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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 115 | Mayo 1991

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Centroamérica

Solidarismo: nueva arma contra los sindicatos

He aquí una primera aproximación al origen y contenidos del movimiento solidarista, que intenta cautelosamente implantarse en Nicaragua y que ya se ha extendido por el resto de Centroamérica.

Equipo Envío

"El solidarismo busca mediatizar, neutralizar y dominar a la clase trabajadora, pero de una forma persuasiva y consensual y no a través de la coerción abierta. Y esta forma de encubrir sus intenciones y tratar de ganar a los trabajadores es potencialmente mucho mas efectiva y peligrosa que el uso de la coerción abierta, en la que las intenciones y el antagonismo de los patronos quedan claras". ("El Movimiento Sindical en Guatemala 1986-88". Ciencia y Tecnología para Guatemala, México, D.F., febrero 90)

En toda Centroamérica los sindicatos han enfrentado históricamente la represión de patronos capitalistas y de gobiernos derechistas. Entre 1981 y 1985, 134 dirigentes sindicales fueron asesinados o desaparecidos en Guatemala y muchos mas fueron arrestados, golpeados, heridos, secuestrados, torturados, amenazados y forzados a la clandestinidad o al exilio.

Fomentar un "capitalismo popular"

En la actualidad, a estas confrontaciones y a la violencia siempre presente, se ha venido a sumar un nuevo y mas sutil enemigo: un movimiento creado por los patronos llamado solidarismo. A pesar de su nombre, este movimiento no busca generar solidaridad entre la clase obrera. Su objetivo es crear una armoniosa relación entre trabajo y capital en los centros de trabajo. Su objetivo de largo plazo, según la dirigente solidarista guatemalteca Rina Sanchinelli, es fomentar un "capitalismo popular", convirtiendo a los trabajadores en propietarios. "La única forma de defender el sistema de libre empresa - dice Rina - es hacer que a otros participen de el".

El solidarismo - afirman sus defensores - es "una forma de combinar la eficiencia y la libertad individual de la libre empresa con la bondad de una filosofía humanista". Los solidaristas argumentan que las injusticias y las desigualdades sociales no son un producto del capitalismo, sino del desigual acceso a la propiedad. Y creen que convirtiéndose en propietarios ellos mismos, los trabajadores comenzaran a compartir el objetivo de su patrón, que es el incremento de la productividad de la empresa, beneficiándose entonces todos de este desarrollo. Mientras los solidaristas afirman que el incremento salarial provoca inflación y que el uso de los impuestos para el financiamiento de programas sociales fomenta la corrupción, declaran que su sistema "crea nueva propiedad para los pobres sin acabar con la propiedad de los ricos".

Según sus defensores, el solidarismo ayuda también al desarrollo individual. "Se trata de tener mas, pero ante todo de ser mejores", dice la propaganda del movimiento. En ella se describe al solidarismo como generador de valores: dignidad, igualdad, sinceridad, generosidad, cooperación, libertad, armonía social, trabajo, fraternidad, conciencia social y espíritu de servicio. "El solidarismo no esta ni en la derecha ni en la izquierda ni en el centro; el solidarismo esta arriba!".

Hoy, el movimiento solidarista plantea un serio desafío a los sindicatos de toda Centroamérica. En Costa Rica, respaldado por una ley que le otorga estatus legal, declara tener ya mas de 2 mil asociaciones con unos 200 mil miembros. El 90% de todas las compañías transnacionales que operan en el país tienen asociaciones solidaristas. Ocupando el segundo lugar en la región, Guatemala cuenta ya con 300 asociaciones y mas de 80 mil miembros. El movimiento se ha extendido a El Salvador y a Honduras y está preparado para penetrar en Nicaragua.

Los comienzos del movimiento solidarista

El movimiento solidarista fue creado en 1947 por el costarricense Alberto Marten, convencido de que la miseria de los trabajadores era una consecuencia de su condición de asalariados. Marten proponía la liberación de los trabajadores dándoles acceso a tener y a administrar propiedades dentro del contexto de una economía de libre mercado en la que el Estado tuviera una limitada intervención. Esbozo así un plan para la formación de "asociaciones solidaristas" en los centros de trabajo. Pero ya en 1959 el movimiento costarricense se había debilitado, víctima de los intentos del propio Marten de politizarlo fundando un Partido Solidarista.

Durante la presidencia de John F. Kennedy existieron algunas discusiones en Estados Unidos sobre la promoción del solidarismo en América Latina a través de la Alianza para el Progreso, como un medio para combatir la "amenaza comunista", pero el mismo Kennedy rechazo este proyecto, expresando dudas acerca de su viabilidad. No fue hasta los años 70 que el movimiento comenzó a desarrollarse en Costa Rica por los esfuerzos combinados de un empresario solidarista - el propietario de la cadena de tiendas La Gloria - y del sacerdote católico Claudio Solano, que miraba en el solidarismo una alternativa cristiana a los sindicatos izquierdistas. Solano llegaría a ser con el tiempo el director de la Escuela Social Juan XXIII, por medio de la cual y con el apoyo de algunos empresarios y de la jerarquía católica, se empozó a promover activamente el solidarismo a través de talleres de capacitación.

Dado el predominio de un capitalismo con visión moderna que existe en Costa Rica y de un relativamente débil movimiento obrero - estrechamente vinculado a reivindicaciones puramente económicas e ignorante de los peligros de un movimiento de estas características -, la semilla solidarista floreció en tierras costarricenses. En 1979, existían ya 100 asociaciones y en 1980 se creo la Unión Solidarista Costarricense con el apoyo de la clase empresarial del país, que coordinaba el movimiento.

Solidarismo al estilo guatemalteco

Aunque el solidarismo tiene sus raíces en Costa Rica y actualmente se extiende por toda Centroamérica, su historia en Guatemala ofrece quizás la ilustración mas clara de sus destructivos efectos en el movimiento obrero.

En Guatemala, los trabajadores organizados son solo el 4% de la fuerza laboral del país. Se trata de menos de 200 mil personas. La herencia de terror que dejo la represión de los años 80 condiciona el crecimiento de los sindicatos. Muchos de los dirigentes con mas experiencia fueron asesinados o tuvieron que dejar el país en aquellos años y muchas organizaciones populares fueron liquidadas. Con una tasa de desempleo del 60% y la amenaza siempre presente de la violencia anti-popular, la reconstrucción del movimiento sindical ha sido lenta. Los sindicatos están desafiados también por la continua erosión del sector formal de la economía - en el que han tenido siempre su base - y por el acelerado crecimiento del sector informal, tan difícil de sindicalizar. Solo en 1990 desaparecieron 141 mil puestos de trabajo en el sector formal de la economía, según las estadísticas del Banco Central de Guatemala.

La mayoría de las asociaciones solidaristas de Guatemala están en las principales zonas urbanas, aunque también existen 11 asociaciones de este tipo en las plantaciones bananeras. El mayor porcentaje, 29%, se encuentra en el sector industrial, donde existen 68 asociaciones solidaristas frente a 56 sindicatos. En instituciones comerciales y financieras esta el 27% de las asociaciones solidaristas, siguiendo el sector servicios con el 24% y el agroindustrial con el 20%. 27 de las empresas con solidarismo son corporaciones transnacionales. A causa de restricciones legales, el movimiento no ha penetrado aun el sector estatal guatemalteco, aunque en los otros países si lo ha hecho.

En cada una de las empresas que cuenta con una asociación solidarista, los empleados ponen entre un 5% y un 8.3% de sus salarios en un fondo común. En el ponen un monto igual los empleadores. El capital acumulado de esta manera se emplea para proporcionar servicios a los trabajadores: créditos para viviendas y otras cosas, comedores, centros de recreación, comisariatos y asistencia médica. Cuando el trabajador es despedido o abandona la empresa, retira las contribuciones hechas a la asociación. Según la cantidad que aporto se le pagan también los intereses que le corresponden y el interés sobre la porción correspondiente al empleador. También recibe su pago por indemnización.

En un esfuerzo por eliminar los conflictos de clase, las asociaciones solidaristas promueven competencias deportivas y actividades recreativas en las que se reúnen trabajadores y patronos con sus familias en un ambiente festivo "Beben juntos, programan actividades juntos. Es como que fueran cuates. Así, el trabajador termina pensando: ese ingeniero es buena gente", dice un sindicalista de estas reuniones.

Como parte del plan de "convertir al proletariado en propietario", los solidaristas invierten en empresas productivas y los beneficios se reparten entre los miembros de la asociación. Los trabajadores de las bananeras de la región oriental de Izabal son propietarios del tren que emplean para su propio transporte. Los trabajadores de la Pepsi-Cola en Ciudad Guatemala son dueños de una pequeña empresa de lavado de botellas y de otra de confección de uniformes para la empresa. Los empleados del hotel Antigua Ramada Inn son propietarios de los buses que trasladan a los huéspedes.

En la mayoría de los casos, estas pequeñas empresas salen adelante porque ofrecen servicios al mercado cautivo de la empresa matriz. A pesar de la propaganda solidarista acerca de la propiedad de los trabajadores, solo dos asociaciones solidaristas guatemaltecas tienen acciones en la empresa matriz. Incluso en Costa Rica, cuna del solidarismo, sus dirigentes reconocen que el talón de Aquiles de su movimiento es el no ofrecer a los trabajadores un amplio acceso a la propiedad de acciones. Raras veces los trabajadores llegan a tener incidencia alguna en las decisiones patronales que los afectan.

Un movimiento contrainsurgente

Desde sus inicios, el solidarismo estuvo estrechamente vinculado al proyecto contrainsurgente del gobierno guatemalteco. La primera asociación solidarista que tuvo éxito en Guatemala fue fundada en 1983 en la plantación de café y cardamomo de La Perla, en la conflictiva zona de El Quiché. El propietario de La Perla fue ejecutado por la guerrilla en 1975, acusado de torturar y secuestrar a campesinos de la zona. Su finca, de 15,300 manzanas fue atacada en varias ocasiones por los guerrilleros. En un intento de garantizar estabilidad y defensa a la propiedad, el hijo de este hombre fundo una asociación solidarista y vendió a los trabajadores el 40% de la empresa. Inicio también la primera patrulla de defensa civil que hubo en el país, entregando a los trabajadores armas con las que debían defender la hacienda de nuevos ataques guerrilleros.

El ex-embajador norteamericano en Costa Rica, Curtin Winsor, ha declarado que en una ocasión 200 solidaristas de La Perla contuvieron un ataque de 120 guerrilleros y que estas tierras son ahora el tranquilo hogar de mas de mil campesinos anti- guerrilleros. En 1986, la asociación solidarista de la finca contribuyo con dinero y con trabajo a la construcción del camino que conecta La Perla con otra hacienda solidarista y con su comunidad vecina. La obra fue inaugurada bajo el lema "Comunicación y Defensa" en un acto en el que participaron altos oficiales del ejército guatemalteco.

"El solidarismo le ha quitado todas las banderas a la subversión comunista, que casi había logrado su destructor y criminal objetivo", proclamo un representante de la Unión Solidarista de Guatemala en el discurso que pronuncio en esta ceremonia.

Un movimiento rompe-sindicatos

Los sindicalistas guatemaltecos afirman que tienen una importante desventaja en la confrontación con estas nuevas asociaciones. Mientras los nuevos sindicatos tienen que luchar durante años con una burocracia enemiga para ganar un estatus legal, los solidaristas consiguen rápidamente el respaldo oficial. Porque apoyan al empleador, las asociaciones solidaristas disponen de abundante capital, de un fácil acceso a los recursos que necesitan para sus actividades y hasta de permiso para realizar reuniones en las horas de trabajo. Además, "si es la patronal la que organiza el solidarismo, (quien se va a oponer ", se pregunta Rodolfo Robles, dirigente guatemalteco de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación (UITA).

Los dirigentes solidaristas niegan que su objetivo sea destruir a los sindicatos, pero afirman que su movimiento los transformara en organizaciones obsoletas. "Con un tipo de organización como el solidarismo no necesitamos de la confrontación ni de una fuerza de lucha para hacer valer nuestros derechos - afirma Geovanny Marroquin, organizador del solidarismo en la Costa Atlántica de Guatemala -. Nosotros vamos a conseguir todos los beneficios sin enfrentamiento. Por ley natural, todo cae por su propio peso".

A pesar de todas sus declaraciones, las asociaciones solidaristas han jugado en la practica un rol directo en el socavamiento de la organización laboral. En junio/87, los sindicalistas de Lunafil de Guatemala ocuparon la fabrica cuando la patronal intento imponer unilateralmente turnos obligatorios de 12 horas en los fines de semana. Después de mas de un año de tener la fabrica tomada, se llego a un acuerdo. Los patronos aceptaron el reintegrar a los 24 sindicalistas que se mantuvieron ocupando la fabrica y a respetar su contrato. Pero cuando se reabrió la fabrica, los dueños contrataron nuevo personal con condiciones de trabajo diferentes, y fundaron una asociación solidarista en la empresa, a la vez que los trabajadores no sindicalizados recibieron incrementos salariales y otros beneficios - una cafetería, una cooperativa que vendía aparatos eléctricos y otras mercancías -.

Los antiguos sindicalistas de la fabrica afirman que la afiliación solidarista es obligatoria para los nuevos empleados de Lunafil y que los que asisten a actividades sindicales están siendo despedidos. Cámaras de televisión de circuito cerrado vigilan continuamente los movimientos de los trabajadores. Y desde que la fabrica reabrió sus puertas hace dos años ni un solo trabajador se ha afiliado al sindicato.

El solidarismo ya tenía un pie dentro de la plantación bananera "Arizona", en Izabal, cuando en junio/86 se fue a la huelga el sindicato por el despido de 27 trabajadores. El dueño de la finca provocó confrontaciones entre los solidaristas - a los que llamaba "blancos" - y los sindicalistas, que eran los "rojos". Aunque 4 mil trabajadores de las fincas vecinas, realizaron una huelga en apoyo de sus compañeros, los solidaristas de la "Arizona" actuaron como esquiroles rompe-huelgas. Guardias armados colocados en el puente de la única entrada a la plantación, la aislaron del resto del país. El sindicato no tuvo así ningún medio para obtener el apoyo de otros sectores, mientras que los solidaristas viajaban a la capital en el avión privado del dueño para informar a los periodistas de la situación. Durante la huelga, la asociación solidarista se dio a conocer montando una tienda de su propiedad en la remota plantación y consiguiendo a través de los solidaristas de una embotelladora local el permiso para la exclusiva en la venta de gaseosas. A los sindicalistas se les negó incluso el permiso para comprar en esta tienda.

La huelga concluyo después de cuatro meses. Aunque el propietario de la plantación tuvo que pagar un alto precio - se perdió toda una cosecha de bananos - el sindicato fue destruido. Algunos sindicalistas abandonaron el trabajo, otros fueron despedidos y otros se afiliaron a lo que es hoy una asociación solidarista a la que los nuevos empleados permanentes están obligados a vincularse.

Los dirigentes solidaristas afirman que es a causa de los problemas internos de los sindicatos que estos están perdiendo miembros. Pero es una pieza esencial de la estrategia solidarista el socavamiento de los sindicatos mas beligerantes. Según CITGUA (Ciencia y Tecnología para Guatemala), las asociaciones solidaristas han reemplazado a los sindicatos en al menos 17 centros de trabajo. En otros 18, están enfrentados los dos tipos de organización obrera y en la mayoría de estos casos el sindicato ya existía antes que llegara el solidarismo.

A pesar de que en Guatemala el fenómeno solidarista ha afectado a las organizaciones sindicales de todo el espectro ideológico, la federación sindical de izquierda, UNSITRAGUA, es la que mas ha sufrido las embestidas del nuevo movimiento.

En Costa Rica el modelo es similar. Allí, el solidarismo destruyo a los sindicatos radicalizados de las bananeras de la Costa Atlántica, donde se ha desarrollado el 61% de las huelgas en los últimos años. Son también su objetivo los sindicatos de las industrias estratégicas del valle central.

El solidarismo ha penetrado también ampliamente en centros de trabajo en los que no había organización obrera. A menudo, son compañías como la planta embotelladora Pepsi-Cola de Guatemala, que han logrado evitar la sindicalización de sus trabajadores con una formula en la que combinan el paternalismo con el control. Según Jeremías Tortola, presidente solidarista en la planta, los propietarios de la Pepsi mantienen la política de responder a las necesidades de los trabajadores antes de que se desarrolle el mal habito de convertirlas en reclamos reivindicativos. Los trabajadores sindicalizados de la cercana planta de Coca-Cola afirman que siempre que ellos logran un incremento salarial, a los trabajadores no sindicalizados de la Pepsi les ofrecen el mismo aumento.

El resultado es que el solidarismo ha encontrado en la Pepsi-Cola un fértil terreno para crecer. "Hay un vínculo de afecto con la empresa - dice María Lisette Carrillo, una de las empleadas -. El trabajador se identifica con la empresa, no solo con el trabajo que allí hace". También hay que decir que todos los que han intentado organizar un sindicato han sido despedidos de esta planta embotelladora.

La critica sindical al solidarismo

Los dirigentes sindicales cuestionan las declaraciones solidaristas que afirman que este movimiento beneficia a los trabajadores. "No es una alternativa para los trabajadores, es un método impuesto por los empleadores para neutralizar a los sindicatos y a sus demandas", afirma Rodolfo Robles, dirigente de la UITA.

Los empleadores controlan virtualmente todas las asociaciones creadas en las empresas. Los dirigentes solidaristas colocados en ese cargo por los propietarios de la empresa, son a menudo empleados de "cuello blanco" completamente leales a la gerencia. El presidente de la asociación solidarista de la embotelladora Pepsi es un antiguo supervisor de la comercialización, que recibe su salario de la empresa.

En todos los casos, las preocupaciones de la asociación se limitan a satisfacer las necesidades económicas inmediatas de sus miembros. No negocian con la empresa mejores convenios colectivos ni discuten las condiciones de trabajo o los salarios. Generalmente, las asociaciones promueven unos comités laborales que resuelven los conflictos dirección-trabajadores de forma individual, evitando así choques mas serios que puedan producir una generalización de las demandas.

Aunque teóricamente el solidarismo implica un esfuerzo conjunto entre trabajo y capital, sus críticos señalan que en la practica todos los fondos solidaristas salen del bolsillo de los trabajadores. Las contribuciones del empleador no son mas que un adelanto de la indemnización que por ley se debe dar a los empleados que son despedidos. Con la formula solidarista el empresario goza de un centro de trabajo pacificado y productivo sin que esto represente costos extra para la empresa. Los beneficios que con un sindicato podrían obtenerse por negociaciones colectivas y que tendrían que ser cubiertos por el bolsillo del empleador salen, en la formula solidarista, de las propias contribuciones que los obreros hacen a su asociación.

Sea que los trabajadores se unan al solidarismo por la coerción de sus patronos o por convicción ideológica o sencillamente por necesidades económicas, el efecto es el mismo. La organización que defiende realmente los derechos de los obreros queda socavada y es sustituida por otra que busca la conciliación obrero-patrón. Los trabajadores quedan así sin protección contra una gerencia arbitraria y sin canal para presentar sus demandas. Gerardo Iglesias, representante de UITA para América Latina, afirma que después de un tiempo en las empresas solidaristas los trabajadores pierden beneficios y los incrementos salariales que reciben son menores que donde existe una representación sindical que los negocia.

La ideología capitalista

Los solidaristas hablan abiertamente de sus objetivos ideológicos: "Superar la lucha de clases, procurar la solidaridad obrero-patronal, formar una mentalidad empresarial en los trabajadores, desproletarizar a los trabajadores..." Esto es lo que se lee en un folleto del solidarismo guatemalteco. Un estudio de CITGUA describe el movimiento como "un sofisticado y elaborado esfuerzo para dominar consensualmente, para que los trabajadores abracen como suya la ideología de los sectores dominantes".

El solidarismo alimenta la creencia de que la empresa es propiedad de todos, lo que es una distorsión de la realidad, aun en los pocos casos en donde los trabajadores son dueños de una pequeña porción de las acciones. A pesar de esto, el solidarismo llama a los obreros a identificarse con la estrategia patronal de aumentar la productividad y las ganancias, aceptando la sobreexplotación en nombre de la creación de mayores riquezas, aunque ellos disfruten poco o nada de las mismas.

Como consecuencia de su carga ideológica, los conflictos de intereses entre trabajadores y patronal se desdibujan y la defensa de los intereses obreros resulta deslegitimada. Los sindicatos son explícitamente atacados por promover conflictos y por tratar de destruir empresas de las que depende el bienestar de los trabajadores.

El solidarismo juega también a favor de un modelo económico que se esta imponiendo en toda Centroamérica y que no favorece a las mayorías empobrecidas. Alienta a los trabajadores a buscar las soluciones económicas solo en su centro de trabajo sin mirar mas allá, a los intereses nacionales. Alimenta el mito del progreso individual desviando así la atención de la globalidad del sistema económico injusto que es la causa de su empobrecimiento. Las asociaciones tratan las necesidades de sus miembros como si estos no fueran mas que consumidores individuales, erosionando así la solidaridad de clase y poniendo a un lado sus necesidades como trabajadores. Mientras los sindicatos abordan los problemas económicos, sociales y políticos de la clase trabajadora y son parte de un movimiento popular mas amplio, las asociaciones solidaristas tratan cuidadosamente de evitar cualquier vínculo político y así socavando los sindicatos debilitan también al movimiento popular en su conjunto.

Puertas entreabiertas en Nicaragua

Mientras el clima político de Costa Rica garantiza éxitos al solidarismo, la situación social tan polarizada que existe en el resto de los países de la región es un serio desafío para este movimiento. El solidarismo solo incursionó en Guatemala después de que la represión gubernamental había debilitado a los sindicatos. De acuerdo con los dirigentes solidaristas, existen ya 45 asociaciones en Honduras y solo 10 en El Salvador, donde la beligerancia de los sindicatos ha frenado su extensión.

En la Nicaragua sandinista, el solidarismo tenía muy pocas posibilidades de exito. Un gobierno que promovía la organización de los trabajadores, que limitaba los intereses empresariales y que subsidiaba muchos servicios sociales a la población no creaba un clima propicio al solidarismo. Tampoco lo ofreció el sector de la economía privada, que estaba mas interesado en fomentar el boicot económico y la confrontación política que en invertir para lograr relaciones laborales armónicas.

Pero con el gobierno de la UNO cambiaron las condiciones. La orientación del gobierno Chamorro a favor de la empresa privada esta reforzada por su dependencia de los organismos financieros internacionales que promueven políticas neo-liberales en toda América Latina. El debilitamiento de las fuerzas sindicales es uno de los elementos que caracteriza a estas políticas. "Este gobierno quiere penetrar y destruir todo el tejido social creado por los sandinistas", afirma Marcial Cabrera, dirigente del sindicato hotelero nicaragüense, caracterizando la perspectiva del gobierno de la UNO.

Con un estimado del 80-90% de la fuerza de trabajo sindicalizada mayoritariamente en sindicatos revolucionarios, la represión no puede ser la respuesta en Nicaragua. Al igual que en el resto de América Latina, sindicatos paralelos como los que promueven el IADSL (Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre) no han podido crear suficientes bases como para convertirse en una herramienta eficaz que domestique a la fuerza obrera. Después de las elecciones del 25 de febrero - informa Cabrera - los sindicatos pro-gubernamentales experimentaron algún crecimiento, pero perdieron su oportunidad cuando dejaron de defender los intereses de los trabajadores ante la creciente crisis económica. En este contexto, los movimientos que se han iniciado para implantar el solidarismo en Nicaragua son cautelosos.

Un producto de importación costarricense

Las primeras iniciativas a favor del solidarismo en Nicaragua las han tenido empresarios nicaragüenses que vivieron en Costa Rica durante los años de gobierno revolucionario y que experimentaron las ventajas de un movimiento que defendía con tanta firmeza sus propios intereses. A un reciente seminario llevado a cabo en la Cervecería Victoria - propiedad privada en un 68% - acudieron representantes sindicales de la empresa y de otras empresas, incluyendo a los de la embotelladora Pepsi (80% propiedad privada) y a los de la cadena de Supermercados Internacionales, las "diplotiendas", de propiedad estatal. A todos estos trabajadores se les presento un plan de asociación elaborado por Rodrigo Jiménez, dirigente de la Unión Solidarista Costarricense.

El plan de Jiménez es una versión del solidarismo - aunque nunca se menciono esta palabra - que intenta canalizar la demanda sandinista de una privatización de las empresas estatales a favor de los trabajadores convirtiéndola en una iniciativa no progresista y aceptable al sector privado. Según este plan, el Estado podría vender entre el 8 y el 10% de las acciones a los trabajadores, que pagarían por ellas con las futuras ganancias de las mismas. Las acciones de los trabajadores serían controladas por organizaciones conocidas como Asociaciones de Desarrollo Integral y Laboral (ADIL), que tendrían un representante en la dirección de cada empresa.

Además de administrar las acciones, estas ADIL estarían también encargadas de promover actividades sociales, educativas y recreativas, al estilo de las que llevan a cabo las asociaciones solidaristas en otras partes. Mientras las ADIL estarían facultadas para establecer nuevas empresas productivas, les estaría estrictamente prohibido el vincularse a organizaciones políticas, ideológicas o religiosas.

Jiménez prometió a los trabajadores que acudieron al seminario una mejoría en su nivel de vida y otros beneficios concretos, como financiamiento para la escolarización de sus hijos, para salud y para viviendas. Los empleadores fueron tentados con promesas de "una disminución de los conflictos laborales, mas motivación para la productividad y la eficiencia, reducciones en el desperdicio, en los costos invisibles y en los gastos superfluos de la empresa". Al gobierno se le ofreció una disminución del conflicto social, la reducción de la evasión fiscal de la empresa, un incremento del empleo en el sector privado - lo que permite mayores recortes en el empleo estatal - y un incremento en la capacidad para atraer nuevas inversiones con reglas del juego claramente definidas.

Contra los objetivos del FNT

Aunque en el esquema que se trata de vender hay algunas similitudes formales con lo que son las demandas del FNT sobre una privatización a favor de los trabajadores, existen diferencias sustanciales. En el plan de Jiménez, el por ciento de acciones que se ofrece a los trabajadores da a estos un control poco o nulo sobre la empresa. Donde el ofrece un máximo del 10% de las acciones, el sindicato sandinista de la Pepsi-Cola reclama como mínimo el 20% de las acciones para los trabajadores. Reclaman también los sindicatos sandinistas que a la hora del reparto de las acciones se le reconozcan las miles de horas de trabajo voluntario y los largos años de trabajo con bajos salarios que los obreros han dado a las empresas que serían privatizadas.

La dirigencia solidarista de Costa Rica parece reconocer los obstáculos que plantea la conciencia política de los sindicalistas nicaragüenses al movimiento solidarista. Y afirma que antes de que el experimento se implemente, los trabajadores deben pasar por un programa de entrenamiento "a fin de desarrollar sus actitudes hacia el concepto de la libre empresa, de la economía de mercado, y de la administración y principios democráticos", y para formarlos en técnicas gerenciales. Jiménez insistió en que el representante de ADIL en la junta directiva de la empresa debe actuar "como director de la empresa y no como representante en materia laboral o de reivindicaciones".

El dirigente de los trabajadores hoteleros, Cabrera, expresa preocupación de que con este modelo los trabajadores silencien sus demandas laborales a cambio de que se incrementen sus beneficios. Cree también que con una influencia limitada en la dirección, seria difícil garantizar el acceso de los trabajadores a los libros de la compañía para determinar así el margen de beneficios negociable con los trabajadores. "Si no llevamos nosotros el control, nos pueden enredar", afirma Cabrera.

Jiménez propone que al menos se escojan dos empresas nicaragüenses para iniciar un proyecto piloto con este plan. Específicamente, señaló la Pepsi y la Victoria como potenciales candidatos para el experimento, afirmando que en estas dos fabricas existe apoyo de parte de los sindicatos y los accionistas.

Cuál será la reacción verdadera de los trabajadores solo podrá verse cuando también comiencen a verse con claridad las implicaciones de este plan. Sin embargo, en el entretanto, empleadores de bastantes empresas privadas, estatales y mixtas - entre las que se incluyen las "diplotiendas" y el Ingenio San Antonio - están conquistando a los sindicalistas para que vayan a Costa Rica, con todos los gastos pagados, a participar en seminarios solidaristas para que así puedan ver en directo como funciona el sistema. Dada la falta de información y de análisis que existe en Nicaragua sobre el fenómeno del solidarismo, algunos podrían picar el anzuelo.

Mientras, las fuerzas pro-solidaristas continúan organizándose. Según ASEPROLA, un centro de investigación pro-sindicalista de Costa Rica, el menos 74 empresarios nicaragüenses han participado ya en seminarios solidaristas en Costa Rica. Aunque el gobierno Chamorro no ha hecho ninguna declaración en este sentido, se rumora que los funcionarios de su gobierno han hecho ya contactos con la Escuela Social Juan XXIII de Costa Rica para pedir su apoyo en la promoción del solidarismo en Nicaragua.

¿U na Centroamérica solidarista?

Como sucede en Nicaragua, numerosos factores favorecen en este momento el crecimiento del solidarismo en la región centroamericana. La crisis económica ha hecho aumentar el desempleo y el empobrecimiento, lo que debilita el poder negociador de los trabajadores y hace que les resulte mas difícil el rechazar trabajos en los que la condición sea ingresar en una asociación solidarista. Las políticas económicas neo-liberales, que significan recortes en los programas sociales, abren también un espacio a los supuestos beneficios sociales que trae el
solidarismo.

El movimiento anti-sindical tiene poderosos padrinos entre los evolucionados intereses empresariales neoliberales, entre sectores de la jerarquía católica latinoamericana y también entre las fuerzas políticas derechistas. Aunque existen variantes, la inclinación hacia el sector privado de todos los gobiernos de la región favorece también el solidarismo.

Los solidaristas tienen vínculos fraternos con movimientos similares en los Estados Unidos, los llamados ESOP y los Círculos de Calidad. Aunque la evidencia de que el gobierno de Estados Unidos participa directamente en el financiamiento del solidarismo no es fácil de conseguir, el fortalecimiento del sector privado, la privatización de los servicios públicos, la búsqueda de la armonía social y la destrucción de los movimientos populares son objetivos que el gobierno de Estados Unidos comparte con el solidarismo. Desde el punto de vista de Estados Unidos, un movimiento social con base local es la mejor herramienta para lograr estos objetivos. El vicepresidente ejecutivo de Talman Savings and Loan en Chicago lo da a entender cuando declara: "Creo que el resto de América Latina aceptara de Costa Rica ideas que no aceptaría directamente de los Estados Unidos".

En 1985, una comisión bipartidista de la Presidencia norteamericana encabezada por el ex-embajador en la OEA, William Middendorf, fue encargado de "desarrollar estrategias para extender la propiedad capitalista, la privatización y políticas de libre mercado en Centroamérica y la Cuenca del Caribe". Uno de los miembros de este grupo era Joseph Recinos, empresario guatemalteco ligado al solidarismo. En su informe final, la comisión señaló a La Perla como un modelo de la extensión de la propiedad y recomendó que la AID apoyara programas educativos que promovieran esquemas de propiedad laboral, abriendo así el camino para que la agencia financiara organismos solidaristas. Los investigadores de ASEPROLA sostienen que parte de las ayudas norteamericanas al gobierno de Costa Rica se han transferido al movimiento solidarista y en Guatemala la AID ha financiado encuentros solidaristas.

La debilidad interna del movimiento sindical abre también una puerta al solidarismo. A excepción de Nicaragua, las tasas de sindicalización son bajas en la región, entre un 4 y un 15% de los asalariados, según ASEPROLA, dejando a la fuerza laboral de los innumerables centros de trabajo sin organización vulnerables a la penetración de este ideología colaboracionista.

Pero incluso en los lugares en los que los trabajadores están organizados en sindicatos, los lideres sindicales son críticos del trabajo que han realizado en el pasado. Un enfoque estrecho en los temas económicos, una falta de creatividad en el desarrollo de tácticas y de reivindicaciones, practicas internas no democráticas y fallas a la hora de hacer alianzas con otros sectores en torno a problemas sociales mas amplios son algunos de los errores que mencionan en su autocrítica. La visión solidarista de paz y armonía social puede ser atractiva para trabajadores cansados de largos conflictos de los que obtienen tal vez pequeños resultados. Y el llamado a ser apolíticos puede tener fuerza entre aquellos que ven en los vínculos con los partidos políticos un peligro para sus propios intereses.

Las divisiones entre los sindicatos hacen a menudo mas difícil la lucha contra la invasión de esta ideología. En Nicaragua, por ejemplo, la CUS, central sindical apoyada por el IADSL, se opone al solidarismo pero no esta interesada en unirse al FNT sandinista para enfrentarlo. "Se nos hace mas fácil la defensa desde nuestra propia perspectiva", opina el secretario político de la CUS, Carlos Martínez. En Costa Rica, ASEPROLA informa que los sindicatos están unificados en una posición anti-solidarismo pero no en la estrategia para combatirlo.

La resistencia por la derecha y por la izquierda

El movimiento solidarista ha encontrado resistencia en los miembros mas recalcitrantes de las burguesías de la región, que ven en cualquier forma de organización obrera una amenaza. La dirigente solidarista guatemalteca Sanchinelli cuenta que un preocupado empresario le pregunto: "¿Que va a pasar cuando los trabajadores me digan: o nos vende la fabrica o la paramos?"

La creciente crisis económica en la que esta envuelta Centroamérica esta llamada a incrementar los conflictos en los centros de trabajo y no a disminuirlos. Con el creciente numero de despidos y con las presiones patronales en favor de una mayor eficiencia a cambio de ninguna recompensa, será difícil convencer a los trabajadores de que realmente compartan los intereses de su patrón. Y en estos tiempos difíciles, incluso aquellos empresarios que aceptan la filosofía solidarista encontraran difícil el justificar las inversiones iniciales que requiere la implantación del movimiento.

Todo dependerá también de la eficacia con que los obreros organizados se opongan al solidarismo. Al menos en algunos países, los sindicatos, desde una perspectiva ideológica muy variada, se han unido para crear un movimiento coordinado en lo legal y en lo educativo para enfrentar el desafío del solidarismo. En Guatemala, las organizaciones obreras han cuestionado en los tribunales la legalidad jurídica del movimiento desde el punto de vista de la Constitución y han apoyado una ley que exige a las compañías depositar las futuras indemnizaciones de sus trabajadores en bancos estatales, para que estos fondos no puedan ser traspasados a las asociaciones solidaristas. Comités de educación sindical a lo largo de toda la región han publicado materiales críticos sobre el solidarismo y han desarrollado talleres con sus miembros para explicarles el fenómeno y discutir juntos como enfrentarlo. Un sindicato de Guatemala realiza un programa radial periódico sobre este tema.

Pero lo que quizás es mas importante es la evaluación critica que los dirigentes obreros están haciendo de su propio trabajo, comprendiendo que, entre otros errores, fallaron a menudo en la oferta de alternativas económicas y sociales para los miembros del sindicato. "Estamos analizando como cubrir el espacio que habíamos dejado al solidarismo", dice uno de los organizadores del sindicato bananero de Guatemala. Este trabajador enfatiza la importancia que tiene el tratar de ganarse a los trabajadores que se han hecho solidaristas mas que el tratarlos como enemigos, porque "la mejor forma de combatir el solidarismo es fortalecer el sindicato".

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