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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 153 | Octubre 1994

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Nicaragua

Eucalipto: las bendiciones de un árbol maldito

Arrasar bosques para sembrar eucaliptos es un desastre. Pero en tierras donde ya nada crece, donde sólo el eucalipto puede crecer, ¿no será este "árbol maldito" una respuesta, una bendición de la Naturaleza?

Raquel Fernández

¿Es bueno sembrar eucaliptos? ¿Es malo? ¿O no es ni bueno ni malo, y depende de cada caso? La señora Andrea Ortiz tiene una mirada infrecuente en la campesina nicaragüense.
En sus ojos no hay temor, no asoma ese aire de perro apaleado que sobrecoge la expresión de tantas mujeres. "Mire, licenciada - explica -, yo tengo siete hijos y no se imagina todo lo que he tenido que hacer para sacarlos adelante. Yo lavaba ajeno, yo inventaba qué a hacer veces dejando a mis hijos solos todo el día.

Pero ahora, sólo lavo lo de mi casa", manifiesta con satisfacción. La diferencia entre el "antes" y el "ahora" son 3 manzanas (1 manzana = 0.7 hectáreas) sembradas de eucalipto en tierras comunales, pero de usufructo privado. Explotando ese bosquecillo, Andrea Ortiz obtiene unos 100 dólares al mes. Puede parecer muy poco dinero, pero con ese salario fijo, unido al que le dan los huevos y la carne de unas cuantas gallinas en el patio y algún chancho y alguna de esas actividades que se pueden hacer cuando se vive en el campo, Andrea redondea una subsistencia bastante digna. Los eucaliptos separan la frontera entre la zozobra y la tranquilidad. Si ése es el fruto de los eucaliptos, bienvenidos sean estos polémicos árboles.


Suelos maltratados y campesinos sin esperanza

A los pies de la Cordillera de los Maribios, en la zona noroccidental de Nicaragua, se extiende la planicie leonesa y chinandegana, gravemente erosionada y contaminada por 30 años de monocultivo del algodón. La cordillera también ha sufrido históricamente por la deforestación y por los estragos de sus volcanes. Poco a casi nada puede crecer en estos suelos maltratados.

Pero 464 pequeños campesinos, cabezas de familia, de la comunidad de Posoltega - un 60% de los que habitan en el lugar más desertizado de la zona - se han organizado para sembrar más de 600 manzanas de eucaliptos y de ahí, han integrado diferentes asociaciones relacionadas con el cultivo, el aprovechamiento y la vigilancia del eucalipto. La organización popular surgida en torno al eucalipto tiene entre sus objetivos proteger a los árboles de los ladrones, que podrían talarlos para su venta como leña, y del fuego, gran enemigo de los eucaliptos. Para prevenir ambos peligros, se han levantado 5 torres de vigilancia donde, día y noche, alguien cuida del bosque de todos. Los vecinos de Posoltega, asesorados por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), han tenido la sabiduría de sembrar los eucaliptos de tal manera que la plantación forma un todo continuo, aunque cada parcela es propiedad privada. De este modo, es más fácil vigilar entre todos los bienes de cada uno.

La unidad surgida alrededor de este patrimonio común - que garantiza la subsistencia - ha facilitado el que surjan nuevos pequeños proyectos que ayudan a mejorar el nivel de vida: huertos familiares y comunales, parcelas de granos básicos, cría de gallinas, cerdos y vacunos. Los excedentes los venden los posolteganos en la vecina ciudad de León, la segunda más grande del país. Estos campesinos, que fueron pequeños productores de algodón, consideraban cerrado su futuro con la caída del precio del algodón en los mercados internacionales y la dramática degradación de sus tierras por el prolongado uso de agroquímicos. El eucalipto es hoy para ellos una esperanza. Ven en este árbol una alternativa de supervivencia con dignidad.

Garantía de seguridad y vida

Un grupo de vecinas de Posoltega se afana en una pequeña parcela. Están en una jornada de trabajo voluntario para preparar un vivero de pochote (Bombacopsis quinata), un árbol en acelarado peligro de desaparecer por la demanda que tiene su excelente madera para fabricar muebles finos. Aunque todas ellas son cultivadoras de eucaliptos, estas campesinas se interesan también por el pochote.

Angela Velázquez es dueña de dos manzanas de eucaliptos y madre y abuela en una familia de más de 30 adultos y niños. Pero aún tiene tiempo para donarlo al vivero. "Es que la madera de pochote es más bonita que la de eucalipto para los muebles y yo quiero mi casa amueblada con cosa fina", explica. Pero el pochote tarda más de 35 años en estar listo para la cosecha. ¿No sería mejor hacer los muebles con eucaliptos? "Bueno, pues, con la madera del eucalipto me mando a hacer una silla ¡y me siento en ella a esperar a que crezca el pochote!", responde entre carcajadas.

Nilvia Guido, mucho más joven que Angela, es madre de un niño y dueña a nombre propio de media manzana de eucalipto. Esa pequeña parcela la hace también dueña de su propio destino. "Si el hombre se me va con otra, yo tengo con qué salir adelante con mi hijo", afirma con seguridad. Los campesinos de Posoltega, como los de otras zonas reforestadas con eucalipto, han aprendido a querer a este árbol, a cuidarlo y a respetarlo como se cuida y se respeta aquello de lo que depende la propia vida, el alimento y el futuro.

Gracias, eucalipto

Durante toda una historia, el campesino nicaragüense, como el de muchos otros lugares de América Latina, ha sido condicionado a odiar al árbol. Veía en cada árbol como un estorbo que se interponía entre el arado y la cosecha, algo que dificultaba extender los pastizales para la alimentación del ganado. Los árboles tenían que ser eliminados para facilitar el trabajo humano y la producción de riqueza y bienestar. Fue necesario destruir inmensas extensiones de bosques para que comprendieran para cuánto sirven los árboles. Pero a la hora de esta revelación, el suelo ya está tan empobrecido que lo poco que en él podría crecer, lo hace tan lentamente que no representa una alternativa para quienes habitan las tierras degradadas.

Sin embargo, hay solución. Existen algunos árboles capaces de vivir casi en cualquier sitio, de soportar casi cualquier circunstancia y además, de crecer de prisa, en un plazo tan breve que los convierte en verdadera alternativa. Entre estos árboles se encuentran las más de 600 variedades de eucaliptos que existen en el mundo. Al eucalipto habrá que agradecerle un aspecto fundamental para el futuro de Nicaragua como país: el rescate de la cultura forestal entre los campesinos nicaragüenses. Sólo por eso valdría la pena sembrar eucaliptos.

Desde Australia al mundo

El eucalipto es un árbol procedente de Australia. Todos los eucaliptos que existen son originarios del Continente Austral y de las islas que éste tiene al Norte y hacia el Oeste. O de Tasmania. Hay decenas de variedades locales que sólo se encuentran en alguna pequeña isla y en ninguna otra más.

Los eucaliptos empezaron a salir de su ambiente natural en los barcos del Capitán inglés James Cook hacia 1766. Uno 20 años después, el árbol era descrito y bautizado con su nombre actual por el botánico francés L'Heriter.

Durante todo el siglo XIX los eucaliptos fueron cada vez más estudiados y conocidos y se iniciaron experiencias para aclimatarlos fuera de su zona natal y así aprovechar su más interesante característica: la velocidad con que crecen y producen leña y madera. En condiciones óptimas, ciertas variedades de eucalipto crecen hasta cinco metros por año.

Desde que salió de Australia, el eucalipto se ha extendido por todo el mundo y en la actualidad, más de 80 países tienen siembras que oscilan desde unas pocas hectáreas de carácter experimental y de aclimatación hasta más de un millón de hectáreas en Brasil, medio millón en la India y más de 400 mil hectáreas en España, los tres países donde viven más eucaliptos fuera de su ecosistema original. En los tres existen florecientes industrias madereras y papeleras que encuentran en los inmensos bosques de eucaliptos su materia prima.

Leyenda negra: se bebe toda el agua

Quizá sea este éxito universal del eucalipto el que ha hecho que sobre él y contra él se hayan tejido muchas opiniones contrarias, teorías según las cuales el eucalipto sería un árbol peligroso, capaz de generar muchos males y pocos bienes, un árbol maldito. Si esto fuese cierto, Australia, su país de origen, cubierta en inmensas áreas por interminables bosques de eucaliptos, sería un continente muerto. Y no es así. Muy al contrario, es un santuario donde se han preservado hasta hoy especies y formas de vida únicas en el planeta.

Se dice que el eucalipto seca las tierras, porque para crecer tanto y tan aceleradamente necesita mucha agua. Esta es una verdad a medias. Es cierto que el eucalipto absorbe bastante agua, como todos los vegetales, pero la usa más eficientemente que otras especies. La acacia - que es otro árbol de crecimiento rápido - necesita un tercio más de agua para producir la misma cantidad de madera. Pero nadie habla mal de las acacias.

También se acusa al eucalipto de dificultar el paso del agua de las lluvias hacia la capa freática o subterránea. Es cierto. Pero también lo es que cualquier especie vegetal, grande o pequeña, absorbe con sus raíces, para su supervivencia, una parte del agua de lluvia a su paso hacia el subsuelo. La única forma de asegurar que toda el agua de lluvia que cae desciende hasta la capa freática consiste en no dejar que crezca absolutamente nada sobre la tierra, lo que es una solución nada rentable.

El eucalipto consume menos agua de lo que parece, porque tiene la facultad de cerrar sus hojas, de manera que durante las sequías, su evaporación - transpiración se reduce radicalmente. Cuando no llueve y los demás árboles se ponen amarillos y secos, el eucalipto se mantiene verde y alegre. Y no porque tenga enormes reservas de agua hurtadas a sus vecinos vegetales, sino porque cierra los estomas de sus hojas - que vienen a ser como los poros de la piel humana - y no deja escapar por ellos el agua. Los eucaliptos no "sudan".

Como prueba de que el eucalipto chupa mucha agua, sus enemigos señalan que este árbol se utiliza para desecar pantanos. Según y depende. El eucalipto tiene ciertamente raíces poderosas y profundas para soportar la enorme carga de su gigantesca estatura - unos 40 metros promedio -. Sus raíces raramente superan los 20 metros de profundidad, pero tienen una característica muy especial: son pivotantes. Crecen girando hacia abajo, perforando la tierra como un sacacorchos.

Pero esto no es siempre malo. Entre los varios cientos de variedades de eucaliptos, hay algunos cuyas raíces son especialmente fuertes, capaces de perforar poco a poco rocas muy duras. Incluso las de esa capa de roca impermeable que en algunos lugares no deja pasar el agua de lluvia hacia el subsuelo. Si logran perforarla, poco a poco el agua superficial escurre hacia el subsuelo por las grietas abiertas por las raíces y reaparecerá en algún otro lugar en forma de manantial o pozo. El eucalipto no se "bebe" el pantano, sino que "desatasca" sus desagües. Desde hace muchas décadas hay eucaliptos sembrados en zonas pantanosas y sus aguas permanecen en el mismo sitio.

Más leyenda negra: arruina el suelo

Otra de las acusaciones que se hacen al eucalipto es que agota los suelos. Esta es otra verdad a-medias-mentira- completa que rodea al eucalipto y que tiene que ver con la falta de cultura forestal que impera todavía en casi todo el mundo. El eucalipto es un cultivo de explotación económica, no un adorno en el paisaje. Todas las especies extraen nutrientes del suelo y si éstas se siembran y se cosechan, el suelo se va empobreciendo. Esto ocurre con los bosques y con los maizales. La diferencia consiste en que los maizales reciben alguna forma de abono.

La desgracia del eucalipto es que cuando se siembra en formación cerrada tiene la apariencia de un bosque y no todo el mundo entiende que un bosque también necesita alimentarse. Pero el eucalipto economiza al máximo los nutrientes que necesita para su desarrollo, porque retoña. Cuando lo talan para cosecharlo, el eucalipto produce nuevos brotes, varios, entre los cuales el dueño de la plantación tendrá que escoger el más adecuado para sus fines y cortar los demás. Esta selección se hace generalmente dos años después de la tala, y significa para el dueño de la plantación un interesante ingreso por leña o madera para estacas.

El tallo escogido vuelve a crecer y en un período de tiempo que oscila entre los 5 y los 25 años -dependiendo del uso que se le quiera dar - está listo nuevamente para la cosecha. Por lo tanto, el eucalipto "ahorra" a la tierra todos los nutrientes que necesitó el árbol para producir el complejo sistema radicular y el tocón del tronco que no se corta. Y se puede extraer madera del mismo tocón hasta por 100 años, sin necesidad de reforestar de nuevo.

Las raíces del eucalipto penetran muy profundamente en la tierra y por eso absorben nutrientes a los que no llega ninguna otra especie. Así, este árbol no entra en competencia con otras plantas. Esos nutrientes que están en lo más hondo de la tierra no benefician a ninguna especie. Pero el eucalipto tiene la capacidad de traerlos a la superficie para transformarlos, entre otras cosas, en sus propias hojas. Marchitas, caerán al suelo y lo fertilizarán.

Leña en el propio patio

Pese a que el eucalipto es una especie de reciente aprovechamiento masivo - sólo 100 años, frente al roble, la haya o la caoba, de larga tradición -, son muchas las utilidades que ya se le conocen. La primera y más inmediata, el producir buena leña. Esta opción es muy importante en un país como Nicaragua, donde se calcula que más del 55% de la energía que se consume procede de la combustión de la madera, lo que supone alrededor de un millón de toneladas métricas de leña al año. Hasta ahora, ese cúmulo salía de los bosques naturales, cada día más maltrechos y reducidos. Los bosques de eucalipto pueden ir supliendo paulatinamente la leña de los bosques naturales.

"Los eucaliptos realizarán una tarea de protección del bosque natural", afirma Ben Chang, asesor principal de la Misión de la FAO que, con financiamiento holandés, se ocupa de la repoblación con eucaliptos. Muchas son ya las familias campesinas nicaragüenses que siembran eucaliptos con fines leñeros. Los siembran cerca de la casa, donde los puedan vigilar fácilmente. Porque la repoblación con eucaliptos no tiene que hacerse en algún recóndito lugar tierra adentro, sino en el propio patio.

Papel, vigas, postes, cajas

También sirve el eucalipto para la construcción. Su tronco, recto y largo, es una viga natural. Es poste para cercas o es un durmiente de ferrocarril - suponiendo que en Nicaragua vuelva a haber trenes -. Es poste de telégrafo y teléfono. Sirve también en minería y para madera de cajas de embalaje, sobre todo para los productos no tradicionales de exportación.

Naturalmente, también puede usarse para la fabricación de muebles, aunque teniendo en cuenta que el árbol crece tanto, tan de prisa y es tan delgado, que en su interior se generan grandes tensiones, que no importan mientras el árbol está vivo, pero si se tala, esas tensiones se pueden manifestar en rajaduras que estropean los muebles y los hacen inservibles. Si se quieren hacer muebles con madera de eucalipto, es necesario dar tiempo al árbol para que se asiente y consolide. Esto significa esperar a que cumpla unos 25 años. Mucho tiempo, aunque menos que el que demandan otras especies maderables.

"El gran problema del eucalipto en Nicaragua es que todavía hay poca producción - afirma Chang -. Si hubiese una oferta de 20 mil toneladas al año, se podría instalar una fábrica de pulpa para papel o de tableros de conglomerado, de marcos, molduras o parquet, productos que tienen todos una gran demanda internacional y muy buenos precios. Eso daría trabajo a muchos nicaragüenses y generaría riqueza".

En farmacia y en perfumería

Muchas otras cosas se pueden hacer con el eucalipto. Los árboles florecen con multitud de flores de un aroma muy especial, que atraen a las abejas productoras de miel. El eucalipto poliniza casi exclusivamente por medio de insectos y la miel de eucalipto tiene un sabor característico, de gran demanda y buen precio en el mercado internacional.

En Nicaragua y en todo el mundo se utilizan las hojas de eucalipto para curar catarros, aunque son pocos los que saben que también curan la diabetes. Siete hojas de eucalipto se hierven en un litro de agua y el líquido se bebe repartido en tres tomas: desayuno, almuerzo y cena. En un tiempo prudencial, la incurable diabetes se cura.

Si hubiese suficiente producción de eucaliptos, se podría instalar en Nicaragua una planta procesadora para extraer de las hojas los aceites esenciales que contienen y que son los que tienen efectos medicinales, para su uso en la industria farmacéutica y en la de perfumería.

En países con amplia infraestructura industrial, el eucalipto se transforma también en carbón vegetal para la elaboración de acero y cemento.

Las cortinas rompevientos

El eucalipto llegó a Nicaragua hace unos 50 años, pero no llamó mucho la atención. Fue durante la década de los 80 que alcanzó popularidad, al emplearlo masivamente para formar cortinas rompevientos que controlaran la erosión que causa el viento en las peladas llanuras algodoneras de Occidente.

Al chocar el viento con estas barreras de árboles - de varios kilómetros de largo - pierden fuerza y no levantan capas de tierra fértil ni dañan los cultivos. Las cortinas lograron que las ciudades de León y Chinandega, cuyas poblaciones sufrían de graves afecciones respiratorias desde la introducción del algodón, viesen descender drásticamente estos males. Diferentes científicos del mundo vinieron en aquellos años a Nicaragua a estudiar esta utilidad del eucalipto para aprovechar la experiencia en otros lugares del planeta.

Al caer el precio del algodón, los trabajadores y campesinos desempleados en los algodonales volvieron su mirada hacia las cortinas rompevientos machete en mano, y encontraron en los eucaliptos, convertidos en leña y comercializados, una alternativa de subsistencia. "Los eucaliptos salvaguardaron así el poco bosque nativo que iba quedando en estos lugares -señala Chang -. ¿Por qué no continuar de manera organizada y sembrar bosques enteros para leña? O para otras cosas. La madera es un producto cuyo precio nunca ha caído en los mercados internacionales".

Los mataron los zompopos

Peter Devereux es un ecólogo australiano que trabaja en Nicaragua desde 1988, en la Fundación Augusto César Sandino (FACS). Cuando llegó por estas tierras le sorprendió mucho la enorme desconfianza que el eucalipto provocaba entre los nicaragüenses preocupados por la Naturaleza y su conservación. Una preocupación sólo comparable a la que provoca en Australia nuestro amado y respetado pino, que allí es una especie exótica y "sospechosa". Esta realidad le obligó a reflexionar y algunas experiencias que hizo le llevaron a ciertas conclusiones. "Soy un enamorado del eucalipto - afirma -, pero considero que, en la medida de lo posible, es mejor reforestar con especies nativas".

Y relata un suceso que vivió. Participaba en la reforestación de una gran extensión de Pueblo Nuevo, en el norteño departamento de Estelí, con eucaliptos y con una especie nativa, el mandagual (Casealpinia velutina), también de crecimiento rápido. Un tiempo después, los eucaliptos habían muerto todos, devorados por los zompopos - hormigas que cultivan hongos sobre detritus de vegetales en la profundidad de sus hormigueros -. Entretanto, los mandaguales crecían alegres, rodeados de los mismos zompopos.

Hay un explicación muy sencilla para este fenómeno. Durante miles de años, el mandagual ha desarrollado en nuestras tierras las defensas contra los zompopos, mientras que el eucalipto no tuvo necesidad de ellas en su ambiente natural de Australia. Al venir a suelos nuevos para ellos, los zompopos los mataron.

Donde ya no crece nada

Sin duda, lo ideal es reforestar con especies nativas, preferiblemente de la misma comarca, y que tengan un rendimiento económico rápido y suficiente para que sean alternativa para la población. Pero hay muchos lugares de Nicaragua y de otros países urgidos de alivio económico, cuyo bosque natural hace ya mucho tiempo que desapareció. Son esas amplísimas zonas las que podrían ser reforestadas con eucaliptos, siempre que las condiciones sean adecuadas a este cultivo. En eucalipto es un árbol, una creación de la Naturaleza, un ser vivo. Y todo lo que tiene vida es bueno, aunque puede ser mal utilizado por el ser humano. Pero eso no es culpa del eucalipto.

En muchos lugares se han arrasado bosques nativos para sembrar eucaliptos y este error ha provocado en parte la mala prensa que este árbol tiene actualmente entre los ambientalistas. Sin duda, arrasar bosques para sembrar eucaliptos es antiecológico. Pero en terrenos donde ya no crece nada y donde el eucalipto es el único que puede crecer, ¿por qué no utilizar este recurso que la Naturaleza nos ofrece?

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