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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 84 | Junio 1988

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Nicaragua

Vivienda: algunos pequeños grandes pasos

Aunque la primera impresión que produce la capital de Nicaragua es la de un abrumador desorden, desde 1979 se han ido estableciendo algunas medidas con las que superar el estilo somocista, marcado por una culpable negligencia. La vivienda fue un de las primeras demandas populares a la que los sandinistas tuvieron que dar respuesta ya desde los primeros días de la revolución.

Equipo Envío

En un rápido recorrido por Managua -con casi un millón de habitantes- podremos contemplar desde barrios obreros que conserven aún las cicatrices del terremoto hasta improvisados asentamientos levantados en una noche a la par de repartos residenciales de bonitas casas que no presentan signos ni del subdesarrollo ni de los ocho años de guerra.

El somocismo: una historia de abandono

Las condiciones de la vivienda en la Nicaragua pre-revolucionaria estaban por debajo de los mínimos aceptables. A menudo, predominaban condiciones miserables. Esto es lógico dada la casi total falta de atención que el somocismo prestó a las necesidades de las clases populares -urbanas y rurales-, a excepción de algunos programas aislados que se implementaron, sobre todo después del terremoto de 1972. Muy poca gente en Managua y en las principales ciudades de Nicaragua era propietaria de su casa. La mayoría era victima de un corrupto sistema de alquileres que le hacia vivir en una gran inseguridad. A pesar de que los alquileres eran altos, gran numero de casas no tenían los servicios básicos, agua corriente y electricidad. La situación en las zonas rurales era aun peor. Muchos obreros agrícolas vivían en barracas sometidos a los caprichos de su patrón.

La desoladora situación que presentaban las ciudades, especialmente Managua, empeoró con la acelerada urbanización que impusieron las políticas agrarias del somocismo que obligaron a muchos campesinos a abandonar sus tierras para dar paso a extensos latifundios algodoneros. Nicaragua, como el resto de los países latinoamericanos, ha experimentado una fuerte migración del campo a la ciudad a partir de los años 50, a la que hay que sumar un alto incremento en la tasa de natalidad.

El terremoto del 23 de diciembre de 1972 destruyó el 75% de las viviendas de Managua y distorsionó definitivamente el desarrollo de la ciudad. El centro de la capital fue destruido totalmente. Los escombros fueron prácticamente demolidos cuando ya la Guardia Nacional los había podido saquear. En los primeros días se prohibió a los afectados el volver a sus casas a salvar sus pertenencias. Después, Somoza prohibió edificar en estos baldíos y la ciudad comenzó a levantarse y a extenderse en un desordenado batiburrillo de barrios, conectados entre si por calles trazadas sin tener en cuenta para nada el trafico peatonal. Los nuevos barrios se construyeron muy lejos del antiguo centro de Managua y los predios baldíos que iban quedando vacíos en las zonas intermedias empezaron a subir de precio por obra y gracia de especuladores, compinches de Somoza, que al final hicieron grandes negocios revendiendo estos terrenos.

En la mayoría de los nuevos barrios no había agua potable, sistema de alcantarillado o electricidad. Algunos alquilaban camiones cargándolos de bidones de agua que vendían después a precios elevadísimos. El gobierno no ejercía ningún control ni tampoco elaboraba planes para dar servicios a estos nuevos centros de población.

Con ocasión del terremoto, mucho dinero de ayudas internacionales corrió por Nicaragua, pero casi todo fue a parar a los bolsillos de Somoza. El mas amplio proyecto de viviendas construido después del terremoto, con fondos de la AID norteamericana, fue el barrio "Las Américas", con 11 mil viviendas de madera, piso de tierra y sin servicios higiénicos.

Por otra parte, las viviendas que se levantaban en colonias de clase media o menos baja eran construidas por empresas privadas que a menudo encarecían en cuatro o cinco veces el valor real del terreno y de la casa, haciéndolas inalcanzables para la mayoría de la población. Los bancos y los contratistas jugaban un papel esencial al definir que clase de casa estaba al alcance de que clase social. A los pobres les quedaban pocas alternativas. Fue en estos tiempos que se construyeron en repartos de clases tan altas verdaderas mansiones que empleaban maderas preciosas y ocupaban hasta una manzana entera.

Siendo esta la situación, antes de 1979 la mayoría de las familias de Managua tenía que elegir entre varias opciones poco agradables. Podían intentar conseguir un terreno en algún asentamiento ilegal o en tierras marginales en las que escaseaban o no había servicio de agua y luz. Podían alquilar un cuarto para toda la familia en una "cuartería", miserables habitaciones con servicios colectivos en las que la gente estaba "sometida a los caprichos y rapacidad de los propietarios", como reconoció uno de los primeros informes del Ministerio de Vivienda credo tras la revolución. Otra opción era invadir terrenos muy malos -los de la orilla del lago, por ejemplo- construyendo con ellos casas hechas con los desechos que podían encontrar.

El censo nacional de 1971 muestra que el 60% de la población tenía viviendas con suelos de tierra, el 40% no tenía ceso a agua corriente y casi un 50% no tenía servicios higiénicos, ni siquiera letrinas. El 70% de la población vivía en casas con uno o dos cuartos y la cuarta parte de la población compartía su habitación con otras cuatro personas de la familia. Como es lógico, esta situación -particularmente la falta de agua- constituía una seria amenaza para la salud. Ocho años después, en 1979, el 60% de los managuas seguía sin tener electricidad, agua corriente o servicios higiénicos en sus casas.

En el campo, muchos obreros agrícolas temporeros de las cosechas de agroexportación -bananos, café- vivían amontonados literalmente unos sobre otros en galerones, estructuras de madera sin ningún servicio higiénico o ventilación. A cada uno se le asignaba un anaquel del galerón, mínimo espacio separado del que ocupaba otro obrero por apenas 20 pulgadas. Para los obreros agrícolas permanentes, que podían librarse del régimen de galerones, las condiciones eran también muy duras. Una investigación de la situación en 49 latifundios, mostraban que dos terceras partes de éstos vivían en casas con suelos de tierra, sin agua corriente ni electricidad. Los que tenían agua o luz la tenían sólo unas horas al día. Los campesinos que cultivaban su propia tierra corrían el riesgo de perder sus casa cuando eran forzados a abandonar sus tierras para dejar mas espacio a las cosechas de agroexportación, especialmente al algodón.

A la crítica situación que hemos descrito hay que añadir, en Managua y en otras ciudades que se insurreccionaron contra Somoza, los daños causados por las represalias de éste, especialmente con los bombardeos indiscriminados de los últimos meses de la dictadura. Unos 4 mil hogares de las áreas urbanas de Nicaragua fueron seriamente dañados o totalmente destruídos por las bombas sandinistas.

Un primer paso: establecer que la vivienda es un bien básico

La primer medida que tomó la revolución para enfrentar esta situación fue la creación del Ministerio de Vivienda y Asentamientos Humanos (MINVAH) en agosto de 1979. Enseguida, MINVAH comenzó a trabajar para formular una nueva concepción de la vivienda de acuerdo con el proyecto revolucionario. En su análisis, un elemento esencial fue el considerar la vivienda como un bien básico y primaria, como lo son la salud o la educación, desterrando el concebirla como una mercancía o un asunto de carácter financiero, como suele hacerlo el sistema capitalista.

Por primera vez los terrenos de las ciudades comenzaron a ser vistos y administrados como un recurso social y no como un objeto mas de compra-venta y de especulación.

El gobierno revolucionario insistió también en que los proyectos de vivienda, y en general toda la política de vivienda, debían responder a las necesidades productivas del país y a la real situación económica, no aislándolos de una planificación nacional. Así, el MINVAH comenzó a hacer la transición desde un sistema deshumanizado cuya ley era el "laissez-faire" hacia una política humana ordenada según la lógica de las mayorías.

Dada la critica escasez de viviendas, el Ministerio tenía que empezar por servir a la mayor cantidad de gente posible. "El objetivo general del MINVAH -fue su declaración- consiste en hacer efectivo el derecho de cada familia a una vivienda adecuada, eliminar la especulación con la vivienda y la tierra urbana, distribuir y orientar las inversiones de manera que se apoye a los grupos estratégicos definidos por el gobierno y normar el desarrollo de los asentamientos humanos del país".

Como ha sucedido con otros servicios que la revolución ha intentado hacer llegar a todo el pueblo, el de la vivienda se vio también muy limitado por la escasez de recursos económicos, ya grande en 1979 y cada vez mayor en la medida en que se intensificaba la guerra de Estados Unidos contra Nicaragua. En la mayoría de los países latinoamericanos y del Tercer Mundo, los proyectos de vivienda dependen en gran medida de créditos norteamericanos -de la AID en primer lugar- y de los de otros organismos multilaterales. La decisión que el gobierno norteamericano tomó desde 1981 de negar créditos al gobierno de Nicaragua afectó seriamente esta área del desarrollo social. Es por esto que algunos de los pasos que se han dado pueden servir de estimulo a otros países subdesarrollados sobre todo porque no están apoyados ni en grandes inversiones ni en la ayuda exterior.

Una de las primera medidas: legalizar a los ilegales

Una de las primeras medidas que se tomó fue legalizar la situaciones existentes, especialmente otorgando títulos de propiedad de los terrenos ocupados ilegalmente a sus ocupantes. El decreto que establecía esta nueva legalidad fue uno de los primeros del gobierno revolucionario. En el decreto se asignaba al MINVAH la responsabilidad de administrar y desarrollar estos barrios -unos 400 con mas de 50 mil casas-. Al pasar estos barrios de las manos privadas a las del Estado, sus habitantes continuaron en un primer momento pagando sus alquileres al Ministerio. Después, los comités de barrio solicitaron una rebaja en los alquileres y esta les fue aceptada.

El cambio operado fue grande. Un ejemplo se vio en Cuidad Sandino -antes de la revolución, el OPEN 3, llamado así porque era parte de la Operación Permanente de Emergencia Nacional-. A 13 kms. de Managua, este barrió nació del éxodo provocado por unas grandes inundaciones que hubo en la capital en 1969 y 1970. Tras el terremoto del 72, miles de personas más poblaron el barrio. Los vecinos del Open 3 pagaban alquileres y estaban a manos de los propietarios de estos terrenos. Durante años el barrio careció de la mayoría de los servicios básicos. Una religiosa norteamericana que trabaja en Ciudad Sandino desde antes de 1979, valora así el proceso de legalización: "Ahora, la gente ya tiene su titulo. Hasta el último año de insurrección, los especuladores tenían sus ojos puestos en Ciudad Sandino porque ya había algunos servicios de agua y luz. Compraban terrenos y después los vendían a precios mayores. Lo que el gobierno quiere evitar es que las familias pobres se vean en la necesidad de vender sus terrenos a los especuladores por poco dinero y estos se vayan haciendo dueños de un barrio".

La precaria situación legal en la que mucha gente se veía forzada a vivir, víctima de especuladores y usureros, se fue resolviendo en otros muchos barrios en la medida en que el MINVAH intervenía en nombre de sus residentes. En enero de 1980 la Ley de Arrendamiento rebajó todos los alquileres. Casi el 90% de estos se redujo a la mitad, fijándose un alquiler-tope previa la valoración de la casa. La ley fue una especie de control nacional de los alquileres con la que se protegían los derechos del arrendatario sin descuidar los del propietario.

En los últimos años, la espiral inflacionaria provocada por la crisis económica han hecho que los propietarios se resistan a cobrar alquileres en moneda nacional. La situación se complica por el gran número de extranjeros que residen en Nicaragua y que pueden pagar alquileres o comprar casas en dólares, sea en barrios populares o en los de clase media, lo que no esta al alcance de la mayoría de los nicaragüenses.

En 1984, el MINVAH instaló servicios comunitarios e infraestructura para beneficiar con ello a unas 250 mil personas en distintas ciudades de Nicaragua. Con esto y con la entrega de miles de títulos de propiedad se creó una desconocida situación de seguridad para un amplio sector de la población.

Las limitaciones que aparecían en el camino

Desde los primeros años de la revolución, el MINVAH llevó adelante varios proyectos de viviendas. Uno de los mayores fue el del barrio de Batahola, en Managua, con 2.200 casa que se construyeron en 1980 en el mismo sitio donde una año antes la Guardia Nacional había hecho una cruenta masacre de jóvenes. Las casas de Batahola ser llamaron de "minifalda", porque las paredes eran de cemento hasta unos cuatro pies de altura y el resto de la estructura era de madera. Los techos eran de cinc y estaban incompletos en el momento de entregar la casa. El proyecto favoreció a los trabajadores de las fábricas de la zona, que vivían en casas miserables. El barrio se inició sin calles pavimentadas. Las casas se conservan en buen estado y tienen ventanas con cristales y verjas de hierro, cosa que el MINVAH ya no pudo seguir ofreciendo en toros proyectos. En todos ellos, las familias han ido embelleciendo y mejorando las casas, poco a poco y según sus propios recursos.

Como sucedió con casi todo, también con la vivienda las soluciones ideales que se pensaron inicialmente para dar respuesta a las demandas populares, no pudieron ser asumidas por el gobierno. Miguel Ernesto Vijil, Ministro de Vivienda durante casi 9 años, señala, por ejemplo, que el proyecto de Batahola costó casi lo mismo que la Cruzada Nacional de Alfabetización, que se llevó a cabo al mismo tiempo.

La problemática de la vivienda tuvo que insertarse en la realidad económica y social del país, llena de limitaciones. En Nicaragua esto significaba -según la comparación de Vijil- que la construcción de viviendas no podía ser la máquina locomotora que arrastraba tras sí otros proyectos productivos sino más bien un furgón de cal que llegara a aquellas zonas donde la producción fuera más consolidada o a aquellos donde se necesitara desarrollarla.

Algunos de los iniciales proyectos del MINVAH pecaron por cálculos optimistas sobre sus costos o sus diseños. Uno de ellos se decidió para mejorar la situación de un asentamiento ilegal establecido en un viejo barrio de Managua. Se demolieron las antiguas estructuras y se construyeron 463 casas nuevas con ayuda del gobierno de Venezuela y con la participación de los vecinos en la construcción. Las casas se hicieron según un modelo abierto, con un patio trasero que compartían varias casas. Pero, terminada la construcción, muchas de los vecinos no respetaron el modelo abierto y levantaron cercos para separar una casa de la otra y proteger asi sus propiedad y sus patios individuales.

En otro caso, el MINVAH planificó originalmente la construcción de 550 casas de apartamento de dos pisos en el centro terremoteado de Managua. En ellas se instalarían familias de bajos ingresos. En los primeros tres años del proyecto, sólo pudo terminarse uno de los complejos, con 64 apartamentos. El costo superó todos los cálculos iniciales y al final, los apartamentos sólo pudieron ser adquiridos por funcionarios estatales de clase media. En León, un proyecto mas barato fue visto con poco entusiasmo por sus potenciales ocupantes, que no eran partidarios de las casas de piso. La falta de consolidación con la gente antes de iniciar el proyecto creó problemas.

Así, el MINVAH ha tenido que encarar de muchas formas la crisis de las excesivas expectativas que había en torno a lo que realmente el Ministerio podía hacer.

Los pasos dados en Managua han sido complejos

Así como legalizando a los ilegales el MINVAH respondió a una necesidad básica, también pudo hacerlo en otras áreas. Por ejemplo, en lo que llamó "urbanizaciones progresivas", que se convirtieron en el corazón del programa del Ministerio para las ciudades, especialmente para Managua. Este programa daba a los vecinos el título el terreno -pueden darlo en herencia, pero no venderlo-, asegurándoles los servicios básicos en sus viviendas. El proyecto empezó a implementarse en 1982, después de las inundaciones que afectaron a un gran número de familias que vivían en trono al lago de Managua. En los mismos momentos del desastre, los funcionarios estatales ofrecieron a los afectados nuevos terrenos en otras zonas de la ciudad.

En este programa, correspondía al MINVAH hacer el trabajo técnico que garantizara los terrenos y los servicios básicos fue ofrecía el programa. Primeramente, se entregaba el titulo de propiedad a la familia. Un primer paso, pero muy importante, sobre todo si se tiene en cuenta que difícil es en los países subdesarrollados el acceso de las familias pobres a la propiedad de suelo urbano o rural. Antes de entregar los terrenos, el MINVAH hacia estudios sobre posibles fallas sísmicas en los mismos, peligros de inundaciones, etc. Se garantizaban al neuvo bario drenajes, alcantarillado elemental, caminos de tierra y llaves de agua -una para cada 20 lotes-, dándose a cada casa una letrina.

Desde 1981 han sido distribuidos 16 mil lotes a otras tantas familias. A la vez que se favorecía a un buen numero de gente, se iban habitando así las grandes áreas de baldíos que salpican la Managua post-terremoto.

Mientras el MINVAH asumía las responsabilidad del trabajo técnico, el trabajo político quedaba en manos de los Comités de Defensa Sandinsita (CDS) del nuevo barrio, a los que correspondían muchas iniciativas colectivas Era éste un trabajo clave para el desarrollo de la comunidad de vecinos y par detectar las necesidades que iban surgiendo. Una norteamericana que trabajó en una minibrigada que construyó letrinas e instaló tuberías de agua en uno de los barrios levantados tras las inundaciones de 1982, recuerda el sistema de trabajo comunitario. Cada mañana había una reunión par discutir la agenda de actividades del día y la mayoría de los vecinos -a excepción de los que tenían trabajo tiempo completo- tomaban parte en ellas. El agua era la prioridad numero uno.

Después, las letrinas para las familias que tiene menor numero de miembros que pudieran dedicarse a las tareas colectivas. Además del trabajo previsto, la comunidad limpió un baldío vecino para construir en él un pequeño centro comunitario. Obviamente, una participación tan viva es posible solamente cuando el CDS es dinámico. Es una realidad que en los últimos años estos comités de barrio han visto descender drásticamente la participación de los vecinos, en parte por cansancio o apatía y también porque este trabajo comunal requiere de un tiempo del que a veces no se dispone, o bien porque se dedica a otras organizaciones o bien porque hay que dedicarlo a lo mas urgente: buscar como sobrevivir.

Teóricamente, la gente involucrada en este programa del MINVAH tiene acceso a un banco de materiales de construcción que administra el Ministerio. Pero, con la creciente escasez de recursos, no hay en este banco todos los materiales que se necesitan, en comparación con los que permitieron construir unas 2 mil casas antes de 1984. En la práctica esto ha significado que cada familia debe encontrar como pueda sus propios materiales de construcción. Por esta razón, las casas se construyen o se reparan con materiales deficientes o a altísimos costos.

El programa de urbanizaciones progresivas no fue visto con buenos ojos por muchos arquitectos y diseñadores, acostumbrados a hacer casas más bonitas con mejores materiales. Estos profesionales acusan al MINVAH de hacer barrios "feos". Pero si la alternativa es servir a 15 familias con calidad estética o a 60 familias con lo que se pueda, el MINVAH va a continuar optando por la cantidad olvidándose por el momento de la calidad y la belleza.

El punto mas critico en las ciudades son los llamados "asentamientos espontáneos", que empezaron a brotar, especialmente en 1985 y 1986. La población de Managua se ha doblado desde 1979 como resultado tanto de una altísima tasa de natalidad como de una continua migración del campo a la ciudad, que la guerra ha acrecentado. La demanda de servicios básicos -agua y electricidad- que surgen en cada nuevo asentamiento esta muy lejos de las posibilidades de respuesta que tiene la capital. Aparte de la guerra, los campesinos emigran a las ciudades porque esperan encontrar en ellas un mas fácil acceso a la salud, a la educación y otros servicios, mas escasos en el campo. Esta es una expectativa lógica en los tres primeros años de la revolución, pero en la medida en que se fue intensificando la guerra, el gobierno comenzó a prestar mayor atención al desarrollo económico y social del campo, en un intento, tanto de rectificar la negligencia histórica sufrida por los campesinos nicaragüenses como de reforzar el sector agrario, esencial para el desarrollo del país.

Pero ha sido difícil detener la migración campo-ciudad. Y en la medida en que mas y más gente compite por los servicios sociales de una ciudad con tantas limitaciones, el nivel de vida de los sectores urbanos mas pobres se va deteriorando. Esto es lo que ha pasado. Para poner algún freno a la migración, el gobierno proclamó la explícita política de no brindar servicio a los asentamientos espontáneos, habitados principalmente por sectores no productivos dedicados al comercio informal.

A diferencia de lo que ocurre con los "paracaidistas" de asentamientos como éstos en otras capitales latinoamericanas, no ha habido nunca para ellos en Nicaragua una política represiva, de desalojo por la fuerza. La revolución parte de la convicción de que la gente que invade tierras baldías para levantar en ellas sus ranchos está urgida de necesidades a las que el estado no se puede todavía responder. Una "solución" sería el mantener a la gente produciendo en el campo valiéndose para ello de una legislación de mano dura. Otra solución parcial sería el colaborar a que la tasa de natalidad actual estuviera mas en consonancia con la capacidad de infraestructura que tienen las ciudades. Mientras el gobierno intenta hacer mas atractiva la vida en el campo -un largo debate sobre como hacerlo continua abierto-, la migración campesina continua incrementándose, al igual que se incrementa la tasa de natalidad.

Asentamientos: un importante paso en el campo donde 250 mil personas han sido desplazadas por la guerra

Uno de los principales programas de vivienda implementados desde el triunfo de la revolución en las áreas rurales es el de los asentamientos. El Ministerio ha levantado alrededor de 300 de estos asentamientos, con unas 18 mil viviendas. Algunos de estos asentamientos han surgido de la reubicación de población campesina en lo más álgido de algunas zonas de guerra, particularmente de la Costa Atlántica y de la zona central (Región 5), lugar de intensa actividad contrarrevolucionaria desde 1985. El programa de asentamiento está estrechamente ligado al programa de la reforma agraria, corazón del programa revolucionario en el campo. Por eso, tanto el MINVAH como el Ministerio de Agricultura han construido nuevos asentamientos en los últimos años. Tradicionalmente, el campesinado nicaragüense vivió en condiciones de dispersión y marginalidad sin llegar a ser dueño de la tierra que trabajaba. Los asentamientos viene a variar radicalmente esta situación.

La población de los asentamientos proviene de tres sectores:

1) gente desplazada por la guerra;
2) gente atraída por los servicios ofrecidos en los asentamientos, incluido el de la mayor seguridad que da el vivir en una comunidad numerosa;
3) gente que ha abandonado zonas pobres agrícolamente deforestadas, estériles de la región norte y central (Regiones I y V).

En total, unas 250 mil personas han sido desplazadas por la guerra o se han movilizado por éstos u otros motivos para vivir en los asentamientos. Algunas la hicieron voluntariamente, otras fueron reubicadas por el gobierno por razones militares.

Casi todos los asentamientos fueron construidos en zonas de guerra, principalmente en la Región I (Las Segovias), en la 6 (Matagalpa-Jinotega) y en los últimos años, en la 5 (Boaco-Chontales). Los primeros asentamientos se levantaron en el valle de Jalapa (Región 1), estratégico triángulo de territorio nicaragüense que se interna en territorio hondureño. En el 82-83 el área de Jalapa fue la de más intensa actividad contrarrevolucionaria.

Los grandes latifundios de la región de Jalapa pasaron a ser propiedad estatal después de 1979. Esta propiedad estatal que comenzó siendo de 15 mil manzanas (1 manzana = 0.7 hectáreas) se redujo a 7 mil mz. para priorizar la formación de cooperativas y entrega de parcelas individuales a los campesinos. Hoy hay en la región 53 cooperativas (28 mil mz.) con 2.158 socios. Cuando comenzaron los ataques contrarrevolucionarios por estas tierra mucha gente huyó a la ciudad de Jalapa. Se estima que hasta 1.300 familias se movilizaron en estos primeros momentos.

Pero la ciudad de Jalapa no ofrecía oportunidades económicas para tanta gente y por eso se decidió crear cooperativas de autodefensa que fueron capaces de garantizar a los campesinos su seguridad física a la vez que el nivel de producción necesario para la vitalidad económica de toda la región. Los primeros asentamientos creados en al zona de Jalapa fueron El Escambray, La Estancia y Santa Cruz, todos orientados a la producción de tabaco, tradicional en el valle. Estos primeros asentamientos gozan hoy de la fama de tener comunidades bien consolidadas, mientras que en otros mas recientes los campesinos tiene aun que enfrentar duras condiciones a causa de los escasos recursos de que el gobierno dispone para desarrollarlos y lograr esta consolidación.

Otro proyecto del MINVAH en la zona dio viviendas a una comunidad que ya existía y en la que la mayoría de sus miembros trabajaba en una fábrica de tabaco cercana a la hacienda La Mía -antigua propiedad de Somoza-, unos 10 kms. al sur de Jalapa. En 1983 se levantaron allí unas 100 casas prefabricados, con la colaboración de las familias. También se construyeron un escuela y un centro infantil y se instaló agua potable.

Aunque el MINVAH no es un ministerio directamente responsable del incremento de la producción del país, las decisiones que toma sobre dónde construir sí están directamente ligadas a la problemática de la producción agraria. En este sentido, la vivienda es vista como uno de los servicios básicos que debe ser facilitado a la población campesina si se quiere mantener e incrementar la producción y la productividad de una zona.

Cuando fueron construido los primeros asentamientos, la gente se trasladaba a vivir en casas básicamente terminadas. Estas primeras casas se construían en fases. Posteriormente se optó por casas prefabricadas, que se terminaban más rápido y que resultaban más baratas. Pero en la medida en que la demanda de casas creció, el Minvah se vio obligado a adoptar el modelo del "plan techo", en el que básicamente se construye sólo la "cáscara" de la casa: el techo y las vigas principales, dejando la construcción del resto -paredes- a los propietarios. En algunos casos las viviendas se entregaban con piso de cemento. La decisión del "plan techo" se tomó por razones económicas y para asegurar que un mayor número de gente dispusiera de lo que es más esencial en una casa: un techo bajo el que cobijarse. Organizaciones no gubernamentales -algunas ecuménicas- contribuyeron a facilitar a los campesinos los materiales para poder terminar sus casas.

Muchas de las cooperativas creadas en los nuevos asentamientos son cooperativas de autodefensa. Sus miembros trabajan la tierra con el fusil al hombro. La construcción de los asentamientos no ha estado exenta de riesgos. En el Ministerio de la Vivienda se puede visitar una galería con las fotografías de todos los técnicos y trabajadores que fueron asesinados por los contrarrevolucionarios cuando desarrollaban el trabajo de construcción en las más alejadas regiones de Nicaragua.

Técnicos del Ministerio de Agricultura y del de la Construcción también han derramado su sangre realizando esta misma tarea. Aunque el ataque de los contras a un asentamiento de 40 ó 60 familias no merezca más de una línea en los cables internacionales, el daño hecho es enorme y significa meses y meses de reconstrucción, e ingentes esfuerzos humanos y materiales. La Posolera, un asentamiento al este de Waslala, en la zona central del país, se levantó en 1984, después de que un grupo de campesinos se vio forzado a abandonar sus lugares por la guerra. Formaron una cooperativa y muy pronto comenzaron una nueva vida. Cultivaban la tierra sin separarse de su AK-47 cuando en abril de 1986 fueron atacados. Siete campesinos resultaron muertos, incluyendo al presidente de la cooperativa.

El nivel de expectativas de la población campesina

Un problema en el trabajo con la población campesina es el de su nivel de expectativas dadas sus especiales necesidades y preocupaciones. Un grupo de arquitectos y planificadores norteamericanos solidarios con Nicaragua y organizados en APSNICA; con base en Estados Unidos, han estado construyendo casas en la zona campesina de Matiguás desde 1985. La organización es financiada con donaciones de norteamericanos y se estima que las casas que levantan el grupo resultan casi la mitad más baratas que las casas-modelo que suele hacer el Minvah. La gente de APSNICA ha trabajado en colaboración con el Ministerio, con las comunidades y con el gobierno regional y conocen los diferentes problemas que han ido surgiendo sobre el diseño de las viviendas y, más fondo, sobre el mismo concepto de vivienda campesina.

En los primeros encuentros que estos planificadores tuvieron con los miembros de la cooperativa, presentaron un plan, dibujándolo en un pizarrón. Se basaban en el diseño que usaba el Ministerio de Agricultura. AL año siguiente, la gente ya tenía varias opciones de vivienda donde escoger, pero no les era fácil, porque generalmente no se suele establecer ninguna relación entre el plano de una casa y la casa en la que a uno le gustaría vivir. Para enfrentar este problema, los planificadores llevaron hasta las comunidades una maqueta a escalas para así darles a los campesinos una idea más exacta de las dimensiones de su futura casa. Dice un funcionario de APSNICA en Nicaragua cuando trata de describir el proceso de participación en el trabajo de una comunidad: "Enseñar cosas en el papel será muy bonito pero casi no tiene sentido".

Al principio, cuando APSNICA experimentó con casas construidas muy cercanas unas de las otras, más aptas para ser defendidas colectivamente de cualquier ataque, sólo enseñaron a la gente los planos. Después iban al campo y le explicaban sobre el terreno dónde estaría cada casa. Pero cuando las casas comenzaban a levantarse, los campesinos no estaban muy satisfechos, aunque delante de los extranjeros que "sabían" callaban por timidez. Una mujer se quejaba así: "Mis pollos se van a sentir como si tuvieran en cárcel". Los ajustes se hicieron sobre la marcha.

Un problema similar en la Región 5 dejó todo un proyecto con las casas vacías. En este asentamiento, al norte de Juigalpa, se construyeron hilera de casas demasiado cercanas una a la otra para lo que son costumbres y el concepto de comodidad de un campesino. La gente respondió desarmando los materiales de las viviendas y construyendo casas de otro tipo en las cercanías. Los técnicos agrícolas han señalado otras preocupaciones que han visto surgir.

En las cooperativas de crédito y mantienen parcelas privadas para sus siembras, uno de los asuntos más delicados es la cercanía que hay entre una casa y otra y si la tierra de cada campesino queda cercana o lejana de su casa. La mayoría prefiere tener la tierra junto a la casa o al menos tener bastante terreno alrededor de la propia casa para así tener cerca a sus animales. En alguno de los asentamientos levantados más recientemente, particularmente en la región de Nueva Guinea, las casas ya fueron construidas con separación entre una y otra, aunque esto crea problemas para la instalación del agua potable y la electricidad, e implica un mayor gasto inicial de infraestructura para poder brindar servicios básicos a la comunidad.

Otros problemas del diseño son el de la seguridad y la privacidad de cada familia y el lugar que ocupa la cocina, o más exactamente, el tipo de fogón que se le pone a la casa si la cocina es parte de ella. Lo restringido del presupuesto del que se dispone condiciona las respuestas que se puedan dar a cualquiera de estos problemas.

Nicaragua ha recibido una gran cantidad de ayuda internacional en el campo de la vivienda, mucha en proyectos llamados "clandestinos", que son los que surgen a raíz de la visita al país de grupos de internacionalistas generosos que quieren "hacer algo". El gobierno holandés y las Naciones Unidas han apoyado proyectos de vivienda en la Región 5. Varios organismos no-gubernamentales y de orientación religiosa-ecuménicos- han apoyado la construcción de pequeños grupos de viviendas en diferentes zonas. En general, la ayuda internacional en el campo de la vivienda se da, sobre todo, en forma de contribuciones privadas y pequeñas, todas muy significativas.

Todos los pasos que aún quedan por dar

El caso del Ministerio de la Vivienda sirve de ejemplo para abordar el proceso de "compactación" en que el Estado revolucionario está empeñado desde febrero de 1988 como un medio para afrontar mejor la crisis económica y la economía de sobrevivencia, reduciendo la burocracia estatal. El MINVAH ha sido "compactado". Es decir, ha desaparecido como tal ministerio y sus tareas más fundamentales están siendo asumidas por cada uno de los gobiernos regionales. Vijil, el saliente ministro, declaró a envío que el proceso de compactación estatal representará un avance para la solución de los problemas de la vivienda y lo caracterizó como una fase más de un lógico y largo profeso de descentralización iniciado años antes.

Históricamente, Nicaragua ha padecido de una excesiva centralización. Con la revolución esto tenía que cambiar. En 1982, comenzó el proceso de regionalización, con el objetivo de asegurar que los intereses de cada región fueron mejor atendidos. Como era básico partir del establecimiento de estructuras regionales, que nunca antes habían existido, el proceso fue iniciado después de largos estudios y esto ya retrasó una decisión que era urgente. Una vez iniciada la regionalización, los delegados regionales de cada ministerio comenzaron a trabajar en cada región, en algunas de ellas en medio de una guerra cada vez más desgastante. Los gobiernos regionales fueron convirtiéndose en un elemento decisivo para estimular la participación popular en la toma de decisiones y para evitar que las preocupaciones de la capital Managua dominaran las preocupaciones nacionales.

En cuanto a la vivienda, los gobiernos regionales tienen ahora poder sobre las inversiones en este rubro. Actualmente, el Minvah está en el proceso de trasladar su personal y sus presupuestos a los gobiernos regionales y 600 de los 800 funcionarios del Ministerio ya están trabajando en la regiones. Esto fortalecerá a los gobiernos regionales, aunque obviamente algunas tareas quedaron siempre en manos del gobierno central. Ciertas tareas del Minvah serán asumidas por el Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales y otras por la Secretaría de Planificación y Presupuesto de la Presidencia. La mayoría de los problemas que afrontaba el Minvah - como sucede con otros ministerios- son complejos y no solucionables sólo porque se trasladen a otra dependencia. La realidad es a exigir del Estado revolucionario una mayor coordinación entre los ministerios y las instituciones para una más correcta planificación e implementación de tan variada cantidad de proyectos como hoy se tienen entre manos.

Las más serias limitaciones que afectarán a cualquier futuro programa de vivienda son la situación de crisis económica y el incremento de la población. Mientras dure la guerra - la agresión militar y el embargo económico impuestos por los Estados Unidos -es irrealista pensar que el gobierno será capaz de llevar adelante significativos programas de vivienda, especialmente en las ciudades. Al menos no podrá llevarlos a cabo al ritmo de las demandas populares.

En 1988 el Instituto de Estadísticas y Centros estima en 3 millones 621 mil 594 habitantes la población de Nicaragua. La tasa de natalidad (47 por mil) es la más alta de América Latina. Aún teniendo en cuenta que la tasa de mortalidad es falta (12 por mil), la tasa de natalidad sigue siendo la más elevada del continente y representa aun considerable incremento sobre las cifras del 2.78% que existían entre 1963 y 1971.

Uno de los más serios problemas que enfrenta hoy Nicaragua des la cantidad de población que se aglomera en los pequeños centros urbanos presionando sobre una infraestructura de servicios demasiado frágil y contribuyendo escasamente a la producción. La continua aparición de asentamientos espontáneos en Managua y otras áreas urbanas agudiza a diario el problema.

Aunque es cierto que la densidad de población de Nicaragua es en conjunto bajísima, su infraestructura es tan subdesarrollada y débil y está tan sobrecargada, que la altísima y creciente tasa de natalidad ha empezado a causar alarma en algunos. No es un problema sólo de Managua. En el campo y otras capitales regionales se enfrenta en menor escala el mismo problema que en la capital: mucha población para tan precaria infraestructura. El tema de la planificación familiar no ha sido objeto de un debate abierto, pero tarde o temprano la nación tendrá que afrontarlo si quiere tener éxito en cualquier de los programas sociales que irán mejorando la calidad de vida de los nicaragüenses.

La vivienda, o mas precisamente la falta de viviendas, es un tema de acelerada preocupación mundial. Las Naciones Unidas designaron el año 1987 como Año Internacional de la Vivienda para las Personas sin Hogar. En medio de serios y crecientes problemas económicos, Nicaragua ha sido capaz de aportar algunas soluciones. Pequeñas, pero sin precedentes en la historia nacional. Lo mas importante es que han sido soluciones para los mas pobres, priorizados como no lo han sido en ningún otro país de la región. Nicaragua, la única nación centroamericana sin acceso a los créditos norteamericanos o a los de organismos multilaterales, está, sin embargo, a la cabeza de la región a la hora de ofrecer y plantear soluciones creativas para resolver los problemas del MINVAH, a pesar de todas sus limitaciones, han representado una ruptura fundamental con la latitud y negligencia de la dictadura somocista. El hecho de que muchos nicaragüenses no estén presionados hoy por el pago de alquileres o por chanchullos legales en torno a la propiedad de sus terrenos o que tengan acceso por primera vez a los servicios básicos de agua y luz es un enorme avance.

Es posible que la principal lección de la experiencia revolucionaria nicaragüense en materia de política de viviendas sea ésta: mostrar que es posible mejorar significativamente la vida de las mayorías con inversiones inicialmente bajas. Y si un país como Nicaragua ha podido dar estos pequeños agrandes pasos hacia un ideal mas ambicioso, las naciones vecinas, que reciben masivas infusiones de dólares, podrían hacer mucho mas. Cuando triunfo la revolución, el 50% de la población de Managua no teína acceso al agua corriente. Hoy es el 20%. Es sólo un ejemplo. A pesar de la guerra, a pesar de la crisis económica y de los recortadísimos presupuestos ya pesar del incremento poblacional, un 40% de las familias urbanas de Nicaragua ha sido beneficiada por diversos programas de vivienda. Ese es por ahora el aporte que puede hacer Nicaragua a otros países empobrecidos que lucha por una vida y un vivienda mejor.

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