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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 161 | Julio 1995

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Costa Rica

Figueres sucumbe a la ortodoxia neoliberal

Sin base popular organizada en que apoyarse, y sin audacia para promoverla, y desesperado por obtener nuevos créditos, Figueres ha terminado engavetando su programa anti neoliberal y aceptando uno a uno los proyectos neoliberales que tanto criticó antes de ser Presidente. ¿Cómo y por qué se llegó a esto?

Amaru Barahona

Quienes ponderan el sistema político costarricense tienen una base objetiva. El modelo de democracia liberal burguesa de este país es el menos limitado o el más avanzado del Tercer Mundo. Menos limitado también que muchas democracias del Primer Mundo que la estadounidense, por ejemplo . Los rasgos que caracterizan el modelo son: el perfil de la clase política, que ejerce el poder con una decantada dominación, pero con virtudes que resultan insólitas en nuestras sociedades; un alto grado de respeto por las normas; conciencia del límite en el ejercicio del poder y búsqueda frecuente de compromisos y consensos; cultura de disensión y lucidez para prever y evitar el conflicto social.

Fuerzas armadas: no son un grupo de presión

El otro rasgo verdaderamente excepcional es la ausencia de una casta militar con capacidad de presionar al poder civil. Costa Rica es seguramente la única democracia burguesa en el mundo donde las fuerzas armadas no constituyen un poderoso grupo de presión.

Esto no significa que sea cierta la tesis oficial de que no existe un ejército. Que las fuerzas armadas se denominen Guardia Civil y que formalmente se haya abolido un cuerpo con el nombre de Ejército, no varía lo esencial: están presentes unas fuerzas armadas numéricamente mayores que las nicaragüenses que cumplen funciones comunes en todos los Estados: dominación hacia adentro y agresión defensa hacia afuera. Para confirmarlo, basta recordar las violentas represiones casi siempre con muertos que por décadas han sufrido los trabajadores bananeros la última de ellas en 1994 o las recurrentes palizas que reciben los vendedores ambulantes de San José. O, en otra dimensión, la abierta complicidad de la Guardia Civil en la guerra de Reagan contra Nicaragua, durante el gobierno de Luis Alberto Monge.

El modelo costarricense adolece de las restricciones comunes a todos los sistemas de democracias burguesas. Los partidos pequeños no tienen viabilidad de acceder al poder porque no pueden financiar las millonarias campañas electorales. Más que por programas o principios, la gente es inducida a votar por imágenes propagandísticas. Y una vez que el pueblo ha votado con incuestionable corrección técnica , su influencia en las decisiones del poder es casi nula. Las determinaciones fundamentales parten de un sistema elitista conformado por los poderosos medios de masas, las cámaras patronales, las presiones estadounidenses y el tutelaje económico de las instituciones financieras internacionales.

Dos peligros en los 90

La corrupción se expande como mancha de aceite en la sociedad política y también en la sociedad civil. "Nunca vi saqueo igual": expresó el interventor del que fuera el más antiguo banco de Costa Rica, el estatal Banco Anglo Costarricense, al salir a luz pública un reciente escándalo financiero que condujo a su cierre, con pérdidas para el Estado de 32 mil millones de colones (unos 200 millones de dólares). En una danza de corruptelas millonarias, aparecieron involucrados el gerente del banco, su junta directiva y un grupo de empresarios privados, todos relacionados con los dos grandes partidos gobernantes. Además del pillaje de bienes públicos, se evidencian cada vez más los nexos de miembros del empresariado con el narcotráfico. Y es criterio de algunos jueces que estos vínculos se extienden a sectores de la clase política.

La sociedad civil, que en los años 60 y 70 tenía fuerza, se ha debilitado. Antes influyentes, los partidos de izquierda han desaparecido. También los sindicatos obreros en el campo. La represión sindical en las empresas privadas ha llegado a tal extremo que provocó la protesta de sindicatos estadounidenses: en 1993, éstos demandaron a su gobierno suspender la cooperación con Costa Rica por la carencia de libertad sindical.

Con el "solidarismo" la burguesía costarricense ha logrado un éxito sin parangón en América Latina, difundiendo un modelo de paternalismo patronal que cercena cualquier iniciativa de organización autónoma de los trabajadores. El último reducto importante del sindicalismo está en las empresas del sector público, pero además de estar dividido y viciado por el clientelismo político, se encuentra a la defensiva frente a los avances de la ortodoxia neoliberal.

En el pasado, el Partido Liberación Nacional (PLN) canalizó los intereses de la burguesía reformista y de las capas medias, enfrentadas a los intereses de la oligarquía tradicional. Actualmente, tanto el PLN como el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), son cada vez más dos grandes aparatos que, aunque conservan matices distintos en su discurso mayor ortodoxia neoliberal en el PUSC vs. mayor heterodoxia en el PLN , en la práctica han venido coincidiendo en la canalización de los nuevos intereses hegemónicos: los de la burguesía "globalizante" subordinada al capital transnacional, ubicada en el turismo, las exportaciones no tradicionales, las finanzas, el banano y el gran comercio importador.

El alto grado de gobernabilidad de la democracia costarricense depende cada vez más de dos fenómenos cuya continuidad parece estar amenazada en la segunda mitad de los años 90. Por un lado, la responsabilidad social de la clase política. Por otro, el crecimiento de la economía.

Un país muy especial

Después de una profunda crisis en el período 1979 1983, Costa Rica logró un modesto pero sostenido crecimiento: un PIB per cápita acumulado de aproximadamente 1.6% entre 1983 y 1994. Aunque enmarcado por persistentes desequilibrios financieros, este crecimiento expresa un pujante incremento de las exportaciones, que en 1994 representaban 2 mil 232.7 millones de dólares, con un peso ese mismo año de la producción no tradicional de más del 50%: 1 mil 280 millones, junto con un deslumbrante desarrollo de la actividad turística. En un lapso de prácticamente 8 años Costa Rica logró montar una industria turística que en 1994 le generaba 685.5 millones de dólares.

Este crecimiento revela el estupendo negocio que significó para Costa Rica la guerra estadounidense contra Nicaragua en la década de los 80. Siendo el único país en el istmo que poseía realidades presentables, la estrategia del "conflicto de baja intensidad" le asignó el papel de "efecto escaparate" para contraponerlo al proyecto sandinista. Esto permitió que Costa Rica tuviera un tratamiento extraordinariamente flexible por parte de los organismos financieros, una cuantiosa ayuda económica de Estados Unidos ascendió a 1 mil 430 millones de dólares, con la diferencia respecto a El Salvador y Honduras que las asignaciones para "ayuda militar" fueron insignificantes y la concentración de casi toda la inversión extranjera que llegó a la región. La sociedad costarricense tenía también ventajas comparativas respecto a la de los demás países centroamericanos: estabilidad política, mejor calificación de su mano de obra y mejor desarrollo de su infraestructura.

A diferencia de los "modelos" latinoamericanos promovidos por el FMI y el Banco Mundial Chile, México antes de la debacle y ahora Argentina el crecimiento de Costa Rica se ha caracterizado hasta hoy por el escaso empobrecimiento que ha generado y por el limitado deterioro de la estructura de bienestar social educación, salud, seguro social, transporte colectivo, telecomunicaciones, vivienda organizada en los años 60 y 70.

La pobreza creció a inicios de los 80, pero desde 1985 ha tenido una modesta reducción que adquiere relevancia en el contexto de América Latina: en 1994 la pobreza se ubicaba en un rango de entre 17.4% (datos oficiales) y 25% (datos no oficiales), lo que hace que Costa Rica ostente, junto a Uruguay y Barbados, los indicadores de pobreza más bajos de América Latina.

Un modelo heterodoxo

Hay dos claves que explican esta singularidad. Primero: el dinámico crecimiento de los años 60 y 70 un PIB acumulado de 6% anual se acompañó de una política social sin parangón en América Latina, a excepción de Cuba. Segundo: en los difíciles años 80 y 90 Costa Rica ha tenido uno de los capitalismos menos neoliberales en América Latina. Hasta hoy, las recetas se habían venido imponiendo con una gran dosis de heterodoxia, conservando el Estado bastante de su tradicional capacidad de intervención económica y protección social.

A pesar de las crecientes presiones de la instituciones financieras internacionales, la clase política no había optado hasta ahora por la privatización de la banca estatal y de las empresas de servicio público, electricidad, telecomunicaciones, acueductos y alcantarillados, petróleo, etc. De igual manera, no había aceptado la privatización de los sistemas de educación, salud y seguridad social. En comparación con los años 70, el gasto social público per cápita ha disminuido, pero sus niveles se han mantenido entre los más altos de América Latina. Una sistemática intervención estatal en el área de conservación y promoción de reservas ecológicas que data de los años 70 ha sido un factor clave en la exitosa expansión de la industria turística.

En el manejo macroeconómico también ha tendido a predominar la heterodoxia. Como mecanismo para lograr la rentabilidad de las exportaciones, más que las devaluaciones han prevalecido los subsidios y estímulos estatales al productor, especialmente a quienes producen no tradicionales. La apertura comercial se ha dado a través de procedimientos cautelosos y selectivos. Esto explica que Costa Rica no haya cometido la insensatez de integrarse alegremente al "grupo de los cuatro" y que haya optado, solamente después de la firma del TLC del Norte, por negociar un tratado comercial asimétrico con México, firmado antes de conocerse la crisis mexicana. La regulación de precios persiste para algunos alimentos básicos y también para algunos insumos. Los programas especiales de crédito con tasas más bajas para la pequeña producción aventajan, a gran distancia, a los del resto de países centroamericanos.

Llega Figueres

En 1994, José María Figueres Olsen llegó al poder con un discurso antineoliberal que defendía, frente a la absolutización del mercado, un Estado con capacidad de diseño e intervención estratégica. El programa de la llamada "reforma" del Estado no era afirmaba un problema de tamaño, sino de convertirlo en un aparato estratégico, ágil y participativo. Frente a los argumentos del globalismo ciego planteaba la necesidad de una inserción "inteligente" en el mercado mundial.

Agregaba además que "para competir comercialmente en el exterior se requiere que los costarricenses sean saludables y gocen de una buena formación" y como esos atributos de la calidad de vida se habían degradado en los últimos lustros, habría que restaurarlos y potenciarlos.

Figueres asignó los puestos de mayor influencia en su equipo de gobierno a un grupo de jóvenes políticos provenientes de la antigua izquierda académica y política, el denominado grupo ATD, que había venido diseñando un paquete de políticas alternativas al recetario neoliberal. Al llegar al poder, la coyuntura económica parecía alentar el optimismo: altas tasas de crecimiento en los últimos años: 6.4% en 1993 y 4.5% en 1994.

Crisis revela fragilidad

Pasada la coyuntura electoral y el asentamiento del nuevo gobierno, afloró abruptamente la acumulación de desequilibrios financieros que desde 1983 han acompañado el crecimiento costarricense, poniendo al descubierto su fragilidad.

* En 1994, el déficit fiscal alcanzó el 8.1% del PIB. En alguna proporción (1.4%) esto se explica por las pérdidas que provocó el cierre del Banco Anglo Costarricense, pero responde esencialmente a causas más profundas. En primer lugar, la producción no tradicional, que está dominada por el capital extranjero norteamericano fundamentalmente , ha crecido apoyándose en un importante subsidio estatal que ha llegado a incidir hasta en un 40% del déficit fiscal, según cálculos hechos a finales de los 80. En segundo lugar, el turismo también dominado por el capital extranjero y la producción no tradicional, que son los rubros más dinámicos de la economía, han estado exentos de impuestos. En tercer lugar, en la captación de los impuestos directos existe un alto nivel de evasión fiscal, especialmente de los empresarios.

* El déficit comercial es creciente y no logra ser cubierto por los ingresos que genera el turismo. En 1994 ascendía a 854.7 millones de dólares. Esto se explica por la alta dependencia de componentes importados con que funciona el modelo de crecimiento y por el fomento de una cultura consumista que sobrepasa las capacidades reales de la economía. A su vez, el déficit comercial ha venido incidiendo en el aumento del déficit en la balanza de pagos: en 1994 sumaba 515 millones de dólares.

* Las tendencias inflacionarias han recobrado fuerza llegando el índice de inflación a 19.9% en 1994, con expectativas de incremento en 1995.

* En Costa Rica ha venido funcionando el típico círculo vicioso de las economías periféricas: endeudamiento externo para solventar problemas financieros mayor endeudamiento externo mayores desequilibrios financieros. Aunque la deuda externa no alcanza las magnitudes de la nicaragüense por citar el ejemplo latinoamericano más alucinante , en 1993 se estimaba en 3 mil 201 millones de dólares, calculándose que ascendería a 4 mil 300 millones en 1996. Pero en la actual coyuntura el país tiene amortizaciones en mora, sin cuyo cumplimiento no puede acceder a nuevos recursos.

Costa Rica ha dejado de ser el país elegido por Estados Unidos como "efecto escaparate" dentro de su política hacia Centroamérica. Por esta razón se vuelven cada vez más implacables las exigencias de las instituciones financieras que reclaman una orientación ortodoxa de la política económica.

Bananos y turismo

Algunos analistas consideran que la crisis financiera coincide con un estancamiento de la dinámica de crecimiento que aunque modesta ha manifestado hasta ahora una continuidad excepcional en América Latina. Las actividades motrices de este crecimiento el banano, los no tradicionales y el turismo manifiestan signos de haber llegado a sus límites expansivos.

El cultivo bananero se encuentra contraído por las cuotas que ha establecido la Comunidad Europea. Y aunque es posible esperar algunas concesiones, no es previsible un cambio sustantivo en la política proteccionista de los europeos.

Las exportaciones no tradicionales han perdido el ritmo de su incremento original al convertirse en receta generalizada para todo el Tercer Mundo. Cada vez mayor número de países compiten con los mismos productos por los mismos "nichos de mercado".

El turismo también está perdiendo competitividad por la desaparición de algunas de las ventajas comparativas del país. Costa Rica no posee una herencia precolombina descollante ni monumentos o ciudades coloniales ni una tradición artesanal autóctona. Su oferta turística de playas y montañas se organizó sobre la base de una buena infraestructura de servicios, una imagen de pueblo pacífico y amable y, sobre todo, bajos precios en comparación con otras alternativas en Centroamérica y el Caribe (México, Guatemala, Colombia, las Antillas). Pero la voracidad de las grandes empresas y la ausencia de un marco regulador han provocado que el turismo costarricense sea actualmente uno de los más caros de la región. En los últimos años el auge de la delincuencia y la gran difusión de las drogas han deteriorado también la imagen de país seguro.

La magnitud de la crisis financiera ha puesto al descubierto la verdadera ubicación de las determinaciones de poder en el sistema político. Una alianza no necesariamente orquestada de las cámaras patronales dominadas por la burguesía "globalizante" , los más poderosos medios de comunicación, las presiones norteamericanas, la inflexibilidad del FMI y el BM y la fracción parlamentaria del PUSC, ha venido clamando por una salida a la crisis según las normas de la ortodoxia neoliberal.

Sin una base popular organizada en que apoyarse y carente de audacia como para correr el riesgo de promoverla , aislado y desesperado por conseguir el desembolso de nuevos créditos, el sector antineoliberal del Ejecutivo, el llamado grupo ATD con Figueres a la cabeza, ha terminado engavetando su propio programa y aceptando, uno a uno, los proyectos del partido opositor que tanto había criticado en la campaña electoral.

Figueres se rinde

Primero, Figueres ratificó la firma del TLC con México. Antes lo había censurado por las desventajas que supondría para Costa Rica, más evidentes ahora que se "destapó" la crisis mexicana. Después hizo algo de mayor trascendencia. Figueres había criticado duramente el llamado PAE III, paquete de medidas de ajuste estructural que el gobierno anterior había negociado. "El PAE III me eriza había afirmado enfáticamente porque no responde a los intereses de Costa Rica". Sin embargo, terminó aprobándolo sin modificaciones, con la esperanza de que el Banco Mundial desembolsara un crédito de sólo 100 millones de dólares.

La aprobación significa, entre otros compromisos: sentar las bases para el inicio de procesos de privatización en empresas públicas de servicios: los seguros, las telecomunicaciones y el procesamiento de petróleo; eliminar las últimas restricciones en el funcionamiento de la banca privada; cerrar el crédito "subsidiado" crédito a la pequeña producción ; y despedir 25 mil empleados públicos en un lapso de 4 años. A pesar de este sometimiento, el Banco Mundial se dio el lujo de rechazar el desembolso programado y remitir al gobierno a negociar un acuerdo con el FMI.

Con la aceptación del Ejecutivo, el FMI añadió rigores a los compromisos del PAE III y estableció, entre otras cosas, metas temporales en la reducción del déficit fiscal que imposibilitan su manejo sin recurrir a profundas medidas recesivas. En 1995, el déficit tendrá que estar en un 3.5% respecto del PIB, y en un 0.5% en 1996. El FMI ha exigido también el despido inmediato de 8 mil empleados públicos, el congelamiento de los salarios, la elevación de la edad para pensionarse a 60 años, y la aprobación de un fuerte paquete tributario.

Las medidas que el Ejecutivo ha adoptado autónomamente tienen también el sello del recetario fondomonetarista: alzas en las tarifas de servicios públicos, impuestos principalmente de carácter indirecto, alzas en las tasas de interés y restricción del crédito, y limitación del programa de inversiones públicas. Algunas medidas heterodoxas, como un impuesto a los activos de empresas con alta composición técnica de capital y una llamada "canasta básica tributaria", que exime del pago de impuestos sobre las ventas a productos de consumo popular, estaban siendo cuestionadas por los grupos de presión y no era seguro que se llegasen a aprobar y a poner en práctica.

El Ejecutivo nunca mencionó la posibilidad aunque fuese coyuntural de poner impuestos al turismo y a los no tradicionales, ni de resistir a las metas temporales del FMI para la reducción del déficit. Es posible que, siguiendo la arraigada tradición de la política costarricense, se intente en el camino frenar esta gran escalada de la ortodoxia. Quizá defendiendo los presupuestos de salud y educación, quizá salvando algo del programa de inversiones públicas, o quizás poniéndole algunas zancadillas a la privatización para que sea menos brutal que la que se practica en otros países.

Una ilusión truncada

Con más o menos lentitud y con las resistencias "a la tica", la direccionalidad del proceso se presenta ya como irreversible. Y apunta hacia un incremento del empobrecimiento, el desempleo y la marginalidad social. De la misma manera, se abre una gran interrogante sobre la continuidad del crecimiento económico. Es significativo que los pronósticos para 1995 estimen un crecimiento nulo o negativo del PIB per cápita.

El discurso de Figueres, con marcado acento en una dirección económica centrada nacionalmente, con capacidad de diseño estratégico y responsabilidad social, se ha derrumbado estrepitosamente. Sólo queda el recuerdo de una ilusión truncada o la demagogia. Más que nunca antes, la economía está siendo dirigida desde el FMI y el Banco Mundial con el beneplácito de los costarricenses subordinados al capital transnacional.

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