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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 266 | Mayo 2004

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Nicaragua

Migrantes: prejuicios excluyentes, visiones miopes, políticas apáticas

“No me llames extranjero porque haya nacido lejos o porque tenga otro nombre la tierra de donde vengo...” Así decía una hermosa canción de hace 30 años. Y hoy, ¿cómo llamamos hoy a nuestros compatriotas, “extranjeros” en Costa Rica, en Estados Unidos? ¿Cómo los vemos, cómo los juzgamos, cómo los analizamos?

José Luis Rocha

El imaginario colectivo acerca de las migraciones -y especialmente acerca de los migrantes- se nutre y reproduce con la intervención de muchas fuentes. Investigadores, políticos, cooperantes, funcionarios de ONG, periodistas y todos en el pueblo llano esbozamos, diseminamos y asimilamos un “retrato” del migrante. Y de la migrante. Unos lo dibujan como un desertor de su país de origen, como una que se rinde. Miles en los países de destino lo pergeñan como un arrimado. Para bastantes es una amenaza. ¿Desde dónde se pueden cuestionar estos “retratos”?

EN PREJUICIOS Y EN POLÍTICAS
SE DETECTAN LOS VIRUS MIGROFÓBICOS

Algunos de los retratos que circulan por mentes, medios y análisis incorporan datos y teorías que explican las causas de las migraciones. Pero a menudo toman sólo fragmentos de teorías o fijan su vista en aspectos específicos percibidos como “el todo”. Al final, el retrato que estas limitadas visiones producen es un esperpento. Se transmiten imágenes prejuiciosas compuestas de recortes de la realidad y con ellas se formulan juicios globales. Y como dicen lo que se ve y lo que puede o no puede verse, dicen también lo que puede o no puede proponerse y llevarse a efecto. Todos estos prejuicios inciden sobre las políticas y hasta dan lugar a la política de no proponer política alguna. El mundo de las percepciones importa mucho: condiciona el mundo de las políticas.

Lelio Mármora, funcionario de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), asegura: La específica y determinada percepción que el Estado tenga de las migraciones será el fundamento para la elaboración de sus políticas y su consecuente plan de acción. Y agrega refiriéndose a los prejuicios: Este tipo de mecanismos que distorsionan la realidad va a incidir negativamente en una objetiva definición de las políticas y en una posibilidad gobernable de las mismas. La conciencia clara de la existencia del prejuicio, y de las formas en que se manifiesta y reproduce, constituye un elemento de importancia básica para la fundamentación y el desarrollo de las políticas de migraciones internacionales.

En Nicaragua es notoria la ausencia de políticas hacia los migrantes. Los prejuicios y las percepciones que sobre ellos existen explican también este vacío. Cuando los datos estadísticos se asocian a paquetes ideológicos que incluyen virus migrofóbicos, el resultado puede ser una pereza política muy perjudicial para los migrantes.

LA TESIS DE LA DENSIDAD POBLACIONAL:
SE VAN PORQUE NO CABEN

Una de las más ambiguas percepciones sobre los movimientos migratorios atribuía su ocurrencia al desmesurado aumento poblacional. Esa visión parecía inspirarse en la tesis malthusiana de que los alimentos crecen en proporciones aritméticas, mientras la población lo hace en proporciones geométricas. Cuando la presión demográfica se vuelve excesiva en relación a la disponibilidad de recursos -tierra, alimentos, agua- la población se desplaza hacia zonas más prometedoras.

¿Es realmente así? ¿Es correcta esta percepción? El Salvador ha sido el mayor emisor de migrantes entre los países del istmo centroamericano. Es también el país más densamente poblado. La tesis parece cumplirse. Pura apariencia. Porque si relacionamos densidad poblacional y cantidad de migrantes, Nicaragua supera con mucho a El Salvador. Con sus 35 habitantes por kilómetro cuadrado, Nicaragua es el menos densamente poblado de los países centroamericanos. (288 El Salvador, 99 Guatemala, 75 Costa Rica, 55 Honduras). Nicaragua queda muy por debajo del resto de promedios nacionales y astronómicamente por debajo en la Costa Caribe nicaragüense , con apenas unos 10 habitantes por kilómetro cuadrado.

Una aplicación mecánica de la tesis de la densidad poblacional permitiría pronosticar que, por cada millón de migrantes nicaragüenses, El Salvador debería tener por lo menos ocho millones de sus ciudadanos residiendo en el exterior. Y no es así. Si a estos cálculos mecánicos añadimos la escasa disponibilidad de agua en El Salvador, la cifra se dispararía. Si sumamos los 177 mil nicaragüenses que el último censo de Estados Unidos encontró residiendo en ese país a los 237 mil nicas censados en Costa Rica, la proyección al caso salvadoreño nos llevaría a esperar 3 millones 312 mil salvadoreños censados en el exterior. En Estados Unidos -donde reside la mayoría de los migrantes salvadoreños- el último censo detectó poco más de 600 mil. Ocurre incluso que muchos nicaragüenses migran a El Salvador: el hambre expulsa más que el hacinamiento.

La tesis no funciona automáticamente. La baja densidad poblacional de Nicaragua sugeriría que debería ser un país receptor de migrantes, como lo es Estados Unidos, con sus 31 habitantes por kilómetro cuadrado. Si la densidad poblacional fuera el factor determinante de las migraciones, algunas regiones de Estados Unidos deberían convertirse en emisoras de migrantes: el 70% de la población estadounidense se “hacina” en el 2.4% del territorio de ese extenso país, en concentraciones de 905 habitantes o más por kilómetro cuadrado. El 11.5% de la población estadounidense vive en aglomeraciones de más de 13 mil habitantes por kilómetro cuadrado. Y en Estados Unidos llega a haber concentraciones urbanas con 34,212 habitantes residiendo en menos de medio kilómetro cuadrado.

A pesar de todo, la tesis de la densidad poblacional no es enteramente despreciable. Pero su aplicación mecánica facilita el reducirla al absurdo y mostrar sus puntos débiles. Aunque pocos la sostengan hoy en día, vale la pena recordarla como un ejemplo de simplificación que pretende dar cuenta de la realidad desviando la vista de otros aspectos fundamentales. Otras explicaciones monotemáticas la han sucedido y su simplismo se sigue imponiendo.

LA TESIS DE LOS MERCADOS LABORALES
OLVIDA LAS RAZONES HISTÓRICO-POLÍTICAS

Tras el desgaste de la tesis de la densidad poblacional vino el auge y monarquía de la tesis del estancamiento económico en relación con los mercados laborales globalizados. Actualmente, existe un masivo apoyo de académicos, periodistas y políticos a esta tesis, aun cuando ya el sociólogo Manuel Castells la ha cuestionado, demostrando que a nivel mundial los movimientos poblacionales asociados a los mercados de trabajo no son tan voluminosos como se suele sostener.

Según esta tesis, los nicaragüenses huyen de una economía estancada que les ofrece bajos salarios y en la que sobreviven en el subempleo o en el desempleo. Por eso se van, buscando mejores oportunidades laborales en Costa Rica y en Estados Unidos. El énfasis de este enfoque se pone exclusivamente en los aspectos macroeconómicos y en la dinámica de los mercados laborales. Pero, ¿dónde quedan los factores histórico-políticos que explican por qué se busca trabajo en unos países y no en otros?

En parte, estos énfasis vienen bendecidos por la preeminencia que la academia reconoce hoy a las ciencias económicas por encima de la antropología y la sociología. En parte también, por la tendencia a buscar una explicación simple que pueda servir de base a propuestas políticas simples. Pero este enfoque se sostiene sobre mucho alzheimer histórico.
En el caso de Nicaragua, implica el olvido de nuestra histórica y prolongada relación con los costarricenses. Tira un velo sobre la incorporación a Costa Rica del territorio nicaragüense del Guanacaste apenas consumada la independencia de España. Mira menos que de soslayo al extremadamente popular Presidente costarricense José Figueres apoyando la rebelión de abril de 1954 contra el primer Somoza, y veinte años después al Presidente Carazo Odio echándole algo más que una manito al FSLN en su esfuerzo por derrocar al último Somoza. No rememora a Costa Rica como territorio de refrescamiento y base de la guerrilla contrarrevolucionaria de Edén Pastora. La compleja situación ligada a los hechos de esta última etapa derivó en que muchos de los nicaragüenses que nacieron en Costa Rica en esos años no estén hoy registrados como ciudadanos de ninguno de los dos países.

Las primeras olas masivas migratorias nicaragüenses fueron “políticas”: nicas que llegaron en busca de asilo político a Costa Rica y a Estados Unidos. En Estados Unidos, mucho del destino de las migraciones ha sido definido -y mucho del camino de los migrantes ha sido roturado- por los nicaragüenses que obtuvieron la condición de refugiados y asilados políticos en los años 80 y que desde ahí saltaron más fácilmente a la residencia definitiva e incluso a la naturalización.

NICAS: MENOS DEPORTADOS Y MÁS NATURALIZADOS POR RAZONES POLÍTICAS

En los años 80 -años de la revolución sandinista- había un claro interés político de la administración Reagan -luego de la administración de Bush padre- y del exilio cubano de Miami para que a los nicaragüenses que huían del sandinismo les fuera reconocida ipso facto la condición de asilados políticos. Es lo histórico político lo que explica por qué Nicaragua tiene proporcionalmente menos deportados y más naturalizados en Estados Unidos que los otros países centroamericanos. Y fue la percepción sobre los migrantes nicaragüenses en Miami lo que determinó la favorable política que se les aplicó.

De acuerdo a las estadísticas del Servicio de Inmigración y Naturalización estadounidense, incluso a principios de los años 90, Nicaragua sólo tuvo 3.23 deportados por cada 10 mil habitantes. En Guatemala y El Salvador hubo más de 15 por cada 10 mil. Pero, es obvio que si Nicaragua no tiene muchos migrantes a Estados Unidos, no tendrá muchos deportados. Como el flujo de migrantes nicaragüenses hacia Estados Unidos no es tan copioso, es más significativo el hecho de que en los años 90 el 11% de los nicaragüenses residentes en Estados Unidos hubiera obtenido naturalización, cifra récord entre los centroamericanos hace una década. Los guatemaltecos sólo llegaron al 6.5%. Más revelador es aún este dato: el número de nicaragüenses deportados equivalía al 8% de los naturalizados. En contraste, los hondureños deportados equivalían al 61% de los naturalizados y los guatemaltecos al 30%.

La historia política marcó una tendencia: los nicaragüenses fueron menos afectados por las deportaciones y más beneficiados por las naturalizaciones. La percepción que sobre las causas de la migración de nicaragüenses mantuvo el gobierno estadounidense, según sus intereses en la Guerra Fría, allanó el camino de los migrantes nicas hacia su inserción y asimilación. Por otra parte, las primeras oleadas de estos migrantes nicaragüenses fueron mayoritariamente de gente de clase media. Esto explica, en parte, el tipo de sector social que actualmente continúa migrando hacia Estados Unidos.

Para complejizar más el problema, hay que tener en cuenta las políticas migratorias de cada Estado en Estados Unidos y las redes sociales que en torno a los migrantes se tejen en cada uno de ellos, para entender mejor el perfil de las distintas comunidades. Es obvio que las razones laborales tienen mucho peso en las migraciones recientes. Pero en el impulso para migrar y en los avatares en los que se ven envueltos los migrantes no sólo existen motivaciones y razones laborales. Muchos impulsos están también ligados a las políticas y a la Política. Otras percepciones -no sólo la del migrante como mano de obra que se moviliza- dan indicios del porqué de acciones y omisiones en torno a los migrantes. Hay percepciones que subyacen en la resignada apatía de los políticos para generar programas dirigidos hacia los migrantes. Minusvalorar el impacto de estas percepciones las deja intactas y perpetúa esa apatía.

EL MIGRANTE ES UN DESERTOR:
ABANDONA SU PATRIA, SE RINDIÓ

Una de las mayores acusaciones -rara vez formulada de manera explícita- a la que se enfrentan los migrantes es la de que “colgaron los guantes”, “tiraron la toalla”... No dieron la batalla por el desarrollo, por defender las conquistas revolucionarias, por construir el Reino de Dios, por la nueva Nicaragua, por su patria, por la democracia... Tenían la obligación de producir desarrollo aquí y se fueron allá en pos de una solución individual. El migrante aparece como alguien que se rindió: cambió de país porque desistió de cambiar su país.

Muchas ONG sospechan y huelen “promoción de migraciones” en cualquier medida que contribuya mínimamente a garantizar el respeto a los derechos humanos de los migrantes. Detectan “crisis” y un fracaso de sus proyectos de desarrollo local: no supieron retener a los “actores clave”. Sufren al ver que la “población meta” se les escurre como el agua entre las manos, que sus beneficiarios encuentran fuera formas no colectivas y más sostenibles de mejorar sus niveles de vida.

En general, los políticos no entienden bien que los nicaragüenses tomen la decisión de irse de un país que a través del cristal de sus botellas de Chivas Regal no les luce tan mal. Los de izquierda ven como “traidores” a quien se va a “la Suiza centroamericana” o a la tierra de los “enemigos de la humanidad.” Los de derecha estiman que Nicaragua ya superó la etapa de “la noche oscura” y no hay razón para irse porque ahora Nicaragua vive una “nueva era”, tiene “un gobierno del pueblo para el pueblo” y es un país donde, si el salario de una maestra no es suficiente, hay oportunidades de “bisnear” para complementarlo. No entienden que no todo es cuestión de “arremangarse la camisa”. No les preocupan quienes no tienen camisa que arremangarse.

La misma posición -aunque por distintas razones- la adoptan algunos sacerdotes y agentes de pastoral. Tienen una visión que puede resumirse en esta idea: “Hay que dar fruto allí donde Dios nos puso y construir ahí y no en otro sitio el Reino de Dios.” Con una visión colectivista -¿comunitaria?- del desarrollo, se les escapan o censuran las aventuras individuales. Los individuos se les aparecen -igual que a Hegel- como nudos en el gran tejido de la historia. Si un individuo abandona la colectividad, lo perciben como una rasgadura en la preciosa tela social que se está construyendo. La visión parroquial, antítesis del universalismo, los reduce a un microproyecto de estrecho alcance.

No dejan también de tener miedo a la importación de ciertos valores, costumbres y estilos de vida de las comunidades que acogen a los migrantes. La exofobia cultural presenta al migrante inculturado en otra región como un desertor de la cultura madre. Y como muy frecuentemente los cambios que se aprenden en el extranjero incluyen una mayor independencia de la figura del sacerdote y un estilo de ser cristiano menos mediatizado por la jerarquía clerical y más democrático, la alarma es mayor y los prejuicios y temores se disfrazan con racionalizaciones que tienden a demonizar la migración.

ANATEMATIZAR AL MIGRANTE:
UNA VISIÓN INJUSTA Y ESTÉRIL

Muchas de estas instituciones -partidos políticos, ONG y denominaciones religiosas- coinciden en recalcar la pérdida de capital humano vinculada a las migraciones. Apoyándose en las estadísticas, demuestran que los nicaragüenses que se van tienen niveles de escolaridad superiores al promedio nacional. Su propuesta no apunta a elevar el nivel educativo de los que se quedan. Se contentan con rasgarse las vestiduras por los que se van -¡desertores que nos privan de sus habilidades!-, sin prestar atención al hecho -también revelado por las estadísticas- de que los migrantes ven constreñirse sus oportunidades académicas en el país de destino. En esta posición se detecta un virus migrofóbico asociado a datos que presentan sólo un aspecto de la realidad como si fuera el todo o lo más importante.

Estos personajes y estas instituciones coinciden también en demandar un holocausto de la voluntad individual y familiar. Pero el acto de migrar reivindica los sagrados derechos a la vida y a la libertad. El filósofo y economista alemán-costarricense Franz Hinkelammert denunciaba hace una década -cuando colapsaban, uno tras otro, los socialismos reales- que el hombre concreto siempre ha sido sacrificado en el altar de los grandes ideales: socialismo, Reino de Dios, democracia... En nombre de esos ideales muchos condenan hoy a los migrantes.

Lo peor de esta visión anatematizadora del migrante es su esterilidad. No produce progreso ni Reino de Dios ni socialismo ni desarrollo. Y, sobre todo, exime a quienes tienen el poder y los recursos de producir políticas que favorezcan a los migrantes y a sus familiares y que abonen los efectos positivos de las migraciones y disminuyan los negativos.

EL MIGRANTE ES UN ARRIMADO:
SON PARÁSITOS, SON OPORTUNISTAS

En el otro extremo de la balanza -el de los países receptores-, el migrante pesa como un arrimado. Se le pinta como un parásito de la bonanza económica que alcanzaron los nativos y como una carga para el Estado de bienestar. Las mujeres migrantes son vistas como una carga aún más onerosa por su demanda de servicios en salud reproductiva, porque son más proclives a construir las redes de solidaridad que multiplican la migración de familiares, parientes y vecinos y porque a menudo con ellas vienen niñas y niños migrantes que requieren de educación y de servicios de salud.

En la relación de los migrantes nicaragüenses y los nacidos costarricenses, esta visión niega el aporte de los nicaragüenses a la economía de Costa Rica. Invisibiliza el dinamismo que la economía agroexportadora y el sector de servicios domésticos de Costa Rica han podido desarrollar contando con la abundante y capaz mano de obra nicaragüense. Como toda visión prejuiciosa, ésta retoma un aspecto de la realidad -la demanda de servicios sociales para quienes llegan- y lo convierte en el todo para ofrecer una imagen deformada.

EL MIGRANTE ES UNA AMENAZA:
SON DELINCUENTES, SON PROSTITUTAS

Otra imagen muy prejuiciada y muy difundida es la del migrante como delincuente. Es cierto que las pandillas juveniles se nutren de migrantes con problemas de adaptación. La exofobia es una reacción típica de las minorías al encontrarse en una situación de desventaja en un medio hostil. Pandillas de jóvenes turcos se enfrentan a jóvenes neo-nazis en Alemania. Pandillas de jóvenes centroamericanos actúan en los barrios de Los Angeles. Para los migrantes, entrar a lo establecido, a lo socialmente aceptable, a lo políticamente correcto, está erizado de obstáculos. Así es en Costa Rica, en los Estados Unidos, en Europa, en cualquier lugar del mundo.

Las cárceles estadounidenses han rebosado históricamente de migrantes y de sus descendientes inmediatos: irlandeses en el siglo XIX, italianos a principios del siglo XX, latinos a finales del siglo XX y principios del XXI. Probablemente, no siempre se trata de que vayan a prisión porque cometan más delitos, sino también de que suelen ser más duramente penalizados y estar mucho más en la mira de las autoridades policiales.

Si los hombres aparecen como criminales, a las mujeres se las mira como prostitutas o, en el más leve de los casos, como “mujeres fáciles”. La xenofobia saca de quicio algunos problemas reales. Magnificados y generalizados, hacen aparecer a los migrantes como una amenaza. Los medios de comunicación juegan un papel desafortunado en la difusión de estereotipos peyorativos sobre los migrantes. Existe mucho material críptico en las películas hollywoodenses sobre extraterrestres que dan cuenta de estas percepciones: los aliens -así se llama en muchos textos oficiales, periodísticos y académicos a los migrantes- invaden el país con aviesas intenciones de tomar el poder y acabar con los -caucásicos- humanos. La seguridad nacional está amenazada. Muy significativamente, la primera parte de Men in black empieza con el desenmascaramiento de un extraterrestre que quiere hacerse pasar por un mexicano que cruzó de “mojado” la frontera.

EL RACISMO OPERA CONTRA LOS MIGRANTES

La “solución” de los gobiernos receptores de migrantes es aplicar una globalización segmentada: globalizan los flujos financieros y los productos comerciales, pero no la mano de obra. Todo sea para evitar problemas de gobernabilidad. Por añadidura, ese migrante que contamina la gobernabilidad, también puede contaminar la raza. La xenofobia racista propone que hay rasgos morales indisolublemente ligados a rasgos físicos. “Todos los negros no son ladrones, pero todos los ladrones son negros”: así piensan y dicen los blancos en muchos países que reciben negros. El nicaragüense de piel tostada, indio, pelo chirizo, palmado y belicoso es contrapuesto al costarricense blanquito, de raíces europeas, clase media y pacífico. Como ya lo ha expuesto lúcidamente el sociólogo costarricense Carlos Sandoval, en la difusión de estas imágenes se juega la construcción de la identidad nacional de Costa Rica.

Punce Negroide, personaje de uno de los ingeniosos Cuentos de Cipotes del salvadoreño Salarrué se pregunta angustiado por qué Dios a unos les da blanquencias y a otros negraciones. Su mamá trata de hacerle comprender que las negraciones no son malas, pero tropieza con un dique cultural que tapona los oídos de su hijo. Hay que enfrentar el racismo en todas sus formas. Desgraciadamente, los efectos culturales de siglos de colonización no pueden ser borrados de un plumazo. El racismo está muy asimilado y opera contra los migrantes. Los nicaragüenses establecidos como empresarios en Costa Rica no son más abiertos a sus paisanos pobres. Su aspecto físico encaja con el prototipo del ciudadano costarricense. Tampoco difiere del aspecto de los políticos, probablemente propensos a aceptar que la plebe migrante representa una ciudadanía de baja calidad.

PERSEGUIDOS EN COSTA RICA
Y OLVIDADOS EN NICARAGUA

Estos prejuicios, imágenes, teorías, visiones y percepciones han generado apatía jurídica y operativa en Nicaragua y están produciendo leyes hostiles y represión en Costa Rica. El proyecto de reforma a la ley de migración que se discute en Costa Rica es un golpe bajo a los migrantes nicaragüenses y colombianos, mayoría en ese país.
La propuesta de ley criminaliza a los migrantes indocumentados, restringe los derechos y facilita las condiciones para la aprehensión de migrantes -hombres y mujeres-, castiga con penas de hasta cinco salarios y seis años de prisión a quienes alojen o brinden trabajo a los indocumentados, y eleva los costos, complejiza los trámites y endurece los requisitos para obtener la residencia. Se les exige a los migrantes tener vínculos familiares con costarricenses y trabajo contratado con un salario igual o superior a los 200 mil colones (468 dólares a inicios de mayo 2003).

Dentro del gobierno de Costa Rica las posiciones son muy variadas. En un espacio radial, el Viceministro de Gobernación llamó a la población costarricense a solidarizarse con las detenciones que realizaba su Ministerio. La Defensoría de los Habitantes, en cambio, hizo un llamado al respeto de los derechos humanos, independientemente de la nacionalidad y la documentación de los detenidos. Lo más lamentable en la más reciente y en las anteriores crisis provocadas por los allanamientos, detenciones y expulsiones de nicas fue la oxidada intervención de las autoridades gubernamentales nicaragüenses. Sólo algunos gestos reactivos o, tal vez inspirados por el proselitismo político, como la fugaz visita que en febrero hizo el Vicepresidente de Nicaragua José Rizo a los nicas de La Carpio, en San José, sólo después que una lluvia de ácidas críticas cayeran sobre su persona por su total indiferencia para con sus paisanos perseguidos el mismo día en que él escuchaba en la capital tica al tenor Luciano Pavarotti.

El caso de Rosita, la niña nica de nueve años violada y embarazada por un tico en Costa Rica, fue un test en el que la institucionalidad nicaragüense y costarricense de atención a los migrantes salieron muy mal paradas. La participación de la Procuraduría de Derechos Humanos de Nicaragua fue encomiable. Pero hubo que improvisar. No existían ni existen procedimientos ni estructuras constituidas para enfrentar casos así. No hay políticas especiales para las mujeres, cuyos derechos humanos son más vulnerados. No hay políticas que garanticen educación a niñas, niños y adolescentes migrantes. No hay programas de reinserción. No hay nada más que represión en Costa Rica e indiferencia en Nicaragua.

Se organizan foros y debates, pero no se construyen andamios institucionales para defender los derechos de los migrantes, para garantizarles condiciones mínimas en los países de destino, para disminuir los riesgos asociados al tránsito y a la inserción, y para la legalización de su estatus jurídico. El Consejo Supremo Electoral de Nicaragua está muy enfrascado organizando unas elecciones que Andrés Pérez-Baltodano ha llamado justamente la rifa quinquenal de la impunidad, pero no se ocupa de tramitar las cédulas que los migrantes necesitan como primer paso para legalizar su estatus y mejorar sus condiciones.

El PLC torna su vista y manos hacia Miami, buscando fondos para su campaña. El FSLN aún censura a quienes se han ido, a pesar de que Humberto Ortega es un migrante en Costa Rica. El ex-General no vuelve su vista hacia los migrantes que no pueden entrar al “palco” de los elegidos, tal como él concibe los limitados resultados de la lucha por la justicia. Ambos partidos -presos en sus prejuicios- son indiferentes ante los migrantes.

EN EL SALVADOR, LOS QUE SE FUERON
SON “HERMANOS LEJANOS”

Los salvadoreños sí han alcanzado un estadio superior en la atención a los migrantes. Tanto es así que el Vicepresidente saliente, Carlos Quintanilla, era considerado el Presidente de los salvadoreños que residen en los Estados Unidos. Se convirtió en el eficaz embajador y permanente representante de los salvadoreños en el exterior. El gobierno salvadoreño se destaca en la región por contar con una política migratoria que contiene un alto nivel de formulación y de planificación práctica. Las acciones gubernamentales en favor de los salvadoreños migrantes van en cinco direcciones: cabildeo, derechos humanos, asociaciones de inmigrantes, estímulo a la relación de estas asociaciones con los gobiernos municipales y campaña en los medios de comunicación social.

El gobierno salvadoreño lleva a cabo intensas actividades de cabildeo con distintos niveles del gobierno de los Estados Unidos para evitar la deportación de las personas que han migrado ilegalmente a ese país. Promueve los derechos humanos de los migrantes en los países de tránsito hacia Estados Unidos, principalmente ante el gobierno mexicano. Ha realizado un acercamiento con las asociaciones de migrantes organizadas en los Estados Unidos, buscando principalmente orientar mejor el uso de las remesas que éstos envían a sus familiares residentes en El Salvador.

Es muy beligerante el trabajo de estímulo que realiza para relacionar estas asociaciones de migrantes con los gobiernos locales de sus municipios de origen. Y ha montado una intensa campaña en los distintos medios de comunicación del país para resaltar el valor y los aportes de aquellos a quienes con cariño se les llama “hermanos lejanos”.

“BIENVENIDO A CASA”:
UN PROGRAMA ENTRE MUCHOS OTROS

El gobierno de El Salvador mantiene también activos programas de apoyo a los migrantes. Destaca desde 1999 el Programa de Diseminación de Información sobre la Ley NACARA , ejecutado por el Ministerio de Relaciones Exteriores, que elabora y distribuye folletos de información en versión popular titulados La Ley NACARA: paso a paso para los salvadoreños. También habilitó una línea telefónica gratuita para informar sobre el tema, así como una página web.

Existe también el programa “Bienvenido a Casa” en el que unen esfuerzos gobierno, iglesias, ONG, la empresa privada, el sector académico y la OIM. El programa brinda orientación y apoyo en la etapa inicial a los salvadoreños que regresan a El Salvador. Incluye servicios en el aeropuerto: orientación, albergue temporal y asistencia, atención médica de emergencia, emisión de documentación, apoyo para la reinserción educativa y entrega de un maletín con artículos de primera necesidad.

Otro programa de atención a los salvadoreños en el exterior del Ministerio de Relaciones Exteriores proporciona información a los migrantes sobre los eventos y actividades en los cuales participan los salvadoreños en el transcurso del año. Ofrece la oportunidad de registrar voluntariamente a las comunidades organizadas que quieran establecer un vínculo con su representación diplomática y con otras comunidades organizadas. También brinda información sobre los salvadoreños que se han destacado en Estados Unidos: deportistas, empresarios, artistas, intelectuales y profesionales.

El Programa de Diseminación de Información sobre el TPS (Protección Consular para los Salvadoreños), también del Ministerio de Relaciones Exteriores, ajusta temporalmente la situación migratoria de todos los salvadoreños que se encontraban en los Estados Unidos antes del 13 de febrero de 2001. El período de protección es de 18 meses y contempla la posibilidad de obtener un permiso de trabajo por un período igual. Incluye la distribución de folletos, una línea telefónica gratuita, una sección de Asistencia Legal Migratoria y actividades diversas para informar a la comunidad salvadoreña: foros, conferencias de prensa y otros eventos.

El programa “Unidos por la Solidaridad” cuenta con fondos del BID, del Fondo Nacional de Electricidad y Telecomunicaciones (FINET) y del Fondo de Inversión Social para el Desarrollo Local (FISDL). Realiza acciones para la introducción de agua potable y alcantarillado, caminos, complejos deportivos, educación, electrificación, mitigación del riesgo, salud y otros en las municipalidades con migrantes en Estados Unidos. En él participan esas municipalidades, la cooperación internacional, ministerios, entidades de gobierno y privadas, asociaciones comunitarias y organizaciones de salvadoreños en el exterior.

En El Salvador se ha avanzado en la definición de programas que informan y generan un primer nivel de atención directa para la población migrante. Es manifiesto el interés del gobierno por establecer un puente de comunicación con sus ciudadanos en el exterior. Es destacable el grado de coordinación alcanzado en el diseño e impulso de algunos programas, especialmente en el “Bienvenido a Casa”, donde confluyen intereses del gobierno, la sociedad civil y los organismos internacionales. Independientemente de la eficacia alcanzada por todos estos programas, su mera formulación e impulso indican una postura claramente orientada a la atención y asistencia a los migrantes de manera coordinada.

FALTA MUCHO TRECHO
Y URGE UN PRIMER PASO IMPRESCINDIBLE

Para que Nicaragua alcance el desarrollo que tienen las políticas salvadoreñas hacia los migrantes falta mucho trecho.
Nicaragua ni siquiera ha suscrito la Convención para la Protección de los Derechos Humanos de todos los Trabajadores Migrantes y sus Familiares de Naciones Unidas. En Centroamérica, sólo Guatemala y El Salvador la han suscrito. Es evidente que a Nicaragua le convendría que Costa Rica la suscribiera, pero ¿con qué autoridad pedirlo si también falta la firma nicaragüense?
En medio de tanta apatía e inercia del gobierno de Nicaragua, un paso imprescindible, inicial, es la transformación del imaginario colectivo sobre los migrantes. Desmontemos la imagen del migrante como un arrimado, una amenaza o un desertor. Ni siquiera los pensemos como personas que huyen de la presión demográfica o del desempleo. En Estados Unidos la imagen del migrante como heroico pionero y colonizador aguerrido jugó un papel clave en su inserción.

Los migrantes también tienen que abrirse. La exofobia cultural -el desprecio que algunos sienten hacia las culturas de los países de destino- les es contraproducente. Esa posición proviene de un izquierdismo mal configurado, del chauvinismo de siempre entre los humanos, del vicio pedante de menospreciar lo que se ignora, del provincianismo identificado así por José Martí: Piensa el aldeano que su aldea es el mundo. El respeto por los animalitos y por las plantas que en Costa Rica encontró Chico, el padre de Rosita, la niña nica violada en Costa Rica, fue la mejor remesa que se llevó del país que lo acogió durante nueve años.

La transformación de la imagen del migrante es un paso que no lo resolverá todo. En Nicaragua el arranque de políticas creativas y favorables hacia los migrantes se enfrenta con muchos otros problemas: la corrupción y su efecto sobre las finanzas del Estado, la polarización política y esas interminables y desgastantes batallas por el poder que absorben todo el tiempo y las energías de los políticos. Pero el cambio de imagen será un gran paso.

SALUDEMOS A LOS NUEVOS MARCO POLOS,
CELEBREMOS A “EL NICA”

El migrante es un vehículo cultural y eso lo convierte en un pionero tecnológico en sus comunidades, en un transmisor de nuevas técnicas de trabajo y de nuevas fórmulas de organización, es un propagador de la ética de la retribución por el esfuerzo realizado. No todo es un lecho de rosas en las migraciones. Pero para que disminuyan los efectos adversos y aumenten los beneficios hay que difundir más la imagen del migrante como la de quien abre una ventana a otras culturas y tecnologías. Saludemos a los nuevos Marco Polos. Saludemos, entre ellos a “El Nica”, a César Meléndez, ese nicaragüense-costarricense que desde los escenarios complejiza la imagen del migrante nica en Costa Rica. Y al hacerlo la rescata. Y la dignifica.

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