y en Managua también".

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En este mismo numero:

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La defensa integral: condición de supervivencia

Nicaragua
La Costa Atlántica: ¿política de genocidio?

El Salvador
Estrategia de simetría: negociaciones y diálogo en El Salvador y Nicaragua
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