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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 98 | Octubre 1989

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El Salvador

En el proceso de Esquipulas es la hora de El Salvador

En el proceso de paz de la región centroamericana, iniciado con éxito en Nicaragua a partir de Esquipulas II (agosto/87), se comienza ahora a debatir el caso de El Salvador. El gobierno de Alfredo Cristiani y el FMLN deben negociar el fin de la guerra.

Equipo Envío

El establecimiento de "simetrías' entre el conflicto salvadoreño y el nicaragüense fue definitivamente rechazado por los presidentes centroamericanos en la cumbre de Esquipulas V en Tela. Por tener diferencias sustanciales, la solución a la guerra de El Salvador se busca dentro de un marco diferente.

Anteriormente intentos para poner fin al conflicto salvadoreño -en 1984 y en 1987- fracasaron por el distanciamiento de las tesis de ambas partes. Por parte del régimen de José Napoleón Duarte, la "solución" se redujo al ofrecimiento de una amnistía a cambio de la entrega de las armas. Para el FMLN era necesaria la conformación de un gobierno con la participación de representantes de los diferentes sectores del país, acompañada de profundas reformas de políticas y sociales.

Nuevamente este año, y pese a las posiciones ultraderechistas del gobierno de ARENA, se ha creado un espacio para conversaciones de paz. Es el fruto de un fuerte movimiento interno que apoya la solución negociada de la guerra y el acuerdo regional de Esquipulas.

Antes de la primera reunión de diálogo, que tuvo lugar en México los días 13, 14 y 15 de septiembre, el FMLN dio a conocer una nueva propuesta de paz, en la cual ofrece enfrentarse a la ultraderecha en el campo político, abandonando la lucha armada, siempre que se regulen y establezcan condiciones democráticas básicas para todos los grupos políticos, independientemente de su ideología, incluido el FMLN. De ser aceptada su propuesta, el FMLN se convertiría en un partido político que buscaría ceder al poder por la vía electoral.

Unas de las elecciones con oportunidades reales para todas las fuerzas políticas serían las primeras en los últimos 60 años que podrían llamarse "libres", considerando que en el pasado los comicios salvadoreños fueron siempre farsas electorales y las más recientes elecciones se celebraron en medio de la guerra y con una abierta injerencia del gobierno norteamericano.

El Presidente Alfredo Cristiani anunció el Lunes 2 de octubre en Naciones Unidas su posición: cese total de las hostilidades, pero sin que haya que llegar a ello a través de un progresivo y verificado descalamiento del conflicto.

La posición de Cristiani en la ONU es "para la exportación", aunque representa un giro a la que sostuvo con posterioridad al encuentro de México, cuando repetidamente advirtió al pueblo salvadoreño que no debía crearse "expectativas" sobre resultados a corto plazo.

Una cuestión fundamental para que se den avances en el proceso negociador -subrayada en el acuerdo centroamericano de Esquipulas - es la democratización, que en El Salvador pasa, entre otras cosas, por el respeto a los derechos civiles y económicos de toda la población y no de una pequeña minoría.

Lo que en otros países podría ser una opción lógica, en el caso del partido gobernante, Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), se vuelve más complicado porque varios de sus dirigentes pertenecen a los Escuadrones de la Muerte, cuyos miembros y organizaciones han permanecido impunes frente a un sumamente parcializado sistema judicial.

Difícilmente el Frente Farabundo Martí podría aceptar el competir en el campo político cuando se mantiene intacto todo un aparato represivo, que sólo entre 1980 y 1982 acabó con la vida de unos 30 civiles.

Para el establecimiento de un cese del fuego que debe concluir en un cese definitivo de las hostilidades, el FMLN demanda también la desactivación de la estructura económica actual considerada por la mayoría de los profesionales del país como dominada por una veintena de grupos familiares oligárquicos. A una de esas familias, con fuertes intereses cafetaleros y comerciales, pertenece el propio Presidente Cristiani.

Después de 10 años de guerra, aun la misma ultraderecha representada por el Partido ARENA reconoce que los orígenes de la guerra están en la "falta de democracia". Sorprendentemente, así lo admitió Cristiani en el foro de las Naciones Unidas. La extirpación de las causas de la guerra, el respeto a los derechos civiles y económicos de todos los salvadoreños y, sobre todo, el respeto al supremo derecho a la vida, son las mejores armas contra la guerra.

Muy pocos conflictos en el mundo han terminado sin una clara ventaja militar de un bando sobre el otro. El caso salvadoreño demanda flexibilidad por ambas partes para lograr una situación en la que se practiquen principios de convivencia humana que son reconocidos por la comunidad internacional.

El gobierno de ARENA, que ha asesinado a más de 300 trabajadores y ha desaparecido a 62 en un período de sólo tres meses -según cifras de la alianza sindical UNTS- es una clamorosa señal de que las raíces de la guerra en El Salvador son aún muy profundas.

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