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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 134 | Enero 1993

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Internacional

Estados Unidos, Japón y Europa en competencia

¿Las contradicciones entre Estados Unidos, la Comunidad Europea y el Japón pueden dar a luz una versión más humana del capitalismo?

Alejandro Bendaña

Una vez desaparecida la Unión Soviética, es hora de que las izquierdas inicien la "des-geopolitización" en su búsqueda de alternativas. Les toca especialmente resistir la tentación - derivada de las actuales confusiones políticas - de buscar nuevos espacios en los gobiernos del Norte para apoyar el proceso democrático en el Sur. La desesperación en esa búsqueda puede llevarnos a presumir que existen diferencias de fondo entre las nuevas potencias de la época de la post-guerra fría y del Siglo XXI - Estados Unidos, Alemania, Japón - y que a partir de esas diferencias se construyen alternativas. Ojalá fuera así. Pero la esperanza no sustituye la necesidad de analizar de manera objetiva la naturaleza y el grado de las contradicciones Norte-Norte en sus estructuras de poder.

En términos más concretos, ¿existe en el Japón y en la Comunidad Europea liderada por Alemania la posibilidad o la necesidad real de constituirse en los nuevos contrapesos de los Estados Unidos? ¿Pueden las contradicciones entre las tres potencias dar a luz una versión más humana del capitalismo? ¿Pueden generar un mayor espacio político para las fuerzas democráticas en el Sur, que nos aparte del capitalismo neoliberal?

Una sola potencia militar

Los dos grandes conflictos de la post-guerra fría el del Golfo y el de la ex-Yugoslavia confirman la existencia de un mundo unipolar en materia militar y estratégica. Estados Unidos es la única potencia militar. Los gobiernos de Alemania y de Japón no tienen capacidad política interna, ni cuentan con la anuencia de sus respectivas regiones, para llevar a cabo acciones "policiales" mínimas en sus propias "zonas de influencia". A pesar del progreso considerable hecho por Europa Occidental para dotarse de instrumentos supranacionales de decisión, todavía carece esta potencia de la coherencia y la voluntad política necesarias para deponer los intereses de Estado-nación a la hora de definir la ejecución de operaciones para el "mantenimiento de la paz", aun cuando el conflicto se desarrolla en sus propias narices, como es el caso de la guerra en la ex-Yugoslavia.

En el área del Pacífico asiático, donde las distancias y la diversidad cultural son mucho mayores, los intrumentos supra-regionales político-estratégicos que pudiera capitalizar el poderío económico de Japón son prácticamente inexistentes.

Se excluyen, naturalmente, aquellos instrumentos en los que, como es el caso de la OTAN y la CSCE en Europa, los Estados Unidos son el miembro dominante.

La prueba más contundente de la unipolaridad estadounidense continúa siendo este hecho: Washington es quien más insiste en incrementar la capacidad militar de Alemania y Japón (al igual que la del Consejo de Seguridad de la ONU), para que compartan los costos del resguardo del "nuevo orden". Evidentemente, esto sucede porque Washington no se siente amenazado y confía incluso en su capacidad de neutralizar cualquier intento europeo de conformar un cuerpo militar independiente. Y si Japón pretende hoy complementar su presencia económica en la región asiática con un papel político -tal como se evidencia en su destacada participación en la reconstrucción de Cambodia- ha sido sumamente escrupuloso en ejercer esa nueva proyección bajo el manto del Consejo de Seguridad de la ONU, que es igual a decir con el visto bueno de Estados Unidos.

No se puede dudar de que Alemania y Japón dependen militarmente de los Estados Unidos para el resguardo de la "estabilidad" en regiones donde el conflicto puede perturbar a las economías y sociedades de sus países, sea en el Medio Oriente - donde Occidente podría ser despojado del control de las fuentes de petróleo - o sea en los Balcanes - donde la guerra produce flujos indeseados de refugiados y emigrantes hacia países más ricos y en paz -.

En Japón, la dependencia de Estados Unidos está en función del poderío militar chino. Entre los vecinos de Japón, está en función de las ramificaciones estratégicas del resucitado interés japonés en la sub-región.

La defensa abierta de un papel político y económico independientes para estas dos potencias en sus respectivas regiones, y para estas dos regiones en el mundo, continúa brillando por su ausencia o está muy opacada por la timidez de la actual generación gobernante, tanto en Europa como en el Pacífico asiático.

Propuestas de gran visión histórica como las que formuló para Europa el General de Gaulle, o una propuesta más modesta de integración asiática sin los Estados Unidos, como la planteada por el Primer Ministro de Malasia, son excepciones que confirman la tendencia. Ambas propuestas se enfrentaron de inmediato a una oposición implacable de los Estados Unidos. En aquel momento, Francia tuvo la voluntad política pero no la capacidad económica de establecer su propia política estratégica y una estructura militar independiente. En cualquier caso, la iniciativa franco-alemana de conformar un ejército europeo se estrelló contra la resuelta oposición de Washington.

¿Competencia o complementariedad de las tres potencias económicas?

A partir de la globalización de los mercados, se ha agudizado la competencia inter-capitalista en materia comercial y tecnológica. Y a diferencia de lo que ocurre en el campo militar, en lo económico la correlación de fuerzas es menos favorable a los Estados Unidos. Incluso se extiende la convicción de que el poderío global tiene ahora un fundamento económico y por esto, Estados Unidos sería una potencia en franca decadencia.

Pero el futuro de las potencias - o la definición del poder - no puede reducirse simplemente a la dimensión tecnológica. Y aun cuando esto fuera así, pronosticar el colapso de la capacidad competitiva de la economía estadounidense (producción, tecnología, servicios, etc.) equivale a pecar de excesivo optimismo o de pesimismo excesivo - dependiendo esto de la perspectiva política del observador -. Y esto, porque la realidad es que Estados Unidos continúa a la cabeza de la investigación básica y es nación pionera en la introducción de productos de alta tecnología.

Resulta distorsionante y erróneo argumentar una pérdida de hegemonía económica de Estados Unidos tomando como parámetros de comparación los años de la post-guerra mundial, cuando Estados Unidos no contaba con ningún rival económico. A lo largo de las últimas dos décadas, la participación de la economía estadounidense en el Producto Mundial Bruto se ha mantenido en un 22%. Si se tiene en cuenta el rubro de servicios y tecnología, los Estados Unidos mantienen posiciones de ventaja en áreas fundamentales, como son la producción del "software", la industria aero-espacial, la química industrial y agrícola y la producción de maquinaria, turbinas, productos de oficina y computación.

Estados Unidos continúa aventajando a Japón en términos del porcentaje de exportaciones mundiales de productos de alta tecnología, dominando un 40% del mercado electrónico mundial en 1988, en comparación con un 27% para Japón. Una serie de indicadores en materia económica llevan a la conclusión de que el declive relativo de la economía estadounidense en relación a Europa y Japón ha sido poco, si éste se mide a partir de 1971, cuando Washington abandona el patrón oro y comienza a practicar políticas comerciales y monetarias menos benignas con respecto a los otros países capitalistas.

Ante el argumento de que las grandes transnacionales ya no tienen patria por la diversificación mundial de sus operaciones, hay que recordar que es estadounidense la nacionalidad de los empresarios que dirigen y controlan estas entidades, que están sujetas a legislación estadounidense y que en un momento de crisis o de conflicto, evidenciarían su lealtad a Washington. Un 40% de las multinacionales más grandes del mundo tiene su sede en Estados Unidos, en comparación con un 16% que la tiene en Japón.

Además, cuando un sinnúmero de corporaciones extranjeras montan operaciones en territorio de Estados Unidos por la importancia estratégica del mercado norteamericano, pasan también a estar sujetas a la legislación de ese país. Aunque los niveles de influencia que el Estado pudo ejercer sobre las empresas en el pasado no tienen comparación con los que hoy puede ejercer, y por más que haya crecido la concentración del capital financiero, esto no quiere decir que se pueda prescindir totalmente del Estado ni que éste renuncie a sus políticas de fomento y protección de lo nacional.

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LA VIGENCIA DEL DOLAR


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El dólar perdió su hegemonía absoluta pero la mantiene en términos relativos, aún cuando, en septiembre de 1992, descendió su valor al punto más bajo desde 1949 con respecto al marco alemán.Las debilidades estructurales del yen, así como las incertidumbres y el rechazo popular que acompañan el proyecto y el rechazo popular que acompañan el proyecto de Maastricht, significan que el dólar no tiene un rival de las mismas proporciones en términos de inversiones y comercio mundiales. Un 70% de todas las transacciones comerciales y financieras en el mundo continúa haciéndose en moneda.Con todo y sus vicisitudes y la pérdida del poder de compra, el dólar continúa siendo la denominación principal en las reservas, así como en la valoración de las inversiones. Si bien es cierto que cuando cae el valor del dólar también sufre el valor de las inversiones, otra fuente de valor lo constituye el hecho mismo de su aceptación internacional como patrón de intercambio y principal moneda de referencia.Al fin y al cabo, el que tiene inversiones en dólares, defiende esta moneda, comenzando por los mismos bancos centrales del mundo. El hecho que existan tantos dólares en el mundo y en manos de inversionistas de todas las nacionalidades, constituye una garantía relativa contra una pérdida de valor drástica en los mercados internacionales.De concretarse la unidad monetaria europea, el ECU será el próximo rival. La nueva moneda europea, fundamentada en el marco alemán, constituirá así la unidad de intercambio para un mercado que abarcará la mayor parte de Europa - una tercera parte de toda la población del mundo industrializado -. El acceso dolarizado a ese mercado ya no será tan fácil para los exportadores norteamericanos.A diferencia del mercado financiero japonés, el europeo demostrará mayor agilidad para captar el capital externo y extender su red financiera a nivel mundial. La misma falta de reciprocidad y de intervinculación financiera simétrica entre los mercados de capitales occidentales y el japonés, termina siendo el peor enemigo de la globalización del poder financiero nipón. Constituye también la evidencia segura de que la banca japonesa no está en posición de competir en el alto mundo de las finanzas internacionales.En el transcurso de la década actual el sistema financiero internacional enfrentará una sacudida de proporciones, en la medida en que el dólar no encuentre sustituto y que las finanzas internacionales continúen condicionadas por el crecimiento del déficit presupuestario estadounidense.

El mito de los bloques

Si supuestamente los bloques regionales son la base del poder en el Siglo XXI, la realidad es que Estados Unidos también parece ganar en esta contienda. Al fin y al cabo, no existen ni en Europa Occidental ni en el Lejano Oriente bloques tan caracterizados por la coherencia en políticas militares, económicas y culturales, como el que se dibuja ya en el continente americano.

Europa constituye un mega-mercado con capacidad de discriminar productos ajenos -sean bananos latinoamericanos o vehículos japoneses-. Sus preferencias políticas y comerciales se reservan para los países de Europa Central y del Este o, en momentos de generosidad interesada, para los países del Magreb, particularmente Marruecos, procurando controlar algo de esta forma los flujos desestabilizadores de immigrantes de estos países.

Aquella visión que prevalecía en el Tercer Mundo durante la guerra fría de que la Europa socialdemócrata representaba un punto de apoyo para la edificación de una "tercera vía", se ha desvanecido. Hoy la socialdemocracia europea, en los países donde gobierna, no ha hecho más que adoptar e implementar la ortodoxia neoliberal.

Otros han soñado con encontrar en la "Cuenca del Pacífico" con su centro en Japón y en "los dragones asiáticos", nuevos modelos de desarrollo. Este mito no es más que la racionalización utilizada por los modernos capitalistas de América Latina y de otras partes del Sur para continuar justificando un modelo de desarrollo "hacia afuera", basado en las exportaciones. Hábilmente esconden otros aspectos del modelo: el fuerte papel del Estado en esas economías, la reforma agraria llevada a cabo y el abierto autoritarismo que caracterizó el desarrollo de los llamados NICs asiáticos.

También se pretende ocultar que el Japón, a pesar de su proeza tecnológica, carece de modernidad en su mercado financiero, expuesto a enormes olas especulativas - causantes de una recesión que entra ya en su segundo año -. Además, el modelo político japonés es unipartidista y está enormemente sujeto a la influencia del crimen organizado y dominado por camarillas políticas donde la corrupción impera y es materia de información diaria. Si a todo esto se agrega el desprestigio que Japón tiene entre los países de la región por su nefasto papel histórico de agresor, los japoneses no pueden ser principal potencia o cabeza de bloque hegemónico en el siglo XXI.

No hay que negar la tendencia propia del capital a buscar mayores niveles de concentración y centralización. Tampoco hay duda de que los grandes capitales y multinacionales requieren hoy de mercados cada vez más grandes, en términos cualitativos de consumo y cuantitativos en número de habitantes. Esa fue la lógica que impulsó la conformación de la Comunidad Económica Europea. Pero generalizar a partir del ejemplo de la CE, tal como hoy está en boga, es erróneo.

¿Integración de Europa?

En la integración europea pesan también una cultura, historia y conciencia relativamente común, así como una compactación geográfica idónea que facilita la integración.

Pero, bloques comerciales o mercados comunes no equivalen a bloques políticos con las correspondientes centralizaciones de la política exterior y de los aparatos militares. La integración no marcha a la misma velocidad que la económica y posiblemente marche en dirección contraria. Prueba de ello es el actual estado de la "integración" europea y el fracaso del proyecto político contemplado en el Tratado de Maastricht. A lo largo y ancho de Europa Occidental, los pueblos han venido recordando a sus gobernantes que la supuesta complementariedad industrial y tecnológica en Europa no se traduce en un deseo de limitar la soberanía y la autodeterminación de cada nación de la comunidad.

Los Maastrichts y los TLCs podrán ser firmados e incluso ratificados, pero sus puestas en marcha son obstaculizadas por la pérdida de confianza de los pueblos en sus gobernantes y por el agravamiento de tensiones políticas producto de economías en recesión. Por otra parte, en cualquier bloque y al igual que en Europa, el estancamiento en los procesos de integración no impone un alto a los procesos de vinculación comercial ni a la penetración de capitales extranjeros.

Clinton y la nueva hegemonía

En la medida en que algunas industrias estadounidenses han perdido competitividad, el discurso estadounidense de apego a la multilateralidad viene modificándose preferenciando el bilateralismo. Llámese "política industrial" o "política tecnológica", la realidad es que la administración Clinton se aparta de los preceptos clásicos del libre mercado para promover un mayor papel del Estado en la protección y el desarrollo de industrial estadounidenses consideradas claves, ya sea por su impacto en la generación de empleo o por su importancia estratégica en materia de alta tecnología. Los primeros nombramientos de la administración Clinton reflejan la entrada de una nueva escuela que, sin autoproclamarse proteccionista, está decidida a jugar un papel más agresivo para asegurar la estabilidad económica interna mediante la promoción de exportaciones.

Por constituir los mercados principales de Estados Unidos, Japón y la Comunidad Europea serán blancos principales de represalias y presiones. Y en caso de desatarse una plena guerra comercial, el acceso a los mercados de los países del Sur será también objeto más que de competencia, de reclusión a la esfera propia de cada cual, comenzando con "América para los americanos", sin que por ello Estados Unidos se resigne a perder su acceso a los mercados de Oriente. El TLC con México es un ejemplo, y bien lo saben los japoneses y europeos, que han protestado por algunas de las disposiciones "discriminatorias" que incluye el Tratado.

A pesar de todo, persiste un aglutinante superior del capitalismo en su conjunto, que ya no es el anti-comunismo, sino la necesidad de imponer orden al sistema en esta nueva fase de desarrollo tecnológico, y también de nuevos brotes de rebelión en el Sur - por la antigua causa no resuelta de la pobreza - y en Europa del Este - por la pérdida de la fuerza equilibrante que significaba la Unión Soviética -.

De manera paradójica pero explicable, la hegemonía estadounidense - requerida por el sistema capitalista para su funcionamiento ordenado - es también fuente de desórdenes. Clinton debe enfrentar la decisión de reducir la brecha fiscal de su país que desestabiliza al capitalismo mundial en su conjunto, o bien debe dejarla intacta, para no desestabilizar su propia administración, que se vería acosada por las rebeliones que provocarían medidas restrictivas drásticas.

Más grave aún para la estabilidad mundial es el militarismo que continúa acompañando el hegemonismo estadounidense. La insistencia en jugar el papel de gendarme internacional es la fuente principal de las brechas fiscales e incapacita al aparato gobernante para llevar a cabo reducciones sustantivas en los presupuestos militares. El hecho de que en el transcurso de los últimos tres años los Estados Unidos desplazaron sus tropas al exterior en más de 30 ocasiones, subraya la determinación del Pentágono de asumir nuevas funciones en el mundo de la postguerra fría y de propiciar nuevos mecanismos interventores (Naciones Unidas) y nuevas doctrinas (intervención militar "humanitaria") para resguardar tanto su presupuesto como su razón de ser.

El sistema capitalista en su conjunto - incluyendo la constelación tripolar - las tres potencias, requiere de una fuerza represiva internacional capaz de actuar cuando estén afectados sus intereses vitales, como ocurrió en el caso del Golfo. En otras circunstancias - la guerra en la ex-Yugoslavia, los conflictos étnico-nacionales que se multiplican en Asia Occidental o, en términos de querellas obsesivas, los que Estados Unidos mantiene con Cuba, Libia o Corea del Norte -, el impulso aventurero estadounidense viene a provocar nuevas inestabilidades mundiales, aun desde el punto de vista de sus "aliados" occidentales.

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HEGEMONIA CULTURAL DE ESTADOS UNIDOS


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La hegemonía tiene un componente ideológico o cultural, cuyo peso viene aumentando a partir de la revolución en el mundo de las comunicaciones y de la concentración de los grandes medios de comunicación en pocas manos. Las pautas de consumo se universalizan a través de imágenes que provienen principalmente de los Estados Unidos. Esto también es factor de poder.Hoy el inglés, y más concretamente el inglés americano, constituye la "lingua franca" de la economía mundial y de todas las altas esferas empresariales. También de la literatura científica y de investigación. La exportación mundial de televisores hechos en Estados Unidos es menor que la de los hechos en Malasia, pero según estudios de la UNESCO, Estados Unidos exporta siete veces más programas de televisión que Inglaterra, país que le sigue en la lista de productores. Se calcula que un 50% de todas las películas proyectadas en determinado momento en cualquier lugar del mundo son estadounideses. En los años 80, las empresas estadounidenses llegaron a dominar hasta un 80% de todas las transmisiones globales y procesamiento de datos.Resulta inimaginable una expansión global de la cultura y lengua japonesa, mientras que el modelo de diversidad cultural en la unidad propagado por Europa, aunque es quizás el más progresista de todos, es ciertamente endeble en esta época de resurgencias nacionalistas en todo el mapa europeo.

El reto de la sociedad civil global

El hecho de que los mismos poderes capitalistas no tengan la capacidad de disputar la hegemonía estadounidense y de corregir el rumbo auto-destructivo del actual sistema global capitalista, no debe dar lugar al fatalismo. Esto equivaldría a caer en la trampa de la escuela "realpolitic", que insiste en considerar a los Estados y a los gobiernos como las fuerzas motrices indispensables del cambio internacional. Al fin y al cabo, estos últimos años demostraron que los "realistas" no fueron lo suficientemente empíricos como para prever el colapso de Europa del Este y la reestructuración mundial.

Existe otra fuerza contrahegemónica que es la sociedad civil impulsada por una conciencia democratizadora. Este contrapeso geo-social se desarrolla a partir de pueblos y sectores desfavorecidos, tanto en el Norte como en el Sur. En el Este fue capaz de tumbar regímenes y desafiar exitosamente a ejércitos poderosos.

Crece la conciencia, también a nivel global, de que los problemas que enfrenta la humanidad son comunes y derivados de las contradicciones propias de sociedades altamente industrializadas con tendencias a la burocratización y a la militarización y, en el caso de las sociedades capitalistas, también al expansionismo por las necesidades que les impone la sobreproducción y la mala distribución nacional de la riqueza. Los problemas no son nuevos, pero si lo es la coyuntura que nos envuelve y las posibilidades que se abren para abordarlos. Todo desde una perspectiva global, es decir humanitaria, capaz de conmoverse ante el sufrimiento humano sin distingo de raza, género o ubicación geográfica.

Este llamamiento emotivo como factor aglutinante no está fuera de lugar, pues es ilusorio pensar que la realidad, y nuestra capacidad de cambiarla, son resultado exclusivo de la recolección de datos y de su procesamiento mecánico. Los últimos acontecimientos internacionales, incluyendo el desarrollo de la situación económica y política en Europa Central y en la ex-Yugoslavia, nos demostraron lo fallido de los esquemas científicos de los estadistas, tanto de una parte como de otra. Tampoco las ideologías o "ciencias" sociales están siendo capaces de explicar factores impulsivos y adormecedores que afectan la conducta política tanto de los individuos como de las colectividades.

Es la aspiración democrática y pacifista de los pueblos la que se erige hoy como el principal factor desestabilizador de la estructura de poder internacional. No van a ser los Estados rivales los que aseguren la corrección de las distorsiones que ellos mismos defienden. Lo harán los sectores democráticos que habitan en el propio seno de estos Estados.

En los Estados Unidos, estos sectores son los que abogan por la disminución radical del presupuesto y poderío militar, los que se manifiestan en contra del Tratado de Libre Comercio, que permite a las grandes corporaciones esquivar internacionalmente políticas laborales y ambientales que fueron impuestas en Estados Unidos después de grandes esfuerzos y luchas. En Europa, son los sectores que insisten en diferenciar la Europa de las multinacionales y de los Estados de la Europa de los Pueblos.

La globalización capitalista viene a incrementar el déficit democrático, llevándonos a la impresión de que el futuro de las sociedades en su conjunto se decide en Washington o en Bruselas o en Bonn. En Europa, los defensores de la CE reaccionan pregonando el principio de la subsidiaridad, que guiará a la CE a legislar únicamente sobre materias que no sean atendidas a nivel nacional o local.

Sin embargo, este principio resulta un espejismo, pues el precio del crédito en los bancos locales está dependiendo ya de los caprichos de la gran banca alemana, y el precio de un vehículo es ya el producto de las decisiones que toman los burócratas en Bruselas. Todo esto coexiste con multiplicadas manifestaciones en todas partes de Europa a favor de localismos y regionalismos.

En Japón, una nueva generación representa los vientos de descontento frente a un sistema en que el consumidor y el ciudadano están en general a merced de los grandes conglomerados económicos y de sus aliados burocráticos. Por primera vez piden los japoneses jornadas reducidas de trabajo y mayor tiempo libre. Crece la inconformidad con el sistema político unipartidista, dominado por personalidades y funcionarios de edad vinculados al crimen organizado y obsesionados con no ofender a Washington más de lo estrictamente necesario. En momentos en que Estados Unidos insiste a Japón y a Alemania para que jueguen un papel militar más decidido en sus respectivas regiones, son las nuevas generaciones las que exigen el apego a la constitución pacifista.

La ampliación de espacios democráticos en los principales países del Norte impide una mayor "armonización" de las políticas rectoras, lo que debilita la capacidad de Estados Unidos de ejercer su "liderazgo" y la capacidad de los gobiernos de Europa y de Japón de adherirse a su conducción. La difusión del poder en la sociedad civil encierra en sí misma un contenido contra-hegemónico que es necesario también para poder abordar la problemática ambiental. No existe un ejemplo mejor de confluencia en la sociedad civil global que las movilizaciones ecológicas llevadas a cabo en favor del crecimiento sostenible.

Menor éxito ha tenido la búsqueda de consensos horizontales alrededor de la problemática Norte-Sur, aunque lentamente crece la conciencia de que la problemática del medio ambiente y de la democracia en el Norte está íntimamente vinculada a la pobreza en el Sur. Así la misma polarización inducida por el capitalismo está sentando las bases para una nueva complementación democrática.

Nacionalismo y democracia

Buscar el agrupamiento global contra-hegemónico no es tarea fácil. Tampoco está asegurado el hallazgo con los múltiples y crecientes síntomas de rebeldía e insatisfacción que genera el viejo y nuevo modelo capitalista. De todas las tendencias hacia la globalización y hacia la integración, la de la sociedad civil a nivel mundial es seguramente la más débil. Porque entre las actuales fuerzas contra-hegémonicas figuran también nacionalismos, fanatismos y fundamentalismos, cuyas características atentan contra el multi-culturalismo y la autodeterminación colectiva, bases fundamentales de la democracia.

La relación entre el nacionalismo y la democracia es compleja pero central para la conformación de un frente contra-hegemónico en esta época de la post-guerra fría. A corto y a largo plazo, las principales esperanzas están cifradas en la capacidad del movimiento democrático de adquirir una conciencia y expresión global que le permita enfrentar los grandes problemas del desarrollo desigual, de la injusticia y de la preservación de la especie humana.

No podemos perder la esperanza: los movimientos ciudadanos aparentemente insignificantes, dispersos, desconectados e ignorados por los medios de comunicación, pueden transformarse en movimientos contundentes.

No es tampoco el momento de afirmar el fracaso del marxismo y del ideal socialista, con ocasión del colapso del bloque de Este o para facilitar la búsqueda de una nueva estrategia. El marxismo seguirá influenciando e inspirando el pensamiento democrático, como lo ha hecho a lo largo del último siglo en todos los continentes. Difícilmente encontrará sustituto como el mejor marco de análisis para contar con una explicación coherente de las realidades de la historia.

Las rebeliones contra el sistema

La globalización impone al movimiento popular retos que apenas comienzan a visualizarse. El capitalismo asestó un golpe fulminante al bloque del Este y apunta sus baterías contra las fuerzas del Sur que, de una manera u otra, se niegan también a aceptar la inexorabilidad de las fuerzas del mercado.

Que las demandas y formas de organización de los movimientos sociales no asuman el paradigma socialista no es ahora lo fundamental. Lo importante es el creciente consenso alrededor de la necesidad de forjar lazos que permitan afinar mejor la práctica de las diversas luchas de género, ambientales, indígenas y populares que se libran en todos los continentes.

En este contexto, 1992 fue un año que evidenció la creación o reforzamiento de importantes movimientos contra-hegemónicos. En ellos se combina un profundo pensamiento y práctica democráticos y el enraizamiento local con una nueva conciencia reagrupadora. Más que de organizaciones, se debe hablar de procesos en gestación, no por nuevos tan débiles como para que la misma tecnología de las comunicaciones no permita un flujo de información y de contactos que impide atomizarlos y aislar estos focos de rebelión.

En Asia, Tailandia acogió al Movimiento PP-21, Plan de los Pueblos para el Desarrollo. Centenares de organismos convergieron allí en representación de temáticas y sectores diversos para avanzar en la definición de un movimiento que juegue un papel de contrapeso a las políticas globales y a las manifestaciones locales del neoliberalismo. Representantes de la sociedad civil japonesa juegan un papel importante en el reagrupamiento a nivel regional, conscientes de la necesidad de trascender las barreras geográficas, históricas y culturales.

En Norteamérica, se mantuvo activa la red de organismos mexicanos, estadounidenses y canadienses que se oponen al Tratado de Libre Comercio impulsado por sus respectivos gobiernos. La experiencia de la lucha canadiense fue llevada a México y los mexicanos pudieron echar mano de sus vínculos con homólogos estadounidenses para presionar a un gobierno que no les escuchaba en el Distrito Federal. A la vez, organizaciones estadounidenses, como las ecologistas, llevaron su campaña al mismo territorio mexicano. Como resultado, tanto el gobierno de Salinas como Clinton en su campaña han tenido que ofrecer concesiones, no sólo económicas sino también, en el caso de México, políticas y de derechos humanos.

A nivel continental, se congregaron en Managua los representantes de la coalición indígena, negra y popular, no sólo para "conmemorar" los 500 años de resistencia, sino para transformar esa campaña en un Movimiento que pueda continuar sirviendo de vehículo de expresión y congregación de los más diversos grupos de indígenas, ONGs y organismos populares de las dos Américas. Representantes de PP-21 estuvieron en Managua y dirigentes de la Campaña Continental estuvieron en Tailandia, lo que representa una esperanza de unión, no exenta de dificultades en cuanto a recursos, lógicas diferenciaciones, diversidades y mucha necesidad de discusión. Son pasos concretos de un proceso global, proceso para el que el mismo neoliberalismo es el gran congregador y común denominador.

Persisten las causas que originaron las grandes rebeliones de la humanidad y persiste el pensamiento socialista. Y mientras la nueva estrategia del viejo capitalismo hegemónico no logre hacer desaparecer del mundo el hambre, la miseria y el atraso que envuelven a 4 mil millones de personas en el Sur y a centenares de millones que en el Norte sufren también la explotación social, racial y de género y que también están amenazados de muerte por la degradación ambiental del planeta, habrá lugar para las ideas revolucionarias, incluyendo las socialistas.

En ello precisamente estriba el reto y la necesidad de una globalización desde abajo que, surgiendo de la diversidad de circunstancias históricas y culturales y de tantas regiones como hay en el mundo, comparta una determinación común de edificar, a partir de pensamiento y acción local y global, un nuevo orden democrático, nacional e internacional, capaz de resguardar todos los derechos de todos los hombres y mujeres. Estas ideas básicas de una democracia socialista, tengan el nombre que tengan o sea cual sea su forma, triunfarán algún día.

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