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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 211 | Octubre 1999

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El Salvador

100 días: gobierno y oposición ausentes

Si ausente ha estado el nuevo Presidente de los problemas nacionales, a pesar de su pertinaz presencia en los medios, ausente sigue también el FMLN, que anda perdido en los laberintos del poder y "defendiéndose" de los pobres, a los que dice representar. Sólo la ética de la cercanía lo convertiría de nuevo en oposición, y en un partido de izquierda.

Ismael Moreno, SJ

El balance de los primeros cien días del gobierno de Francisco Flores no puede ser peor: un Presidente ausente, encerrado entre las cuatro paredes que lo tuvieron oculto antes de asumir el gobierno, con un torpe manejo de los problemas -especialmente paros y reclamos de los desmovilizados- y persistente hasta el cansancio en discursos cargados de una retórica desencarnada del país en que vive.

Una gestión "apagada"

El nivel de aprobación con que la ciudadanía califica a Flores es de apenas un 5.3% de respaldo. Aquella publicitada estatura de gobernante ilustrado -se decía que como nunca antes lo había tenido el país- quedó en tan sólo cien días reducida de un tajo a su verdadero tamaño: un hombre con la pequeña talla media de cualquier salvadoreño.

A su incapacidad para manejar los problemas, Flores añade la herencia de los dos gobiernos anteriores de ARENA. Además, la estructura de dirección del partido -encabezada por Alfredo Cristiani- no parece interesada en respaldarlo. Sólo quiere aprovechar el trampolín del Estado para, en las elecciones de marzo del 2000, ganar la mayoría en la Asamblea Legislativa y las alcaldías que hoy están en manos del FMLN. El nuevo gobierno recibió en sus primeros cien días un rechazo tan generalizado que hasta el arzobispo de San Salvador, del Opus Dei, Fernando Sáenz Lacalle, calificó de "apagada" la gestión de Flores.
Según encuestas de diversos organismos del país, más de la mitad de los salvadoreños estima que Flores no ha tenido ningún logro, mientras que el 86.9% valora que la crisis económica está igual o peor que en el gobierno anterior. Se ha hecho más hondo el abismo que separa la política del Estado de los intereses de la mayoría de los salvadoreños. Sobre el rendimiento de los funcionarios públicos, la sociedad salvadoreña no vaciló en rechazar, en la misma encuesta, la labor de los diputados. Ocho de cada diez entrevistados no conocía ni siquiera el nombre de alguno de los "padres de la Patria".

Aunque la gente ha calificado de "ausente" al Presidente, no quiere esto decir que Flores no haya estado presente en los medios de comunicación. Lo ha estado, y mucho. En los primeros cien días de su gobierno estuvo al menos en 23 ruedas de prensa. En este caso, decir "ausente" significa rechazo. Escuchándolo, la gente advierte su incapacidad para abordar los problemas, al menos con un lenguaje que toque el corazón de la sociedad. La sociedad salvadoreña tiene la sensación de que el Presidente ha hablado mucho, pero no se ha comunicado con nadie.


Continuará la "ausencia"

El gobierno no pasó su primera prueba, y la calificación tan negativa que su gestión recibió de la sociedad parece haber estremecido a los hombres y mujeres de su equipo de gobierno. Algunas señales fueron públicas: el 17 de septiembre, el vocero presidencial, el dentista Ricardo Rivas, fue la primera pieza que abandonó el equipo de Flores, quien al apostar por nuevas figuras -como la de Rivas- sólo realizaba una operación de imagen, sin ir al fondo del problema que anula a políticos y a funcionarios: no saben decirle la verdad a la sociedad, no saben recoger las inquietudes y sentires de las mayorías y no saben atender en igualdad de condiciones a todos los sectores, privilegiando siempre a los grandes banqueros y empresarios.
Flores ha querido disimular las críticas multiplicando en los medios su imagen entre los damnificados por las inundaciones y en diversos actos de la vida cotidiana de los salvadoreños. Pero es inútil. Sin aceptar ninguna crítica de fondo, y dando respuestas tan burdas, como aquella de que si la sociedad lo califica positivamente con un 5.3% eso significa en la práctica que su popularidad ha subido del 51% que lo eligió al 53%, la incomunicación y la "ausencia" seguirán creciendo.

La gestión de Flores en sus primeros cien días de gobierno lo han desgastado no sólo a él, también al partido ARENA, que disminuyó en once puntos porcentuales su aceptación entre la ciudadanía. Aunque durante la gestión de tres gobiernos areneros el país recibe ya más de mil millones de dólares anuales en remesas familiares, y aunque el PIB ha crecido en un 28% en los últimos diez años, los salarios son los mismos que en 1989 y la capacidad de compra de los salvadoreños ha disminuido drásticamente. Así, no es de extrañar que el 35% de la población mayor de 18 años quiera irse del país de cualquier manera.

Los ex-patrulleros reclaman

Cuatro han sido los signos que han caracterizado al gobierno en sus cien primeros días. El primero, una creciente movilización y agitación social sin respuesta. Destaca la protesta de la asociación de ex-patrulleros, que aglutina a miles de hombres a quienes el gobierno alababa durante la guerra como "defensores de la democracia", y hoy acusa de desestabilizadores y peligrosos enemigos de la democracia. Durante la guerra, fueron reclutados para patrullar los sectores rurales y se les dio carta blanca para asesinar, torturar y cometer cualquier atrocidad contra la población civil que fuera sospechosa de colaborar con actividades guerrilleras y subversivas.
Hoy, esta gente -algunos aseguran que pueden llegar a 300 mil hombres- reclama al gobierno indemnizaciones, pensiones, tierras, viviendas, capacitación y atención médica para sus familias. Su lucha ha sido violenta y el gobierno se niega a darles respuestas serias y no expresa interés en atender coherentemente sus peticiones. En agosto, estas vacilaciones llevaron a hechos de violencia que dejaron dos muertos, quince heridos y cincuenta detenidos.
Los ex-patrulleros reclaman al gobierno y a los dirigentes de ARENA por el incumplimiento de las promesas de beneficios sociales que se les hicieron a cambio de que votaran por Flores. "Nos aseguraron que debía ganar ARENA para continuar siendo favorecidos, y ahora no lo quieren reconocer", afirman.

Incoherencia y corrupción

El segundo signo ha sido un grave desabastecimiento de gas de cocina, expresión de un marco institucional ineficiente para proteger a los consumidores frente a los monopolios transnacionales. Un tercer signo han sido paros laborales y huelgas en el sector público -maestros y trabajadores de la salud-, reflejo de la ausencia de una política salarial coherente.

Y un cuarto signo, los escándalos. Los diez millones de colones que el gobierno anterior entregó a los ex-patrulleros -para asegurarse los votos de unas 200 mil personas- resultaron provenir de fondos destinados a los damnificados del huracán Mitch. También se hizo pública la desviación de fondos para sobornos a periodistas hechos por altos dirigentes de la federación de fútbol nacional, en cantidades que superan los 98 millones de colones -más de 11 millones de dólares-. Escandalosos también los incrementos millonarios a los presupuestos de obras públicas, especialmente carreteras. Todos estos escándalos confirman la desconfianza ciudadana en la posibilidad de que se haga un uso honrado de los recursos del Estado.

Una economía desarticulada

Según el análisis del Centro de Información y Documentación de la UCA de San Salvador, el gobierno de Francisco Flores se inscribe dentro de cinco ejes. El primero es una economía nacional desarticulada, con un sector financiero que, con un desarrollo desproporcionado en relación con las otras áreas de la economía, define el poder y el rumbo del país. El crecimiento financiero contrasta con un sector industrial estancado y con un sector agrícola en creciente crisis. Muchas de las confrontaciones al interior de los grupos económicos salvadoreños -expresadas en las pugnas internas de ARENA- tienen importantes raíces en esta desarticulación de la economía.

Dos destacados hombres de empresa -vinculados con los poderes económicos y políticos más tradicionales-, Orlando de Sola y Herman Brusch, han decidido desafiar a la cúpula arenera que dirige Alfredo Cristiani, lanzándose como candidatos a diputados independientes, despertando así una discusión al interior de los partidos políticos y de la Asamblea Legislativa sobre la necesidad o no de reformar la Constitución en lo referente a la ley electoral, que no contempla la figura de las candidaturas independientes.

Grupo Cristiani: el enemigo

Orlando de Sola, uno de los pioneros del partido ARENA, renegó de él al sentirse traicionado por sus camaradas, y especialmente por el grupo de Cristiani, que controla el partido. De Sola acusa a Cristiani de apropiarse del partido y del Estado para asegurar su propio beneficio. Ante el crecimiento desproporcionado de los banqueros, y tras acusarlos de "mercantilistas", De Sola opina que El Salvador sólo despegará económicamente cuando se den cambios "estructurales" dentro de un sistema heredado desde la colonia, cuando reducidos sectores de la sociedad buscaron ampararse en el Estado para sacar provecho propio. Estos sectores oportunistas están representados, según De Sola, en el grupo Cristiani. Y opina que la sociedad entera debe aglutinarse para expulsarlos del control del Estado. Y va más allá: plantea que el grupo Cristiani es actualmente un enemigo mucho peor de lo que, en los cruentos años de la guerra, muchos de sus amigos creían que lo era el FMLN y el comunismo.

Lo económico y lo social: divorcio

El segundo eje es la continuación de las políticas neoliberales desde la visión del grupo de Cristiani, que no duda en "privatizar al máximo las ganancias y socializar entre los pobres las pérdidas", como se ha visto en los escándalos financieros de hace dos años y en la reciente quiebra de una financiera. Este proceder está castigando duramente al país. El proceso de privatización ya se ha dado en las telecomunicaciones y toca ahora el sector salud y la educación. Es evidente que el gobierno de Francisco Flores está plenamente inserto en esta dinámica.

Un tercer eje son las políticas sociales limitadas o ausentes, y nunca efectivas para hacerle frente a la pobreza y a la marginación socioeconómica. La desconexión entre las políticas económicas y las políticas sociales es total.

Violencia y exclusión

Cuarto eje: la violencia, que se ha agudizado desde la firma de la paz, y que encuentra terreno fértil en la debilidad institucional, imposibilitando el cumplimiento de los objetivos democráticos propuestos tras la finalización de la guerra. Si la democracia se sustenta y sólo puede avanzar con instituciones fuertes, no se está construyendo democracia en El Salvador.

Y un quinto eje. El afianzamiento político y económico del grupo Cristiani, que implica al partido ARENA en las dinámicas del Estado. Este grupo se orienta a un mayor control de las decisiones públicas, a una mayor exclusión de los partidos políticos y al aumento de la corrupción en los diversos órganos e instituciones estatales. Para muestra un botón: Credisa -una financiera privada de vivienda que se declaró en quiebra- quedó con una deuda millonaria con los dos acreedores financieros más poderosos del país, el Banco Cuscatlán y el Banco Agrícola Comercial, del grupo Cristiani. El gobierno no dudó en prestarle a la comisión liquidadora de Credisa 1 mil 200 millones de colones -más de 130 millones de dólares- al 1% de interés anual para que cubriera los compromisos contraídos con los acreedores. Para colmo de escándalo, el asesor legal de uno de los prominentes directivos de la comisión liquidadora fue elegido por sus colegas -en los días del empréstito- como nuevo Coordinador General del FMLN.

Tres escenarios futuros

El FMLN cuenta cada vez menos en el panorama de futuro del país. La gente se va convenciendo de que en los próximos cinco años todos los escenarios tendrán que ver directa e indirectamente cada vez más con la actuación y respuesta de ARENA y cada vez menos con las del FMLN. El próximo futuro estará condicionado a uno de tres escenarios.

En el escenario optimista ARENA se redefine y avanza en la modernización y apertura de su aparato político. Si esto sucede, el Estado podría avanzar en autonomía frente a ARENA y, con el fortalecimiento institucional del Estado, se articularían mejor las políticas sociales con las políticas económicas.

En el escenario pesimista el Estado se va debilitando y pierde su capacidad para responder a las demandas sociales, al tiempo que avanza en "más de lo mismo": programas neoliberales que desconectan de un tajo las políticas económicas de las sociales. En resumen, una mayor dependencia del Estado de lo que decida el Consejo Ejecutivo Nacional (COENA) de ARENA, dominado por el grupo Cristiani.

En un escenario realista, los resultados de las próximas elecciones de marzo del 2000, obligan a ARENA a reformarse, de manera que el COENA no decida todo, ni al interior del partido ni en el Estado. Y aun manteniendo los ejes fundamentales del neoliberalismo, se introducen políticas sociales, en virtud de una presencia más abierta en la conducción de ARENA y de una Asamblea Legislativa que asegure la participación de otros partidos políticos.

FMLN: una oposición ausente

El FMLN debía capitalizar a su favor el descontento nacional ante la gestión del Presidente Flores. Pero no lo hace. No sabe, no quiere, o no puede. Mientras el partido ARENA pierde de golpe once puntos porcentuales en sólo tres meses, el FMLN aparece con un 2% arriba de donde estaba hace tres meses. Esto quiere decir que los descontentos ante los desaciertos del partido en el gobierno no conducen a una oposición organizada, sino que derivan en mayor apatía. Existe en El Salvador oposición, pero el FMLN va perdiendo, cada vez más, la oportunidad de encabezarla y de canalizar los anhelos de los salvadoreños. Si en las encuestas la gente expresa su descontento con la administración de Flores, afirman también que el país tampoco iría mejor si estuviese gobernado por el FMLN. El partido de izquierda no sólo va perdiendo su capacidad para representar a los salvadoreños, sino que es percibido por mucha gente como un espacio más donde crece esa ya conocida estirpe de políticos que viven de la maniobra y el chantaje, y cuyos intereses poco o nada tienen que ver con la vida y el ritmo de la sociedad a la que dicen representar.

Gerson Martínez: otra decepción

En el FMLN, cada coyuntura y cada acontecimiento desembocan en una nueva división interna. Esto aumenta la distancia del FMLN con la sociedad y provoca la deserción de no pocos de sus dirigentes históricos, que se resisten a vivir atrapados en pleitos intestinos. Meses atrás, una luz parecía abrir alguna esperanza: el esfuerzo de los llamados efemelenistas, encabezados por Gerson Martínez, que buscaban introducir una dinámica interna de reflexión y de búsqueda de consensos en torno a compromisos más reales que los pleitos por cuotas de poder y por intereses de grupos. Sin embargo, Gerson Martínez y su gente no pasaron la prueba y sucumbieron a la tentación de buscar su propia cuota. Hoy, en lugar de sumar, restan, formando una corriente interna más que sólo lucha por espacios de poder.

En septiembre se realizaron las diversas convenciones municipales y departamentales para elegir a los candidatos a alcaldes y diputados, y a las directivas municipales del Frente. En todas, las votaciones se realizaron conforme a tres planillas: la de los renovadores, la de los revolucionarios socialistas u ortodoxos y la de los efemelenistas.


Héctor Silva: único consenso

En todo este incierto panorama existe un único consenso en el FMLN: Héctor Silva. Postulado para la reelección en la alcaldía de la capital por las tres corrientes del FMLN, Héctor Silva no sólo es hombre de consenso en el Frente. Es seguramente el hombre de mayor aceptación popular en el país. Tanto, que ARENA retrasó cuanto pudo la elección de su candidato a alcalde por lo difícil que le resulta encontrar el perfil de quien enfrente a Silva, un hombre que ha logrado sostenerse en la dirección de la comuna capitalina luchando contracorriente por proyectos de largo alcance.

Uno de ellos, el relleno sanitario, esfuerzo pionero en Centroamérica en el tratamiento ambiental de la basura, desarrollado, a pesar de enormes obstáculos, en la capital considerada la más sucia de la región. Otro de los proyectos es el de la recuperación del centro histórico de la ciudad, con la reubicación de los vendedores ambulantes en espacios que progresivamente se han ido constituyendo en alternativas para su sobrevivencia.

Silva logró neutralizar campañas en su contra en medios de comunicación interesados en debilitar su gestión y favorecer al partido en el gobierno. Enfrentó, superándolas, las protestas de los vendedores ambulantes. También logró abrirse paso entre los conflictos internos de la comuna provocados por las divisiones entre las diversas corrientes del FMLN.

Casi enterrado, hoy reserva

Seguramente, el embrollo más importante que logró superar con éxito Héctor Silva fue el que concluyó con su retiro, a tiempo, de las lamentables jornadas que se sucedieron a mediados de 1998 tras su postulación a la candidatura a la Presidencia de la República por una de las corrientes internas del FMLN. Después de su desatinada aceptación de luchar por esa candidatura, Héctor Silva dio claras muestras de inteligencia al entender que no era tiempo para candidaturas nacionales.

De haberse mantenido en la lucha por esa candidatura, a estas alturas Héctor Silva sería un alcalde desgastado y un político sin futuro. Su carrera parecía haber llegado a su fin cuando se colocó en el centro de los conflictos del partido de izquierda. Su candidatura a la Presidencia podía haber sido utilizada por ARENA y por otros sectores detractores del Frente para acusar al alcalde capitalino de irresponsable, ya que había prometido dedicarse a gobernar la capital y dejaba todos los proyectos importantes a medio vapor, encandilado por la Presidencia.

Silva supo sobreponerse a su propio y primer error de cálculo y ver hacia el futuro. Pocos políticos saben rectificar y tener proyectos de largo plazo. Silva lo supo hacer y los tiene. El retiro a tiempo le ha significado librarse de la crisis que debilita sin remedio el ser y quehacer del FMLN, para esperar desde el trabajo en la comuna capitalina un momento más adecuado para servir al país. Casi enterrado políticamente, Silva salió a flote, retomó las riendas de los principales proyectos de la capital, los ha conducido con un éxito ampliamente reconocido, y es en este momento una de las reservas políticas de más peso en El Salvador.

Dilemas del FMLN

Maltrecho por brotes y rebrotes de divisiones internas, las diversas corrientes del FMLN están dedicando las energías que les quedan a organizar sus estructuras para la campaña electoral del 2000. Sin embargo, las actividades coyunturales no esconden tres de los grandes dilemas que hoy enfrenta el partido.

- Tradicionalismo vs. refundación. O el FMLN sigue en un continuado proceso de desgaste, asimilándose al estilo de los partidos políticos tradicionales, o se refunda. Refundarse significa romper con la lógica de las cuotas de poder, las negociaciones y los cálculos para asegurarse electores. Significa buscar sus raíces e ir a la semilla. O más exactamente revisar la semilla. Esto quiere decir, una revolución interna.

- Distancia vs. acercamiento. O el FMLN continúa su proceso de distanciamiento de los sectores populares y contribuye, a costa de su desgaste, a distanciar a la política y a los políticos de la sociedad, o se pega a los sectores populares. Esto supone no ver el poder como un fin en sí mismo, sino dar a la población crecientes posibilidades de empoderamiento.

- Poder vs. servicio. O el FMLN define sus estrategias a partir de la búsqueda de poder para sus cuadros, lo que supone continuar profundizando confrontaciones y divisiones internas, o define su quehacer e identidad más allá de su ser partidario, convirtiéndose en canalizador de los intereses de las mayorías y en instrumento al servicio de sus demandas.

Sin ua oposición necesaria

En este contexto, tan poco alentador, envío obtuvo el documento que resumimos a continuación y que es base de discusión entre diversos sectores de izquierda preocupados con la situación nacional. Se titula "Reflexiones preliminares sobre la oposición que necesitamos" y resulta alentador y esperanzador.

* El Salvador carece crecientemente de una oposición, precisamente cuando más la necesita. Oposición es la respuesta organizada de la izquierda. La izquierda social y la política son sectores organizados a los que se les identifica claramente porque su quehacer y su lucha apuntan siempre hacia un futuro con mayor justicia y hacia una sociedad más compartida, porque viven transformando el presente y oponiéndose a todo aquello y a todos aquellos que representan y perpetúan la injusticia y la opresión y excluyen a las mayorías de una vida en dignidad. Y porque dan signos de los valores de la sociedad con la que sueñan para el futuro.
* La izquierda se ha de identificar con una lucha que va más allá de la búsqueda del acceso al gobierno o al poder del Estado, y mucho más allá de la meta de asegurar cargos públicos para sus dirigentes. Esos no son fines, son sólo medios. La izquierda debe preocuparse por asegurar cada vez mayor empoderamiento a los diversos sectores de la sociedad, privilegiando a quienes están sumergidos en la injusticia y en la opresión. En todas las circunstancias, pero especialmente en tiempos de frustraciones sociales y políticas, cuando parece perderse el horizonte de la justicia, es a la izquierda organizada a quien corresponde, como una de sus misiones esenciales, comunicar esperanza y generar la movilización de los sectores oprimidos hacia la conquista de la dignidad robada.

Acortando distancias

* La izquierda organizada ha de ser más que un partido político, aunque se exprese a través de estructuras partidarias. Los dirigentes de un partido de izquierda han de luchar prioritariamente para que los derechos de los oprimidos sean respetados y para que las mayorías alcancen mayor participación y adquieran mayor capacidad de decisión. Los dirigentes de la izquierda se han de caracterizar por estar vinculados a la gente, por oír sus quejas y por vivir acortando constantemente la distancia entre el poder y la realidad de la población.
* Un partido de izquierda no puede confundirse con los partidos de la derecha. Ni en sus métodos, ni en sus planteamientos, ni en la formación de su gente, ni en sus objetivos, ni en el estilo de vida de sus dirigentes y militantes. Un partido de izquierda no puede perderse en el mar de las formalidades de la democracia. Un partido que exprese los intereses de la izquierda ha de ser ante todo una instancia de movilización popular, un canal para que los grandes problemas de la población se negocien y se resuelvan. El ideal es que los intereses de las mayorías terminen coincidiendo con los intereses del partido.
* Cuando muchos de los esfuerzos y energías de un partido que se llama de izquierda se orientan a las campañas electorales, los riesgos de perder identidad y credibilidad son enormes. La campaña electoral es importante, pero sólo situándola en el marco de los objetivos de los sectores populares. Una oposición no puede activarse sólo en las campañas electorales. Eso sólo contribuye a legitimar el juego de la democracia formal.

El espacio municipal

* Que los sectores populares participen y se empoderen generando ellos mismos oposición y resistencia es uno de los grandes desafíos de la izquierda. Uno de los escenarios privilegiados para esa lucha son los municipios. En ellos sigue estando el mejor espacio para acortar distancias entre dirigentes y bases, y para ir definiendo lo que ha de ser la izquierda del nuevo siglo y su aporte a los grandes problemas nacionales: la tierra, el medio ambiente, el empleo, la recreación, la seguridad ciudadana. Experiencias de sociedad alternativa con valores nuevos pueden comenzar a buscarse en los espacios locales y municipales, agrupando a los sectores populares en torno a los ejes de los problemas nacionales, partiendo de lo local y con una visión de cambio estructural.

La ética de la cercanía

* Es esencial para asegurar una opción política de izquierda el vincularse a la gente, no sólo con declaraciones, análisis o proyectos que tienen como destinatario o argumento a "los pobres". En este tiempo es urgente el signo y el testimonio de la propia vida. Reducir todos los medios que nos separan de la gente y establecer puentes que nos vinculen real y físicamente con la gente, construirá la necesaria ética de la cercanía. Es importante revertir la cultura de la desconfianza que enraíza el neoliberalismo. Por muy diversos factores la relación de la izquierda con la población tiende a definirse por la desconfianza. Y mientras más se generaliza la pobreza y el desempleo, más crece esa desconfianza, expresada, entre otros signos, por la protección que los dirigentes buscan para sus viviendas y para sus propias vidas. La dirigencia de izquierda vive defendiéndose de los pobres. La pauta que define sus relaciones y actividades en la vida pública es, a veces, una actitud de sospecha hacia los pobres. Esta actitud -basada entre otras razones en datos objetivos sobre el aumento de la delincuencia callejera- es una expresión más de los profundos procesos deshumanizadores que han generado, tanto el aumento de las desigualdades entre ricos y pobres, como las ostentaciones de los ricos que controlan los planes económicos.


Estas actitudes de sospecha y de desconfianza nos cierran a la enseñanza cotidiana que encierra la vida de los pobres, que mantienen una capacidad impresionante para resistir al sistema. Aunque muchos sucumben ante la desesperación, la mayoría resiste haciendo el bien. Es la población pobre y empobrecida la que enseña al resto de la sociedad el valor del trabajo humilde y austero, la que conserva enormes reservas de bondad, honradez y trabajo, la que sostiene la esperanza en medio de dificultades y de condiciones a veces infrahumanas.

La realidad demuestra que mientras la mayoría de los pobres tiende al bien, los políticos acaban siempre arrodillados ante la riqueza o el poder. Poner las energías y los recursos en eternas promesas o en partidos autodenominados representativos de las demandas de las mayorías, es una manera de encubrir la desconfianza hacia los pobres y la confianza en el poder y en quienes lo ostentan y lo ejercen.

Volver los ojos y el corazón hacia la gente y establecer una relación de confianza con ella es actitud indispensable e impostergable para construir una auténtica oposición, la que encabece la lucha por un país más compartido y solidario, un país donde todos quepan.

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