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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 206 | Mayo 1999

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Internacional

USA-OTAN vs. Yugoslavia: la impunidad del imperio

El gatillo se apretó en Washington, la guerra es en Europa, pero las consecuencias son globales. La ofensiva de Washington-OTAN contra Yugoslavia sólo puede ser comprendida como una pieza maestra de la expansión del poder imperial de Estados Unidos, como una señal macabra de su voluntad de destruir a cualquiera que desafíe ese poder. Destrucción o subordinación: ésa es la opción que el imperio ofrece.

James Petras

Los bombardeos de la OTAN a Yugoslavia, bajo el liderazgo de Estados Unidos, constituyen una acción sin precedentes. Es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que la OTAN lanza una ofensiva militar en un conflicto interno en Europa. Entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial hubo varios casos en que potencias europeas intervinieron militarmente para anexar países o para "liberar" a minorías oprimidas en la región en que ellas eran mayoría. Por ejemplo, la Alemania nazi justificó su intervención en Checoslovaquia y Austria sobre la base de la "autodeterminación" de la mayoría de habla alemana. El uso y abuso de movimientos independentistas para anexarse territorios, fue reconocido como una política peligrosa y desestabilizadora que condujo casi siempre a guerras generalizadas. Es la razón por la que aún en los peores momentos de la Guerra Fría tanto la Unión Soviética como la OTAN -dirigida por Estados Unidos- se cuidaron de respaldar cualquier esfuerzo orientado al cambio de fronteras nacionales.

Esta política se basó en el reconocimiento de que los países europeos están constituidos por un mosaico de grupos étnicos o subnacionales, que en muchos casos se encuentran concentrados en regiones específicas que son, a veces, vecinas a Estados que tienen afinidades etno-culturales. Ambas alianzas -la del Este y la del Oeste- comprendieron que un nuevo trazado de fronteras en alguna zona sería una abierta invitación a toda clase de reclamaciones independentistas que podían precipitar no sólo guerras locales sino también la Tercera Guerra Mundial.

Yugoslavia: unida y fragmentada

Mientras cada lado condenaba en su propaganda las "minorías oprimidas" por su adversario, existía un implícito o explícito convencimiento de que mantener las fronteras existentes, cualesquiera fueran sus defectos, era no sólo necesario para su propia seguridad sino también probablemente lo mejor para la paz y el desarrollo socioeconómico de los diversos pueblos. De hecho, las autonomías regionales se produjeron incluso en países en los cuales las políticas centralistas y asimilacionistas eran impulsadas por el régimen dominante. Probablemente el ejemplo más sobresaliente se dio en Yugoslavia bajo el régimen comunista heterodoxo del mariscal Tito. Las diversidades lingüísticas, culturales y políticas florecieron en cada república y región autónoma de la Federación yugoslava, respaldadas por el mutinacional Partido Comunista.

Tito comprendió que el mejor antídoto contra el chovinismo rabioso y los llamados separatistas de los demagogos croatas, serbios, eslovenos y albaneses apoyados por Occidente, era una mayor autonomía cultural, libertad para el desplazamiento de personas y relativamente igual participación en la formulación de políticas dentro de la Federación.

El quiebre de Yugoslavia y el desencadenamiento del chovinismo racial fue producto de la decadencia social generada por los programas de "ajuste" del FMI, la intervención política de Alemania y Estados Unidos y la declinación del Partido Comunista y su ideología. Los alemanes intervinieron para promover la "independencia" de Eslovenia y Croacia. Estados Unidos respaldó a los separatistas pro-occidentales en Bosnia y Macedonia. Serbia robusteció sus pretensiones sobre Montenegro y Kosovo. La guerra balcánica, entre 1991 y 1995, fue librada por los protegidos de los occidentales y los serbios. Ganaron los occidentales por amplio margen. Yugoslavia fue dividida en mini-Estados étnicos, clientes de una u otra potencia hegemónica.

Yugoslavia: desmembramiento final

El proceso de re-delimitación de fronteras, sin embargo, no estaba concluido. Estados Unidos y Europa a través de su Estado cliente, Albania, buscan completar el proceso de desmembramiento de Yugoslavia para evitar la reaparición de un Estado serbio independiente. El presidente serbio, Milosevic, trataba de retener lo que quedaba de la anterior Federación, apretando su control militar y político sobre Kosovo y Montenegro. De acuerdo con la nueva política chovinista practicada por los otros mini-Estados, Milosevic dejó de lado las políticas de Tito y trató de imponer la estructura administrativa y político-cultural serbia a la población albanesa. Esto impulsó al minoritario movimiento independentista albanés, que hizo de esa política una bandera para conseguir apoyo y armar un ejército irregular. Albania, estimulada por Estados Unidos, la inteligencia británica y Turquía, se convirtió en el principal proveedor de armas y apoyo logístico para el desmembramiento final de Yugoslavia.

Para la mafia albanesa la "liberación" de Kosovo es el primer paso para la formación de la Gran Albania, que incluiría a Kosovo, Albania, parte de Macedonia e incluso partes de Montenegro meridional. Dada la explosividad de las cuestiones étnicas y fronterizas en juego y la sin precedentes acción ofensiva de Washington-OTAN, ¿por qué el gobierno de Clinton decidió el ataque aéreo, por qué ahora y por qué a Yugoslavia? ¿Cuáles serán las consecuencias de la acción salvaje de la OTAN-Washington contra Yugoslavia?

El tiempo del imperio

En la última década, la administración Clinton ha conducido una guerra en dos frentes con resultados exitosos. En el frente interno recortó el gasto social, estimuló la expansión de puestos de trabajo de bajos ingresos y promovió los intereses de los poderes financieros en grado sin precedentes. En el exterior, ha expandido las alianzas militares en Europa y escalado actividades militares en el Medio Oriente, mientras promueve agresivamente los intereses de las multinacionales norteamericanas para absorber o desplazar competidores y penetrar otros mercados. Los resultados son notables: la OTAN dominada por Estados Unidos ha alcanzado la frontera rusa; Europa Occidental sigue siendo socio subordinado en la OTAN y las trasnacionales norteamericanas han establecido su dominación en los mercados mundiales. Casi el 50% de las mayores corporaciones multinacionales son norteamericanas. En paralelo con este predominio económico de Wall Street, existe un gran esfuerzo de Washington para crear un imperio político-militar.

El indisputado poder del imperio norteamericano condujo al gobierno de Clinton a incrementar su confianza en la acción unilateral y en la desvergonzada manipulación de las llamadas "organizaciones internacionales". Washington bombardea Iraq sin amago siquiera de "consultar" a Naciones Unidas. Clinton invita a la OTAN a bombardear Yugoslavia interviniendo en una guerra civil y sus colegas europeos se apresuran a seguirlo. Washington expande su capacidad ofensiva de misiles dirigidos a Rusia y propone crear un "escudo" alrededor de China, y apenas se escucha algún murmullo de desaprobación.

La cuestión clave es que la guerra de Washington-OTAN en Yugoslavia sólo puede ser comprendida como parte de una expansión general del poder de Estados Unidos, con su indisputado poder de bombardeo aéreo y su voluntad de destruir a cualquiera que desafíe su poder, incluso a nivel local, ya que Washington es el único poder global. Clinton logró asegurar la subordinación de los regímenes de Europa Oriental (Polonia, República Checa y Hungría) a la dominación de la OTAN. También integró al sur de Europa (España y Grecia) como dóciles colaboradores. Turquía e Israel son anclas de la supremacía de Washington en el Medio Oriente. Para consolidar el arco del imperio desde Europa Central hasta el Medio Oriente, Washington ha creado mini-Estados, ha financiado "libre mercadistas" que acceden a los gobiernos y se ha comprometido en acciones encubiertas -y ahora abiertas- para eliminar a todo adversario potencial o régimen independiente. Estratégicamente, Milosevic estaba en su camino y los albaneses se convirtieron en un instrumento útil para socavar su poder.

El uso de fuerzas ofensivas para intervenir en guerras civiles ha sido herramienta favorita de Washington en América Latina durante décadas. El uso de combatientes mercenarios fue la marca registrada del apoyo de la administración Reagan a los contras nicaragüenses, a los mujhadines afganos, a las fuerzas de Remino y UNITA en Mozambique y Angola. El equivalente de Clinton es ahora Kosovo que reclama una "independencia" que no tiene bases históricas ni legitimidad política. La idea de Kosovo como nación es una maquinación de Washington, como lo es el argumento de que Washington está interviniendo por razones "humanitarias".

Subordinados o arrasados: USA decide

Algunos de los más estrechos aliados de Washington son mucho más opresivos con sus minorías que todo lo que precedió a los bombardeos de Yugoslavia. Turquía niega a los kurdos su derecho básico al idioma y encarcela a quien hable de autonomía. El régimen guatemalteco destruyó más de 400 aldeas mayas y mató a más de 200 mil personas, en su mayoría indios, con el respaldo de Washington. Israel ha negado la autonomía palestina y gobierna vía tortura legalizada, sin bombas pero con más de 30 mil millones de dólares en ayuda de Estados Unidos a lo largo de los últimos 40 años. Washington no amenaza a Inglaterra por oprimir a los irlandeses en Irlanda del Norte ni a España por hacerlo en el País Vasco. Washington ha manipulado durante décadas la opresión de las "minorías" para justificar políticas agresivas. Lo hizo con las tribus hmong en Indochina y con las minorías de habla inglesa del Atlántico de Nicaragua. Es innecesario decir que una vez que las minorías sirven a los propósitos de sus amos imperiales, sus peticiones y reclamos son descartados y ellas abandonadas a su suerte.

La naturaleza real de las políticas imperiales de Washington fue estruendosamente fijada por el comandante supremo de la OTAN, general Wesley K. Clark: "Atacaremos sistemática y progresivamente, desorganizaremos, arruinaremos, devastaremos y, finalmente, a menos que el presidente Milosevic acepte las demandas de la comunidad internacional destruiremos sus fuerzas". Destrucción o subordinación: ésa es la opción que el imperio ofrece a los gobiernos europeos desobedientes.

La revitalización económica y el poder militar de Washington, la relativa declinación de las economías de Japón y Alemania y la relegación de Rusia a la condición de país del Tercer Mundo ha envalentonado a Washington para actuar militarmente con impunidad.

Samuel Berger, consejero nacional de Seguridad de Clinton, y principal propulsor ideológico de las acciones militares ofensivas, defendió la intervención en la política interna de Yugoslavia. Preguntado si el ataque militar estableció un precedente para intervenir en guerras civiles, Berger contestó: "El presidente ha dicho muchas veces que eso depende si están involucrados los intereses nacionales de Estados Unidos o nuestros valores". La ad- misión que hizo Berger de que los "intereses nacionales" de Estados Unidos -que ahora incluyen a las multinacionales norteamericanas, los clientes y colaboradores de las alianzas militares, etc.- son el cartabón supremo. Esto significa que Washington rechaza la independencia y la soberanía de los demás países. La doctrina Clinton-Berger-Cohen ha redefinido el mundo a lo largo de las líneas del pasado colonial: Washington tiene la decisión final en materia de soberanía y tiene además del derecho a atacar a cualquier país cuya política se oponga a sus propósitos imperiales. La misma doctrina que hoy día respaldan sus aliados contra Serbia puede ser aplicada con igual fuerza contra ellos... cuando así lo aconsejen los intereses de las corporaciones norteamericanas o el poder militar.

Ofensiva militar: la gran apuesta

El dedo en el gatillo del ataque a Yugoslavia fue movido en Washington, la guerra tiene lugar en Europa, pero las ramificaciones son globales. Durante la década pasada Washington aplicó una política de expansión de su esfera de influencia en un amplio arco, desde las repúblicas bálticas a través de Europa Central hasta más allá del Cáucaso y el Mar Caspio. "El imperio creciente" de Washington incluye ahora, además de los tres nuevos miembros de la OTAN, a 25 otros regímenes clientes llamados "socios para la paz". De los tres países (Serbia, Irán e Iraq), que no están en el nuevo ámbito imperial, dos están bajo un duro ataque militar y los tres sometidos a un embargo económico dirigido por Estados Unidos. Si Estados Unidos obliga a Milosevic a someterse a la OTAN, alcanzará su más ambicioso objetivo: demostrar que no existe país europeo que pueda desobedecer las órdenes del imperio.

El feble pretexto de la rebelión de las "naciones oprimidas", aplicado selectivamente a los regímenes situados fuera de la órbita del imperio de Washington, ha hecho sonar campanas de alarma en los tres países más grandes del mundo: China, India y Rusia. Salvo para los apologistas incondicionales de Washington, ha quedado en evidencia que el ataque de la OTAN constituye un precedente para futuras agresiones militares. Los pretextos abundan. Estados Unidos pudiera manipular al Dalai Lama -con respaldo de la CIA- para que organice un "Ejército de Liberación del Tibet" entre la "mayoría del pueblo tibetano", que exija la independencia, una misión de paz, observadores internacionales y un acuerdo que separe al Tibet de China, para luego emprender otra "guerra humanitaria" que ponga a China de rodillas. Del mismo modo, Washington -a través de Pakistán- podría provocar en Cachemira un levantamiento contra el gobierno de la India con similares consecuencias. Y, por supuesto, también está Chechenia o alguna de las otras repúblicas rusas. El tardío reconocimiento de China, Rusia y la India de que el imperio norteamericano despliega una estrategia de ofensiva militar ha traído una dosis de realismo a sus acercamientos atolondrados a las alianzas político-militares occidentales y a las políticas de libre mercado.

El mundo puede estar en el vértice de una polarización entre los poderes imperiales (Estados Unidos-Europa Occidental) y sus clientes, frente a unos pocos poderes sustancialmente independientes.

Polarización mundial y en cada país

Un segundo nivel de polarización emerge al interior de los países. CNN-Gallup y USA Today hicieron una encuesta que reveló que el 46% de los norteamericanos apoya los bombardeos y el 43% se opone. En Inglaterra y el resto de Europa Occidental, importantes sectores de parlamentarios y de opinión pública se oponen a los ataques. La oposición ha aparecido incluso en algunos círculos gubernamentales, por ejemplo, en Italia y en Grecia. Se plantea ahora la necesidad de una estrategia de salida, si Milosevic no capitula y la masa de refugiados albaneses inunda la cleptocrática república pro-occidental de Albania, sobrepasando la capacidad que tienen para alimentar a los refugiados los señores de la guerra, los estafadores financieros y los barones de la droga.

El problema para poner término a la guerra -como en el caso de Vietnam- es que Washington está en medio de un trama de victorias políticas, económicas y militares en el Este, en el Occidente y en el Sur. Esta situación estimula una postura ultrabeligerante en la administración Clinton, que no acepta una posible retirada, desencadena acciones cada vez más agresivas y crueles y no está preparada para aceptar la existencia de ninguna fuerza independiente fuera de la creciente esfera de dominación de Washington.

Rusia ha sido destruida en cuanto economía moderna y sus fuerzas militares se encuentran gravemente dañadas. Bajo Yeltsin, los rusos se rindieron incondicionalmente ante Occidente. Oficiales norteamericanos militares y de inteligencia tienen acceso directo al estado mayor ruso y la OTAN se ha expandido hasta las fronteras mismas de Rusia con la colaboración de Yeltsin y Primakov. La percepción que existe en Washington es que puede bombardear Belgrado hasta volverlo a la Edad de Piedra a menos que los yugoslavos se sometan a su dictado.

Entre mucha gente razonable -en todas partes- hay miedo y repugnancia frente al ataque de la OTAN contra Yugoslavia. Mucha gente decente rechaza la hipocresía de Clinton que mata gente y destruye ciudades en nombre del humanitarismo y envuelve las ambiciones imperiales tras la fraseología de elevados valores. Para los demócratas de todo el mundo, después de Iraq y ahora Serbia, la gran pregunta consiste en saber qué país será el próximo blanco del ataque de Estados Unidos.

El nuevo servilismo

El asalto de Estados Unidos contra Yugoslavia revela el servilismo de los nuevos miembros de la OTAN frente a los objetivos imperiales estratégicos de Estados Unidos. Hungría proporciona espacio aéreo, aeropuertos y bases militares a las tropas de la OTAN, demostrando su leal obsecuencia ante la ofensiva contra Yugoslavia. Polonia ha ido más lejos y ofreció tropas de combate. Una vez más los regímenes de Europa Oriental y sus fuerzas militares están al servicio de los intereses económicos de las grandes potencias. El presidente checo, Vaclav Havel, respaldó, como era previsible, los bombardeos del terror emprendidos por la OTAN con su habitual mezcla de trivialidades y servilismo, diciendo que los ataques aéreos de la OTAN contra Yugoslavia eran una medida "extrema pero esencial dentro de la actual situación", para salvar vidas en el largo plazo. Un sentimiento muy elevado como para conmover a los millones de aterrorizados serbios, a los cientos de muertos y heridos, por no hablar de las decenas de miles de albaneses cazados entre los bombardeos de la OTAN y la guerra terrestre entre el ELK -respaldado por Estados Unidos- y las tropas de Bel- grado.

Para los militares de los tres nuevos miembros de la OTAN, el cambio de servir al imperio ruso por el servicio al imperio norteamericano constituye, en muchos casos, la oportunidad para una nueva carrera profesional, una especie de Legión Extranjera norteamericana. Ya las antiguas instalaciones militares en Varsovia han sido convertidas en centros de operaciones de la OTAN-Estados Unidos, dirigidas contra Rusia. El aprendizaje del inglés es requisito básico para los oficiales checos que esperan ascender en sus carreras en un nuevo rol de centinelas y guardias pretorianos del imperio norteamericano. El régimen checo ha puesto a disposición de la OTAN para uso inmediato una fábrica de productos químicos de defensa.
Políticos y militares polacos han sido más ansiosos para superar a los otros nuevos servidores del imperio, al es- tructurar una unidad militar especial para proteger al diplomático norteamericano, William Walker, que dirige a los observadores internacionales que estimulan el secesionismo del ELK, denuncian las atrocidades yugoslavas y favorecen la intervención albanesa más allá de la frontera. Los polacos han puesto a disposición del comandan- te norteamericano de la región una brigada de asalto compuesta por paracaidistas y unidades blindadas de hasta 10 mil hombres.

Con el régimen de "solidaridad" cerrando astilleros y pequeños agricultores amenazados por la bancarrota ante la importación de productos occidentales de bajo precio, se abre la oportunidad de conseguir empleos como militares mercenarios en la expansión del imperio norteamericano en Europa Central.

Sangre y destrucción con barniz moral

Albright, Cohen, Berger y Clinton han tratado de recubrir con un barniz moral el ataque militar a Yugoslavia. Sin embargo, la sangrienta realidad ofrece un rudo contraste. Los bombardeos sobre centros poblados de Belgrado y otras grandes ciudades han conmovido a la opinión pública mundial. Incluso en Estados Unidos, donde los medios se han dedicado a difundir la propaganda oficial, la opinión pública está dividida casi en partes iguales. La escalada de la guerra aérea contra los yugoslavos y su respaldo a las guerrillas albanesas y sus aliados civiles, radicalizará la guerra terrestre. Cientos de miles de albaneses sospechosos de prestar apoyo o simpatizar con el ELK han sido obligados a huir.

La política de guerra norteamericana ha cambiado el carácter étnico de Kosovo. Mientras los civiles albaneses huyen de las bombas y la guerra, los militares y civiles serbios se van convirtiendo en la población predominante en un país que quedará tan devastado que no será económicamente viable durante décadas. Sin embargo, Washington está menos preocupado de salvar a los albaneses que de castigar a los refractarios serbios. Para Clinton lo que sucede en la tierra, con la gente, en las escuelas y fábricas de Kosovo, es un "daño colateral". El imperio sigue su marcha. Durante la Segunda Guerra Mundial, en Inglaterra y Estados Unidos los grupos étnicos asociados con los países enemigos fueron encarcelados o sometidos a intensa vigilancia. Los albano-kosovares son tratados en forma similar por los serbios, especialmente porque un número importante simpatiza con el ELK que apoya los bombardeos de la OTAN. El aumento de la intensidad de los bombardeos y el incremento de la vulnerabilidad de Yugoslavia harán que se intensifique la guerra terrestre contra todos los albaneses. La acción ofensiva de la OTAN contra la nación yugoslava ha unido a todas las clases y corrientes políticas en defensa de sus vidas, sus hogares y su país. Los críticos de Milosevic han dejado atrás sus diferencias. Los paralelos con el ataque nazi durante la Segunda Guerra Mundial no constituyen analogías espúreas y son tan reales las amenazas de destrucción en masa proferidas por el comandante supremo nazi durante la Segunda Guerra como las que ahora hace el general Clark.

¿El mundo en la palma de la mano?

Los refugiados albaneses buscan refugio en los países vecinos donde probablemente crearán conflictos. Nuevas reclamaciones independentistas pueden surgir en Macedonia. Si la OTAN activa una invasión terrestre ¿será capaz Clinton de reclutar polacos o turcos para que peleen en una guerra sangrienta en la que el pueblo norteamericano no aceptará que luchen tropas estadounidenses? ¿Seguirán los yugoslavos sin atacar las bases de la OTAN instaladas en países vecinos que amenazan con destruir su país? ¿Si Macedonia sigue prestando bases militares para que se ataque a Yugoslavia podrá seguir proclamando su neutralidad? ¿Si las tropas húngaras del norte de la OTAN emprenden una campaña de "liberación" de la minoría húngara del norte de Serbia, no se abrirán nuevos frentes militares? ¿Podrán los gobiernos socialdemócratas europeos mantener una guerra ofensiva contra un pueblo vecino mientras la opinión pública exige el fin de los bombardeos?

La búsqueda obsesiva de los intereses imperiales norteamericanos que hace Clinton puede conducir a una guerra más amplia, que puede significar el socavamiento del apoyo de la OTAN en Europa justo en el momento en que Washington pensaba que tenía al mundo en la palma de la mano.

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