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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 118 | Agosto 1991

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Nicaragua

El primer congreso del FSLN

En el balance del primer Congreso Nacional del FSLN hay que anotar una unidad en la polémica y avances democratizadores de los sandinistas, "gobernando desde abajo" a su partido.

Equipo Envío

A 30 años de su fundación, el Frente Sandinista de Liberación Nacional celebro el Primer Congreso Nacional de su historia. Durante los meses previos, mayo y junio, se llevaron a cabo centenares de asambleas en todo el país y 17 Congresos Departamentales, en los que las bases sandinistas escogieron a los delegados que los representarían en el Congreso Nacional y llevarían a este los aportes recogidas sobre los anteproyectos de Estatutos, Programa y Principios para un renovado FSLN.

Para el sandinismo, el reto fundamental ante la nación, ante la comunidad internacional, y sobre todo ante si mismo, era el de la renovación democrática. La derrota electoral, el reconocimiento de los errores y limitaciones del pasado y la crisis del socialismo en el mundo lo enfrentaban a una crisis y a una oportunidad de proporciones históricas, que ni culminaba ni comenzaba con el Primer Congreso. Mas bien, a partir de reflexiones, discusiones y acciones iniciadas a partir de la derrota en todos los niveles del sandinismo, se trato ya de adecuar el partido a las nuevas coyunturas políticas y a las necesidades sociales de las grandes mayorías nicaragüenses.

Al igual que otros partidos de izquierda en el mundo, el FSLN se vio asediado, interna y externamente, para que diera paso atrás en su filosofía socialista y en su posición anti-imperialista. Evidentemente, tanto en la definición del nuevo programa, como en la integración de la nueva dirigencia, se abrían espacios para fortalecer o para debilitar la representación de las diversas corrientes que existen a lo interno de un Frente Sandinista que es "pluri-clasista". Una vez levantada la barrera de la verticalidad y de la sobrevivencia, y admitida la necesidad de la renovación y de una mayor democratización, resultaba lógico que afloraran las divergencias. Y afloraron al punto de amenazar la misma unidad del FSLN.

Todos estaban de acuerdo en la necesidad de una democratización y una renovación para mantener la integridad y la originalidad histórica del sandinismo como el partido de los pobres. Pero hasta ahí llegaba el consenso. El debate desatado a partir de la derrota se centro, no siempre conscientemente, en el como alcanzar y definir esa democratización y esa renovación.

El sandinismo en su conjunto quedo preso entre las heridas dejadas por la derrota y las batallas políticas que había que librar contra la extrema derecha. A esto hay que agregar la tradicional renuencia del sandinismo a entrar en discusiones teóricas. En el proceso asambleario y en los Congresos Departamentales los puntos mas controversiales abordados fueron la profundización de la democracia interna, el rechazo al verticalismo, las atribuciones de los principales órganos de dirección (facultades de la DN, de la Asamblea Sandinista y delCongreso), la integración de una nueva Dirección Nacional, el patrimonio del FSLN, la revisión de la "piñata" y el papel de la Asamblea Sandinista. Temas como la situación internacional, el futuro del socialismo, el colapso de los regímenes de Europa del Este, la naturaleza del partido o la socialdemocracia no figuraron entre los puntos mas álgidos de la discusión.

El contexto del debate

La derrota electoral de febrero/90 abrió entre los sandinistas una discusión y un proceso largamente pospuesto o inconcluso. Pero en esta ocasión no había ya ningún imperativo de por medio que impidiera el entrar a fondo a discutir las diferentes posiciones sobre concepción, organización, tareas e interpretaciones del pasado, del presente y del futuro. En esos primeros meses, y posiblemente hasta las mismas vísperas del Congreso, el problema fue el ambiente altamente cargado de emotividad, producto del dolor y de los desahogos derivados del fracaso electoral y de la crisis espiritual que la derrota significo para cada sandinista, en particular para los mas abnegados.

Aunque la discusión desatada a partir de la derrota electoral sirvió para sanar algo el daño psicológico sufrido también por la colectividad, polarizó extraordinariamente el debate. Esto es mas significativo dentro de un partido sin tradición de debate abierto. El análisis de las elecciones se entremezclaba con las discusiones sobre los factores que desvincularon ya no solo al FSLN del grueso de la sociedad, sino también a las bases de toda la dirigencia, nacional e intermedia, del sandinismo. Tampoco quedo fuera de esta emotiva discusión la forma apresurada y desordenada en que el gobierno sandinista adjudico propiedades y recursos estatales en las últimas semanas de su gestión, creando resentimientos entre los menos beneficiados y también entre otros beneficiados, a partir de entonces preocupados por su sustento material, a pesar de que por su extracción social no se vieron en grandes apuros. Lo emotivo, lo económico, lo acumulado, lo político, todo se entremezclo, como era de esperar. Fue una realidad lógica, saludable y hasta necesaria, que puso a prueba la integridad del FSLN, como sucede con todo partido rechazado por el electorado.

Fue imposible separar del proceso de revisión del FSLN, este debate tejido de desordenadas criticas que en algunos momentos llegaron a asumir la forma de confrontaciones personales entre los mismos sandinistas, que polemizaban abiertamente en los principales medios de comunicación. Nadie negaba la necesidad de una transformación y de mantener la unidad del FSLN, pero hasta ahí llegaba el acuerdo. En el como lograr esa transformación y esa unidad el debate no tenía orden y a la vez estaba fuertemente influenciado por el peso de la ofensiva de una derecha que amenazaba con revertir los principales logros de la revolución en los últimos diez años. A la dirigencia del FSLN le resultaba difícil desprenderse de la responsabilidad y de la perspectiva nacional para abocarse a la problemática específicamente partidaria. Y el desmantelamiento final de la contra y el logro de un marco de convivencia con el nuevo gobierno asumieron la primera prioridad.

En realidad, era una crisis que en el fondo era el producto de una victoria histórica: el FSLN se había ganado el derecho a existir sin ser agredido militarmente. Alejada la posibilidad de ser eliminados físicamente, contando con formidables y básicos instrumentos de poder - organización social, medios de comunicación y presencia en los poderes Legislativo y Judicial -, contando con el "seguro de vida" de unas fuerzas armadas de carácter popular - las únicas reconocidas por el gobierno -, los sandinistas se encontraban ante una crisis existencial. Habiendo culminado exitosamente su lucha guerrillera y gubernamental para abrir un nuevo marco político y social a Nicaragua, el FSLN debía hacer ahora los necesarios ajustes internos que le permitieran competir y recuperar la iniciativa política.

En el calor de los debates, particularmente en la Asamblea de El Crucero de junio/90, los militantes exigieron la convocatoria de un Congreso Nacional para profundizar el proceso de revisión del partido. Muchos consideraron extemporánea esta petición, pues lo que se requería era el fortalecimiento - y no la dispersión - del sandinismo. Sin embargo, la Dirección Nacional acepto la propuesta de convocatoria del Congreso, que fue inicialmente fijado para febrero/91. Ante la complejidad del proceso nacional y de las crisis y conflictos que se vivieron en confrontación con la derecha, el Congreso fue propuesto para julio/91.

Aunque esto levanto suspicacias entre las bases sandinistas, listas - como nunca en su historia - a cuestionar las decisiones de los dirigentes, la posposición permitió tener mas tiempo para el ordenamiento de la discusión y para los preparativos del Congreso. Y también para conocer mejor al nuevo gobierno y así definir mejor la estrategia que debía ser debatida y aceptada en el Congreso.

El trasfondo del debate

A lo largo de las discusiones predomino el argumento de recurrir al imperativo de mantener la unidad y de lograr la democratización. Los que exigían renovación lo hacían en nombre de la democracia y de la unidad. Y los que se oponían a la renovación también. La pregunta clave era: ¿Renovación en que dirección política? ¿Hacia la derecha o hacia la izquierda? ¿Unidad alrededor de que posiciones y de que intereses? ¿La unidad vertical clasista para aglutinar a las fuerzas populares, o la unidad horizontal nacional para atraer a otros sectores? ¿Era conveniente pasar del centralismo excesivo al democratismo paralizador?

Los "socialdemócratas" o "pragmáticos"

No faltaron quienes en nombre de la "modernización" y de la democratización del FSLN abogaron por un viraje de carácter estratégico que, en su forma mas radical, suponía el abandono del ideal socialista y la búsqueda de conciliación con todos los sectores de la sociedad en aras de la creación de un verdadero partido de alcance nacional capaz de triunfar en las próximas elecciones. Según las "nuevas" concepciones, influenciadas por las experiencias de Europa del Este, el sandinismo, a partir de un análisis de la realidad de la nación y de la necesidad de asegurar la estabilidad de la sociedad, debía de plantearse un proyecto nacional y viable, en el que se antepusieran los intereses nacionales a los partidarios, dejando de lado los "istmos" y luchas de clases, preservando el terreno conquistado y recomponiendo la imagen guerrerista y leninista del sandinismo y de un proyecto que había sido repudiado por el electorado, ganándose de esta forma el respeto de todos los sectores convocados en torno a un nuevo proyecto nacional para salvar al país.

Se partía de la premisa de que si la nación no era viable tampoco lo era ningún proyecto de izquierda. Se trataba de "legitimar" al Frente Sandinista ante otros sectores que desconfiaban de las tácticas "confrontacionistas", dejando atrás esquemas de análisis de clase que trazaban divisiones sociológicas y económicas que ya no caracterizaban a la sociedad nicaragüense ni a ninguna otra sociedad moderna. Ante esto, el sandinismo debía abocarse a la construcción de un amplio consenso sin el que le resultaría imposible volver al poder por la vía electoral.

En la práctica, esto significaba la adopción de formas de lucha fundamentalmente civilistas y parlamentarias, desasociándose, si fuera necesario, de toda violencia sindical, adoptando posiciones flexibles y negociadoras con el gobierno, anteponiendo la búsqueda de la estabilidad política nacional a la de la liberación social, que en todo caso pasaba a un plano secundario, no tanto por ninguna decisión política sino por la desfavorable correlación de fuerzas existentes a nivel internacional. Se trataba, ante todo, de resguardar el marco político constitucional como la mejor garantía para proteger los intereses de la revolución y del pueblo. Además de todo esto, los "pragmáticos" abogaban por una nueva relación con Estados Unidos. "El FSLN - según el diputado suplente Rafael Solís, el exponente mas connotado de esta línea - ya no puede seguir martillando un anti-imperialismo a ultranza, porque este termino tiene una connotación confrontativa con los Estados Unidos".

Los "basistas" o "principistas"

Para el otro sector, las posiciones eran totalmente contrarias. O las mismas, pero desde otra perspectiva. Con los "socialdemócratas", criticaban a la Dirección sandinista por su verticalismo y por la falta de democracia en el partido. Sin embargo, fustigaban las políticas "cupulares" de negociación, los entendimientos con sectores económicos y políticos del gobierno, particularmente con el Ejecutivo y con Antonio Lacayo, cuyas políticas neoliberales atentaban claramente contra los pobres. Reclamaban que el FSLN no podía constituirse en una instancia de mediatización social y política, dejando así atrás la representación directa de las masas y la defensa de las formas de lucha que desde la base fueran surgiendo.

Para los "principistas", congregados principalmente en el FNT, la actuación del FSLN había incidido en la derrota electoral y era hora de renovar el pensamiento, las estructuras y la dirección. Culpaban a la corriente "tecnocrática" sandinista de haber insistido en anteponer el proyecto nacional al proyecto popular, subordinando ambos proyectos a la posibilidad de lograr una mejor inserción de Nicaragua en el nuevo marco político y económico mundial. Atacaban "la utopía pequeño-burguesa de la conciliación de clases y el no antagonismo entre los intereses de explotados y explotadores, como una ilusión que solo sirve para frenar la lucha de los explotados".

El FNT insistía en mayores compromisos con las luchas diarias y estratégicas de los trabajadores, aun cuando esto llevara a la confrontación callejera y a las tomas de edificios públicos como elemento de presión. Otros sandinistas, particularmente los que eran diputados en la Asamblea Legislativa, eran partidarios de renunciar a la violencia que terminaba antagonizando a los sandinistas con "la opinión pública" y restandole credibilidad democrática al FSLN, a la vez que debilitaba a un gobierno cuya estabilidad resultaba también necesaria y conveniente para el sandinismo.

En más de una ocasión, los dirigentes del FNT exigieron respaldo para la acción de las masas, recordando que, en ocasión de las huelgas de 1990 y de otras ocasiones movilizativas, sintieron que no contaban con el pleno respaldo de su partido, de algunos de sus dirigentes y de algunos medios de comunicación sandinistas. Para algunos, se estaba poniendo demasiada atención en la necesidad de volver al poder y ganar las elecciones, cuando lo imperativo era asegurar que el FSLN fuera reconocido por las mayorías populares como su instrumento, al encabezar las luchas en defensa de las conquistas revolucionarias.

En definitiva, se trataba de reconocer al pueblo y a sus organizaciones representativas - y no al Estado - como fuente y forma de poder. Según algunos militantes la obsesión por regresar al gobierno alejaba al FSLN de su razón de ser y de su imperativo fundamental: reinsertarse en el pueblo y organizar con este el proyecto popular que defendiera a la revolución y a la nación. "Se trata mas que de ser partido vanguardia, apoderado del gobierno, de ser un partido de las fuerzas en movimiento de la sociedad, articulándose con ella, fomentando el protagonismo de
los grupos y organizaciones que esta vive".

¿Renovación de la dirigencia?

La lucha ideológica a lo interno de la cúpula sandinista, librada principalmente en el seno de la Asamblea Sandinista, constituyó" el trasfondo principal, aunque disimulado, de la polémica sobre la elección de una nueva Dirección Nacional que estipulaba el anteproyecto de Estatutos. Estratégicamente, lo que estaba en juego era cual de las dos concepciones "democráticas y renovadoras" prevalecería en el nuevo FSLN a partir de la composición "ideológica" de su máxima instancia.

El peligro potencial era que algún sector del sandinismo, no satisfecho con la nueva dirigencia y con los nuevos espacios políticos concedidos a sus contrincantes, hiciera entrar en crisis al Congreso y al sandinismo provocando divisiones difícilmente reparables, realizándose así el sueño de la derecha y de los norteamericanos, que en vísperas del Congreso del FSLN pusieron al rojo vivo su campaña de desprestigio contra los dirigentes sandinistas. A lo largo de los últimos 12 años, la unidad en la Dirección Nacional había sido un factor fundamental para garantizar la unidad del sandinismo y la convergencia de sus distintas corrientes. Ahora, la democracia venia aparentemente a atentar contra la unidad.

Este debate tampoco se pudo desligar ni del procedimiento para la elección ni del malestar que a lo interno del sandinismo había causado "la piñata". La dirigencia sandinista pagaba el costo político interno e internacional de no haber frenado a tiempo la campaña generada en torno a esta "piñata" con una explicación clara y continuada sobre los criterios utilizados para la repartición y la titulación de propiedades, diferenciando enfáticamente entre lo justo y defendible y lo que fueron abusos o arbitrariedades. No hubo autocrítica de la Dirección sobre este asunto, como tampoco hubo en el Congreso.

Dos propuestas para elegir a la Dirección Nacional

Fueron dos propuestas de la misma Dirección Nacional, ratificadas por los casi 80 miembros la Asamblea Sandinista en las semanas anteriores al Congreso, las que desataron los mayores debates en los Congresos Departamentales y en los medios de comunicación, al considerarlas un atentado a la democratización del FSLN, a pesar de que todas las decisiones finales eran facultad del Congreso Nacional.

La primera propuesta fue que los actuales dirigentes de la DN se presentaran en una sola boleta o "plancha" para su reelección proponiéndose a la vez el ingreso de René Núñez Tellez y de Sergio Ramírez en la nueva Dirección Nacional y en esta "plancha". En el anteproyecto de Estatutos se había establecido que la Dirección seria electa por voto directo y secreto. La propuesta de la Dirección, avalada por la Asamblea Sandinista, abrió una discusión candente sobre las formas de ejercer el voto directo y secreto: o sobre listas cerradas - "planchas" de candidatos - o de forma individual, uno por uno cada candidato.

Para los defensores de la formula de la "plancha", el procedimiento - sin violar el mecanismo previsto de voto directo y secreto - disuadiría a los que pretendieran usar el Congreso para realizar enjuiciamientos personales a miembros de la Dirección Nacional. La formula ratificaría la unidad de la Dirección que, con todos sus errores y aciertos, había logrado desarrollar por mas de diez años un proceso de conducción colectiva y democrática representando los diversos puntos de vista de los sandinistas. Por lo demás, con la propuesta se respondía a la inquietud de renovación mediante la ampliación con dos personas cuyos méritos eran prácticamente incuestionables, pero que a la vez ya habían sido virtuales miembros de la Dirección Nacional. La otra propuesta que provoco polémicas fue que la Asamblea Sandinista, congregación de casi 80 cuadros histéricos, participara con voz y voto en el Congreso Nacional, aún cuando sus miembros no hubieran sido elegidos por las bases.

Estas dos propuestas, anunciadas en vísperas de que comenzaran los Congresos Departamentales, ocasionaron enormes controversias, opacando muchos otros temas. Un importante sector de los delegados a los Congresos Departamentales, particularmente los de Managua, interpretaron las propuestas como "una imposición" para evitar la elección directa, secreta e individual de cada miembro, tanto de la DN como de la Asamblea Sandinista.

Algunos sandinistas acusaron a los dirigentes de esgrimir la "unidad" y la peligrosidad del momento político nacional como pretextos para no arriesgarse a que alguno de ellos fuera eliminado de la DN por el voto. Para este sector, la renovación de la Dirección Nacional implicaba cambios en las personas concretas y no solo en las líneas de conducción, y argumentaban que el mecanismo de "plancha" única cerrada y excluyente no era el procedimiento mas democrático ni mas renovador.

Otro sector argumentaba que la renovación no era incompatible con la permanencia en sus cargos de los miembros de la DN, que los liderazgos no se podían improvisar y que, en todo caso, el FSLN ya venia transformándose a partir de la derrota electoral y de hecho, era ya otra organización. La gran mayoría reconocía que el ingreso a la DN de Sergio Ramírez y de René Núñez era una forma de mantener el equilibrio político, tanto hacia adentro como también hacia afuera del sandinismo. Como un gesto de respaldo al Gral. Humberto Ortega, el Congreso del FSLN lo incluyó en la plancha que conformaría la nueva Dirección Nacional. El Gral. Ortega agradeció el gesto pero declinó el nombramiento para continuar al mando del Ejército.

Cuestionamientos personales a los miembros de la Dirección Nacional

Los cuestionamientos personales a los miembros de la DN se escucharon más en Managua y mucho menos en las regiones, donde según los managuas predomina todavía entre la militancia la consigna "Dirección Nacional, ordene". En las regiones las criticas se centraban en los cuadros intermedios, que cargaban con un peso desproporcionado de acusaciones por haber sido los ejecutores concretos de políticas impopulares.

A pesar de todas las discusiones, los Congresos Departamentales ratificaron las dos propuestas de la Dirección Nacional. Las mociones de desacuerdo de los "radicales" (los "democratistas") fueron derrotadas por el apoyo que dieron a la DN los "moderados" (los "verticales"), que continuaban reconociéndole su liderazgo a la actual Dirección Nacional y rechazaban llevar a cabo un "referéndum" sobre cada uno de sus miembros. Hubo finalmente consenso en que si bien los máximos dirigentes debían ser electos por voto secreto e individual esto se haría en la siguiente etapa y que lo que cabía ahora era la "plancha", para no alterar la capacidad de conducción de la DN en una coyuntura nacional tan critica. También fue prácticamente generalizado el apoyo a la propuesta de que Daniel Ortega fuera el nuevo Secretario General del FSLN y Henry Ruiz su Tesorero.

Evaluar diez años de gestión sandinista

Por su parte, la Asamblea Sandinista insistió en estar presente en el Congreso, aun cuando fuera por el carácter histórico de ser la agrupación de los "mayores" que se habían destacado en la guerra contra Somoza y en la conducción del gobierno. Adujeron que si en el Congreso se trataba también de evaluar la gestión sandinista, debían estar presentes los que compartieron responsabilidades en esa gestión.

En todo caso, en el Congreso seria electa por los delegados una nueva Asamblea Sandinista, y ya se suponía que muchos de los histéricos quedarían fuera, como sucedió en realidad, materializándose así la renovación en su expresión mas radical, causando resentimiento entre algunos de los viejos cuadros, que se sintieron víctimas no solo de nuevos procesos democráticos y electorales, sino también del nuevo sentir de una militancia sandinista que insistía en "pasar cuentas". De órgano consultivo, la nueva Asamblea Sandinista pasaba a ser una instancia deliberativa y de máxima decisión entre Congreso y Congreso, que sesionara regularmente con facultades especificas reservadas antes a la Dirección Nacional. La nueva Asamblea Sandinista se encuentra hoy más a la izquierda que la anterior gracias a la labor desplegada por sandinistas que son miembros del FNT. Esta es una de las principales garantías de que la raíz popular y revolucionaria del FSLN continuará vigente.

La posición de Daniel Ortega

Hacia finales de mayo, Daniel Ortega comenzó a tomar partido públicamente en el debate ideológico que envolvía al sandinismo, poniendo todo su prestigio a favor de la acción de masas e identificando claramente al sandinismo con la causa de los desposeídos. En sus discursos y declaraciones advirtió que el FSLN no podía caer en la trampa de quienes pretendían, en nombre de la modernización, cambiar la naturaleza y razón de ser del Frente Sandinista. Ante el Congreso Departamental de Managua hizo una autocrítica en nombre de la Dirección Nacional sobre las negociaciones "cupulares" que se venían dando con el gobierno a espaldas de las organizaciones gremiales y de otras instancias sandinistas. Abrió fuego también contra quienes pretendían que el FSLN abandonara sus tradicionales posiciones antiimperialistas y su beligerancia y critica a fondo del capitalismo, invitando a los que así pensaran a incorporarse a otros partidos.

Fue igualmente claro con los que abogaban por un acomodamiento con los Estados Unidos: "Los que piensan que al imperialismo hay que hacerle buena cara, que tenemos que quitarnos el pañuelo rojo y negro para que nos acepten los yankis, que busquen los partidos pro-imperialistas que sobran aquí en Nicaragua". Según Daniel, el FSLN debía continuarse nutriendo del pueblo, incorporando en particular al campesinado ex-contra y a los sectores medios y profesionales, pero a todos en función de la defensa de los intereses populares.

Contra los que insistieron en asumir formas de lucha exclusivamente legales, Ortega defendió "el derecho a la rebelión", reprochando indirectamente a algunos sandinistas que habían criticado al FNT por las huelgas y las tomas de edificios. "La modernización - señaló Daniel - debe ser entendida como un instrumento de defensa de la propuesta revolucionaria y no para reivindicar ahora al capitalismo, al liberalismo y al neo-somocismo". Reflejo así el sentimiento expresado en los Congresos Departamentales, en los que sin excepción, se insistió en ratificar el carácter revolucionario, antiimperialista, democrático y nacionalista del FSLN.

En alguna medida, la toma de postura de Daniel Ortega en el debate vino a restaurar un equilibrio en los medios sandinistas que, para algunos dirigentes del FNT, estaban demasiado inclinados hacia el sector "pragmática", que adquiría con esto un peso desproporcionado en el debate de posiciones. Todos pretendían hablar en nombre del Frente, pero eran evidentes las diferencias de opinión entre muchos dirigentes de los organismos gremiales del FSLN y era de todos conocido que las opiniones de los militantes obreros no eran iguales a las de algunos parlamentarios sandinistas.

La participación de Daniel Ortega en el debate también significo una definición mas clara de la Dirección Nacional sobre el polémico tema de la acción de masas y la acción parlamentaria-negociadora. A la luz de la nueva beligerancia de los sectores de base, en respuesta a las ofensivas de la derecha, el FSLN en su conjunto y su Congreso se inclinaban hacia las posiciones de las organizaciones sindicales, sin rechazar otras formas de lucha.

Pero, aún con esto, el debate a lo interno del sandinismo no quedaba - ni debía quedar - resuelto. En el están presentes elementos que son comunes en las discusiones de las izquierdas latinoamericanas en búsqueda de un nuevo modelo de relación entre los movimientos sociales y el partido tras el fracaso del modelo de "partido estatizado".

¿El socialismo debía pasar por la solución del problema nacional, o era al revés? Esto daba también continuación a un antiguo debate sandinista sobre la naturaleza y composición política del FSLN. Lo que sucedía era que lo plasmado en los programas y en los discursos no se traducía fácilmente y con nitidez a la hora de definir líneas políticas y al momento de las acciones en las calles, donde los organismos de masas no siempre coincidían con esas líneas políticas. En otras etapas históricas, el FSLN había podido neutralizar la acción de los sectores populares, pero con la democratización no podía continuar siendo así. Si en cualquier caso, algún militante o dirigente consideraba errada la actuación sindical, su deber -insistió Daniel - era estar inmerso en esa lucha y desde adentro defender sus diferentes apreciaciones políticas.

Los nuevos consensos: una nueva organización

En términos orgánicos, el FSLN enfrentaba la necesidad imperativa de fortalecerse dejando atrás la noción de partido de cuadros para convertirse en partido de masas, sin por ello dejar de insistir en las diferentes categorías de sus miembros. A partir de la derrota electoral, se había dado ya un paso fundamental para democratizar la organización, abriendo las puertas a miles de simpatizantes. En el futuro, los miembros elegirían a los delegados a los Congresos Departamentales, los que a su vez nombrarían a los Comites de Dirección Departamental - antes designados por la Dirección Nacional -. De los Congresos Departamentales saldrán electos los representantes al Congreso Nacional.

La Asamblea Sandinista, nombrada también anteriormente por la Dirección Nacional, será elegida ahora por el Congreso Nacional, al igual que la misma Dirección Nacional. La DN quedo con una cuota del poder con el que ya contaba y quedó normada su rendición de cuentas a la Asamblea y al Congreso, que es el que la elige. Funciones que antes estaban en manos de la DN pasaron a ser asumidas por otros organismos, quedando la DN como el organismo cotidiano de dirección en base a programas, estatutos y líneas aprobadas por un Congreso y revisadas al menos dos veces al año por la Asamblea. En la Asamblea quedo institucionalizada la representación de las distintas regiones y de los distintos sectores sociales.

Con respecto a los organismos de masas, el nuevo programa estableció el respeto a su autonomía. Los departamentos exigieron una mayor atención y discusión partidaria sobre los problemas que afectan a las comunidades departamentales. Los temas de discusión en el interior del país aportaron mayor realismo y equilibrio a los debates de Managua y de los medios de comunicación, que daban la apariencia de ser los dominantes. De hecho, en los escritos que estuvieron apareciendo en los medios durante meses previos al Congreso, las expresiones de emotividades y frustraciones políticas partidistas. Todo era lógico. En sus 30 años de existencia, el FSLN nunca tuvo la oportunidad de constituirse ni de desarrollarse como partido.

Por primera vez, los sandinistas de Managua se abocaron a la discusión de la problemática campesina, descubriendo que el sandinismo nunca había perdido al campesinado porque no podía perder lo que nunca tuvo... Se discutieron controversiales propuestas relativas al ingreso de ex-contras a la organización al problema de la tierra y de la unidad campesina. Se hablo de la necesidad de cambiar radicalmente la disposición del FSLN hacia el campo, reconociendo que la UNAG y la ATC podían representar al campesinado minifundista que en su gran mayoría constituyo la base social de la contra. Se acepto que en el seno del FSLN y de sus estructuras en el campo había faltado coherencia y una apreciación común del problema del agro y que a lo largo de los años había sido mínima la conciencia del problema entre los sandinistas.

Delegados de las regiones campesinas, que conocían mejor que nadie la problemática del campo y el costo de la guerra, llevaron al Congreso propuestas tan audaces como la de integrar al FSLN a ex-miembros de la Resistencia o como que el FSLN se pusiera a la cabeza de las reivindicaciones de los ex-contras por la tierra. Esta propuesta contó incluso con el apoyo de madres de sandinistas caídos en la guerra. Las mujeres - un 20% de los delegados al Congreso Nacional - respaldaron la representatividad territorial en la Asamblea Sandinista, pero también exigieron la representatividad por sexo.

Dora María Téllez no fue elegida

En el movimiento de mujeres hubo expectativa en torno a la capacidad de las delegadas de conformar un grupo homogéneo para defender los intereses de la mujer en el programa y de insistir en que sus demandas quedaran plasmadas en el documento. Insistieron con igual vehemencia hombres y mujeres en la incorporación de Dora María Téllez a la Dirección Nacional. Gran polémica causo la insistencia de los managuas - en particular de las delegadas - en lanzar la candidatura de la Comandante Dora María Téllez.

Su nombre se mencionó insistentemente en las semanas anteriores a los Congresos y sus partidarios se sintieron desilusionados al no ser incluida en la propuesta de "plancha" elaborada por la DN y la Asamblea Sandinista. A despecho de lo "decidido" por la DN, y aun cuando la Comandante declinó todas las nominaciones posteriores, la campaña para su inclusión se mantuvo consistentemente casi hasta el ultimo momento. No era para menos pues su capacidad política es definitivamente superior que la de muchos miembros de la antigua Dirección Nacional.

Una discusión inconclusa

No estaban claramente deslindadas las posiciones, y en determinados temas coincidían voceros y corrientes que discrepaban en otros puntos. Había que modernizar al FSLN, pero no a expensas de volverlo otro partido tradicional de componendas. Debía romperse con el esquematismo leninista, pero no a costa de abandonar los principios sociales. Debía el FSLN poder ganar elecciones y atraer mayorías amplias, pero no sin abandonar su compromiso con los intereses y las luchas populares. Debían acoplarse los sandinistas al "nuevo orden" de un mundo unipolar y a la aceptación de las fuerzas del mercado, pero preservando sus principios y objetivos antiimperialistas y anti-capitalistas. Debía el FSLN seguir siendo un partido revolucionario y disciplinado, pero perdiendo sus características militares y tolerando mayor espacio para las posiciones y discrepancias individuales. Debía poner mas énfasis en la democracia, pero sin abandonar el centralismo.

En fin, la discusión no termina con el Congreso. Y este Congreso, su nuevo liderazgo, sus estructuras y sus programas serán reconsiderados necesariamente en cuatro años. El proceso hacia "adentro" dejo satisfechos probablemente a la mayoría de los participantes, que por primera vez discreparon, criticaron y propusieron. Quedaron atrás, de una vez por todas, las etapas paternalistas y el FSLN - en particular su membresía - dejaba de ser adolescente para asumir un papel de mayor madurez como organización.

Resulto contraproducente la campaña generalizada que desato la derecha en las vísperas del Congreso y que buscaba, con ataques personales y colectivos a los miembros de la Dirección Nacional, alimentar a toda costa la insatisfacción de los sandinistas con sus dirigentes para hacer estallar en el Congreso polémicas que provocaran el fin del Protocolo de Transición y así abrir plenamente las puertas a la contrarrevolución.

Para la derecha y para los Estados Unidos, el objetivo era disminuir las posibilidades de que el FSLN volviera al poder y para esto empujar al FSLN a asumir estructuras y posiciones propias de partidos de izquierda que en América Latina no tienen posibilidad de acceder al gobierno. Al igual que en El Salvador, Estados Unidos permitiría espacios a la izquierda, pero solamente para que esta sirva de "ornamento domesticado y estático" en el jardín de la democracia neo-liberal y "des-ideologizada"...

La democratización se materializó en el debate

La democratización se ha materializado en la medida en que el debate político se abrió a todos los niveles, aun cuando los resultados del debate y el nuevo consenso no satisfagan plenamente a todos. El contenido del nuevo proyecto de principios y programa del FSLN refleja fielmente a la organización, que se esfuerza por ofrecer una contribución original a la sociedad, manteniendo aun verticalismo y moralismo en el tono, limites en el nivel teórico y analítico, una gran carga de impaciencia y de energía movilizativa y también de ambigüedad, el sandinismo queda con las manos libres para recurrir a las formas de lucha que las circunstancias y las fuerzas populares vayan marcando.

Ni una oposición plena y consistente en choque frontal con toda la derecha, ni una oposición que busque como ganar espacios exclusivamente sobre la base de la negociación y de las concesiones a cambio de nada. Las contradicciones solo se resolverán en la practica y con muchas dificultades, pues la concertación que apoya el Frente no siempre resultara compatible con las reivindicaciones populares, también apoyadas por el Frente. En ultima instancia, la disposición movilizativa del mismo pueblo será la que determinara hacia donde se incline la balanza.

El debate entre "tecnócratas" , "democratistas", "pragmatistas", "principistas" y "basistas" queda inconcluso. Ninguno de sus principales exponentes ha quedado plenamente satisfecho. Sin embargo, todos aprendieron una lección: en la masa sandinista había mas claridad y mas cohesión que en la superestructura del partido.

En alguna medida, las discusiones en los barrios y en muchas de las asambleas fueron ajenas a las que se desarrollaban entre los intelectuales y en los medios de comunicación sandinista. Para algunos, las discusiones políticas en el campo y en los barrios resultaron "pobres" y "cuadradas", porque los activistas de base optaban por debatir sobre las acciones mas justas para enfrentar los problemas inmediatos, uniéndose en estas decisiones pobladores o campesinos, independientemente de por quien hubieran votado.

El programa y las propuestas

En lo programático, ya había consenso en la base: las propuestas surgidas en los Congresos Departamentales para enmendar los proyectos de programa y estatutos fueron también "radicales", al insistir en la pureza política del FSLN, en la condena al imperialismo yankee, a la burguesía vende patria y al gobierno actual, en el mantenimiento de dos categorías de miembros (militantes y aspirantes). En las bases se valoraron con orgullo los logros sociales y económicos de la revolución, con la misma vehemencia con la que se denunciaron el burocratismo, el oportunismo y los abusos de algunos sandinistas durante el gobierno.

Realmente, la dinámica política nacional e internacional no ofrecía condiciones para un proceso de transición mas ordenado y mas democrático que el que en realidad hubo. Por ello, quizás, se convocó a un nuevo Congreso para dentro de cuatro años, cuando el panorama político podría estar, supuestamente, mas despejado y podría definirse con mas calma un verdadero programa y no el "plan de lucha" que fue el fruto de este Congreso de 1991. El FSLN resulto de nuevo rehén de la coyuntura, pero la verdad es que ha sido de manera coyuntural que el FSLN ha venido conformando paulatinamente su pensamiento en una continua interacción entre esbozos de teoría y una difícil realidad política.

Pero en definitiva el FSLN fortaleció su unidad. Reafirmó sus principios revolucionarios y su opción por el socialismo. E inició un proceso de democratización probablemente irreversible.

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