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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 149 | Junio 1994

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Nicaragua

El marango: varita mágica en el agua

Puede medir quince metros, da sombra y belleza, sus flores son blanco-amarillas y sus semillas hacen el prodigio de purificar el agua de beber en cualquier casa o en las cañerías de las grandes ciudades.

Raquel Fernández

La industria y la tecnología actuales parecen estar en condiciones de enfrentar todos los problemas y satisfacer todas las necesidades. Pero sus respuestas y soluciones crean a veces problemas aún más graves. Los ojos de los científicos de alto quilataje se vuelven entonces hacia las plantas, a las humildes plantas de crecimiento silencioso y terco, para descubrir en ellas las verdaderas soluciones.

Es esto lo que ha ocurrido con el tratamiento del agua para hacerla potable. en los países desarrollados se usa en este proceso sulfato de aluminio, pero entre el aluminio y la terrible enfermedad conocida como mal de Alzheimer existe una estrecha relación poco estudiada todavía, pero cierta. La naturaleza tiene la respuesta alternativa: un árbol de esbelta figura y airosa fronda llamado marango puede resolver el mismo problema en menos tiempo, con menores costos y sin riesgos para la salud. Sus semillas son una varita mágica para limpiar el agua.

Las mujeres chinas lo sabían

El marango (Moringa olifera) es un árbol originario del corazón de Asia. Crece en las regiones subhimalayas, entre los 600 y 700 metros sobre el nivel del mar. Desde allí, y durante la ocupación de la India y países vecinos por los británicos, el marango se esparció por todo el mundo en las mochilas de los soldados de Su Graciosa Majestad. Su belleza, el encanto de sus flores blanco-amarillas y su rapidez para crecer, convirtieron a este árbol en privilegiado candidato para adornar los jardines ingleses. Ya antes el marango era conocido en China y allí había despertado el interés de las mujeres. Obligadas a dar de beber a sus hijos las terrosas aguas del gran río Yangtzé, habían descubierto que las semillas de aquel hermoso árbol que sombreaba su casa tenían el don de arrastrar la suciedad del agua hasta el fondo de la vasija donde la almacenaban y que aquel el poso de lodo no volvía a la superficie.

El agua quedaba transparente y limpia. También descubrieron las mujeres que para obtener este efecto, era necesario agitar el agua con las semillas de marango. Ellas lo hacían a su manera: agarraban las semillas y las restregaban hasta desgastarlas contra las ásperas paredes de las vasijas de arcilla donde guardaban el agua.

Naturalmente, estos conocimientos los adquirieron las mujeres chinas a lo largo de los años, observando, compartiendo experiencias, comentando unas con otras, mediante ese proceso de prueba y error que ha hecho avanzar la ciencia hasta llegar a los prodigios que hoy tanto nos sorprenden.

Si las hadas existieran

En las mochilas militares de los ingleses, el marango llegó hasta el Sudán, en Africa. Allí lo encontró Samia Al Azharia Jahn, una de las personas que en el mundo más saben del marango, a cuyo estudio ha dedicado más de 20 años de su vida en ocho países de Africa, Centroamérica y el Caribe. Si este fuese un cuento de hadas, Samia Al Azharia Jahn sería el hada madrina de los marangos del mundo, su espíritu protector. Un hada entrada en años, regordeta y canosa, llena de vitalidad y energía, con ojos de profundo mirar en gris y el largo cabello rebelde recogido en un moño inquieto. Pero como esto no es un cuento de hadas, Samia Al Azharia Jahn es una científica de amplio espectro, con estudios y postgrados en Química, Biología, Medicina, Genética, Botánica y Fisiología. Estudió en su Alemania natal - porque a pesar de su nombre de resonancias árabes, es absolutamente germánica -, y en Suecia.

Después de realizar diferentes investigaciones biológicas de alto nivel, respondió a la llamada del Africa que muchos norteuropeos escuchan alguna vez en su vida, y se trasladó a Sudán y a Egipto, donde fue profesora en las Universidades de Jartún y El Cairo. Su espíritu de investigadora la llevó a intentar conocer profundamente los países en los que estaba trabajando, sus leyendas, sus tradiciones, sus costumbres. Aprovechándose de su condición de mujer en países árabes - donde las mujeres deben tener poca o ninguna relación pública con los varones -, penetró los ámbitos prohibidos, reservados sólo a las mujeres, donde se ocultan los verdaderos tesoros de la cultura profunda, del alma colectiva.

Fruto de ese esfuerzo recopilador, publicó un libro de tradiciones y leyendas del Sudán, país que cuenta con una rica tradición de vudú y otros ritos religiosos, conservada solamente por las mujeres y los niños pequeños. Fue precisamente durante esas búsquedas que Samia Al Azharia Jahn se encontró con el marango.

Las aguas del Nilo

Sudán y Egipto son dos países atravesados por el Nilo, ese gran río que cruza el desierto y lo transforma en un fértil oasis. Pero el Nilo es un río con altibajos sorprendentes en su caudal. De diciembre a julio, sus aguas son razonablemente limpias. Pero cuando llegan las crecidas, las aguas del Nilo avanzan turbulentas, arrastrando lodo, plantas y todo lo que encuentran en su camino. El río está sucio, turbio, del color de un chocolate mal hecho. Sólo de ver esas aguas se quita la sed. Pero como no hay otra agua, se impone el beberla, aún a riesgo de afrontar enfermedades.

Pero las mujeres egipcias y sudanesas venían observando que en las orillas del Nilo hay una arcilla que, al mezclarla en pequeñas cantidades con el agua turbia del río, la clarificaban. Unas horas después de mezclar esta arcilla con el agua, ésta quedaba transparente y cristalina, como la de los arroyos de montaña. La arcilla "milagrosa" servía, pero con algunos inconvenientes. Es escasa, se localiza en unos lugares sí y en otros no y no es fácil su comercialización. Además, es un recurso no renovable: cuando se acaba, se acabó.

Aparece la varita mágica

Las mujeres sudanesas - que tenían el mismo problema que sus hermanas egipcias - habían hecho otras observaciones y comprobaron que las semillas del marango - árbol llegado a Sudán en los años de la Segunda Guerra Mundial - tenían las propiedades de la arcilla milagrosa y mayores ventajas: el árbol crece en el patio de la casa, da una sombra luminosa y agradable y se tiene la certeza de que mientras haya árboles de marango, habrá semillas disponibles y por lo tanto, agua limpia.

Además, la arcilla tiene que ser dosificada en dependencia de lo turbia que esté el agua y hay que tener mucho pulso para no poner ni de más ni de menos. Con las semillas es más fácil: aunque se pongan de más, el agua sólo toma la cantidad necesaria para limpiarse y no es posible el error.

Un hada con microscopio

En su búsqueda de tradiciones, cuentos y costumbres de las poblaciones ribereñas del Nilo, Samia Al Azharia Jahn platicaba con las mujeres sencillas, las que guardan de generación en generación los conocimientos ancestrales. Por ser mujer, podía conversar sin prejuicios religiosos con las mujeres musulmanas, que no veían en ella un peligro, sino alguien diferente a quien contar y sorprender con cosas que ya todas sus vecinas conocían. Samia se hacía acompañar de su hijito y esto le facilitaba el ingreso a los hogares. Una mujer, sobre todo si es pobre, siempre se solidariza con otra mujer cuyo hijo tiene sed y le ofrece sin reparo su hospitalidad y un vaso de agua.

Aquel agua tenía con frecuencia un aspecto amenazador para una mujer europea y universitaria, educada en el temor a virus y bacterias. Sin embargo, en algunos hogares le ofrecieron agua perfectamente limpia y la investigadora se interesó por conocer el tratamiento utilizado para obtenerla. De esta forma supo de la existencia de las arcillas y del marango.

Un análisis de laboratorio le demostró que la arcilla que las mujeres egipcias y sudanesas habían utilizado durante siglos para limpiar las aguas del Nilo, era simplemente bentonita, una arcilla de color claro constituida esencialmente de montmorillonita, originada por la alteración de cenizas volcánicas y con numerosos usos industriales en los países desarrollados. La montmorillonita es un filosilicato de alumnio, magnesio y sodio, utilizado en la purificación de carburantes, vinos y otros productos comerciales líquidos.

En cuanto al marango, descubrió que sus semillas necesitaban de un mínimo tratamiento para producir el efecto deseado. Era necesario machacarlas en un mortero, preferiblemente de madera, hasta reducirlas a polvo y así mezclarlas con el agua. Tanto las semillas pulverizadas como las arcillas, necesitaban que se agitará el agua mezclada con ellas durante un rato para que el agua quedara limpia.

De micropartículas a macropartículas

¿Cómo queda purificada el agua? La limpieza es efecto de la diferencia de cargas eléctricas que se establece entre las partículas que se encuentran en suspensión en el agua y la ensucian y las partículas pulverizadas de la arcilla o de la semilla de marango. Las corrientes eléctricas aglutinan las partículas en suspensión en torno a las partículas de las semillas. Después de un rato, lo que empezaron siendo muchas partículas microscópicas que por su poco peso permanecían suspendidas en el agua sin dificultad, se van convirtiendo en gruesas macropartículas, cada vez más grandes, hasta que la fuerza de la gravedad las arrastra hacia el fondo.

El marango no garantiza que el agua quede totalmente libre de gérmenes patógenos. El agua se limpia, pero no se convierte en agua totalmente purificada. Pero al reducir drásticamente la cantidad de partículas en suspensión, también se reduce la cantidad de microorganismos, pues éstos viven en torno a las partículas. Más aún, los microorganismos quedan apresados entre las gruesas macropartículas que caen al fondo del recipiente, de donde ya no pueden liberarse. El marango no convierte el agua cruda en agua purificada y sin gérmenes - esto sólo se logra con tratamiento químico o hirviéndola -, pero deja el agua potable, digna de un con- sumo humano digno.

Aunque hasta ahora el marango sólo se utiliza de forma artesanal en recipientes caseros, puede emplearse en la purificación de aguas para el uso de grandes comunidades humanas, de ciudades. Todo lo que hay que hacer es poner en el agua mayor cantidad de semillas. La proporción adecuada es 2 gramos de semillas pulverizadas por litro de agua, cuando ésta está totalmente lodosa. Después, ya es cuestión de observación del agua y cálculo de dosis. El marango nunca altera el sabor del agua.

Aluminio mortal

En todos los países, el agua que circula por las cañerías recibe un tratamiento para purificarla y hacerla potable antes de que llegue a los consumidores. En la mayoría de las ciudades de los países desarrollados se utiliza para este fin el sulfato de aluminio. Cuando se sabía poco sobre los posibles efectos secundarios del sulfato de aluminio, se consideraba que el agua estaba correctamente potabilizada cuando contenía unos 200 microgramos por litro. Para entonces, ya se había observado que el sulfato de aluminio provocaba algunos desajustes intestinales a personas especialmente sensibles, pero no se le dio mucha importancia, pues eran casos excepcionales.

Sin embargo, cuando el mal de Alzheimer empezó a afectar a porcentajes crecientes de personas de más de 55 años y las investigaciones médicas encontraron un inesperado vínculo entre la enfermedad y el aluminio, las autoridades sanitarias prohibieron que el agua potable contuviese cantidades superiores a los 50 microgramos por litro. Pero con esta dosis el agua pierde potabilidad, pierde limpieza y se puede volver peligrosa para la salud. Las autoridades sanitarias internacionales se encuentran así ante una grave disyuntiva. Por ahora, la mejor y más segura solución serían las semillas de marango machacadas.

El mal de Alzheimer afecta fundamentalmente a los ciudadanos de países desarrollados, porque la esperanza de vida en los países subdesarrollados no supera la edad en que los síntomas se hacen graves, generalmente después de los 65 años. El uso del marango no garantiza la desaparición del mal de Alzheimer, pero elimina una de las posibles causas de su proliferación.

También para las aguas servidas

El marango no sólo purifica el agua para su consumo. También puede limpiar las aguas servidas para que no conviertan ríos, mares o lagos en cloacas. Con el marango, los desagües se transformarían en nuevos afluentes artificiales que aportarían a los ríos más agua, y agua limpia, garantizando así su vitalidad.

El procedimiento es muy sencillo. Se trata de construir lagunas de oxidación y sedimentación, en las que desaguarían las aguas servidas de los centros poblacionales. En esas lagunas, el agua recibiría, entre otros, el tratamiento con marango, para que las partículas en suspensión sedimenten y el agua se limpie debidamente. La basura que arrastra el agua se depositaría en el fondo de las lagunas. Al almacenar una cantidad suficiente de residuos se vaciaría la laguna y se procesaría el sedimento mediante secado y prensado en tortas, que servirían como alimento rico en proteínas para el ganado o como abono orgánico.

Como el agua de las ciudades tiene el inconveniente de que arrastra cantidades importantes de productos no orgánicos, habría que aplicarles en ese caso determinadas especies de algas que son capaces de transformar casi todo lo que existe en productos inocuos.

Los metales pesados -que abundan en los desechos de las grandes metrópolis industriales y contaminan el agua- también pueden ser tratados y absorbidos por las plantas. Se ha demostrado que el exhuberante lirio de agua (Scirpus lacustris) utiliza en su metabolismo por lo menos cuatro metales pesados peligrosos, entre ellos el estroncio y el cobalto. Respecto a los problemas que plantea la vertiginosa multiplicación del lirio de agua - por ejemplo, en nuestro lago de Apanás -, éstos se compensan porque esta planta es una excelente materia prima para la producción de biogás.

Marango en el Xolotlán

No hay duda de que otros productos dañinos que se vierten en los desagües también podrían recibir tratamiento adecuado con otras plantas cuyas propiedades aún no conocemos o aún no se han estudiado. En el caso del lago Xolotlán, un tratamiento correcto de los desagües de Managua significa la diferencia entre la vida y la muerte.

Desde tiempos inmemoriales - quizá milenios - el lago está sufriendo un proceso de desecación, que se ha acelerado en las últimas décadas por una actividad agrícola irracional y por la deforestación. El lago depende de los ríos que desembocan en sus orillas para mantener su nivel y hoy se ha quedado prácticamente sin entradas de agua, porque varios de sus antiguos afluentes se han secado. Sólo el Río Viejo de Matagalpa le aporta un chorrito de agua, que arrastra cantidades preocupantes de agroquímicos. Actualmente, los únicos afluentes constantes y abundantes que alimentan al Xolotlán son los canales de desagüe de Managua. Y el agua que le llevan está sucia y contaminada. Así, el agua del lago de Managua está cada día más sucia, poniendo en peligro hasta la habitabilidad de la capital.

¿Qué pasaría si el agua que llega al lago estuviese limpia, sin basura ni contaminantes tóxicos? Esto es posible. No sólo en el Xolotlán, sino en todos los ríos y lagos de nuestro país y del mundo, aplicando a las aguas recursos renovables, inagotables: el marango, las algas, el lirio de agua y otros. Todas estás plantas están al alcance de los países del Sur. Porque se producen en los países del Sur y en los países del Sur se están realizando investigaciones sobre ellas. En el caso de Nicaragua, se llevan adelante en el Proyecto Biomasa de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), que fue la institución que invitó en mayo/94 a la profesora Samia Al Azharia Jahn a compartir durante varias semanas sus vastos conocimientos sobre el marango.

Limpiador del aceite

El polvo de semilla de marango no sólo sirve para limpiar el agua sucia, sea cual sea su origen y destino. También sirve para refinar el aceite y producir con el poso resultante una pasta que sirve para alimentación del ganado. Uno de los más graves problemas que plantea la producción de aceite para el consumo humano es precisamente su refinado. Por su viscosidad, el aceite tiene la capacidad de mantener en suspensión grandes cantidades de partículas que a muy corto plazo lo ponen rancio, incomestible.

Todos los procedimientos que se utilizan para refinar aceite son caros, complicados y de difícil manejo. Son tecnologías importadas que los países pobres pagan en divisas. Solo hay un método fácil, barato y de producción nacional: espolvorear un poquito de semilla de marango en el aceite sin refinar y esperar un par de horas. Al cabo de ese tiempo, en la parte inferior del recipiente se habrá formado un grueso poso de alto contenido proteínico para alimentación animal, mientras que el aceite quedará transparente y limpio, sin olores ni sabores extraños.

El poder refinador del marango es tan fuerte que al echar polvo de sus semillas en aceite oficialmente refinado - el que se vende en cualquier supermercado - aún puede extraerse un considerable poso de sustancias que no hubieran debido estar allí, pero que están por las limitaciones de los actuales procesos depuradores.

Ocho metros en un año

Las semillas del marango - del tamaño de un frijol y colocadas dentro de una vaina - hacen el milagro de limpiar líquidos. Producen también, al ser prensadas, un aceite que sirve para el consumo humano. La torta resultante de los residuos es también un excelente alimento para el ganado. Las hojas del árbol tienen muy buen sabor para comerlas en ensalada y sus raíces, bien preparadas, se transforman en un alimento sabroso y riquísimo en proteínas.

El marango gusta de los suelos franco-arenosos, desarrollándose bien en países tropicales y subtropicales. Es una planta que crece a un ritmo rapidísimo. En menos de un año, la semilla se transforma en un frondoso árbol de ocho metros de alto, que ya da flores y nuevas semillas. En Nicaragua no es un árbol muy conocido. Sus lindas flores blanco-amarillas sólo se utilizan para curar la tos, en cocimiento endulzado con miel de jicote. La velocidad en el crecimiento de la planta hace pensar a los científicos que actualmente estudian el marango que este árbol debe tener algunas hormonas de crecimiento muy activas que podrían aplicarse a otros cultivos.

El aguacate, por ejemplo, es un árbol de crecimiento relativamente lento en el trópico. Si se lograsen aislar las hormonas de crecimiento del marango para acelerar con ellas géneticamente el desarrollo del aguacate, esto tendría importantes consecuencias económicas para la agricultura. Lo mismo podría lograrse con especies maderables preciosas, como la caoba, de gran belleza y demanda internacional, pero cuyo pleno desarrollo tarda varias décadas. El marango forma parte de la familia de las moringáceas, integrada por catorce especies de plantas. Todas tienen la característica de este veloz crecimiento.

Sólo siete de las especies han sido estudiadas. Tal vez todas encierran valiosos tesoros. Quien más tiempo de su vida ha dedicado a descubrirlos y a penetrar en los secretos de esta familia vegetal ha sido Samia Al Azharia Jahn, que por estas fechas debe estar en cualquier remoto lugar de la tierra, en donde se abren las varitas mágicas y estallan las flores amarillas de un marango.

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