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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 77 | Noviembre 1987

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Nicaragua

Del ayuno por la paz a las Comisiones de Paz - I Parte

La etapa que analizamos ha sido decisiva: en ella se hizo el tránsito desde la máxima tensión a la distensión más sólida y prolongada en las relaciones Iglesia-Estado. La clave de este tránsito hay que encontrarla en la evolución experimentada en la guerra impuesta a Nicaragua por Estados Unidos.

Equipo Envío

Más de dos años han transcurrido desde que Envío publicó su última cronología sobre la Iglesia en Nicaragua. La etapa que hoy tratamos de cubrir (julio 1985-noviembre 1987) ha estado llena de acontecimientos importantes, que en gran medida hemos ido analizando pormenorizadamente en nuestros artículos de "coyuntura", a los que remitimos también al lector interesado.

Ha sido ésta una etapa decisiva, porque en ella se hizo el tránsito desde la máxima tensión a la etapa de distensión más sólida y prolongada en las relaciones Iglesia-Estado. Esto es lo más característico del período. La clave de este tránsito hay que encontrarla en la evolución que en estos dos años experimentó la guerra impuesta a Nicaragua por la Administración norteamericana.

A la luz de la guerra, con la guerra como permanente telón de fondo, intentaremos resumir y analizar las relaciones Iglesia-Estado y en general la vida de la Iglesia Católica en Nicaragua durante estos 27 meses. La gran extensión del articulo nos obliga a dividirlo en dos partes. En esta primera, analizaremos el período de máxima tensión: desde agosto/85 a julio/86, desde el ayuno por la paz a la expulsión de Mons. Vega. El próximo mes continuaremos el análisis, reseñando la etapa de la distensión.

Una "insurrección evangélica" para conjurar "el demonio de la agresión"

Cuando el 7 de julio de 1985 el Canciller de Nicaragua padre Miguel D'Escoto inició un prolongado ayuno, estaba dando una respuesta cristiana, original, dramática, a la guerra contrarrevolucionaria.

"Por la paz, en defensa de la vida y contra el terrorismo": éste fue el lema con el que se lanzaron las Jornadas de ayuno y oración, que tanto eco tuvieron entre el pueblo de Nicaragua y entre grupos creyentes de muchos países del mundo. Jornadas que estaban encaminadas a desatar una "insurrección evangélica" y a abrir una nueva trinchera, la "trinchera teológica", en la lucha contra la guerra de Reagan.

El ayuno del Canciller nicaragüense se prolongó hasta el 6 de agosto, fecha elegida para la culminación por celebrarse el aniversario de la explosión de la primera bomba atómica en la ciudad japonesa de Hiroshima. Ese día, con una solemne misa en la Parroquia de Mons. Lezcano de Managua -lugar donde permaneció ayunando D'Escoto- se cerró lo que el mismo llamO "primera etapa de la insurrección evangélica".

Momentos claves durante las Jornadas de ayuno

Momentos claves durante las Jornadas de ayuno fueron:

- La celebración cristiana del sexto aniversario de la revolución en la ciudad de León (14 de julio). 6 mil cristianos de todo el país se reunieron ese día y llevaron después a su respectivas comunidades la "chispa" de la insurrección evangélica. Este encuentro fue importante para multiplicar a nivel nacional el eco del gesto elegido por D'Escoto para denunciar la guerra. Sirvió también como un test par evaluar la convocatoria masiva que un test así podía tener en la conciencia religiosa del pueblo cristiano. Y se demostró que la tenía.

- La celebración nacional del sexto aniversario de la revolución en Managua (19 de julio), donde el mensaje del Padre Miguel fue el tema central del discurso del Presidente de Nicaragua a la nación. 300 mil personas escucharon y aplaudieron este mensaje. Fue un momento histórico en el que se reveló nuevamente la fuerza que tiene el hecho religioso en el entramado ideológico de la revolución sandinista.

- La celebración del Día Nacional de Ayuno (26 de julio), con gran impacto en todo el país, en los más diversos sectores sociales e ideológicos.

- La llegada a Nicaragua del obispo brasileño Don Pedro Casaldáliga y de un delegado personal del Cardenal de Sao Paulo, Paulo Evaristo Arns, que traía un histórico mensaje del mismo (28 de julio). Fue el acontecimiento que dio más dimensión internacional a la Jornadas de Ayuno y el que las insertó en el ámbito mayor de la Iglesia de los pobres en América Latina.

Durante las Jornadas de Ayuno, el Padre Miguel D'Escoto hizo públicos varios mensajes, en los que explicó una y otra vez el sentido de este gesto. En todo ellos insistió en la responsabilidad de los cristianos de responder a la guerra de agresión con signos específicos cristianos, como eran los elegidos, el ayuno y la oración.

La oración para acelerar la paz y el sacrificio personal del ayuno ofrecido en comunión con los que experimentan más el dolor de la guerra, la denuncia de las causas profundas del conflicto de Estados Unidos con Nicaragua, el anuncio de un mundo sin violencia "donde los fusiles se transformen en arados", fueron temas de fondo que atravesaron la reflexión nacional y eclesial de esos días, por más que la jerarquía católica intentara desconocer el hecho y descalificarlo en un comunicado, en el que hablaba del ayuno sin nombrarlo, refiriéndose a él como a "orientaciones dadas por particulares a los católicos".

El gesto del ayuno nació de la conciencia de la complejidad de la desigual guerra que Nicaragua ha tenido que enfrentar. Y fue un ayuno alimentado permanentemente por el dolor de esta injusta e impopular guerra prolongada.

Mensajes del P. Miguel D´Escoto

"Conozco como nadie los extraordinarios esfuerzos que nuestro Gobierno ha hecho y sigue haciendo por lograr normalizar nuestras relaciones con Estados Unidos y lograr que se ponga fin a la agresión. No obstante, estoy cada vez más convencido que nos encontramos ante un fenómeno de tal naturaleza que los métodos convencionales de defensa resultan insuficientes y deben ser complementados con métodos que la comunidad cristiana puede y debe comenzar a utilizar de inmediato".(Carta de Miguel D'Escoto al Presidente Ortega días antes de iniciar su ayuno).

"Como nicaragüense y desde lo más profundo de mi ser sacerdotal hago este ayuno y oración para acompañar a nuestros heroicos combatientes que arriesgan su vida en defensa de la patria y para pedir por todas mis hermanas y hermanos que cargan con la cruz que les han impuesto quienes pretenden negarnos el derecho a la vida". (Mensaje de Miguel D'Escoto al iniciar su ayuno. 7 de julio de 1985).

"La agresión es la consecuencia de nuestra exigencia de un neuvo tipo de relaciones entre los Estados Unidos y nosotros. Les molesta y se sienten ofendidos ante nuestra inclaudicable lucha por la paz, la justicia y la fraternidad. No quieren ser hermanos. Quieren seguir siempre controlandonos y dirigiendonos, escalan la agresión cada vez más. Nos obligan a defendernos y a hacerlo con los únicos medios que el mundo conoce,que los países siempre han utilizado y que tanto el Derecho como la Teología cristiana justifican. Y no me refiero a la "guerra justa", porque Nicaragua no le ha declaro la guerra a ningún país. Simplemente, estamos haciendo uso del derecho a la legítima defensa ante la agresión del imperio por medio de sus mercenarios. Nuestra Revolución no es violenta. Es tierna, es fraterna, lucha por la vida y por la paz, odia la violencia. Cristo nos exige que en nuestros esfuerzos y trabajos por el advenimiento del Reino de Dios vayanos construyendo nuevos métodos de lucha que eventualmente tendrían que reemplazar a los métodos convencionales".(Mensaje de Miguel D'Escoto a las Fuerzas Armadas de Nicaragua. 12 de julio de 1985).

"Hoy nos privamos de alimentos como un signo comunitario de que nos duele el hambre y la guerra que nos impone el dominio imperialista, como un signo de que estamos dispuestos a entregarlo todo, hasta la vida, por la defensa de la patria y por el futuro de nuestro pueblo. Hoy hacemos ayuno como un signo de que luchamos porque mañana podamos vivir en paz y repartir con justicia los bienes de la tierra, la educación, la salud, el pan y la fiesta entre todos".(Mensaje de Miguel D'Escoto en el día de Ayuno Nacional. 26 de julio e 1985).

El obispo Pedro Casaldáliga y el "ministerio de la consolación"

Monseñor Pedro Casaldáliga, obispo de Sao Feliz do Araguaia, en el Mato Grosso brasileño, estuvo dos meses en Nicaragua. Al llegar, el 28 de julio, su intención fundamental era expresar la solidaridad de la Iglesia del Brasil con la Iglesia de Nicaragua y entra en ayuno junto al Padre Miguel D'Escoto, creando una "Contadora del espíritu", en frase suya.

Muy pronto, el obispo captó que la guerra que vivía Nicaragua y las dificultades que vivía la Iglesia de los Pobres de Nicaragua con sus obispos hacían más urgentes otras actividades. Desarrolló entonces una serie de visitas-misión al interior del país para llevar a todos los rincones lo que él mismo llamó un "ministerio de consolación", que no fue otra caos que acompañar pastoralmente, aunque por breve tiempo, la "caminada" -como se dice en el Brasil- del pueblo cristiano y revolucionario nicaragüense, especialmente del más afectado por la guerra de agresión.

Al día siguiente, de su llegada a Nicaragua, Pedro Casaldáliga presidía ya en León el funeral de ocho madres de jóvenes del servicio militar, que habían sido asesinadas en una emboscada de la contrarrevolución. Otras 14 mujeres resultaron heridas en esa ocasión. Ese mismo día, Casaldáliga enterraba en La Trinidad (Estelí) a 12 muchachos del ejército sandinista, muertos en otra emboscada contrarrevolucionaria. "Ha sido mi bautismo de sangre", dijo, conmovido por una realidad que hasta aquel momento sólo conocía de lejos "y no imaginaba así". "En Nicaragua hay guerra -diría después, en un extenso testimonio sobre su visita a Nicaragua-. Eso no se sabe bien fuera. Y quizás hasta incluso dentro de Nicaragua no se tiene en cuenta siempre".

Buscando a las víctimas más directas de la guerra, para consolarlas como obispo, Casaldáliga visitó siete de las diócesis de Nicaragua. Sólo le faltó llegar hasta la Costa Atlántica. Nicaragua, con sus 130 mil kilómetros cuadrados de superficie resultaba más pequeña que la diócesis brasileña del incansable obispo, que abarca 150 mil kilómetros cuadrados. En sus visitas breves, pero llenas de actividades pastorales el obispo español-brasileño celebró la Eucaristía en más de 20 ciudades, pueblos o pequeñas comarcas, desarrollando también encuentros con los Delegados de la palabra, catequistas, sacerdotes, religiosas y otros agentes de pastoral de la zona. Entre los campesinos de las zonas de guerra más aisladas, una de la cosas que más llamaba ala atención era el ver al obispos con una apariencia tan insignificante, vistiendo tan sencilla y pobremente, sin señales externas de su carácter episcopal, asequible y cariñoso.

La actividad pastoral de Mons. Casaldáliga suscitó disgusto entre la jerarquía nicaragüense que, a través del diario "La Prensa", intentó presentarla en varias ocasiones como una "injerencia". La Jerarquía Católica de Managua se refirió en varias ocasiones a que Casaldáliga celebraba misa en la diócesis sin pedir permiso previo a las autoridades eclesiales. La realidad es que al llegar a Nicaragua, el obispo comunicó al Cardenal Obando y a la Conferencia Episcopal de Nicaragua su intención de permanecer un tiempo en el país. Después trató de establecer contacto personal, tanto con el obispo de Estelí como también con el obispo de León, primera diócesis que visitó. En el primer caos, sólo consiguió un breve e imprevisto saludo de Mons. López Ardón. En el segundo caso, Mons. Barni no accedió a recibirlo. De hecho, no logró ser recibido por ningún otro de los obispos de Nicaragua.

Unos días después de su llegada, Mons. Bosco Vivas, Secretario de la Conferencia Episcopal, cuestionó, en un comunicado enviado a la CNBB (Conferencia de Obispos del Brasil), la presencia de Mons. Casaldáliga en Nicaragua. La CNBB respondió a la nota expresando su respeto tanto a los obispo nicaragüenses como a la persona y a la decisión de viajar a Nicaragua de Mons. Casaldáliga.

La actividad de Don Pedro en Nicaragua fue el inicio de la segunda "insurrección evangélica" iniciada con el ayuno por la paz. Formó también parte de esta segunda etapa la Semana Internacional de la Paz en Centroamérica, en la que representantes de 14 iglesias, y en especial la Iglesia del Brasil -con la presencia de Clodovis y Leonardo Boff y de Frei Betto-, dedicaron ocho días a la reflexión y la oración con el objetivo de estrechar lazos de solidaridad con Nicaragua.

El paso de Casaldáliga por Nicaragua dejó una huella importante en prácticamente todos los agentes de pastoral y todas las comunidades cristianas organizadas de la Iglesia de los Pobres. La catequesis que el obispo realizó en los lugares lejanos estuvo centrada en la explicación del sentido que tienen los conflictos al interior de la Iglesia y en la actitud que los cristianos deben tener ante ellos. Para los campesinos de montaña adentro, muchos de los antiguos colaboradores del FSLN cuando era un movimiento guerrillero, que se fueron integrando a las diversas tareas de la revolución triunfante -salud, educación, cooperativas, defensa- a partir de su fe cristiana, escuchar de boca de un obispo una visión critica, clara y esperanzada sobre el significado de las tensiones en la Iglesia fue un verdadero acontecimiento. Más todavía,cuando después de 6 años de revolución, los recelos, prejuicios y confrontaciones de los obispo con el proceso revolucionario les habían hecho sentirse "huérfanos".

"No he hallado en ninguna parte -dijo Don Pedro- a nadie que este pensando en crear 'otra' Iglesia. Yo les digo a los campesinos que no queremos hacer una Iglesia paralela, pero sí que tendremos que trabajar paralelamente, viviendo con esperanza dentro del conflicto".

En el fin de semana del 17 al 18 de agosto de 1985, Casaldáliga, que estaba en gira pastoral en el norte tuvo ocasión de ser testigo conmovido del dolor causado por la guerra a los campesinos, cuando los cooperativistas de Achuapa (Chinandega) enterraron a once de sus compañeros, todos miembros de las comunidades cristianas, que después de ser secuestrados fueron asesinados por los contrarrevolucionarios.

Algunos de los cadáveres que bendijo el obispo estaban cruelmente apedreados y apuñalados. Entre los asesinados, Eligio Rocha, fundador de las comunidades eclesiales de la zona, lidere campesino de gran arraigo. En el lugar en el que aparecieron los cadáveres, aparecieron también boletas de propaganda de la FDN que decían "¡El Papa esta con nosotros!", "¡Viva Reagan!".

"Me llevo toda la geografía de Nicaragua en el corazón", dijo Pedro Casaldáliga al despedirse de Nicaragua, comprometiéndose públicamente a venir a Nicaragua si se producía una invasión norteamericana. La Iglesia de Nicaragua vivió con esperanza "su misterio de consolación". Lo sintieron así especialmente las victimas de la guerra.(2*)

El "Cardenal de la Paz" lleva un mensaje: diálogo con la Contra

En la segunda mitad del año 1985 empieza a apreciarse ya la tendencia favorable al ejército de Nicaragua en su enfrentamiento a los contrarrevolucionarios financiados por el gobierno norteamericano. Los primeros signos de lo que después se llamaría "derrota estratégica" comenzaron a manifestarse entonces y la correlación de fuerzas en la confrontación militar empezó a inclinarse desde estos meses a favor de los sandinistas.

En esta coyuntura militar, la lucha ideológico y política volvió a ocupar un primer plano. Y en ese primer plano, Mons. Obando, nombrado Cardenal en abril/85, ocupó el lugar central.

Lo ocupó cuando después de su regreso a Managua en triunfo, precedente de Roma y de Miami -donde celebró una misa para los exiliados nicaragüense, incluidos los dirigentes contrarrevolucionarios- (junio/85), el nuevo Cardenal recorrió todo el país en un verdadero maratón de visitas pastorales. Estas se caracterizaron por masivos actos populares y desfiles con fuerte contenido personalista, de apoyo a su autoridad. Estas visitas se habían iniciado ya en junio, inmediatamente después del regreso de Roma. Desde entonces hasta el 15 de octubre -cuando se renovó el estado de emergencia- el Cardenal habían realizado más de 70 visitas a barrios, comarcas, pueblos y ciudades de la Arquidiócesis de Managua y a cabeceras departamentales de casi todo el país.


No es tradición en la Iglesia el que a un nombramiento cardenalicio siga una cadena de visitas como las que desarrolló el Cardenal Obando durante la segunda mitad de 1985. La mayoría de estas visitas coincidió con las fiestas patronales de las poblaciones visitadas, días en los que ya por tradición se organizan procesiones o desfiles populares en las calles. Incidiendo en estas celebraciones propias de la religiosidad masiva con los símbolos de su autoridad y con los nuevos atributos del Cardenalato -vestido íntegramente de rojo y sobre el "cardenalmovil", un vehículo transformado a veces en carrozas de flores, a veces en barco-, las visitas traban de despertar los sentimientos de referencia religiosa, aunque despertaban también la lógica curiosidad de todos, que no querían perderse la llegada triunfal de "un padre vestido de rojo".

Las visitas del Cardenal por todas las diócesis del país parecía orientarse también a proyectarlo una vez más como la autoridad eclesiástica nacional, más allá de los límites de su jurisdicción arquidiciocesana. El 3 de octubre, su elección como Presidente de la Conferencia Episcopal, sustituyendo a Mons. Pablo Vega, vino a reforzar esta tendencia, ante la que algunos obispos no han logrado disimular su disgusto.

En sus visitas, con un lenguaje hecho más de insinuaciones que de afirmaciones categóricas, el Cardenal presentaba como "solución" a los problemas del país (guerra y crisis económica) el dialogo entre el gobierno y los contrarrevolucionarios armados, insistiendo así en el mensaje alcanzado por los obispos en su polémica carta pastoral de abril/84, en la que la guerra de agresión de Estados Unidos contra Nicaragua se presentaba como una guerra civil, una guerra "entre hermanos".

Mons. Obando fue saludado como "Cardenal de la Paz" y como "Cardenal de la Juventud" por el diario "La Prensa" y por los comités de recepción en los lugares visitados -en muchos de los cuales destacados antisandinistas del lugar eran los dirigentes-. Por otra parte, la radio de la FDN, "15 de Septiembre", instalada en Honduras, anunciaba cada una de las visitas del Cardenal como si fueran parte de su programa de actividades contrarrevolucionarias.

El estado de emergencia renovado el 15 de octubre disminuyó la flexibilidad con que esta ley venía siendo aplicada desde la campana electoral de 1984. Fue una medida que respondía la coyuntura interna de Nicaragua, en fondo para consolidar la tendencia favorable en el terreno militar, el gobierno juzgó necesario hacer más estrictos los controles y medidas de contención política. La renovación de la emergencia fue interpretada por muchos como un mecanismo legal que tenía como principal objetivo controlar y contener al Cardenal, en torno al cual parecía estar girando un proyecto de reforzamiento de la contrarrevolución por la vía de la religiosidad popular masiva. Aunque esto no era nada nuevo, la permanente imposibilidad de unir al liderazgo cívico de la contrarrevolución y el inicio de su declive militar estratégico tenían el viejo proyecto de una mayor peligrosidad.

El renovado estado de emergencia limitó algo la febril actividad del Cardenal. Aunque siguieron las giras, si éstas incluían una misa o procesión al aire libre, el párroco del lugar debía pedir autorización previa a las autoridades. En algunas ocasiones, éstas la concedieron y en otras la denegaron, dependiendo del cariz político que se preveía iba a tener el acto. También a partir de la emergencia se prohibió a la Radio Católica el transmitir en directo las homilías del Cardenal en sus giras.

Que una mayor severidad en la aplicación de la emergencia tenía bastante que ver con la contención del posible proyecto político que parecía cobijarse bajo el rojo capelo del Cardenal se demostró con la confiscación del primer número del boletín "Iglesia", sólo unos días antes de la renovación de la ley de emergencia.

Desde septiembre venía anunciándose en la hoja dominical de la Arquidiócesis y en el diario "La Prensa" la aparición de este nuevo informativo eclesiástico, con carácter quincenal. El P. Carballo, responsable de medios de comunicación en la Arquidiócesis, fue avisado por el Ministerio del Interior de los requisitos para la salida del periódico. Estos eran, fundamentalmente, la inscripción en el registro, según la ley vigente desde 1981, y la "censura previa", impuesta por el estado de emergencia desde marzo/82. En reiterada ocasiones, Carballo desoyó estas advertencias, declarando finalmente que la Iglesia no estaba afectada por esas leyes.

El 12 de octubre salieron los primeros 10 mil ejemplares del periódico -estaba prevista una tirada de 20 mil, para ser vendidos sobre todo en Managua, Masaya y Carazo, ámbito de la Arquidiócesis-. El gobierno incautó la edición, justificando la decisión en la ilegalidad de la publicación. (5*) También intervino las instalaciones de COPROSA (Comisión de Promoción Social Arquidiocesana), donde se imprimió el periódico. Posteriormente, inició una investigación a esta institución, basándose para ello en criterios jurídicos.

COPROSA era una entidad cooperativa que no tenía ni nunca había procurado tener personalidad jurídica y, a pesar de eso, recibía fondos del exterior, hacía préstamos como entidad financieras y desarrollaba toda una serie de actividades paralelas o marginales a las del Estado en el campo de la salud, la vivienda, la enseñanza, el abastecimiento, etc. Todo esto era conocido por las autoridades que hasta entonces habían sido tolerantes. El incidente con "Iglesia" brindó la ocasión para la investigación jurídica y la emergencia vino a poner fin a la tolerancia. Naturalmente, todo esto tenso más aún las relaciones del gobierno con el Cardenal.

Purísimas y Navidad en emergencia

La renovación del estado de emergencia en octubre/85 dio origen a gran cantidad de rumores sobre la prohibición que ese año habría de los festejos de la Purísima. Estos se inician a fines de noviembre con novenas en muchas casas y como el punto culminante de la fiesta consiste precisamente en movilizaciones masivas por las calles y en las noches, la nueva situación de emergencia se aceleraba la nueva situación de emergencia aceleraba la velocidad con la que los rumores corrían y se agrandaban. A los rumores contribuyeron sacerdotes que los esparcian, como funcionarios del gobierno que, con comportamientos inadecuados, los reforzaban.

El gobierno aclaró en un comunicado del Ministerio del Interior del 23 de noviembre que las celebraciones sería como todos los años, sin ninguna restricción. De hecho, así fue. Hubo alegría, cohetes y calles llenas de gente en fiesta y cantando a la Virgen María. El único incidente lo provocaron unos anti-sandinistas que con el fin de dar "veracidad" a los rumores arrojaron el 4 de diciembre una bomba en una procesión popular que se desarrollaba en Rivas, hiriendo a 14 personas, la mitad de las cuales eran niños.

En aquel mes de diciembre, el Cardenal Obando viajó a Roma, para una visita al Papa con otros obispos de Centroamérica. Del Vaticano regresó con una carta del Papa de fecha 1o. de diciembre dirigida a los obispos de Nicaragua. El Papa situaba su mensaje en el marco de las celebraciones litúrgicas de la Navidad y especialmente en las de la Purísima, patrona de Nicaragua. Juan Pablo II exhortaba a los obispos a cumplir con su misión de reconciliación, aludiendo a la carta pastoral en la que los obispos proponían el diálogo con los contrarrevolucionarios como "único camino" para esa reconciliación, exhortándolos a continuar trabajando en esa línea.

Sin mencionar la palabra "persecución", el Papa describía como tal la situación de la Iglesia nicaragüense, señalando que se habían acrecentado "las dificultades en la acción pastoral", recordando la expulsión de 10 sacerdotes de Managua en julio/84 ("Este hecho no ha sido reparado todavía", decía) y halando de "obstáculos de diverso orden" y de "distintas formas de intimidación y vejación a ministros del culto y a fieles católicos", refiriéndose seguramente con esta expresión a la serie de llamadas que las autoridades del Ministerio del Interior hicieron en estos meses a algunos eclesiásticos y a fieles que realizaban actividades religiosas con abierto contenido político anti-revolucionario para advertirles de la ilegalidad de su actuación, especialmente tras la renovación con mas rigor del estado de emergencia. (7*)

Recordando su carta de junio/82, el Papa exhortaba también a la unidad y cohesión en la Iglesia, calificándola de "fundamental y urgente". Hablaba de la guerra bajo esta forma ambigua: "dolorosa realidad en que desde hace tiempo vivís diariamente: sufrimiento y privaciones, dolor e incertidumbre".

A pesar de estos contenidos, la carta tuvo un eco muy relativo, en nada comparable, por ejemplo, al problema político y eclesial que causó la carta de 3 años antes que el Papa mencionaba. Las Navidades transcurrieron con toda normalidad y alegría, a no ser por la prolongada emergencia causada más que por las leyes, por la guerra contrarrevolucionaria.

Una sorprendente y esperanzadora señal de distensión en las relaciones del Estado con la jerarquía católica se dio al final de este año con el obispo Pablo Vega, en su diócesis de Juigalpa. Con ocasión de las fiestas navideñas, el obispo -que siempre se había mostrado muy critico de la ley del servicio militar-, celebró en la Catedral una misa por los jóvenes que habían sido desmovilizados, después de dos años de combatir a los contrarrevolucionarios. Después de hablar con Mons. Vega, hablaron también desde el púlpito, madres de los jóvenes y alguno de los "cachorros", a los que el obispo abrazó al final de la misa, afirmando: "Nicaragua necesita de estos hombres".

El 30 de diciembre, el obispo celebró otra misa para los reclusos del sistema penitenciario en la Región V, en su diócesis. En su homilía dijo entre otras cosas:

"Desde hace algún tiempo, hemos venido manteniendo algunas conversaciones con el señor Ministro Delegado de la Presidencia, a la vez Coordinador Político, señor Agustín Lara. El tema, por supuesto, de nuestras conversaciones, ha girado obligadamente sobre el análisis de nuestra situación y el intercambio de nuestros diversos puntos de vista. No obstante nuestras obvias y claras diferencias ideológicas, hemos buscado siempre algunas aperturas y espacios de común aceptación".

Con su característico lenguaje, Mons. Vega habló así del contenido de estas conversaciones:

"Por ejemplo, la última vez yo le decía que si cada uno discurriera desde sus particulares puntos de cita, sin tomar en cuenta la realidad concreta de la vida, cada quien resultaría remontándose a una nube de fantasías. Porque el simple raciocinio por la vía de las abstracciones ideológicas, degeneraría en una lógica de utopías, no sólo irreales sino hasta falaces".

A pesar de que esta abstracta descripción no permite conocer lo concreto de los contactos, Lara declaró que las conversaciones que tenía desde hacía un tiempo con el Obispo Vega "han venido superando las expectativas". Las buenas y nuevas relaciones Vega-FSLN fueron señaladas como modelo por algunos sacerdotes progresistas de la prelatura de Mons. Vega.

La distensión en Juigalpa contrastó una vez más con la permanente tensión en Managua. El 31 de diciembre, Radio Católica no participó en la cadena radial que transmitía, según lo acostumbrado, el mensaje de año nuevo de Presidente de Nicaragua. Como respuesta, el Ministerio del Interior decidió cerrar indefinidamente la emisora, cuyo gerente era el Padre Carballo. Este alegó que era una medida desproporcionada, pues todo se había debido a "un error humano". El Ministro del Interior, Tomás Borge, respondió a los alegatos de Carballo en entrevista de prensa:

"En forma reiterada Radio Católica ha incumplido las decisiones de la Dirección de Medios de Comunicación, en una actitud de verdadero desafío. No hay error humano ni involuntario... En muchas oportunidades (Carballo) difundió programas radiales que nosotros le habíamos prohibido, y las transmitía con la intensión de que los sancionáramos para que todo el mundo lo viera como víctima de una persecución religiosa. Nosotros no lo sancionábamos, no sólo para no hacerle el juego, sino con la esperanza de que fuese realmente un error humano. Pero en la vida de Carballo se han acumulado una serie impresionante de "errores humanos". En este caso, el desprecio por la norma legal terminó por colmar la medida de lo tolerable... Tal como ha sido Radio Católica no podrá volver a ser jamás. Porque ha sido un instrumento prácticamente desafiante en contra de las leyes revolucionarias y eso es completamente inadmisible".

Con el cierre de Radio Católica se inició un período de tensiones con la jerarquía de Managua y de nuevo -tras la efímera distensión- con el mismo Mons. Vega. Tensiones que tienen como telón de fondo el nuevo impulso que quiso darle Reagan a su guerra contrarrevolucionaria con la batalla por los 100 millones. Tensiones que serían las más agudas de las vividas en todo el proceso revolucionario.

El Cardenal Obando entra en la batalla por los 100 millones

La primera mitad de 1986 estuvo marcada por la batalla en favor de los 100 millones para la contrarrevolución lanzada por el Presidente Reagan con el fin de dar el máximo oxígeno económico y sobre todo político, a sus "paladines de la libertad", que estaban empezando a entrar en su declive militar.

Este declive no era aún evidente para muchos, que seguían apostando por el proyecto norteamericano de revertir la revolución. Entre ellos, el Cardenal Obando, que a comienzos de 1986 realizó una serie de visitas y gestiones en Estados Unidos destinadas naturalmente, a incidir en la batalla. En enero, el Cardenal se entrevistó en Washington con los Secretarios Generales de la ONU y de la OEA, Pérez de Cuéllar y Baena Soares, a los que informó sobre la situación de persecución que, según él, estaba viviendo la Iglesia de Nicaragua. El Cardenal solicitó a Pérez de Cuéllar que interviniera par mejorar las relaciones Iglesia-Estado, propuesta que el Secretario de la ONU rechazó por no tratarse de un tema de su incumbencia.

En Nueva York, el Cardenal hizo una serie de declaraciones muy criticas al gobierno de Nicaragua sin referirse al dolor causado por la "violencia contrarrevolucionaria financiada por los Estados Unidos. "No tomaremos ninguna medida con el Cardenal, sino pensamos que él debe rectificar su posición política", dijo el Presidente de Nicaragua en un "De Cara al Pueblo" celebrado esos días. Aunque el Cardenal fue calificado en algún artículo periodístico como "embajador plenipotenciario de la contrarrevolución", las críticas contra él en los diarios fueron muchos menos sensacionalistas que en otras ocasiones conflictivas.

Después de la vista a Estados Unidos, el Cardenal estuvo en Honduras, donde celebró una misa para miembros de las Fuerzas Armadas hondureñas en el santuario de Suyapa. En Honduras, el Cardenal insistió en que él no será un político y en que su lucha era sólo "contra el pecado".

Al regresar a Nicaragua, el diario "La Prensa" tituló: "Miles y miles de nicaragüenses lo esperan", aunque realmente sólo hubo un centenar de personas en el aeropuerto.

Es en este contexto del comienzo de la derrota militar de la contrarrevolución, de la más sostenida campaña política que Reagan había hecho hasta entonces en favor de ella -la batalla por los 100 millones- y de la nueva etapa de coincidencia ideológico del Cardenal y de algunos eclesiásticos con el proyecto norteamericano, donde hay que entender ese acontecimiento que fue el Viacrucis por la Paz y la Vida que convocó a mediados de febrero el padre Miguel D'Escoto.

De Jalapa a Managua por la paz y la vida

Al amanecer del primer viernes de Cuaresma, el 14 de febrero, salieron de Jalapa 100 cristianos con el Padre Miguel D'Escoto. Iban encabezados por una imagen de Jesús con la cruz a cuestas, y una manta que decía: "Desde Jalapa marchamos con el Dios de la Paz y la Vida". Su objetivo era caminar más de 300 kilómetros en 15 jornadas hasta llegar a Managua el día 28. En cada jornada, reflexionarían sobre una estación del Viacrucis, práctica piadosa de mucho arraigo en Nicaragua. En las diversas etapas del camino se unieron a este primer centenar de caminantes, miles y miles de personas. Se calcula que más de 100 mil nicaragüenses participaron en esta singular caminata, aunque fueron sólo 70 los que hicieron todo el trayecto. El caso más digno de reseñar fue el de Gregorio Martínez, anciano de 76 años, ex-combatiente del ejército de Sandino, al que la contrarrevolución le ha asesinado 8 de sus 12 nietos, y que recorrió con entereza los 300 kilómetros del Viacrucis.

"Hemos pensado que es hora de actuar, de hacer acciones proféticas de profundo significado ante la tragedia de la guerra impuesta que vive Nicaragua", dijo el padre Miguel al convocar el viacrucis, que se convirtió en un gran signo de denuncia de la guerra y en una práctica pastoral para animar cristianamente -el "ministerio de la consolación"- a los nicaragüense que viven en las zonas de guerra norteñas por donde paso el viacrucis".

La crónica de estos días es riquísima en episodio pintorescos, conmovedores, reveladores. Los lisiados de guerra, siempre al frente de la marcha en sus carros de rueda; (9*) la generosidad de los pobladores de las comarcas más aisladas que acogían en sus casa y daban de comer a los peregrinos; las oraciones y reflexiones comunitarias en pleno campo, los encuentros de los soldados sandinistas con el padre Miguel; los rechazos al viacrucis cuando algunas parroquias cerraban sus puertas a los caminantes...

Al día siguiente de comenzar el viacrucis, en el asentamiento de desplazados de guerra de Aranjuez, el padre Miguel D'Escoto hizo un llamado a los contrarrevolucionarios a acogerse a la amnistía vigente desde enero/85:

"A ellos, los contras, los tememos muy presentes en cada una de nuestras oraciones, y les decimos que vuelvan a Nicaragua, que aquí se está haciendo algo que en realidad está causando admiración y respeto al mundo. Este proyecto es también pare ellos".

Un llamado que repetiría en Ocotal: "A esos hermanos que se fueron porque los secuestraron o porque los engañaron: ¡vuelvan a Nicaragua! Todos los esperamos, los perdonamos. Regresen, ¡vengan a sumarse al esfuerzo de construcción de este nuevo país!"

En la mañana del 17 de febrero llegó a los peregrinos, ya en Ocotal, la noticia de que la noche anterior habían sido asesinados por los contrarrevolucionarios, precisamente cuando regresaban de participar en un viacrucis por la paz en Somotillo, el cooperante suizo Maurice Demierre y tres mujeres campesinas. Maurice, militante cristiano, trabajaba desde hacía tres años con cooperativas campesinas de la zona. Su cuerpo acribillado quedó enterrado en el parque de Somotillo, junto al pueblo que sirvió.

El martes 18 eran 15 mil los peregrinos que entraron en Palacagüina. Allí, un joven desmovilizado del servicio militar, dijo a los peregrinos: "Cumplí mis dos años no como una ley sino por la paz. Pase dos años soñando con la paz".

En Condega, el padre Miguel introdujo en la peregrinación un tema que llegaría a ser central en las motivaciones de la marcha, al hacer un llamado dramático a los obispos de Nicaragua: "Yo diría que la insurrección evangélica ya prendió. Ese fuego ya prendió en el corazón de los nicaragüenses. Peor el problema es que en el corazón de algunos dirigentes religiosos hay neutralidad, una tibieza. Con la autoridad de ser hijo de Dios, le digo a los obispos que se reconcilien con su pueblo y que pidan perdón por haber callado ante los crímenes. Han ido a Washington y a Miami y aquí en su pueblo no han dicho nada. Algunos de nuestros obispos son un escándalo... conocemos la historia de la Iglesia de Nicaragua, no queremos que después la historia los condene. No, les corresponde un papel de liderazgo y queremos tenerlos a nuestro lado... Es terrible que el enemigo encuentre entre sus principales aliados a algunos obispos descarriados... A la conferencia en cuanto Conferencia le hacemos un llamado. Y el llamado es: no le tengan miedo a Obando. Ténganle miedo sólo a Dios, que un día nos va a juzgar".

Palabras tremendas, pero no discordantes con las que hemos leído en un Amós o un Isaías. En otro tono, de reflexión dentro de una meditación comunitaria, el padre D'Escoto continuó insistiendo en este tema, que se fue haciendo más y más central de la peregrinación: "En este momento, la Iglesia en Nicaragua es en alguna medida una Iglesia acéfala, donde nos encontramos abandonados de nuestros pastores... Hay división, hay gente que dice: ésta no es la línea de Obando. Pero lo que tienen que preguntarse es si acaso es la línea de Cristo, que es la línea del evangelio. Eso es lo que tenemos que preguntarnos... Tenemos razón de rezar por nuestros obispos, por la Conferencia Episcopal, para que tenga la valentía de hacer lo que tiene que hacer, para que cada obispo hable como tenga que hablar, independientemente de si le agrada a Obando y de si el Santo Padre lo comprende o no lo comprende. Y hay que pedir también por nuestro Cardenal de Managua, par que comprenda la situación, par que no siga actuando como enemigo del pueblo, para que condene la agresión. Y ojalá dios quiera que apenas entremos en su Arquidiócesis de Managua se sume a esta marcha y encabece la marcha y celebre la misa campal allá en Managua".

Al acercarse a Estelí, diócesis en donde ha estado siempre incardinado el padre Miguel, su llamado se hizo insistente, dirigiéndose especialmente al obispo del lugar, Mons. Rubén López Ardón: "Si está no es la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, ¿dónde está esa Iglesia? Esta no es ninguna Iglesia paralela, ésta es la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, que busca a sus obispos, que quiere a sus obispos y que necesita a sus obispos en esta hora de dolor. Pero, para hablar con sinceridad que se siente abandonada de sus obispos. La Iglesia no abandona a sus obispo. Esperamos que los obispos no abandonen a la Iglesia".

Respondiendo a la insistencia del padre Miguel y de los peregrinos del viacrucis, Mons. Rubén López los bendigo y oró con ellos por la paz, gesto que alentó a todos y que resultó muy significativo en el ambiente general de tensión que se vivía entonces en la Iglesia. "Que nuestro país se vea finalmente libre de todas las ataduras y de todo aquello que le impide su libre autodeterminación -dijo López Ardón-. Porque, efectivamente, tenemos derecho a ser nosotros. El pueblo nicaragüense quiere renacer y estamos llamados a vivir conforme a lo que es nuestra propia vocación de ciudadanos y cristianos".

Al llegar a Sébaco, el domingo 23, grupos que venían peregrinando en otros viacrucis desde Bocana de Paiwas, Matiguás, San Dionisio, se unieron al río de peregrinos que habían comenzado en el norte. A la altura de Puertas Viejas, se unió al viacrucis de Jalapa, un viacrucis de 50 evangélicos, que venían de Nueva Guinea, en la zona central del país.

Al frente de ellos marchaba el pastor José Miguel Torres, que dijo: "Hemos calculado que en los 250 kilómetros que hemos caminado hay 250 mil metros y que cada mero lo caminamos en 2 pasos. Entonces, cada uno de nosotros camina hasta Managua dando 500 mil pasos. Y multiplicado por las 50 personas que somos hacen 25 millones de paso. El "paso" no es una medida métrica. Para nosotros significa un paso de decisión, un paso de voluntad, de amor, de identificación con los jóvenes que rastrean a lo largo y ancho de nuestra geografía, defendiéndonos, para que nosotros podamos adorar a Dios en paz. Hemos venido soñando con este momento de encuentro. Ustedes venían del norte, haciendo el palo largo de la cruz, nosotros veníamos transversalmente, desde el Atlántico y aquí formamos la cruz".

La llegada a Managua fue inolvidable. Caía la tarde del viernes 28. Con ocotes encendidos, unas 50 mil personas rodeaban las ruinas de la Catedral de Managua recibiendo a los peregrinos. En el atrio, concelebraron 72 sacerdotes de todo el país, un 20% del clero que trabaja en Nicaragua. Las palabras del padre Miguel D'Escoto fueron una culminación dramática de todos los llamados a la reflexión hechos a lo largo del camino:

"El mudo entero ha contemplado, queridos hermanos, horrorizado, el martirio del pueblo de Nicaragua de parte del gobierno norteamericano. Ha escuchado todos los pretextos que se han dado para justificar el crimen, el asesinato sistemático, la tortura sistemática y la destrucción sistemática de nuestro país de parte de este gobierno terrorista de los Estados Unidos. Nosotros hemos podido constatar como a pesar de sus innumerables libros blancos, los Estados Unidos no logran persuadir a nadie. Vemos el papel triste que hicieron cuando se corrieron de la Corte Internacional de Justicia, pues no tenían argumentos que presentar ante este tribunal para justificar su política. En esta situación, este pobre mortal de Reagan, poseído por el demonio de la muerte, inventa y proclama ante el mundo que lo que él hace en Nicaragua, lo hace por salvar la fe cristiana. El asesino, de repente convertido en el defensor de la fe. Y ante este hecho es comprensible que todo el mundo vuelva la cara y los oídos a Nicaragua y esperen, y espere, y sigan esperando, para ver qué irán a hacer los representantes de esta Iglesia Católica, Apostólica y Romana de Nicaragua. Y ahora el escándalo es mayor porque no dicen nada. Y no sólo dicen nada sino que hay quienes entre ellos se han tomado la obligación de cumplir con los deseos del dios de la muerte, de la agresión y de la intervención extranjera en Nicaragua, de ir a los Estados Unidos y calmar la conciencia de los legisladores, muchos de los cuales habían dicho que esta política de Reagan no era sólo ilegal sino también inmoral. Pero llega este pobre humano nacido en Nicaragua y ordenado al sacerdocio, Miguel Obando, y les dice a los legisladores: 'No se preocupen, que yo, yo soy el Cardenal y no, no puedo condenar la agresión' ¡Habrase visto en la historia de la humanidad pecado más abominable! Creo, queridos hermanos, que no existe en el vocabulario humano ningún adjetivo que pueda usar para realmente describir el horror, la repugnancia de la actitud de este hermano..."

El pueblo reunido frente a Catedral aplaudía emocionado y escuchaba también estremecido las palabras del padre D'Escoto: "...Pero ahora el pueblo de Dios que ha venido expresándose a lo largo de todo este camino, regado por la sangre de quienes la derramaron para defender su patria, el pueblo de Dios le dice a Reagan y a los congresistas norteamericanos: 'Nosotros, no este Cardenal, representamos a los creyentes en Nicaragua'. Y nosotros condenamos la guerra como una guerra diabólica y le decimos: señor Reagan, sus días están contados y no puede evadir eternamente la ira del Señor. ¡Arrepiéntanse ya! ¡Detenga su mano asesina y deje vivir a nuestro pueblo! Eso es lo que dice el pueblo de Dios.

Invitamos al Cardenal Obando para que estuviera aquí y para que con su aplauso pudiera también decir lo mismo, pero sigue empecinado y no ha querido venir porque no es parte del Pueblo de Dios. Hermano Miguel Obando, hermano en el sacerdocio que has traicionado a tu pueblo, que te has venido, pero hermano también porque somos hijos de un mismo Padre, ¡escucha! Si estás enel televisor o la radio, no lo apagués. ¡No lo apagués, Miguel Obando! El Señor, a través de su pueblo humilde, los campesinos que sufren la agresión de la cual tú has sido el principal cómplice, este Dios, el Dios de la vida, el Dios del amor y de la justicia, pero también de la misericordia, Miguel Obando, ha tenido misericordia de ti y por eso ha convocado a este pueblo en este momento. Aún esa estás en vida, y aún estas a tiempo de arrepentirte. El Señor y nuestro pueblo entero quieren tu arrepentimiento, quieren que tú vuelvas a ocupar el lugar que te corresponde en nuestra Iglesia. Nadie te está queriendo reemplazar. Queremos que cuando hablés, hablés en nombre dle Dios de la vida, del amor y de la paz y no del embustero y farsante dios de la muerte, de la agresión y de la dominación extranjera.

El Señor, por lo tanto, te está dando una oportunidad. Mientas tanto -¡y escúchalo bien!-, en nombre de Dios y con la autoridad que viene de Dios, te decimos que te abstengas de inmediato de volver a celebrar el santo sacrificio de la Misa, porque el sacrificio celebrado por quien es cómplice en el asesinato de su pueblo es un sacrificio sacrílego y ofende profundamente la fe de nuestro pueblo."

Quizá haya que remontarse muchos siglos atrás en la historia de la Iglesia para encontrar situaciones como la que se presentó este viernes de Cuaresma en Managua, cuando un sacerdote sancionando por el Vaticano hablaba así, con autoridad profética a la máxima jerarquía religiosa de su país. Difícilmente comprensible fuera de Nicaragua, lo ocurrido aquel día no puede silenciarse, porque forma parte de la historia de esta Iglesia y porque quedará durante mucho tiempo grabado en la memoria popular.

El Viacrucis por la Paz y la Vida fue un acontecimiento eclesial de primer orden. La guerra lo motivó y la guerra puso al rojo vivo los ánimos y las esperanzas. Fue el mayor símbolo cristiano de compromiso con la paz en todos estos años. El más masivo y el más movilizador, sin duda, de los gestos con los que desde la fe se lucho por detener la guerra.

Máxima tensión: la expulsión del obispo Pablo Antonio Vega

La guerra siguió. Y la complicidad denunciada durante el vía crucis también. El poderoso empuje empleado por Reagan para ganar su batalla por los 100 millones, hacía aparentemente poderosa a la contrarrevolución que, pese a todas las apariencias, continuaba en su declive militar. "Algunos en Nicaragua parece que están apostando por el más poderoso, porque es mayor, porque creen que va a ganar. ¡Y aquí el que va a ganar es Dios!", había señalado el padre Miguel durante el viacrucis.

En este clima de tensiones, la Semana Santa resultó dramática. A comienzos de marzo/86, fue Mons. Vega el que viajó a Washington, invitado a un seminario de la derechista "Heritage Foundation", acto inscrito dentro de la campaña por los 100 millones. En esta ocasión, el obispo apareció públicamente junto a los dirigentes contrarrevolucionarios Calero, Cruz y Bermúdez, este último ex-coronel de la guardia somocista y con un reconocido historial criminal. En su gira norteamericana, el obispo de Juigalpa habló de la "persecución a la Iglesia de Nicaragua", llegando a afirmar para ejemplificarla que el gobierno sandinista había asesinado a "tres sacerdotes" de su diócesis, causando este información -a la que nunca había hecho referencia hasta entonces- verdadero revuelo, tanto en Estados Unidos cómo en Nicaragua. Otra de las afirmaciones clave de Mons. Vega en este viaje fue esta: "En Nicaragua el problema fundamental antes del triunfo revolucionario era el subdesarrollo. Ahora, se trata de como escapar del bloque soviético".

De regreso a Managua, ya desde el mismo aeropuerto, el obispo fue acosado por una batería de periodistas, que le pedían explicaciones sobre su participación en un acto de tan clara connotación política como había sido el de la Heritage y sobre sus sorprendentes declaraciones. Mons. Vega, nervioso, declaró que había ido a Estados Unidos a hacer "un sondeo personal", con el fin de conocer "que proyectos tienen ellos (los dirigentes contrarrevolucionarios) para la salvación de Nicaragua". Después de muchas insistencias, aclaró que "los tres sacerdotes asesinados" eran tres campesinos delegados de la palabra que -según reconoció él mismo- murieron en los días de confusión y descontrol inmediatos al triunfo revolucionario. "Pero los considero mártires", remarcó el obispo.

La campana de los medios de comunicación masivos señalando la coincidencia de los dos obispos nicaragüense -Obando y Vega- con la política de Reagan se acrecentó. En este clima de tensión y con ocasión de la Pascua, la Conferencia Episcopal publicó una Carta Pastoral, centrada nuevamente en el tema de la "reconciliación", en la que instaba otra vez al gobierno al diálogo con los contrarevolucionarios y en la que los obispos introducían -y esto sí resultó novedoso- una condena a "toda forma de ayuda, cualquiera que sea su fuente, que conduzca a la destrucción, al dolor y la muerte de nuestras familias o al odio y la división entre los nicaragüenses", en la que se podía leer implícitamente una critica no sólo al este sino también a los dólares del Oeste. Por primera vez, aunque fuera de forma implícita, aparecía este elemento critico. Es muy posible que la virulencia que caracterizó la campaña por los 100 millones, el creciente aislamiento de la política de guerra de Reagan y la presión de algunos sectores del Vaticano impulsaran a los obispos en conjunto a dar este primer paso de "neutralidad".

Pero la actividad del Cardenal en favor de la política de guerra financiada con los dólares del Oeste continuó. El 12 de mayo, "The Washington Post" publicó un artículo de opinión de Obando, en el que éste hablaba del gobierno de Nicaragua como de una "terrible dictadura", en la que existía "una continua violación de los derechos humanos".

El Cardenal aclaraba que la Iglesia nicaragüense no se pronunciaba contra el financiamiento de la contrarrevolución porque un pronunciamiento así sería "manipulado" por los sandinistas. Unas semanas después, el presidente Reagan citaba frases textuales de este artículo para describir la situación nicaragüense y justifica la guerra contrarrevolucionaria.

El 3 de junio Mons. Vega volvió a Estados Unidos, esta vez invitado por PRODEMCA (Pro-Democracia en Centroamérica), organización de fachada de la ultraderecha antisandinista. Aunque el Obispo dejo que su vista era "estrictamente eclesial", la conferencia de obispos norteamericanos aclaró que Vega no había sido invitado por ellos. Mons. Vega introdujo esta vez un nuevo y escandaloso elemento en su discurso: defendió la lucha armada de los contrarrevolucionarios como un "derecho humano". Lo hizo al hablar de la función de la Iglesia: "Cada uno, en su propio ring. La Iglesia tiene su función especifica y no puede ir más allá o más acá. Pero la lucha armada es un derecho humano. ¿Qué remedio le queda a un pueblo que está reprimiendo no sólo políticamente sino militarmente!"

"¿Por qué volví a Washington y por qué iría también a Moscú?" fue el escrito que a su regreso al país difundió Mons. Vega para justificar este segundo viaje a Estados Unidos dentro de la campaña de los 100 millones. En ese documento, el obispo hacía gravísimas acusaciones contra el gobierno sandinista, el que decía estaba dominado por "irracionales obsesiones ideológicas" y al que acusaba de poner en práctica "humillantes alternativas policíacas y militares". Aunque el escrito tuvo una difusión muy limitada en Nicaragua, expresaba una vez más la beligerancia anti-revolucionaria del obispo de Juigalpa.

En su última intervención pública antes de la votación sobre los 100 millones en la Cámara de Representantes, el Presidente Reagan, que había hablado unas semanas antes del "hombre bueno" al que debían escuchar los congresistas antes de dar su voto -refiriéndose al Cardenal Obando-, se refirió al Mons. Vega al que se dirigió con estas palabras "Reverendo Padre, lo hemos escuchado, porque nosotros los norteamericanos creemos, al igual que usted, que hasta el campesino más humilde tiene derecho a ser libre".

Cuando la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó por fin, el 25 de junio, la entrega de 100 millones a los contrarrevolucionarios, el gobierno de Nicaragua interpretó esta decisión como una declaración de guerra. Aunque guerra había desde hacía años, la agresividad que usó Reagan en la campaña de los 100 millones y el momento de declive militar en que estaba la FDN hacían prever un serio recrudecimiento de la guerra, tras el aval de los 100 millones, como se confirmó después.

El voto sobre los 100 millones marco una importante "línea divisoria", una nueva frontera en el debate político al interior de Nicaragua. El gobierno decidió "vencer la guerra con la guerra" y poniendo vigencia medidas más estrictas según la ley de emergencia, cerró el diario "La Prensa" al día siguiente del voto de la Cámara. Para la Arquidiócesis de Managua fue un golpe significativo. "La Prensa" habían actuado durante años como vocero de las posiciones políticas del Cardenal Obando.

Sólo a las 30 horas del voto de los legisladores norteamericanos, se hacia publica el fallo de la Corte Internacional de La Haya, descalificando en nombre del derecho internacional la política de guerra del gobierno de los Estados Unidos. Desde Holanda, el Padre Miguel D'Escoto, Canciller de Nicaragua, dio la noticia al pueblo a través de la radio:

"Ha sido una victoria de la paz, una victoria de los países del Tercer Mudo, una victoria de América Latina y también una victoria del pueblo norteamericano. Ha sido un triunfo de todo el pueblo de Nicaragua, de todos los que nos acompañaron en el Viacrucis por la Paz y la Vida. Aquel sacrificio fue un clamor que no fue desatendido por Dios".

Fue este clima de renovada tensión por la aprobación de los 100 millones y de nuevos sentimientos de victoria por el veredicto de La Haya el que aceleró nuevas tensiones en cadena, al tomar el gobierno medidas drásticas en la aplicación de la emergencia contra autoridades de la Iglesia.

El 28 de junio, el sacerdote nicaragüense Bismark Carballo -que tiene desde 1984, el título honorífico de "Monseñor", que le otorgó el Cardenal-, vocero de la Arquidiócesis de Managua y el más beligerante en sus posiciones anti-sandinistas entre los sacerdotes de la capital, regresaba a Nicaragua de un viaje por Francia, Italia, Holanda y varias ciudades de Estados Unidos. En su gira había hecho múltiples declaraciones en contra del gobierno de Nicaragua. Al abordar el avión en Miami, supo que la línea aérea tenía orden del gobierno de no permitirle ingresar al país. Se le suspendió así, temporalmente -como después se comunicó- su derecho a residir en su propia patria.

Al conocerse la medida, el vocero del Departamento de Estado, Charles Redman, salió en defensa de Carballo sin ningún tipo de pudor político, condenando la medida y señalando que el sacerdote era "un importante símbolo de una Iglesia independiente" y que "goza de gran popularidad en Nicaragua". El carácter simbólico de Carballo y su popularidad aparecían, al menos desde Nicaragua, como una exageración de los representantes del gobierno norteamericano...

"La Prensa" volverá a salir y Carballo volverá a entrar cuando cese la agresión", dijo el comandante Bayardo Arce, de la Dirección Nacional del FSLN, explicando a los periodistas que no habría más flexibilidad con quienes, en nombre de la libertad de expresión, apoyaran el gobierno norteamericano, potencia que se había declarado la guerra a Nicaragua.

Al día siguiente de estas declaraciones, 2 de julio, Mons. Vega apoyó a la potencia enemiga en las declaraciones que hizo en una conferencia de prensa que duró dos horas y que convocó el mismo.

Monseñor Vega: un lenguaje lleno de meandros

De un arduo rastreo en el lenguaje lleno de meandros tan propios de Mons. Vega, aparecían estas tres ideas básicas en sus declaraciones:

- La guerra de agresión de Estados Unidos contra Nicaragua y hasta un eventual invasión directa están justificadas en el alineamiento de Nicaragua, contradiciendo con esta visión del conflicto en el marco Este-Oeste la óptica de Contadora y la de grandes sectores políticos internacionales:

"No puedo criticar sólo los 110 millones, cuando hay otros miles de millones que se están dando por otro lado también. Así que no se puede hablar de uno mientras no se hable del otro... No quisiéramos realmente que estos casos se dieran (lo de los $100 millones), porque no hay razones en Nicaragua para que tengamos que llegar a esto. Ambas potencias tendría que medir los resultados que esto está significando para un holocausto innecesario del pueblo... La invasión de un lado tiene su razón en la invasión que se hace del otro lado. Y en no tomar en cuenta la decisión del pueblo nicaragüense. Los que tienen la culpa de esta cosa son los que han tomado esas decisiones de recostarse y apoyarse en un bloque para, como quien dice, provocar al otro. Eso es culpa de los que toman esas decisiones, no nuestras".

- La guerra que hay en Nicaragua tiene en su origen la defensa de un derecho humano de los campesinos frente a la agresión sandinista. Fue éste el mismo argumento que le había brindando el obispo en el último momento al Presidente Reagan:

"Esto es una agresión militar del ejército sandinista. Eso es lo que lleva al pueblo a decidir... Esa gente está defendiendo sus derechos humos. Y es la agresión de unos sistema ideológico, el arrebatarles -como ellos dicen- a sus muchos, el querer imponerles unas cosas que no son propias de ellos, lo que les lleva a esta decisión... Si el pueblo es atormentado, si un pueblo es aplastado, liquidado en sus derechos humanos, en sus vidas, en la disponibilidad de su propia patria, como si fuera una patria, a esa persona no le queda más remedio..."

- El fallo de la Corte de La Haya no es aceptable:

"Una Corte puede tener los hechos concretos a su alcance o puede no tenerlos sino medias. Y entonces, su juicio podría parcializarse, según como le llegue la noticia. Yo no soy especialista en esa rama, no conozco mucho, pero sí me llama la atención que una Corte de carácter internacional no se sitúe en un plan más universal. Que se vieran las cosas desde el ángulo de lo que son los derechos del hombre y no de los derechos de los partidos o de los gobiernos simplemente. Yo creo que también vale la pena que se estudie que la agresión que nosotros estamos sufriendo es gracias a un imperialismo militarista también del Este...Así que vemos lo de uno veamos lo de otro. Si no, no hacemos juicio, hacemos parcializaciones. Un juicio no es para parcializar, sino para buscar la justicia y no para buscar la prepotencia o la preponderancia o la hegemonía de un bloque sobre otro. En este sentido, creo que hace falta a mi ver, una visión más amplia de los problemas".

Ya en ese momento y aún después de pasados muchos meses, fue este juicio critico sobre el fallo de La Haya lo que causó un impacto más negativo entre los periodistas extranjeros a quienes convocó el obispo para su conferencia de prensa.

El 3 de julio todos los medios de comunicación estatales, en un clima apasionado, criticaban a Mons. Vega sin informar apenas sobre el texto concreto de sus declaraciones. A este clima efervescente contribuyó el asesinato, ese mismo día, de 32 campesinos -entre ellos varios niños- por una misma contrarrevolucionaria que destruyó un vehículo civil.

El 4 de julio el gobierno trasladó a Mons. Vega en un vehículo y un helicóptero desde Juigalpa, su sede, a la frontera hondureña, suspendiéndole indefinidamente su derechos a permanecer en el país.

Con este también apasionado texto informó el gobierno nicaragüense sobre la medida, sin duda la más drástica de las tomada por el gobierno con la Iglesia a lo largo de todo el proceso revolucionario:

"El Obispo Vega ha realizado toda una labor delictiva que lo convierte en cómplice de la política del terror y el crimen que h significado el sufrimiento, la muerte y el dolor de miles de niños, mujeres, ancianos y jóvenes que, en nuestro país están siendo víctimas de la política terrorista del Gobierno de Estados Unidos. En consecuencia, dada la reiterada actitud antipatriótica y criminal asumida por el Obispo Vega, en irrespeto a las leyes de la República y al pueblo de Nicaragua, se ha tomado la decisión de:

- Suspender indefinidamente el derechos a permanecer en el país a quien, como el Obispo Vega no merece ser nicaragüense y cuyo lugar se encuentra al lado de Reagan y de las bandas mercenarias, asesinas de niños. Esta decisión será efectiva mientras se mantenga la agresión del Gobiernos de los Estados Unidos en contra de Nicaragua.

- El Obispo Vega se encuentra en Honduras, donde tendrá la oportunidad de estar mas cercado de "sus hermanos", que son los hermanos de Reagan: los criminales guardias somocistas".

Al igual que en la expulsión de 10 sacerdotes extranjeros en julio/84, las decisiones sobre Mons. Vega y el P. Carballo -ambos ciudadanos nicaragüenses- tienen una explicación política más que un justificación jurídica, si tenemos en cuenta las declaraciones que sobre derechos humanos ha firmado el gobierno revolucionarios de Nicaragua.

El 5 de julio, Daniel Ortega fue a La Libertad (Chontales), el pueblo donde nació, localidad bajo la jurisdicción de Mons. Vega en donde dijo que el obispo podría "ganarse el derecho a regresar trabajando por la paz y demandando el cese de la agresión".

La expulsión del obispo Vega: escaso eco nacional, gran eco internacional

El escasísimo eco que tuvo en la conciencia religiosa de los nicaragüenses la expulsión del obispo -que marcó el momento de máxima tensión en el enfrentamiento Jerarquía-Estado durante la revolución- fue una importante señal. Expresaba, por una parte, que la religiosidad popular en Nicaragua no está vinculada a la autoridad eclesiástica como las imágenes y a las fiestas tradicionales. La "expulsión" de una imagen venerada hubiera causado en muchos lugares estallidos de descontento político que no se dieron ni es de esperar que se den en el caso de una personalidad envestida de autoridad religiosa. Por otra parte, esta falta de reacción expresaba el profundo desgaste en el que las tensiones Jerarquía-Estado habían caído después de tantos años de polarizaciones y de la "pastoral de confrontación" emprendida por algunos obispos.

Si no hubo costo político interno, sí lo hubo para la imagen del gobierno en el exterior. El Papa -en el curso de su visita pastoral a Colombia- calificó la medida de "inconcebible" y el diario vaticano de "grave acto de persecución". Las más diversas Conferencias Episcopales del mundo escribieron al Presidente Ortega criticando la decisión sandinista y pidiéndole que fuera rectificada. (12*) El Presidente de Nicaragua les contestó a todas las Conferencias Episcopales que le habían escrito con el fin de "clarificar" la situación. Peor lo más destacable de su carta no eran ni las explicaciones sobre los hechos ni el juicios sobre las actitudes ilegales de Mons. Vega, sino la salida a la situación que planteaba el Presidente de Nicaragua: "El camino el entendimiento (Jerarquía-Estado) no se ha hecho fácil. Sin embargo, creemos que el diálogo no sólo debe ser posible sino que debemos dar los pasos que lo hagan realidad".

Sólo unas semanas después empezaría este diálogo y se iniciaría la distensión, una distensión que, con sus altibajos, ha durado hasta hoy, donde el marco de los acuerdos de Esquipulas II, se ha profundizado notablemente.

El período de creciente tensión que hemos reseñado, dando cuenta únicamente de sus crisis mayores, tiene en la guerra su clave de interpretación. En este período, que va de mediados de 1985 a mediados de 1986, se confirmó la derrota estratégica de la contrarrevolución. Para frenar o evitarla luchó un sector de la Iglesia. Para consolidarla luchó la mayoría del pueblo nicaragüense, mayoritariamente cristiano. Esto explica la dramática polarización de esta etapa, polarización que en último término se daba entre diversas imágenes de Dios y del César.

Algunas notas de interés

-Envío informó extensamente de este ayuno y de su significado en la coyuntura política y eclesial de Nicaragua (núms. 49 y 50, de julio y agosto de 1985). Remitimos a estos números para completar nuestro análisis de hoy. La mejor información y análisis de este acontecimiento se encuentran en el libro de Teófilo Cabestrero "Un grito de Dios y al mundo" publicado en marzo de 1986 por el DEI de San José, Costa Rica.

-Mons. Casaldáliga redactó con su experiencia nicaragüense el libro "Nicaragua: combate y profecía", publicado en 1986 por el DEI (Costa Rica), Misión Abierta (España) y Voces (Brasil).

-Las visitas del Cardenal Obando suscitaron expresiones de emotividad, de las que hay muchos ejemplos. En San Caralampio (Masaya), fue saludado con una manta que lo llamaba "Gran Profeta del Siglo XX" y "Futuro Pastor de la Iglesia Universal". "La Prensa" publicaba las crónicas de las visitas con grana despliegue gráfico y con los ecos poéticos que probaban las mismas: "Viva el Papa, ese Santo polaco/ que nos dio un Cardenal muy amado/ a Miguel, que nos honra hoy en Boaco/ y en la América entera admirado". En Radio Católica se cantaba esta canción dedicada al Cardenal, con claras alusiones políticas: "Nicaragua es tu patria/ está sufriendo la injusticia y la opresión./ Hoy la libertad llega/ con tu triunfo, Cardenal./ Pronto acabará el llanto y el dolor./ Todo el pueblo que te ama te saluda/ y nosotros que luchamos por volver/ te pedimos oraciones/ y que alientes nuestra fe..."

-El padre Bismark Carballo, brazo derecho del Cardenal Obando, explicaba así en una conferencia en Milán, bastantes meses después (julio/86), el por qué de esta insistencia en el diálogo con los contrarrevolucionarios, siempre desde la perspectiva anti-sandinista de que se trata de una guerra civil: "Nosotros tenemos una figura que nos ayuda a entender esta posición de la Iglesia. Imaginémonos a una madre que encuentra que sus dos hijos están peleando con cuchillo en mano. Ninguna madre va a desarmar a un hijo para que el otro lo mate. Va a desarmar a los dos para que se reconcilien. A este llamado dramático de diálogo y de reconciliación de la Iglesia, el gobierno ha respondido con la típica acusación de que es un documento de la CIA y de que ellos van a dialogar solamente con la boca de los fusiles".

-Según el Ministerio del Interior, Carballo no llenó los trámites legales para la salida del periódico. Por otra parte, la censura previa ordenaba que los textos que iban a ser publicados fueran revisados previamente por las autoridades del Ministerio del Interior. Desde agosto de 1984, esta censura estaba afectando prácticamente sólo a las informaciones de carácter militar. El primer número de "Iglesia" tenía 4 informaciones de este tipo, referidas a incidentes en torno a supuestas "capturas" de seminaristas para el servicio militar, con lo que se habría violado el acuerdo verbal establecido desde 1983 entre el gobierno y los obispos de no reclutar a los seminaristas. Sectores de Iglesia informaron posteriormente con detalle que no se trataba exactamente de seminaristas, sino de jóvenes que, amparados por algunos eclesiásticos, trataban de evadir el servicio.

-Según el P. Carballo en la conferencia que dio en Milán, esto es lo que ocurrió: "Personalmente, me tocó registrar en las oficinas del Ministerio del Interior este nuevo boletín. Pero después fue desautorizada esta inscripción". Carballo informó también en esta ocasión que el 9 de abril de 1986, "se nos notificó por cédula del gobierno que los bienes de la Iglesia estaban confiscados y pasaban a propiedad del Estado". (Se refiere a las instalaciones y bienes de COPROSA).

-Mons. Bosco Vivas, obispo auxiliar de Managua, en carta al Presidente Ortega del 6 de diciembre, reclamaba, entre otras cosas, por "las intimidaciones y amenazas contra sacerdotes, religiosos y seglares que trabajan en ministerios eclesiales", por las "amenazas de expulsión del país a sacerdotes y religiosos extranjeros 'si se meten en política'", etc. Según Mons. Vivas uno de los objetivos de estas prácticas sería "estrechar el espacio vital de la Iglesia para reducirla, si fuera posible, a la situación de "Iglesia del Silencio".

-En un cóctel en la Sociedad de las Américas (New York), en el que participó, dijo el Cardenal: "El gobierno ha decretado el estado de emergencia porque cuando yo regresé de Roma, después de ser elevado como Cardenal, más de medio millón de personas me esperaban en las calles de Managua. Esto fue visto por el gobierno como una amenaza y tuvieron que tomar esta acción en contra mía". El "más de medio millón" al que se refiere el Cardenal no pasaba de 50 mil personas.

-En la novena estación del Viacrucis, Ricardo Pérez Olivares, de 26 años, lisiado de guerra, dijo estas palabras: "Estoy así por la guerra de agresión. Desde nuestras sillas de ruedas expresamos que ya no queremos más discapacitados en Nicaragua. Antes de la revolución había polio y sillas de ruedas. Ahora ya tenemos erradicada completamente la poliomielitis como virus, pero desgraciadamente tenemos ahora el virus de Reagan, sus balas, que cada día siegan vidas y discapacitan vidas de gente humilde que lucha por la paz y la vida".

-A mediados de septiembre de 1985, el obispo Vega había justificado en Bonn (RFA) el financiamiento de Estados Unidos a los contrarrevolucionarios, aunque entonces no empleó este argumento. En aquella ocasión, sus declaraciones influyeron en el corte de la ayuda de Alemania Federal a Nicaragua.

-Entre los reclamos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, los obispos señalaban no sólo la "expatriación" de Carballo y la expulsión de Vega, sino que se referían también "calumnias y a ultrajes" contra la persona del Santo Padre publicados en los medios de comunicación oficialistas que nunca antes habían llegado a un nivel tan bajo de irrespeto e inmoralidad". En Carta a las Conferencias del mundo incluían un ejemplo de esto, citando textualmente este párrafo de un editorial de "El Nuevo Diario" del mes de julio: "Entre Reagan, que ayer dijo que se habían dibujado un sonrisa en la estatua de la libertad, con la aprobación de los millones para sus mercenarios, y este Papa, que solo dedica oraciones a los muertos yanquis y colma de acusaciones y amenazas a las víctimas del imperialismo, existe la pérdida coherencia y el más grave peligro para los pueblos, desde los años en que la barbarie y el genocidio se hacían en nombre de la cruz y el imperio". Según algunos, este reclamo de la Conferencia podía estarse refiriendo también a la publicación por entregas, durante varios meses, del libro de David Yallop, "En nombre de Dios", un polémico bestseller mundial, que se refiere principalmente al breve pontificado de Juan Pablo I.

(Continuará en el próximo número).

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