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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 450 | Septiembre 2019

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Nicaragua

El tiempo, el implacable… y los tiempos de los protagonistas

La población nicaragüense vive en una situación anormal y enfrenta tiempos inciertos. Ortega sigue jugando con los tiempos, prolongando irresponsablemente la crisis nacional. Y mientras los tiempos de la comunidad internacional mantienen un ritmo muy lento, los tiempos de la Alianza Cívica han decidido acelerarse.

Equipo Envío

A mediados de julio, la prestigiosa encuestadora Borge y Asociados realizó su segunda encuesta nacional del año. El 62.6% de los encuestados dijo que el país “no ha vuelto a la normalidad que había antes de abril de 2018”. Y sólo el 16% dijo que el país va “bien” (13.9%) o “muy bien” (2.1%). Las evidencias de que la crisis política no se resuelve y los estragos de la crisis económica están detrás de estas respuestas.

A la pregunta “¿Por quién votaría para Presidente de Nicaragua si las elecciones fueran hoy?”, un 35.5% mencionó a Ortega, frente a un 37.7% que “no sabe o no responde” y un 21.4% que respondió “por ninguno”. Éstos hacen un total de 59.1% que parece no votaría por él. ¿Refleja ese 35.5% que ha sido exitosa la estrategia de Ortega de reagrupar a las bases sandinistas?

¬Cancelada la mesa de negociación desde julio por decisión de Ortega y configurada por fin la comisión de la OEA que buscará una solución a la crisis nicaragüense, se abre una etapa de incertidumbres. El tiempo, el implacable, nos dirá cómo se mueven y hacia dónde los tiempos de los protagonistas de la crisis. ¿Hasta cuándo...?

A ESTO NOS QUIEREN ACOSTUMBRAR


En los tiempos de Ortega la prioridad es la represión. Según un informe de la Unidad Azul y Blanco, el promedio de personas detenidas arbitrariamente por ser opositoras en las ciudades que iniciaron la rebelión en abril de 2018 es de cuatro diarias. Las personas capturadas per¬ma¬necen horas o días en manos de la Policía, les roban sus per¬te¬¬nencias (celulares, dinero, identificación), usualmente son golpeadas, algunas son acusadas de delitos comunes. Todas son intimidadas, tanto ellas como sus familias.

En el Norte, en las zonas rurales, la estrategia es más brutal. Según el último informe del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca +, en los primeros ocho meses de 2019 se registraron al menos 18 asesinatos de campesinos, tres de los cuales fueron privados de la vida en la zona fronteriza de Trojes, en donde buscaron refugio. Dos de estos tres pertenecían a una misma familia, los Montenegro.

“Los asesinatos -dice el Colectivo- son selectivos si consideramos que 15 se dieron en el Norte del país, en la zona conocida en la de década de los 80 como el “corredor de la guerra” y eran opositores al gobierno. Al menos once de ellos lo eran abiertamente: uno era trabajador de la alcaldía de Wiwilí, gobernada por el PLC, tres pertenecieron a las filas de la Resistencia, tres eran miembros de partidos liberales (dos de CxL y uno del PLC) y cuatro fueron privados de la vida cuando salían de eventos o reuniones”. Por sus características -afirman los defensores de derechos humanos- estos asesinatos “son ejecuciones extrajudiciales, sumarias y arbitrarias”.

Represión diaria y crímenes impunes: a esto nos quieren acostumbrar.

LA “NORMALIDAD” IMPUESTA


En sus tiempos, Ortega cuenta con que la gente terminará acostumbrándose a la nueva “normalidad”. Los medios oficiales contribuyen informando a diario de emprendimientos, ferias, aniversarios, eventos, inauguraciones... sin dar cuenta de lo que sucede al “otro lado”, donde hay crímenes, reclamos y protestas debilitadas por la desproporcionada presencia policial que las asedia amenazante.

Si cuatro hombres, adultos mayores -sucedió a fines de agosto- pretenden caminar por las calles con una bandera nacional, una biblia y un crucifijo pidiendo libertad, son rodeados durante nueve horas por 30 policías antimotines con escudos y armas de guerra listos a impedirles dar un solo paso. No disparan, sólo los cercan, intimidantes, sin esbozar siquiera una mirada humana tras sus cascos. Para esto los entrenan.

Es una imagen símbolo que revela dónde estamos, que refleja el proceder diario del régimen, todos los días y en todas partes, cuando alguien busca expresarse en las calles. Del lado de los azul y blanco es una consigna tácita no emplear violencia ni dejarse provocar. Persiste la convicción de que ya hubo muchos muertos y multitudes en las calles repudiando a este régimen. Esta vez la mayoría quiere un cambio y nadie quiere otra guerra.

EL REGRESO DE LOS “HISTÓRICOS”


Los tiempos de Ortega han tenido etapas. Primero, se esforzó en aplastar la rebelión a sangre y fuego (¡Vamos con todo!).

Logrados tres centenares de muertos y miles de exiliados, la siguiente etapa fue instalar los mecanismos de un control social estricto con un aparato represivo -asedio, intimidación, cerco, acoso- al que ha dedicado muchos recursos, tanto humanos como económicos.

Ahora, sus tiempos están dedicados a recoger la cosecha de desgaste y desaliento en el movimiento azul y blanco. Erosionarlo, fomentando divisiones y contradicciones entre ellos es trabajo diario. Dar por terminado unilateralmente el diálogo tenía como objetivo deslegitimar a la Alianza Cívica, ir desdibujando su presencia y sus posibilidades en el imaginario opositor.

Paralelamente, el tiempo de Ortega se dedica a fortalecer el imaginario rojo y negro. Las apelaciones de uno de sus voceros más leales repasando día por medio todos los detalles de la historia heroica y sacrificada de quienes dieron su vida por la revolución van en esa dirección. La reaparición de sandinistas “históricos” apelando a lealtades pasadas, personales y familiares, busca detener la erosión que comenzó a notarse en las bases sandinistas después de las masacres del régimen en 2018.

LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL PARAMILITARISMO


En su tiempo Ortega prolongará la crisis para asegurarse el llegar a las elecciones en 2021, una fecha que empieza a ser asimilada por muchos en Nicaragua y fuera de Nicaragua como forzosamente inevitable.

El objetivo más recientemente explicitado por el régimen para lograr llegar a esa fecha, una vez rechazada la negociación con la Alianza Cívica, es acordar unilateralmente con la secretaría general de la OEA reformas electorales “técnicas” que le garanticen a Ortega un control, aunque no total sí suficiente, del Poder Electoral, para continuar gobernando desde arriba si logra ganar. Y si pierde, volver a gobernar desde abajo, como lo hizo ya duran¬te 16 años (1990-2006).

Si la realidad de las urnas le impidiera alzarse con la victoria, el control del poder electoral deberá garantizarle una bancada suficiente de diputados para dificultarle la vida a un nuevo gobierno. Y si el resultado de las urnas le fuera tan desfavorable que escapara de su control, Ortega ya está organizando “batallones de la paz”, institucionalizando así el paramilitarismo que estrenó en la “operación limpieza”. Con estos grupos armados gobernaría desde abajo.

Los batallones están dirigidos por combatientes históricos del FSLN, hombres maduros hasta hace poco desechados y ahora vueltos a convocar para defender “al comandante” y a “la revolución”. Los integran desmovilizados del servicio militar, más jóvenes, y simpatizantes del régimen. En julio se organizó el primer batallón en Carazo y en agosto el segundo, en Bluefields.

Son muchas las voces que consideran imposible ir a elecciones, ni en 2021 ni en ninguna otra fecha anticipada con los grupos paramilitares activos. También ha crecido el consenso de que hay que desechar la idea de que el Ejército cumplirá su obligación constitucional de desarmar a esta tercera fuerza armada, siendo el Ejército “el que la organizó y la armó”, a juicio del mayor en retiro Roberto Samcam, quien opina que “sólo una fuerza internacional con autonomía plena podría desarmarla”, lo que aún es una lejana incógnita.

EL PODER DEL EJÉRCITO


En los tiempos de Ortega mostrar al Ejército de su lado es crucial. Después de un prolongado silencio de más de un año de la institución militar, salpicado por comunicados inocuos y pretendidamente neutrales, las dos recientes apariciones del Jefe del Ejército, Julio César Avilés, dejaron clara la posición de la institución armada: lealtad absoluta al proyecto de poder de Ortega.

El 25 de julio, en conferencia de prensa ante directores de medios de comunicación nacionales, Avilés afirmó que el Ejército no tiene ni base legal ni estructura ni equipamiento para la misión de desarmar a los grupos paramilitares, una tarea que le han reclamado desde hace más de un año expertos en seguridad y quienes fueron jefes del Ejército, Humberto Ortega, Joaquín Cuadra y Javier Carrión.

Avilés justificó esa impotencia en que “la Constitución nos manda no ser deliberantes. Y la no deliberación nuestra no es sólo en lo político. La no deliberación también la interpretamos en que no debemos invadir aspectos que no nos corresponden”.

Después de esto, el 1 y 2 de septiembre, en ocasión del 40 aniversario de la fundación del Ejército Popular Sandinista -desde los años 90 Ejército de Nicaragua-, Avilés, en un escenario saturado de banderas rojinegras del FSLN, “deliberó” sobre la crisis nacional y clamó: “¡Jamás nos van a dividir! como pretendieron hacerlo funcionarios de organismos no gubernamentales que hacían llamados a leales compañeros para abrir la posibilidad de darle un golpe de Estado al gobierno legítimamente constituido, ¡lo que jamás haremos!”

También amenazó: “¡Sepan que sabemos quiénes están detrás de la brutal campaña de ataques y provocaciones contra nuestra institución y los hacemos responsables de las afectaciones físicas y morales de nuestros compañeros y familiares!”

“Tan claro como el agua y tan firme como el acero” calificó Ortega el discurso de Avilés, que fue complementado con un costosísimo desfile militar, transmitido en cadena nacional con fines de intimidación: las armas ilegales, también las legales, están de nuestro lado, le dijo Ortega ese día a la población.

LOS TIEMPOS DE LA ECONOMÍA


Con un descenso en la presión interna por la reprimida movilización social, entre todos los factores que van en contra de la “normalización” pretendida por Ortega para llegar hasta 2021, el factor que más pesa para complicarle sus tiempos es el de la recesión económica.

Ciertamente, la inversión extranjera está en crisis y las inversiones de la gran empresa nacional, congeladas. Pero como la mayoría de la economía nicaragüense está en manos privadas de medianos y pequeños, ésos ya encajaron el duro golpe que la crisis ha dado a su calidad de vida y han ido ajustando números y posibilidades. Saben, sí, que “esto no se va a componer” si Ortega sigue en el poder, pero no les queda más que apretarse el cinturón y reducir, recortar y adaptarse.

Por su estructura, la economía nicaragüense está en ventaja sobre la venezolana, porque al regresar al gobierno en 2007 Ortega no estatizó la economía -recordando la negativa experiencia de la década de los 80-, a diferencia de lo que hizo Chávez y siguió haciendo Maduro en Venezuela. La crisis económica se siente por todos lados, pero no colapsará la economía como ha sucedido en Venezuela.

TIEMPOS DE “LAVAR”


La crisis la resiente el Estado. A pesar de la muy drástica reforma tribu¬ta¬ria de enero de 2019 la recaudación no ha logrado superar el déficit presupuestario. En agosto, el régimen decidió gravar otros 16 productos básicos, entre ellos sopas instantáneas y cepillos de dientes. Las alcaldías, que dependen de las transferencias que les asigna el Estado central, apenas recibieron durante la mitad de este año un 12.4% de lo que les corresponde, lo que les impide hacer obras públicas, que siempre dan empleo y mueven la economía local.

Llamativamente, en esta economía estancada, un sinnúmero de personas, seguramente testaferros de funcionarios del régimen, están lavando dinero por todo el país comprando tierras, levantando mansiones, remodelando casas, instalando negocios de todo tamaño que permanecen vacíos... Todo eso le da cierta vitalidad a la economía. Lo hace desde el “lado oscuro”... pero la mueve.

No son pocos quienes calculan que una segunda ola de protestas se estaría cocinando por la difícil situación que experimenta la mayoría de la población. Para evitarla, en sus tiempos Ortega también ha activado su maquinaria populista entregando lotes de terreno en las ciudades a las familias más pobres y distribuyendo algunas prebendas y regalías a quienes apoyan a los paramilitares con información.

JUGANDO CON EL TIEMPO


Desde la rebelión de abril de 2018, Ortega no ha dejado de jugar con los tiempos. En el diálogo nacional de 2018 no negociaba, jugaba a ganar tiempo mien¬tras organizaba a las fuerzas pa¬ra¬¬militares que sofocarían con armas de guerra la rebelión expresada por to¬do el territorio nacional en los tranques y las barricadas.

Meses después, en la mesa de negociación que acaba de dar por concluida, tampoco negoció. Jugó a ganar tiempo para confundir a la comunidad internacional presentándose como “dialogante”, sin abandonar nunca su principio, “firmar me harás cumplir jamás”, jugando con la vida de las personas encarceladas y torturadas que había capturado con anticipación y mantenía como rehenes, “fichas” que acumulaba en su tablero para dar la idea de que estaba haciendo concesiones.

Actuó como actúan los secuestradores: toman rehenes y negocian sus demandas con las vidas ajenas. Para excarcelar a los presos políticos demandó a la Alianza que solicitara la suspensión de las sanciones internacionales. No lo consiguió. Excarcelándolos -y no a todos, hay más de 120 en las cárceles y todos los que han salido viven asediados- dio la impresión de generosidad -“resultados extraordinarios”, así los calificó Almagro-, cuando ninguna de las exigencias de fondo que había que negociar “en serio y de buena fe”, el fin de la represión, la democratización, la restitución de las libertades, fueron abordadas en la mesa.

Juega ahora a que corra el tiempo “a ver qué pasa”. Juega con que el tiempo le traiga condiciones más favorables en el continente (en Argentina con la victoria de Cristina Kirchner y en Brasil con un posible regreso del PT al gobierno, dado el desgaste de Bolsonaro, hasta con el regreso de las FARC se ve favorecido…). Tener de su lado la neutralidad de México y “la izquierda” en Brasil y Argentina le daría un importante vuelco al aislamiento en el que ha estado.

También ha jugado siempre Ortega a que el paso del tiempo irá restando atención internacional a la crisis nicaragüense, que parece tan pequeña en un mundo con crisis bélicas, sociales y climáticas realmente colosales.

LOS TIEMPOS DE MADURO


En este juego irresponsable, la variable que más preocupa a Ortega son los tiempos de Maduro en Venezuela.

Hasta el momento, Maduro parece inamovible. Ha admitido que él y otros altos funcionarios de su régimen negocian una salida con el gobierno de Trump. ¿Su abandono del gobierno con garantías para él? ¿Para quiénes más? ¿Elecciones presidenciales sin él en el poder? ¿Una transición pactada…? ¿Entre quiénes?

El diálogo entre el equipo de Maduro y el de Guaidó que promueve Noruega podría estar bastante mediatizado por la influencia cubana. Noruega tiene una buena relación con el gobierno de Cuba por el papel mediador que jugó Oslo en los diálogos de paz en Colombia, que se desarrollaron en la isla. Ahora, Cuba aspira que la mediación de Noruega logre una transición que les asegure conservar cuotas de poder en Venezuela.

Por su lado Estados Unidos sigue presionando. El 5 de agosto Trump firmó una orden ejecutiva que impone un “bloqueo total” a las propiedades y recursos financieros del gobierno venezolano en territorio estadounidense y autoriza a imponer sanciones a personas y compañías extranjeras que den apoyo a Maduro, al que el asesor de seguridad de Trump, John Bolton, consideró tras el bloqueo un régimen “moribundo”.

Comentando esta medida ante representantes de 59 países en Lima, Bol¬ton amenazó a Ortega al referirse a embargos similares de Estados Unidos: “Funcionó en Panamá (1988) -dijo- y funcionó en Nicaragua una vez (1985) y volverá a funcionar allí otra vez...”

Ortega mira con escepticismo las amenazas del equipo de Trump y quizás para demostrarlo, condecoró al general en jefe del ejército venezolano Vladimir Padrino, sancionado por Estados Unidos, el más importante de los invitados del Ejército de Nicaragua en su ostentoso desfile militar.

LOS TIEMPOS DE LA ALIANZA CÍVICA


El hecho de que Ortega cancelara la mesa de negociación -lo que era esperable y empantana nuevamente la crisis nacional, incrementando la ansiedad de buena parte de la población- llevó el 16 de agosto a la Alianza Cívica no a desaparecer -como calcularon algunos, al no tener ya el papel de contraparte negociadora-, sino a anunciar su decisión de reestructurarse para contribuir a unificar a todas las expresiones del movimiento azul y blanco hasta formar una gran coalición opositora que logre ejercer suficiente presión interna sobre Ortega para que acepte finalmente una negociación en serio, que pasaría por el adelanto de unas elecciones con plenas garantías de transparencia y competencia.

El camino recorrido desde abril de 2018 por la Alianza hasta llegar a esta decisión, que la acerca a transformarse en una instancia activamente dedicada a la política, lo describe en páginas siguientes, en detalle y con franqueza, uno de sus miembros, representante del sector académico, el doctor Ernesto Medina.

De su relato y de sus reflexiones se desprende qué improvisados y cada vez más complejos han sido los tiempos de este grupo, al que la comunidad internacional considera representa a to¬da la oposición azul y blanco por haber sido la cara visible ante Ortega en los dos fracasados intentos de negociación que ha habido desde la rebelión de abril.

TIEMPOS POLÍTICOS: UNIDAD Y ORGANIZACIÓN


En la encuesta de Borge y Asociados, la Alianza cuenta con una opinión “buena” del 41.5% de los encuestados, mientras que el 25.2% dice tenerla “mala”. Al 44.6% “le parece bien que se forme una unidad opositora” para enfrentar al FSLN, mientras que un 40.6% no cree que “se forme esa unidad”.

Creada sólo para negociar, la Alianza Cívica se ha comprometido a romper el escepticismo y a crear “unidad y organización”.

El mismo origen de la masiva y autoconvocada rebelión de abril, sin unidad y sin organización -prueba la más concreta de que no se trató de un golpe de Estado-, ha determinado que la dispersión y los muchos liderazgos surgidos del levantamiento de Abril hayan debilitado la presión interna sobre el régimen.

Ahora, apoyada en lo ya logrado -mantenerse unidos y trabajando en la misma dirección, siendo tan heterogéneos sus miembros y tan diversas sus trayectorias, mantenerse cohesionados ante las amenazas y los “anzuelos” del régimen para evitar cualquier arreglo que llevara a un nuevo pacto y haber sobrevivido a dos intentos fallidos de diálogo-, la Alianza anunció que cree llegado el momento de dedicar sus tiempos a desarrollar un papel más político.

LOS TIEMPOS DEL MOVIMIENTO AZUL Y BLANCO


Las diferentes expresiones del movimiento azul y blanco vienen trabajando por una unidad “en la acción”. Dos de las acciones en las que han tenido más éxito son la constante comunicación y agitación en las redes sociales y el boicot a actividades y negocios del régimen.

Un “influencer” en las redes, el activista Yaser Morazán, lucha por un plan nacional e internacional de desobediencia civil como meta para estos tiempos. “Parto -dice- de reconocer la naturaleza violenta de este régimen. En la medida en que entendamos que estamos en un estado de excepción, nuestra capacidad de lucha tiene que adaptarse a esa realidad. Basándome en eso tenemos que decidir acciones para dejar de participar en la dinámica social, cultural, política y económica del país: paros nacionales, paros escolares, paros fiscales y tributarios, paralización de trámites ante las instituciones del Estado, no participar en ferias, festivales y congresos convocados por el régimen. Es crear un cerco social donde le demostremos que no tiene país que gobernar”.

Como ésta surgen diariamente nuevas iniciativas de resistencia. Y en un escenario cada vez más limitado por el acoso y las amenazas, las misas en las parroquias católicas se han convertido en espacios en donde expresar descontento y determinación de lucha. Los policías antimotines rodean los templos, pero la gente no deja de participar y al término de la misa los desafía des¬de las puertas con banderas y consignas.

13 REFORMAS ELECTORALES INMEDIATAS


Una semana después de anunciar su reestructuración, el 29 de agosto el jurista liberal José Pallais, al frente del sector político en el recién creado Consejo Ejecutivo de la Alianza, presentó ante un nutrido grupo de bases plurales del movimiento azul y blanco las propuestas de la Alianza para reformar el colapsado sistema electoral nicaragüense.

“Para tener un sistema creíble y sólido -dice la Alianza- se necesitan reformas a la Ley Electoral, a la Constitución, a la Ley de Partidos Políticos, se debe crear un Código de procedimientos electorales, una Ley Orgánica del Poder Electoral y un Instituto Nacional de Cedulación, pero hemos priorizado las reformas a la Ley Electoral y a la Constitución, considerando que el resto le corresponderá a un gobierno democrático”.

Pallais presentó reformas prioritarias y entre las “inmediatas” señaló trece.

Nuevas autoridades electorales que generen confianza. Y despartidizar las estructuras electorales.

Autorizar alianzas que escojan libremente su nombre y su representante legal. Y acreditar fiscales sin la decisión discrecional del Poder Electoral.

Ajustar las reformas a las particularidades de la Costa Caribe. Y simplificar el procedimiento para otorgar personalidad jurídica a los partidos.

Garantizar la observación nacional e internacional. Y transmisión de resultados auditable, verificable y observada.

Publicación de resultados en tiempo real. Y depuración del padrón electoral.

Reglamentar las impugnaciones a los resultados. Y activar los procedimientos para garantizar el voto de nicaragüenses en el exterior.

5 REFORMAS A LA CONSTITUCIÓN


Entre las reformas a la Constitución que exigiría la inmediata transformación del sistema electoral, la Alianza identifica 5 imprescindibles.

Que las elecciones generales, municipales y regionales sean juntas y anticipadas. Que sea necesaria una mayoría calificada del 50% más uno para ser electo a la Presidencia y que haya segunda vuelta si nadie alcanza ese porcentaje. Que no exista la reelección presidencial. Que esté prohibida la sucesión presidencial del cónyuge. Y que los diputados se elijan nominalmente y no por las listas que proponen partidos o alianzas.

Estas tres últimas propuestas fueron ovacionadas por el público que escuchaba a Pallais. Tanto la reelección presidencial como la sucesión familiar dinástica están inscritas con repudio en la conciencia nacional por las décadas que se prolongó la dinastía somocista. Por su control de la Corte Suprema de Justicia, Ortega consiguió que la Constitución estableciera la reelección indefinida y se preparaba para que Murillo o uno de sus hijos lo sucediera en el cargo.

El voto por diputados que los partidos políticos seleccionan y presentan en listas cerradas también ha sido muy cuestionado desde hace años. La encuesta de Borge y Asociados refleja una desconfianza mayoritaria en los partidos políticos: el 62.4% afirma no confiar en ellos. En cuanto al tema del adelanto de las elecciones, la encuesta dice que a favor de que se anticipen está el 38% y en contra el 52.1%.

La Alianza dijo contar con el apoyo de la OEA para hacer realidad las reformas que permitan unas elecciones con garantías. La propuesta que presentó -dijo- “no es un tema acabado, es un proceso en construcción que pasa por procesos de consulta amplios con diversos sectores nacionales”. Esos procesos ya están en marcha en tiempos que la Alianza quiere acelerar, ya que Ortega pretende hacer reformas electorales meramente técnicas trabajando unilateralmente con la secretaría general de la OEA, a la que tocaría financiar algunas de ellas (de¬pu¬ración del padrón, por ejemplo) y buena parte de lo ya anunciado por la Alianza son reformas políticas que en su momento dijo la OEA corresponde negociar a Ortega con la Alianza Cívi¬ca.

Desde que se consumó el pacto entre Daniel Ortega y Arnoldo Alemán en el año 2000, un acuerdo que está en la raíz de la actual crisis, y del que salió una reforma a la Constitución y a la Ley Electoral con el objetivo de construir un Estado bipartidista y una sociedad en manos de dos caudillos, empezó a gestarse el Grupo Promotor de las Reformas Electorales para luchar por cambiar la pactada Ley Electoral. El Grupo aglutinó a sectores sociales diversos y hoy continúa trabajando para lograr un consenso nacional, caminando en la misma dirección de la Alianza Cívica.

LOS TIEMPOS DE LA OEA


El 28 de junio la Asamblea General de la OEA reunida en Medellín en sesión ordinaria tomó una decisión que en aquel momento consideramos casi un ultimátum a la dictadura. Hacía ya seis meses que Luis Almagro había iniciado en la OEA el proceso para aplicarle a Nicaragua la Carta Democrática y ese día parecieron acelerarse los tiempos.

En Medellín, con una mayoría de 20 votos a favor -los de los países de mayor peso en el continente-, el principal órgano político de la OEA aprobó una resolución en la que “reiteraba” la preocupación por lo que sucede en Nicaragua, “instaba” al gobierno a reanudar una negociación “de buena fe y efectiva” con la Alianza Cívica -la mesa de negociación estaba suspendida desde el 16 de mayo- y a cumplir lo acordado en la mesa. También “insistía” en el retorno a Nicaragua de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y “reiteraba” que en Nicaragua ha habido “una alteración del orden constitucional” por la violación a los derechos humanos, la falta de libertades y la falta de avance en las reformas electorales.

Por todo esto, la resolución “instruía” al Consejo Permanente a conformar una comisión, que “en el marco del proceso de aplicación de la Carta Democrática”, realizara gestiones diplomáticas “al más alto nivel” para hallar una solución “pacífica y efectiva” a la crisis nicaragüense.

DOS MESES DESPUÉS…


A pesar de la urgencia que se desprendía de esta resolución, los tiempos no se aceleraron. Pasaron dos meses y el Consejo Permanente no hizo absolutamente nada. Y en uno de esos días de esos largos dos meses, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, en un evento en Chile se refirió a las dos dictaduras que “enfrentamos en nuestro hemisferio”: Cuba y Venezuela. . Se desdecía así de sus palabras de hace un año, cuando en la 15 Cumbre Latinoamericana celebrada en Miami llamó a la comunidad internacional a “asfixiar la dictadura que se viene instalando en Nicaragua”. .

Se sabe -y el movimiento azul y blanco lo aprende cada vez con mayor realismo y también preocupación- que los tiempos de la comunidad internacional son muy lentos, tan pausados que parecen necesitar de otros relojes y calendarios.

El retraso en formar la comisión, ¿se debió a que en julio y agosto el calendario de los diplomáticos del hemisferio norte les marca el derecho a unas irrenunciables vacaciones? ¿O se debió a que al frente del Consejo Permanente, que debía realizar consultas hasta formar la comisión que actuaría “al más alto nivel” estaba como presidenta Yolande Ivonne Smith, representante de la isla de Grenada, país que en todas las resoluciones contra los abusos del régimen de Ortega se ha abstenido de votar a favor?

Sea lo que fuera, pasaron dos meses enteros sin dar ningún paso para cumplir con el man¬da¬to del principal órgano político de la OEA.

Finalmente, el 28 de agosto, en una sesión ordinaria del Consejo Permanente se retomó por fin el mandato de la Asamblea General y se formó la Comisión que en un plazo no mayor a 75 días -que ya empezó a contar- evaluará la realidad de nuestro país. Entre otras cosas, decidirá si se le aplica a Nicaragua el artículo 21 de la Carta Democrática y se determina expulsar del organismo regional a la dictadura de Ortega.

Aprobada la comisión, el representante de Ortega dijo en el plenario que su gobierno no “reconoce” a una comisión que no ha solicitado y que representa una “injerencia en los asuntos internos de Nicaragua”. También dijo que el régimen quiere y está dispuesto a trabajar con la OEA en el “fortalecimiento de las instituciones electorales”.

¿TIEMPO DE DEFINICIÓN?


La comisión que realizará gestiones “al más alto nivel” -se entiende por estas palabras que deben llegar hasta Ortega- estará integrada por diplomáticos de cinco países: Paraguay, Jamaica, Argentina Canadá y Estados Unidos, estos tres últimos miembros ya del Grupo de Trabajo sobre Nicaragua, al que Ortega no permitió ingresar en nuestro país.

Todo indica que quien dirigirá la comisión será el representante en la OEA del gobierno de Estados Unidos, Carlos Trujillo, quien ha estado varias veces en Nicaragua. Según sus primeras declaraciones a medios nacionales prevé “una conversación muy difícil” con Ortega, considera que si el régimen no recibe a la comisión ni está dispuesto a trabajar con ella será porque “quiere ocultar la verdad sobre lo que está pasando en Nicaragua” y en ese caso, las reacciones de Estados Unidos, y las de otros países, serán “contundentes”.

¿Esos “otros países” serán los europeos? Al despedirse de Nicaragua, el embajador de la Unión Europea, el británico Kenny Bell, insistió en que el diálogo es la “condición” que consideran esencial los europeos para dar por resuelta la crisis nicaragüense, señalando las cuatro áreas que requieren de acuerdos “de buena fe”: presos políticos, garantías y libertades, reformas electorales y justicia, coincidiendo con las áreas en las que insiste la Alianza Cívica.

Trujillo dijo también que las sanciones, tanto económicas como individuales, “siempre siguen sobre la mesa”, mencionando incluso que para Estados Unidos “Nicaragua no va a ser diferente” de Venezuela. Fue categórico al decir que “no se ha avanzado absolutamente nada en las negociaciones”, calificándolas de “pérdida de tiempo” e insistió en que los acuerdos en la negociación a la que quiere la Comisión llevar a Ortega deberán ser “reales y de buena fe”.

EN LOS TIEMPOS DE LA GENTE:
¿SALUD, DINERO Y AMOR?


Mientras parecen inalterables los tiempos de Ortega y se han acelerado los de la Alianza Cívica para lograr presión interna al ser tan lentos los tiempos de la diplomacia internacional, los tiempos de la mayoría de la gente en Nicaragua son cada vez más difíciles, inseguros e inciertos.

El refrán popular menciona como fórmula de la felicidad tener “salud, dinero y amor”… y en ese orden.

¿LA SALUD?


La salud pública ha sufrido significativamente con la crisis. El presupuesto nacional no está priorizando la atención en salud desde que empezaron a disminuir los dineros venezolanos y hoy la gente resiente la falta de medicinas en el sistema público.

También resiente la calidad de la atención. El despido de 400 profesionales, muchos especialistas, por razones políticas, influye, sin duda en la crisis sanitaria. Este año, en contraste con años anteriores, el dengue parece estar fuera de control, un síntoma de la crisis que afecta al Estado. ¿Falta de recursos? ¿Otras prioridades a las que se dedican los reducidos presupuestos? ¿Control político por sobre la eficiencia y la capacidad profesional?

Seguramente es una mezcla de todo esto, en la que también cuenta la desmotivación que ha potenciado en las instituciones estatales la prolongación irracional de la crisis.

¿EL DINERO?


El dinero se ha reducido en las arcas del Estado, en la banca nacional y en el bolsillo de la mayoría de la gente.

El 71.8% de quienes respondieron la encuesta de Borge y Asociados dijo contar mensualmente con sólo 8 mil córdobas para sobrevivir o incluso menos. Al cambio, son unos 230 dólares, una cantidad que le permitiría a una familia de unos cinco miembros comer los tres tiempos, nutriéndose, apenas durante una semana.

Otros están peor: son más de medio millón los desempleados y 7 de cada 10 están “empleados” en ocupaciones informales, sin un ingreso fijo, afectados también en lo que venden o en el servicio que prestan por el declive generalizado del consumo entre quienes tienen empleo y salario.

Todo esto va pintando un panorama cada vez más angustioso para más nicaragüenses. “Nos hemos acomodado reduciendo personal, recortando por todos lados, pero sabemos que esto no se va a componer, que esto no va a mejorar”, repiten dueños de pequeños negocios. Es mayoritaria esa sensación: la gente ya sabe que con Ortega y Murillo en el gobierno no se compondrá el país.

¿Y EL AMOR?


¿Y el amor? El país se ha polarizado al extremo. Todo lo avanzado durante los años posteriores a la cruenta guerra civil de los años 80 se lo ha llevado el río de horrores de los meses más duros de 2018 y el dolor de todo lo que ha seguido.

Resultado: el odio ha ganado espacios en ambos lados. La prolongación de la crisis, la brutalidad de la represión, la saña con que el régimen ha castigado, y sigue castigando, a quienes apoyaron el estallido de abril y piensan diferente, la negación de la realidad, han sembrado odio en un lado.

Y el temor a perder no “la revolución”, sino prebendas, seguridades, favores, ayudas, conexiones, un esta-tus, incluso un idealizado pasado, ha abonado el odio en el otro lado.

¿Cómo será lidiar en el futuro, aún en el más promisorio, con tantos resentimientos, con tantas experiencias traumáticas? ¿Cuánto tiempo llevará construir puentes horadando poco a poco las murallas de enemistades en las familias, en los barrios y en las comunidades?

¿Están los tiempos del movimiento azul y blanco en capacidad de irse preparando para esa tarea?

Y en los tiempos de la comunidad internacional, ¿estará ya la disposición a potenciar las capacidades nacionales, con presencia y asistencia, para desarmar a los paramilitares que el Ejército ya nos dijo que no los va a desarmar, y que han sido tan responsables de tantos crímenes y de tanta siembra de odio?

El tiempo, el implacable, tiene la palabra. Nos dirá hasta cuándo podremos responder a éstas y a otras tantas inquietudes.

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