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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 396 | Marzo 2015

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Honduras

Así terminó el reinado del cartel de Los Cachiros

Desde que a mediados de 2013 el Presidente Barack Obama señaló a “la banda de Los Cachiros” como uno de los más peligrosos y poderosos grupos de narcotraficantes en Centroamérica y México inició el declive de este grupo mafioso. ¿Qué sigue después de la entrega de los jefes Cachiros a la DEA en enero de 2015?

Ismael Moreno, SJ

La criminalidad en Honduras, el país al que llaman el más violento del mundo, está estrechamente ligada al narcotráfico. La situación en Honduras se le ha ido de las manos a Estados Unidos, que ha puesto en marcha
en Honduras una versión del Plan Colombia, que incluyó una militarización de aquel país y una negociación con los grandes capos colombianos de la droga, un plan que Estados Unidos presenta como un gran éxito de su política exterior.

En Honduras, el primer paso del plan fueron, en 2013, las declaraciones del Presidente Obama señalando a Los Cachiros como una peligrosa mafia centroamericana. En septiembre de 2014 inició la caza y captura de varios de los más señalados mafiosos. Y en enero de 2015 se produjo la entrega de los dos jefes Cachiros en Estados Unidos. O se entregaban o los capturaban y los mataban.

Leonel Rivera Maradiaga negoció su entrega en las Bahamas y Javier Rivera Maradiaga se entregó en Miami. Estados Unidos trata de eliminar a los grupos mafiosos del negocio de la droga.

La Alianza para la Prosperidad de los tres países del Triángulo Norte centroamericano tiene que ver con la versión del Plan Colombia que quieren para Honduras. Pero, estando tan atravesada la sociedad hondureña
por el crimen organizado, por sus causas y por sus efectos, tal vez estos planes llegan demasiado tarde.

DON ISIDRO EL PATRIARCA

Hagamos historia de la familia Rivera Maradiaga, matriz en donde nacieron los Cachiros. El patriarca, Isidro Rivera Cardona, es un hombre religioso, de misa dominical, fervoroso devoto de San Isidro Labrador. Cada año sin falta, y hasta 2014, en la víspera de la fiesta del santo, la noche del 14 de mayo, don Isidro ha participado en la construcción del jacalito, una pequeña enramada a donde los devotos llevan frutas y animales como ofrenda al santo por las gracias recibidas. Después, don Isidro ha cargado, año a año, la imagen del santo desde el templo hasta
el jacalito y al día siguiente, fiesta de San Isidro, la ha cargado de regreso al templo, encendiéndole decena de velas durante la reventazón de los cohetes. Todos los domingos a las siete de la noche, en el mismo sitio y siempre de pie, durante décadas, se ha visto a don Isidro asistiendo a misa en Tocoa, departamento de Colón. Esperanza Maradiaga, su esposa, es también una devota católica. En el barrio La Esperanza de la ciudad de Tocoa fue siempre una activa integrante de los círculos bíblicos.

La familia de don Isidro es originaria de Gualaco, en el e tenso departamento de Olancho, tierra de hombres rudos y laboriosos, leales hasta la muerte con sus amigos y vengativos también hasta la muerte si sufren un agravio. Entre ellos no hay perdón posible ante una traición y sólo la muerte dirime los conflictos. La familia de don Isidro emigró de Gualaco a Colón hará unos setenta años huyendo de alguna de esas venganzas, cuando él aún no había nacido. Y durante toda su vida la familia Rivera Maradiaga se mantuvo al acecho ante un posible ataque en respuesta a la afrenta por la que habían huido de sus tierras.

UN LADRÓN DE GANADO

En Olancho nadie llama Isidro a quien se llame Isidro. Todos los Isidros son llamados “Cachiros”. El padre
de don Cachiro Rivera también fue don Cachiro. Y también fue Cachiro su abuelo. Y como no podía ser de otra manera, también un hijo de don Cachiro Rivera, y al menos tres o cuatro nietos, fueron bautizados con el nombre
de Isidro y todos fueron nuevos Cachiros.

Don Cachiro Rivera tiene hoy 67 años y una salud a prueba de artritis, indigestiones y presión arterial. Es reconocido por su acendrada devoción a San Isidro y también por ser un ladrón de ganado. Todo el mundo lo sabe, pero nadie lo dijo en voz alta. Abigeo les dicen a quienes se dedican a este delito. Cuando ya la fama, el dinero y el poder habían elevado a don Isidro y a sus hijos, los Cachiros, a una cúspide que nunca pudo imaginar, se contaba que yendo en una de las tantas decenas de camionetas Toyota Prado que tenían, conducida por su hijo Javier, se les cruzó una vaca en la carretera y el viejo Cachiro gritó que se detuviera: “¡Pará, que ahí hay una vaca y la quiero!”

LOS INICIOS:
ROBAR LA NOVILLA AJENA

Sin saber si son verdades o leyendas, cuentan también que su abigeato comenzó cuando quiso quedarse con la novilla de un compadre, don Manuel.

Las dos propiedades colindaban y un día una novilla de don Manuel desapareció. La buscó por toda su finca hasta que la divisó entre el ganado de don Cachiro. Don Manuel la fue a reclamar. “¿Cuál novilla?”, preguntó muy serio don Cachiro. “Aquella, compadre”, señalando al animal. “No, compadre, se equivoca, esa novilla es muy mía. Si la quiere, ofrézcame una cantidad para que comencemos el trato”, dijo don Cachiro. Don Manuel decidió presentar la denuncia ante el juez de paz, quien se apersonó en la finca de don Cachiro.

Sin tener seguridad de quién de los dos estaba diciendo la verdad, tomó la sabia medida de colocar a los dos hombres a igual distancia de la novilla y les pidió que cada uno la llamara. Según hacia quién si dirigiera la novilla, ése sería su dueño. La prueba duró poco, porque apenas don Manuel comenzó a dar palmadas y a llamarla, la novilla caminó hacia él. A pesar de todo, a los pocos días la novilla desapareció para siempre del potrero de don Manuel. Así se inició don Cachiro como ladrón de ganado.

EN LAS BASES DEL IMPERIO:
GANADO Y MARIHUANA

A finales de los años 80, en los extensos y despoblados cerros de Colón, en la margen derecha del río Aguán,
don Cachiro, junto a varios amigos olanchanos, comenzaron a sembrar marihuana. Los cultivos de la yerba se confundían entre las milpas de maíz y los frijolares. Fue así, trasladando marihuana, como los tres hijos de don Cachiro comenzaron a incursionar en el tráfico de droga.

Javier, Leonel e Isidro -Cachirito, el más pequeño de los tres- pasaron de colaborar con su padre en el robo de ganado a ser sembradores y distribuidores de marihuana en el corredor que de la zona del Aguán conduce a San Pedro Sula.

Muy pronto ese corredor se extendió hasta la frontera con Guatemala por los departamentos occidentales de Santa Bárbara y Copán, en donde los Cachiros establecieron alianzas con ganaderos de la zona. Hasta allí llevaban el ganado robado en los potreros de Colón y Olancho.

Más adelante se aliaron con otros ganaderos del departamento de Izabal, en Guatemala, para trasladar, además del contrabando de ganado, la marihuana. Fue así como se sentaron las bases de un lucrativo negocio.
Como abigeos, los Cachiros eran insuperables. Como traficantes de droga tuvieron que comenzar como aprendices.

LA CONEXIÓN COLOMBIANA

En esos ires y venires conocieron el mundo de los carteles colombianos, seguramente mientras eran subordinados de los referentes que los colombianos tenían en Honduras, probablemente los vinculados al también olanchano Ramón Matta Ballesteros, el decano y más conspicuo de los jefes narco en Honduras, capturado por la DEA en abril de 1988, en complicidad con militares y políticos hondureños, acusado de asesinar a Kiki Camarena.

Matta Ballesteros fue extraditado a Estados Unidos y condenado a cadena perpetua en una cárcel de máxima seguridad en Colorado.

Aunque desde los años 70 ya se usaba el territorio hondureño para mover la droga colombiana, fue hasta la década de los años 90, cuando Estados Unidos logró eliminar a Pablo Escobar en diciembre de 1993, que el tráfico por Honduras se consolidó, al redefinir los capos colombianos la ruta del narcotráfico. Ya a mediados de los 90 la Moskitia, Colón y Olancho se habían convertido en zonas estratégicas para el transporte de cocaína hacia México y Estados Unidos.

LOS ESTRATÉGICOS
CORREDORES HONDUREÑOS

Los Cachiros se iniciaron como peones de capos muy experimentados. Los contactos con los carteles
de Colombia se habrían hecho a través de la Moskitia, un vasto territorio de nadie, despoblado, con costas sin ningún control hacia Nicaragua y hacia el mundo. Los capos colombianos hacían llegar la cocaína por mar y por aire y desde la Moskitia hondureña la transportaban hacia Islas de la Bahía y desde allí hacia Guatemala, México o Estados Unidos. También la internaban en territorio hondureño por varios corredores.

El más importante habría sido el corredor de Colón, atravesando el inmenso municipio de Iriona, llegando a Colón y cruzando los departamentos norteños de Atlántida, Yoro y Cortés, creando una importante infraestructura en la ciudad de San Pedro Sula, hasta penetrar en el occidente por los departamentos de Santa Bárbara y Copán y desde allí alcanzar Guatemala. Otro corredor fue el que desde la Moskitia se interna por el departamento de Olancho, atravesando Tegucigalpa y siguiendo al sur del país para ingresar por El Salvador y Guatemala rumbo a México.

Al terminar el siglo 20 los hermanos Rivera Maradiaga estaban ya plenamente comprometidos con los carteles internacionales de la droga. Javier se había logrado ubicar como segundo al mando en la jefatura del cartel del Atlántico, y tras una feroz disputa que acabó con la muerte de Jorge Aníbal Echeverría Ramos, conocido como “Coque”, en marzo de 2004, se convirtió en el más poderoso comprador de cocaína a los carteles colombianos y venezolanos y en el más importante vendedor de cocaína a los carteles mexicanos, en especial al cartel de Sinaloa.

“COQUE”: EL JEFE
DEL CARTEL DEL ATLÁNTICO

“Coque” fue asesinado antes de cumplir los 30 años, cuando ya tenía capacidad para imponer su ley comprando o negociando con políticos, oficiales del ejército y de la policía y funcionarios del sistema judicial. Se había convertido en el gran capo de la droga en Honduras como jefe del cartel del Atlántico y había logrado convertir el territorio hondureño en puente aéreo y marítimo en el tránsito de la cocaína entre Colombia, México y Estados Unidos. Era el enlace estratégico entre los capos de la droga de Colombia y el cartel de Sinaloa liderado por Joaquín, “el Chapo” Guzmán.

Había logrado establecer conexiones muy estrechas con autoridades civiles, de las fuerzas armadas y de la policía. Se cuenta que a mediados de la década de los 90 “Coque” se codeaba con importantes políticos del departamento de Colón, logrando que algunos compraran miles de hectáreas de tierra entre el departamento de Colón y el de Gracias a Dios para construir allí pistas de aterrizaje para el tráfico de la droga, lo que consolidó el corredor entre la Moskitia y el resto del territorio hondureño.

Establecido en la comunidad de Francia, entre el municipio de Bonito Oriental y el de Limón, al noreste del legendario municipio de Trujillo en el Atlántico, “Coque” logró construir un emporio. En él los hermanos Cachiro ocupaban a finales del siglo 20 un lugar privilegiado en la toma de decisiones.

EL CONTROL DE LA POLICÍA

“Coque” logró estrechar relaciones con los políticos del noreste del país hasta hacerse novio y compañero sentimental de Margarita Lobo, hija de Ramón Lobo Sosa, hermano del ex-Presidente Lobo. Ramón era en ese momento diputado
al Congreso por el Partido Nacional. Ha sido el mayor de los caudillos de la región en las últimas cuatro décadas. También se ha sabido que para esas fechas, los finales del siglo, “Coque” tenía estrechas relaciones con oficiales del ejército y había sentado las bases para controlar a todos los jefes policiales que llegaban destinados al departamento de Colón. De acuerdo a fuentes confirmadas, otro hijo de Ramón Lobo Sosa, Jorge Lobo, así como un hijastro, y varios primos y sobrinos, formaron parte del cartel que lideraba Jorge Aníbal Echeverría Ramos, “Coque”, aquel muchacho oriundo de Macuelizo en el departamento de Santa Bárbara, también proveniente de una familia profundamente católica.

LOS CACHIROS
INICIAN LA DISPUTA TERRITORIAL

Muy bien colocados en la línea de mayor autoridad del cartel dirigido por “Coque”, la familia Cachiro, bajo el liderazgo de Javier, comenzó a dar señales de querer disputarle a “Coque” el control del cartel. Para lograrlo los Cachiro abrieron líneas directas y canales de coordinación autónomos con capos colombianos y comenzaron a crear sus propias estructuras de seguridad y de transporte de la droga, aprovechando el trillado camino de contrabando de ganado
que durante tantos años habían establecido entre Colón y la frontera con Guatemala, pasando por San Pedro Sula. Y así como “Coque” logró echarse a la bolsa al caudillo y político más grande de la región conquistando a una de sus hijas, Javier Rivera afianzó la relación con “Coque” al hacerse amante de una de sus hermanas. Sin embargo, la lucha por el control del cartel fue más apasionante que la pasión sentimental y pronto comenzaron las desconfianzas y los primeros amagos de confrontación.

UNA GUERRA A MUERTE

El momento de la ruptura llegó el 22 de marzo de 2003, cuando al calor de los tragos y en disputas por faldas, el hermano menor de los Cachiros, Isidro Rivera, el Cachirito, peleó a golpes con “Coque” en “Los talibanes”, una cantina de Tocoa. La disputa terminó cuando “Coque” mató a Cachirito e hirió a varios de los más cercanos colaboradores de los Cachiros.

Se abrió entonces una guerra a muerte entre la gente de los Cachiros y la de “Coque”. Comenzó a correr la sangre porque el objetivo de los Cachiros no era sólo acabar con “Coque”, sino con toda su parentela, para que no quedara semilla “que diera continuidad a su sangre”, como recuerdan eran en aquel tiempo las amenazas que lanzaban los Cachiros.

HERIDO DOS VECES,
PERO VIVO

El 19 de octubre de 2003 los Cachiros lograron detectar el movimiento de su enemigo en San Pedro Sula y organizaron una emboscada. “Coque” iba con su amante Margarita Lobo y un nutrido grupo de guardaespaldas cuando en pleno día y en plena calle fueron atacados por un comando de los Cachiros. “Coque” y su compañera fueron severamente heridos pero no murieron. Después de varios días de estar internados ambos en una clínica privada, con una importante custodia privada que en un momento mató a un infiltrado que llegó a la clínica para matarlos, “Coque” y Margarita salieron rumbo a Cuba, gracias a diversas manos invisibles de la alta política que les tramitaron por arte de magia pasaportes y visas a una velocidad que no pasó de una tarde.
La emergencia era importante: en el mejor de los casos, si “Coque” continuaba en esa clínica perdería su brazo derecho. Y en el peor, se exponía a un seguro asesinato. En Cuba permaneció dos meses. En febrero de 2004 “Coque” decidió trasladarse a Costa Rica para acabar su convalecencia y desde allí organizar su retorno a Honduras.
Estaba internado en una clínica en Escazú, cuando el 18 de febrero de 2004 pistoleros encapuchados irrumpieron en su habitación y le dispararon tres balazos. Quedó gravemente herido, pero volvió a salvar la vida.

EL PACTO COLOMBIA – CACHIROS

Para entonces los Cachiros habían logrado apoderarse de todos los hilos en el control de los corredores del tráfico de la cocaína y habían establecido nuevos pactos con los barones de la droga de Colombia y México. Algunos dicen que el intento de asesinar a “Coque” en Costa Rica habría sido organizado por los colombianos, decididos a eliminar a “Coque” como principal intermediario e interlocutor de la droga en Honduras, como una expresión del pacto que ya habían establecido con los Cachiros.

Sabiendo del peligro que corría en cualquier clínica costarricense, “Coque” decidió huir a Panamá cargando la bolsa de suero inyectada a su cuerpo. Las autoridades panameñas fueron advertidas -¿por qué poderosas voces?- de la presencia de “Coque”, que fue capturado e inmediatamente repatriado a territorio hondureño en marzo de 2004. Bajando del avión en el aeropuerto de San Pedro Sula, “Coque” pidió auxilio a gritos cuando reconoció a unos pistoleros que se disponían a eliminarlo apenas saliera del aeropuerto.

EL FIN DE “COQUE”
Y DE “TODA SU SANGRE”

Sin reponerse aún de sus graves heridas, “Coque” fue conducido primero al hospital de La Ceiba, de donde intempestivamente fue trasladado en helicóptero a la cárcel de Támara, la de máxima seguridad de Honduras, y recluido en la clínica de la cárcel.

En el cuarto y a su lado, en otra cama, totalmente vendado, dependiendo de un tanque de oxígeno y con todo el cuerpo lleno de tubos de suero, había otro hombre. Cuando “Coque” preguntó quién era le dijeron que era
un herido que estaba tan grave que difícilmente amanecería vivo al día siguiente. Pero a la medianoche de ese día, 18 de marzo de 2004, cuando todos dormían, el “moribundo” se levantó de la cama y descargó todas las balas de una pistola nueve milímetros en el cuerpo de “Coque”. Después, todas las puertas se le fueron abriendo y tranquilamente salió de la prisión de máxima seguridad de Honduras.

Desde ese día los Cachiros, con Javier Rivera Maradiaga, como líder indiscutible, se convirtieron en dueños y señores del narconegocio en Honduras, afianzando así sus alianzas con sus pares en el sur y el norte
del continente. En los tres años siguientes, de 2004 a 2006, Javier y su hermano Leonel, el más sanguinario de toda la familia según diversos testimonios, eliminaron a todo el que encontraron vinculado a la familia de los Echeverría Ramos.

Mataron o mandaron a matar al padre, a la madre, a hermanos, hermanas, primas, cuñadas y cuñados, tíos y a cualquier otro miembro de su extensa parentela, tanto a los que vivían en la zona del Aguán como a los que residían todavía en su lugar de origen, en el departamento de Santa Bárbara. Se cuenta que la hermana de “Coque”, amante de Javier hasta el día en que fue asesinado Cachirito, logró salvar su vida porque escapó a tiempo hacia Estados Unidos.

UNA DÉCADA DE REINADO

El reinado del cartel de Los Cachiros ha sido el más largo de la historia de la droga en Honduras. Se extendió desde el asesinato de “Coque” en 2004 hasta la entrega a Estados Unidos de Javier Rivera el 31 de enero de 2015.

Los Cachiros tuvieron un enorme poder real en el país, sólo superado en número de años por los que tuvo el dictador Tiburcio Carías Andino (1932-1949), con un poco más de 16 años en el poder, y por el que tuvieron los militares, que mandaron por cerca de 20 años consecutivos. Hoy, el Presidente Juan Orlando Hernández ha decidido a obtener un récord insuperable, al estar empeñado en reformar la Constitución para legitimar su reelección indefinida.

Hernández aspira a seguir en el gobierno por 50 años… Su permanencia,
al menos por un buen tiempo, parece convenir a los planes de Estados Unidos para Honduras, “fotocopiados” del Plan Colombia.

UN TIRO POR LA CULATA

¿Qué hicieron los Cachiros a lo largo de su década de poder? Muchos políticos, hombres de negocios, jefes policiales y del ejército podrían responder a esta pregunta con detalle. Importantes espacios de la política, del comercio, de las fuerzas armadas, de la justicia, de las diversiones, de las finanzas, y también algún que otro espacio religioso, tuvieron que ver durante años con estos forajidos abigeos convertidos en reyezuelos de la droga en el Atlántico hondureño.

Varios diputados que hoy ocupan curules en el Congreso, decenas de alcaldes, fiscales, jueces, banqueros, empresarios agroindustriales, comerciantes, oficiales del ejército y de la policía y algún que otro ex-Presidente deben estar muy preocupados y tensos a la espera de lo que de ellos hayan dicho, o vayan a decir, a la DEA Javier y Leonel Rivera después de la entrega que pactaron con Estados Unidos.

Por fuentes que se mueven en los subterráneos mundos de la criminalidad organizada se sabe que a estos políticos y empresarios el asunto “Cachiros” les ha representado un auténtico tiro por la culata. El plan de asesinarlos
para romper todos los cabos que probaran su vinculación con ellos quedó abortado con la entrega de los dos hermanos al gobierno de Estados Unidos.

¿NEGOCIARON
LA MUERTE DE JUAN GÓMEZ?

En el caso Cachiros es difícil separar la verdad de la especulación. Lo cierto es que el 22 de enero de 2015, días antes de que se consumara la entrega de Javier, el jefe de los Cachiros, Juan Gómez Meléndez fue asesinado por sicarios a pleno día y en pleno centro de la ciudad de Tocoa. Se dice que habría sido un asesinato, si no negociado al menos tolerado por los estadounidenses, como una concesión a los Cachiros dentro de la negociación de su entrega a la DEA.

Si es cierto que los Cachiros negociaron desde muchos meses antes su entrega, a cambio de entregar a sus principales socios -el alcalde de Yoro, el Negro Lobo y su lugarteniente, los hermanos Valle, Héctor Emilio Fernández “Don H”-, entonces puede ser cierto que también hayan decidido eliminar a Juan Gómez. En primer lugar, para que las propiedades de Gómez fueran intervenidas por el Estado, a cambio de que se les respetaran las propiedades que estaban a nombre de su padre, su madre y su hermana. En segundo lugar, porque los Cachiros no podían abandonar su principio: no dejar vivo a quien les traicionara. Y sabían que Juan Gómez había dejado de ser su principal socio en el lavado de dinero y se había convertido en el principal delator de la actividad del cartel como informante de la DEA.

EL DETONANTE
DE ESTA COYUNTURA

Otros dicen que Javier y Leonel Rivera estaban negociando con Estados Unidos su entrega desde muchos meses antes y que la negociación incluía el destino de sus propiedades, la información que facilitarían y las condiciones de la entrega, del juicio y del tiempo de las condenas que recibirían en tribunales de Estados Unidos.
La entrega se precipitó después del asesinato de Juan Gómez, que representaba la señal más evidente de que sus socios y amigos, políticos y empresarios, estaban dispuestos a asesinar a los Cachiros para proteger los expedientes de complicidad que tenían con ellos.

El asesinato de Gómez fue el detonante que indicaba el fin del reinado de los Cachiros y la entrada en la coyuntura en la que estamos hoy, en la que el nerviosismo de las élites políticas y empresariales hondureñas es el centro de mucho de lo que sucede. En resolver esta coyuntura de nervios y temores es en lo que están muy ocupados muchos de los que declaran en público estar muy preocupados por la situación del país, cuando su mayor preocupación en este momento es salir airosos de lo que digan o dejen de decir los hermanos Cachiro en Estados Unidos.

VIDA Y MUERTE
DE JUAN GÓMEZ

Era muy difícil imaginar otro final para la vida de Juan Gómez. Su historia es la de un perpetuo testaferro que vivió para dar sombra y proteger la sombra de gentes con poder. Su poder siempre fue subsidiado, una regalía de quienes tenían el verdadero poder. Nunca tuvo brillo propio, siempre brilló a la luz de otros. Vivió mezquinamente adulando a los de arriba y humillando a los de abajo. Su oficio fue la de ser un servil. El poder que tuvo fue la limosna que recibía de otros.

En la década de los 80 Juan Gómez fue un civil, pero nadie lo veía como tal, porque vivía al servicio de los militares. Y los militares lo despreciaban porque lo veían como un civil adulador. Cumplió el papel de delator de dirigentes populares. Muchos de los que aparecieron asesinados en el río Aguán o en las plantaciones de palma africana fueron delatados por él. Por su lealtad a los uniformados, a finales de la década de los 80 y durante la década de los 90 fue gobernador del departamento de Colón.

Después, por apañar negocios sucios ya relacionados con el narcotráfico, se colocó a la sombra del prominente político y eterno diputado de Colón, Óscar Nájera. Fue su diputado suplente. Y eso fue hasta que en los últimos cinco años se dedicó con alma, vida y corazón a lavarle dinero a los Cachiros, a través de una empresa constructora y como prestanombre de unos 120 negocios: desde el de maquinarias y viviendas hasta sucursales de bancos, pasando por un cementerio privado.

Este mandadero de los hombres de poder tenía que tener un final como el que tuvo. Después de que lo asesinaron, todos los que lo conocían lo desconocieron. Y pocas semanas después de muerto ya nadie lo nombra como su amigo. El Estado decidió intervenir todas sus propiedades y hasta sacaron a su viuda y a su familia de la casa donde vivió toda su vida. Y nadie defendió a esa familia. Nadie quiere recordarlo en los círculos en donde anduvo, todos contaminados de los sucios negocios de los que fue testaferro. “¿Qué se dice de Juan Gómez?”, le pregunté a uno de sus vecinos en Tocoa. “Nadie sabe nada, nadie dice nada, un mes ha pasado y parece que nunca existió o que murió hace muchos años”, me dijeron.

LOS QUERÍAN MATAR

Dicen que en el proceso de negociación que culminó con la entrega de los Cachiros, los negociadores de la parte estadounidense se cuidaron muy mucho de no filtrarle información de esta estrategia a la inteligencia hondureña, menos aún al resto de las autoridades del gobierno, incluyendo al Presidente Hernández. Dicen. Igualmente,
parece tener solidez la hipótesis de que las autoridades hondureñas tenían el plan de eliminar a los Cachiros y Javier y Leonel lo sabían.

Los Cachiros no querían de ninguna manera ser capturados en Honduras porque eso significaba una muerte segura. Y sus aliados en Honduras no querían de ninguna manera que fueran extraditados por la información que poseen. Desde que el Presidente Obama externó a mediados de 2013 su preocupación por la existencia de la banda de los Cachiros, una de las más peligrosas y poderosas de Centroamérica y México, los socios y aliados internos de los Cachiros empezaron a preocuparse.

Pero por mucho que quisieran romper vínculos, los negocios y los compromisos llegaron a ser tantos, tan importantes, tan inmensos, que es imposible que no dejaran huellas. Por eso, sólo asesinando a los Cachiros podrían salir bien librados o, al menos, no tan salpicados. Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos disponía ya de información suficiente, en algunos casos detallada, sobre los vínculos políticos y económicos de los mafiosos hondureños. En cualquier caso, matar a los Cachiros era indispensable para muchos políticos y empresarios de este país.

LOS MUCHOS FAVORES
DEL CACHIRO MAYOR

Cuentan que en el departamento de Colón resulta muy difícil encontrar a un comerciante, a un banquero,
a un empresario agroindustrial, a un funcionario público o a un oficial de las fuerzas armadas que no le deba favores a los Cachiros o que no haya visto crecer sus ganancias con sus aportes…

Favores les deben mucha gente, no solo gente adinerada. Cuando en septiembre de 2013, a raíz de las palabras de Obama, fueron intervenidas varias de las propiedades y negocios de los Cachiros, unas dos mil personas salieron a las calles de Tocoa a protestar, a exigir que se les restituyeran sus bienes a la familia Rivera y a hacer reconocimiento público de los beneficios sociales que representaban los negocios “de don Javier Rivera”, como lo llamaba todo mundo cuando se dirigían en público al Cachiro mayor.

Nadie sabe a ciencia cierta las cantidades, pero del dinero de los Cachiros dependían varios miles de familias de la zona del Aguán y muchas podrían dar testimonio de los favores y buen trato recibidos de manos de “don Javier Rivera”.

“¡DELE MI SALUDO AL AMIGO!”

Los Cachiros se convirtieron de hecho en el Estado o, en todo caso, las instituciones del Estado acabaron siendo mandaderas de las decisiones de los Cachiros.

Un ejemplo de su poder se ve en esta anécdota. Una noche, un joven con su novia iban de La Ceiba a Tocoa en un vehículo de lujo cuando los detuvieron en una de las postas policiales, ya dentro de la zona del Aguán para revisar el vehículo. Un oficial le pidió al joven sus documentos, y aunque nada tenía que ver con los poderosos Cachiros, pero sí se apellidaba Rivera, el oficial le preguntó sin esperar respuesta: “¿Usted es familia del Amigo?” El joven no respondió, el oficial interpretó que sí lo era y sin revisar el vehículo le dijo: “Tenga buen viaje, aquí estamos para servirles, ¡y por favor dele mi saludo al Amigo!”

IMPONÍAN LA SEGURIDAD

Convertidos en el Estado, al menos en el departamento de Colón, los Cachiros lograron pacificar toda la zona. Mucha gente ha manifestado que con el control de ellos se sentían segura porque los delincuentes se la pensaban muy mucho para cometer sus fechorías. En Tocoa, el centro urbano más pujante del departamento, no había pandillas ni asaltos ni secuestros y el índice de muertes violentas era muy bajo en relación con las cifras del resto del país.

Se sabe que entre los años 2009 y 2011 los Cachiros desarrollaron una campaña de profilaxis social eliminando a las bandas de delincuentes que actuaban en el corredor de Trujillo y La Ceiba asaltando autobuses. Entre los eliminados hubo algunos oficiales. Así, los Cachiros impusieron el orden, lo que la gente les reconoce y les agradece.

HABLA OBAMA,
INICIA LA CAMPAÑA

La campaña para capturar a los Cachiros inició con las palabras de Obama en 2013. El paso siguiente se dio,
por orden de Estados Unidos, en septiembre de 2013, interviniendo algunas de las propiedades y cuentas bancarias de los Cachiros.

Fueron intervenidas haciendas ganaderas extensísimas, en las que, al momento de los operativos no se encontró una sola res. Fueron intervenidas cuentas bancarias que o estaban vacías o sólo tenían en depósito unos pocos lempiras. Cuando se realizó el operativo para intervenir el zoológico “Joya Grande”, de los Cachiros, ya todos los empleados habían abandonado el lugar.

Todas eran señales que apuntan a que toda esta primera operación pudo haber estado concertada entre la DEA y la banda de los Cachiros. Esta hipótesis cobra mayor peso cuando se confirma que varias semanas después de estas intervenciones, las propiedades habrían sido devueltas, si no a los Cachiros, a algunos de sus testaferros.

En esos operativos las propiedades que estaban a nombre de Juan Gómez quedaron intactas, lo que hace suponer que, o este conspicuo personaje formaba parte de la negociación entre los Cachiros y la DEA o que ya se había convertido en informante colaborador de la DEA en contra de los Cachiros, sabedor, como las ratas, que el barco se estaba hundiendo y quería, como ellas, ser el primero en abandonarlo…

CAE “EL NEGRO” LOBO

En el lapso de 16 meses (septiembre 2013 – enero 2015) la tortilla se le volteó a los dueños del reinado narco
en Honduras. La presión se hizo más intensa a partir del segundo semestre de 2014. Antes se dieron capturas de menor cuantía, muchas dentro de ajustes de cuentas o disputas territoriales entre jefes de bandas locales. Las capturas y los golpes decisivos ocurrieron después, en un período corto y siguiendo la estrategia diseñada y conducida directamente por instancias y autoridades estadounidenses. Las autoridades locales se limitaban a ejecutar los operativos de campo subordinándose a los gringos.

La primera captura tuvo un impacto mediático muy fuerte. Arnoldo “el Negro” Lobo, un reconocido narcotraficante que había acumulado una enorme fortuna transportando cocaína desde Honduras a Estados Unidos,
fue capturado el 27 de marzo de 2014 en una de sus residencias en San Pedro Sula, en un operativo planificado detalladamente por la DEA y ejecutado con personal especializado de la policía y el ejército hondureño.
Con Lobo se implementó por primera vez el decreto hondureño de extradición, aprobado dos años antes, cuando Juan Orlando Hernández fungía como presidente del Congreso Nacional. La extradición se hizo efectiva el 9 de mayo de 2014.

CAE EL ALCALDE DE YORO

Otra operación de captura se realizó el 27 de julio de 2014 en contra de Arnaldo Urbina, alcalde del municipio de Yoro, cabecera del departamento de Yoro, quien formaba parte de una banda liderada por los hermanos Urbina y que, a diferencia del modus operandi de tantos capos de la droga, que buscan ganarse a la gente a través de favores, había sembrado el terror en las comunidades, obligando a algunas a abandonar masivamente sus casas y sus sembrados porque requería las tierras para sus operaciones.

El alcalde Urbina fue enjuiciado y condenado por posesión ilegal de armas, por negocios ilícitos y otros delitos y actualmente está preso en la cárcel de San Pedro Sula.

CAEN “CHANCLETA” Y “DON H”

La tercera captura ocurrió el 11 de septiembre de 2014 en La Ceiba en contra de Juvin Alexander Suazo Peralta, alias “Chancleta”, lugarteniente de “el Negro” Lobo, Fue el segundo capo extraditado el 28 de octubre de 2014.

La cuarta operación de captura se realizó el 7 de octubre de 2014 en contra de Héctor Emilio Fernández Rosa, conocido como “Don H”, uno de los más exitosos transportistas de droga hacia Estados Unidos, íntimamente vinculado a la banda de los Cachiros. También fue extraditado el 5 de febrero de 2015.

CAE LA BANDA
DE LOS VALLE DE COPÁN

La quinta captura fue sin duda la más sonada y la de mayores repercusiones. Los poderosos hermanos Valle Valle (Miguel Arnulfo, Luis Alonso, José Inocente y su esposa Marlen Amaya Argueta) tenían su base en el departamento de Copán. Primero capturaron a una hermana, Digna Valle Valle, el 20 de julio de 2014, en territorio estadounidense y de inmediato la enjuiciarony condenaron a prisión en una cárcel de ese país. Después, el 5 de octubre de 2014 capturaron a los tres hermanos y a la esposa de José Inocente. Todos fueron extraditados. Miguel Arnulfo y Luis Alonso el 18 de diciembre de 2014. José Inocente y su esposa el 23 de enero de 2015. Serán enjuiciados y encarcelados en Estados Unidos.

La captura de esta poderosa banda familiar estuvo acompañada de la expropiación de decenas de propiedades y de varios millones de dólares encontrados en sacos enterrados en varias de sus propiedades. Los hermanos Valle Valle, dueños y señores de todos los movimientos narco que se hacían en la frontera entre Honduras y Guatemala, en los departamentos de Copán y Santa Bárbara, ponían y quitaban autoridades y, por sus vínculos con empresarios y banqueros, eran el enlace con los corredores de la droga controlados por los Cachiros. En el proceso que culminó con su captura fueron siendo abandonados por todo mundo. Antes de subirse en el avión que los trasladaría a Estados Unidos, Miguel Arnulfo, el jefe de la banda, amenazó: “¡Me voy con el archivo y con los nombres de los que nos traicionaron!”.

PUGNA ENTRE DOS SECTORES
DE LA POLICÍA

Existen versiones de que el operativo de captura de los Valle fue realizado por autoridades hondureñas. Un sector de las autoridades, el vinculado a oficiales corruptos de la policía y a políticos, funcionarios y empresarios metidos en el negocio de la droga, habría dado la orden de no capturarlos con vida para así borrar huellas, mientras que otro sector de la policía nacional -oficiales no ligados directamente a la corrupción- estaba decidido a cumplir con la captura y posterior extradición.

Este conflicto habría sido la razón para que el entonces ministro de Seguridad, Arturo Corrales Álvarez, en contubernio con poderosos oficiales de la policía, y siguiendo orientaciones del más alto nivel, despidiera abruptamente al Director General de la Policía Nacional, Comisionado Ramón Sabillón y a su cúpula de oficiales, sustituyéndola por otro sector,
de historial menos limpio.

LAVANDO IMAGEN

El reinado de los Cachiros ha llegado a su fin. Javier Rivera Maradiaga, 42 años, y su hermano Leonel, 38 años, junto con su clan, fueron capos poderosísimos por más de una década, superando el promedio de los capos hondureños, que en promedio suelen durar como jefes del narconegocio no más de cinco años.

En los últimos cinco años antes de su entrega, Javier Rivera quiso limpiar su imagen codeándose en público con personalidades de la sociedad e invirtiendo públicamente en una amplia gama de negocios. Lo vimos,
por ejemplo, en la inauguración de una gasolinera y un centro comercial de su propiedad, sentado a la mesa con Ramón Lobo Sosa, con el diputado Óscar Nájera.

UN PACTO EN LA HACIENDA
DE LOS CACHIROS

Algunos rumores con fuerte fundamento indican que la relación de Javier Rivera con las personalidades de la política se estrechó al afiliarse al Partido Nacional. Sin embargo, el apoyo que daba a alcaldes y diputados de las zonas que controlaba trascendía su afiliación.

Aunque su principal compromiso político estuvo con el Partido Nacional, se cuenta que alcaldes de Tocoa, Trujillo, Sonaguera, Iriona, Sabá, Bonito Oriental, entre otros municipios, le debían, unos más otros menos, algún favor por el respaldo que les daba el Cachiro mayor para financiar sus campañas proselitistas.

Su gran compromiso fue con el Partido Nacional. Se rumora que tras las elecciones primarias de ese partido, celebradas en noviembre de 2012, la pugna entre el ganador, Juan Orlando Hernández, y el perdedor, Ricardo Álvarez, se profundizó a extremos de que Álvarez acusaba de fraude a Hernández, impugnaba los resultados y exigía un recuento voto por voto.

Los diversos liderazgos del partido propiciaron diálogos y negociaciones entre ambos, hasta que decidieron un pacto: Juan Orlando Hernández prometía llevar a Álvarez en su fórmula presidencial como primer Vicepresidente. Ese pacto, celebrado el 7 de abril de 2013, se habría llevado a cabo, según diversas fuentes, en una de las haciendas de los Cachiros, siendo Javier Rivera el anfitrión y principal financiador del encuentro, en el que abundaron la carne asada y las cervezas. A la sombra de Rivera fumaron la pipa de la paz los dos principales líderes del nacionalismo, quienes desde enero de 2014 son Presidente de la República y Designado presidencial.

¿ESTO TERMINA AQUÍ?

El reinado de los Cachiros terminó,
pero sus secuelas se sentirán por mucho tiempo más. Ambos capos están vivos y en la cárcel y ambos están cargados de información hasta los dientes. También están vivos sus principales socios. Todos tienen mucha información, la que nunca antes, como en el actual escenario coyuntural, se convierte en una poderosa arma que puede ser mortal para muchos de los que aún siguen vivos y sin ninguna acusación judicial.

Terminó el reinado delictivo de los Cachiros, pero Estados Unidos sigue siendo el país con mayor consumo de drogas del planeta y la droga sigue siendo traficada desde el sur de América hacia Estados Unidos. Y así como a comienzos de los años 90 los capos de la droga abrieron nuevos corredores para el narcotráfico y el territorio hondureño se convirtió desde entonces en el espacio de mayor importancia estratégica para los narcos, no hay duda que nuevos capos sustituirán a los Cachiros para sacarle provecho a lo mucho que han invertido ya en Honduras.

¿MURIÓ EL PERRO?
¿SE ACABÓ LA RABIA?

Se cuenta que autoridades de Estados Unidos aceptan que en esta primera etapa lo que buscaban era sólo eso: eliminar, capturar y neutralizar a los principales mafiosos. Sin embargo, están sobradamente informados los estadounidenses de quiénes son, en la política y en el empresariado hondureño, los socios de estos mafiosos. ¿No quieren eliminar el narconegocio, que les es tan rentable, sino sólo capturar a los peores mafiosos?

En cualquier caso, falta ver qué relaciones seguirá teniendo Estados Unidos con los honorables personajes que fueron socios de los Cachiros. Hasta ahora sus planes y su estrategia, de 2013 a 2015, era impedir la amenaza que los mafiosos, los peores narcos, representaban para la seguridad nacional de Estados Unidos. ¿Pensarán que muerto ese perro se acaba la rabia? Pero, ¿de verdad ha muerto el perro? ¿Bastará para eliminar la rabia con capturar a unos cuantos de los más conocidos bribones?

¿TOCARÁN A ALGUNOS
DE SUS SOCIOS?

Si los funcionarios del gobierno de Estados Unidos siguen relacionándose con los políticos, banqueros y empresarios que fueron socios de los Cachiros, ¿pretenden desconocer sus vínculos con el crimen organizado, siendo un secreto a voces que están no sólo salpicados sino embarrados en negocios ilícitos? ¿Tocarán en su momento a algunos?
¿Por qué solo capturaron a un alcalde, el de Yoro, cuando hay firmes sospechas de que muchos otros alcaldes, como el que lo fue de El Paraíso o el de Copán, así como diputados del departamento de Colón, Copán, Santa Bárbara, Yoro, Cortés, entre otros, están comprometidos a fondo con la narcoactividad?

¿MÁS MILITARIZACIÓN?

Aunque resultaron decisivos en la implantación de la droga y son responsables de la violencia ligada al narcotráfico en Honduras, los Cachiros no pasan de ser un capítuloen esta historia. Hoy, de ese “árbol caído” muchos quieren hacer leña para esconder sus responsabilidades.

Unos quieren usarlos como chivos expiatorios y otros como argumento para militarizar aún más la zona del Aguán. Para justificarlo, dicen que con la desaparición de los Cachiros ha reaparecido en el Aguán la inestabilidad laboral y, sobre todo, la delincuencia y la descomposición social. La militarización de Honduras es también uno de los ejes del Plan Colombia que Estados Unidos va a aplicar en nuestro país.

SERÁN LOS MISMOS

¿Quiénes sucederán o ya están sucediendo a los Cachiros? Habiendo capturado a los principales mafiosos,
el gobierno de Estados Unidos parece estar empeñado en pasar a otra etapa: atacar con dólares las causas que han originado la violencia, el crimen organizado y la migración.

Mil millones de dólares al año durante cinco años han anunciado en la Alianza para la Prosperidad para los tres países del Triángulo Norte. En el caso de Honduras, aliándose con los mismos personajes que aparecen vinculados a la violencia y al crimen organizado.

El capítulo que sigue al de los Cachiros apenas comienza a escribirse. No hay dudas de que, con otros nombres y otros rostros, los mafiosos resurgirán. Y sus aliados, nombres más nombres menos, seguirán siendo políticos, grandes empresarios y oficiales del ejército y de la policía. Saldrán de la misma cantera con la que el gobierno de Estados Unidos se empecina en construir un escenario diferente para nuestro país.

CORRESPONSAL DE ENVÍO EN HONDURAS.

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