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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 202 | Enero 1999

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Internacional

Para salir de la trampa del crecimiento económico

Estas son las tesis que presento Ralf Fücks para la conferencia de la Fundación Heinrich Böll y de la Federación Alemana por el Ambiente y la Naturaleza (BUND), realizada en Hamburgo en mayo 97.

Ralf Fücks

Son ideas avanzadas y visionarias del Norte que debemos conocer, reflexionar y debatir en el Sur. Porque está en juego el rumbo del planeta y el destino de la especie humana.

Los límites del crecimiento: breve mirada hacia atrás

* Hace 25 años se publicó el primer informe del Club de Roma con el ya histórico título de "Los límites del crecimiento", una obra que rompió los moldes, puso en el centro del debate social la advertencia sobre la destrucción de los recursos naturales y la necesidad de un cambio de la política, la economía y el estilo de vida. El agotamiento de los recursos naturales y la capacidad de carga limitada de los medios básicos -suelo, aire y agua- fueron descritos como límites naturales del crecimiento de la economía -y de la población-, los cuales, de ser sobrepasados, provocarían crisis ecológicas catastróficas. El crecimiento económico exponencial a escala mundial conduciría a la autodestrucción de la civilización humana. Del mismo modo, el estudio constataba que la relación entre el crecimiento económico -medido en base al producto nacional bruto- y la prosperidad social, se había invertido: los costos externos del crecimiento económico -ecológicos, sociales y de salud- sobrepasaban ya el crecimiento nominal de la renta nacional.

* La consecuencia de este análisis fue decir "menos es más". En este lema centraron los Verdes en un comienzo sus campañas electorales. Ahora, ni se les ocurriría tal cosa por no hacerse sospechosos de apoyar ideológicamente el desmantelamiento del estado del bienestar.

* Veinte años más tarde el tema ecológico ha avanzado a grandes pasos a nivel internacional: en 1992 se realizó la Cumbre Mundial en Río de Janeiro, la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, la cual dio al concepto de "desarrollo sustentable" el rango de modelo obligatorio -aunque sin compromiso vinculante de los gobiernos participantes-.

* Si el punto de partida del movimiento medioambientalista fue la crítica al crecimiento económico, con el tiempo cambiaron los contenidos. Bajo la presión de la protesta ecológica, en las sociedades industrializadas del Norte se invirtieron fuertes sumas en filtros, plantas depuradoras de aguas residuales y en el tratamiento de residuos sólidos, con el resultado de que, en efecto, en este país, el aire volvió a ser más claro, los ríos más limpios y las avalanchas de basura se canalizaron más ordenadamente. Al mismo tiempo, la industria descubrió que el gasto de energía y de recursos naturales suponía un gran potencial de ahorro económico. Tecnologías y procesos de reciclaje más eficientes condujeron a la ruptura parcial de la correlación entre el crecimiento económico y el consumo de recursos naturales. La prospección de materias primas económicamente explotables -en especial fuentes de energía fósil y metales- aumentó más rápidamente que su consumo, con la consecuencia de que la predicción del colapso de la civilización industrializada por falta de recursos naturales no se cumplió.

Crecimiento sustentable: el chancho que pone huevos, da leche y lana

* De aquí nació la nueva utopía del "crecimiento sustentable". La innovación técnica permanente serviría para reducir el consumo de recursos y las agresiones ambientales, de tal manera que abriría espacio a nuevos mercados de crecimiento y al aumento del empleo. El consumo de recursos naturales se reduciría: el crecimiento ecológico sería como un chancho que pone huevos, da leche y también lana. La feliz noticia era: nos escapamos de la crisis ecológica con ayuda de la varita mágica de la revolución científico-técnica -el "factor 4"- y además salvamos el estado del bienestar -que se basa en la distribución de las plusvalías crecientes- y el estilo de vida hedonista de la clase media urbana.

* Franz Alt formuló muy acertadamente la armoniosa conexión entre el cambio ecológico y la ofensiva económica alemana en el marco de la competencia internacional: "Las naciones industrializadas que comprendan primero que, en el siglo XXI, la obtención de energía a partir del sol, el viento, el agua y la biomasa tendrá por lo menos la misma importancia que la producción automovilística en el siglo XX, harán negocios con todo el mundo, no tendrán que preocuparse por los puestos de trabajo, asegurarán su industria nacional y ayudarán a la Naturaleza. ¿Quién será el primero?"

* En esta alianza no oficial en pro de la modernización ecológica, se pueden encontrar muchos actores: empresarios y sindicalistas conscientes, ingenieros, campesinos ecológicos, la gente que impone tendencias en el estilo de vida, los Verdes y las corrientes futuristas de otros partidos políticos. Existe potencialmente una mayoría social y política y en este campo se presenta una gran cantidad de oportunidades latentes: tecnología solar y aprovechamiento de calor residual en termoeléctricas, automóviles de tres litros y aviones propulsados por hidrógeno, electrodomésticos de uso energético eficiente y casas de bajo consumo energético, tecnología de miniatura y ciclos de reciclaje, recursos naturales renovables y biotecnología adaptada, desplazamiento de la comunicación a las autopistas de datos, son elementos prometedores de la transformación ecológica, junto con la reivindicación de una reforma tributaria ecológica como catalizadora de este proceso.


Innovación ecológica: la mitad de la verdad ecológica

* Sería tonto no aprovechar la oportunidad de combinar la exigencia ecológica con la cordura económica. Una constelación estratégica en la que los Verdes y el movimiento ecologista puedan hacer proposiciones con futuro para la economía alemana no volverá a presentarse tan fácilmente. No obstante, las dudas obstinadas sobre la consistencia del modelo de "crecimiento sustentable" parecen mantenerse como un denominador común de la ecología y la economía.

* No es sólo el hecho de que la destrucción del paisaje y la desaparición de especies, el exterminio de los bosques y la desertificación de los suelos fértiles, la explotación extrema de la pesca y la contaminación de los mares crezcan casi sin freno, sino también el hecho de que el ahorro logrado por el aumento de la eficiencia en el sector energético o en el automotriz ha sido contrarrestado por el aumento del consumo. El avance tecno-ecológico en los países altamente industrializados ha producido un estancamiento, a un nivel demasiado alto, del consumo de agua y energía, de las emisiones de óxido nítrico y de CO2, mientras que en las regiones de rápida expansión industrial del Sur los daños medioambientales caminan con botas de siete leguas.

* Si bien es cierto que nuestro estilo de vida y de producción, con su inmenso consumo de recursos naturales, no sirve de modelo para el 80% restante de la humanidad, sin que se produzcan daños irreversibles en la Naturaleza, sí es cierto que el consumo de energía y las emisiones de las metrópolis industrializadas deben ser reducidas en un 80-90% en las próximas décadas. Así proporcionarían a las sociedades del Sur el espacio económico y social para que se desarrollen sin sobreexplotar el ecosistema global. La modernización ecológica y la salida de la espiral del crecimiento no son alternativas sino las dos caras de una misma moneda. No se trata sólo de promover tecnologías, productos e infraestructuras más tolerables para el medio ambiente, sino de reducir la producción y el consumo materiales.


El retorno de la locura del crecimiento

* En tiempos en los que reina el desempleo masivo y decae el ingreso de la mayoría de la población, la crítica del crecimiento económico parece casi frívola: un capricho de ciudadanos con buena formación, saturados de prosperidad y con pensión garantizada. No, este capricho no tiene coyuntura. Desde los gremios empresariales hasta los profesionales más alternativos de la izquierda, desde el partido liberal hasta el socialdemócrata, están todos de acuerdo con que la dinámica del crecimiento económico tiene que ser reactivada para dominar los problemas sociales y fiscales. Los debates se centran en el cómo: por medio de la desregulación continuada, de una política de ahorro y reducción de costos para empresas o a través de una política de reducción de las tasas de interés, de programas estatales de inversiones con financiamiento crediticio y del "fortalecimiento del poder adquisitivo de las masas". El viejo juego entre los teóricos de la oferta y la demanda, monetaristas y keynesianos.

* La ideología del crecimiento económico de los años 60 y 70 se evoca con tanto más énfasis cuanto menos tiene que ver con la realidad. Incluso un aumento del producto nacional bruto de más del 2% -como se pronosticó para 1997- no influye positivamente -como es sabido- ni en el mercado laboral ni en la recaudación pública, cuyas expectativas de ingresos tributarios hay que volver a reducir. Los que creen que con crecimiento económico se puede reducir la tasa de desempleo y proteger el estado del bienestar, están construyendo sobre arena y arriesgan el colapso ecológico irreversible del planeta.

Tasas de crecimiento decrecientes: una tendencia económica

* Además, existen argumentos que apoyan la hipótesis de que la época de altas tasas de crecimiento en las sociedades industrializadas tradicionales, también por causas económicas, ha quedado atrás. El avance tecnológico se concentra en la innovación de los procesos productivos, no en la de los productos. Su efecto principal es la racionalización de la producción de mercancías y servicios y no la creación de nuevos mercados para bienes de consumo. Lo mismo es válido en el caso de las tecnologías modernas de comunicación e información. Faltan innovaciones radicales de base que pudieran constituir un nuevo ciclo de demanda privada -análogo al de los automóviles, los electrodomésticos o la electrónica recreativa-.

* Con el aumento de la intensidad del capital se incrementan los costos de cada nuevo puesto de trabajo en la industria y en los servicios calificados, y también los costos sociales del crecimiento económico en forma de investigación y desarrollo financiados por el Estado. La formación científica, la infraestructura de transporte e información, el fomento de las inversiones y exportaciones aumentan tanto más cuanto más desarrollada sea una economía. Por cada porcentaje de crecimiento económico se necesita un gasto mayor de los servicios estatales, mientras que el ingreso tributario por cada unidad de crecimiento decae. Con esto disminuye también la relación costo-beneficio de los programas de inversión pública, mientras que el endeudamiento del Fisco crece hasta niveles alarmantes.

La política en los tiempos del "menos"

* Cuando a los críticos del fetichismo del crecimiento se les objeta que "sin crecimiento los mercados laborales colapsarán, los sistemas de seguridad social no se podrán financiar y las finanzas públicas se irán abajo" pueden decir que la cosa es exactamente al revés: con los instrumentos de la política de crecimiento no se podrá resolver ninguno de los grandes problemas sociales. Sea como sea, una política previsora debe tener en cuenta la tendencia a la baja de la tasa de crecimiento. Se acabó la época en la cual la lucha por la distribución de ingresos se neutralizaba según el lema "más para todos" y en la cual para cada "grupo problema" se podía establecer un programa de financiamiento propio e introducir una nueva instancia responsable del mismo en la administración pública. La apreciada estrategia "tanto esto como aquello" ya no sirve de manual de instrucciones políticas. En el futuro las decisiones se deben tomar bajo el principio de "o esto o aquello" y se han de establecer prioridades claras.

* Cuando la terapia del crecimiento económico ya no funciona, hay que tratar las crisis sociales con innovaciones sociales. La cuestión de cómo será el futuro del trabajo y de la seguridad social, o de cómo se deben desarrollar la política financiera y el sistema tributario cuando éstos ya no se pueden basar en un crecimiento económico permanente, es un reto revolucionario para el pensamiento científico-intelectual y para la fantasía social. Algunos elementos de este "nuevo invento" de la sociedad para la época ecológica están siendo sometidos a prueba desde hace ya algún tiempo: desde las cooperativas de productores y consumidores de productos agrícolas hasta los barrios ecológicos, desde el convenio colectivo de 28 horas de trabajo semanales de la Volkswagen -más tiempo libre contra menos ingresos- hasta las incontables iniciativas sociales y culturales que movilizan trabajo voluntario y militancia ciudadanas.

Mantener la medida como imperativo ecológico

* Si el término "desarrollo sustentable" significa algo más que "lávame el cuero pero no me mojes", necesitamos las dos cosas: eficiencia técnico-ecológica y predisposición a mantener la medida, para reducir nuestras aspiraciones materiales.

* El nivel de movilidad actual en las metrópolis industrializadas no va a resultar compatible con el medio ambiente a pesar del auto de tres litros y la expansión del ferrocarril. No sólo eso es parte del "cambio en la política del transporte". Este cambio incluye la reducción del transporte de larga distancia de mercancías y el tráfico privado y los vuelos recreativos. La creciente demanda de superficie de vivienda y la persistente tendencia a construir casas unifamiliares están en contradicción con la protección de los paisajes y mantienen el consumo de energía a un nivel alto. El lema ecológico es: hay que acercarse. El actual consumo de carne es difícil de compaginar con una ganadería digna para los animales y con una agricultura ecológica, así como con los bajos precios de los alimentos en el supermercado. El problema es ¿quién le dice eso a la gente para quien el filete de carne en el plato continúa siendo un símbolo de prosperidad?

* Sea cual sea el nombre que se le dé a este mensaje de transmitir que en el "menos" -trabajo asalariado e ingresos- también se encuentra la oportunidad del "más" -ocio, creatividad, una vida más rica socialmente hablando-, siempre tendrá un elemento de renuncia frente al estilo de vida y a las aspiraciones de consumo actuales. Y esto no es válido solamente para "los ricos". Renuncia es una palabra políticamente tabú en la tradición de la izquierda alternativa, más aún desde que -en el marco de la globalización económica y debido a finanzas públicas trastocadas- se inició la reducción de los salarios reales y de las prestaciones sociales. La política de "mantener la medida ecológica" corre por ahora el riesgo de ser vista como una justificación ideológica del desmantelamiento de salarios que realmente está teniendo lugar, pero no debe sucumbir frente a este riesgo.

Una nueva política de justicia social

* Debemos aprender una nueva política de justicia social, que no tenga como objetivo la distribución del crecimiento ni la defensa indiscriminada de los derechos económicos adquiridos, sino más bien la distribución justa del "menos". Esta política debe ofrecer garantías contra la caída en la pobreza y en la inseguridad existencial, así como ofrecer vías para abrirse a las nuevas experiencias de una "buena vida". Desde preferir el transporte público al automóvil, pasando por el gozo de recrearse en paisajes naturales cercanos a la residencia, hasta el acceso general a la educación y la cultura. Si queremos construir puentes hacia una vida que no esté orientada a maximizar el consumo individual, debemos evitar que -en el accionar de las políticas de ahorro del Fisco- sean reducidos cada vez más el bienestar público y las instituciones colectivas como los colegios públicos, los centros cívico-culturales, el apoyo a los grupos de padres/madres e hijos/hijas, las asociaciones deportivas y las iniciativas culturales. Una política tributaria y presupuestaria dirigida a "empobrecer" a la administración pública en favor del incremento de la prosperidad privada de una minoría social está en contradicción con el desarrollo sustentable.

Sociedad civil y tiempo libre

* En el futuro, el mercado y el Estado continuarán siendo los niveles centrales de control y gestión de las sociedades modernas. Pero se puede decir que en un orden social "sustentable" las iniciativas no comerciales y de auto-organización ciudadana ganarán en importancia. Es decir, ganará el verdadero sector de la "sociedad civil".

* La idea no es anular la economía del dinero, el mercado o la competencia económica, sino más bien limitar su alcance y reintegrar la economía en la sociedad, en vez de subyugar ésta al principio económico "economía de mercado en vez de sociedad de mercado". Si es que se quiere evitar el otro extremo de la estatización creciente de la sociedad, debe crecer el campo "intermedio" de actividades sociales, que se encuentra más allá del mercado (trabajo productivo) y del Estado (burocracia).

* Para esto se necesita más tiempo libre y autodeterminado para todos. La política ecológica que busca una salida a la trampa del crecimiento económico tiene que formar una alianza estratégica con la política de reducción de la jornada laboral en todas sus variantes: desde la reducción continua de la jornada semanal de acuerdo al aumento de la productividad, hasta la aceptación de jornadas anuales y de vida laboral variables, etapas subvencionadas de formación o capacitación y puestos de trabajo de media jornada con seguridad social.


* Nuestro objetivo conjunto debería ser el de encaminar en el futuro el "progreso tecnológico" en dos direcciones: por un lado a la "revolución de eficiencia" técnico-ecológica. Es decir, al desarrollo de productos y procesos menos contaminantes y más eficientes en el uso de materias primas. Por el otro lado, hacia la reducción continua del "trabajo socialmente necesario" (Marx) en vez de a la expansión ilimitada del aparato productivo y de la producción de bienes. Esta estrategia fortalece al mismo tiempo los fundamentos de la sociedad civil, ya que mejora las posibilidades de participación de gran cantidad de ciudadanas y ciudadanos en los asuntos públicos de la sociedad.

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