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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 275 | Febrero 2005

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Nicaragua

Una tragicomedia sin guión

Noviembre, diciembre y enero: el desorden político se prolongó esta vez más que en otras ocasiones. Y cesó ordenando la vida política en torno a un “diálogo tripartito”. Los tres de ese diálogo ya obtuvieron lo que querían. Enrique Bolaños, no ser destituido y terminar su período. Daniel Ortega, más poder y tal vez el próximo gobierno. Y Arnoldo Alemán, su pronta libertad.

Equipo Nitlápan-Envío

A lo ocurrido en Nicaragua en los meses de noviembre, diciembre y entrado el mes de enero del nuevo año 2005 se le llamó “catástrofe institucional”, “destrucción del balance entre los poderes” “golpe definitivo contra la democracia”. Y para resolver lo ocurrido, a quienes tenían en sus manos “el destino de la nación” se les pidieron “treguas” que tuvieran “visión de nación” y “compromisos con el estado de derecho”. A mediados del mes de enero, la “crisis” cesó y regresó la “estabilidad” desembocando todo en un “diálogo”.

El espectáculo representado ante el país -al que la mayoría de la población ni siquiera quiso asistir como espectadora- ha sido un desorden más en la vida política nacional, que demuestra, una vez más, que lo que existe hoy en Nicaragua es una democracia electoral formal, que funciona sin consenso social y en una sociedad que, vote o no vote, no tiene aún la capacidad de domesticar a los votados y de condicionar sus actuaciones escribiéndoles un guión verdaderamente nacional.
Demos cuenta de lo ocurrido durante la tragicomedia y hagamos alguna interpretación del desorden.

El origen

El desorden tiene sus orígenes bastante lejos en el tiempo. Los orígenes más cercanos se ubican el 9 de noviembre de 2004, cuando los diputados del PLC y del FSLN, actuando como dos ejércitos en marcha acompasada hacia un único objetivo, iniciaron un proceso de reformas parciales a la Constitución y un inédito -por lo acelerado- proceso legislativo -14 leyes en cuatro días- para crear nuevas instituciones encargadas de temas estratégicos: servicios públicos, propiedad, seguridad social. Otras leyes del paquete pactado entre danielistas y arnoldistas respondían a varios problemas económicos y sociales pendientes. Otro objetivo era reformar la ley del veto presidencial y el presupuesto elaborado por el Ejecutivo.

En todos estos procesos legales se afectaba al Poder Ejecutivo y especialmente al Presidente Bolaños, porque se le restaban importantes facultades, trasladándolas al Legislativo. Las reformas y las leyes prefiguraban un régimen semiparlamentario.

Las reacciones

El Presidente Bolaños reaccionó “examinando la situación”. Su examen estaba lleno de un nerviosismo que le hizo dar bandazos. Lanzó una ofensiva verbal: habló de una dictadura colectiva, de un golpe de Estado constitucional, de un suprapoder en el Legislativo y -lo que más problemas le causó- afirmó que se opondría a las reformas por las buenas o por las malas. Lanzó una ofensiva legal: declaraciones de sus asesores jurídicos empáticos con sus nervios, recursos de amparo, recursos “innominados” en la Corte Suprema, y una propuesta de convocar al pueblo a un referéndum -nunca lo hizo-. Y lanzó una ofensiva diplomática: algunos embajadores advirtieron que peligraban fondos de cooperación, los presidentes centroamericanos le reiteraron su total respaldo, la OEA volvió a ser llamada y se declaró en alerta sobre el caso Nicaragua.

La emergencia

Desde el inicio del desorden y durante todos los días que éste duró, el decreto declarando un estado de emergencia estuvo siempre presente sobre la mesa del Presidente. La posición del Ejército, que se mantuvo a la expectativa, con declaraciones sobrias y enviando señales aquí y allá, resultó determinante para disuadirlo, en más de una ocasión, de optar por esta alternativa, en gran medida carente de sentido porque en ningún momento ni día hubo la más mínima señal de motín, asonada, tumulto o disturbio popular y callejero en respaldo de los legisladores que reformaban la Constitución o del Presidente que iba a ser despojado de facultades. El desorden sólo ocupó y preocupó a las cúpulas del poder y nada de lo que ocurría modificó el crudo horizonte de lucha por la sobrevivencia y de cierre de oportunidades que tiene por delante y diariamente la mayoría de los nicaragüenses.


La consulta

Desde el inicio del desorden algunas personalidades políticas -con el sostenido apoyo de los grandes medios- quisieron ocupar y preocupar a la población y para esto constituyeron un “Movimiento por Nicaragua”, planteando que había que someter las reformas a un referéndum. Argumentando que los legisladores estaban cambiando el sistema político del país y con ello violentando “la voluntad popular”, expresada en las urnas a favor del Presidente Bolaños para que gobernara con todas sus facultades, se organizaron en torno a la idea de esta consulta.

Aunque en las encuestas, la gente afirmaba, y sigue afirmando, que quería ser consultada -quién respondería no a esa pregunta-, en la práctica la idea no prendió y la demanda de lograr esa consulta con presión callejera no tuvo ningún eco en la población, como se pudo ver en la única y débil manifestación organizada con este propósito el 10 de enero. Esto demostró que la tragicomedia sólo tiene lugar en el teatro de la política, donde las butacas están reservadas a quienes viven de ella o en ella medran.

El cardenal

El desorden se trenzó en todo momento con una nueva “crisis” en torno a la persona del Cardenal Miguel Obando y Bravo y su eventual sustitución en el cargo de arzobispo de Managua. El Cardenal ya presentó su renuncia al Vaticano hace tres años, al cumplir 75. Arnoldistas y danielistas volvieron a achacar la destitución al Presidente Bolaños, quien tuvo que volver a jurar por sus padres e hijo muertos -esta vez en la Catedral de Granada- que ninguna maniobra había hecho él u ordenado hacer a nadie. Las dirigencias del PLC y del FSLN -ocupadas activamente en el proyecto de las reformas constitucionales- multiplicaron las delaraciones a favor de Su Eminencia, lanzaron campañas para expresarle pleitesía y respaldo, propusieron homenajes, tratando de profundizar la enemistad Obando-Bolaños y proyectando al Cardenal como el único garante de la “paz” en que debería transformarse el desorden.

El diálogo

Diálogo fue siempre la palabra mágica para ordenar el desorden. Atacado a diario por sus rivales liberales y sandinistas por haber advertido que iría “por las malas”contra las reformas, Bolaños inició su ofensiva “por las buenas” y el 14 de diciembre convocó al PLC y al FSLN a un diálogo nacional con el Cardenal Obando como testigo. Una vez más, el Presidente propuso que se debatieran en el diálogo algunas de sus más preciadas ideas, muy importantes por cierto: la no reelección presidencial, la reducción del número de diputados y su elección uninominal. Les sumó esta vez una ley que estableciera el referéndum obligatorio para cualquier reforma constitucional. Como era de esperar, el PLC y el FSLN rechazaron los temas y el mismo diálogo: mejor postergarlo hasta enero, no era urgente, no había “condiciones”...

El cierre de las filas

El 15 de diciembre, en la última sesión de la Asamblea Nacional -cuando liberales y sandinistas, aprobadas ya en primera vuelta las reformas constitucionales y las nuevas leyes, con la fuerza de una aplanadora indetenible, se iban de vacaciones- “todos a una”, en presencia del alto mando del Poder Judicial y del Poder Electoral, de la Contraloría y la Fiscalía, también presente el Vicepresidente Rizo -durante todo el desorden en sibilina actitud anti-Bolaños-, emitieron una declaración en la que acusaban al Presidente de promover la ruptura del orden constitucional y legal del país. El orador principal en esta insólita sesión parlamentaria fue el Cardenal Obando, quien fue ovacionado y felicitado profusamente.

La cena

En vísperas de Navidad, el 21 de diciembre, Daniel Ortega, el Cardenal Obando y el Presidente Bolaños se encontraron en casa del Presidente para una “cena”, en donde ninguno de los tres comió. El acercamiento resultó tenso: lo expresaron los rostros de los tres a la salida de la fallida cena. Los resultados se los dejo a Dios, expresó resignado Bolaños.

Para evidenciarle al país y al Presidente de qué se trataba en este desorden y con quién estaba Bolaños tratando, Ortega acudió antes, como aperitivo de la cena, a platicar durante dos horas a la hacienda El Chile con Arnoldo Alemán. El ex-Presidente guarda allí “casa por cárcel” desde el 4 de diciembre, privilegio que le concedieron los magistrados afines a Ortega en el Poder Judicial, cuando anularon “por falta de pruebas” uno de los procesos por corrupción que pesaba sobre Alemán.

La espada

Trenzado también con este desorden estuvo también, pendiendo como espada sobre la cabeza de Bolaños, el caso de los delitos electorales, por el cual el Presidente fue “destituible” en el desorden precedente, el ocurrido en octubre 2005. A cada paso que daba el Presidente Bolaños en su lucha por detener las reformas, por las buenas o por las malas, Ortega o su juez David Rojas -quien ahora lleva el caso- le recordaban que la espada estaba allí, colgada y esperando caer.

La navidad

Como era de esperar, los generadores del desorden dedicaron las vacaciones de Navidad a convivios, fiestas, encuentros informales, mesas de tragos y comilonas, en donde discutir los pasos siguientes. El gobierno arreciaba su cabildeo con el desconcertado cuerpo diplomático. Bolaños estaba contra las cuerdas y contra reloj, porque el 9 de enero se reabriría la Asamblea Nacional, PLC-FSLN eligirían una nueva directiva y aprobarían las reformas.

Los encuentros más festivos se desarrollaron, por docenas, en la hacienda El Chile, donde más de un centenar de políticos liberales -diputados, magistrados, contralores, jueces- solicitaron, por razón del “espíritu navideño” permisos -siempre concedidos- para visitar al reo Alemán y expresarle su amistad y recibir sus órdenes. En esos días, el ex-General Humberto Ortega se hizo ver visitando al Presidente Bolaños y al Cardenal Obando, con la excusa de entregarles su anunciado libro La epopeya de la insurrección.

La amnistía

El desorden estuvo trenzado permanentemente con la posibilidad de una amnistía que sacara definitivamente de su hacienda-cárcel a Arnoldo Alemán. Mientras el FSLN denunciaba una “conspiración” entre Bolaños y la embajada de Estados Unidos, comenzaron a escucharse opiniones de políticos, empresarios y opinadores profesionales, que desgranaban declaraciones en las que sugerían la eficacia que tendría la amnistía a Alemán como medida para abonar a la “reconciliación nacional” y darle al país garantías de “estabilidad”.

La Corte Centroamericana

En un intento desesperado, y buscando un efecto sorpresa y definitivo dentro de su ofensiva diplomática, el Presidente Bolaños hizo pública el 6 de enero una resolución de medidas cautelares de la Corte Centroamericana de Justicia (CCJ) -inoperante institución regional con escasa credibilidad- que ordenaba a los legisladores suspender el proceso de reformas constitucionales y también el irresuelto aún proceso de destitución del Presidente. Muy serio, Bolaños afirmó ante su gabinete que, de no detenerse estos dos procesos, los diputados quedarían fuera de la ley. Y sonriente, anunció al país que ya todo se había solucionado “por las buenas” y que el ambiente volvía a ser “propicio”. Punto.

Punto y seguido. En menos de 24 horas, la Corte Suprema de Justicia -institución nacional en manos de magistrados que siguen órdenes de Ortega y Alemán- se reunió de emergencia y resolvió ignorar la resolución de la CCJ: ninguna injerencia externa detendría las reformas hechas en total apego a las leyes nacionales.

Y punto y aparte. El 7 de enero será un día recordado en el historial de las infamias: Daniel Ortega se reunió con Arnoldo Alemán en su hacienda-cárcel y firmó con él una Declaración por la “democracia”, la “soberanía nacional”, la “lucha contra la pobreza” y la “paz”, con la que ambos sellaban los acuerdos que venían definiendo desde hacía meses y que culminaron en la ofensiva legislativa contra Bolaños. Una patética foto de los dos sonrientes caudillos con sus más allegados conservará en la memoria colectiva el pacto de El Chile.

Sin espacios y sin respaldo eficaz, es en estos días que el Presidente Bolaños empezó a considerar más en serio el declarar un estado de emergencia.

Los tres días D

9 enero. Tal como lo habían anunciado reiteradamente, los diputados de Daniel Ortega y los de Arnoldo Alemán -una mayoría de más de 80 votos sobre el total de 92- eligen la nueva junta directiva de la Asamblea Nacional, excluyendo de cualquier cargo en ella a alguno de los ocho diputados que no son ni arnoldistas ni danielistas. Después de la derrota electoral de 1990, un sandinista, René Núñez, vuelve a ocupar la Presidencia del Poder Legislativo. Fuera de la Asamblea, el escenario es insólito: “barras” danielistas y arnoldistas entrecruzan las banderas rojas del PLC y las rojinegras del FSLN y gritan consignas comunes festejando la elección y los acuerdos de El Chile.

10 enero. El Presidente Bolaños acude a la Asamblea, ya con nueva directiva, a rendir su informe anual. Usa un lenguaje conciliador, pero no renuncia a su arrogancia. En su discurso repite en cinco ocasiones que nunca, en los últimos 25 años, Nicaragua ha estado mejor que durante su gobierno de la Nueva Era. Ningún diputado lo aplaude. Los ministros -presentes en el hemiciclo- lo ovacionan una y otra vez. Fuera de la Asamblea, decenas de personas se manifiestan exigiendo un referendum sobre las reformas.

11 enero. Sabiendo que es inminente que el PLC y el FSLN aprueben, sin ningún debate y sin ningún cambio, las reformas constitucionales, corren al galope los rumores de que Bolaños decretará un estado de Emergencia, cerrará el Parlamento, apresará a los diputados, suspenderá las garantías constitucionales... Pero el Ejército seguía firme, disuadiéndolo.

El acuerdo

El 12 de enero, convencido Bolaños de que el Ejército no intenvendría, firma con Daniel Ortega un Acuerdo por el Diálogo Nacional, destinado a ponerle fin al desorden. Punto central del acuerdo -el primero- es el compromiso del PLC y el FSLN de dejar a Bolaños concluir su período de gobierno. El otro punto central es que las reformas van, pero el PLC y el FSLN se comprometen a aplicarlas y a darles vigencia en “consenso” con el Presidente.

Tras la firma, Ortega evoca a Darío: opta por el olivo de la paz desechando el acero de la guerra. Bolaños habla satisfecho: llega por fin la paz gracias a las oraciones a Cristo y a la Virgen María del atribulado pueblo de Nicaragua. Tras la firma de esta “paz”, Ortega visita de nuevo a Alemán para comunicarle lo acordado.

Esa misma noche, Nicaragua -esa minoritaria Nicaragua que somos quienes tuvimos que seguir en orden el desarrollo de este desorden- supimos que tras los incendiarios discursos de los tres actores de la tragicomedia -el Presidente, Ortega y los suyos y los “suyos” de Alemán-, tras las retóricas amenazas sobre catástrofes y diálogos salvadores, los tres grupos habían estado negociando y renegociando todo el tiempo, desde hacía mes y medio con la activa mediación del PNUD. Con esta “revelación” de lo que de verdad había ocurrido, quienes peor quedaron fueron los “líderes” de la sociedad civil que llenaron los medios con dramáticos llamados a “defender el estado de derecho”.

La ruptura

Todo pasa y poco queda. El 13 de enero, y sin consenso con el Ejecutivo, los diputados del PLC y del FSLN aprobaron definitivamente las polémicas reformas. Y la Constitución quedó transformada: Nicaragua es ya un régimen semi-parlamentario. ¿Quedará esto así? ¿Por cuánto tiempo? La decisión de aprobar las reformas sin “consenso” fue interpretada por Bolaños como una grave ruptura de lo acordado 24 horas antes. De nuevo, el estado de emergencia fue una opción en la mesa presidencial.

Tras una noche de rumores, carreras y declaraciones impactantes, el 14 de enero se celebró finalmente un encuentro de seis horas entre Bolaños y sus ministros, Ortega y sus diputados y los diputados del PLC, que solicitaron allí mismo y sin ningún pudor que Alemán pudiera asistir al diálogo. Que sí es conveniente, que no es necesario, que el reo tiene suspendidos sus derechos políticos, que no porque no hay sentencia firme contra él... El Cardenal Obando bendijo el encuentro. Bolaños agradeció en esta ocasión a María Auxiliadora y al Santo Cristo de Esquipulas que todo hubiera terminado en paz.

Unos días después, el 19 de enero, iniciaba el diálogo tripartito entre el Ejecutivo y el bloque PLC-FSLN.

¿Por qué?

Hasta aquí los hechos, una síntesis del espectáculo. Ahora, una brújula elemental para orientarse en sus bambalinas. La alianza legislativa entre el FSLN y el PLC -la novedad política de esta nueva coyuntura- se explica, además de por otras oscuras razones, por la precaria situación en la que Bolaños ha estado gobernando. Enrique Bolaños se quedó sin partido desde el primer día, cuando decidió gobernar sin Alemán, sacándolo de la Presidencia del Legislativo, espacio desde el que Alemán pretendió co-gobernar. Pero como Alemán controlaba a los diputados del PLC tampoco podía Bolaños gobernar sin Alemán.

El antisandinista visceral que fue siempre Bolaños tuvo entonces que aliarse con Daniel Ortega: los diputados de Ortega le dieron los votos para desaforar a Alemán y para aprobar algunas leyes económicas prioritarias para el Presidente. El PLC le dio la espalda.

Este respaldo sandinista duró hasta 2003, cuando Bolaños recibió orden de Estados Unidos de romper esa alianza con el FSLN, porque le daba un creciente perfil a Ortega. Bolaños siguió al pie de la letra la estrategia del Norte y maniobró para entregarle la directiva de la Asamblea Nacional a los arnoldistas, tratando así de recomponer su relación con ellos. Era tarde. Desde la directiva de la Asamblea, lo único que hicieron los arnoldistas fue tratar de devolverle a Alemán la libertad. Mientras Alemán siguiera preso Enrique Bolaños estaría aislado. Y aislado ha estado.

¿Por qué hasta ahora?

En enero de 2004, cuando Bolaños rompió con el FSLN y buscó sin éxito el apoyo del PLC, nació la alianza que ahora fructifica en el pacto de El Chile. Desde esa fecha el gobierno estaba totalmente solo. Sólo contaba con el apoyo internacional. Bolaños profundizó su objetivo aislamiento provocando subjetividades adversas con el estilo de patrón arrogante y poco cuidadoso con el que se dedicó a azarear en distintas ocasiones en sus discursos a sindicalistas, magistrados, diputados, contralores, magistrados electorales, maestros...

A la par, a la sociedad civil organizada -la que tanto le respaldó al iniciar la lucha contra la corrupción institucionalizada por Alemán- no la escuchó, no la cultivó y sólo la manipuló haciéndola “participar” como convidada de piedra cada vez que vivía alguno de sus apuros institucionales.

Con todas las condiciones dadas desde inicios del año 2004 -un Presidente aislado, un FSLN puesto a un lado y un PLC resentido, en una situación económica cada vez más crítica-, ¿por qué este desorden no estalló hasta finales del año 2004? Aunque desde antes de las elecciones municipales el PLC y el FSLN, acumulando impulso a partir de los errores del Presidente, lograron ponerse de acuerdo para lo que hicieron después, el detonante final fueron los resultados de las elecciones municipales: un éxito rotundo para el FSLN, un descalabro doloroso para el PLC -les faltaba Alemán- y un fracaso inesperado para el APRE, el partido estructurado por Bolaños como alternativa a “los dos caudillos”.

¿Es lo mismo?

El pacto de El Chile entre Ortega y Alemán -centro de la actual tragicomedia- surge de intereses diferentes, pero coincidentes. Y nace en un momento en el que hay una correlación de fuerzas diferente a la del pacto de 1998 entre los mismos caudillos que lo fraguaron entonces.

Entonces, Alemán estaba en el poder Y tenía la mayoría en la Asamblea. El pacto fortaleció el poder presidencial e impuso el bipartidismo, con la más excluyente de las leyes electorales. El PLC se veía entonces tan fuerte que todos creíamos que los liberales estarían veinte años más en el poder y con Alemán a la cabeza. El FSLN encontró en un pacto prebendario -y basado en corrupciones conocidas, compartidas y con garantías de impunidad- el mecanismo para defender los espacios de poder de su cúpula de ese liberalismo for ever. Como resultado, la corrupción se institucionalizó y las necesidades de la gente se fueron al basurero. Los millonarios fondos que llegaron a Nicaragua con el huracán Mitch camuflaron la tragedia.

En el pacto de El Chile la correlación ya es otra. Favorece al FSLN -cuyos dirigentes de cúpula se han doctorado en manipulación de las leyes- y es favorable a Ortega, quien tiene la llave y el candado de la cárcel de Alemán, y teniéndola, mantiene al PLC dividido y con continuas fisuras por la ausencia del caudillo. El PLC esta convencido de que sólo sobrevivirán a la crisis de la “traición” de Bolaños y sólo derrotarán al FSLN y volverán a ser gobierno si Alemán sale libre, recompone a las fuerzas divididas y cierra las fisuras. Ortega aprovecha esta situación para afianzar su poder y para preparar el camino de su regreso al gobierno.

¿Las coincidencias?

De estos intereses diversos, pero coincidentes, ha surgido una mayoría parlamentaria muy peculiar. Las reformas constitucionales, que reducen el poder del Presidente van, por eso, en la misma dirección que las reformas de 1995, a las que curiosamente se opusieron entonces el FSLN y el PLC.

Las reformas preparan a ambos partidos para una alternancia en el poder. El compromiso de fondo no parece sólo coyuntural -afectar a Bolaños-. Es estructural: gane quien gane las próximas elecciones, desde el Legislativo -con escaños ocupados por diputados leales a ambos caudillos- se podrá controlar a cualquier otro “bolaños” que por voluntad, por casualidad o por descuido llegara a ocupar el Ejecutivo.

Controlarán a quien ocupe el Ejecutivo aprobándole los nombramientos de ministros y embajadores. Y especialmente, controlando áreas económicas clave. Con las reformas y las nuevas leyes e instituciones creadas por este pacto, el Legislativo asume áreas sensibles para cualquier proyecto económico. Los diputados tendrán el control de la seguridad social -donde se acumula un importante capital-, el de los servicios públicos -agua, energía y telecomunicaciones, negocios en torno a los que pululan las empresas transnacionales-, y “resolverán” los problemas de la propiedad, principal conflicto económico del país desde hace 25 años.

¿Las concesiones?

Esta peculiar mayoría de rivales ahora aliados, nunca vista en el Legislativo, ha aprobado otras muchas leyes que -no puede negarse- son beneficiosas para distintos sectores de la población: reasignaciones en el presupuesto para aumentar el salario a las decenas de miles de maestras, maestros y trabajadores de la salud pésimamente pagados, transferencia mayor a las municipalidades, ley de cooperativas, ley para defender a quienes usan tarjetas de crédito, ley que obliga a contratar consultores nacionales y no internacionales, ley que protege a los trabajadores de los tratados de libre comercio garantizándoles los derechos laborales adquiridos... Se anuncian más leyes con acento social.

¿Por qué aceptan los liberales algunas de estas leyes, que teóricamente son de “izquierda”? Porque, a cambio, Alemán saldrá libre. Y necesitan que salga pronto. Que salga a tiempo para recomponer el partido y derrotar al FSLN en las próximas elecciones. Mientras se produce esa nueva infamia que será la excarcelación de Alemán, el FSLN avanza, blindándose por si continúa en la oposición. El PLC hace el mismo cálculo.
Con una sicología de partidos de oposición al gobierno, PLC y FSLN se están haciendo mutuas concesiones. Cualquiera de los dos que llegue al Ejecutivo tendrá menor poder que antes, pero estará seguro con el poder que tenga. Esta jugada anuncia ya la determinación con que Ortega y Alemán se aferrarán a no dar lugar en las listas de candidatos a diputados de sus dos partidos a nadie de cuya lealtad y disciplina partidaria duden o sospechen. ¿Cómo enfrentará esto la Convergencia Nacional en alianza con el FSLN?

¿La amnistía?

El pacto de El Chile se estructuró tan bien y se mostró tan imparable durante el desorden de diciembre-enero que, como era de esperar, reavivó los temores del gobierno de Estados Unidos al protagonismo de Daniel Ortega y a su regreso al gobierno.

Para curarse el miedo, el gobierno estadounidense le habría ofrecido a Alemán una amnistía a cambio de que rompiera el pacto con el FSLN. Bolaños comenzó a trabajar en esa dirección. Un emisario del Ejecutivo -el Ministro del Trabajo- y otro de la embajada -el consejero político- visitaron al reo en su hacienda-cárcel para hacerle la propuesta. Alemán contestó a través de su esposa y de su hija, hoy ya diputada con escaño, tras el fallecimiento de un diputado del PLC. Si querían hablar con él, dijo Alemán, que llegaran personalmente a verlo Enrique Bolaños y la embajadora Bárbara Moore.

Arnoldo Alemán no sólo quiere salir de la cárcel. Quiere salir con la máxima legitimidad. Quiere salir dando ante el país y el mundo la imagen de que todo fue una patraña política para ensuciarlo. Quiere salir para volver a la política con todos los derechos. Y quiere, seguramente, salir para ser el candidato presidencial del PLC en las elecciones de 2006.

¿Por qué la quieren?

Alemán saldrá de la cárcel y saldrá totalmente limpio como consecuencia del desorden tragicómico en el que Nicaragua está hundida. Ortega le debe la libertad a Alemán a cambio de todo lo que ha conseguido en estos acuerdos. Y lo necesita al frente del PLC: calcula que por su inevitablemente deteriorado liderazgo, Alemán mantendrá dividido al antisandinismo; y si no fuera así, calcula vencer a Alemán como contrincante en las elecciones de 2006. Para Ortega es mejor dilatar el momento de la salida de Alemán, tener control sobre ese hecho durante el mayor tiempo posible y no pagar él solo el costo político de esta decisión.

Aun cuando su estatua de luchador contra la corrupción ya muy carcomida se derrumbará en pedazos, Bolaños también necesita la amnistía de Alemán. Porque con esa misma amnistía quedaría él y buen número de sus ministros libres de la “espada” de la acusación por delitos electorales
-astutamente la jueza Juana Méndez los incluyó en la misma causa de “la guaca”- y libre del temor de enfrentar algún juicio cuando salga del gobierno en enero de 2007.

¿Quién pagará más alto costo político por la libertad de Alemán, Daniel Ortega o Enrique Bolaños? El mayor costo lo pagará toda la sociedad. Todos. Porque la derrota moral y ética será de todos. Y su sabor amargo perdurará en el tiempo.

¿Quién ganó?

El primer tema de debate en el diálogo tripartito, con “solución” favorable al FSLN-PLC -a pesar de las amenazas y advertencias del FMI- fue el de las reformas al presupuesto 2005. El segundo gran tema de debate con “solución” favorable al PLC-FSLN fue el de la elección de una docena de altos cargos: nuevos contralores y magistrados de la Corte y del Poder Electoral.

Es previsible que a lo largo de todo el año, con continuos altibajos y numerosos impasses, treguas y reconciliaciones, seguirá funcionando un “diálogo” que, aunque no tiene nada de nacional, puede tranquilizar a los organismos internacionales.

Los tres grandes resultados del diálogo, las prioridades de cada uno de los tres dialogantes, ya están conseguidas: Bolaños tiene paz porque terminará su período, Ortega tiene más poder porque tiene las reformas y tal vez la Presidencia y Alemán tiene ya un futuro político asegurado porque tendrá la amnistía.

¿Qué va a pasar?

Desde su soledad, y ya en retirada, el Ejecutivo y Bolaños no pueden levantarse de la mesa del diálogo, aun cuando intentarán torpedearlo y denunciarlo, porque sin nada que dar, sólo en esa mesa podrán darse cuenta de lo que están haciendo los dos caudillos y obtener alguna concesión de parte de ellos.

El FSLN necesita la mesa del diálogo porque, con el inmenso costo político que ha pagado por la “foto” del pacto de El Chile -y el que le tocará pagar cuando Alemán salga libre- necesita leyes “sociales” que levanten su imagen de partido “revolucionario” y preocupado “por los pobres”.

El PLC estará ahí sentado haciendo todo tipo de presiones, movidas, subidas y bajadas de tono, hasta conseguir lo que quiere del diálogo: la libertad de Arnoldo Alemán y con la máxima legitimidad. La legitimidad soñada es una amnistía con el voto de los 92 diputados, firmada por Bolaños y bendecida por el Cardenal Obando. O un sobreseimiento definitivo por falta de pruebas también con la bendición del Cardenal Obando.

A ninguna de las tres partes del diálogo tripartito le conviene salirse del diálogo. El que se levante de la mesa pierde. O pierde lo que espera obtener o pierde imagen.

¿Hay legitimidad?

Si tras este desorden y con este diálogo ganaron “estabilidad” los actores de la tragicomedia, lo que está perdido y continúa perdiéndose es la estabilidad del país y la legitimidad de sus instituciones.

También a los tres grandes protagonistas del diálogo les ha costado cara esta actuación teatral, porque perdieron aún más de la escasa legitimidad que ya tenían. Daniel Ortega, enemigo de cualquier orden que no favorezca sus intereses, es uno de los principales responsables del desastre institucional que vive el país. Arnoldo Alemán es un símbolo, incluso internacional, de la delincuencia practicada desde el Estado. Enrique Bolaños tiene la legalidad que le otorgaron los votos, pero ha dilapidado su legitimidad por su errático, insensible y arrogante estilo de gobernar.

En este desorden, se vio aún con mayor claridad que los tres funcionan estrictamente sobre la base de la legalidad que construyen a partir de sus propios intereses. Este juego tiene límites, porque la legalidad sin legitimidad no genera el respeto social del que se nutre la durabilidad de las instituciones y cualquier acuerdo político en un sistema que presume ser democrático. Esta tragicomedia ha evidenciado, con más claridad que otras veces cuál es la realidad que esconden tras las máscaras legales los actores de la tragicomedia.

¿A dónde vamos?

Lo “políticamente correcto” construye espejismos de legitimidad que no logran encubrir el árido horizonte en el que caminamos, desorden tras desorden, sin guión. ¿Dónde estamos, a dónde vamos? Mientras no enfrentemos estas preguntas con responsabilidad y seriedad nada cambiará.

Enfrentar estas preguntas significa aceptar que no tenemos soluciones de corto plazo. Significa entender que no existe una solución para los problemas de países como el nuestro a menos que iniciemos un cambio gradual -también radical- del sistema de valores dentro del que se organiza nuestra economía y nuestro sistema político.

El atraso de Nicaragua amerita este cambio. La vida y la dignidad de la población pobre de Nicaragua, que es la mayoría, lo demanda. Y la misma sobrevivencia del país en este incierto siglo XXI lo exige. No puede olvidarse que esta tragicomedia nicaragüense tiene lugar en el momento en que se consolida la posición internacional de Washington tras la reelección de George W. Bush.

¿Cómo y con quiénes?

¿Cómo hacer esto? ¿Con quiénes? Los líderes de la verdadera renovación de Nicaragua se darán a conocer por su capacidad de decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad sobre la inmensa crisis que vive nuestro país. Esos líderes -y lideresas- no serán simplemente administradores de la realidad, sino mujeres y hombres -seguramente jóvenes- que entenderán la política como el arte de construir nuevas realidades.

Mientras ese nuevo liderazgo no surja, la tragicomedia nacional tendrá nuevas escenas y no faltarán actores dispuestos a subirse al escenario sin un guión. Ya empiezan a aparecer. Durante el propio desorden, y como hongos tras el chaparrón, surgieron ya once candidatos a la Presidencia de una República sin salidas.

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