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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 151 | Agosto 1994

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Honduras

Los indígenas hablan en voz alta

"La gente del gobierno se quedó con la boca abierta viendo la capacidad de negociación y el nivel de organización de las comunidades indígenas", dijo un sacerdote que acompañaba la marcha a Tegucigalpa 3 mil indígenas hondureños.

Mary McCann

Seis de las siete etnias originarias de estas tierras estuvieron presentes en la marcha de indígenas hondureños que sacudió en julio a Tegucigalpa. La peregrinación nació en diferentes partes del país y fue despertando a su paso y ya en la capital simpatías, curiosidad y también sospechas. Representa un paso histórico de unidad entre los pueblos lenca, tolupán, mískito, tawahka, pech y garífuna para plantear en forma coordinada al pueblo blanco y mestizo y al gobierno de Honduras su realidad, sus necesidades y sus propuestas de cambio. Para asegurar que sus exigencias fueran escuchadas, los peregrinos acamparon durante una semana en los bajos del edificio del Palacio Legislativo, mientras un equipo de 14 de sus representantes negociaban un Planteamiento Unico con la comisión gubernamental de alto nivel que nombró el Presidente Carlos Roberto Reina para escuchar sus demandas.

Hablan los lencas

La peregrinación tuvo lugar en un momento económico muy difícil para el gobierno Reina. ¿Por qué ahora la marcha? "Esa fue la pregunta del Presidente a nosotros ?dice Miriam Miranda, participante garífuna?. La verdad es que el movimiento responde a los problemas históricos y actuales de las comunidades y marca una nueva pauta. Simplemente los indígenas ya no podemos aguantar". Las 72 demandas con que llegaron estos 3 mil indígenas a Tegucigalpa nacieron de luchas específicas de cada etnia. El impulso para la caminata germinó en el occidente del país (departamentos de Intibucá, La Paz y Lempira), donde habita el pueblo lenca, unas 90 mil personas.

La situación de los lencas acaparó la atención nacional en 1993, cuando se dieron a conocer varios casos de muerte por desnutrición aguda en Yamaranguila. "Ahora decidimos formar parte de la peregrinación porque queremos plantear soluciones de largo plazo. Queremos cambios políticos y participación en la toma de decisiones. No basta con que nos regalen comida de donación", afirmaba una joven dirigente lenca. Los lencas pedían el cumplimiento de acuerdos previamente logrados con el gobierno sobre la protección del bosque - hasta ahora en el papel -, la creación del nuevo municipio de San Francisco de Opalaca en el norte de Yamaranguila y la construcción de escuelas y carreteras.


Hablan los tolupanes y los pech

Los tolupanes - 27 tribus - también conocidos como xicaques y ubicados principalmente en el departamento norteño de Yoro, llegaron a la capital para exigir la investigación de 21 recientes asesinatos y 3 casos de desaparecimientos de hombres y mujeres de su pueblo.

Entre ellos, Vicente Matute, fundador de la Federación de Tribus Xicaques de Yoro (FETRIXY), asesinado pocos días antes de la conmemoración en 1992 de los 500 años, cuando su organización realizaba una lucha en defensa de las tierras comunitarias en una zona de fuertes conflictos entre indígenas y terratenientes.

Los tolupanes exigen solución inmediata y definitiva al problema de usurpación de sus tierras por parte de ganaderos, terratenientes y campesinos ladinos y el saneamiento y la remedición de esas tierras. El pueblo pech, de aproximadamente 2 mil en personas que viven en el oriental departamento de Olancho, exigían lo mismo: el reconocimiento de tierras de las que conservan los títulos ancestrales.

Hablan los mískitos y los tawahkas

Los indígenas mískitos - unos 40 mil en la zona oriental de Honduras - pusieron también sobre la mesa de negociación la falta de titulación de sus tierras y la exigencia de reglamentación, capacitación laboral e indemnización del trabajo de buceo, un peligroso oficio que jóvenes mískitos hacen para las compañías marisqueras del Atlántico y que ha costado la vida de más de 100 muchachos en los últimos 5 años y ha dejado a 400 permanentemente discapacitados.

Estos buzos arriesgan su vida al sumergirse en aguas profundas sin el debido equipo de buceo para ganar 45 centavos de dólar por libra de marisco y langosta, vendida después en el mercado de Estados Unidos a precios de lujo. Con una población de menos de mil personas, los tawahkas (sumus en Nicaragua) conforman el pueblo autóctono más reducido en Honduras y según algunos, en peligro de extinción total. Vecinos de los mískitos, los tawahkas exigieron mejoras en la educación con un plan de profesionalización de sus docentes empíricos.

Hablan los garífunas

Los garífunas - 250 mil en total - proponían al gobierno, junto con los tawahkas y los mískitos, un presupuesto especial, administrado en coordinación con sus comunidades, para la protección de la Reserva de la Biosfera del Río Plátano, una región considerada "pulmón" del hemisferio occidental y protegida en los papeles por un decreto ley oficial. Los indígenas señalan que la emigración constante de ladinos y campesinos sin tierra a esa zona la está destruyendo.

Los garífunas plantearon que el turismo es una constante amenaza a sus comunidades. Las tierras garífunas, ubicadas en playas sumamente atractivas, han llamado la atención de inversionistas extranjeros y nacionales, que proponen el turismo como alternativa económica para el desarrollo nacional. Citando el Convenio 169 de la OIT - del que Honduras es signataria - los garífunas denunciaron la usurpación de las playas que ellos habitan para fines de turismo sin el consentimiento de la comunidad. Se oponen también a la instalación de una refinería de petróleo en la ciudad de Trujillo y exigen participación directa en el debatido proyecto de desarrollo de Cayo Cochinos.

Según un sacerdote católico que celebró una de las misas que formaron parte esencial de la mística de la caminata, el movimiento indígena ofrece a Honduras un ejemplo de esfuerzo participativo y efectivo. "La gente del gobierno se quedó con la boca abierta viendo la capacidad de negociación y el nivel de organización alcanzados por estas comunidades", dijo.

¿Fueron escuchados?

La presión de 3 mil personas reuniéndose, comiendo, durmiendo, entrevistándose con la prensa, recibiendo la solidaridad capitalina en forma de alimentos y medicinas y organizando bailes típicos en el centro de Tegucigalpa movió al gobierno a negociar. El Presidente Reina convocó una comisión de emergencia, formada entre otros por el Ministro de Cultura, el Director del Instituto Nacional Agrario y el gerente de la Corporación Hondureña de Desarrollo Forestal. Organizó también una comisión de seguimiento integrada por los Ministerios de Gobernación y Justicia, Salud Pública, Comunicaciones, Obras Públicas y Transporte, Cultura y Turismo, Recursos Naturales y Medio Ambiente.

Aunque el Presidente declaró que iba a conceder todo lo que pedían los indígenas, el plan de acción preparado por la Comisión Presidencial de Emergencia no acordó una de las principales demandas: la moratoria forestal de 30 años y sólo declaró "emergencia" en los departamentos de Intibucá, La Paz y Lempira, suspendiendo el corte de madera en esa región mientras una comisión especial Investiga la situación. Tampoco se les concedieron las destituciones de funcionarios que pedían.

Los líderes indígenas se manifestaron, a pesar de esto, satisfechos con los logros: acuerdos firmados sobre la legalización de la tenencia de la tierra de las comunidades, sobre investigaciones de violaciones a los derechos humanos denunciados, sobre participación de representantes indígenas en comisiones con poder de decisión política y varias obras de infraestructura. Para los lencas, la creación del nuevo municipio de San Francisco de Opalaca fue un logro concreto muy significativo.

Solamente un incidente - preocupante - manchó el carácter pacífico de la peregrinación. Durante la misa final en acción de gracia en la Basílica de Nuestra Señora de Suyapa, patrona de Honduras, ceremonia a la que asistieron el Presidente y su esposa, un hombre se lanzó a machetazos sobre la concurrencia e hirió a siete lencas. Aunque el atacante, también indígena y participante en la peregrinación, declaró que el alcohol fue la causa de su violencia, organizadores de la marcha no descartan la posibilidad de una intervención planeada fuera del movimiento para perjudicar su imagen.

Ya no son invisibles

A corto y largo plazo, quedan muchos desafíos. El primero, el cumplimiento de lo acordado, que requiere de una capacidad sostenida de seguimiento por parte de los pueblos autóctonos y de gran honestidad por parte del gobierno Reina.

El balance es frágil. El líder garífuna Horacio Martínez recordó que a su pueblo se le acusa de derroche de los recursos naturales por la pesca en la Costa Atlántica, cuando es el sector empresarial y el del turismo los que explotan el mar sin medida. La protección del medio ambiente - argumentan los indígenas - no debe implicar la destrucción de sus comunidades y de sus formas de vida.

El problema es complejo. En Honduras, el campesinado vive buscando tierras para sembrar, propiciándose una imigración interna que amenaza las tierras comunitarias indígenas. Un desafío organizativo al conjunto de los hondureños pobres -indígenas o no - es hallar una convivencia y estrategia concertada frente al problema mayor: la concentración de la tierra en manos de unos pocos.

El desafío principal será llevar un movimiento así más allá de lo coyuntural y convertir logros específicos en piezas de una alternativa social de largo plazo. El pueblo indígena ofrece a la construcción de esta alternativa varios elementos: el respeto multicultural, la implementación de nuevas estrategias de participación popular y el rescate de una voz con raíces en la propia historia.

La presencia de los indígenas en Tegucigalpa fue un aldabonazo en la conciencia de todos. Rompió la invisibilidad y el silencio de las etnias en su propio país, desafiando la noción de que la población de Honduras es homogénea y exigiendo la superación del racismo y del simplista folklorismo sentimental.

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