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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 94 | Junio 1989

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Nicaragua

Wanpaura Wapisa: la Costa camina a las elecciones

Son grandes los pasos que se han dado para crear una nación en un territorio que estuvo dividido durante más de 300 años entre dos poderes coloniales en guerra: el Pacífico y el Atlántico de Nicaragua. La mayor parte de estos pasos se han dado en los últimos cuatro años. Lo dicen los mískitos: ¡Wanpaura Wapisa! Si, estamos avanzando. Y avanzando, la Costa camina hacia las elecciones.

Equipo Envío

"Nos hemos enterado de que las autoridades españolas le han comunicado a ustedes una interpretación absolutamente errada, según la cual nosotros los indígenas ya hemos acordado anexar nuestro país 'Mosquito" a Nicaragua... Nosotros ya no queremos que los españoles estén aquí y estaríamos más que agradecidos si ellos todos pudieran ser enviados fuera de nuestro país. Cuando decimos todos, queremos decir aquellos que tienen mujeres mískitas como esposas, al igual que los residentes, hombres, mujeres y niños. No queremos verlos entre nosotros del todo..." Esto fue escrito en una carta por 20 jefes mískitos al capitán de un barco de guerra británico en Bluefields, poco después de que las tropas del Presidente Zelaya llegaran para expulsar a los británicos. 17/marzo/1984.

"En Honduras no se nos permitía cortar ni un árbol para así poder sembrar. No podíamos ni siquiera salir del campamento. Regresamos porque somos nicaragüenses. Aquí somos libres". Esta era la explicación de una mujer mískita del Río Coco sobre la repatriación masiva de mískitos a Nicaragua en los últimos dos años. Diciembre 1988.

Son grandes los pasos que se han dado para crear una nación en un territorio que estuvo dividido durante más de 300 años entre dos poderes coloniales en guerra: el pacífico y el Atlántico de Nicaragua. Lo que nos revelan los dos testimonios anteriores, entre los que media casi un siglo, es que la mayor parte de estos pasos se han dado en los últimos cuatro años. Lo que nos revelan son los grandes avances, o como lo dicen los mískitos: ¡Wanpaura Wapisa! Es que sí, estamos avanzando. Y partiendo de esta historia de avances, la Costa camina hacia las elecciones.

Hay que recordar la historia

Las extensas tierras boscosas de la llamada Costa Atlántica cubren más de la mitad del territorio nicaragüense. Desde mediados del siglo 17 hasta 1984 la región estuvo bajo el control indirecto de los británicos, a través de sus aliados locales, los indígenas mískitos. En el oeste, en la Costa Pacífica, los españoles fueron los colonizadores e integraron, exterminaron o deportaron a las minas de oro peruanas, a los pueblos indígenas que originalmente vivían allí.

En el período comprendido entre la "reincorporación" de la costa en 1894 y el derrocamiento de Somoza en 1979, hubo cambios históricos: la sustitución de una monarquía mískita apoyada por los británicos por una ascendiente élite creole, la que a su vez fue casi inmediatamente subordinada a la administración racista y centralista de Managua; el saqueo de los recursos de la Costa por compañías norteamericanas; la consolidación de la Iglesia Morava -primeramente con misioneros llegados de los Estados Unidos y mucho más tarde con pastores y administradores locales- como la espina dorsal social y a menudo política de la vida comunitaria y urbana; y el despertar, en los años 60, del interés económico del gobierno de Somoza en la Costa, lo que comportó esquemas integracionistas para los sectores de la población costeña considerados útiles.

La segunda parte de 1979 trajo a la Costa el gran impacto de una revolución en la que la población costeña había tenido poca o ninguna participación. En un año se dio una insólita explosión de activismo indígena en respuesta a la apertura revolucionaria. Pronto, toda esa actividad dio un giro hacia expresiones militares. La vida comunitaria se vio seriamente afectada a medida que la guerra invadió la región y destruyó aún más la ya deprimida economía.

Aunque diferente, esa guerra era también parte de la guerra contrarrevolucionaria de mayor envergadura que afectaba a todo el país y que dirigida por los Estados Unidos tenía el objetivo de derrocar a los sandinistas del poder. Inicialmente, reaccionando ante el doble intento de dividir el país y amenazar la soberanía nacional, el gobierno revolucionario enfrentó la guerra indígena y la guerra contrarrevolucionaria de la misma manera. Ya en 1984 hizo cambios radicales, al reconocer que las contradicciones fundamentales entre revolución y contrarrevolución no estaban ligadas a las legítimas demandas de los pueblos costeños. Hoy la paz reina casi en la Costa. Y tal vez hay todavía más: una clarificación de la aspiración tan sentida pero nunca alcanzada de los costeños y la oportunidad de realizarla dentro de nuevos marcos. Esta aspiración, antes inimaginable para el 90% de la población del Pacífico, es la autonomía para los pueblos de la Costa. El marco, también inimaginable para los mismos costeños, es la garantía de ser ciudadanos de primera clase en el Estado-nación revolucionario nicaragüense.

Estas dos ideas aparentemente contradictorias -autonomía y verdadera unidad nacional- son el centro del desafío que hoy despierta el interés de todos los pueblos indígenas y minorías étnicas y de los gobiernos bajo los cuales ambos viven. Aunque aún es muy pronto para hablar de manera definitiva sobre lo que seguramente será un proceso largo, lento y complicado, no lo es tanto para examinar los antecedentes del proceso vivido en Nicaragua, la forma que va tomando, los efectos que ha tenido en los que participan en él y lo que está por venir. Ya podemos examinar varios capítulos de interés en este proceso: el surgimiento de la organización de masas indígenas Misurasata y el precipitado giro que dio en sus demandas; la naturaleza de la guerra en la Costa y el papel que en ella han jugado los Estados Unidos; la metodología de las negociaciones con los grupos armados y sus resultados; y finalmente, el proceso de autonomía y lo que ha supuesto de cambios en la forma de pensar del gobierno de Nicaragua.

El encuentro de dos visiones del mundo

La revolución llegó a la Costa como un hecho consumado. Sus causas, sus principales protagonistas y por lo tanto, su campo de batalla, estaban al otro lado del país. Dado el casi total aislamiento entre la Costa y el Pacífico, era poco lo que el FSLN sabía de esta mitad del país, fuera de que había sido un lugar de recreo para la camarilla de Somoza y un terreno de saqueo económico para las compañías norteamericanas y canadiense que habían barrido con pinos y caobas, agotado prácticamente los bancos de camarones y langostas y sacado a manos llenas el oro de las montañas dejando tras ellas ríos contaminados con cianuro... Ni una sola porción de sus enormes ganancias había sido reinvertida en el desarrollo local.

Pero si el nuevo gobierno tenía un entendimiento limitado de los pueblos costeños, no estaba inmunizado contra un temor que la conflictiva historia del país había enraizado en los habitantes del Pacífico. Creían que los sentimientos separatistas, alimentados por siglos de resentimiento y desconfianza hacia los "españoles" del pacífico, estaban aún profundamente vivos en el pueblo costeño y en particular entre los mískitos. Este temor se dio a la par que se daba la necesaria preocupación de la revolución por consolidarse rápidamente en una situación internacional que empezó pronto a ser hostil. La controvertida acción militar que el Presidente Zelaya llevó a cabo en 1894 para desalojar a los británicos de la Costa pudo haber creado una frágil unificación territorial, pero ni su gobierno ni ningún otro desde aquella época hizo un esfuerzo genuino por promover la unidad entre los pueblos de ambos lados del país. El desafío era inmenso.

El programa y el nivel de conocimientos que los sandinistas llevaron con ellos a la Costa están definidos en cinco principios de su Programa Histórico, escrito en la clandestinidad en 1969:

"La Revolución Popular Sandinista pondrá en práctica un plan especial a favor de la Costa Atlántica, actualmente sumida en el máximo abandono, para incorporarla a la vida de la nación.

a) Terminará con la explotación misma que la Costa Atlántica ha sufrido durante toda su historia por los monopolios extranjeros, y principalmente por el imperialismo yanqui.

b) Acondicionará las tierras adecuadas de la zona para el desarrollo de la agricultura y la ganadería.

c) Aprovechará las condiciones favorables para impulsar el desarrollo de la industria pesquera y forestal.

d) Estimulará el florecimiento de los valores culturales locales de esa región provenientes de los aspectos originales de su tradición histórica.

e) Aniquilará la odiosa discriminación de que han sido objeto los indígenas, mískitos, sumus, sambos y negros de esa región".

Para llevar a cabo sus objetivos sociales y económicos y para integrar a la Costa a la vida de la nación, el gobierno revolucionario nacionalizó las minas, construyó carreteras, escuelas y centros de salud; creó las primeras comunicaciones por radio, televisión y teléfono entre el Atlántico y el Pacífico; proporcionó agua potable y energía eléctrica a las poblaciones rurales mayores y ayudó con créditos a los productores agrícolas en la región.

La clase social frente a la identidad étnica

Aunque estaban comprometidos a erradicar el racismo y el etnocentrismo, los sandinistas tenían una visión muy limitada de cómo podrían lograrse esto. Veían los orígenes del conflicto social en términos de clase y por lo tanto, su solución, en términos económicos principalmente.

Las implicaciones que esto tiene son evidentes en el documento presentado por el Comandante William Ramírez -entonces Ministro del recién creado Instituto Nicaragüense de la Costa Atlántica (INNICA)- durante un seminario regional de las Naciones Unidas sobre racismo y discriminación racial realizado en Managua en diciembre/81.

Reconociendo que la ideología racista también tiene una existencia independiente que debe atacarse a nivel ideológico, el supuesto del que partía era que con la eliminación de las clases sociales, el gobierno revolucionario eliminaría también la causa fundamental del racismo y el etnocentrismo... Una de las formas principales de combatir la discriminación racial, por lo tanto, era el desarrollo económico. Si cada nicaragüense tenía acceso a un nivel de vida adecuado, se destruiría la base material del racismo".

Nadie en la Costa se oponía al desarrollo económico como tal, pero el desarrollo ofrecido no respondía a las demandas más sentidas y además, de forma prácticamente unánime se rechazaba el análisis de clase como una abstracción fuera de la realidad. Es cierto que en la diferenciación de clases que existía en la costa, la tendencia seguía las mismas líneas étnicas.

En su mayoría, los trabajadores asalariados eran indígenas, pero como la presencia de las compañías norteamericanas había ido decayendo desde los años 60, ya eran relativamente pocos. Sólo un pequeño número de costeños empleaban trabajadores asalariados. Los profesionales, tantos mískitos como creoles, habían asimilado elementos de la cultura dominante a través de la educación, pero aún se identificaban y luchaban en nombre de su propio grupo étnico, que los aceptaba con más facilidad que el grupo étnico, que los aceptaba con más facilidad que el grupo dominante. La mayor parte de la población de la Costa vivía aún en pequeños poblados, ocupándose fundamentalmente en la agricultura y/o la pesca para su subsistencia. Los únicos marcados por la avaricia capitalista eran pequeños comerciantes minoristas en las ciudades y en las comunidades, casi todos de origen chino. La mayoría de los costeños, pues, veía el mundo a través del prisma, étnico. Y para la mayoría, el problema fundamental eran los españoles del Pacífico y no algunos, sino todos.

Durante el Simposio Internacional sobre Autonomía que tuvo lugar en Managua en junio/86 se dio un ejemplo muy claro de este choque entre dos formas de ver el mundo. e un apasionado discurso, un abogado creole, que irónicamente dirigía un renombrado bufete en Managua, acusó al Pacífico de haberle robado su cultura al Atlántico al imponerle la lengua española, un sistema de partidos políticos ajeno a la Costa, etc. Después de recibir una ovación por parte de los costeños presentes, un antropólogo de Managua le preguntó si él verdaderamente creía que un cortador de caña mestizo que trabajara en una plantación de azúcar propiedad de Somoza en la costa tenía poder para imponerle cualquier cosa a un mískito que trabajara al lado suyo. Un indígena subtiava, del Pacífico, argumentó asimismo que tanto su pueblo como los campesinos mestizos que vivían cerca habían sido oprimidos por una élite de capitalistas encabezados por Somoza y que subtiavas y mestizos habían combatido juntos para derrocar aquel régimen y hacer una revolución. El abogado rechazó el contenido de los argumentos dirigiéndose al subtiaveño y diciéndole: "Si usted piensa de esa manera, usted es un revolucionario, no un indígena".

El anti-imperialismo frente al pro-norteamericanismo

El juicio sobre los Estados Unidos fue otro asunto alrededor del cual resultó difícil encontrar un terreno común. Las bases históricas del anti-imperialismo de los sandinistas estaban bien fundamentadas y la profundidad de sus convicciones era bien conocida. Los costeños, sin embargo, identificaban a los abnegados misioneros moravos norteamericanos que habían vivido entre ellos desde 1916 haciendo abundantes caridades, con los gerentes de las compañías norteamericanas, a quienes generalmente juzgaban como benefactores porque les daban trabajo y les traían productos hechos en los Estados Unidos: jamón "Spam", queso "Velveta" y tantas otras cosas a las que los habían acostumbrados.

Estos gerentes habían ayudado a perpetuar el resentimiento de lo costeños hacia el Pacífico, pues se quejaban continuamente y en voz alta por tener que pagarle a Somoza exorbitantes impuestos de exportación subsidiando de esa manera a Managua. Aunque la realidad era que las compañías se hicieron famosas como evasoras de impuestos, ellos tenían una letanía contraria y eso hizo a los costeños olvidar las grandes riquezas que salían desde la Costa hacia los Estados Unidos. A otro nivel, muchos costeños habían sustituido mentalmente a Gran Bretaña por los Estados Unidos, viendo en esta nación al gran protector a quien podían acudir cuando se sentían agraviados por el gobierno de Managua. Para ellos, las múltiples intervenciones militares que los marines norteamericanos hicieron en Nicaragua no eran ninguna violación a la soberanía nacional, porque su nación no incluía las tierras del Pacífico.

La iglesia Morava: ¿amigos o enemigos?

Por último, estaban el tema de la Iglesia Morava, autónoma en Nicaragua desde 1974, pero aún con vínculos cercanos a la sede morava de Bethlehem, Pennsylvania. Los sandinistas sabían que a fines de 1920 varios misioneros norteamericanos habían calificado al ejército de Sandino de grupo de bandoleros y que por su marcado anticomunismo, habían apoyado a Somoza cuando éste permitió que se utilizara a Puerto Cabezas para lanzar la invasión de Playa Girón contra Cuba en 1961. La teología de la liberación que renovó a la Iglesia Católica latinoamericana en los años 60 y más tarde y con menos fuerza, a alguna de las Iglesias protestantes del continente, no parece haber afectado a esta Iglesia, fundamentalmente conservadora.

Los moravos se mantuvieron sometidos al dominio paternalista de Somoza en la costa hasta el mismo final de la dictadura. Habían inculcado al pueblo la idea de que el Reino de Dios es puro y el reino de la política es sucio, y así, clérigos y feligreses sentían cierta aversión por los tan politizados sandinistas. A nivel oficial, las relaciones entre la Iglesia Morava y el nuevo Estado fueron bastante cordiales desde un principio, pero la desconfianza mutua era evidente e influenció las posturas más radicales que se dieron en ambas partes.

Insensiblidad cultural y cautela política

La insensibilidad cultural que los sandinistas han reconocido haber tenido con los habitantes de la Costa en los primeros años se expresaba de muchas maneras. Al principio los casos que más parecían ofender a los mískitos se dieron a nivel personal: jóvenes sandinista enviados a la Costa que llamaban a la lengua mískita un "dialecto" o que se mostraban sorprendidos de que los indígenas usaran ropa.. A nivel organizativo, la insensibilidad se materializó entre los creoles con el envío de forasteros, que llegaban desde el Pacífico a ocupar cargos de responsabilidad, pasando por encima de líderes cívicos creoles que se consideraban mejor calificados. Toda la población costeña resintió la imposición de organizaciones populares, que habían surgido de la lucha en el Pacífico pero no de experiencias ni de la cultura propia de la Costa.

La creación de una organización indígena

Dada la frágil aceptación que tuvo la revolución en la Costa, los sandinistas no se mostraron inicialmente muy dispuestos a conceder mucha autoridad a las estructuras organizativas o a los lideres individuales a quienes, en el mejor de los casos, ellos ni conocían. El caso más dinámico y al final más conflictivo fue el de Misurasata.

MISURASATA (Mískitos, Sumus, Ramas y Sandinistas Unidos) surgió de una asamblea de unas 400 personas convocada por ALPROMISU en noviembre/79, a la que se habían invitado a Daniel Ortega . Las reservas iniciales de Ortega sobre la necesidad de mantener una organización de base indígena, dado que él consideraba que las aspiraciones de la revolución coincidían con las de los indígenas, se resolvieron con un compromiso: Alpromisu, marcada por sus vínculos con Somoza, sería disuelta para crear una nueva organización en la que estuvieran representados los tres grupos indígenas de la Costa y que trabajara dentro del marco de la revolución sandinista.

Los jóvenes líderes elegidos por la asamblea marcaron un buen comienzo a la organización: Steadman Fagoth, Brooklyn Rivera y Hazel Law, todos mískitos, Habían estudiado en el Pacífico en los años 70, habían sido testigos directos de la brutal represión de Somoza y habían tenido contacto con el FSLN.

Esta experiencia se hizo sentir en los documentos iniciales de Misurasata. En su programa general, escrito a principios de 1980, Misurasata se alineó ideológicamente con los principios de la revolución: "La Revolución Sandinista se fundamenta bajo los principios básicos de nacionalismo, antiimperialismo, internacionalismo, clasismo y democrático (sic). Nosotros los indígenas nacionales, declaramos que estos principios son los más consecuentes y efectivos con nuestra realidad nacional en general y con nuestra realidad indígena en particular".

La revolución a su vez, le abrió ampliamente sus puertas a Misurasata. Después de un corto pero acalorado debate, el gobierno cedió a sus demandas por una cruzada de alfabetización en lengua mískita y sumu y la extendió al inglés para los creoles. A Misurasata se le designó co-coordinador de la cruzada indígena y se le dio una amplia infraestructura para que organizara a los maestros en las comunidades y preparara las cartillas. También se le dio a esta organización un escaño en el primer cuerpo legislativo que tuvo el gobierno revolucionario, el Consejo de Estado, donde en diciembre/80 un proyecto de ley de Misurasata para dar educación bilingüe en la Costa hasta el cuarto grado fue apoyado por la mayoría sandinista.

A Misurasata se le encargó también la tarea de encontrar a mineros sobrevivientes con enfermedades pulmonares que hubieran sido despedidos por las compañías norteamericanas sin una pensión. Casi mil de ellos, la mayoría mískitos, recibieron una compensación económica. En agosto/80, el gobierno acordó negociar lo que entendía era la demanda de Misurasata para que se ratificaran los títulos de tierras comunales, tal como estaba planteado este asunto en el programa de la organización de 1980. Misurasata recibió del gobierno el encargo de investigar los reclamos históricos de las comunidades y presentar una propuesta.

De las demandas étnicas a un proyecto político

A pesar de los aspectos positivos del comienzo, las crecientes presiones en las demandas de la población costeña, frustrada por tanto tiempo, las aspiraciones hegemónicas de los propios mískitos y la inmadurez y en algunos casos la peligrosa ambición de algunos líderes de Misurasata, chocaron con las limitaciones que en el tema étnico tenían los sandinistas. Steadman Fagoth, en particular, encontró en este contexto un terreno fértil para obtener apoyo a demandas cada vez más exageradas y para ejercer su propio liderazgo mesiánico sobre la organización indígena en rápida expansión. Ocasionalmente secundado por Brooklyn Rivera, Fagoth capitalizó una gran popularidad entre la población mískita, al convencerlos de que los logros en la costa se debían que él había luchado a brazo partido por su pueblo en contra del hostil gobierno de Managua.

Aprovechándose de informaciones de La Voz de América que afirmaban que los sandinistas eran comunistas y ateos, comunicó a los mískitos que la religión morava sería prohibida y que se le quitaría la tierra a los indígenas. En la traducción que les hacía a los sandinistas que de vez en cuando le acompañaban a las comunidades mískitas, les hacía decir este tipo de ideas ateas y otras que asustaran a los indígenas.

Y aunque Misurasata misma había hecho importantes cambios de tipo cultural en la cartilla de alfabetización, una vez que la campaña estaban encaminada sus brigadistas empezaron a criticar el contenido comunista de la cartilla. Fagoth, líder carismático y apasionado, conquistó pronto o silenció con la intimidación a otros lideres y a la mayorías de las bases de la organización.

Los agricultores del Río Coco que en los años 60 se habían organizado en los Clubes de Agricultores, defendían ahora de manera militante su identidad mískita y morava. Fagoth y sus seguidores manipularon con astucia, tanto el prestigio como los temores de los predicadores laicos para ir más allá en sus objetivos.

Y así, el contenido étnico de las demandas de Misurasata crecía con cada nueva concesión del gobierno, llegando a ser a principios de 1981, un desafío que confrontaba el mismo poder de la revolución.

Por otra parte, lo que había comenzado siendo una dinámica cautelosa pero positiva en la que los sandinistas tomaron decisiones que estaban por encima de su experiencia y tal vez en contra de sus opiniones, se transformó pronto en una dinámica opuesta.

El descubrimiento de que Fagoth había sido durante los años 70 un informador a sueldo de la Oficina de Seguridad Nacional somocista, delantando actividades sospechosas de los costeños aumentó el malestar entre los sandinistas.

Una sucesiva serie de provocaciones por aparte de Misurasata y de reacciones exageradas de parte del gobierno durante enero y febrero de 1981, confirmaron las mutuas sospechas de que la lucha política no era viable. Las puertas del diálogo se cerrarían definitivamente durante varios años.

En enero, Misurasata elaboró su "Plan 81" descrito más tarde por Fatoh como una declaración de guerra política abierta contra el sandinismo. Ciertamente, el documento contiene elementos que el mismo gobierno adoptaría más tarde -organizaciones de mujeres y de jóvenes separadas de AMNLAE y de la juventud sandinista-, pero el tono general y el contenido del plan 81 eran inaceptables, particularmente en el contexto de la nueva administración republicana de Reagan, decidida a acabar con la revolución nicaragüense.

Después de haber satisfecho su legítima demanda a ocupar un escaño en el Consejo de Estado, en el que también estaban representadas otras organizaciones de masa, Misurasata insistía en su Plan en tener un lugar en la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, máximo órgano gubernamental, compuesto por cinco personas. Estas demandas no solo confundía cuál era el foro nacional adecuado para presentar sus reivindicaciones, sido que ignoraba el hecho de que toda la población indígena de la Costa no representa más que el 4% del total nacional.



Estas cifras, utilizadas por la Comisión de Autonomía, son muy aproximadas, ya que desde 1982 no se ha hecho ningún tipo de censo en la Costa. La población está calculada conservadoramente en 3.1 millones.

En febrero, se supo que Fagoth había cambiado las reglas del juego en lo referte al asunto de la tierra. Argumentando ahora que el concepto de diferentes comunidades era un esquema divisionista de los sandinistas, había dibujado un mapa con la ayuda de políticos del MDN del Pacífico para demostrar que los títulos representaban territorios contiguos que abarcaban casi el 30% de todo el país y que debían estar bajo el dominio de Misurasata.

Al mismo tiempo, en vez de presentar estos argumentos para negociar con el gobierno, planeó presentar este mapa en la ceremonia de clausura de la cruzada de alfabetización en Puerto Cabezas, a la que habían sido invitados dirigentes del gobierno. Su idea era colocar al gobierno en una situación tal que le fuera imposible retroceder, presionado por la presencia de varios miles de jóvenes mískitos militantes. El gobierno confirmó el potencial peligro de esta situación al recibir el informe de que considerables cantidades de dinamita habían sido robadas de las minas ubicadas en la Costa. Entonces, la seguridad del estado argumentó que el robo era parte de un plan que tenía Fagoth para llevar a cabo actividades militares con el objetivo de provocar un levantamiento separatista en caso de que el gobierno no se negara a firmar el acuerdo sobre la tierra.

El gobierno actuó rápido y radicalmente: todos los dirigentes superiores y medios de Misurasata fueron detenidos antes de que se llevara a cabo la ceremonia. En un incidente particularmente lamentable, cuando trataban de detener a uno de los dirigentes de la cruzada de alfabetización en un acto en la iglesia de Prinzapolka, cuatro mískitos y cuatro soldados sandinistas resultaron muertos en un forcejeo.

Aunque todos los detenidos, a excepción de Fagoth, fueron puestos en libertad dos semanas más tarde -Fagoth dos meses después-, la suerte estaba echada. Casi toda la población mískita se adhirió a la causa de Fagoth, varios miles e activistas de Misurasata huyeron hacia Honduras y el mismo Fagoth se unió a ellos inmediatamente después de salir de la cárcel, violando de esa manera las condiciones de su libertad bajo palabra.

En Honduras, Fagoth se vinculó con el ejército hondureño y la "Legión 15 de septiembre, una banda de contrarrevolucionarios en su mayoría ex-guardias somocistas, y empezó a transmitir por radio, en mískito y hacia la Costa, mensajes calumniosos contra los sandinistas, alentando a los jóvenes a unirse a él. En cuestión de meses su grupo, que adoptó el nombre de MISURA, estaba recibiendo entrenamiento militar de parte de oficiales hondureños y argentinos contratados por la CIA para entrenar a la recién creada Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN), en la que se agruparon bandas contrarrevolucionarias como la Legión 15 de septiembre.

Inicialmente, Misurasata denunció la decisión de Fagoth de tomar las armas y pidió a los grupos internacionales que lo desconocieran. Los representantes del gobierno y el resto de los dirigentes de Misurasata trataron de mantener el diálogo durante varios meses más, pero cuando en julio de ese año Brooklyn Rivera presentó la misma demanda territorial, las relaciones, que ya estaban extremadamente tensas, se rompieron del todo. Dos meses más tarde, Rivera se fue de Nicaragua. La controversia alrededor de la cuestión de la tierra al punto de estallar motivó a Daniel Ortega, entonces Coordinador de la Junta de Gobierno, a anunciar en el segundo aniversario de la revolución que el Ministerio de Desarrollo Agropecuario y Reforma Agraria (MIDINRA) estudiaría el problema de la tierra en la Costa Atlántica. Se estableció entonces una comisión que discutiría directamente con las comunidades afectadas el problema de los títulos de tierras.

El problema de la tierra: Nación indígena contra Nación - Estado

Lo que muestra más claramente el cambio de énfasis de la política de Misurasata y sus crecientes vínculos con organizaciones indígenas internacionales que habían adoptado el concepto del mundo indígena como "cuarto mundo", es el tema de la tierra y de los recursos naturales. Según ese concepto, todos los indígenas por haber ocupado originalmente tierras que más tarde fueron conquistadas, tienen derechos que transcienden los de los Estados nacionales y los que otros pueblos, incluyendo implícitamente a los que históricamente han sufrido también invasiones y conquistas.

En su Programa General de 1980, Misurasata había expuesto su posición inicial: "Nuestro gobierno revolucionario debe reconocer y garantizar a cada una de las comunidades indígenas la propiedad de su territorio, registrándolas debidamente y en forma de propiedad colectiva, continua, inalienable y suficientemente extensa para asegurar el incremento de las poblaciones".

La cláusula subordinada propiedad continua, no pareció atraer tanto la atención del gobierno como la referencia a cada una de las comunidades indígenas. De todas maneras, la propuesta no incluía ninguna demanda de que esa propiedad estuviera bajo el control político de Misurasata.

Las inquietudes expresadas por los líderes de las comunidades indígenas con los que envío conversó durante este período reflejan el énfasis en la posición inicial de Misurasata. Varias comunidades habían recibido del Rey Mískito títulos de propiedad de sus tierras antes de 1894 o los habían conseguido en posteriores programas de reforma agraria. Estos eran los títulos que las comunidades querían garantizar, particularmente los reales. Algunas comunidades se habían trasladado hacía ya mucho tiempo y tenían títulos de tierras que no ocupaban o dos comunidades reclamaban las mismas tierras de siembra. En otros casos, anteriores gobiernos le habían concedido a compañías norteamericanas tierras que los indígenas reclamaban. El nuevo gobierno también disputaba a las comunidades algunas tierras que consideraba pertenecían al Estado. Todo esto, sin mencionar los títulos que los mismos reyes mískitos habían concedido generosamente a ciudadanos británicos y a otros extranjeros a lo largo del siglo XIX.

Con respecto a los recursos naturales, en 1980 Misurasata exigía el derecho de las comunidades a "explotar estas riquezas para satisfacer nuestras propias necesidades. En caso de ser esto imposible por tratarse de yacimientos sujetos a legislaciones especiales, que las comunidades reciben una participación directa de esas extracciones. El gobierno respondió favorablemente a ambas demandas. Además de acordar la negociación de los títulos con Misurasata, INNICA, Misurasata e IRENA (Instituto de Recursos Naturales) firmaron el 5 de agosto 1980 un acuerdo por el que IRENA se comprometía a pagar por cualquier madera en pie que se encontrara en propiedad comunal y en las tierras en que existiera una disputa entre la propiedad de estado y la de la comunidad, IRENA, pagaría el 80% del valor de la madera en pie.

El giro dado en 1981 hacia una demanda territorial y política negaba abiertamente la primacía de los intereses nacionales que Misurasata había aceptado en el documento de 1980. Igualmente, el reconocimiento hecho en 1980 de que los recursos del subsuelo podrían estar sujetos a una legislación especial fue ignorado en la demanda de 1981, en la que se incluía la reivindicación de las minas de oro.

Anexado al documento presentado por Brooklyn Rivera en julio de 1981 iba un mapa de Nicaragua sobre el que estaba marcado un territorio de más de 45 mil kilómetros cuadrados que desde una zona al oeste del Departamento de Zelaya en la Costa Atlántica -nada menos que en Jinotega- abarcaba hacia el sureste haciendo un ángulo que excluía gran parte de la tierra por la que los creoles lucharían más tarde para que se incluyera en el proyecto de autonomía.

A pesar de esto, Rivera pidió el reconocimiento legal de este territorio de las comunidades indígenas y creoles de la Costa Atlántica. Aunque no explicó cómo había llegado a aquella demarcación, ésta parecía más un esfuerzo por excluir al mayor número posible de mestizos que por incluir tierras que mískitos, sumus y ramas habían ocupado históricamente. El documento decía categóricamente que el derecho de las naciones indígenas sobre el territorio de sus comunidades es preferencial al derecho sobre el territorio de los estados. Sin citar fuente, añadía que "internacionalmente, la población indígena se define como aquellos pueblos que residiendo en países cuya población está compuesta por diferentes grupos étnicos o raciales, descienden de los habitantes originales del área y quienes como colectividad o grupo no controlan el gobierno nacional del país que habitan".

Todas éstas son cuestiones que han llevado a un punto muerto a muchas organizaciones internacionales desde la misma creación de la Liga de Naciones. Las Naciones Unidas en su conjunto ni siquiera han llegado aún a aceptar una definición de pueblos. Presumir que el gobierno revolucionario de Nicaragua cedería sin más su autoridad en la Costa Atlántica a un poder político independiente y cada vez más hostil era ingenuo o intencionalmente provocador.

En agosto de 1981, el FSLN y el gobierno emitieron una "Declaración de Principios sobre las Comunidades Indígenas de la Costa Atlántica". Esta declaración conjunta de 8 puntos indicaba claramente en su punto 1 la posición de fondo sobre el asunto territorial: "La Nación nicaragüense es una sola territorial y políticamente y no puede ser desmembrada, dividida o lesionada en su soberanía o independencia".

Ampliando una referencia a las tierras comunales de la Costa en la Ley de Reforma Agraria, publicada el mismo mes, el quinto punto reafirmaba que: "La Revolución Popular Sandinista garantizará y legalizará a través e títulos de propiedad, la tierra donde las comunidades de la Costa Atlántica han vivido históricamente, tenga ésta forma comunal o colectiva".

La guerra indígena y la guerra contrarrevolucionaria

En noviembre e 1981, Misura, con la ayuda de l FDN -apoyada por los Estados Unidos- llevó a cabo los más grandes ataques militares que se habían visto hasta entonces en el país. En dos meses de batallas a lo largo del Río Coco, murieron 60 personas. Entre esas muertes se incluyeron crueles asesinatos de mískitos que habían trabajando con la revolución. Se dijo entonces que un pastor mískito moravo, capturado durante los enfrentamientos, había confesado que los ataques eran parte de un plan llamado "Navidad Roja", cuyo objetivo final era la toma del Puerto Cabezas para declarar allí una zona liberada que Misura esperaba obtendría reconocimiento internacional. Esta zona podría utilizarse también como cabeza de playa para atacar la base de la revolución en el Pacífico. Desde entonces, otros combatientes mískitos denunciaron planes similares inspira dos por los Estados Unidos.

En enero de 1982, con la esperanza de sellar militarmente el área fronteriza y proteger a las comunidades del Río Coco -se había vuelto imposible suministrar comida y medicinas por el Río debido a los ataques de la contra- los sandinistas evacuaron abruptamente a los pobladores de esa zona hacia un asentamiento llamado Tasba Pri. Después, del ejército destruyó parte de los poblados evacuados para impedir que la contra los utilizara.

Con denuncias y declaraciones de protesta sobre la violación de sus derechos humanos, la administración Reagan hizo que los hasta entonces desconocidos mískitos se convirtieran de la noche a la mañana en uno de los pueblos más conocidos del mundo.

Brooklyn Rivera, que ya se encontraba en Honduras, intentó trabajar con Misura. Pero Fagoth, que nunca gustó de direcciones colectivas, hizo que el año siguiente el ejército hondureño detuviera tres veces a Rivera. La tercera vez, Rivera fue expulsado de Honduras.

Decidió entonces irse para Costa Rica, donde organizó su propio grupo militar con el mismo nombre de Misurasata. A principios de 1983, la nueva organización -compuesta fundamentalmente de combatientes de Misura desilusionados por el autoritarismo y la brutalidad de Fagoth y por sus sumisión a la DN -se había aliado con ARDE, el grupo contrarrevolucionario de Edén Pastora.

Desde Honduras y Costa Rica, Misura y Misurasata llegaron a internarse hasta el centro geográfico de la Costa.

Uno de los principales métodos de reclutamiento de Misura era forzar o abiertamente secuestrar poblaciones enteras, que eran llevadas hacia Honduras, donde los miembros de las familias servían como rehenes para el reclutamiento de más hombres jóvenes. La actividad económica en a región se paralizó con la destrucción de aserraderos y proyectos de reforestación y las amenazas a los barcos pesqueros que salían al mar. Los pobladores no podían salir a cultivar sus fincas distantes por temor a encontrarse en un fuego cruzado o ser confundidos con el enemigo. Fueron incendiados vehículos del gobierno que transportaban comida, los combatientes mískitos se robaban las medicinas y los radios de los centros de salud y en las zonas de combate más intenso el gobierno tuvo que cerrar las escuelas.

Decenas de comunidades fueron abandonadas, desplazadas a asentamientos o llevadas a Honduras. para mayo de 1985, cuando Bluefields fue atacada por primera vez, habían sido afectadas prácticamente todas las comunidades costeñas.

La CIA controla los hilos

Misura y Misurasata dependían decisivamente del apoyo que recibían del gobierno de los Estados Unidos, aunque el costo que pagaban por este apoyo era alto. Varios ex-combatientes cuentan que vieron a representantes de la CIA en los campamentos mískitos en Honduras, y que presumían que ellos estaban detrás de la mayoría de los planes de ataque. La CIA trató igualmente de controlar los esfuerzos de unificación cuando le convenía hacerlo. En septiembre de 1985 hizo fracasar un intento de Rivera por lograr la unificación alrededor de sus posiciones sobre el proyecto de autonomía, que se iniciaba en Nicaragua. La CIA promovió una asamblea conjunta en Rus Rus, Honduras, en la que sólo podían participar los de la línea dura de Misurasata.

Juntando a combatientes de Misura con refugiados aliados decidieron entonces unificar los dos grupos y hacer uno solo llamado KISAN. Fagoth había sido expulsado recientemente de Misura y de Honduras porque se había transformado en una ingobernable carga para todos, incluyendo a la CIA.

A pesar de la voluntad de la CIA, el resultado real fueron tres grupos donde antes había sólo dos. Rivera mantuvo independiente al grueso de Misurasata y Fagoth conservó el apoyo de sus más decididos seguidores. Así, además del recién nacido Kisan, tanto Misura como Misurasata continuaron existiendo. Wycliffe Diego, un pastor moravo, fanáticamente anti-sandinista se puso a la cabeza del nuevo Kisan.

Dos años más tarde, otro intento de unidad promovido esta vez por el departamento de Estado norteamericano, tuvo mejor suerte. Se formó así una organización conjunta llamada YATAMA, con el triunvirato de Diego, Rivera y Fagoth a su cabeza. yatama se mantuvo un día durante por lo menos siete meses, hasta que en febrero/88, Rivera enfureció a Diego por negociar de nuevo con el gobierno sandinista.

La CIA mantuvo un férreo control sobre los hilos económicos. Casi todo el armamento y el dinero era entregado a los combatientes de Misura a través de la FDN, aunque Fagoth se quejó siempre de que lo estafaban. En 1986, el Congreso asignó 5 millones de dólares a Misurasata directamente y por primera vez, pero Rivera acusó a la CIA de impedir que le fueran entregadas armas.

Las comunidades mískitas apoyaban ampliamente a los grupos armados, por los vínculos de parentesco que a ellos les unían y por hostilidad hacia el gobierno. Gracias a ese apoyo, las tácticas de los grupos armados, muy similares a las de los contras en el Pacífico, tuvieron éxito político, sobre todo al principio. Dirigiendo sus ataques hacia las actividades económicas, hacia los beneficios sociales que la revolución había llevado a la Costa y también hacia las personas que trabajaban con la revolución, sus objetivos al igual que los de la contra, eran impedir que las comunidades rurales sintieran los beneficios de los programas revolucionarios, contrarrestar cualquier transformación a nivel ideológico, aterrorizar al pueblo para que no cooperara con la revolución, sabotear una economía ya asediada y crear una situación de caos que socavara la autoridad moral y política de la revolución.

Para 1984 había empezado a decaer entre la población civil y aún entre algunos combatientes el apoyo a la guerra. La lucha que, con la ayuda de los Estados Unidos, se había presentado y prometido como un rápido camino hacia la victoria duraba ya casi tres años y no se veía ninguna luz al final del túnel. Cuando la población civil mískita se reunía, de lo único que podía hablar era de sus desgracias. Además, el gobierno ya había empezado a tomar algunas nuevas y positivas iniciativas políticas. Los mískitos de Tasba Pri, en particular, que habían vivido al lado de los sandinistas durante todos esos años, se habían dado cuenta de que éstos no eran tan "anticristos" como habían pensado. Cada vez, la guerra tenía menos sentido.

Negociaciones de la mano de la autonomía

En octubre de 1984 el gobierno volvió a abrir las puertas que se habían cerrado en 1981: con convicción, la autonomía para la Costa Atlántica fue puesta a debate. Aunque el anuncio público de esta decisión sorprendió a muchos, o se trató de algo precipitado. Fue el resultado directo de años de experiencia en la Costa que seguramente no habría sido tan valiosa ni tan masiva si no hubiese estado dominada por una guerra que involucró a tanta gente del Pacífico.

Surgió también de un estudio de las demandas que se habían escuchado durante aquel tiempo, para determinar cuáles eran legítimas y cuáles fueron manipulaciones de los sentimientos de la población con otros fines políticos.

El gobierno pudo romper con sus prejuicios etnocéntricos y reconocer como legítimas todas las demandas por una total expresión de la identidad étnica.

Muchos de los intelectuales de la Costa, particularmente algunos creoles, vieron en el anuncio nada más que una táctica pacificadora que sería cuidadosamente olvidada una vez que se alcanzara ese objetivo. El hecho de que realmente tuvo un profundo efecto pacificador no es prueba de la validez de esta opinión ni es tampoco una casualidad. Demuestra más bien que el análisis que condujo a optar por la autonomía era esencialmente correcto. Y es que el proceso de autonomía tiene sus raíces en algunos de los principios más profundos de la revolución popular y avanza cuidadosamente de acuerdo con esos principios.

La aspiración del pueblo por la autonomía llevaba al gobierno a una conclusión: si esa demanda era justa, los que genuinamente luchaban por ella, al gobierno combatían en una guerra justa y no eran simples instrumentos de los planes gringos para derrocar la revolución.. Por esto, el gobierno propuso dialogar con cualquier combatiente indígena que hubiera luchado por estas justas demandas.

La búsqueda de la paz sigue dos caminos

Las negociaciones resultantes de esta decisión han sido de dos tipos muy diferentes. Las que han tenido mayores éxitos son las sostenidas con grupos que se separaron de las organizaciones más grandes. Bajo el nombre de diálogos han tenido lugar de forma más o menos secreta dentro de la misma Costa. Generalmente, participan por parte del gobierno dirigentes civiles y militares de la región y por la parte indígena uno o mas comandantes, que representan entre 10 y 400 combatientes. Se establece la aceptación de puntos generales como base para llegar a un acuerdo. Entre ellos están:

-Que existe un espacio para la lucha política y que ésta es más viable que la lucha militar.

-Que el proceso de autonomía sólo puede llevarse a cabo dentro del contexto de una revolución popular.

- Que los enemigos comunes de este proceso son el gobierno de los Estados Unidos y la contrarrevolución.

-Que la nación-estado es indivisible.

- Que solamente puede haber un ejército.

La coincidencia en estos puntos esenciales abre el camino para un acuerdo de cese al fuego. Este es un proceso que ha llegado a ser como un modelo patrón desde que se firmó el primera acuerdo con el Comandante Eduardo Pantin, de Misura, en mayo/85.

El aspecto principal del acuerdo es que a los combatientes no se les obliga a desarmase ni a rendirse. A por lo menos un tercio de ellos se les permite conservar sus armas si están interesados en formar una milicia indígena para proteger puntos estratégicos o sus propios poblados contra ataques externos. Si es así, el ejército los abastece y funcionan bajo su coordinación. El resto de los combatientes regresan a las actividades agrícolas o comerciales o reciben becas para que continúen con estudios que se vieron interrumpidos por la guerra.

De esta manera, los acuerdos tienen una cierta especificidad geográfica que permite llegar a convenios sobre otras inquietudes apremiantes de los combatientes y de las comunidades que conforman su base. El gobierno acuerda reiniciar la provisión de servicios sociales, permitir el regreso de las comunidades desplazadas, etc. El diálogo continúa entre el grupo y el gobierno, tanto sobre aspectos específicos que surgen y requieren solución como sobre el propio proceso de autonomía, aunque el diálogo no es foro para decidir reformas legales al Estatuto de Autonomía ya existente.

El otro tipo de negociación es el que ha tenido lugar ente los representantes del gobierno nacional y los jefes de una organización armada. Hasta la fecha esto ha sucedido sólo dos veces y en ambas ocasiones el diálogo ha sido con Brooklyn Rivera. La primera vez, de diciembre/84 a mayo/85, las negociaciones se llevaron a cabo en Colombia y México, con amplia cobertura por parte de la prensa mundial y observadores de gobiernos y de organizaciones indígenas internacionales; en la segunda ocasión el diálogo fue en Managua (febrero-mayo/88) con menos evidencias de interés internacional.

En las negociaciones de 1984-85, uno de los varios problemas difíciles era una importante cuestión de principios: el gobierno veía que un cese al fuego definitivo era necesario para avanzar en el incipiente proceso de autonomía, mientras que Rivera se negaba a sacrificar, terminando la guerra, lo que él consideraba como su única carta para lograr que triunfara su versión de la autonomía.

Por esto, declinó la oferta del gobierno de incluirle en la Comisión Nacional de Autonomía conformada por 5 personas que habían sido designada cuando empezaron las conversaciones, a cambio de un cese al fuego definitivo. Aunque la posición de Rivera surgía muy posiblemente y legítimamente de su desconfianza ante el gobierno, no se diferenciaba de la postura del gobierno de los Estados Unidos, que mantenía que los contras no podían desarmase porque la presión que ejercían era necesaria para obligar a los sandinistas a cumplir con cualquier acuerdo que firmaran y para arrancarles concesiones que debilitaran a la revolución.

La cuestión de la confianza y de los métodos apropiados para asegurar que se cumplan los acuerdos es compleja en cualquier negociación entre adversarios. En el caso de la Costa Atlántica, trescientos años de una desconfianza profundamente arraigada entre los os lados del país, impiden identificar simplistamente la reticencia de Rivera con un servilismo a la estrategia norteamericana. Desafortunadamente, la revelación de Robert Owen en las declaraciones sobre el Contragate, fomentan la tendencia a hacer esta identificación. A Owen sólo le faltó poner nombre y apellido para admitir que Rivera había sido sobornado por el gobierno norteamericano en abril/85 para que abandonara las conversaciones.

Un aspecto más interesante es cómo esa misma desconfianza fue superada en las pláticas que se dieron dentro del país, la primera de las cuales empezó en secreto diez días antes de que empezara la última ronda de conversaciones con Rivera y llegó en tres días a la firma de un acuerdo de cese al fuego. Son múltiples los factores que condujeron a este éxito y todos se vieron en la misma dirección.

El primero, que la población civil le estaba indicando claramente a los combatientes que se encontraban dentro de la Costa, que quería la paz.

El segundo, que el gobierno había dado ya pruebas de que sus cambios de actitud no eran tácticos ni de apariencia: en diciembre de 1983 se había decretado una amnistía para los mískitos que puso inmediatamente en libertad a 307 que estaban presos por actividades contrarrevolucionarias; a mediados de 984 se había permitido la formación de una nueva organización civil mískita, llamada MISATAN, y la organización SUKAWALA, de indígenas sumus, formada ya en 1975 cuando los sumus se dieron cuenta que no tenían voz en Alpromisu; cada vez más los costeños estaban asumiendo cargos de responsabilidad entre las autoridades regionales: los dos Delegados de la Presidencia nombrados a mediados del 84 para la Costa eran una mískita y un creole, las más altas autoridades políticas en las comunidades del asentamiento de Tasba Pri eran mískitos; y dos creoles y un mískito había sido elegidos a la Asamblea Nacional en al candidatura sandinista para las elecciones de noviembre/84.

Además, dos grupos muy pluralistas que se formaron espontáneamente en Blufields y Puerto Cabezas para discutir el nuevo proyecto de autonomía fueron ratificados por el gobierno como Comisiones Regionales de Autonomía para que trabajaran con la Comisión Nacional. A algunas comunidades reasentadas se les permitió regresar a sus hogares, incluyendo a la de Bismona, la primera que regresó al área del Río Coco. El ejército castigó a numerosos oficiales y soldados por haber cometido abusos contra los pobladores costeños y modificó tanto su política como su comportamiento hacia las comunidades. Por último, pero no por eso lo menos importante: el gobierno reconoció públicamente sus errores iniciales.

Es difícil pasar un tiempo en la Costa y no llegar a la conclusión de que ciertos matices de la autonomía tienen una importancia menos apremiante para la mayor parte de los que se alzaron en armas, que la que tiene el reclamo de dignidad y respeto hacia sus personas y su identidad étnica. Varios ex-combatientes, y aún los comandantes, hablan mas de orgullo herido que de una visión específica sobre la autonomía cuando dan razones de por qué empuñaron las armas para hacer la guerra.

Todos estos factores que hemos señalado generaron confianza y permitieron que los combatientes optaran por la paz sin sacrificar su dignidad, reduciendo así considerablemente el espacio de las posiciones contrarias, que aún marcan la actitud negativa de Rivera hacia las negociaciones. Aunque ha habido algunos problemas, las conversaciones continúan produciendo resultados. En particular, el acuerdo suscrito con Pantin en mayo/85, alentó al gobierno a permitir que 9 mil habitantes del Río Coco regresaran a sus casas desde Tasba Pri. Después de ese, se firmaron unos 20 acuerdos similares y ya sólo quedan en Honduras o en las poblaciones de los extremos distantes del Río coco un puñado de combatientes, los más dogmáticos o los más pro-norteamericanos.

Uno de los contratiempos más significativos tuvo lugar en junio/85 cuando la muerte aparentemente accidental de Patin dispersó por breve tiempo a los 40 comandantes que ya se habían adherido al acuerdo. No obstante, en septiembre del mismo año y poco después de la creación de Kisan, se firmó un nuevo compromiso con el grupo, que ya para entonces había crecido.

Otro aparente retraso se dio en octubre del mismo año, cuando Kisan destruyó un estratégico puente colgante de acuerdo en la carretera entre Puerto Cabezas y la población de Waspán, en el Río coco. Esta destrucción significó que no podían entregarse los subsidios de comida y materiales de construcción que se estaban acumulando en Puerto cabezas para la gente que había regresado al río en los meses anteriores. A pesar de todo, fallaron los planes de Kisan. Porque la población civil en el área del río empezó a cuestionar no sólo la guerra sino también los objetivos de os que la estaban haciendo. La confianza en el gobierno aumentó también un poco más porque éste no utilizó la destrucción del puente como una excusa para echarse atrás en las condiciones de los acuerdos, a pesar de que la protección de ese puente era una tarea asignada a los ex-combatientes desde antes del ataque.

Nunca sabremos si se hubieran dado las condiciones para la guerra armada si no hubiera existido Fagoth. Nunca sabremos si hubiera durado tanto tiempo si hubiera alcanzado las proporciones que tuvo si los Estados no hubieran proporcionado armas y garantías de que los sandinistas serían derrotados. Lo que sí es evidente es que para ponerle fin confluyeron el agotamiento de los combatientes y el de la población civil, la desilusión con el gobierno de los Estados Unidos y los contras, con profundos cambios en la forma de pensar y actuar del gobierno nicaragüense. Todo esto llegó en el momento preciso para tocar la cuerda sensible que hizo posible la paz.

Autonomía: unidad con diversidad

Hace varios años, cuando el proceso de autonomía apenas comenzaba, un miembro de la Comisión de Autonomía dijo: "Si esto tiene éxito, hará que las luchas indígenas y étnicas en las Américas avances 25 años. Si fracasa, o si lo hacen fracasar, retrasará esas luchas por un número igual de años".

Los estudios realizados por la Comisión de Autonomía sobre otros países latinoamericanos, demostraron que el gobierno de Nicaragua no era una excepción por sus iniciales reacciones ante las demandas étnicas. Los gobiernos reaccionan normalmente contra lo que ven como una amenaza a la unidad nacional y lo hacen de dos formas. O con la marginación del grupo étnico, al que no se le suele cuestionar su identidad cultural pero no se le deja participar en la vida económica y política del país. O, si el grupo o el Estado insiste en su inserción, se intenta una "integración" o asimilación del mismo a la cultura dominante. Los Estados Unidos, para citar sólo un caso, ha utilizado ambos métodos en diferentes momentos. Las reservas indígenas son un ejemplo del primer método, mientras que la actual medida para asegurar que el inglés sea la única lengua oficial es una táctica típica del segundo estilo.

La premisa fundamental de la ley de autonomía nicaragüense cuestiona las bases de ambas prácticas al postular que si a los grupos históricamente oprimidos se les garantiza una ciudadanía de primera clase en la nación-estado a través de la absoluta expresión de su identidad étnica, éstos tendrán un interés en la nación que legitimiza y protege ese derecho y así, la unidad nacional se verá reforzada y no amenazada.

Este concepto transciende las tradicionales garantías otorgadas a los individuos, en convenios internacionales como la Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Al mismo tiempo, la ley nicaragüense niega el concepto de derechos originales, piedra angular del cuarto-mundismo indigenista, concepto tan en boga actualmente. Vale la pena recordar que este concepto sería algo muy delicado para los mískitos de aplicarse en la Costa Atlántica. Los nombres sumus que tienen muchos lugares diseminados por la geografía costeña, indicarían que los indígenas sumus, desplazados durante años por los propios mískitos gracias al armamento superior que les suministraron los británicos, ocuparon un territorio mucho más extenso que el que ocupan hoy.

El surgimiento de Sukawala en 1985 fue una consecuencia del rechazo de los sumus a ser nuevamente forzados a integrar una alianza controlada por los mískitos, esta vez contra los sandinistas. Un estudio detallado del proceso de autonomía en la Costa y específicamente de la ley resultante de este proceso merecen un próximo artículo de envío . Aquí mencionaremos únicamente varios principios básicos e interrelacionados del proyecto de autonomía que se derivan de la importante premisa que hemos mencionado:

-Los derechos a la total expresión de su identidad étnica deben garantizarse a todos los grupos, independientemente del número de su población y nivel de desarrollo. Esos derechos se aseguran en igual medida a los indígenas que ocuparon originalmente las tierras y a los que llegaron más arde como grupos étnicamente identificables y culturalmente desarrollados dentro de una experiencia histórica compartida, diferente a la que se vivió en el otro lado del país.

-Estos derechos son para los grupos y no para un territorio, aunque, por razones históricas, tienen una especificidad territorial y serán garantizados dentro de ese territorio.

- Los derechos asegurados no son inherentemente "especiales", aunque son aquellos que la cultura dominante asumió históricamente de hecho, negándolos a todas las demás culturas. Si ahora se da especial atención a estos derechos es en compensación por su negación durante tanto tiempo.

-La identidad étnica no se limita a las expresiones culturales como la lengua, la religión y las costumbres tradicionales, sino que abarca también las esferas políticas, económica y social. En particular, se reconoce que sin una base económica una cultura no puede preservarse a sí misma y desarrollarse.

-La identidad étnica no estática sino que está en permanente interacción con el resto del mundo. (Este es un reconocimiento implícito de las limitaciones de Programa Histórico del FSLN, que ponía énfasis en el florecimiento de los valores culturales que surgen de los aspectos originales de la tradicción histórica (de la Costa).

La Iglesia Morava, por ejemplo, que llegó a la Costa hace sólo 140 años, borró o empujó a la clandestinidad a la mayoría de las más originales prácticas religiosas indígenas, y sin embargo es ahora un reconocido pilar de la identidad indígena).

La suma de todos estos principios está contenida en un artículo clave de la nueva Constitución nicaragüense, el 8, que puede pasar desapercibido a los lectores menos atentos: "El pueblo de Nicaragua es de naturaleza multiétnica."

Autonomía contra centralismo en un contexto revolucionario

Muchos de los elementos del estatuto de autonomía nicaragüense son parecidos a los de otros países. Pero el contexto, en virtud del sistema de gobierno de Nicaragua -históricamente unitario y no federado y el tener un gobierno revolucionario en vez de uno tradicionalmente capitalista-, es muy distinto y debe tomarse en cuenta.

El hecho de tener un sistema unitario de gobierno centralizado significa que Nicaragua no tiene experiencia cultural o institucional de derechos departamentales o de estados federados y que en la construcción de actitudes e instituciones revolucionarias, parte de cero en vez de adaptar instituciones ya existentes. Esto, obviamente, tiene sus ventajas y sus desventajas.

Un efecto, que se observó en las discusiones que tuvieron lugar durante el lago proceso de consulta sobre la autonomía llevado a cabo en la Costa, es que dado el vacío de una experiencia historia de cualquier tipo de estructura regional de gobierno, los miembros de las comunidades tenían menos ideas trabajadas y menos entusiasmo sobre el autogobierno regional que las que tenían las élites creoles y mískitas, cuyos privilegios educativos les permitían hacer proyecciones mas imaginativas. la tendencia del gobierno, que ha frustrado a esas élites, ha sido a avanzar de forma mas acorde con el ritmo y los intereses de las comunidades, tal vez teniendo en cuenta los efectos desastrosos que tuvo la abrupta salida de los británicos de sus antiguas colonias sin preparar el camino para una transición ordenada.

Autonomía es por definición menos que independencia total y esto, precisamente, por los límites que se establecen para su ejercicio. La clave para valorar cualquier proyecto de autonomía está entonces en entender la naturaleza y el alcance de esos límites. En otras palabras, en observar las prerrogativas que se reserva el gobierno central.

Con respecto a esto, el proyecto de autonomía nicaragüense mantiene bajo el control del gobierno central varios de los elementos contenidos en otros sistemas autónomos: fundamentalmente las relaciones internacionales y la defensa nacional. Otros dos elementos que se reserva, como son las normas jurídicas y la planificación económica global, se contemplen o no en otros proyectos autónomos, están especialmente justificados en el caso de Nicaragua.

Respecto a las normas jurídicas, en los últimos diez años la revolución ha aprobado leyes muy progresistas. La abolición de la pena de muerte y leyes muy avanzadas para las mujeres, para dar solo dos ejemplos. El gobierno y los sectores de la población que lucharon por estos avances no están dispuestos a permitir la posibilidad de que éstos puedan ser revertidos por una legislación autónoma en la costa. Esto no quiere decir, sin embargo, que el gobierno se oponga, en principio, a una interpretación cultural adecuada a tales normas nacionales.

Sobre el asunto de la planificación económica hay que tener en menta dos factores importantes e interrelacionados. Uno de ellos es que la revolución se hizo principalmente para lograr una distribución más justa de la riqueza nacional y que esto se aplica tanto a clases sociales como a regiones. El gobierno de Nicaragua no desea que a largo plazo se produzca una situación como la que existe hoy en los Estados Unidos, donde un Mississippi empobrecido coexiste junto a una próspera California.

La atención nacional al desarrollo económico de la Costa ha sido asumida por primera vez por el gobierno central, dentro de las limitaciones que le ha impuesto la guerra y otros factores estructurales. Recíprocamente, si por ejemplo, el precio del oro llegara nuevamente a subir de forma significativa en el mercado internacional, parte de las ganancias obtenidas por las minas de la Costa deben garantizarse para el beneficio nacional y no sólo para el de la Costa.

El otro elemento diferente es que, tradicionalmente, las luchas por los recursos estratégicos en tierras indígenas se dan en el contexto de Estados que apoyan a corporaciones transnacionales interesadas en la apropiación privada de esos recursos. En Nicaragua estos recursos están nacionalizados y su explotación la controla un Estado comprometido con el desarrollo de los sectores más empobrecidos y no con la acumulación de capital de los que ya son ricos.

El futuro que se adivina

Muchos de los puntos que hemos mencionado se debatieron a diferentes niveles de reflexión durante los dos años y medio de consulta popular realizados en la costa. El resultado, un estatuto de autonomía que la Asamblea Nacional aprobó con rango de ley en septiembre/87 y que fue respaldado por una serie de garantías constitucionales, no satisface aún todos los deseos de los diferentes grupos étnicos de la Costa.

Tampoco podría hacerlo. Pero sí representa un nuevo comienzo y el mejor denominador común de la forma de pensar en ambas mitades del país. Lo que seguirá será un proceso de lucha política entre el gobierno central y el autónomo y entre los diferentes sectores sociales y étnicos de la misma Costa. Será un proceso templado en la experiencia, en el que, al igual que en otras realidades de esta revolución, se pondrán a prueba nuevas ideas y algunas serán rechazadas mientras que otras serán incorporadas a la institucionalización del proceso.

Hay muchos síntomas que demuestran que este nuevo punto de partida está bien fundado:

-Los miles de combatientes que han regresado -a través del proyecto de amnistía, de los acuerdos de cese al fuego o simplemente retornando sin ruido a sus comunidades-. La mayoría se han reintegrado a la vida civil y algunos hasta trabajan con el gobierno.

-Más de 30 mil refugiados indígenas han vuelto a la Costa Atlántica nicaragüense desde que el proceso de retorno se inició a fines de 1985, familia por familia y aún llenos de miedo. Sólo unos pocos miles permanecen todavía en Honduras y Costa Rica.

-Hay una nueva disposición en los costeños d cumplir con sus obligaciones militares, lo que se traduce en que hoy en la Costa la mayor parte del personal y oficiales tanto del ejército como del Ministerio del Interior, son costeños. Aunque esto puede ser un arma de varios filos, indica que los costeños aceptan sus responsabilidades como ciudadanos y quiere decir que ya no existe la sensación de que el ejército de Nicaragua es un ejército de ocupación proveniente del Pacífico.

-Mientras que hace dos años era necesario viajar por la Costa en caravanas con protección militar, ahora es posible ir a casi todas partes sin armas y ya no es necesario el permiso que necesitaban los extranjeros para viajar a la Costa.

Hay también importantes muestras de cambio ideológico. Testimonios como el de la refugiada con el que iniciamos este artículo, expresando un sentido de nacionalismo claro y agradecido, se escuchan con creciente frecuencia, sobre todo a lo largo del Río Coco, donde hace un tiempo la idea de fronteras nacionales no tenía el menor significado. Otros incluyen expresiones de confianza en la palabra del gobierno sandinista o se refieren a los mískitos que aún siguen combatiendo como a "contras" y rechazan sus actividades bélicas. Existe entre los mískitos una actitud crítica, sin precedentes históricos, frente a los Estados Unidos. En ella se refleja tal vez la experiencia de los que hicieron la guerra y se dieron cuenta que eran mirado como carne de cañón por los que dirigían a los contras.

Hoy la reconstrucción de los poblados destrozados por la guerra y la subsistencia económica son las principales preocupaciones de las poblaciones indígenas en el norte. En el sur, es la reconstrucción de Bluefields y de las comunidades e infraestructura económica devastadas por el huracán Juana. La elección programada para el 25 de febrero de 1990. Comenzará entonces a probarse realmente si las tensiones históricas entre Managua y el Atlántico y las tensiones inter-étnicas en la propia Costa se pueden resolver exitosa y pacíficamente en un foro político. Será igualmente una prueba para los representantes de las comunidades rurales marginadas, cuyas experiencias en los últimos diez años han sido más duras y violentas que las de los habitantes de las ciudades. Probarán entonces si pueden defender sus propias posiciones ante élites que siempre han hablado en nombre de ellos.

Existe aún algunos inicios de que Rivera y Fagoth y sus seguidores más cercanos, no han perdido de vista el proyecto que tenían en 1981, que buscaba en esencia recrear bajo nuevas condiciones las relaciones de poder de la monarquía Mosquita del siglo XVIII.

Las propuestas de Rivera en 1988 en sus negociaciones con el Comandante Tomás Borge, diferían poco de las de 1981, incluso en la delimitación de la Costa Atlántica. Pero las reglas del juego están ahora establecidas mucho más claramente.

Un intento por revivir el hegemonismo mískito en nombre del milenarismo indígena se enfrentaría con la oposición de otros grupos étnicos de la Costa que quieren tener su propia voz y con la de muchos mískitos que quieren paz y tranquilidad con sus vecinos. Se enfrentaría también con las protecciones institucionales del estatuto de autonomía, que garantiza los límites dentro de los cuales este proyecto puede desarrollarse.


CRONOLOGIA DE LOS PRINCIPALES ACONTECIMIENTOS
EN LA COSTA ATLANTICA (1979-1989)

1979-Noviembre: Formación de Misurasata (Mískitos, Sumus, Ramas, Sandinistas Unidos) como organización de masas indígenas.

1980-Febrero: Creación del Instituto Nicaragüense de la Costa Atlántica, (INNICA), organización a nivel ministerial para coordinar el trabajo del gobierno. Agosto: Empieza la campaña de alfabetización en lenguas. Diciembre: El conejo de Estado aprueba el decreto 571 para educación bilingüe en la Costa Atlántica hasta el 4o. grado.

1981-Febrero: Detención de los principales dirigentes de Misurasata; conclusión de la Cruzada de Alfabetización. Mayo: Salida de Steadman Fagoth a Honduras y formación de Misura, grupo mískito armado. Agosto: publicación por el gobierno y el FSLN de la declaración de principios sobre las comunidades indígenas de la costa atlántica. Septiembre: salida de Brooklyn Rivera a Honduras; el gobierno deja de reconocer a Misurasta. Noviembre-diciembre: ataques de Misura a las comunidades en el Río Coco; Descubrimiento del Plan Navidad Roja. Diciembre: Soldados matan en Leymus a más de una docena de mískitos que se sospechaba había dado muerte a 7 miembros de las milicias.

1982-Enero: Evacuación de las comunidades del Río Coco al asentamiento de Tasba Pri; 10 mískitos huyen hacia Honduras. Marzo: Misura lleva a Honduras la primera comunidad entera: un poblado de 1,600 sumus, llamado Musuwás. Julio: primeras maniobras militares conjuntas entre los EEUU y Honduras en la Costa Atlantica hondureña. Septiembre: Nueva división administrativa de Nicaragua: el depto. de Zelaya se convierte en las Zonas Especiales I y II; creación de gobiernos regionales descentralizados; creación de la organización armada Misurasata bajo la dirección de Brooklyn Rivera, con sede en Costa Rica y aliada a ARDE.

1983-Abril: Ataque al centro de reforestación Silmalila e incendio de las instalaciones de IRENA; 1,250 personas son llevadas a Honduras. Julio-Octubre: 3 mil hombres de Misura y Misurasata se toman varias poblaciones y destruyen centros económicos importantes; primer ataque directo a Puerto Cabezas. Diciembre: primer decreto de amnistía: 307 prisioneros mískitos liberados; Misura se lleva a Honduras a 1,200 residentes de la comunidad mískita de Francia Sirpi, incluyendo al obispo católico Salvador Schlaefer, que estaba allí de visita.

1984-Junio: Costeños designados para altos puestos gubernamentales en la Zona Especial I y II; creación de Misatan, nueva organización civil mískita. Octubre: visita oficial de Brooklyn rivera a la Costa Atlántica y reuniones con el gobierno nacional; se anuncia públicamente el proyecto de autonomía. Noviembre: elecciones nacionales: elegidos 3 costeños como diputados a la Asamblea Nacional de la lista de candidatos sandinistas. Diciembre: nombramiento de la comisión nacional de autonomía y ratificación de las comisiones regionales; primera sesión de negociaciones con Brooklyn Rivera en Colombia.

1985-Febrero: Regresa la primera comunidad (Bismona) de Tasba Pri a la región del Río Coco. Abril: acuerdo con Rivera: las partes se comprometen a no iniciar acciones ofensivas. Mayo: ruptura de las negociaciones por parte de Rivera; se firma un acuerdo secreto de cese al fuego con el Comandante Eduardo Pantin, de Misura; comunicado del gobierno permitiendo el regreso al Río Coco de los habitantes de Tasba Pri. Junio: muere Eduardo Patin; Principios y Políticas para el ejercicio de la Autonomía son aprobados por la Comisión de Autonomía de 80 miembros. Julio-septiembre: Residentes de Tasba Pri regresan a las comunidades. Agosto: Fagoth es expulsado de Honduras. Septiembre: representantes de Misura y de la línea dura de Misurasata se reúnen en Honduras bajo los auspicios de la CIA y deciden crear Kisan bajo la dirección de Wycliffe Diego aliándose formalmente con la UNO; nuevo acuerdo con disidentes de Misura. Octubre: se forma en Yulu la organización Kisan por la Paz; Kisan guerrerista destruye el puente sobre el río Sisin; se forman las primeras Comisiones de Paz y Autonomía en el Río Coco.

1986-Enero: Brooklyn Rivera entra clandestinamente a la Costa junto con lideres indígenas norteamericanos; el ejército nicaragüense ataca las posiciones donde se encontraba Rivera. Abril: Kisan convence a unos 10 mil habitantes del Río Coco para que se crucen a Honduras. Mayo: misurasata recibe promesa de ayuda militar norteamericana por 5 millones de dólares; Yulu, lugar de los acuerdos firmados con Pantin, declarada Zona de Paz y designada uno de los tres proyectos pilotos del proceso de autonomía zonal; los delegados de las comunidades se reúnen en Blufields para discutir el anteproyecto de estatuto de autonomía; tiene lugar en Managua un encuentro internacional sobre la autonomía. Diciembre: el comité conjunto de las zonas especiales I y II elabora el estatuto de autonomía unificado.

1987-Enero: Se firma la constitución, que contiene importantes elementos de la autonomía. Marzo: CNUR establece puente aéreo para repatriar a los mískitos desde Honduras. Abril: Asamblea Multiétnica de 220 representantes de las comunidades debate y aprueba en Puerto Cabezas el estatuto de autonomía. Mayo: Testimonio de Robert Owen en el caso de Contragate implica a Brooklyn Rivera en sobornos para romper las negociaciones de 1985. Junio: Reunión patrocinada por el departamento de Estado de los EEUU de grupos armados mískitos en Honduras concluye en la formación de Yatama. Septiembre: Estatuto de Autonomía aprobado en la Asamblea Nacional, se abre un nuevo cruce para los repatriados en Leymus. Octubre: el comandante Uriel Vanegas de Yatama firma acuerdo de paz a nombre de 400 combatientes, el más numeroso grupo firmante de la paz. Diciembre-junio/88 regresan unos 5 mil refugiados de Honduras a través de ACNUR.

1988-Febrero: Empieza nueva ronda de negociaciones con Brooklyn Rivera: se firma acuerdo básico preliminar. Marzo: entre los firmantes de los acuerdos de Sapoá está el comandante mískito Osorno Coleman, de Yatama. Mayo: se interrumpe la cuarta sesión de conversaciones con Rivera; se firma en la Costa acuerdo de paz con 200 disidentes de Yatama; sólo quedan unos pocos cientos de combatientes. Junio: designado para la nueva dirección de la resistencia nicaragüense Wycliffe Diego, de Yatama, es la primera vez que se asigna un puesto de dirección de la contra a un mískito. Agosto: la asamblea nacional aprueba la ley electoral, abriendo el camino para las elecciones autónomas en la Costa. Octubre: el huracán Juana destruye Bluefields y obliga a posponer las elecciones autónomas hasta 1990. Diciembre: 200 representante elegidos de las comisiones de paz y autonomía del Río Coco realizan una asamblea anual; es elegida una dirección por sector del Río.

1989-Enero: Comisión pluralista de emergencia se dedica en Bluefields a la reconstrucción de la ciudad: se considera un proyecto piloto del gobierno en el año previo a las elecciones.

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