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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 155 | Diciembre 1994

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Haití

La geocultura: ¿clave para interpretar Haití?

Aristide ha vuelto. Fue profeta. Ha sido sacerdote. Hoy es "rey". Su movimiento político Lavalás (Avalancha) ha perdido muchos cuadros y militantes. Pero ahí está. Porque no tiene una cabeza sino mil patas. Ahí está, dispuesto a construir el futuro.

Xabier Gorostiaga

Haití es un país muy pequeño, pero muy complejo. Lo que está sucediendo y lo que va suceder en los 27 mil 700 kilómetros cuadrados de la escasa mitad de esa pequeña isla caribeña puede ser trascendental. ¿Se abre una experiencia genuina de la postguerra fría en las relaciones de Estados Unidos con un país latinoamericano? ¿O un episodio más de decepción en línea de continuidad con la errada política norteamericana en su patio trasero?

El ejército norteamericano está por todos lados

He seguido muy de cerca la historia reciente de Haití, especialmente desde el dechouquage de Jean Claude Duvalier en 1986. Después del derrocamiento de aquella dictadura dinástica participé durante un mes en diversos seminarios con las comunidades de base y en la universidad haitiana. En febrero de 1991 el Presidente Aristide me invitó a su toma de posesión. Ahora he vuelto a Haití. Mi visita coincidió con la instauración, el 7 de noviembre, del nuevo gabinete de gobierno. Había transcurrido apenas un mes del regreso de Aristide y de la "intervención amistosa" del ejército de Estados Unidos. Después de esta breve visita y estando tan involucrado afectiva y amistosamente con Haití y con Jean Bertrand Aristide, me es difícil hacer un análisis objetivo y significativo.

Lo más difícil es la objetividad, viniendo de Centroamérica: de un Panamá que fue invadido, de Nicaragua y El Salvador en su dramática postguerra. Mis categorías mentales y mis fibras afectivas sienten un terremoto cuando al llegar al aeropuerto de Puerto Príncipe lo veo tomado por el ejército norteamericano, cuando atravieso las calles y me cruzo con las constantes patrullas de los vehículos artillados del ejército norteamericano y sobre todo, cuando invitado por el Presidente Aristide, entro a su palacio y son oficiales del ejército norteamericano quienes me reciben y me chequean escrupulosamente antes de entrar al despacho presidencial. Ante este escenario, no es extraño que medios de comunicación de Nicaragua y de Centroamérica, medios amigos de Haití y de Aristide, hayan hablado del "lavado de cerebro" que los gringos le hicieron, de la cooptación de su nuevo gobierno, del trágico fin de una experiencia que muchos consideramos como la primera revolución pacífica de la sociedad civil en América Latina.

Le President de la République d' Haiti

PRH/MCC/038

Port-au-Price, le 17 october 1994

Son Excellence
Monseigneur Francois Gayot
Président de la Conférence Episcopale d'Haïti
Eveché du Cap Haitien.

Excellence,
Vous m'avez demandé de renocer au sacerdoce pour la croissance des relations harmonieuses a établir entre deux Chefs d'Etat:
Le Chef d'Etat du vAticanEt
Le Chef d'Etat de la République d'Haïti.

A la lumiere du 15 october 1994 ou nos yeux contemplet l'eclosion des fleurs de paix, de réconciliation et d'amour, j'ai décide, Excellence, d'agreer votre demande.

Que le Dieu d'Amour guide nos pas Pour le Salut de notre Haïti Chérie.Cordialement,Jean-Bertrand Aristide

Excelencia:

Usted me ha pedido que renuncie al sacerdocio para que se establezcan y desarrollen relaciones armoniosas entre dos Jefes de Estado: el Jefe de Estado del Vaticano y el Jefe de Estado de Haití. A la luz del 15 de octubre de 1994, cuando nuestros ojos contemplaron el estallido de flores de paz, de reconciliación y de amor, he decidido, Excelencia, acceder a vuestra demanda. Que el Dios del Amor guíe nuestros pasos para la Salvación de nuestro querido Haití.

¡Aristide los trajo!

Cuando el sábado 3 de noviembre Gerard Pierre Charles y Rony Smarth me recogieron en el aeropuerto de Puerto Príncipe y les pregunté sobre el papel que estaban jugando las tropas norteamericanas, Gerard me contestó: "Los enemigos de mis enemigos pueden ser colaboradores". "¿Por cuánto tiempo?", le volví a preguntar. Y él me contestó con una sonrisa preocupada que todavía me acompaña. La misma pregunta le hice a innumerables amigos de las comunidades cristianas de base, a teólogos, intelectuales y artistas. En general, domina en ellos la esperanza y encontré incluso cierto nivel de optimismo. La respuesta quizás más sorprendente y posiblemente la más haitiana me la dieron los habitantes de Cité Soleil.

Caminaba por el lugar más pobre e insalubre que puedo recordar, aún más mísero que las favelas de Río o Sao Paulo o que las poblaciones miserables de Chile, Lima o Bolivia. Peor que las numerosas Acahualincas de Centroamérica. Ningún lugar tan desolador. Cuando a los paupérrimos y alegres haitianos de Cité Soleil les hice la misma pregunta sobre los norteamericanos, me respondieron: "Los gringos no trajeron a Aristide. Aristide fue el que trajo a los gringos para librarnos de los tontons macoutes y de Cedrás".

La unanimidad era total en los múltiples y atropellados comentarios de aquellos haitianos, que querían explicarme bien y que yo entendiera mejor que era Aristide quien había traído a los gringos y que próximamente iba a traer también a Clinton. "Esto es una victoria de Aristide - me decían -. ¿No se ha fijado que Aristide llegó con trece helicópteros y que él venía en el helicóptero número tres?" Tuve que pedir a los dos compañeros jesuitas haitianos que me acompañaban que me explicasen el significado "cabalístico" y cultural del número 13 y del número 3. Sólo así logré entender la "estrategia militar" de Aristide, cifrada en los helicópteros norteamericanos.

Grandes preguntas

Pudiera evocar otras muchas anécdotas en las que lo cultural prevalece sobre lo político y sobre lo económico. Es difícil la clave cultural si uno es economista. Pero si uno no entra en la clave cultural de este país le será muy difícil interpretar su historia y su realidad actual.

Haití es incomprensible si no se ubica su crisis después de la de Somalia, la de Chiapas, la de Ruanda y de la crisis permanente e incontrolable de Bosnia. Haití es incomprensible también sin la Guerra del Golfo, la derrota militar de Sadam Hussein y la permanencia de Sadam Hussein en el gobierno, incapaz la comunidad occidental de derrocarlo. Haití es incomprensible sin la invasión a Panamá y la derrota electoral del "gobierno cipayo" que Estados Unidos instaló en Panamá con el Presidente Endara. El fracaso de esta fórmula "made in USA" dio en las recientes elecciones una completa victoria a las fuerzas progresistas y nacionalistas panameñas, las del PRD y las del nuevo partido Papá Egoró.

Sólo tengo preguntas. Con Haití, ¿estaremos iniciando en estos calientes trópicos del Caribe y de Centroamérica la primera experiencia de la postguerra fría? Después del profundo fracaso del ejército norteamericano en Somalia y de la insurrección indígena en Chiapas el día que se inauguraba el TLC, ¿estaremos viendo en Haití una nueva realidad, donde lo geocultural tiene capacidad de competir con la geopolítico y lo geoeconómico? ¿No estaremos entrando ya en una era de incertidumbres, que envuelven hasta a los más acérrimos defensores del neoliberalismo, que tienen que reconocer el fracaso de sus políticas neoliberales en Africa, en América Latina, e incluso en un país como México, presentado como modelo? ¿No será la próxima Cumbre Social de Copenhague en marzo/95, que analizará la pobreza, el desempleo y la integración social, el punto de quiebre de una visión ideológica y totalitaria de la economía de mercado como constructora de la democracia? Estas preguntas superan evidentemente el caso de Haití. Pero no interpretaríamos adecuadamente a Haití sin tener algo de este marco cuestionador en la cabeza y en el corazón.

"Tendré que hablar más"

El 7 de noviembre tomó posesión el nuevo gabinete de gobierno del Presidente Aristide. "Entramos en una nueva fase en la restauración del poder democrático en Haití", me comenta Aristide, que entregará al gabinete las riendas del gobierno para así dedicarse él a conocer y atender tantas demandas acumuladas por la población en estos años.

Se ha criticado a Jean Bertrand Aristide por haber sido extremadamente cuidadoso y contemporizador en la elección de este pluralista gabinete. Se le critica por estar oculto, por su escasa presencia pública, por su silencio y su lentitud. En la entrevista de más de dos horas que tuve con él el 7 de noviembre, le recordé estas críticas.

"Ciertamente - me dice Aristide - ha sido un proceso lento. ¿Podía ser rápido? El palacio presidencial fue totalmente saqueado. Aquí no había ni teléfonos ni agua ni escritorios ni sillas. Nada. Esto fue esquilmado. Poder comunicarme, poder reunirme con la gente ha sido extremadamente difícil, una tarea compleja por razones de infraestructura y también de seguridad. No puedo tensionar demasiado al ejército norteamericano con mis apariciones en público o con mis movimientos. Podría darse un incidente involuntario. Los soldados norteamericanos no están acostumbrados a ver multitudes que quieren tocar y hablar con su Presidente. Además, el FRAPH y los tontons macoutes mantienen muchas armas en su poder.

Es cierto, hasta ahora no he hablado suficientemente. Lo voy a hacer después de que se establezca el gobierno. Al principio era importante escuchar a todos los sectores y ver el balance de fuerzas y las expectativas que existen hoy en Haití. Creo que ya se ha abierto una etapa en donde tendré que hablar más frecuentemente. Podré moverme con más libertad cuando hayamos garantizado una seguridad mínima".

Antes de salir del despacho presidencial, le pregunté a Aristide cuáles eran sus planes futuros. Me confirmó su deseo de volver a trabajar con la base y dedicarse a la formación y organización del pueblo. No mostró ningún interés en reelegirse, en seguir en un cargo presidencial en donde no radica ni el poder ni la capacidad de transformar a Haití.

¿Cómo pasar de la miseria infrahumana a una pobreza con dignidad?

1.- Reforma de las Fuerzas Armadas y la Policía

La primera clave para el establecimiento de un orden democrático durable en Haití es la profesionalización de las Fuerzas Armadas. El Ejército será apolítico, tal como lo establece la Constitución de 1987 y su función será la de proteger la seguridad y la integridad del territorio nacional y participar en programas de desarrollo.

El Ejército - hoy de 7 mil miembros, que absorben el 40% del presupuesto nacional - será reducido a 1,500. Habrá tres categorías: 1) Los que serán incorporados al nuevo Ejército. 2) Los que serán transferidos a la Policía. 3) Los que retornarán a la vida civil. Ningún miembro de los grupos paramilitares será integrado al nuevo Ejército.

Hay que crear la Policía con la ayuda de expertos internacionales organizados por la ONU. La nueva Policía, que reemplazará al régimen arbitrario y violento de los jefes de sección, asegurará el mantenimiento del orden público y la protección de la vida y los bienes de los ciudadanos.

2- Reforma del Sistema Judicial

Los haitianos no tienen hoy acceso al sistema judicial. Para garantizar una democracia estable y justa, y para erradicar la corrupción, habrá que asegurar una justicia independiente. Para eso hay que desarrollar la infraestructura y establecer las estructuras institucionales. Como mínimo, hay que crear 9 Cortes de Apelación, 24 Tribunales de Primera Instancia y 350 Tribunales de Paz. Deberá llevarse a cabo inmediatamente una capacitación técnica y profesional en todos los niveles del aparato legal. Hace falta también renovar muchas leyes fundamentales obsoletas y establecer cortes especializadas para lograr más eficiencia y para descongestionar las cortes civiles.

3.- Reconstruir el Estado y la Economía

Sólo dentro del marco de la reconciliación, el Estado podrá ser renovado, redefinido, descentralizado y librado de las formas habituales de corrupción. La meta es un Estado más pequeño, más estratégico, más competente. El nuevo Estado deberá favorecer las iniciativas y la energía de todos los sectores de la sociedad civil, poniendo fin a las estructuras monopólicas que han mantenido al margen a una gran mayoría de los haitianos. Habrá que definir un modelo de desarrollo que vaya más allá de la falsa alternativa entre dos modelos - el proteccionista y el neoliberal - y que favorezca el crecimiento de las pequeñas y medianas empresas, tanto nacionales como extranjeras. La asistencia de la comunidad internacional será fundamental.

Habrá que recuperar los 140 mil trabajos perdidos desde el golpe de Estado. Desarrollar estructuras financieras a nivel regional. Implementar una política fiscal progresiva que penalice a los evasores. Parar la depreciación de la moneda nacional. (Hoy: 1 dólar=20 gurdas. Antes del golpe: 1=7 gurdas). Detener la inflación, que hoy llega al 60%. Determinar metas concretas para reducir el déficit del Estado. Garantizar los derechos de los trabajadores. Incentivar la participación y la inversión de la diáspora haitiana. Democratizar los derechos de propiedad. Asegurar las bases de una autosuficiencia estable en la producción de alimentos.

Será necesario invertir masivamente en la capacitación de la población y en la construcción de una infraestructura que provea a todo el país caminos, transporte, comunicaciones, agua potable y electricidad.

4.- Educación, Salud, Medio ambiente

Es necesario revertir la negligencia histórica del gobierno haitiano hacia las necesidades humanas básicas. En 1990, el gasto público total en salud, educación y nutrición fue de menos de 8 dólares por persona. En 1987, sólo el 23% de los haitianos tenía acceso a servicios de salud y sólo el 38% tenía acceso a agua potable. En 1994, sólo 750 mil niños, de un total de 2 millones, fue a la escuela. Es necesario crear escuelas para todos e implementar campañas de alfabetización en todo el país, con programas prácticos y creativos, según las necesidades locales.

Haití cuenta hoy con 1 médico por cada 7 mil personas, 1 enfermo por cada 2 mil 200 habitantes, 1 cama de hospital por cada 1 mil 300 habitantes. Es imprescindible mejorar esta situación y el sistema sanitario.

Un clima de estabilidad política también permitirá a Haití recuperar los espacios verdes, cortando así el círculo vicioso en que el aumento de la pobreza rural y la reducción de la productividad agrícola conducen a los campesinos a prácticas cada vez más degradantes del medio ambiente. Las organizaciones rurales, con total seguridad para organizarse y participar, son la base para innovaciones en el desarrollo rural y difusión de información ecológica. (Encuentro Haití-América LatinaOficina de Enlace Internacional)

Renuncia al sacerdocio

El Presidente Aristide me hizo alusión a la escasa ayuda internacional que ha recibido, a pesar de tantas y tan generosas ofertas anunciadas. Confía, sin embargo, que ya con el nuevo gabinete y con ministros encargados de cada sector, la ayuda internacional comenzará a fluir para los diversos proyectos. Desde el punto de vista institucional, la siguiente fase que aguarda al país es la preparación de las elecciones parlamentarias. Aristide desea que se celebren pronto, si es posible a comienzos de enero.

También me contó que esa misma semana iría a Cabo Haitiano para entrevistarse con Monseñor François Gayot, Presidente de la Conferencia Episcopal, y así mejorar las relaciones con la jerarquía de la Iglesia. Me entregó la breve pero elocuente carta de renuncia a su sacerdocio, que le había sido exigida desde 1990 por la jerarquía eclesiástica, exigencia reiterada a su regreso a Haití. Aristide me comentó que renunciar al sacerdocio había sido uno de los momentos más tristes de su vida. "Como si me hubiesen cortado un brazo sin anestesia", me dijo. Pero considera que aceptar esta exigencia es fundamental para normalizar las relaciones con el Vaticano y conseguir que el Nuncio presente sus cartas credenciales. Aristide estaba, de todas formas, preocupado por la reacción de las comunidades cristianas y había solicitado a los sacerdotes y religiosas que preparasen una pastoral que hiciera comprensible a la gente su decisión.

Desarrollo "desde abajo"

Después de las elecciones parlamentarias, Aristide considera que el país entrará en "lo más difícil": la reactivación económica y los nuevos planes de desarrollo. Le manifesté al Presidente la seria preocupación que tenía porque se aplicasen en Haití las políticas de ajuste estructural ortodoxo que se habían aplicado en Nicaragua y Centroamérica. Aristide me manifestó que, aunque Haití tiene mayores problemas que Centroamérica, cuenta también con algunas ventajas comparativas: no tener deuda externa y contar con un flujo de remesas familiares de los haitianos en Estados Unidos superior a los 400 millones de dólares anuales. Por eso ha establecido un Ministerio de la Diáspora Haitiana: para canalizar en forma eficiente y autónoma esos fondos y el capital humano de tantos emigrantes.

Aristide pretende organizar un desarrollo desde abajo. Busca movilizar a la población, priorizando su educación y una creciente satisfacción de sus necesidades básicas. Quiere que el pueblo experimente que es por sus propios esfuerzos más que por la ayuda internacional que irá superando su situación de miseria extrema hasta llegar a una pobreza con dignidad.

En las preocupaciones que compartí con él, insistí en que los organismos financieros internacionales no han demostrado hasta ahora capacidad de entender una política así, de desarrollo desde abajo, de trickling up. Y que, más bien, mantienen una política de ajuste basada en el mercado, soñando todavía en el trickling down, un crecimiento que chorrea las riquezas de arriba hacia abajo, "sueño" que no se ha hecho realidad en ninguna parte del mundo.

Aristide es consciente de lo arduo del desafío económico y de la necesidad de preparar al Ejecutivo y al Parlamento para ganar espacios propios e iniciar un desarrollo que responda a las dramáticas condiciones de Haití. Está convencido también de la necesidad de una revolución ecológica que transforme esa peña árida que es Haití en ejemplo de recuperación del medio ambiente con la cultura y las energías de toda la población. "Lo fundamental - me insistía - es el esfuerzo educativo y la inversión en capital humano".

Dominicana, Cuba

La nueva Ministra de Relaciones Exteriores de Haití, Claudette Werleigh, era la candidata preferida de Aristide para ocupar el cargo de Primera Ministra. Conocida en el Vaticano por su compromiso de laica cristiana y por los ONGs y organismos internacionales por su trabajo en educación durante muchos años, Claudette muestra una calma y serenidad envidiables mientras me describe los tremendos problemas que enfrenta el país. Me expresó su interés en jugar un papel activo en la recién creada Asociación de Estados Caribeños, en la Cumbre de Miami (diciembre/94) y en la Cumbre Social de Copenhague (marzo/95).

Quedó sorprendida y preocupada cuando le mostré los periódicos de la República Dominicana del 5 de noviembre. Aunque en primera página anunciaban la posibilidad de un acuerdo comercial entre Santo Domingo, Haití y Estados Unidos, ella no conocía nada de esa propuesta. Las relaciones Haití-República Dominicana y la necesidad de establecer vínculos transparentes y constructivos entre los dos países que comparten la isla es un tema urgente.

Hay que evitar que lo que llaman en Santo Domingo el boom haitiano se transforme en una comercialización de la ayuda a Haití y que este país se vea inundado por productos de Santo Domingo y de Miami a través de la frontera común.

La visita de un grupo de parlamentarios dominicanos en noviembre inició la definición de pautas constructivas para el futuro, que permitan superar el triste papel que en estos años ha jugado el ejército dominicano y una élite de ese país, violando el embargo internacional con el contrabando de petróleo y facilitando el narcotráfico, lo que enriqueció aún más a los militares de Cedrás. La Canciller señaló también que lo que ocurra en Cuba es también clave para Haití. La vinculación con la diáspora haitiana y relaciones especiales con Francia y con Canadá son temas básicos de la política exterior que ella va a dirigir.

Cinco sugerencias

Invitado por el CRESFED - centro miembro del CRIES - y con la extraordinaria traducción y comentarios de Gerard Pierre Charles al creole, acepté la invitación para dar en Puerto Príncipe una conferencia sobre la situación de Nicaragua y Centroamérica. Al final, ésta se transformó en una reflexión comparativa entre Centroamérica y Haití. Desde esta perspectiva, me permití hacer varias sugerencias a los haitianos. Cinco en concreto.

1) La elaboración de un pacto económico?social que permita crear un consenso nacional para enfrentar la dramática situación del país.
2) La creación de un Consejo Económico y Social con autonomía del gabinete económico - aunque aprobado por el Presidente -, que sirva como caja de resonancia y como ejercicio de transparencia y de reflexión sobre la totalidad del proceso de reactivación económica.

3) La creación de un Consejo Nacional de ONGs, que defina nacionalmente las reglas del juego de la cooperación internacional en Haití. De lo contrario, la cooperación internacional puede jugar un papel polarizante y no dar espacios a la búsqueda y al encuentro de una solución realmente haitiana. La cooperación internacional y los ONGs que no acepten las condiciones que pone Haití no deben ser aceptados en el país.
4) El establecimiento de una total transparencia en el presupuesto y en la cooperación externa, de forma que ambos Consejos puedan tener capacidad de previsión de los acontecimientos y de movilización de los actores sociales.
5) La exigencia a los organismos financieros internacionales para que creen una comisión nacional de coordinación y así sus esfuerzos y sus ayudas no se contrarresten.

Estas sugerencias, nacidas de la experiencia de Nicaragua y Centroamérica, podrán tal vez ayudar a los haitianos a evitar los inútiles costos que los centroamericanos hemos pagado en carne propia.

Profeta, sacerdote y rey

Visité la iglesia de Don Bosco, aún arrasada por el fuego, donde conocí a Jean Bertrand Aristide, al Padre Titid, hace ya muchos años. Fui también a la tumba del sacerdote Jean Marie Vincent, religioso asesinado pocos días antes del regreso de Aristide, uno de sus mejores amigos y asesores. Hablé con dirigentes de las comunidades cristianas y con teólogos y en ellos percibí claramente una gran esperanza. Tan grande que a veces me costaba sintonizar con ella.

Al preguntarles sobre el espacio que tiene Aristide para defenderse de la cooptación norteamericana, sobre las presiones de los obispos y sobre su renuncia al sacerdocio como consecuencia de ellas, un entrañable compañero jesuita haitiano me respondió: "Aristide ha sido un profeta, es un sacerdote y hoy le toca ser rey (Presidente). Estos tres carismas cristianos difícilmente se pueden vivir al mismo tiempo e integradamente. Hoy es el momento y el tiempo de la sabiduría del gobierno de Aristide. Tendrá que someter a este carisma el carisma de profeta y el de sacerdote".

Esta interpretación de los hechos es la que domina en las comunidades cristianas. Consideran que establecida una nueva y más positiva relación con el Vaticano, varios obispos tendrán una posición más benévola y cooperarán con la reconstrucción del país. Pero no hay olvido y existe en las comunidades cristianas un fuerte resentimiento con el Vaticano por haber sido el único gobierno del mundo que reconoció al gobierno de los militares golpistas de Cedrás. Todo indica que será necesario un tiempo de reflexión para que la comunidad cristiana acepte la renuncia al sacerdocio de Jean Bertrand Aristide.

Preguntas y críticas

En días extremadamente cargados de nuevas experiencias y reflexiones, pude reunirme con diversos grupos de intelectuales y artistas haitianos. Dominaban también en ellos actitudes de esperanza constructiva, sin que les faltara el realismo de considerar los evidentes condicionamientos, limitaciones y faltas de espacio que hoy tiene Aristide. Existe entre ellos consenso en que el actual proceso será lento y se necesitarán por lo menos diez años para poder consolidar una nueva etapa en la historia y en el desarrollo de Haití.

Entre los estudiantes y los profesores de la universidad el ambiente que encontré era mucho más cuestionador, incluso agresivo. Ardientes críticas a la lentitud de Aristide y a sus concesiones a la burguesía. Estaban inconformes con la composición del nuevo gabinete y rechazaban especialmente al nuevo Ministro de la Construcción. Mencionaron en repetidas ocasiones que la experiencia de Haití no era más que un ensayo para la invasión a Cuba y que serían las políticas de la AID, del Fondo Monetario y del Banco Mundial las que definirían el futuro del país y no el gabinete de gobierno. Especialmente ásperas fueron sus críticas contra la AID y las nuevas ONGs que están invadiendo al país. "Están construyendo ONGs artificiales para dividir a los ONGs históricos, que llevan años trabajando en Haití", decían.

Estas mismas críticas las encontré en boca de muy diversos periodistas extranjeros, que creen que se está preparando una nueva desestabilización para 1995. Fueron estos periodistas extranjeros los que señalaban como un potencial problema la actitud del ejército norteamericano que ya no quiere desarmar a los "escuadrones" del FRAPH. Especialmente en el interior del país son conocidos los lugares donde el FRAPH oculta armas y la población informa de esto al ejército norteamericano, pero esas armas no se confiscan. "Están creando un gobierno paralelo de ONGs y del FRAPH para impedir que Aristide pueda gobernar con autonomía", dicen muchos.

No fueron fáciles estas reuniones con estudiantes que son dirigentes de base y con sus profesores universitarios. Noté en ellos mucha irritación al faltarles respuestas a sus inquietudes y al carecer de suficientes cauces de participación. Percibí también una división entre las posiciones de la OPL (Organización del Partido Lavalás) y del FDNC, la coalición que llevó a Aristide al poder y que tiene como próximo candidato presidencial al Alcalde de Puerto Príncipe, Paul Evans.

El dilema de Clinton

Aristide me expresó en diversos momentos de nuestra entrevista su simpatía hacia el Presidente Clinton y su confianza en la posibilidad de mantener una relación constructiva con Washington. Incluso, consideraba que Clinton podría visitar Haití próximamente.

Las elecciones legislativas de noviembre en Estados Unidos, ¿permiten mantener estas esperanzas? ¿Tendrá Clinton -ahora noqueado por los republicanos - capacidad para cumplir las ofertas y los compromisos adquiridos con Aristide?

¿Serán "los Jesse Helms" del nuevo Senado, del nuevo Congreso y los nuevos Gobernadores republicanos los que destruirán la posibilidad de que se inaugure en Haití una política más constructiva de Estados Unidos hacia América Latina? ¿Serán las declaraciones de Helms sobre Cuba y Haití y la Ley 187 de Wilson en California las actitudes que dominarán la política exterior norteamericana?

La Cumbre de Miami debe abrir a los países latinoamericanos la oportunidad de revisar y actualizar su agenda con Estados Unidos. Y Haití debe compartir con América Latina su experiencia y exigir a Washington y a Naciones Unidas que cumplan con todos los compromisos de los Acuerdos de Nueva York.

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