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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 125 | Abril 1992

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América Latina

El ecologismo de los pobres

Esta fue la reflexión presentada por Juan Martínez Alier, especialista en Economía Ecológica, en el Seminario-Taller de la nueva izquierda latinoamericana, celebrado en Lima en febrero 1992.

Juan Martínez Alier

Un resumen de las principales ideas expuestas en esta reflexión:

- El crecimiento económico tropieza con obstáculos ecológicos. Pero los neoliberales, ni la mayoría de los marxistas, reconocen esos obstáculos.

- El socialismo deberá abrirse a la ecología. Ya en el anarquismo y en el populismo ruso hubo sensibilidad ecológica. Sin embargo, existen 120 años de divorcio entre el marxismo y la ecología energética.

- Existe un ecologismo de la abundancia y un ecologismo de los pobres. Todas las luchas contra la militarización son ecológicas. También todas las luchas anti-imperialistas son luchas ecologistas.

- Hoy los cambios ecológicos van más de prisa que los económicos. Y podemos afirmar que ninguna civilización ha sido ecológicamente inocente.

No se ha acabado la historia

Hay personas que, con la alegría que tienen por el triunfo occidental en la guerra fría, no quieren ver que las luchas sociales en un mundo más y más desigual van a continuar. No ven tampoco que los lamentables regímenes de la URSS y la Europa del Este más bien han frenado que fomentado esas luchas, al engañar durante tantos años a una parte de los pobres del mundo, al dividirlos entre sí: los fieles a Moscú y los que han conservado una mayor lucidez y se han inscrito en otras tradiciones socialistas o han continuado con rebeliones espontáneas o resistencias sordas. No ven que la losa de los partidos burocráticos "comunistas" se ha levantado finalmente y que otros pequeños partidos -cuya referencia ha sido la Revolución de Octubre de 1917-, compuestos muchas veces de gente honesta aunque sectaria, no tienen ya ningún sentido. No ven tampoco que los obstáculos ecológicos al crecimiento económico, negados tanto por liberales como por la mayoría de los marxistas, se harán sentir cada vez más, y será difícil entretener a los pueblos con las promesas del crecimiento económico para todos, del automóvil universal. Tanta ceguera voluntaria debería ir acompañada de orejas de burro.

El mercado afecta la ecología ¿Y las economías planificadas la afectan?

Hoy se ensalza al mercado como mecanismo racional de asignación de recursos, e incluso se pretende que los problemas ecológicos surgen de la ausencia de racionalidad mercantil privada, como en el caso de la mal llamada "tragedia de los bienes comunales". Por el contrario, el punto de vista ecologista nos lleva a dudar de los beneficios del mercado. El mercado impone una búsqueda de ganancias, lo que ayuda a un uso más eficiente de los recursos, tal como se vio tras el crecimiento de los precios del petróleo en 1973. Pero el mercado no garantiza que la economía encaje en la ecología, ya que el mercado infravalora las necesidades futuras y no cuenta los perjuicios externos a las transacciones mercantiles.

Ahora bien, si el mercado perjudica la ecología, ¿qué ocurrió en las economías planificadas? No sólo han supuesto una explotación de los trabajadores en beneficio de una capa burocrática sino que, además, han tenido una ideología de crecimiento económico a toda costa, una gran ineficiencia en el uso de recursos (debido en parte a la ausencia de incentivos que el mercado proporciona) y, además, les ha faltado la posibilidad, por ausencia de libertades, de tener movimientos ecologistas que contribuyeran, con sus acciones, a incrementar los costos que empresas o servicios estatales deben pagar cuando destrozan el ambiente. Así pues, la desaparición de esos regímenes abre buenas perspectivas para otras corrientes socialistas (donde socialismo quiere decir igualdad, visión mundialista, control comunal -no estatal- de los medios de producción) y especialmente para el ecologismo de los pobres. Los marxistas de la Vieja Izquierda han de reciclarse, si viven todavía, pero los liberales no han ganado.

El ecologismo no es un movimiento de las clases medias de los países del Norte

A primera vista, parece que el ecologismo es un movimiento de la clase media de algunos países nor-atlánticos, que creció a finales de los 60 y principios de los 70, y que al final de la década de los 80 se implantó electoralmente en Europa. Así, parece haber más preocupación por la destrucción del bosque tropical en Washington D.C. o en Berlín que en el Trópico. Sin embargo, existe un ecologismo de los pobres, fácil de descubrir en los recientes y fuertes movimientos ecologistas de la India y el Brasil, pero también identificable en la historia europea y de otros continentes. La existencia de movimientos sociales tan conocidos como Chipko en la India o el de los recolectores de caucho en Acre (Brasil) - del que Chico Mendes fue el líder y el mártir - plantea cuestiones teóricas que tienen un alcance muy amplio.

Los movimientos sociales de los pobres están frecuentemente relacionados con sus luchas por la supervivencia, y son por tanto ecologistas - cualquiera que sea el idioma en que se expresen - en cuanto que sus objetivos son definidos en términos de las necesidades ecológicas para la vida: energía (incluyendo las calorías de la comida), agua, espacio para albergarse. También son movimientos ecologistas porque tratan de sacar los recursos naturales de la esfera económica, del sistema de mercado generalizado, de la racionalidad mercantil, de la valoración crematística (reducción del valor a costos-beneficios) para mantenerlos o devolverlos a la oikonomia (en el sentido con que Aristóteles usó la palabra, parecido a ecología humana, opuesto a crematística). Así, una "economía moral" viene a ser lo mismo que una economía ecológica.

Para algunos, el ecologismo sería únicamente un nuevo movimiento social monotemático, propio de sociedad prósperas, típico de una época postmaterialista. Hay que rechazar totalmente esa interpretación. En primer lugar, el ecologismo - con otros nombres - no es nuevo. En segundo lugar, las sociedades prósperas, lejos de ser postmaterialistas, consumen cantidades enormes e incluso crecientes de materiales de energía y, por tanto, producen cantidades crecientes de desechos. Ahora bien, la tesis de que el ecologismo tiene raíces sociales que surgen de la prosperidad, se podría plantear, no en términos de una correlación entre riqueza e interés "postmaterialista" por la calidad de vida, sino precisamente en términos de una correlación entre riqueza y producción de desechos y agotamiento de recursos.

El movimiento antinuclear sólo podía nacer allí donde el enorme consumo de energía y la militarización llevaron a la construcción de centrales nucleares. El movimiento por la recogida selectiva de basuras urbanas sólo podía nacer allí donde las basuras están llenas de plásticos y papel, y donde hay razones para inquietarse por la producción de dioxinas al incinerar tales basuras. Desde luego, sería absurdo negar que existe ese ecologismo de la abundancia. Pero también existe un ecologismo de la supervivencia, un ecologismo de los pobres, que pocos han advertido hasta que el asesinato de Chico Mendes, en diciembre de 1988, lo hizo entrar por vía televisiva en los tibios hogares de los países del Atlántico Norte .

¿La pobreza es causa de la degradación ambiental?

La investigación de la existencia y del contenido de lo que yo llamo el ecologismo de los pobres, podría ser presentado bajo títulos como "la expansión del capitalismo y sus consecuencias para el medio ambiente y para los pobres" o, en otro paradigma, "las consecuencias sociales y ecológicas de la modernidad". Pero, en estas formulaciones, los pobres están presentes como seres pasivos, mientras que ellos han sido los actores principales de las luchas para mantener o ganar acceso a los recursos naturales. Podemos aceptar fácilmente que a menudo ha habido movimientos sociales de pobres (rurales y urbanos) luchando por acceder a los recursos naturales (tierra para cultivar, bosques y tierras de pasto, agua para regar el campo o para usos domésticos en las ciudades, zonas urbanas verdes, etc.), pero el problema central que queda por resolver es el siguiente: las luchas para acceder a los recursos naturales, ¿implican una voluntad de conservación, o son en sí mismas una amenaza de destrucción?

La hipótesis de trabajo en la búsqueda del ecologismo de los pobres es que, si aceptamos que el sistema de mercado generalizado y/o el control del Estado sobre los recursos naturales implican una lógica de horizontes temporales cortos y que no asumen los costos ecológicos, entonces los pobres, al pedir acceso a los recursos, contra el capital y/o contra el Estado, contribuyen al mismo tiempo a la conservación de los recursos.

La ecología de la supervivencia hace a los pobres conscientes de la necesidad de conservar los recursos. Esta consciencia a menudo es difícil de descubrir porque no utiliza el lenguaje de la ecología científica (aquí hay una diferencia con el ecologismo nor-atlántico), sino que utiliza lenguajes políticos locales, a veces religiosos. Ha habido y hay luchas sociales dirigidas a mantener el acceso popular a los recursos naturales contra la privatización (o contra la estatización). El mercado (y también por otras razones el Estado) no valora los costos ecológicos, que siempre son de fondo, de tipo macro. Por tanto, las luchas sociales de los pobres para mantener el uso de los recursos naturales fuera de la economía mercantil (o fuera de la administración estatal) son, al mismo tiempo, luchas por la conservación de la naturaleza.

La ideología del progreso nos hizo olvidar la Naturaleza

Así como la ideología machista patriarcal ha influido en la desatención que la ciencia económica muestra hacia el trabajo doméstico no remunerado, que es hecho habitualmente por mujeres, de la misma forma la ideología del progreso y el olvido de la naturaleza han influido en la desatención que la ciencia económica muestra hacia el marco ecológico de la economía, hacia la valoración de los servicios ambientales a la economía, no valorados en dinero o por lo menos subvalorados.

Podemos preguntarnos si el ecologismo de los pobres es característico de las mujeres y por qué. En la India, las controversias sobre la interpretación del movimiento Chipko han planteado esta cuestión. La participación de las mujeres en las luchas ecologistas de los pobres es más importante que la de los hombres, al contrario que en la lucha salarial.

¿Cuáles son las razones? ¿Podemos suponer que las mujeres están más cercanas de la Naturaleza, que se identifican con ella, quizás a causa de su papel biológico tan importante en la reproducción de la especie? ¿O es que su papel en la división social del trabajo, sus trabajos especializados en el ámbito doméstico, hacen de ellas las agentes de la satisfacción de las necesidades ecológicas de la vida, el aprovisionamiento de alimentos, de agua y de combustible? Por esto, para investigar el ecologismo de los pobres hay que estudiar las relaciones entre pobreza, degradación ecológica, luchas socio-económicas, y el trabajo y la conciencia de las mujeres.

La imagen difundida por la comisión Brundtlan (1987) es que la pobreza es, tanto o más que la riqueza, causa de degradación del medio ambiente. El argumento no es del todo desinteresado, pues sienta las bases para un eco-management tecnocrático internacional, que tendrá su día de gloria en la Conferencia de Río de Janeiro en junio de 1992, y que se pretende más o menos "neutro" en los conflictos redistributivos. Ha quedado a un lado el ecologismo redistributivo de los años 70, por ejemplo el de Barry Commoner el de Georgescu-Roegen, quien en la conferencia alternativa de Estocolmo en 1972, propuso que se instaurase, tras un determinado período, la libertad de inmigración sin restricción en el mundo lo que, sin lugar a dudas, llevaría a concentrar los esfuerzos mentales y políticos para llegar a una mayor igualdad entre los países ricos y pobres.

El ecologismo tecnocrático internacional pone el acento sobre la pobreza como causa de degradación ambiental. Ciertamente, la imagen ecologista del campesinado del Tercer Mundo como good farmers (buenos campesinos) (Wilken, 1987), es muy diferente de la imagen de la comisión Brundtland: campesinos y campesinas que queman hasta la última rama del último árbol del pueblo porque en el pueblo no hay gas butano disponible para cocinar, o campesinos que sacrifican la fertilidad del suelo porque no tienen tiempo o dinero para ponerle fertilizantes.

Tanto en el pueblo como en la ciudad, los pobres no tienen agua, con los riesgos para la salud que comporta el no poder evacuar convenientemente los excrementos humanos. Negar que a menudo la pobreza es causa de degradación del ambiente sería ridículo. La situación extrema sería la de aquellos campesinos tan pobres que se ven obligados a comer la semilla necesaria para el año siguiente. La pobreza puede reducir radicalmente los horizontes temporales y puede hacer subir drásticamente las tasas de rentabilidad. Sin embargo, hay que pensar de otra manera.

El ecologismo popular o eco-socialismo

Aceptamos que la pobreza es una causa de degradación ambiental. Entonces, desde el punto de vista de los pobres, podemos interpretar el desarrollo del capitalismo (o del sistema de mercado generalizado) como una Raukbwirtschaft continuada y creciente para cubrir los gastos de los ricos. Entendidos así, los movimientos sociales de los ricos a menudo tienen un contenido ecológico (quizás sólo implícito), ya que tratan de guardar los recursos naturales fuera de la economía crematística, mercantilista, bajo control comunal. En todo caso, intentan conseguir que la administración económica del Estado- asuma algunas responsabilidades como las ecológicas. Una amplia confluencia hacia el ecologismo popular o ecosocialismo desde diversos orígenes se está manifestando en distintos países.

Esta perspectiva se opone a la economía convencional, que ve una causa de degradación del ambiente en la tragedy of the commons,y que propone la atribución de derechos de propiedad sobre el medio ambiente y el intercambio en el mercado de los valores ecológicos o la intervención del Estado con medidas reguladoras, siendo así que los Estados, como agentes de industrialización y de militarización, están entre los mayores enemigos del ambiente.

Desde nuestra perspectiva, por el contrario, los movimientos radicales -explícitamente ecologistas o no- son los que contribuyen a la internacionalización de algunas externalidades, al hacer crecer los costos de las empresas o de los organismos del Estado, por su oposición a la valoración crematística de la Naturaleza, pidiendo que la Naturaleza se quede en el terreno de la economía moral, es decir, que la Naturaleza se quede en el campo de la economía política popular, y no entre en la lógica del mercado ni tampoco en la lógica del servicio al Estado.

Esta sería la perspectiva en las luchas contra la contaminación del aire en los barrios populares de las ciudades, las luchas por espacios verdes contra la especulación urbana, la lucha en los suburbios de las ciudades pobres por tener la suficiente agua potable, las luchas contra el dióxido de azufre en Río Tinto, en la Andalucía de los años 80, o en la Oroya, en Perú, contra la Cerro de Pasco Copper Corporation, o en Ilo, también en Perú contra la Southern Perú Cooper Corporation. Son luchas contra las empresas papeleras para conservar los bosques, y para conservar la tierra contra las centrales hidroeléctricas, para salvar la pesca artesanal -considerando el mar sagrado, como en Kerala- contra la utilización abusiva de la pesca industrial. Son las luchas en los campos de algodón de Centroamérica contra la utilización de pesticidas. Son las luchas por la salud en los puestos de trabajo, y hasta nuestros días son todas las luchas contra la militarización.

El ecologismo de los pobres no es sólo local, también tiene aspectos internacionales

Puede parecer que la incidencia del ecologismo de los pobres es sólo local, pero también comprende aspectos internacionales. ¿Hay una nueva percepción ecológica de los conflictos internacionales desde los países en los que los ciudadanos no pueden emigrar fácilmente a otros países (los mexicanos a Estados Unidos, o los argelinos a Europa Occidental) mientras sus recursos son exportados a precios que dan muy poco valor a las necesidades futuras? ¿Habrá fuerzas políticas que reúnan bajo una misma perspectiva el nacionalismo y la ecología? ¿Podemos imaginar alguna cosa nueva en la historia? ¿Quizá la política de Gandhi era ya un nacionalismo ecologista?

Por ejemplo, la agricultura campesina mexicana es desde el punto de vista de la eficacia energética y de la conservación de la biodiversidad del maíz superior a la de los Estados Unidos. Sin embargo, México exporta petróleo y gas barato a los Estados Unidos, que vuelven a México, una parte convertidos en maíz de los campos de Iowa, un maíz de importación de un gran costo energético y de débil interés genético. Pero este maíz puede arruinar fácilmente la agricultura campesina de México. Una reacción nacionalista, pro-campesina, adoptaría un horizonte temporal más largo, se negaría a exportar gas o petróleo salvo a precios que incluyeran las necesidades de las generaciones mexicanas futuras. Podríamos así llegar a una teoría de los intercambios ecológicamente desiguales.

El eco-socialismo es más propio del Sur que del Norte

Una aproximación ecológica pone a la orden del día una teoría del subdesarrollo como efecto de la dependencia. Esta dependencia económica no sólo se manifiesta en la infravaloración de la fuerza de trabajo de los pobres del mundo, o en el deterioro secular de los precios de las materias primas exportadas sino también en el intercambio desigual entre los productos no renovables o lentamente renovables - comprendidos los elementos fertilizantes del suelo incorporados en las exportaciones agrícolas - y los productos importados de escaso valor ecológico.

Esta es, por ejemplo, la historia de la exportación de petróleo y de gas, y de otros minerales y metal, pero también la del guano y la harina de pescado de Perú. Podemos añadir aquí también la reacción contra las exportaciones de residuos tóxicos y los conflictos generados por las propuestas eco-tecnocráticas para combatir el "efecto invernadero" (clima mundial cada vez más caluroso).

En algunas regiones del mundo la cuestión de la existencia de un ecologismo de los pobres, tal vez carece de interés. Por ejemplo en la historia del ambientalismo norteamericano existe la ideología Gifford Pinchot de que la conservación de los recursos es compatible con su explotación, según un rendimiento sostenible al máximo, y la ideología de John Muir y del Sierra Club, de preservación de algunos espacios naturales en su estado salvaje puro (Yosemite Park). En los Estados Unidos, en esta controversia de los primeros años del siglo XX, era inútil preguntarse de qué lado estaban los pobres. Pero en otras regiones del mundo, en la historia y actualmente, podemos preguntarnos cuál ha sido el valor real de la naturaleza para los pobres.

La economía moral

Sin duda, la riqueza es la causa principal de la degradación ambiental, ya que el consumo derrochador de energía y materiales es mayor entre los ricos, así como es mayor la producción de desechos que resulta de ese consumo. Es esta ecología de la abundancia la causa de la nueva conciencia ecológica nor-atlántica. Pero hay que estudiar la ecología de la supervivencia, la necesidad de conservación de los recursos naturales por los pobres, su percepción de los recursos naturales como pertenecientes a la esfera de la economía moral, contra su inclusión en la valoración crematística, mercantilista. Frente a la pobreza, la degradación ambiental, la explotación interior y exterior, vivimos actualmente el inicio de un gran movimiento de neo-narodnismo ecológico entre intelectuales y activistas, pero también entre los campesinos y los pobres de las ciudades. Las investigación histórica de este tipo de fenómenos también se está desarrollando.

Los críticos ecológicos de la Ciencia Económica que se identifican con los pobres del mundo llegan a la conclusión que los costos ambientales no son internalizables ni por una economía de mercado ni por un proceso de planificación centralizada. Hubo un intento de introducir la problemática ecológica en el debate sobre el cálculo económico en una economía socializada, en los años 20 y 30, por obra de Otto Neurath y William Kapp, pero eso fue olvidado. Las luchas socio-ecológicas son el vehículo para internalizar las externalidades negativas, para asumir los costos ecológicos, por lo menos algunos de ellas. Los costos ecológicos aparecen en la contabilidad cuando son asumidos por grupos sociales: ésa es la perspectiva de los pobres del mundo, muy diferente del ecologismo burocrático internacional. Es en el fondo una perspectiva marxista porque vincula la crítica ecológica de la economía con las luchas sociales.

El movimiento Chipko en los bosques del Himalaya y la lucha contra las represas en el valle del Narmada son conocidos en los ambientes ecologistas de Norteamérica o de Europa del Norte, pero no lo son tanto en México, donde hay también luchas indígenas para la conservación de los bosques contra las empresas papeleras. Ni en Brasil, donde en un contexto diferente, hay luchas contra la hidroelectricidad, la minería de exportación y la ganadería. El ecologismo intelectual ha crecido en el Sur por influencia del Norte pero recién estamos descubriendo los movimientos ecologistas espontáneos del Sur, que son independientes de la influencia del Norte. Así, en la India está creciendo rápidamente el ecologismo activista y muy competente de multitud de grupos, cuyos trabajos y resultados pueden verse en forma resumida en los magníficos informes titulados "The State of India's Environment". Hay un ecologismo socialista muy vivo en la India y también en Latinoamérica está creciendo. Sin embargo, los autores y activistas latinoamericanos rara vez se citan entre sí, y lo que se escribe o lo que ocurre en la India no repercute en "las Indias".

Las luchas anti-capitalistas son, aun sin saberlo, luchas ecologistas

El eco-socialismo es más propio del Sur que del Norte, precisamente porque en el Sur las luchas anticapitalistas son muchas veces, aún sin saberlo sus protagonistas, luchas ecologistas. Además, la perspectiva ecológica abre de nuevo la discusión sobre el "intercambio desigual". Cuba, por ejemplo, ha sido en la mayor parte de su historia un país exportador neto de energía,- calorías humanas provenientes del azúcar-, y ¿a cambio de qué?

En la historia del Perú, en el siglo actual, hay movimientos sociales explícitamente dirigidos contra daños ecológicos,contra la deposición ácida. En otros movimientos sociales, el motivo ecológico no es tan visible pero también existe. Sí se ve en las luchas urbanas por el agua o contra las basuras. También en el campo. Por ejemplo en Perú, los intentos de recuperación de los pastos de las haciendas por las comunidades,están relacionados con la complementariedad económica de recursos de la puna y de otros niveles ecológicos más bajos, aunque también nacían del sentimiento y de la realidad de una usurpación, y a menudo usaban argumentos jurídicos más que ecológicos.

La percepción ecológica se expresa a veces en el lenguaje científico de flujos de energía y materiales, de recursos agotables y contaminación. Ese es el lenguaje de parte de los "verdes" alemanes, además de ser el lenguaje de los científicos. Desde luego, no es el lenguaje utilizado por otros movimientos ecologistas actuales o históricos, muchos de los cuales están aún por descubrir. Por ejemplo, la lucha de los pescadores de Kerala, en el sudoeste de la India, que pescan con catamaranes movidos a vela, contra los barcos forasteros con motores de gasoil, es una lucha ecologista que se opone al agotamiento de la pesca y propone una explotación de esos recursos renovables a una tasa compatible con su reproducción.

Al mismo tiempo, apela a una imagen del mar como algo sagrado. ¿No hubo una lucha parecida en el Perú cuando se estaba destruyendo la pesca de anchoveta para producir harina de pescado para engordar los pollos del Atlántico Norte? ¿Y en 1840-80, cuando se estaba destruyendo el guano? Lo mismo cabe decir de México y el petróleo, de Bolivia y el estaño, de Argelia y el gas. En Kerala, los pescadores apelan a la imagen sagrada que tiene el mar. ¿Qué idioma social podría emplearse en el Perú, en México, en Bolivia, en Argelia?.

El neo-narodnismo ecologista

En la India, Ramachandra Guha ha identificado tres tendencias entre los activistas ecologistas: los gandhianos, los partidarios del "ecodesarrollo" y las "tecnologías apropiadas", y los marxistas ecológicos. Guha llama a la colaboración entre esas tres corrientes. Aunque el "ecodesarrollo" y las "tecnologías apropiadas" parecen una mera adaptación del proceso capitalista de producción a las contradiciones socioculturales y ecológicas del Tercer Mundo, la izquierda debe abandonar sus suspicacias hacia el ecodesarrollo y las tecnologías apropiadas, pues estas estrategias de desarrollo pueden insertarse en las luchas de clase de nuestro tiempo. Así, la lucha de los seringueiros en Acre (Brasil), que culminó con el asesinato de Chico Mendes en diciembre de 1988.

Las grandes corrientes ecologistas se diferencian también por sus actitudes hacia la ciencia. En la India, por ejemplo, los gandhianos son menos favorables a la ciencia "occidental" que las otras dos corrientes. En cambio, los marxistas ecológicos tienen frecuentemente grupos llamados "ciencia para el pueblo", lo que recuerda el eslogan de los narodniki rusos de la época de Piotr Lavrov: "Ciencia y Revolución". La idea de que el conocimiento indígena es frecuentemente superior al ofrecido por los agrónomos extranjeros no supone una actitud anti-científica.

Al contrario, implica una crítica de la insuficiencia científica y de la autosuficiencia social de esos técnicos extranjeros o de esos vendedores de semillas y pesticidas. A menudo, los intentos de cambiar las prácticas campesinas en nombre de una racionalidad superior que se presentaba como científica, pero que era mala ciencia, han coincidido con los intentos de incluir en la esfera "económica" una producción y unos recursos naturales que todavía estaban fuera de ella. El ecologismo no es anti-científico. Ahora bien, la perspectiva ecológica implica una integración o una articulación de los conocimientos de diversas ciencias.

En todo el Tercer Mundo crecerá un nuevo ecologismo socialista, o tal vez neo-narodnista, lo que hubiera complacido al propio Marx, ya que al final de su vida simpatizaba con el ala más radical del narodnismo ruso. Aunque los narodniki eran socialistas, puede parecer que un neo-narodnismo ecologista no sólo implica una actitud pro-campesina sino también una actitud neutral frente a la lucha de clases, ya que el populismo no pone el acento en la diferenciación social ni en la lucha de clases. No obstante, en la medida en que el neo-narodnismo ecologista es una defensa de una economía moral, de una economía ecológica, contra la penetración del sistema de mercado generalizado, el enfoque populista puede ser útil para entender algunas luchas sociales en el Tercer Mundo, y no sólo para entenderlas sino también para apoyarlas. La etiqueta de "populista" fue usada, con pleno conocimiento de lo que significaba, en Rusia en la segunda mitad del siglo XIX: la creencia en la transición directa al socialismos sobre la base de la comunidad campesina. Por eso el marxismo de Mariátegui fue calificado de "populista".

En los últimos años, se ha criticado la agricultura moderna y, en general, la economía actual, porque implica un gasto de combustibles fósiles, una contaminación del ambiente y una pérdida de biodiversidad mayor que la agricultura "tradicional" y que la economía pre-industrial. De hecho, ese enfoque ecológico de la economía no es nuevo: autores como Podolinsky (1895-1956), representaron una corriente de pensamiento científico, ecologista, incluso científico y ecologista-utópico (Josef Popper-Lynkeus, 1838- 1921), que criticó la economía y a los economistas.

Esa corriente enlaza con la nueva economía ecológica y enlaza también con el ecologismo espontáneo de los pobres. En países con importante presencia campesina, la crítica ecológica de la economía moderna desemboca (desde 1985) en un neo-narodnismo ecológico (aludiendo a los citados narodniki rusos). Pero también hay que constatar, a veces, la ausencia de luchas ecologistas, incluso de percepción ecológica, a pesar de la existencia de problemas ecológicos.

¿Lenguaje populista?

El lenguaje populista, más exactamente el narodnik, no impide que el ecologismo de los pobres sea compatible con la teoría eco-marxista de James O'Connor, sobre "la segunda contradicción del capitalismo". Según James O'Connor, a la "primera contradicción" entre la acumulación de capital y la falta de poder de compra de la clase obrera metropolitana explotada o, en cualquier caso, la falta de poder de compra del proletariado y campesinado coloniales, hay que añadir una "segunda contradicción". La expansión capitalista estropea sus propias "condiciones de producción" (particularmente las condiciones ecológicas), y los intentos del capitalismo para reducir los costos de la producción externalizando los gastos ambientales, han provocado en algunas ocasiones reacciones sociales, es decir movimientos ecologistas de protesta.

Este análisis de O'Connor -y también de Leff-, explica al mismo tiempo la dinámica económica y ecológica, y la dinámica social. Estos nuevos movimientos sociales se oponen no sólo a las empresas sino también al Estado, incluso en los sistemas de economía de mercado, ya que las "condiciones de producción" son producidas fuera del mercado para convertirse después en mercancías . Es el Estado el responsable de la disponibilidad de las "condiciones de producción": la zonificación urbana, el agua potable, el aire respirable, minerales y combustibles fósiles producidos por fenómenos geológicos que han durado millones de años y que deben de mantenerse a buen precio a costa de una guerra si es necesario...

El neo-narodnismo ecológico habría podido complacer a Marx, y ciertamente a Mariátegui. Marx rehusó la perspectiva ecológica y no creyó en las virtudes sociales de los campesinos, pero por otro lado, fue al final de su vida muy favorable al lado más radical de los narodniki, que también eran socialistas y favorables a las comunidades campesinas. Hay que usar la palabra narodnismo con sus connotaciones rurales, porque los trabajadores rurales ocupan un lugar verdaderamente privilegiado en el ecologismo de los pobres. Ellos tienen acceso directo a la energía solar y si disponen de acceso a la tierra cultivable, también tienen acceso a los elementos fertilizantes del suelo, al agua de lluvia. Aunque los campesinos vendan en el mercado la mayor parte de su cosecha, pueden retirarse del mercado más fácilmente que otros trabajadores.

Traduciendo narodniki por "populistas", como se hace habitualmente, la inclusión de los pobres de las ciudades en el ecologismo de los pobres, sería obvia. Pero la palabra "populista" no tiene la significación socialista (igualitarismo, control social y comunal de los medios de producción, visión mundial, desaparición efectiva del Estado) que encontramos en los narodniki, así como en las otras corrientes de la Primera Internacional. El uso de la palabra narodniki no debe excluir a la población urbana.

El neo-narodnismo ecológico, tal y como se ha presentado aquí, responde a un análisis racional del conflicto entre la economía ecológica y la economía crematística, basada únicamente en costos-beneficios. También da argumentos para la crítica de algunas tecnologías modernas. Podríamos preguntar si el neo-narodnismo ecológico es simplemente una manifestación adicional del fenómeno general de resistencias nativas y localistas contra la expansión capitalista en la periferia del mundo, o bien si se trata de un ejemplo más del escepticismo actual respecto al progreso de la civilización, escepticismo que según los ideólogos post-modernos se manifiesta en la resurrección de las religiones, en los nacionalismos de pequeña dimensión, en la disgregación de las ideologías, en la derrota de la visión de la historia como una análisis universal del pasado que lleva a un proyecto colectivo para el futuro.

La respuesta a estas preguntas es negativa. El neo-narodnismo ecológico, es la ideología y la práctica de las luchas populares para la preservación de los recursos naturales en la esfera de la economía moral, y es también una defensa, que podemos apreciar en términos científicos, de una economía que valora la biodiversidad y usa razonablemente de los flujos de energía y materiales, sin esperanzas injustificadas en las tecnologías futuras. El neo-narodnismo ecológico no es un ejemplo post-moderno de falta de confianza en el progreso social y científico sino una vía de modernidad alternativa.

Las raíces de "Los Verdes"

Hay una confluencia entre el ecologismo popular o eco-socialismo con corrientes políticas de izquierda -cuyo origen remoto está convencionalmente fechado en la época de la Primera Internacional, hacia 1870- y con corrientes de pensamiento y prácticas alternativas, naturistas, pacifistas y feministas, desde el siglo XIX hasta nuestros días. Estas son las raíces de "los Verdes", que incluyen no sólo las luchas indígenas para conservar los recursos naturales, no sólo algunas luchas campesinas y obreras, sino también los nacionalismo pequeños, defensivos y anti-estatales. Por ejemplo, el nacionalismo francés ha sido pro-nuclear, mientras que el nacionalismo bretón es anti-nuclear.

Las políticas de izquierda alejadas del ecologismo popular o eco-socialismo serían dos ramas del marxismo: el leninismo y la socialdemocracia. Y esto, porque simétricamente, por un lado y por otro, una parte del pensamiento ecologista, el ecologismo social-darwinista, está alejada de hecho y es contraria al actual ecologismo popular eco-socialismo. Entre las personas más destacadas por su honestidad personal y por sus constantes actividades en pro de un mundo más justo, hay muchos militantes de corrientes marxistas que se han negado a dar el paso fácil y bien remunerado hacia la socialdemocracia que otros muchos han dado.

Ecología y Marxismo

Ahora que los Estados con planificación económica centralizada y dictaduras burocráticas están cambiando de sistema político y económico, por presión popular, hay que recordar los viejos debates de la Primera Internacional sobre los distintos modos de entender el socialismo. Así, hay que reconocer que la crítica de Bakunin contra Marx era adecuada, y también los narodniki rusos (como Lavrov) tuvieron mucho que aportar.

Las dos ramas principales de herederos del marxismo, la Socialdemocracia - que estuvo dispuesta a participar en la carnicería sin sentido de 1914-18 y también en guerras coloniales - y el Leninismo - que ha desembocado en el desastre actual - no son las únicas corrientes nacidas del movimiento obrero y radical del siglo XIX. Es hora de recuperar las ideas del anarquismo y del populismo ruso, a la vez que las ideas de Tolstoi, William Morris y Gandhi, tanto más cuanto en estas corrientes hubo una mayor sensibilidad ecológica que en los marxismos predominantes. Al otro lado, en el liberalismo, la sensibilidad ecológica estuvo también ausente.

Si pensamos que el estudio más importante de economía ecológica se titula "The Entropy Law and the Economic Process" (de Georgescu-Roegen, 1971) podemos entender los daños causados a la relación entre el marxismo y la ciencia ecológica y la política ecologista, por la incomprensión que tuvo Engels - que era el "asesor científico" de Marx - y la significación del estudio de los flujos de energía para el estudio de la economía humana, y sobre todo para el estudio del desarrollo de las Produktivekraefte o "fuerzas productivas" en la economía.

La palabra Kraft significaba "fuerza" en el sentido físico antes de 1850 pero fue sustituida por la palabra Energie una vez que empezó el estudio, no ya de las fuerzas mecánicas, sino de la conversión del calor en trabajo y viceversa, materia de estudios de la termodinámica que podría llamarse también Energética.

Si Marx y Engels hubiesen utilizado la expresión Produktiveenergien, la unión entre la historia económico-social marxista y la historia energético-social marxista y la historia energético-ecológica se habría podido establecer, antes y por sí misma. La expresión Produktivekraefte, por el contrario, ha situado a la historiografía marxista, que se supone materialista -pero en el sentido economicista, no en el físico- en un plano metafísico. Hay, por tanto, un divorcio entre el marxismo y la ecología energética desde hace más de 120 años. No sólo en el pseudomarxismo de origen estalinista, hoy felizmente casi difunto, sino también los marxismos renovados de la Nueva Izquierda europea y norteamericana, que rehúsan todavía entrar en esa discusión, aunque están ya a punto de caer. La arrogancia de origen leninista que algunos grupos residuales marxistas exhiben aún ante el ecologismo es hoy francamente ridícula.

Escasez de recursos y contaminación

No ha habido una historiografía ecológica marxista. Tampoco ha habido una historiografía ecológica "burguesa". Habría que comparar el empleo de la noción de Raubwirtschaft en algunas páginas casi olvidadas de la geografía humana de Jean Brunhes, y la visión de la longue durée (largo plazo) en la historiografía de F. Braudel, en la que la geografía evoluciona lentamente, la economía va más rápido, y la política es un asunto de corto plazo. Pero precisamente en la época de los Habsburgo en España y de Felipe II, la ecología de la zona americana del imperio español sufría unas agresiones sin precedentes - estudiadas por A.W. Crosby, en "Ecological Imperialism" -, incluida un gran colapso demográfico.

Los cambios ecológicos no se sitúan siempre en la longue durée (el largo plazo). Actualmente, el crecimiento del consumo innecesario de energía y de materiales en algunos países del mundo y la acumulación de gases que provocan el efecto invernadero en la atmósfera, son cambios ecológicos que van de prisa, más de prisa incluso que los cambios en el sistema económico. Son cuestiones muy discutidas desde hace cien años, aunque su impacto político sea reciente y aunque no hayan formado parte de la historigrafía marxista ni de la historiografía económica habitual.

Existen hoy economistas marxistas que se interesan por las contradicciones entre la ecología y la economía. Uno de ellos, Elmar Altvater -en Die Zukunft der Marktas de 1991, y también en su libro anterior sobre la explotación de la Amazonia- retoma las ideas de Frederick Soddy (1877-1956) sobre la contradicción entre la ley de la entropía y la ilusión de un crecimiento continuo de la economía. Insiste también en la confusión capitalista entre crecimiento real de la riqueza y crecimiento ficticio del capital financiero, de la deuda privada y pública.

Altveter estudia la dinámica de la economía capitalista, particularmente la imposibilidad de la economía fordista-reguladora en las grandes regiones de la periferia económica del mundo. No basta con decir que las leyes de la energética son una creación del espíritu humano, desarrolladas a partir de la introducción de la máquina de vapor en la industria. Eso es evidente. La cuestión sería si hay otros postulados, creados por supuesto por el espíritu humano en otro contexto social, que puedan explicar los fenómenos termodinámicos en las experiencias físicas, químicas y biológicas.

No ha habido aún integración entre el marxismo y el ecologismo

Aun cuando uno pueda encontrar en los textos de Marx diversos atisbos ecológicos, el marxismo y el ecologismo no se han integrado todavía. El gozne analítico de esa integración ha de ser la redefinición de los contextos marxistas de fuerzas productivas y condiciones de producción. El enfoque eco-socialista no destaca ya la contradicción entre la tendencia al crecimiento de la formación de capital y la explotación de la clase obrera, sino que resalta las dificultades que la escasez de recursos y la contaminación crean a la acumulación de capital. Hasta ahora, el marxismo es más economicista que materialista-energetista.

Los valores que no son parte de la economía ni cuentan ni saben como contarlos. Es decir, la crisis del capital por el menoscabo de sus condiciones de producción sólo se haría sentir a través de valores de cambio, por la elevación de los precios. Efectivamente, en los 70 podía parecer que las tasas de ganancia del capital disminuían por la elevación de los precios de algunos recursos naturales, que hacían crecer las rentas percibidas por sus propietarios, pero en los 80 la tendencia ha sido la contraria.

Eso no nos dice nada de interés sobre la articulación entre la ecología y la economía capitalista, ya que precisamente la problemática ecológica no se manifiesta necesariamente en los precios, pues los precios no incorporan costos como los ecológicos. Son los movimientos sociales y no los precios los que ponen de manifiesto algunos de los costos ecológicos. Que el petróleo haya bajado de precio no indica que sea más abundante que hace quince años, indica solamente que el futuro está siendo infravalorado.

El argumento es particularmente relevante en México, un país que exporta a precios baratos petróleo y gas natural, que en parte regresan convertidos -a bajo costo pero con despilfarro energético- en importaciones de cereales que arruinan la agricultura campesina. En este caso, los precios de mercado pueden cuestionarse si se adopta un horizonte temporal más largo, que revalorice el precio de los recursos energéticos agotables. La cuestión es cuál es el sujeto social capaz de adoptar esta estrategia de revalorización frente al vecino del Norte, que contempla las importaciones de petróleo y gas natural no ya en términos de ventajas comparativas -falsamente computadas- sino en los términos inapelables de "seguridad nacional".

Ciencia, teología y sociedad

Las sociedades o los grupos sociales actúan sobre el ambiente según las representaciones que se hacen de sus relaciones con él. Estas representaciones favorecen o, por el contrario, ejercen un efecto limitador sobre las extracciones devastadoras. La historia de la naturaleza, nuestra percepción de ella, es una construcción social, y por eso puede decirse que la historia natural es también historia social.

Hasta la gran experiencia colonial, que empieza algo antes de 1492 y hasta la industrialización masiva de Europa, la relación con el ambiente no ha sido pensada como dominación y transformación de la naturaleza sino como intercambios con las fuerzas naturales a menudo sacralizadas en mitos o cosmologías religiosas. Tal vez algunas religiones, como el cristianismo, estaban ya predispuestas al abuso de la naturaleza, pero en cualquier caso la predisposición no se pudo manifestar en la escala actual. "Ninguna civilización ha sido ecológicamente inocente", ha escrito Jean Paul Deléage con una gran frase a la francesa. Eso incluso puede aplicarse a las civilizaciones antiguas.

La salinización de tierras de regadío es un fenómeno pre-industrial y no-occidental. No sólo ha faltado la inocencia sino que también puede ponerse en entredicho la eficiencia de algunas formas tradicionales de uso de la naturaleza. Así, la agricultura itinerante de roza-tumba-y-quema, que provocaba las iras ignorantes de los administradores coloniales en Africa y otros lugares se ha presentado más tarde como modelo de conocimiento agronómico y botánico indígena e incluso se ha elogiado como parangón de eficiencia energética.

No hay civilización ecológicamente inocente

Recientemente, otros autores han señalado el hecho evidente que, si en el input energético de la agricultura itinerante incluimos la vegetación quemada, su eficiencia energética sería inferior incluso a la de la agricultura moderna, basada en combustibles fósiles. Si las calorías de la vegetación quemada no se han incluido en tales estudios del flujo energético en la agricultura, es porque se suponía la regeneración del bosque, pero Mc Grath, que trabaja en Pará, en la Amazonia brasileña, no está dispuesto a conceder tal presunción de inocencia y de eficiencia ecológicas. Así pues, tal vez sea verdad que no hay civilización ecológicamente inocente.

Pero la actual civilización industrial vive de recursos almacenados en épocas geológicas remotas, como son los combustibles fósiles. En un año de producción económica consumimos varios años de reservas.

Las anteriores civilizaciones no hicieron esto. Por tanto, puede afirmarse con J.P. Deléage, que en las civilizaciones "en las que los humanos son la fuerza productiva principal, la adaptación al ecosistema es el principio fundamental del funcionamiento de la sociedad", y puede esperarse, por tanto, que la misma atención que nuestra civilización ha dedicado al desarrollo de nuevas tecnologías basadas a menudo en la expoliación de recursos naturales, se haya dedicado y se dedique en esas otras civilizaciones a la observación y al conocimiento del ambiente con vistas a su uso sostenible. Esa es la razón para pensar que los campesinos y campesinas son de por sí buenos conocedores de las condiciones ecológicas, sin necesidad de apelar a ningún romanticismo respecto de la virtudes del hombre primitivo y rústico.

El neo-narodnismo ecológico acepta el hecho evidente de que existe un conocimiento técnico indígena o campesino que con frecuencia es superior a la ciencia oficial. Pero eso no supone, en modo alguno, sumarse alegremente a la filosofía irracionalista para la que da más o menos lo mismo la astrofísica que la astrología. No se debe despreciar el conocimiento popular que se expresa en la agroecología espontánea, o en la tradición vegetariana popular, o en la medicina alternativa, en nombre del gremialismo científico de agrónomos y médicos. Todas estas tradiciones naturistas -muy vinculadas, además a tradiciones del movimiento obrero de raigambre anarquista-, no deben ser despreciadas, sino todo lo contrario.

Sólo en ecología los expertos dialogan con los aficionados

Ahora bien, las cuestiones ecológicas presentan características que les hacen poco tratables con los métodos científico-tecnológicos habituales. Por esto, la desconfianza ecologista hacia los científicos está justificada sin necesidad de apelar a filosofías irracionalistas de la ciencia. En efecto, los problemas ecológicos son complejos, interdisciplinarios. Además, muchas veces son nuevos -al haber sido creados por las nuevas industrias-.

En esos terrenos, los científicos, cuyos métodos son reduccionistas, se muevan mal. Por eso, ante la gran incertidumbre de muchas cuestiones ecológicas, observamos un fenómeno poco frecuente en otros campos: en las discusiones sobre el riesgo nuclear, sobre el peligro de las dioxinas y furanos, sobre los efectos del calentamiento global, participan en pie de igualdad los activistas ecologistas con los "expertos" de las universidades o de las empresas. Eso no ocurre -tal vez debiera ocurrir- en los debates sobre economía o sobre medicina o sobre arquitectura, donde los expertos no dialogan con los aficionados.

¿Por qué ocurre eso en bastantes discusiones ecológicas? Por un lado, los políticos habituales no han ocupado aún ese espacio, aunque están tratando de hacerlo y la Conferencia de Río de Janeiro de junio/92 está diseñada precisamente para promocionar la imagen de dirigentes políticos estatales como expertos o por lo menos interesados en ecología. Por otro lado, se trata de cuestiones muy inciertas, muy complejas, de consecuencias a largo plazo, pero necesitadas de decisiones urgentes.

Eso da la oportunidad, no para un enfrentamiento entre ecologistas y científicos, sino al contrario para un trabajo en común entre ecologistas que respeten los logros reales de las ciencias en terrenos bien acotados - donde cabe contrastar hipótesis - y científicos que, más que "ciencia para el pueblo" hagan "ciencia con el pueblo", dispuestos, a confesar su ignorancia - o, mejor dicho, los límites de su saber - sobre los grandes e inciertos problemas futuros que el ecologismo plantea. ¿Quién puede hoy, honestamente, atacar la agroecología en nombre del avance científico-técnico de las biotecnologías? ¿Quién puede pronunciarse contra los ecologistas en nombre de la energía de fusión no,por supuesto la "fría", sino la caliente? ¿No sería esta certidumbre más extravagante que la mayor extravagancia de un curandero?

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