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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 126 | Mayo 1992

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Guatemala

Diversificación de las exportaciones: ampliación de la miseria

La elaboración de estrategias para un desarrollo sostenible es necesaria para el futuro del Norte, del Sur y para nuestras economías, nuestros recursos naturales y nuestros pueblos. Sin embargo, se ha hecho muy poco para cambiar los modelos insostenibles e inequitativos del pasado y las políticas actuales fomentan su continuación.

Equipo Envío

Las vísperas de la Conferencía de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (UNCED) en Brasil, parece un momento oportuno para ver de cerca el tipo de desarrollo que los Estados Unidos y las agencias multilaterales están promoviendo actualmente en el Tercer Mundo. Hoy se oyen las palabras "medio ambiente," "sostenibilidad" y especialmente "desarrollo sostenible" como parte del vocabulario habitual, hasta de las instituciones más conservadoras. (Por ejemplo, una asociación con mucha influencia que asistirá a la UNCED es el Consejo Empresarial para el Desarrollo Sostenible; se trata de una asociación de transnacionales dirigida por las compañías petroquímicas.) Estos grupos, ¿están promoviendo un nuevo tipo de desarrollo, o simplemente se trata del mismo modelo con la fachada de un vocabulario más moderno y aceptable?

La elaboración de estrategias para un desarrollo sostenible es necesaria para el futuro del Norte, del Sur y para nuestras economías, nuestros recursos naturales y nuestros pueblos. Sin embargo, se ha hecho muy poco para cambiar los modelos insostenibles e inequitativos del pasado; es más, las políticas actuales fomentan su continuación.

Una de estas políticas, promovida por el gobierno estadounidense y la banca multilateral, es la diversificación de las exportaciones agrícolas. Esta estrategia, especialmente estimulada en América Central, fomenta nuevos tipos de cultivos--sobre todo frutas y hortalizas--llamados exportaciones "no tradicionales," para distinguirlos del café, el algodón, el azúcar y otros cultivos "tradicionales."

Las causas de un fracaso

Es evidente la necesidad de diversificar las exportaciones de los países que dependen fuertemente de cultivos tradicionales que son cada vez menos viables por la caída de los precios internacionales. Pero es importante examinar el impacto ambiental, social y económico de la promoción de estos nuevos cultivos, como lo están haciendo diferentes grupos de investigadores independientes en Guatemala. Sus investigaciones han mostrado que esta estrategia de diversificación, en vez de ofrecer a los campesinos una salida de su pobreza histórica, ha tenido numerosos efectos negativos sobre la población y el medio ambiente.

¿Por qué ha fracasado esta política? La culpa no es de los cultivos, sino del contexto histórico de la degradación de los recursos naturales y de las evidentes desigualdades sociales y económicas, que han dado forma al desarrollo de Guatemala y que este "nuevo" esquema de desarrollo no enfrenta. Guatemala padece todos los problemas de que enfrenta toda Centroamérica y la de mayoría de las naciones subdesarrolladas: deforestación, degradación de los suelos, degradación de las cuencas hidrográficas, sobreuso de agroquímicos, contaminación de las fuentes de agua, pérdida de la vida silvestre y migración masiva a las áreas urbanas (ver cuadro). También sintetiza el problema social trascendental de la región: la riqueza y el poder político altamente concentrados, en contraste con la pobreza extrema de las mayorías.

La Tierra: eje de la vida

El desarrollo en Guatemala siempre ha estado orientado hacia afuera, en función de la exportación, con poca atención al mercado interno. Los líderes políticos de Guatemala, en muy raras ocasiones han prestado atención al desarrollo local, a la producción de o, a la expansión de los servicios sociales.

Además, desde hace tiempo, el desarrollo se ha caracterizado por un acceso drásticamente desigual a la tierra, a la tecnología y al capital. Desde el período colonial hasta 1944, la población indígena había sido subyugada como mano de obra barata al servicio de los intereses locales y extranjeros para la explotación de los recursos naturales. A pesar de que el trabajo forzado fue derogado durante bajo el gobierno democráticamente electo de Arévalo en 1944, las condiciones precarias de los pueblos indígenas y las desigualdades profundas se han mantenido hasta hoy.

El ingreso sigue concentrándose aún más en las manos de una minoría: el 10% más pobre de la población que recibió 2.4% del ingreso nacional en 1981, vio reducida su participación en la riqueza nacional a sólo el 0.5% en 1989; mientras tanto, la porción para el 10% más rico subió de 41% a 44% en el mismo período.



El recurso natural mas importante en Guatemala es la tierra. Por lo tanto, el control de la tierra es la principal fuente de conflicto. Alrededor de la mitad de la población económicamente activa, se dedica a la producción agrícola, que representa el 26% del Producto Interno Bruto y el 67% de las exportaciones. Su importancia económica es aún mayor, si se toma en cuenta que una proporción alta de la infraestructura económica y de servicios del país, está en función de la satisfacción de las necesidades de este sector.

El Instituto Nacional de Estadísticas calculó que en 1989, el 30% de la población rural no tenía tierra, y el 50% poseía una parcela demasiado pequeña para sobrevivir. La distribución de tierras en Guatemala es la más desigual de toda Latinoamérica. El coeficiente de Gini, que cuantifica el grado de igualdad en la tenencia de la tierra, comprendiendo desde 0.0 en una situación de perfecta igualdad a 1.0 en máxima desigualdad, fue de 0.85 en 1979, pero en 1969 había sido menor, de 0.82.

Menos del 3% de la población posee el 67% de las tierras aptas para la agricultura, mientras al otro extremo, el 54% de los agricultores Guatemaltecos que poseen pequeños terrenos de menos de 1.4 hectárea, cultivan el 4% de la tierra. Entre 1964 y 1979, el tamaño promedio de las parcelas de dichos agricultores, bajó de 1.0 a 0.7 hectáreas, debido al crecimiento de la población que no tenía donde ir.

Las fincas de un tamaño tan pequeño obviamente resultan demasiado reducidas para sostener a una familia. Por consiguiente, para sobrevivir, los productores deben complementar sus ingresos con otras actividades. Históricamente, muchos han emigrado a la costa durante el período de cosecha para trabajar en las grandes plantaciones de algodón, café y azúcar. Pero la crisis económica, particularmente en el algodón, ha reducido la demanda de trabajadores migratorios; parte de este excedente ha sido asumido por la fuerza de trabajo intensiva que se requiere en la producción de las exportaciones no tradicionales. Sin embargo, los no tradicionales en sí no son una solución para el problema del desarrollo en Guatemala.

Premio gordo para pocos

Los estudios realizados, demuestran que la introducción de cultivos no tradicionales para la exportación está produciendo, a nivel nacional, numerosos cambios estructurales, tanto en la economía campesina como en las comunidades y familias campesinas.

* La producción de no tradicionales ha incrementado en forma dramática el uso de pesticidas, lo que ha ocasionado problemas adicionales de plagas y ha agravado los riesgos de salud y la degradación ambiental.

* Si bien los no tradicionales promueven la creación de nuevas fuentes de trabajo debido a que requieren fuerza de trabajo intensiva, muchos productores sencillamente trabajan más horas y emplean a sus esposas e hijos.

* Quienes han tenido éxito con los productos no tradicionales son los que ya eran privilegiados de alguna manera,--a través de recursos o conexiones,-- mientras que los resultados para aquellos que poseen pocos recursos han sido devastadores.

* Las rápidas y altas ganancias financieras que algunos han logrado obtener, a costa de la mayoría, han incrementado la diferenciación social, desmembrando la red de solidaridad comunitaria existente en las comunidades indígenas y en las ladinas.

* El factor de alto riesgo en los cultivos no tradicionales ha incrementado en general la inestabilidad rural y de manera específica, ha aumentado el riesgo de perder la casa o la tierra, especialmente entre los productores pobres.

* Hasta las decisiónes más elementales sobre qué, cuándo y para quién producir han sido transferidas de los pequeños productores a las grandes, dominantes y arbitrarias compañías de exportación, que han tejido una estrecha red de dependencia por medio de sus políticas de crédito y comercialización.

Un productor pobre sintetizó la experiencia de mucha personas con los no tradicionales, de la siguiente forma: "Estamos trabajando más horas y produciendo más y mejor. Sin embargo, estamos comiendo cada vez menos y menos todo el tiempo."

La llegada de los nuevos cultivos

El término "exportaciones no tradicionales" técnicamente se refiere a cualquier cultivo no incluido dentro de la corta lista de las exportaciones agrícolas tradicionales, -- café, azúcar, algodón, banano, y carne --, aunque cuando en algunas áreas de Guatemala las hortalizas y las frutas se han producido durante décadas. Para fines del presente trabajo, utilizaremos el término "no tradicional" para hacer referencia específicamente a aquellos cultivos que se introdujeron a comienzos de la década de los 70, como parte de un esfuerzo internacional concertado sobre diversificación de las exportaciones. Sin embargo, los áreas en que se han producido hortalizas desde hace muchos años, también sirven como punto de referencia importante, especialmente respecto a los riesgos ambientales y en la salud.


De la misma manera que sucedió con la promoción de las exportaciones tradicionales en el pasado, el gobierno de los Estados Unidos--fundamentalmente a través de la Iniciativa de La Cuenca del Caribe y la Agencia para el Desarrollo Internacional--y los bancos multilaterales, estimulan la producción y la exportación de cultivos no tradicionales en la región por medio de incentivos en el crédito, exenciones de impuestos y otros beneficios económicos.

La diversificación de las exportaciones ha ocasionado el cultivo de arveja china, melón, brócoli y docenas de variedades de otras hortalizas, frutas, flores y raíces. En la región montañosa de Guatemala, conocida como el Altiplano, la primera compañía grande de exportación, ALCOSA (Alimentos Congelados), construyó su planta empacadora después del terremoto de 1976. ALCOSA comenzó a promover los cultivos no tradicionales en Patzún en 1977. La compañía reclutó a los productores, ofreciendo semillas y todos los insumos necesarios a los campesinos que, por lo general, estaban imposibilitados de obtener crédito de otras entidades; ALCOSA también les garantizó la compra de sus cosechas. Este arreglo obviamente resultó atractivo para los pequeños productores y, cuando vieron el éxito de las primeras cosechas, más campesinos se involucraron.

Existen pocas estadísticas confiables sobre la producción de no tradicionales en Guatemala, pero según el Banco de Guatemala, en 1979 en el Altiplano Central, que incluye los departamentos de Guatemala, Sacatepéquez y Chimaltenango, existían 3,090 hectáreas de producción de hortalizas y frutas (más otras 118 ha. de flores). Los principales cultivos producidos en esa época eran papas, habas, zanahorias, coliflor y repollo, que ocupaban el 80% del área productiva. Al mismo tiempo, en esta región había 72,807 hectáreas en producción de maíz, trigo y frijoles. Esto significa que los no tradicionales se producían tan sólo en un 4% del área total cultivada.

El Banco también reportó que en 1989 la superficie dedicada a la producción de hortalizas y frutas, había crecido a 4,563 hectáreas. Los cultivos que más se producían eran el bróculi y la arveja china, que conformaban el 75% del área total de la producción de no tradicionales en el Altiplano Central. Otro estudio citado por el Banco arrojó como resultados la existencia de 5,608 hectáreas de frutas y hortalizas en 1990, en comparación con casi 84,700 has. de granos básicos.

De esta manera, los no tradicionales representaban el 6.6% del total del área cultivada en esa parte del Altiplano. Debido a los efectos devastadores que las políticas de estabilización económica y de ajuste estructural, han tenido en la producción de granos básicos, cada vez más campesinos han pasado a la producción de no tradicionales en los últimos tres a cinco años. A diferencia de los campesinos que comenzaron a producir hortalizas y frutas hace 10 años o más, actualmente los productores sienten que tienen pocas alternativas. "Ellos toman la decisión de producir no tradicionales," comenta un investigador, "de la misma manera que decidirían correr el riesgo de emigrar ilegalmente a los Estados Unidos".

Una crisis estrepitosa en la producción de granos básicos

La crisis en la producción de granos básicos se debe a políticas gubernamentales que han ocasionado una caída en los precios locales del trigo y el maíz. Por ejemplo, la producción de trigo bajó de un promedio de un millón de quintales en el período de 1986-89, a 500,000 en 1990-91, y está previsto que bajará a 330,000 durante el ciclo 1991-92. La cantidad de productores bajó de 60,000 en 1989 a 23,000 en el ciclo actual.

La caída estrepitosa de la producción de trigo se debe, principalmente, a la "ayuda alimenticia" de los Estados Unidos a través de la Ley Pública 480 (PL480). El gobierno inició las importaciones de trigo a través de la PL480 en 1983; se incrementaron en forma sostenida a 3 millones de quintales en 1986, sufriendo un ligero descenso de 1987 a 1989, y alcanzando nuevamente 3 millones el año pasado. Los molinos industriales del país, obviamente, prefieren comprar trigo importado de mejor calidad y a menor precio, que el producido localmente.

El precio del maíz también ha bajado respecto al costo de producción. El precio real de venta del maíz ha bajado en un 3.3% al año desde 1980, en parte debido a que las importaciones se han incrementado en seis veces entre 1980 y 1990, socavando la producción local. INDECA, el Instituto de Guatemala que regula los precios de los granos, también está jugando cada vez menos su papel. El plan del Banco Mundial para regular los precios de los granos básicos en Centroamérica consiste en establecer un rango, basado en un promedio de los precios internacionales, dentro del cual los precios internos deben ser controlados por una agencia reguladora, pública o privada.

Teniendo en cuenta el peso de los Estados Unidos, con su producción altamente subsidiada, en el mercado mundial de granos, los precios internacionales son una norma injusta; sin embargo, Guatemala ni siquiera sigue esta política del Banco Mundial. INDECA, la agencia estatal que acopiaba una porción significativa de los granos producidos hasta 1986, bajó sus compras drásticamente en 1987 (por ejemplo, la compra de maíz bajó de un millón a 58,000 quintales); INDECA ha perdido paulatinamente, a través del recorte de su presupuesto, su capacidad reguladora casi en su totalidad.

Estas políticas están llevando a los productores de granos básicos a la bancarrota. Al mismo tiempo, están haciendo que el país se distancie aún más de la seguridad alimenticia, llevándolo a una dependencia cada vez mayor de las importaciones de alimentos básicos.

En el marco de esta crisis en la producción de granos básicos, los cultivos no tradicionales parecen ser una alternativa atractiva, si no la única. Los productores se sienten atraídos por la posibilidad de cosechar hasta tres veces al año, y de recibir grandes pagos al contado. Al mismo tiempo, son testigos del éxito aparente de algunos productores vecinos suyos. También observan que, a unos pocos, les va muy bien.

Aldeas en investigación

Diferentes ONG han desarrollado investigaciones en cuatro zonas para conocer los efectos de la producción de no tradicionales. Las tres primeras, todas comunidades indígenas, están ubicadas en diferentes regiones climáticas del Altiplano. La cuarta, una comunidad ladina, está situada en la región seca del este de Guatemala. A fin de garantizar que sus averiguaciones sean representativas, también se han realizado estudios regionales y se han seleccionado diversos sitios como "zonas de control."

* En Patzún, los no tradicionales se introdujeron en 1977 y se han expandido a lo largo de la década pasada. Los principales cultivos son la arveja china y el bróculi.

* En El Novillero, los productores locales iniciaron la producción de no tradicionales en 1988 con dos años exitosos; luego se endeudaron seriamente y abandonaron los no tradicionales de una vez cuando una cosecha completa de bróculi fue rechazada.

* En Almolonga, los productores han producido hortalizas--papas, cebollas, repollo y otros--para la exportación a la región Centroamericana por más de 70 años.

* En Usumutlán, los productores ladinos, apoyados en un sistema extensivo de irrigación, produjeron en 1990 una cosecha de melón bastante exitosa, pero en 1991 su producción fue rechazada, dejándolos endeudados. Desde entonces, un gran productor privado asumió la inmensa mayoría de la producción de melón en esa área.

Todas estas aldeas se caracterizan por tener una mayoría de productores que poseen o alquilan pequeñas parcelas de tierra, o "minifundios." Los minifundios son parcelas demasiado pequeñas para sostener a una familia; su tamaño depende de las condiciones climáticas y del suelo. El Altiplano se caracteriza por parcelas muy pequeñas, de menos de 0.7 hectáreas, ejemplificado por las propias estadísticas del Banco de Guatemala: las 3,090 hectáreas que en 1979 se dedicaban a la producción de hortalizas y frutas, estaban divididas en 6.663 fincas diferentes, cada una de las cuales tenía entonces una extensión promedio de 0.5 hectáreas. Según las investigaciones realizadas, virtualmente ninguno de los campesinos que son dueños de parcelas de tierra minúsculas se beneficiarán de la producción de no tradicionales, como tampoco se podrán beneficiar los campesinos sin tierra.

Los productores pobres no pueden sobrevivir únicamente en base a la producción agrícola. La mayoría complementa sus ingresos trabajando como vendedores itinerantes o como trabajadores migratorios, vendiendo artesanía tradicional, ropa y otros bienes y servicios, o con la ayuda de miembros de la familia que han emigrado a las ciudades de Guatemala o a los Estados Unidos. (Los familiares en los Estados Unidos envían aproximadamente un millón de dólares al día a las familias guatemaltecas).

Los no tradicionales parecen ser una alternativa para esta mezcla de soluciones. Sin embargo, la mayoría de los productores que han probado su suerte con los cultivos no tradicionales no arriesgan todo y continúan produciendo granos básicos, especialmente maíz y frijoles, para garantizar la subsistencia familiar por lo menos durante una parte del año.

Nuevos riesgos para el productor

Los estudios sobre los no tradicionales en Centroamérica, en conjunto, demuestran que los grandes productores, -frecuentemente ligados a las compañías de estadounidenses -, por lo general cultivan flores y frutas, que requieren de mucha mayor inversión de capital, mientras que los pequeños productores están en mejor capacidad de participar en la producción de tubérculos, hortalizas y algunas plantas ornamentales. Un estudio sobre los productores de bróculi, realizado en 1989, arrojó que el 63.2% de dicho cultivo fue producido en fincas de menos de 7 hectáreas, el 16.6% en cooperativas agrícolas, el 16.8% en fincas de más de 7 hectáreas y el 3.3% en tierras propias de la compañía exportadora.

La producción de cultivos no tradicionales requiere de grandes gastos de capital, fundamentalmente debido a la necesidad de costosos agroquímicos importados. La producción tradicional del maíz requiere de una inversión 175 dólares durante un período de 15 años; el café tradicional requiere de una inversión 1,500 dólares; mientras que los melones requieren de 56,735 dólares. Sacando el promedio entre una variedad de cultivos, los no tradicionales exigen una inversión 4.4 veces mayor. Debido a que muy pocos productores son elegibles para recibir crédito del Banco (el Banco Nacional de Desarrollo, BANDESA, solo financia el 3%), estos deben recurrir al préstamo usurero, con un interés mensual mínimo del 10% o, si no, deben recurrir a las compañías exportadoras. Estas compañías, que por lo general son subsidiarias de transnacionales como la United Brands, Del Monte y Standard Fruit Company, administran la comercialización del producto y determinan los precios, las condiciones de pago y los criterios relacionados con la "calidad" del producto.

Un pequeño productor generalmente tiene dos alternativas: vender a la compañía exportadora, que le paga en un plazo de dos semanas a dos meses, o vender a los "coyotes", o intermediarios, quiénes ofrecen precios menores pero pagan la totalidad en el momento de la compra. Vender a la compañía exportadora tiene ventajas, como el pago de mejores precios y, en algunas ocasiones, el ofrecimiento de crédito y asistencia técnica. No todas las compañías exportadoras tienen los mismos criterios, aunque estos son muy similares. Algunas exigen a los productores organizarse en grupos, para que la compañía pueda aprovecharse de las economías de escala y utilizar menos trabajadores y menos técnicos para atender a los productores. Otras prefieren dar atención a los productores individuales, lo que les da mayor control sobre el producto final.

Las maniobras de las todopoderosas compañías exportadoras

Las compañías exportadoras son todopoderosas en el esquema actual, y resumen el problema del control de los recursos de Guatemala. Son como una "caja negra" en la que los productores depositan su producción, sin contar con ningún control, participación o recurso. Aunque las compañías generalmente firman con los productores contratos reconocidos por la ley nacional, los campesinos nunca han tenido la posibilidad de hacer uso de sus derechos según lo estipulan dichos contratos. Sin embargo, los exportadores actúan en forma arbitraria a su antojo y capricho.

A pesar de tener contratos firmados, la mayoría de los productores sufrieron pérdidas en los últimos dos años como consecuencia de las maniobras de las compañías exportadoras. Estas compañías deciden cuanto crédito darán a qué tasa de interés; con frecuencia, prohiben a los productores buscar asistencia técnica o crédito en otras entidades; fomentan el uso de cantidades masivas de agroquímicos; analizan la "calidad" del producto; y fijan el precio de compra. El riesgo, en su totalidad, es asumido por el productor; la compañía exportadora, en cambio, asume la totalidad del beneficio.

Los productores están indefensos frente a las compañías exportadoras que maniobran para obtener aún mayores ganancias, especialmente con los créditos y los prcios. En un caso, los pequeños productores de Sololá compraron a la compañía exportadora semillas de bróculi al crédito. No se estipuló el precio ni la tasa de interés, pero cuando dicho costo fue descontado de la cosecha, los productores descubrieron que les habían cobrado el doble del precio del mercado local; es decir, el 100% de interés sobre el ciclo de producción de tres meses. Sin embargo, los productores expresaron que no tenían alternativa: de otra manera, la compañía no les hubiera comprado sus productos.

En el período 1990-1991, frecuentemente se cobró el 21% de interés a los créditos pagados al contado por un período de cosecha de tres meses (equivalente a una tasa anual del 84%), mientras que la tasa anual de interés del banco privado para el crédito, no disponible para los campesinos, fue del 27% anual.

En otro caso, los estudios se hicieron comparando el precio pagado a los productores de melón con el precio oficial del mercado internacional durante ese mismo período. Aún cuando se podrían esperar algunas variaciones debido a la calidad o a los costos de transporte, encontraron que el precio pagado a los productores tenía una diferencia excesiva: al 50% les habían pagado entre 3.25 y 15.00 quetzales por caja; al 42.3%, entre 18.00 y 25.00; y al 7.7%, entre 40.00 y 50.00. Aproximadamente el 55% de los productores de melón cosechan en diciembre.

El precio del mercado en ese período por una caja de melón alcanzaba un promedio de 73.00 quetzales. Esto significa que a los que recibieron el precio más bajo (más del 15%), les pagaron menos del 5% del precio promedio del mercado. Frecuentemente, la justificación para bajar el precio es la calidad del producto que naturalmente, también está determinada por la compañía compradora.

En 1990, período en que el gobierno estaba aplicando devaluaciones de la moneda, las compañías exportadoras establecieron el precio de compra de los melones en quetzales antes de la cosecha, con lo cual descontaron futuras devaluaciones en relación al dólar. Sin embargo, cobraron los insumos adquiridos antes y durante la siembra a un precio ajustado a devaluación y a la inflación después de la cosecha. En otras palabras, los productores tuvieron que pagar sus insumos de conformidad con su valor en dólares pero a ellos les pagaron sus melones de acuerdo a un valor más bajo respecto al dólar establecido antes de la devaluación.

Hubo una compañía que no sólo se negó a pagar a los productores después del rechazo de su producto, sino que también quiso cobrarles sus pérdidas. Los productores de melón de Usumutlán se vieron involucrados en esta situación con una compañía de exportación que ellos consideraron "alternativa". Después de una mala experiencia con la corporación "Chiquita" a mitad de la década de los 80, los productores de Usumutlán dudaban en continuar con la producción de cultivos no tradicionales.

Sin embargo, una compañía financiada por la AID llamada "Alpine", les convenció, les prometió ayudarles a organizarse y les ofreció mayor control local de la comercialización. La primera cosecha fue un éxito, pero generó algunas deudas debido a que "Alpine" no logró vender todos los melones. En 1991, el segundo año, la compañía argumentó que no podía vender una sola caja de melón, dejando así a los productores con miles de dólares de deudas. Y si eso no fuera suficiente, "Alpine" también manifestó que cobraría a los productores por la pérdida de prestigio que sufrió debido a la presencia de parásitos en los melones.

El control de "calidad" y los agroquímicos

La "calidad," según la definen las compañías exportadoras, se refiere a la apariencia cosmética y no al valor nutricional del producto. De ahí se deriva la "necesidad" de la utilización de dosis masivas de agroquímicos. Un contrato para la producción de col de Bruselas con un exportador grande, ALCOSA, establece las fechas de cultivo e incluye las especificaciones sobre el diámetro, el color y la maduración del producto; asímismo, establece las normas de "calidad" precisando que la entrega será rechazada si más del 2% tiene áfidos; si hay más de 4 gusanos por muestras de 200; si hay manchas de gusanos en más del 5%; si hay daños por insectos en más del 5%; si hay manchas de hongos en más del 10%; si la entrega presenta humedad; o si se encuentra pelo en la muestra.

El contrato establece que ALCOSA proporcionará la asistencia técnica, pero el productor deberá vender toda su producción a ALCOSA y utilizar sólo los productos químicos que la compañía autoriza. Si en los laboratorios de análisis se encuentran otros agroquímicos, el producto se rechazará sin pago alguno. Quizás en otras circunstancias se podría suponer que los productos estipulados por la compañía importa, son realmente los de uso más seguro o los que tienen menos posibilidades de provocar que el producto sea rechazado por los importadores de los Estados Unidos. El contrato de ALCOSA deja muy poco espacio para tal optimismo porque establece que "ALCOSA no asume ninguna obligación por el eventual daño por el uso de cualquier químico en la plantación de la col de Bruselas contratada, tanto a personas como al propio producto." Y esto porque se trata de los agroquímicos que ALCOSA importa y que, por lo tanto, trata de vender.

Otra compañía que opera en Chimaltenango exige mayores obligaciones al productor: si utiliza un producto no autorizado y por esta razón el embarque es rechazado, el productor es responsable y no sólo no recibirá su pago, sino que debe "cancelar el valor total del embarque al precio del mercado del día."

La compañía exportadora generalmente toma la entrega y varios días más tarde reporta si ésta ha sido o no aceptada. El productor, quién usualmente no tiene fácil acceso al transporte, con frecuencia dispone de menos de 24 horas para recuperar una entrega rechazada a fin de tratar de venderla en otro lugar. Durante la temporada de cosecha del bróculi, se pueden observar las montañas de bróculi rechazado que se está pudriendo a lo largo de los caminos.

Cuando los productores se han quejado del tratamiento que reciben de parte de las compañías, se ha encontrado enfrentado a un virtual monopolio que sencillamente, les responde mediante amenazas de trasladar sus operaciones hacia otras áreas del país. Un intento que se hizo en Patzún de organizar a los productores para que se resistieran a vender a los exportadores, fracasó debido a las diferencias económicas entre los productor mismos: los más pobres no estaban en capacidad de no vender por que dependían demasiado de esos ingresos como para quedarse en el limbo sin ningún otro tipo de apoyo financiero.

Las pocas compañías cooperativas de exportación existentes, conformadas por pequeños productores, como La Flor Patzunera en Patzún, parecen haberse convertido en una copia carbón de los exportadores transnacionales; los productores no miembros de las mismas se quejan de recibir un tratamiento similar y de que los pagos llegan con más lentitud aún. Asímismo, señalan evidencia de que la directiva de la cooperativa está obteniendo jugosas partidas.

¿Quién se enriquece con los no tradicionales?

Si las exportaciones no tradicionales suponen grandes ganancias, es claro que la mayoría de la riqueza se va a las compañías exportadoras mismas. Son ellas las que se benefician de las exenciones de impuestos y otros incentivos que brinda el gobierno para la exportación de los no tradicionales. Los otros grandes ganadores son los intermediarios del mercado y los especuladores quienes compran las cosechas al contado y las revenden a las compañías exportadoras. Un indígena de Patzún comenzó prestando créditos, y ahora la gente lo acusa de que se está convirtiendo rápidamente en un gran terrateniente, ya que está adquiriendo las tierras o las casas de los que no pueden pagar sus deudas.

Otros que frecuentemente han salido ganando, son aquellos que fungieron como "líderes de grupo" o personas enlace entre un grupo de productores y la empresa exportadora. Sin embargo, no está claro si, de alguna manera, son remunerados directamente por la compañía exportadora; si reciben de manera abierta o encubierta una partida extra; o si estos líderes simplemente, tienden a ser productores que poseen más recursos y estabilidad, lo que les permite tener mayor éxito con los no tradicionales.

Otros productores,--generalmente los que tienen mayores recursos--, al menos están recuperando sus costos, o lo han venido haciendo hasta recientemente. Aquellos que han tenido más éxito tienden a estar ubicados cerca de los caminos asfaltados, tienen buenas condiciones climáticas, poseen una parcela de tierra cuyo tamaño es mayor al del promedio, están vinculados a Organizaciones No Gubernamentales o al poder político y/o tienen otras fuentes de ingreso, lo que aumenta su estabilidad global. Usualmente, por ejemplo, tienden a tener redes familiares extensas y a recibir remesas de miembros de la familia que viven en el exterior, especialmente en los Estados Unidos.

Estos productores generalmente tienen suficientes recursos para pagarle a otros para que les ayude durante los períodos pico del trabajo, en vez de utilizar exclusivamente la fuerza de trabajo familiar. Por lo general también son los que iniciaron antes la producción de no tradicionales e invirtieron sus ganancias en el mejoramiento de su nivel de vida o en la compra de una parcela más grande de tierra.

En algunos casos, los grandes productores con mayores recursos, han sacado de la competencia a los pequeños. De manera particular, esto ocurre con la producción de melones, que ya se ha experimentado en grandes plantaciones (sin embargo, la producción de melones en México se destruyó debido a que en estas grandes extensiones, donde la presencia de plagas se volvió incontrolable después de años de la utilización extensiva de agroquímicos).

En Usumutlán, por ejemplo, un productor grande no sólo continuó produciendo melones después del desastre de los pequeños productores, sino que además, se extendió en el espacio que estos dejaron, tomando el control de prácticamente toda la producción de melón del área. Algunos observadores consideran que los pequeños productores son simplemente conejillos de indias de los grandes productores y que, una vez transcurridos varios años de "experimentación," los latifundistas desplazarán a los pequeños productores en los cultivos que suponen menores riesgos financieros.

¿Exitos o fracasos?

En años recientes, se han observado dos fenómenos nuevos: el primero es que la crisis de los granos básicos ha empujado hasta a los campesinos más pobres hacia la producción de no tradicionales para, frecuentemente, terminar con graves deudas; el segundo es que el ingreso está bajando aún para aquellos que fueron productores "exitosos".

Los campesinos de El Novillero escucharon sobre el éxito que tuvieron con los no tradicionales en la vecina Chimaltenango y, desesperados por la crisis económica, decidieron intentar producirlos. Sus dos primeras cosechas en 1989 y 1990, fueron bastante exitosas. Sin embargo, en 1991 la compañía exportadora rechazó la cosecha de bróculi en su totalidad bajo el argumento de que la calidad era inaceptable. No está claro si ésta fue la verdadera razón; en aquél momento había abundancia de bróculi en el mercado y algunos sospechan que la compañía no lo necesitaba. No obstante, las compañías exportadoras no están obligadas a dar explicaciones. Los productores de El Novillero tienen ahora una deuda de miles de dólares y todos han retornado a la producción de granos básicos, al trabajo migratorio, a vender prendas de vestir tradicionales y a desarrollar otras estrategias de sobrevivencia.

Un grupo de campesinos pobres de Patzún alquiló unas tierras mediante un contrato de tres años. Como no tenían mucho dinero para adquirir agroquímicos los aplicaron muy poco, muy tarde y muy esporádicamente. En consecuencia, las plagas afectaron al bróculi y toda la cosecha fue rechazada. Quedaron con una deuda por el alquiler de las tierras, que finalmente pagaron trabajando para el propietario, así como también tienen deudas con dos compañías exportadoras por un total de 25,000 Quetzales (US$ 5,000).

Los que obtuvieron éxito en el pasado, también están atravesando nuevas dificultades: el precio de los insumos está subiendo, mientras que la seguridad de vender la cosecha está bajando; la sequía y la invasión de una nueva plaga llamada "plutela", devastaron las cosechas de muchos productos de Patzún el año pasado; los productores manifiestan que la producción de melón alcanza su producción máxima en un período de cinco años, mientras que el bróculi y la arveja china comienzan con buenos rendimientos y luego empiezan a caer; las compañías exportadoras no ofrecen los mismos "atractivos" como cuando estaban comenzando a reclutar productores. La competencia se ha elevado en la medida en que un mayor número de productores pasan a producir no tradicionales; no existe nada que impida a los exportadores convertirse en más arbitrarios cada vez.

Este fenómeno es un problema aún mayor a nivel internacional. Los mercados pequeños son altamente vulnerables a los cambios relativamente pequeños que se dan en la oferta y la demanda. El mercado total de los productos no tradicionales, a nivel internacional, alcanza un total de alrededor de mil millones de dólares anualmente, en comparación con un mercado mundial de 8.4 millones de dólares solamente para el café.

Generalmente, los no tradicionales aspiran alcanzar el mercado de los Estados Unidos durante el invierno boreal, período durante el cual existe un escaso abastecimiento de esos cultivos producidos en los Estados Unidos. También, cuando los suplidores del bróculi Mexicano o de arvejas Taiwanesas no están en capacidad de embarcar dichos productos hacia los Estados Unidos. Dichas "ventanas de oportunidad" son sumamente estrechas y muy observadas de cerca por todas las partes interesadas; por consiguiente, siempre están cambiando. Existen 33 países involucrados en la producción de no tradicionales para la exportación y la competencia parece tender sólo a incrementarse.

Consecuencias en el medio ambiente y en la salud

Muchos aspectos de la destrucción del ambiente en Guatemala no han sido ocasionados por la producción de exportaciónes no tradicionales.No obstante, tampoco se ofrece una alternativa de desarrollo real y a largo plazo, que pudiera enviar a la historia las estrategias de sobrevivencia de la población, que de lo contrario, continuará haciendo fuerte presión sobre los recursos naturales. Además, también existen elementos de la actual producción de no tradicionales que hacen más agudos algunos problemas de la salud y del medio ambiente.

La corta temporada de cultivo requerida por las hortalizas hace posible cosechar hasta tres veces al año. En Patzún, el maíz requiere nueve meses para producir tan solo una cosecha y esas parcelas descansan durante los otros tres meses. Darle a la tierra un período de descanso entre una cosecha y otra es una práctica que formaba parte importante de las creencias de los pueblos indígenas que contrasta con la producción de los no tradicionales; los productores de Patzún generalmente producen tres cosechas al año--dos de brócoli y una de arveja china--.

El suelo permanece ocioso solamente durante un período corto, si acaso. Si este uso intensivo de la tierra se combinara con la práctica tradicional de incorporar al suelo abono u otro fertilizante natural, los efectos no serían tan devastadores; pero los productores de Patzún tienen poco o ningún acceso al abono y muy pocos incorporan al suelo aunque fuese los desperdicios de tallos de la cosecha anterior, para no mencionar otras materias orgánica más nutritivas.

Por otra parte, aunque los no tradicionales están considerados como una "diversificación" de cultivos, una plantación de arveja china, por ejemplo, es bastante menos diversa biológicamente que una milpa tradicional donde se contienen más de 20 variedades de plantas además del principal cultivo de maíz: numerosas hierbas medicinales, calabazas, frijoles, chiles y café, así como árboles de sombra y de leña entre otros. Los cultivos no tradicionales en realidad disminuyen la biodiversidad de las tierras agrícolas.

El mayor riesgo: los agroquímicos

Sin embargo, el mayor riesgo ambiental y de salud, acentuado por el crecimiento de la producción de no tradicionales, es el incremento del uso de agroquímicos. Un estudio llevado a cabo sobre Chimaltenango, reveló que los productores utilizan 600% más pesticidas en el bróculi y 700% más en la arveja china que lo que utilizan en el maíz. La experiencia con la utilización de grandes cantidades de agroquímicos en otros productos como el algodón, ha demostrado el efecto que tienen a largo plazo en el ambiente, la agricultura y la salud de la población.

La expansión y la concentración territorial de los no tradicionales favorecen el desarrollo de plagas e implica el incremento en la utilización de pesticidas, con lo cual se rompe el equilibrio ecológico y se lanza a los productores en un "rueda de pesticidas." Debido a que las plagas tienden a desarrollar resistencia, los productores aplican más y más químicos con mayor frecuencia con el propósito de tratar de obtener los mismos rendimientos y resultados cosméticos. Los productores de Patzún expresan que las aplicaciones de pesticidas se han incrementado de una por mes a tres por semana y en vez de utilizar como medida una tapa de veneno, ahora necesitan una taza.

Entre los productores existe poca conciencia sobre los peligros de los agroquímicos. En Almolonga, un productor llevó la bomba para rociar al tanque de agua potable para lavarlo. El propietario de una pequeña tienda en Patzún había guardado su rociador en el piso junto a las hortalizas en venta, lugar que además era de fácil acceso para sus hijos pequeños. Otro productor, tapó el rociador que estaba goteando con sus manos sin protección, mientras conversaba con otro campesino.

Durante muchos años, los productores de Almolonga se han dedicado a la producción de hortalizas para la exportación al mercado Centroamericano. A pesar del uso intensivo de agroquímicos durante más de dos décadas, el suelo es aún extremadamente fértil debido al uso extensivo y sistemático de materia orgánica para revitalizarlo antes de cada siembra.

No obstante, la conciencia sobre los efectos de los agroquímicos es casi inexistente. Los envases vacíos de químicos altamente tóxicos con sus etiquetas rojas de advertencia, se encuentran esparcidos por toda el área, incluso en los canales de irrigación y en las veredas donde juegan los niños. Las hojas verdes de las plantas se encuentran blancas del polvo de los pesticidas. Los productos se lavan en un arroyo que pasa por el área donde la gente camina descalza salpicando de agua sus rostros y donde también deben los animales domésticos. Es muy probable que los productores que viven arroyo abajo utilicen agua de esa misma corriente para beber. Pareciera que en años recientes en Almolonga se ha producido un aumento de defectos de nacimiento.

Algunos argumentan que el control de las compañías exportadoras y las normas más estrictas de pesticidas del mercado de los Estados Unidos sirven para controlar la sobre-utilización de los pesticidas, tal y como se observa en Almolonga. Sin embargo, si bien Almolonga representa un caso extremo, no cabe duda de que el uso exagerado de agroquímicos que se da en Patzún es precisamente el resultado de las recomendaciones hechas por las compañías exportadoras, su asistencia técnica y sus normas cosméticas establecidas.

Estas compañías están más preocupadas por la apariencia del producto que por la presencia de residuos de pesticidas, tal y como fue demostrado en el contrato de ALCOSA citado anteriormente. En realidad, menos del 1% del producto es examinado una vez que ha entrado en los Estados Unidos. Más aún, el producto que llega al consumidor de los Estados Unidos es mucho menos tóxico, por el proceso de deterioro de los químicos, que el nivel de contaminación a que se ven expuestos los agricultores Guatemaltecos durante la producción; los organofosfatos, por ejemplo, como el metil-paratión, que ha sido prohibido desde hace tiempo en los Estados Unidos, se utiliza regularmente.

En una encuesta con 50 productores de melones de Zacapa y con 50 productores de bróculi de Sololá, el 70.4% habían tenido problemas de salud o se habían enfermado por el uso de agroquímicos desde que comenzaron a producir no tradicionales, el 37.1% llegó hasta a tener vómitos. El 38.9% admite que no utiliza ningún tipo de protección cuando se aplican los agroquímicos, aunque en realidad, probablemente el porcentaje sea mucho más alto; después de la aplicación, solamente el 64.8% se baña y el 18.5% ni siquiera se lavan las manos. Una vez que han terminado de rociar, el 38.9% de los productores lava los rociadores en sus casas; el 22.2% los lava en el río; y sólo el 31.5% los lava a cierta distancia de las fuentes de agua potable. Finalmente, un tercio expresó haber visto morir a los animales por la contaminación ocasionada por los agroquímicos.

Los efectos sociales de los cultivos no tradicionales

Los efectos sociales ocasionados por estos nuevos cultivos son sumamente complejos, porque provocan una alteración en las relaciones familiares y en la comunidad. Por ahora, tan sólo se han comenzado a descubrir algunos de estos cambios; es necesario realizar más investigaciones pero ya se dispone de algunas observaciones preliminares.

Frecuentemente los promotores nacionales e internacionales se refieren al incremento de las oportunidades de empleo como un beneficio importante producido por los cultivos no tradicionales.

En comparación con la utilización de fuerza de trabajo en un área determinada de granos básicos, los no tradicionales emplean aproximadamente de cinco a ocho veces más fuerza de trabajo para cultivar la misma área. Sin embargo, lo que ha sucedido en la práctica con la mayoría de los campesinos pobres es que el mismo campesino trabaja una mayor cantidad de horas e involucra a más miembros de su familia, especialmente, mujeres y niños.

Las mujeres están trabajando fuera de la casa, en muchos casos por primera vez. Algunas trabajan en el campo con sus familias, mientras que otras están empleadas en las fábricas de empaque. Para estas mujeres, la tradición del tejido y del bordado ha pasado a un nivel secundario. Virtualmente, todas las niñas indígenas aprenden estas destrezas; normalmente ellas confeccionan la ropa de la familia y/o la venden a otras familias que no lo hacen. ¿Qué impactos--tanto positivos como negativos--está teniendo esta situación en las relaciones familiares? ¿Será que las mujeres se están alejando cada vez más de este arte tradicional?

Los investigadores han observado que los campesinos hablan de diferente manera sobre sus vidas y sus aspiraciones, especialmente con respecto a su comunidad. Antes había una visión y una cohesión de la comunidad especialmente en las comunidades indígenas, pero ahora, pareciera que la sobrevivencia individual ha acaparado la atención de la gente. Esta circunstancia, junto con la cada vez mayor diferenciación social, que a la vez está generando nuevos conflictos dentro de las comunidades rurales, podría hacer más difícil el desarrollo de una organización campesina amplia en el futuro. De hecho, ésta podría ser una de las metas de los que promueven las exportaciones no tradicionales.

Con la producción de los no tradicionales, los productores han perdido la poca estabilidad que tenían. Debido al papel que juegan las compañías exportadoras, hasta las decisiones más elementales que cualquier productor normalmente tomaría sobre qué y cuándo producir, o para quién producir, han sido arrebatadas de sus manos. Las hortalizas y frutas perecederas no dejan casi ninguna flexibilidad en la comercialización; mientras, el maíz, los frijoles y el trigo pueden ser almacenados, hasta que los precios suben. Cuando el bróculi es rechazado al productor sólo le quedan deudas; cuando el maíz o los frijoles no se logran vender, por lo menos se pueden comer. Los no tradicionales han incrementado la posibilidad de perder el recurso más preciado que tienen los productores: la tierra.

Anuncian un nuevo tipo de desarrollo

Los proyectos de investigación social, son vitales para la comprensión del impacto que tienen las políticas globales en el nivel local y para contribuir con la búsqueda de alternativas construidas desde la base. Fundamentalmente, los caminos hacia el desarrollo de cada país deberían definirse a través de un esfuerzo, negociado y participativo que incorpore a todos aquellos a los que afecta, es decir, a sus propios ciudadanos. Las iniciativas locales deberían alimentar las iniciativas nacionales; las nacionales a las regionales; y así sucesivamente.

Debido al alto costo de los agroquímicos, muchos productores guatemaltecos han comenzado por su propia cuenta a experimentar con alternativas orgánicas. Solamente en Patzún, unos 50 productores han comenzado a innovar con recetas tradicionales. Un productor indígena comenzó a investigar alternativas cuando escuchó algo sobre un embarque de bróculi que fue rechazado por habérsele encontrado residuos de pesticidas. "Ellos nos envían sus químicos, nosotros los compramos, los usamos y después ellos rechazan nuestros productos. Algo está malo aquí", dijo cuando explicaba la motivación que tenía para desarrollar su iniciativa. Después de varios meses de experimentación, ha logrado patentar cuatro diferentes productos orgánicos: fertilizante, insecticida, fungicida y adherente. Según explica, ha obtenido excelentes resultados con el bróculi y con la arveja china.

La Coordinadora Cakchiquel para el Desarrollo Integral (COCADI), promueve la recuperación de los sistemas tradicionales de producción y la autosuficiencia comunitaria, concentrándose en la calidad del suelo por medio de la agricultura orgánica y el cuidado general del medio ambiente local. Muchos otros grupos e individuos trabajan en proyectos similares a base de "composting" (abonos caseros de desechos orgánicos y tierra), abonos verdes y pesticidas, herbicidas y fungicidas naturales para la agricultura orgánica; al mismo tiempo otros grupos están promoviendo y experimentando con plantas medicinales.

Algunas comunidades rurales se están organizando para encontrar soluciones comunes de sobreviviencia. Por ejemplo, gente proveniente de todo el país, ladinos e indígenas desplazados y sin tierra, se reunieron en la comunidad de Sumután. Diferentes, pero unidos por la misma necesidad, se reunieron durante un período de dos años con el fin de mantenerse organizados; con el pasar del tiempo formaron un fondo para comprar tierra para la agricultura. Ahora luchan para sobrevivir juntos en esa tierra; cada agricultor produce individualmente, pero la cosecha se vende como una sola y los beneficios se distribuyen equitativamente.

En busca de soluciones

Recientemente se formó una nueva organización campesina, que representa hasta a unos 2.000 pequeños y medianos productores agrícolas del Altiplano. Su meta es encontrar soluciones colectivas a los problemas más críticos de producción y comercialización, incluyendo la necesidad de la tierra. Los productores pobres, tanto ladinos como indígenas, están trabajando juntos; algunos grupos indígenas, están recuperando las técnicas de la agricultura orgánica de los Mayas y comparten sus conocimientos tradicionales con otros productores indígenas y ladinos. Esta asociación campesina que no tiene ni nombre, en el futuro podría ofrecer importantes alternativas para otros pequeños productores.

Este tipo de iniciativas locales que han sentado las bases para la definición de un modelo de desarrollo sostenible para Guatemala, deberían ser promovidas así como buscada su articulación con las iniciativas nacionales y globales. La falta de libertad para organizarse impide el desarrollo de organizaciones campesinas y de la sociedad en general. El gobierno tiene la responsabilidad de abrir espacios políticos para permitir este desarrollo.

Además, si los productores de granos básicos se arruinan a causa de las políticas de ajuste estructural, los grupos como COCADI, que están recuperando sus raíces técnicas y organizativas, no podrán sobrevivir.

También a ellos se les debería de dar un espacio económico en que puedan desarrollar sus técnicas, y no simplemente forzarlos a adoptar tecnología enviada por el Norte. El gobierno debería promover y apoyar activamente las iniciativas locales para recuperar y masificar el uso de la tecnología tradicional que ha demostrado ser sana desde el punto de vista ambiental y de salud. Entre otras cosas, se deberían mantener medidas de protección para la industria nacional y para la producción alimenticia como existen en los Estados Unidos.

El gobierno y las agencias de desarrollo deberían también proporcionar crédito a los pequeños productores e, idealmente, deberían encontrar mecanismos para financiar a las organizaciones campesinas que administran sus propios fondos de crédito. Al mismo tiempo, se debería restablecer el presupuesto de INDECA, la agencia estatal compradora de granos que regula los precios; más aún, este presupuesto debería ser incrementado para que pueda jugar un papel efectivo.

Sin embargo, los campesinos guatemaltecos enfrentan un obstáculo mayor: muchos no tienen su propia tierra, y los que la tienen, en la mayoría de los casos, tienen parcelas demasiado pequeñas para sobrevivir. A fin de sentar las bases reales para un desarrollo sostenible y equitativo en Guatemala, el gobierno debería implementar un programa de reforma agraria que proporcione parcelas de tierra, por lo menos lo suficientemente grandes como para alimentar a los campesinos sin tierra, los minifundistas y sus familias. Asimismo, proporcionar crédito y capacitación a los beneficiarios e implementar el programa de reforma agraria con su participación. Además sería necesaria la regulación mediante la legislación adecuada, de los recursos naturales y el medio ambiente del país, a fin de garantizar su uso sostenible y equitativo a largo plazo.

Todas estas políticas--desde el aumento de los créditos hasta la promoción de la tecnología tradicional y la distribución y regulación de los recursos--implican la asignación de un papel importante al estado. Sin embargo, una participación tan activa y extensiva del gobierno está en directa contradicción con las actuales políticas de ajuste estructural que están siendo promovidas a lo largo de América Latina por el gobierno de Estados Unidos y los bancos multilaterales.

La producción de no tradicionales promueve islas de crecimiento en un mar de pobreza. Es el punto visible de un iceberg de políticas que, simplemente, retoman el mismo viejo modelo de desarrollo para el Sur, tal vez bajo condiciones un poco menos drásticas para una minoría del campesinado. Esta concepción de desarrollo no toma en cuenta los problemas estructurales de pobreza, acceso a los recursos o participación democrática; por lo tanto, sigue impidiendo que el campesinado de América Latina tenga un nivel de vida digno, y que el desarrollo sea sostenible para el futuro.

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