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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 102 | Abril 1990

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Nicaragua

¿Qué va a pasar? 3 opciones en conflicto

¿Equivale la derrota electoral del FSLN en las elecciones del 25 de febrero de 1990 a un triunfo definitivo de la política anti-sandinista del gobierno de los Estados Unidos? ¿Encierra esta derrota la lección de que es imposible que los países pequeños venzan a la gran potencia del norte?

Equipo Envío

El mismo desarrollo de las elecciones del 25 de febrero, ¿no es un claro indicio de que aunque una sociedad revolucionaria tenga la capacidad de resistir por largo tiempo presiones sostenidas y multifacéticas, en definitiva debe terminar pagando un precio demasiado alto por su enfrentamiento con los Estados Unidos? O desde una perspectiva contraria, ¿es el resultado de estas elecciones un testimonio de la incapacidad de los Estados Unidos para revertir el proceso revolucionario pues, a pesar de la derrota electoral, los sandinistas siguen siendo el institucional organizado en los 10 años de revolución? ¿No queda en herencia a la nación un marco que garantiza al FSLN el poder disputar con éxito el poder en la próxima contienda electoral?

En una situación internacional en la que los recurso externos para contener mínimamente la crisis económica son hoy tan difíciles de conseguir, es tal vez una ironía de la historia el que el revés electoral se convierta para el FSLN en una oportunidad histórica. Pasar a la oposición en esta coyuntura internacional, independientemente de que esto no fuera lo deseado, ¿no puede ser a la larga más favorable para la revolución que haber continuado en el poder en tan dificilísima crisis económica?

Si alguien debiera sentirse feliz con la victoria de la UNO -el partido de los Estados Unidos en Nicaragua- debía ser el ex-presidente Reagan, iniciador de la prolongada guerra de desgaste contra Nicaragua. Con esta guerra su objetivo era -según dijo- obligar a los sandinistas a "pedir cacao", a rendirse. Las elecciones de febrero habrían sido el momento en que en que la mayoría del pueblo de Nicaragua se rindió y "pidió cacao". Sin embargo, Reagan declaró inmediatamente después de conocer el resultado de las elecciones, que éstas habían sido "un ardid sandinista", con el que pasaban a la oposición y no seguían enfrentando una casi irresoluble crisis económica. Con sus declaraciones, Reagan está sugiriendo que al gobierno de la UNO le tocará tal vez "pedir cacao" ante la crisis actual.

En el último año de su mandato, cuando no pudo lograr más ayuda militar para los contras, Reagan advirtió a los sandinistas que no dieran por terminada la obra. "Aún no ha caído el telón", dijo entonces. Después de estas elecciones, que él juzga como una nueva maniobra sandinista, Reagan ha vuelto a insinuar lo mismo: no es la victoria electoral de la UNO "el último acto" de este largo enfrentamiento.

Sin embargo, corresponde a todos los nicaragüenses y a la comunidad internacional el hacer que el resultado de estas elecciones ponga punto final a la guerra y que los próximos actos de este largo conflicto se den ya en un escenario de paz y democracia.

El por qué de resultados tan sorprendentes

Los resultados electorales fueron una gran sorpresa para casi todos los que siguieron detenidamente el proceso electoral nicaragüense. Fueron una sorpresa para los sandinistas, para la propia UNO y para el mismo presidente Bush, que en la noche del 25 de febrero hizo declaraciones de las que se desprendía su convicción en la victoria sandinista y en las que insinuaba una nueva fórmula de relación con el FSLN.

¿Cuáles fueron los factores que provocaron en definitiva la inesperada victoria de la UNO? Es consenso de todos los analistas que fueron dos los factores principales que influyeron en los resultados.

El agotamiento de un pueblo por la guerra de desgaste

El primer factor fue el agotamiento de un sector del pueblo ante el continuado proceso de guerra que ha vivido el país en los últimos 12 años. El número de víctimas -muertos y heridos- provocados por la guerra contrarrevolucionaria en más de 9 años es proporcionalmente mayor al de las víctimas norteamericanas en las cuatro guerras que ha tenido Estados Unidos en este siglo: las dos guerras mundiales, la guerra de Corea y la de Vietnam. El porcentaje de víctimas nicaragüenses es un 179% superior al de Estados Unidos.

Si a ese porcentaje añadimos el número de muertos y heridos que hubo en los dos años de guerra que llevaron a Somoza, la cifra asciende a más del 200%. Este primer factor del peso de la guerra tiene diversas expresiones -víctimas, inseguridad, crisis económica, desplazamientos de población, etc.- pero quizás la que más impacto en la decisión del voto fue la del servicio militar patriótico. El SMP y su continuidad ha sido la expresión más directamente sentida de la guerra en todas las familias, incluidas las de las ciudades que nunca fueron afectadas por los enfrentamientos. El SMP no ha permitido a nadie olvidar que la guerra seguía en Nicaragua, aun cuando en los dos últimos años haya descendido en intensidad.

La partida al servicio de los jóvenes en la edad de reclutamiento provocó una permanente zozobra en la mayoría de las familias. Un sector del electorado nicaragüense juzgó que una victoria sandinista no aseguraba la culminación de la derrota militar y política de la contrarrevolución, tan tenazmente sostenida por los Estados Unidos, y por eso, para poner fin a la guerra, votó por la UNO.

El agobiante peso de la crisis económica

El segundo factor fue el peso de la crisis económica. Como ya hemos señalado muchas veces, el poder adquisitivo de los salarios descendió entre 1979 y 1989 en un 94%. pero este deterioro del salario real no refleja aun todo el peso de la crisis económica, porque esa cifra mide solamente el impacto de la crisis en el nivel de vida de los asalariados. En los dos últimos años de ajustes económicos una gran cantidad de empleados públicos fue "compactada", separada del sistema salarial, y tuvo que buscar su subsistencia por otros canales lo que aumentó aún más el deterioro del nivel de vida de las mayorías. Si -como era convicción mayoritaria- la crisis dependía de la guerra, un sector de la población juzgó que con la victoria sandinista iba a continuar la guerra y por tanto, no mejoraría la economía.

A la hora de analizar el por qué de los resultados, han sido poco recordados acontecimientos de los últimos meses de campaña que vinieron a reforzar las tendencias que generaban estos dos factores fundamentales. Uno es la invasión de Estados Unidos a Panamá. Este hecho parece haber tenido un doble efecto contradictorio en el electorado nicaragüense. Por un lado, reforzó al sector sandinista en sus convicciones, haciéndole ver aún mas claramente las consecuencias de la política agresiva de Estados Unidos y reavivó la decisión de enfrentar una intervención en Nicaragua. Este sector cerró aún más sus filas en torno al FSLN como garante de la soberanía nacional. En el otro extremo, un sector empresarial de Nicaragua -que es parte de la UNO- aplaudió la intervención. Pero entre esos dos extremos bien definidos, muchos indecisos evocaron el fantasma de una guerra aún mayor en Nicaragua, y eso inclinó su decisión hacia quienes veían como los "amigos" de los Estados Unidos.

La ofensiva militar del FMLN en El Salvador

Otro hecho fue la ofensiva militar del FMLN en El Salvador en la segunda mitad de noviembre y primeros días de diciembre. Aunque las interpretaciones de los resultados de la ofensiva pueden discutirse -para el FMLN abrió el camino a la negociación-, en Nicaragua el sector de los indecisos interpretó que era imposible triunfar militarmente sobre las fuerzas que son apoyadas por los Estados Unidos y que nunca se consigue una ofensiva -una victoria- "final".

Estos dos fueron acontecimientos de guerra que incidían sobre un panorama interno que seguía siendo de guerra. Porque hay que recordar que en los meses de campaña electoral, los contras salieron de sus bases en Honduras, se infiltraron en Nicaragua y siguieron atacando. Se calcula en 3 ó 4 mil los que entraron al país para hacer propaganda armada en favor de la UNO y atacar a los simpatizantes sandinistas, obligando al ejército a nuevas campañas ofensivas. (Desde octubre/89 se tuvo que suspender el cese al fuego unilateral mantenido por más de año y medio. Durante todo el año 1989 -casi todo año electoral- y durante los dos primeros meses de 1990 -final de la campaña- el promedio de víctimas causadas por los contras, entre muertos, heridos y secuestrados, se mantuvo en un promedio de 3 víctimas diarias).

Es claro que los marines en Panamá, los bombardeos y las masacres del ejército en El Salvador y los contras en Nicaragua reforzaban el temor a una prolongación de la guerra.

El desmoronamiento del campo socialista europeo

Respecto de lo económico, también hubo acontecimientos que influyeron especialmente en los indecisos. Fue justamente durante los meses de campaña electoral cuando se dio, de forma dramática y súbita, el desmoronamiento del campo socialista. Estos cambios no fueron leídos en Nicaragua de la misma forma que en otros países, sino principalmente como una dificultad más que tendrían los sandinistas para conseguir los recursos necesarios para la reactivación económica después de las elecciones. Paralelamente, la crisis de los países socialistas hacía que las esperanzas cifradas en el apoyo económico que Europa Occidental daría a Nicaragua disminuyeran en gran medida, al centrar los europeos su interés en la ayuda a Europa Oriental.

Todos fueron acontecimientos históricos de enorme trascendencia. Todos se produjeron durante la campaña electoral. Y todos reforzaron en un sector del electorado la sensación de que el FSLN no sería capaz de resolver ni la guerra ni la crisis económica.

¿Por qué hubo tanta sorpresa en los resultados?

Pasada la sorpresa inicial, la pregunta sería: ¿por qué hubo sorpresa si estos hechos eran conocidos y podría imaginarse su posible influencia? El cuánto de esa influencia era lo difícil de calcular. De hecho, hubiera bastado un 8% más de electores votando por el FSLN, restándolos así de los votos por la UNO, para cambiar los resultados finales. Una cantidad nada imposible de lograr si se hubiera identificado con claridad que había un porcentaje de indecisos afectados por los temores señalados. Si se hubiera identificado este temor, se hubieran tomado una serie de medidas que hubieran ayudado a inclinar los votos de al menos un 8% a favor del FSLN. Tal vez la decisión de suprimir le servicio militar en su obligatoriedad -dejándolo voluntario o condicionado- hubiera podido ser una de esas medidas.

Lo que queremos decir con esto es que el resultado de las elecciones no debe ser visto como algo que era imposible de evitar, aun con la guerra y la crisis. Que había ciertamente posibilidades de triunfar. Que no fue una fatalidad histórica la victoria de Goliat sobre David. No haber permitido a tiempo señales importantes impidió tomar las medidas necesarias para evitar esa victoria. Las encuestas favorables y las movilizaciones masivas contribuyeron mucho a obnubilar la percepción sobre lo que estaba ocurriendo.

La guerra y la crisis económica no lo explican todo

La guerra y la crisis son las dos razones fundamentales, pero no son las únicas. Otras razones que pueden explicar el resultado electoral son de menor importancia que tengan estas "otras " razones. Cada uno señala las razones que desde el ángulo que está situado valora más. En ese conjunto de razones variadas que también contribuyeron a la derrota electoral, la que más interesa destacar, ya hacia el futuro, es la necesidad de fortalecer y desarrollar dentro del sandinismo estructuras internas de democracia, tratando de desterrar al máximo los verticalismos. Aunque todos nos equivocamos en los resultados electorales, corresponde al FSLN una autocrítica seria, a fondo, para descubrir por qué los militantes y activistas sandinistas no lograron descubrir y captar los sentimientos, temores e inquietudes que existían en el pueblo. Para esta nueva etapa, esa autocrítica y una mayor democracia en el FSLN pueden ser fundamentales.

La UNO: un gobierno nada fácil

Perdiendo las elecciones, el FSLN perdió importantísimos espacios de poder y se colocó en una situación desventajosa para defender el proyecto revolucionario de quienes no lo comparten, tanto en Estados Unidos como en Nicaragua.

Ganando las elecciones, la UNO obtuvo una significativa cuota de poder, pero al igual que tras la derrota del FSLN puede haber una oportunidad histórica para fortalecer "desde abajo" el proyecto revolucionario, tras la victoria de la UNO puede esconderse un auténtico campo minado.

La UNO tendrá que enfrentar muchos problemas para poder dar una respuesta satisfactoria a todo que sus votantes esperan de esta alianza política. Una primera gran dificultad está en que la alianza está integrada por 13 partidos de muy diversa ideología. Entre estos partidos hay contradicciones de muy diversa índole que atraviesan la alianza de parte a parte. Contradicciones entre "familias" distintas: liberales, conservadores, socialcristianos, comunistas, socialistas, socialdemócratas.... Y al interior de cada una de estas familias, contradicciones ideológicas por el distinto momento político en que cada una nació y por la causa que dio origen a su nacimiento. El mismo membrete de liberal o de conservador puede no significar afinidad alguna.

A esto hay que añadir las pugnas personales y de liderazgo individuales que se dan entre partidos con afinidades ideológicas, pero que durante años les han impedido ponerse de acuerdo. Muchos partidos, distintas familias partidarias, distinta ideología en cada familia y pugnas personales.... Ni siquiera existe una gran cohesión dentro de cada partido. Esto se comprobó en la elección de los candidatos de la UNO. Se comprobó también entonces qué fácil es la ruptura de las lógicas políticas e ideológicas cuando circulan dólares e ideológicas cuando circulan dólares por debajo de la mesa. Los miembros de la UNO lo han dicho: el dinero aumenta sus contradicciones. Pues bien, con todas estas contradicciones internas va a tener que gobernar la UNO. No va a ser fácil.

Tres tendencias en la UNO

Yendo a contradicciones más de fondo, podríamos distinguir tres tendencias al interior de la UNO. Estas tres tendencias expresan lo fundamental de su contradicción y sobre ella se inscriben las otras importantes contradicciones señaladas.

La primera tendencia sería la que pretende un retorno total y global al pasado somocista. En definitiva, buscan revertir totalmente lo logrado por la revolución, lo que implica el desmantelamiento del ejército sandinista, la devolución de todas las tierras a quienes llaman "sus antiguos dueños originales" y la reprivatización de toda la propiedad social y estatal según los criterios de un liberalismo decimonónico. Por los intereses que impulsan y por su proyecto, quienes defienden esta tendencia son expresión del somocismo, independientemente de que hayan sido o no miembros del Partido Liberal Nacionalista de Somoza o hayan sido siempre o todos simpatizantes de Somoza.

Esta tendencia se expresa en algunos partidos de origen conservador y liberal que dependen en gran medida del sector más extremista de los empresarios privados agrupados en el COSEP. En los próximos meses esta tendencia será reforzada por otros empresarios nicaragüenses que volviendo del exilio reclamarán sus antiguas propiedades.

Una segunda tendencia al interior de la UNO es la de un gran grupo tan antisandinista como el anterior, pero que es expresión -como tendencia- de una pequeña burguesía radicalizada hacia la derecha. No deja de ser típico en los procesos revolucionarios, y también en los contrarrevolucionarios, esta radicalización: mientras un sector de la pequeña burguesía apuesta por el proyecto revolucionario otro se alía a la derecha. Los partidos que representan esta tendencia (PLI, Partido Comunista y Socialista) - y es esto una constante en estos movimientos pequeños burgueses- carecen de un proyecto político claro, consistente y definido y se mueven de forma oscilante, haciendo difícil el tipificar su línea programática con exactitud. Sin embargo, no cabe duda de que los intereses que defiende esta tendencia no coinciden en puntos muy importantes con los de la tendencia somocista y aunque no logren articular un proyecto coherente, tampoco quieren un retorno al pasado.

Una tercera tendencia en la UNO es la del sector de empresarios con propiedades en Nicaragua, que se quedaron en el país sufriendo los azares e incertidumbres del proceso revolucionario y de la guerra contrarrevolucionaria y que, en general, no se identificaron con la fracción somocista de la burguesía antes del 79, sino que se ubicaron dentro de lo que se llamó la fracción de la burguesía opositora a Somoza. Aunque este sector tiene en común con los somocistas su extracción de clase, ha mantenido a lo largo de la historia de Nicaragua contradicciones importantes con el somocismo y en la actualidad sus intereses objetivos y su forma de pensar no coinciden con la tendencia somocista. Se trata de un sector mucho más flexible y abierto, y decidido a conservar medidas de la revolución que consideran positivas e incluso estabilizadoras de la nación a largo plazo.

Las tierras entregadas a los campesinos serían el mejor ejemplo de estas medidas. El surgimiento en Nicaragua de un sector de medianos y pequeños propietarios como fruto de la reforma agraria es a largo plazo un factor de estabilidad social nacional. El hecho de que las propiedades de estos empresarios no hayan sido generalmente expropiadas por la revolución y que hayan conocido las posibilidades de un régimen de economía mixta, no les hace desear un burdo retorno al pasado. Este sector es el que representa la propia presidenta Violeta Chamorro.

Una alianza llena de contradicciones

Como se puede ver, la UNO es una alianza sumamente contradictoria, con contradicciones que son profundas y que se expresan de forma muy diversa. Gobernar un país en crisis desde esta pluralidad de intereses no va a ser tarea muy fácil. Menos fácil si se tiene en cuenta que ante si la UNO tiene un partido opositor sólidamente organizado, que cuenta con el 41% de los votos, y con el apoyo de los más importantes sindicatos del país: la ATC, la CST, los principales sindicatos de maestros, trabajadores de la salud, etc., sectores todos ávidos de justas reivindicaciones económicas.

A la cantidad de votos, la cohesión partidaria y la organización popular hay que sumar el hecho de que las actuales fuerzas armadas tienen su origen en los guerrilleros que derrocaron la dictadura militar somocista. Esta circunstacia histórica explica que la mayoría de los militares nicaragüenses -hoy mucho más numerosos y profesionales- simpatice con el FSLN. Además de esto y por la Constitución, la actual Corte suprema de Justicia, que dentro de su pluralidad tiene una hegemonía sandinista, no cesará en sus funciones hasta el año 93. Y aún cuando en la Asamblea Legislativa la diferencia en diputados es de 51 a 39, es claro que si cualquiera de las tres grandes tendencias de la UNO se aliara con el FSLN lograría ampliamente la mayoría del Parlamento.

El resultado de las elecciones coloca así a una alianza de partidos débiles y cohesionados débilmente al frente del gobierno ante un partido sólido con mucho poder. Hay que tener en cuenta que la oposición del FSLN quiere ser una oposición "constructiva" y que le enfrentamiento se da en un marco en le que los recursos externos que Nicaragua necesita para superar la crisis económica son muy escasos. Los esperados aportes europeos se van a ver muy reducidos al estar Europa Occidental volcada hacia Europa oriental. Japón no hace inversiones significativas en un país tan inestable como Nicaragua. Y en Estados Unidos el debate sobre unos escasos $300 millones de ayuda mostró, de entrada, cuántos pueden ser los límites de la ayuda norteamericana. Esto obligará al gobierno de la UNO a buscar apoyo en el FMI, en el Banco Mundial, en la AID, lo que implicará medidas de ajuste económico rígidas que serán difícilmente implementables sin negociaciones con una oposición fuerte y en una crisis económica tan profunda.

La UNO llega al gobierno desgastada

El desgaste de la UNO ante el pueblo que le dio su voto es una posibilidad real si no se ven pronto cambios significativas en le terreno económico y en el de la paz. Si miramos a toda América Latina, partidos que han conquistado el poder con votos más sólidos que los que tuvo la UNO y con mayor popularidad, se han desgastado rápidamente por los límites económicos que han encontrado sus propuestas populistas. No deja de ser llamativo que en Centroamérica los partidos de cuatro de los cinco presidentes que firmaron Esquipulas II hayan perdido ya las elecciones -se espera que el partido de Cerezo las pierda este año-. La dinámica de crisis económica a la que tendrá que enfrentarse la UNO ha puesto en crisis a partidos con mucho más arraigo y trayectoria y no han superado la prueba de una reelección.

Ninguna de estas contradicciones y problemas resta importancia al poder real que la UNO tiene al haber conseguido el gobierno del país. Muy pronto estaremos frente a los intentos de ir minando y debilitando la estructura del ejército popular sandinista por muy diversos medios. Pronto veremos las fuertes ofensivas ideológicas que tendrán como objetivo ese 30% de indecisos que finalmente dio su voto a la UNO. Probablemente, pronto sabremos de la presencia multiplicada de la CIA en Nicaragua, actuando de muchas nuevas formas. El triunfo de la UNO permitirá desarrollar por vías legales múltiples caminos para revertir muchos de los logros de la revolución. Incluso las mismas garantías y libertades que garantiza la constitución pueden ser anuladas parcialmente si el Ejecutivo decretara un estado de emergencia.

A partir del 225 de abril se abrirán nuevas situaciones, ciertamente difíciles para ambos contendientes. Pero si es cierto que la derrota electoral disminuye notablemente el poder del FSLN -e incluso podemos decir que significa un golpe estratégico al proyecto revolucionario que obliga al FSLN a replantear su estrategia-, también es verdad que la victoria de la UNO no la coloca en un lecho de rosas para desde él ejercer el poder conquistado en las urnas.

El triunfo de la UNO abre tres posibles caminos

Primer camino: democracia y paz

Ante la nueva correlación de fuerzas -un gobierno de la UNO frente a la oposición del FSLN, que ha dicho que gobernará "desde abajo"-, son tres los principales caminos que se le abren a Nicaragua en esta situación tan compleja e inédita.

El primer camino es el fortalecimiento de un proceso de democracia y de paz. Este camino sería la continuación de la construcción de la democracia iniciada tras el derrocamiento de la dictadura de Somoza, proceso que se inició con el proyecto revolucionario de pluralismo político, en el que hubo elecciones en 1984 y ahora en 1990, y en el que se redactó, discutió y aprobó una Constitución, que garantiza un gobierno democrático y formaliza e institucionaliza todos los poderes de esa democracia. La derrota electoral del FSLN y el traspaso pacífico del poder del FSLN a la UNO -por pacífico será la primera vez en la historia independiente de Nicaragua-, puede sentar de una vez por todas las bases para superar definitivamente la dictadura somocista por una democracia basada en la legalidad constitucional.

Si se abre este camino, los diversos proyectos al interior de la UNO y el proyecto sandinista estarán en permanente contienda durante los próximos 6 años. Este "juego de ajedrez" -juego de inteligencica, de leyes, de paciencia y de tiempo- no es otra cosa que le juego democrático. El juego podrá ser muy reñido en algunos momentos, pero si el primer camino permanece abierto, esto implicaría que la contienda entre proyectos opuestos se logra mantener dentro del marco constitucional y democrático del país, lo que permitiría llegar a las próximas elecciones con iguales oportunidades para todas las opciones políticas teniendo siempre al pueblo como último juez. Si esto se logra, se estabilizaría la democracia en Nicaragua y se habría salvado a la nación de enfrentar nuevas guerras. Hasta ahora fue siempre en guerras cíclicas que se resolvieron las disputas políticas. Ahora, existe la ocasión histórica de quebrar esa lógica.

Segundo camino: intervención militar de Estados Unidos

El segundo camino, diametralmente opuesto, es la intervención militar norteamericana. Con ella podría cerrarse la etapa de conflictos entre la UNO y el FSLN. Si el conflictivo proceso político que abren estas elecciones no se logra resolver dentro del marco constitucional y la correlación de fuerzas internas es cada vez más desfavorable a la UNO, Estados Unidos podría sentirse tentado a intervenir en Nicaragua para apoyar a sus aliados.

En todos estos años, la posibilidad de una intervención militar en Nicaragua ha sido siempre una realidad con la que hubo que contar. Al término del segundo mandato de Reagan, Elliot Abrams dijo: "Nuestro gran error fue no intervenir en 1983". La diferencia entre aquella permanente posibilidad -agudizada a fines de 1983 cuando se dio la invasión en Granada- y la actual posibilidad está en dos factores. El primero es que, de producirse la intervención tendría la "legitimidad" de darse para defender a un gobierno democrático y libremente electo por el pueblo, lo que le daría una justificación que antes no tenía.

En un momento en que el mundo bipolar del Este-Oeste tiende a desaparecer dando paso a un mundo monopolar donde el Oeste trata de imponer por todos los medios su hegemonía, esta "legitimidad" sería aún menos discutible. El otro factor que alentaría la intervención es económico. El Pentágono trata actualmente de defender sus altos presupuestos en armas y en hombres en momentos en que la distensión con la URRS les está creando la "necesidad económica", de desatar nuevas guerras en el Tercer Mundo. Altos funcionarios militares de los Estados Unidos han afirmado repetidamente que "ahora, en el Pentágono debe prestar mayor atención a las amenazas de "baja intensidad" que tiene Estados Unidos el Tercer Mundo", señalando también que Estados Unidos "no ha desarrollado adecuadamente las armas que necesita para enfrentar estas amenazas".

El retiro progresivo de efectivos estadounidenses de Europa y los tratados de reducción de armamentos entre el Este y el Oeste, hacen cada vez más factibles y "necesarias" las guerras del Norte contra el Sur, porque desgraciadamente la guerra sigue siendo un negocio rentable para el poderoso complejo militar-industrial de los Estados Unidos. La invasión de Panamá sería ya una buena muestra del papel que Estados Unidos pretende jugar como gendarme internacional en el Tercer Mundo.

A pesar de su mayor legitimidad y "rentabilidad", la intervención en Nicaragua tendría siempre para Estados Unidos un alto costo en vidas norteamericanas. No hay que olvidar que el mismo Pentágono calculó ya en tiempos de Reagan que los marines invasores de Nicaragua tardarían por lo menos 4 años en poder salir del país. No hay que olvidar tampoco que, por lógica, una intervención militar en Nicaragua tendría que comenzar por bombardeos a las principales ciudades del país, bombardeos que al no distinguir ideologías entre los bombardeados, se convertirían en un boomerang político interno contra Estados Unidos.

En una lógica militar contra-interventora, el sabotaje a las infraestructura económica del país sería un elemento esencial para dificultar la consolidación del plan de los invasores. A los sandinistas les son muy familiares las llaves de esa infraestructura: la planta geotérmica, los puertos, la refinería.... La destrucción de estos puntos económicos neurálgicos llevaría a una economía ya devastada por la guerra, y colocada actualmente en los niveles de los años 50, a los niveles del siglo XIX. Esta situación afectaría no sólo a los sectores populares sino también, y gravemente, a la burguesía, que terminaría siendo la clase social mísera que quedó gobernando tras la guerra arrasadora contra el filibustero norteamericano William Walker: por la mañana atendían asuntos de gobierno y por la tarde vendían cuajadas para sobrevivir.... La victoria norteamericana tras una intervención sería una victoria pírrica para la burguesía. Sería , en definitiva, una guerra sin vencedores ni vencidos. Ni ganarían los sandinistas con esta destrucción generalizada ni ganaría tampoco la burguesía que tiene sus intereses en Nicaragua.

Tercer camino: progresiva desestabilización

El tercer camino es intermedio: la desestabilización progresiva del país. Se trataría de una permanente situación de inestabilidad causada por la dureza del enfrentamiento político. Toda huelga podría ser declarada ilegal, el gobierno podría coartar las libertades ciudadanas por pequeñas causas, los estallidos de violencia espontánea ante situaciones económicas tensas podrían ser continuos, las revanchas de una y otra parte irían creciendo en las comarcas campesinas y en los barrios, los conflictos y las venganzas al estilo "mano negra" o al estilo escuadronero -métodos que fueron desterrados totalmente en estos 10 años - podrían revivir con ex-guardias indultados, ex-contras desmovilizados o con pistoleros a la orden de extremistas de derecha...

Una situación así podría alertar a los grupos extremistas de izquierda a usar también las armas, dando lugar a una lamentable y condenable espiral de violencia entre grupos paramilitares. No es fácil para el gobierno de Violeta Chamorro tener control sobre todas las fuerzas que componen la UNO; tampoco es fácil para le FSLN, no estando en el poder, el ejercer un total control sobre sus simpatizantes más radicales, que podrían querer tomarse la justicia por su mano. La lógica política, ya reñida, con un componente de violencia permanente, podría llevar al país a una inestabilidad creciente.

Esta inestabilidad podría desembocar en negociaciones de emergencia entre el FSLN y la UNO, que acercarían a la primera opción, de democracia y paz, o podrían llevar a Estados Unidos a decidir una intervención armada para restablecer el orden. En el caso de que la desestabilización continuara sin desembocaren ninguna de esas dos opciones, la misma dinámica de inestabilidad podría llevar a una guerra civil, si se impone el camino militar, o a un gobierno de coalición si se impone la negociación. (Esta última posibilidad supondría una depuración mayor en la UNO, en la que quedarían los sectores que tienen mínimas coincidencias con el FSLN).

Más que nunca entre la guerra y la paz

Estos tres posibles caminos muestran que estamos más nunca entre la guerra y la paz y que la solución intermedia puede, a su vez, desembocar en paz o en guerra. También estamos entre la democracia y la dictadura, porque el camino de la paz conduce a la democracia bajo cualquiera de sus formas y el camino de la guerra, en la actual correlación de fuerzas, llevaría lógicamente a una dictadura como única forma de estabilizar un país violentamente desestabilizado. La paz va de la mano con la democracia y la guerra va de la mano con la mano con la dictadura.

Por esto, es un deber de todos los que son verdaderamente nicaragüenses, y es también un deber cristiano, el buscar denodadamente el camino de la paz y el de la democracia. Ninguna razón partidaria, de uno o de otro signo, puede pesar más en la balanza que la razón nacional de evitar otra guerra al pueblo nicaragüense, que votó mayoritariamente por la paz, tanto en el 55% de la UNO como en el 41% del FSLN.

La opción de paz y de democracia supone que en la UNO y en el FSLN se imponen los sectores no extremistas que existen en estas dos fuerzas. En lo concreto, este camino supone que en la UNO se imponga como fuerza hegemónica la que representa Violeta Chamorro y sus más cercanos partidarios, y que en el FSLN continúe imponiéndose una Dirección Nacional unida -no hay ningún signo de falta de unidad tras el revés electoral-, que mantenga la cohesión en las filas sandinistas, especialmente entre los cuadros intermedios y de base que en una situación tan critica podrían escapar de control.

Y en el gobierno de Estados Unidos, ¿cuál será la dinámica hacia Nicaragua que logre imponerse? Indudablemente, también allí hay contradicción entre dinámicas de concertación y dinámicas de enfrentamiento. La concertación buscará la opción por la democracia y la paz con la máxima cooptación del sandinismo. El enfrentamiento impulsará la continuación de la "guerra de baja intensidad" buscando la opción de desestabilización progresiva del país, la que eventualmente podría ser coronada con la intervención militar. La contrarrevolución y el sector somocista de la UNO serían los aliados internos de los guerreristas de Washington. El pragmatismo de los sectores encabezados por Violeta Chamorro y Daniel Ortega tienen también su contraparte entre quienes, en los Estados Unidos, buscan dinámicas de concertación que conviene a sus intereses pues así podrían ocuparse con libertad de problemas mundiales que juzgan de mayor importancia en el actual panorama internacional.

Entre la negociación permanente y la crisis permanente

Por el balance de poder descrito, el camino de la paz estará necesariamente sujeto, para ser viable, a una negociación casi permanente entre el gobierno presidido por Violeta Chamorro y el FSLN. Negociaciones que, dadas las posiciones en juego, no serán fáciles para ninguna de las dos partes.

El comienzo de este largo proceso negociador se inició casi inmediatamente después de las elecciones y en los dos escasos meses de transición del gobierno sandinista al gobierno de la UNO se han planteado ya algunos temas clave para el futuro del país. De la respuesta que tengan estos temas clave dependerá que la balanza se incline hacia una de las tres alternativas mencionadas.

Tema clave: la relación entre el nuevo gobierno y el Ejército sandnista

El primero y más sustancial de estos temas clave para definir el futuro es el de la problemática militar y su relación con el nuevo gobierno. En torno a esta problemática, la tesis de sectores extremistas de la UNO -en coincidencia con los de Estados Unidos a los cuales se alineó, al menos inicialmente, el propio Ministro de Defensa norteamericano, Richard Cheney - es que la forma de resolver este problema militar es la "simetría" entre el EPS y la contra: la contra y el EPS deben disolverse simultánea y simétricamente, pues son los "dos bandos en conflicto".

Este planteamiento echa por tierra y totalmente las posibilidades de cualquier proceso pacífico y democrático, pues el ejército popular sandinista es el único ejército nacional, según lo establece la Constitución de la República. El EPS es la fuerza armada a quien corresponde legal y legítimamente el resguardar la soberanía de la nación, mientras que la contrarrevolución es una fuerza irregular, que ha llevado adelante una guerra declarada ilegal por la Corte de Justicia de las Naciones Unidas y que se ha caracterizado por actividades terroristas, según el veredicto de los más variados organismos humanitarios y de derechos humanos del mundo. La "simetría" supone una violación tan burda del marco constitucional y una imposición tan obvia del injerencismo norteamericano, que con ella sería imposible la paz.

Se han escuchado variantes igualmente extremistas de este planteamiento: algunos dirigentes de los mismos contras han planteado no desmovilizarse ni desarmarse hasta que se vea "cómo evoluciona" el gobierno de la UNO.

Desarme de la contrarrevolución: primera condición

El desarme de la contrarrevolución es la primera condición para el respeto del marco constitucional -no pueden existir en el país dos ejércitos- y debe darse en cumplimiento de los acuerdos de Esquipulas, que especialmente en la sesión IV (Costa del Sol), V (Tela) y VI (San Isidro Coronado) establecieron con claridad las fechas, procedimientos y criterios para que este ejército dirigido por Estados Unidos se desmovilice y desarme. Desde hace más de un año estos acuerdos han sido burlados permanentemente por los Estados Unidos. Una nueva burla en esta crítica situación tendría connotaciones mas graves.

Otros sectores de la UNO han establecido otras variantes de la simetría: el EPS no debe disolverse totalmente -lo que sería inconstitucional- sino que debe reducirse a niveles casi mínimos. Se habló de reducirlo a sólo 20 mil hombres, con lo que tendría las dimensiones de las fuerzas armadas costarricences (cuyo número ha crecido significativamente en los últimos años, por más que sus efectivos se encuentran disfrazados con otros nombres -guardia civil, guardia rural, etc.-) Los logros revolucionarios garantizados en la Constitución de Nicaragua y que obviamente no son del agrado de los ejércitos y las burguesías dominantes en los países centroamericanos y mucho menos del gobierno norteamericano, muestran que un ejército nicaragüense de tan pequeñas dimensiones no podría salvaguardar efectivamente la soberanía y la Constitución del país en caso de una agresión externa.

Los acuerdos de Contadora primeramente y los emanados del proceso de Esquipulas después, se refirieron a la reducción de los efectivos militares en Centroamérica, pero garantizando siempre la no injerencia externa y un "balance razonable de fuerzas" entre todos los ejércitos del área. Los ejércitos de Guatemala, El Salvador y Honduras no han dado ninguna muestra que indique que estarían dispuestos a reducir sus efectivos. Por ejemplo, el ejército salvadoreño y el guatemalteco cuentan con unos 60 mil hombres, entre los que se incluyen las fuerzas paramilitares bajo su control; y el vecino ejército de Honduras posee la fuerza aérea más poderosa de Centroamérica y ha mantenido una tradición de gigantescas maniobras militares con el ejército de Estados Unidos durante todos estos años de revolución, que han continuado aun después del triunfo de la pro-norteamericana UNO.

La tesis de la simetría, en su versión más radical o en sus variantes, es expresión de posiciones extremistas que en nada contribuirían a lograr la estabilidad y la paz en el país.

Otro tema sustancial: ¿la re-privatización de la economía?

El segundo tema sustancial es el que se refiere a la re-privatización general de la economía propuesta por ciertos sectores de la UNO. Esto abriría también focos de tensión e inestabilidad, porque un intento de retornar globalmente al somocismo afectaría a decenas de miles de familias que en todo el país han sido beneficiarias tanto por la entrega de tierras a través de la reforma agraria como por la entrega de lotes para sus viviendas en las ciudades. La re-privatización de estas tierras y de las propiedades estatales nacionalizadas tras el triunfo revolucionario, a partir de las propiedades de Somoza y de connotados somocistas, está siendo uno de los temas más polémicos tras el triunfo de la UNO.

No hay que olvidar que el Plan Azul y Blanco propuesto durante la campaña electoral por el COSEP buscaba en el fondo dos cosas esenciales: el desmantelamiento del EPS y la re-privatización total de la economía. En el momento de la transición surgen, naturalmente, los puntos fundamentales de aquel Plan. Uno de los más altos dirigentes del COSEP dijo ya en su oportunidad que el plan de la UNO no era otra cosa que una versión del Plan Azul y Blanco, lo que fue cuestionado y negado por otros sectores de la UNO.

Otros muchos problemas legales y políticos

Estos son los dos problemas principales y los más inmediatos. De ellos se desprenden otros muchos, de orden legal y político. Después de las elecciones, a la par que comenzaron a manifestarse posiciones de extrema derecha, también se manifestaron posiciones de extrema izquierda en ciertas bases sandinistas y de otros partidos de ultra-izquierda. La inicial -que no tuvo mucho peso, pero que existió- sugería que el Presidente Ortega no entregara el poder a quien legítimamente lo había ganado en las urnas. "¡No entregues (el gobierno)! ¡No entregués!" era una consigna coreada por simpatizantes sandinistas al Presidente Ortega aun cuando éste ya había anunciado su disposición a hacerlo.

Variantes de esa posición se dieron también entre quienes plantearon dejarle en herencia a la UNO un Estado desmantelado y en ruinas. Se argumentaba que así como el sandinismo había recibido del somocismo un Estado en la más absoluta quiebra económica, lo mismo debía hacer ahora con la UNO para agudizarle así la crisis económica causadoa por la guerra que ellos defendieron. Otra manifestación extremista se dio en la entrega no legal de armas que después de las elecciones hicieron algunas estructuras sandinistas. Las dimensiones de esta entrega nunca fueron precisadas ni por los sandinistas ni por la misma UNO, pero al margen de las dimensiones que haya tenido, expresa una tendencia hacia la desestabilización del país.

El Protocolo de Transición: qué dice y qué no dice

Sobre los tres grandes caminos que se abren al país, y sobre esta gama de posiciones más o menos extremistas de parte y parte, se inició la discusión de los equipos de transición de la UNO y el FSLN. Por parte del FSLN, encabezó el equipo de transición el Ministro de Defensa Humberto Ortega. Por parte de la UNO el Ingeniero Antonio Lacayo. El documento firmado por ambos equipos el 27 de marzo, llamado Protocolo de Procedimientos de Transferencia del Mando Presidencial, expresa las posiciones más flexibles, inteligentes y maduras de ambas partes. En este sentido, supone una derrota para extremistas de derecha e izquierda y empieza a encarrilar al país por la primera de las opciones señaladas.

De este importante documento -que publicamos en su parte sustancial- el diario La Prensa destacó la "politicidad del ejército" y la aceptación por el FSLN de una reducción racional de las fuerzas armadas. Lo que el diario Barricada resaltó fue el llamado a un inmediato desarme de la contrarrevolución y el respeto a la profesionalidad y constitucionalidad del ejército, a la vez que a las propiedades rurales y urbanas que entregó al pueblo la revolución.

Por estar basado totalmente en el respeto a la Constitución de la República, este paso negociado de la transición es importante para encaminarnos a la opción primera. Es un paso muy importante, pero es sólo un primer paso. Con él se inicia una larga lucha política en torno a los mismos temas que aborda el Protocolo y en torno a otros candentes problemas.

Algunos de ellos son esenciales e inmediatos. ¿Y si la contra no se desarma? No deja de ser muy llamativo que la mayoría de los contrarrevolucionarios asentados en Honduras se han infiltrado en Nicaragua en forma escalonada y ordenada, lo que desmiente que sean ya fuerzas sin control o en desbandada. La infiltración se ha dado en tres etapas. La primera, durante la campaña electoral, a partir de octubre, para realizar propaganda armada en favor de la UNO en zonas de guerra. La segunda etapa se dio después de conocerse el resultado de las elecciones -al menos, entraron 2 mil-. La tercera y más numerosa infiltración se produjo tras los acuerdos de Toncontín (firmados el 23 de marzo en Honduras, entre Antonio Lacayo, el Cardenal Obando y dirigentes de la contrarrevolución), para que el desarme establecido en los mismos acuerdos lo efectúe un muy reducido grupo de contras en Honduras.

Los contras infiltrados en Nicaragua podrían convertirse, si no se desarman antes del 25 de abril, en un peligroso elemento de presión interna. La discusión sobre la desmovilización de los que estén armados en Nicaragua será tensa y pone en peligro el inicial camino de paz que se ha abierto. En el caso de no desarmarse o de dilatarse en exceso su desarme y permanencia armada en los enclaves -algunos han expresado que sólo después de 90 días del gobierno de la UNO verán si hay condiciones para el desarme- estaríamos ante la realidad de dos ejércitos armados dentro de Nicaragua, lo que haría más factible la posibilidad de una guerra civil.

La reducción del EPS por razones de la escasa capacidad económica del país va a plantear también problemas y es bastante probable que en el futuro el gobierno de Estados Unidos condiciones a este asunto al ayuda de la UNO. En el intento de ahogamiento económico del ejército sandinista estaría un nuevo foco de tensión.

Otro problema se va a plantear en torno a lo que la UNO considere son los "legítimos derechos de los nicaragüenses afectados en sus bienes" para que éstos les sean devueltos. La interpretación de lo que signifique "compensación adecuada" a los afectados está también abierta.

El Protocolo de Transición no habla nada, por ejemplo, de lo que sucederá con el área estatal de la economía y en torno a esto ya se han dado muchas polémicas.

Los problemas están abiertos, aunque podemos afirmar que le primer paso dado para resolverlos es de gran madurez y es positivo. Las palabras de Violeta Chamorro a Daniel Ortega cuando éste fue a felicitarla por su triunfo -"La mejor ayuda que me podes dar es que hagamos la democracia entre los dos"- tienen una dimensión mucho más profunda que la que parecieron tener en los primeros momentos. Expresan la nueva realidad: sin una concertación a fondo entre el sector de la UNO que representa la Presidencia electa y el FSLN no será posible la democracia. Tampoco la paz.

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Texto del Protocolo de Transición firmado entre el gobierno entrante y el gobierno
saliente de Nicaragua

"I - CONSIDERACIONES GENERALES

1. Es consenso de los dos equipos que los resultados de las elecciones generales, celebradas el 25 de febrero de 1990, de manera limpia y honesta, deben servir para el fortalecimiento del proceso democrático en Nicaragua y para alcanzar una paz justa y definitiva que cobije a todos los nicaragüenses sin distingos políticos.

2. Que por lo tanto, deben sentarse las bases firmes de la reconciliación, la concordia nacional y la estabilidad de la Nación en todos sus órdenes, que generen confianza y seguridad para todos los nicaragüenses.

3. Que es también necesario la unidad de esfuerzos para consolidar la paz y la estabilidad duradera como condición indispensable para la reconstrucción económica del país.

4. Que todo esfuerzo debe darse sobre un entendimiento nacional que tome en cuenta los logros y transformaciones beneficiosas al pueblo hasta ahora alcanzadas, y se base en el plano respecto al derecho, la Constitución Política de Nicaragua y las Leyes de la República.

II - BASES PARA LA TRANSFERENCIA

1. La ejecución del Acuerdo de Toncontín suscrito el día 23 de marzo de 1990 en Tegucigalpa, Honduras, para la desmovilización de las fuerzas de las Resistencias antes del 25 de abril de 1990, constituyen un elemento esencial para crear el clima de paz, estabilidad y tranquilidad en que debe darse la transferencia de gobierno.

2. Las Fuerzas de Defensa y el Orden Público de la Nación estarán subordinadas al poder civil del Presidente de la República de conformidad con la Constitución y las Leyes de la República. Su tamaño y características serán redimensionadas de acuerdo a la capacidad económica y necesidades sociales del país, y de conformidad con los Acuerdos de Contadora y de los Presidentes Centroamericanos.

Las Fuerzas Armadas tendrán carácter profesional y no pertenecerán a ningún partido político. Sus miembros en servicio activo no podrán desempeñar cargos directivos de partidos políticos. Las actividades de proselitismo político al interior de las Fuerzas Armadas sólo podrán realizarse en el marco de la Ley Electoral del país.

El respeto a la integridad y profesionalismo del EPS y las fuerzas de orden público, así como de sus rangos, escalafones y mandos, de acuerdo a la Constitución y a las Leyes de la República, constituyen asimismo, base fundamental del traspaso ordenado de gobierno.

3. En el mismo orden, como parte esencial del proceso de consolidación democrática, deberá fortalecerse la integridad e independencia de los Poderes del Estado, todo dentro de la correcta aplicación de la Constitución y de las Leyes.

4. Se conviene en la necesidad de proporcionar tranquilidad y seguridad jurídica a las familias nicaragüenses que han sido beneficiadas con propiedades urbanas y rurales, en virtud de asignaciones del Estado antes del 25 de febrero de 1990, armonizándolas con los legítimos derechos que puedan tener ante las leyes los nicaragüenses afectados en sus bienes, par lo cual se deberá proceder en el marco de la Ley. Se establecerán formas de compensación adecuadas para los que pudieran resultar perjudicados.

5 El traspaso ordenado del Poder Ejecutivo debe darse en un marco de mutua seguridad y confianza, lejos de cualquier acto de revanchismo, represalias o venganza y en un clima de respeto a la integridad física y moral de las personas. En este sentido, ambos equipos de transición respaldan las iniciativas de los poderes públicos tendentes a crear un clima de Reconciliación Nacional y de Amnistía en beneficio de la familia nicaragüense y expresan la necesidad de asegurar que las armas y equipos de combate esté únicamente en manos de las instituciones armadas de la República.

Por otra parte, es entendido que todos los gremios y organizaciones sindicales y comunales existentes en el país, gozarán de las garantías establecidas por la Constitución y las Leyes. En la misma forma se respetarán los monumentos dedicados a los Héroes y Mártires caídos en la lucha contra el somocismo y la defensa de la patria.

6. La garantía de la estabilidad en su trabajo de funcionarios y empleados de gobierno, sobre la base de su eficiencia, honestidad administrativa y años de servicios respaldada también por ambos equipos.

7. Ambos equipos están de acuerdo en que se deben aunar esfuerzos para la obtención de recursos internacionales a gestionarse durante la etapa de transición y que beneficien la estabilidad y el crecimiento de la economía.

Las bases comprendidas en este acápite son en general, el resultado de las coincidencias expresadas por los jefes de ambos equipos en la reunión del día 27 de febrero de 1990 en presencia del Secretario General de la Organización de Estados Americanos, señor Joao Baena Soares, del señor Elliott Richardson, Representante Personal del Secretario General de las Naciones Unidas y del ex-presidente de los Estados Unidos, señor Jimmy Carter."

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