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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 75 | Septiembre 1987

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Nicaragua

Esquipulas II: gran giro hacia la paz

El 7 de agosto se firmó en Guatemala el "Procedimiento para establecer la paz firme y duradera en Centroamérica". Los acuerdos de Esquipulas II -como se conoce el documento- marcan una trascendental ruptura en la dinámica de confrontación Estados Unidos-Nicaragua.

Equipo Envío

De dos factores fundamentales estaban pendiendo los hilos coyunturales en la confrontación Estados Unidos-Nicaragua en la recta final de la Administración Reagan: en primer lugar, de los resultados de la Cumbre de Guatemala y en segundo lugar, de la posición que adoptara el Presidente norteamericano frente a los contrarrevolucionarios.

De la reunión de Guatemala podía preverse un avance. La sorpresa fue el grandísimo avance que se produjo finalmente y lo decisivo que este avance resulta para las futuras estrategias que decida adoptar la Administración Reagan. En la larga historia de dependencia de los Estados Unidos que tiene el "patio trasero" centroamericano, los acuerdos -que no son una lista de principios retóricos sino todo un elaborado procedimiento que concreta los pasos hacia la paz- significan un hito histórico de distanciamiento de Centroamérica de la actual política norteamericana. Por otra parte, los Acuerdos de Esquipulas II son un mensaje al mundo de que en Centroamérica existe una nueva realidad, abierta con la revolución nicaragüense. Los acuerdos revitalizan con esta perspectiva un frente mundial por la paz en Centroamérica, para el que este texto resulta una referencia obligada.

El gobierno de Estados Unidos trató de impedir cualquier acuerdo autónomo de los centroamericanos con el Plan Reagan-Wrihgt, que lanzó en el mismo momento de iniciarse la Cumbre. Al fracasar en su intento, trata ahora de neutralizar los Acuerdos de Esquipulas II con el que podemos llamar Proyecto Abrams, orientado como siempre a la rendición de la revolución sandinista con la obstaculización de la culminación del proceso de Esquipulas y con el apoyo a la oposición interna nicaragüense de tendencia reaganista para conseguir así más ayuda para la contrarrevolución y la continuación de la guerra de desgaste.

La respuesta de Nicaragua frente a esta nueva edición de la agresión norteamericana no va ser otra que continuar con su ofensiva militar e iniciar el estricto cumplimiento de lo firmado en Esquipulas. Si todo lo acordado se cumpliera -incluido el importante punto del cese de la ayuda de Estados Unidos a la contrarrevolución- se habría alcanzado la paz. Si no todo se cumpliera y si todos los países no cumplieran simultáneamente -como proponen los acuerdos- lo que Nicaragua cumpla la coloca en una mejor situación internacional, regional y nacional para alcanzar esa anhelada y necesaria paz. En cualquier caso, en Guatemala se dio un trascendental giro hacia la paz, que introduce una nueva dinámica política en la región y que aísla, como nunca hasta ahora, la política de guerra de Reagan.

Contenidos fundamentales del Acta de Paz

Un redoble de tambores saludó el ingreso de los presidentes centroamericanos al Palacio Nacional de Guatemala el 7 de agosto. El Palacio construido hace 44 años, simbolizaba la historia de una Capitanía General que unió a Centroamérica el siglo pasado. Tras escuchar los cinco himnos de los países del istmo, el Presidente de Costa Rica, Oscar Arias, leyó el texto del "Procedimiento para establecer la paz firme y duradera en Centroamérica", en el que expresan los acuerdos conseguidos por los cinco gobiernos de la región.

Cuando Arias finalizó su lectura, todos los representantes se pusieron de pie en un aplauso cerrado que se prolongó por cinco minutos mientras los mandatarios firmaban las copias del acuerdo. Casi 500 periodistas de todo el mundo cubrieron el evento. El presidente guatemalteco, Vinicio Cerezo, pronuncio el discurso de clausura a "Los cinco gobiernos tuvieron que hacer muchas concesiones -expresó-, pero pusimos por sobre todo el interés de la colectividad centroamericana.... Sabemos que habrá muchos reclamamos, que este acuerdo va a desatar presiones y desacuerdos pero nosotros reclamamos respeto nuestra voluntad de construir la paz". La firma de los Acuerdos de constituye la mayor expresión de unidad centroamericana que ha habido en el presente siglo. Con ellos se ha abierto un nuevo camino hacia la paz, pero ese camino estará lleno de dificultades.

Pocas horas antes los presidentes centroamericanos habían dejado de lado un plan bien distinto presentado por el Presidente Reagan, cuyo texto, al igual que el de los Acuerdos de Guatemala, incluimos en esta edición de envío.

Los acuerdo de Esquipulas II buscan la paz y la democratización del istmo. Para conseguir la paz, los cinco Estados centroamericanos solicitan a gobiernos regionales o extrarregionales que apoyan a movimientos armados antigubernamentales que cesen ese apoyo; llaman a un alto al fuego y se comprometen a impedir el uso de su territorios para acciones desestabilizadora contra otros gobiernos. Para conseguir o afianzar la democracia los cinco Estados se comprometen a celebrar elecciones presidenciales, legislativas y para representantes municipales de acuerdo con sus propias Constituciones invitando a ellas, como observadores, a organismos internacionales. También se acuerda la derogación de los estados de excepción, sitio o emergencia, para poner en plena vigencia las Constituciones Nacionales. Como parte del proceso de paz y democratización, se acuerda emitir decretos amnistía y la iniciación de un diálogo con la posición política no armada. En 1988 habrá elecciones para conformar el Parlamento Centroamericano.

Para verificar y dar seguimiento a los acuerdos en materia de amnistía, cese del fuego, democratización y elecciones libres, se creará una Comisión Nacional de Reconciliación, compuesta por un representante del gobierno, uno de los partidos de oposición legalmente inscrito, un obispo católico y un ciudadano notable que no pertenezca al gobierno ni al partido del gobierno. Al mismo tiempo funcionará una Comisión Internacional de Verificación y Seguimiento para velar por el cumplimiento de la totalidad de los acuerdos Estará conformado por los cancilleres de Contadora y los del Grupo de Apoyo, los secretarios generales -o sus representantes- de la OEA y ONU y los cancilleres centroamericanos. Los asuntos pendientes en materia de seguridad (verificación, control y limitación de armamentos) se proseguirán negociando con la mediación del grupo de Contadora.

El acuerdo forma un todo armónico e indivisible y el siete de noviembre (90 días después de la firma) entrarán a regir simultáneamente los compromisos relacionados con amnistía, cese del fuego, democratización, cese de la ayuda a las fuerzas irregulares o a los movimientos insurreccionales y no uso del territorio para agredir a otros Estados.

¿Por qué se firmó el Acta de Paz?

Los acuerdos de Esquipulas II, firmados sin el consentimiento de Estados Unidos, se explican fundamentalmente -aunque no únicamente- por el resultado de siete años de confrontación entre Nicaragua y la Administración Reagan. Los contrarrevolucionarios, punta de lanza del proyecto norteamericano entraron en estos años en un irreversible proceso de derrota militar. Además los partidos político reaganistas de Nicaragua fueron neutralizados tras las elecciones de 1984 y los sectores religiosos ultraconservadores no lograron retomar el vacío político que estos partidos dejaron. En definitiva, pese a la crisis económica del país, el reaganismo entró en un declive estratégico general dentro de Nicaragua. Al mismo tiempo, el sistema defensivo militar estructurado por el gobierno sandinista fue haciendo cada vez más desaconsejable una intervención militar directa de Estados Unidos. Aunque ésta no puede descartarse, en los actuales momentos implicaría costos muy elevados para los invasores.

Esta situación general dificulta grandemente el triunfo de cualquiera de las opciones militares de Estados Unidos contra Nicaragua: continuidad de la guerra contrarrevolucionaria e intervención militar directa, y hace más razonable políticamente el camino de la negociación. Esta es la opción que desde 1983, de una manera "visionaria" -según los acuerdos de Esquipulas II- intentó promover el grupo de Contadora. Desde entonces, gran parte de las dificultades que tuvieron que enfrentar Contadora y su Grupo de Apoyo, venían de los países centroamericanos. Estos países optaron, en consonancia con los planes de la Administración Reagan, por dificultar la solución negociada y por impulsar a la contrarrevolución armada.

Fue sólo en 1985 cuando empezaron a observarse cambios significativos en el panorama centroamericano. En Costa Rica, Oscar Arias triunfó en las elecciones presentándose como el "candidato de la paz". Arias captó que el proyecto militar contrarrevolucionario era un proyecto en declive. Pocas semanas después de su toma de posesión, las fuerzas de Edén Pastora, que operaba desde territorio costarricense, reconocieron su derrota y abandonaron la lucha. Por otra parte, una intervención estadounidense contra Nicaragua traería serios costos a la sociedad costarricense y pondría en peligro, por diversos factores, la continuidad del modelo que los costarricenses se enorgullecen en tener.

Estos factores objetivos se unieron a los objetivos. Aunque los costarricenses son antisandinistas por su arraigado anticomunismo y antinicaragüenses por factores no exentos de racismo, no están dispuestos a incorporarse activamente en una contienda bélica. En ese sentido son amantes de la paz. Arias, inteligentemente, captó este conjunto de factores y consiguió un triunfo en las elecciones.

Como presidente, se opuso consecuentemente a la militar y apoyó una solución política. Pero con ella buscaba la rendición política del sandinismo. En su toma de posesión, ante varios presidentes del grupo Contadora y Apoyo, Arias intentó infructuosamente que éstos firmaran un documento que contenía prácticamente las mismas exigencias planteadas a Nicaragua por Reagan en 1985: disolución de la Asamblea Nacional, nuevas e inmediatas elecciones, etc. Arias buscaba por medios políticos lo que Reagan pretendía lograr por medios militares. Es sólo a principios de 1987, cuando el declive de la contrarrevolución es evidente, cuando además el partido demócrata de Estados Unidos ha triunfado en las elecciones legislativas de noviembre del 86 y el presidente Reagan se ve sumergido en la crisis del Irán/Contragate, cuando el presidente Arias cambia su posición. Su nuevo Plan de Paz, variante creativa de la última Acta de Contadora, permite una verdadera salida negociada. Mientras tanto, el tiempo de Reagan en la presidencia se agota y su proyecto personal contra Nicaragua está contra reloj.

En su nueva iniciativa desolución política a los conflictos centroamericanos, el presidente Arias encontró apoyo en el gobierno del guatemalteco Vinicio Cerezo. Este había asumido la presidencia en enero de 1986, iniciando una nueva fase de un proyecto político que continúa siendo dirigido por las fuerzas armadas de su país. Desde finales de la década del 70 los militares guatemaltecos se vieron enfrentados a un nuevo resurgir de las fuerzas guerrilleras.

La respuesta represiva que desataron fue de tal magnitud que el gobierno del presidente Carter, e incluso el del presidente Reagan en su primer mandato, no suministraron una sustancial ayuda militar y económica directa a los militares guatemaltecos. Estos, apelando a su propia experiencia contrainsurgente y contando con apoyo israelí, lograron golpear estratégicamente a las fuerzas guerrilleras en los años siguientes, especialmente en 1982. A partir de entonces, el ejército guatemalteco consideró que una democratización restringida fortalecería la estrategia contrainsurgente, al adquirir el gobierno guatemalteco legitimidad interna e internacional.

El gobierno de Cerezo, en su política hacia Centroamérica, es una expresión de este proceso de cambio. Por su propia historia reciente, los militares guatemaltecos son celosos de mantener cierta autonomía frente a los Estados Unidos. Se consideran triunfadores dentro de su país, sobre todo cuando se comparan con el ejército salvadoreño, directamente dependiente de los norteamericanos e ineficaz en su lucha con el FMLN. Desde esa perspectiva, las fuerzas armadas de Guatemala evalúan el conflicto entre Nicaragua y la Administración Reagan como una pugna en la que las razones geopolíticas juegan el papel más importante.

En primer lugar, Guatemala no limita con Nicaragua y eso le permite un margen de flexibilidad en comparación con la situación que se plantea a otros países centroamericanos. En segundo lugar, Guatemala sí limita con México, país beligerante en Contadora, cuya posición frente a los refugiados guatemaltecos sí es importante para Guatemala en términos militares y sociales. En tercer lugar, si algún movimiento habrían de temer los militares guatemaltecos es principalmente al salvadoreño, pues El Salvador es fronterizo con Guatemala. Por todo esto, el ejército de Guatemala poco tendría que ganar involucrándose en un conflicto bélico con Nicaragua y por el contrario, la regionalización del conflicto posibilitaría el resurgimiento guerrillero en el país, lo que implicaría la quiebra de la industria y del turismo, los más desarrollados del istmo.

Desde esta lógica el gobierno de Cerezo enlazada con la posición de Arias en la búsqueda de una solución política y pacífica a la crisis del área. Esto no significa, sin embargo, que ambos les sea fácil mantener sus posiciones, dadas sus relaciones estrechas con el gobierno de Estados Unidos y la capacidad de presión de éste. En este contexto la firma de los acuerdos de Esquipulas II no deja de implicar un cierto arranque nacionalista.

La situación es distinta en el caso de El Salvador y Honduras. La dependencia por parte del gobierno salvadoreño de la Administración Reagan es casi total. Sin el apoyo de Estados Unidos la guerrilla del FMLN tomaría el poder en pocos meses.

Duarte, lo mismo que Azcona, no quiso firmar el Plan Arias cuando éste lo propuso en febrero 87. Posteriormente, tras la visita y diálogo con Philip Habib, enviado especial del Presidente Reagan, propuso posponer y mediatizar la Cumbre presidencial que debía haberse celebrado en junio. Duarte cumplía así adecuadamente los deseos norteamericanos, impidiendo la salida política al conflicto, Reagan-Nicaragua.

Sin embargo, la cumbre de Esquipulas II lo encontró en una más aguda crisis interna y con un crecimiento desgaste internacional. La situación económica de El Salvador es crítica, pese a que el gobierno norteamericano suministrará al país una ayuda superior a $770 millones en este año. Las reivindicaciones económicas de los movimientos sindicales van en aumento, mientras la oligarquía ultraconservadora no cede espacios. Las acciones militares del FMLN impiden, además, una negociación ventajosa. La firma de los acuerdos de Guatemala le daba a Duarte un margen para maniobrar tácticamente. A partir de Esquipulas II podrá condicionar el diálogo con el FMLN a que éste abandone las armas, abrirá espacios de negociación con fuerzas, legalizadas en el país, mejorando así su imagen evitará el supuesto apoyo de los sandinistas a la guerrilla salvadoreña y mejorará en conjunto su posición internacional. Queda por ver si todo este cálculo de Duarte se convierte en realidad ante la fortaleza militar del FMLN y el accionar político del FDR.

Para el presidente de Honduras José Azcona Hoyo, la firma del acuerdo era mucho más difícil. En Honduras aún persisten típicos rasgos de lo que generalmente se conoce como una "banana republic". Sobre esa estructura de dependencia, el gobierno de Reagan ha convertido a Honduras en una base militar contra los movimientos revolucionarios centroamericanos. Ese proceso ha fortalecido su dependencia estructural de los dictados de Washington.

Sin embargo, el declive estratégico de la contrarrevolución nicaragüense y su pésimo comportamiento en suelo hondureño ha contraído en los últimos años problemas con sectores cafetaleros y militares, generándose movimientos que cuentan con el apoyo de gran parte de la población hondureña. Estos sectores de poder, que parecerían decir "Yanquis sí, contras no", no han podido imponer su posición en el país ante el peso de las posiciones norteamericanas. Azcona, al firmar el acuerdo de Esquipulas II, que lo obligaría a sacar a los contrarrevolucionarios de territorio de Honduras, habría optado por el sector anti-contras de su país.

Aunque esa posibilidad no puede descartarse a priori, cabe como posibilidad alternativa para explicar la firma de Azcona el que éste se haya visto obligado a firmar ante la decisión de los otros cuatro presidentes de hacerlo y ante la presión internacional que se ejerció sobre la reunión. Cualquiera de estas alternativas podría combinarse con la de conseguir una mejor posición para el regateo económico del gobierno de Honduras con el de Estado Unidos.

Sobre la base de un declive estratégico general de la Administración Reagan en su guerra contra Nicaragua, las posiciones de Arias y Cerezo respondieron a proyectos estratégicos de sus respectivos gobiernos. La de Duarte a una maniobra táctica, quedando aún oscura la posición de Azcona. Pese a todo, la firma de los acuerdos, al no contar con el visto bueno de Washington, resultó sorpresiva. Generalmente se pensó que algún avance podría surgir de Esquipulas II, pero no el que éste fuera de tal magnitud. En la cumbre seguramente jugaron un papel importante las personalidades de algunos presidentes. El presidente Cerezo, en reunión privada con su gabinete, opinó que el papel jugado por Daniel Ortega fue crucial.

Las razones del gobierno de Nicaragua

Para Nicaragua los acuerdos de Esquipulas II son el más importante paso realizado en toda su gestión diplomática para buscar una paz negociada. Aunque la dinámica de confrontación con Estados Unidos ha ido dificultando a la Administración Reagan la salida militar, el camino de la paz no se desprende mecánicamente de esta situación. Hacen falta pasos positivos.

La firma de Nicaragua en la cumbre guatemalteca ha puesto ciertamente en una situación difícil la política belicista del Presidente Reagan. Esto se particularmente importante cuando su tiempo se agota y porque la enemistad personal que ha mostrado contra el proceso de Nicaragua, capaz de llevarle a decir eventualmente acciones políticamente irracionales -bombardeos quirúrgicos, por ejemplo-, encuentra hoy nuevos diques. También hoy al Presidente Reagan se le presenta una nueva ocasión de apoyar, con hechos verificables, una salida política que sea aceptable a su gobierno y al de Nicaragua.

Explicar la posición nicaragüense en Guatemala únicamente de cara a la Administración Reagan, sería errado. Los acuerdos de Esquipulas II abren también una posibilidad de negociación con la próxima administración norteamericana, tanto si ésta está dirigida por conservadores pragmáticos como por liberales. Por esta razón la firma del presidente Daniel Ortega en Esquipulas II representa una voluntad estratégica por parte del gobierno sandinista. El cumplimiento de Esquipulas II es el camino, de la solución política negociada, y esto tanto a corto plazo -con la Administración Reagan- y, si no, a mediano plazo -con la futura administración norteamericana-. Esto supondría completar los acuerdos de Esquipulas II con un diálogo bilateral entre Estados Unidos y Nicaragua o encontrar un mecanismo equivalente.

El gobierno de Nicaragua desea el arreglo pacífico con Washington. Pero deseo si piensa políticamente. No se debe confundir la flexibilidad de los sandinistas con la renuncia a sus propios principios. Estos permanecen incólumes, máxime cuando la estrategia militar de Reagan se encuentra en proceso de descomposición y la intervención directa sería sumamente costosa.

Muestra de todo esto fue el debate público que el presidente Ortega sostuvo el 31 de agosto en Managua con el pre-candidato republicano Robert Dole. Dole, que venía con una delegación de 3 senadores republicanos y uno demócrata, anunció en el diario "Miami Herald" que visitaría Nicaragua advirtiéndole al Presidente Ortega que tenía de decirle "cosas importantes". Sin otro aviso o solicitud de cita, se presentó henchido de prepotencia imperial pero se mostró desconcertado e impotente ante la fortaleza y dignidad que escuchó en las palabras del presidente Ortega. Más de 100 periodistas nacionales y extranjeros cubrieron el debate, que fue trasmitido por televisión al pueblo de Nicaragua. La flexibilidad mostrada en Esquipulas II y la firmeza ante el pre-candidato Dole son dos caras de un único mensaje dirigido a Washington:

Los acuerdos de Guatemala obtuvieron un apoyo mundial unánime: el Grupo de Contadora y el de Lima, la Comunidad Económica Europea, la Unión Soviética y Cuba, el Movimiento de los No Alineados, la Organización de Estados Americanos, la Organización de Naciones Unidas y un importante sector de congresistas norteamericanos, entre otros. El 19 de agosto, los cancilleres centroamericanos se reunieron en San Salvador para integrar la Comisión Ejecutiva que dará seguimiento a los acuerdos y el día 22, en Caracas, se conformó la Comisión Internacional de Verificación y Seguimiento.
Los Acuerdos de Esquipulas II son la más alta expresión de unidad latinoamericana contra el monroísmo reaganiano en esta crítica etapa del conflicto centroamericano. El nacionalismo bolivariano que Contadora y el Grupo de Lima venían impulsando recibió, por fin, el apoyo centroamericano con base en el Plan de paz propuesto por el presidente Arias. Este proceso venía avanzando años tras años. En 1983, Contadora buscó mediar. En 1985, con el aliento del grupo de Lima en Caraballeda, exigió a los Estados Unidos respeto a la autodeterminación nicaragüense. A principios de 1987 comenzó a surgir el Plan Arias con base en Contadora. A mediados de 1987, en Guatemala, se logró el acuerdo.

Pese a las complejidades e incluso debilidades de esta unidad latinoamericana y centroamericana, el hecho de lograrla en plena "era Reagan" Significa que Estado Unidos debe readaptar su política reconociendo un mundo crecientemente multipolar en donde no pueden ser desdeñados los anhelos de justicia para los pobres, democracia y desarrollo económico. Más allá de las intenciones de los presidentes, Esquipulas II plantea al presidente Reagan una cuestión crucial: si es capaz de adaptarse con realismo a la nueva correlación de fuerza mundial o si, por el contrario, prefiere definirse con anacronismo como el último huérfano de Yalta.

El intento de reacomodo de la administración Reagan

El presidente Reagan no pudo reaccionar con rapidez ante lo firmado en Guatemala. No logró posponer indefinidamente la Cumbre presidencial a través del presidente Duarte, como pretendió inicialmente. Eso le hubiera facilitado el apoyo del Congreso para los contrarrevolucionarios al no existir avances de paz en la región.

Poco después, el plan Reagan-Wright, lanzado en forma descortés antes de al cumbre presidencial, resultó como un boomerang en su contra. Los presidentes Arias y Cerezo, visiblemente molestos, se negaron a cambiar la agenda prevista y el presidente Ortega respondió al Plan, proponiendo un diálogo bilateral en el que la propuesta de boicot se podía convertir en un punto de partida para iniciar negociaciones. Estas reacciones provocaron que el Plan Reagan no fuera acogido en la cumbre guatemalteca. En opinión de los observadores, este incidente contribuyó a despertar el nacionalismo centroamericano.

El Plan también trajo problemas a Reagan dentro de su país. Los ultraconservadores, en desacuerdo con el mismo, compraron la situación con la de un desastre similar al fracaso militar de Playa Girón, en Cuba, en abril de 1961. Senadores liberales como Edward Kennedy y Tom Harkin calificaron el Plan como "un esfuerzo por rehabilitar una política fracasada". Finalmente, el Presidente de la Cámara de Representantes y coautor del Plan, Jim Wright, se desligó del mismo y apoyó los acuerdos de paz logrados en Guatemala.

La iniciativa diplomática Reagan -Wright fue ideada por un reducido grupo de altos funcionarios, entre ellos, el jefe de gobierno Howard Baker, el secretario de Estados George Shultz y el diplomático Philip Habib. Según Wright, Nancy Reagan, la esposa del presidente, logró el apoyo de su marido a este Plan para que Reagan fuera recordado como "el hacedor de la paz en Centroamérica". Quedaron al margen del proyecto el Vicepresidente George Bush, el Secretario de Defensa Caspar Weinberger, el asesor de Seguridad Nacional Frank Carlucci y el secretario de Asuntos Latinoamericanos Elliott Abrams.

El Plan Reagan pide un alto al fuego entre los sandinistas y la contrarrevolución. Inmediatamente, Estados Unidos suspendería la ayuda militar a la contrarrevolución, el "bloque comunista" dejaría de ayudar a Nicaragua y se iniciarían negociaciones sobre aspectos militares entre los centroamericanos, con la participación de Estados Unidos. Con el alto al fuego se suspendería la ley de Emergencia en Nicaragua, convocándose inmediatamente a elecciones supervisadas por un organismos internacional como la OEA. El plan de reconciliación nacional incluye desmovilización de las fuerzas militares sandinistas. Desde ese momento Nicaragua podría aspirar a la ayuda económica norteamericana.

Con base en este plan, inaceptable para Nicaragua salvo como punto de partida para negociar, Habib quiso incluir a Nicaragua en su próxima gira por Centroamérica para evaluar mejor las posibilidades de una negociación, pero la Casa Blanca se opuso, Habib renunció y Abrams retomó la iniciativa. El día 17 se reunió con 40 funcionarios, incluidos los diplomáticos destacados en Centroamérica, para replantear la táctica norteamericana en la región.

El plan de Abrams

El plan operativo de Abrams se basa en tres ejes:

Primero, calificar el acuerdo de Guatemala como "preliminar" e influir en los países centroamericanos utilizando la "diplomacia secreta", para mediatizar en favor de Washington el curso de las negociaciones. Los gobiernos de Honduras y el Salvador serían los eslabones más débiles sobre los que trabajar.

Segundo, reforzar el apoyo a la oposición interna de Nicaragua para dificultar la ampliación de la apertura democrática sandinista y así continuar tildando al sandinismo y totalitario.

Tercero, solicitar al Congreso la ayuda para la contrarrevolución, entendida ésta como póliza de seguro en caso de que fracasen los acuerdos de Esquipulas II. Los contrarrevolucionarios podrían, eventualmente, completar esta política planteando un "cese al fuego" a medidas.

Confiando en que los dos primeros ejes fracasar los acuerdos en paz centroamericanos, el camino estaría despejado para una fuerte arremetida militar contra Nicaragua con apoyo de republicanos y demócratas.

Nicaragua toma la iniciativa

Nicaragua ha respondido a este proyecto. Por una parte busca implementar internamente todos los aspectos que le corresponden según los acuerdos de Esquipulas II. Al mismo tiempo, ha incrementado su ofensiva militar combinándola con un amplio y nuevo llamado al desalzamiento de los contrarrevolucionarios para que se acojan a la amnistía. Estas dos líneas de acción buscan, en lo inmediato, derrotar el Plan Abrams y, como tendencia más, impulsar la solución de paz.

Acelerar la paz cumpliendo Esquipulas II

Como muestra de la voluntad política para alcanzar la paz por la vía de la negociación, el 8 de agosto Daniel Ortega informó que se habían girado instrucciones para retirar la demanda presentada contra Costa Rica en la Corte Internacional de Justicia en La Haya. Eso significaba -dijo- un acto de solidaridad con el pueblo costarricense y con el presidente Arias, quien jugó y un papel determinante en las negociaciones de paz. En el caso de Honduras, cuya voluntad de paz no es tan clara como la costarricense, se solicitó la suspensión del pase a la fase oral del conflicto por tres meses prorrogables.

Poco después, el 11 de agosto, el presidente Ortega se entrevistó con el Cardenal Miguel Obando Bravo y dirigentes de los partidos de oposición interna. Les entregó una copia del Plan de Esquipulas II y los interna. Les entregó una copia del Plan de Esquipulas II y los instó a formar la Comisión Nacional de Reconciliación.

El día 20, según lo acordado en Guatemala, la Conferencia Episcopal presentó su terna. Estaban conformada por el Cardenal Obando, Mons. Bosco Vivas y Mons. Salvador Schlaffer. El 25 de agosto el gobierno seleccionó al Cardenal Obando como delegado titular y a Monseñor Vivas como suplente. En ámbitos políticos la selección fue interpretada como una muestra de la voluntad política de reconciliación del gobierno de Nicaragua. En ámbitos eclesiales, como un signo que fortalece las bases para el desarrollo de la nueva relación iniciada en septiembre de 1986, el diálogo Jerarquía-Estado.

La terna que debían presentar los once partidos de oposición legalmente inscritos en el país se les tornó, por sus propias rivalidades, difícil de elaborar. Los partidos se dividieron en dos bloques fundamentales con algunos partidos que, en el transcurso de la discusión, pasaron de un bloque a otro. Los bloques no eran ideológicamente coherentes. En el bloque donde estaba la reaganista Coordinadora Democrática Nicaragüense, abstencionista en las elecciones de 1984, se encontraba el Partido Comunista.

En el otro bloque, donde estaban partidos marxistas, se encontraba el Partido Conservador y el Popular Social Cristiano. Las rivalidades ideológicas se entrecruzaban con rivalidades personales. Incapaces de llegar a un acuerdo, cada bloque presentó su propia terna. El Dr. Clemente Guido, ex-candidato a la presidencia por el Partido Conservador, segunda fuerza política del país, calificó el hecho como una expresión de la inmadurez de los partidos de oposición. El presidente Ortega, lamentando la división de la oposición, escogió al popular- socialcristiano Mauricio Díaz como miembro titular de la Comisión y al socialcristiano Erick Ramírez como suplente. El partido de Díaz participó en las elecciones y estaban en un bloque; el partido de Ramírez no participó y estaba en el otro bloque.

El tercer miembro de la Comisión debería ser un "ciudadano notable" que no perteneciera al gobierno ni al partido de gobierno. La decisión recayó sobre el Rdo. Gustavo Parajón como titular y el Dr. Ganzalo Ramírez. El primero es el presidente del CEPAD, el máximo organismo de coordinación de las iglesias evangélicas en el país; el segundo es el presidente de Cruz Roja. Como cuarto miembro de la Comisión y representante del gobierno, fue designado el Vicepresidente de la República, Dr. Sergio Ramírez en calidad en calidad de titular y René Núñez, Ministro de la Presidencia, como suplente.

La conformación de la Comisión produjo, como era de esperarse, reacciones encontradas entre los partidos de oposición. Unos veían a Díaz y Parajón como simpatizantes del sandinismo, otros se quejaban de la ausencia de representación de partidos marxistas y de excesiva presencia de religiosos. La Administración Reagan acusó a la Comisión parcializada en favor del sandinismo. El Cardenal Obando insistió en que no se debía juzgar la Comisión "a priori", sino "a posteriori", después de verla actuar. En todo caso, la selección de los cuatro miembros se ajustaba a las directrices de los acuerdos de Esquipulas II. Pocos días después el Cardenal Obando fue nombrado presidente de la Comisión de Reconciliación.

Mientras tanto, en coincidencia con el apoyo propuesto por Abrams a la oposición reaganista interna, algunos partidos de oposición comenzaron a pedir al gobierno medidas como la amnistía general, la apertura del diario La Prensa, la derogación inmediata del Estado de Emergencias, etc. a las que, según Esquipulas II, solo estaría obligada Nicaragua el 7 de noviembre si simultáneamente cese totalmente el apoyo estadounidense a la contrarrevolución si Honduras desmantela los campamentos contrarrevolucionarios y si se produce un cese el fuego, entre otras medidas. El gobierno de Nicaragua, sin ceder en, aspectos fundamentales, quiso dar ya desde primer momento algunas muestras de su buena voluntad permitiendo el reingreso al país del Obispo Pablo A. Vega, expulsado en julio/86 y de los sacerdotes Bismarck Carballo y Benito Pitito, este último uno de los diez sacerdotes expulsados de Nicaragua en julio/85.

Esquipulas II ha comenzado a crear una nueva dinámica interna en Nicaragua. Hay una verdadera ebullición política en muy diversos grupos sociales. Los gestos de reconciliación del Estado para con la Iglesia Católica son vistos por unos como el fortalecimiento de la distensión iniciada con el diálogo Iglesia-Estado y por otros, como el peligroso comienzo de un típico maridaje de la Iglesia con el Estado de turno. Otros, en fin, temen que el Cardenal Obando pueda usar su nuevo cargo para impulsar posiciones reaganistas. La ultraconservadora Coordinadora Democrática Nicaragüense se ha lanzado a plantear posiciones polémicas. Algunos comienzan a llamarles "trancos", palabra formada con las mismas letras que "contras". Otros piensan que si quieren lograr un peso significativo dentro de Nicaragua, tendrán que nacionalizar mínimamente su programa política, hasta ahora totalmente pro-estadounidense.

Los partidos de izquierda marxista-leninista, como el Movimiento de Acción Popular (MAP) ven la posibilidad de radicalizar el proceso impactando sobre un pueblo combativo pero, a su juicio, mediatizado en su lucha por el Frente Sandinista. Amplios sectores populares debaten a su vez, con abrumador rechazo, sobre la posibilidad de que, si cesa la ayuda a la contrarrevolución, deba amnistiarse a los guardias somocistas que están en prisión después de los juicios que siguieron al triunfo revolucionario. Por sobre todo este debate, el Frente Sandinista ha declarado que Esquipulas II es su programa inmediato de gobierno, porque es la punta de lanza para forzar las salida negociada.

Detener la guerra llamando al desalzamiento

Mientras los acuerdos se firmaban en Guatemala la guerra seguía. El 25 de agosto fuerzas contrarrevolucionarias atacaron la cooperativa campesina "Carlos Fonseca" en el departamento de Jinotega, resultando heridos tres niños menores de cuatro años y muerte una niña de nueve años. Dos días antes, cinco civiles fueron emboscados y asesinados pro la contrarrevolución en el mismo departamento del país. El 28 los contrarrevolucionarias derribaron un helicópteros MI-7. Son sólo algunas de las acciones contrarrevolucionarias. Según informes del Ministerio de Defensa de Nicaragua, entre el 5 de agosto y el 5 de septiembre,,la contrarrevolución tuvo 445 bajas en 328 acciones militares.

En la actual continuación de la guerra, hay que introducir un factor de crecimiento importancia: el desalzamiento de los contrarrevolucionarios.

En estos mismos días de ataques y combates se acogieron a la amnistía, vigente en Nicaragua desde 1984, el ex-alcalde somocista Oscar Peña, el dirigente de ARDE Carlos Coronel Kautz y un alto jefe de inteligencia de la FDN, Lester Ponce Silva. En la segunda quincena de agosto se acogieron también a la amnistía 30 contrarrevolucionarios en la Región I (Estelí, Madriz, Nueva Segovia) y 35 en la Región VI (Matagalpa y Jinotega). Desde el 27 de agosto se comenzaron a conformar en las regiones de guerra comisiones de recepción para los desalzados que entreguen sus armas y se acojan a la amnistía. Estas comisiones están integradas por sacerdotes católicos, pastores evangélicos y miembros de la Cruz Roja. Con ellas se busca establecer la confianza y seguridad personal de los que quieren desalzarse. Actualmente existe una creciente tendencia a la deserción en las filas contrarrevolucionarias.

Mientras tanto, en la región del Atlántico continúa el retorno de mískitos -doscientos en este mes- que habían huído a campamentos hondureños. Esa tendencia se verá reforzada en el mes de septiembre con la aprobación, por la Asamblea Nacional, de la Ley de Autonomía de la Costa Atlántica. En el presente año, se han desalzados en la Costa 185 personas, calculándose en 750 los que continúan armados -500 de ellos actualmente en Honduras-. Según fuentes del Ministerio del Interior, en los últimos cuatro meses y en esta zona del país, los contrarrevolucionarios han lanzado ataques en sólo cinco ocasiones.

Pese a que la guerra continúa, la creciente descomposición contrarrevolucionaria no podrá ser detenida por la voluntad del Presidente Reagan. Con el fin de frenarla, el 24 de agosto, Reagan dirigió un mensaje radial a los contras utilizando para ello la emisora del FDN ubicada en El Salvador: "Sé que su más vivo deseo es regresar a su patria", dijo, instándolo, sin embargo a sentirse respaldados y a no dejar la lucha: "Al final del camino les espera una Nicaragua libre. No debemos descansar hasta alcanzar esa meta... Sé que ustedes continuarán en la lucha y los Estados Unidos estarán con ustedes".

La profundización de la derrota militar contrarrevolucionaria es el factor fundamental que está incidiendo en esta nueva situación de descomposición -desintegración. Los acuerdos de paz alcanzados por los presidentes centroamericanos en Guatemala son el factor inmediato que la aceleran. Mientras los desalzados declaran que la cumbre presidencial fortaleció su decisión de retorno pacífico al país, el Presidente Reagan en su alocución radial y en sus declaraciones busca sembrar la desconfianza en los acuerdos presidenciales. Esquipulas II incide también de esta manera tan concreta y personalizada en el corazón de la lucha entre Nicaragua y la Administración Reagan.

Los planteamientos de Nicaragua tras Esquipulas II han creado tensiones en el gobierno de Reagan, crearon divisiones momentáneas en la cúpula contrarrevolucionarias cuando tres de los siete dirigentes declararon que podrían regresar a Nicaragua y están contribuyendo al desalzamiento de los comandos contrarrevolucionarios. La Administración Reagan, con el Proyecto Abrams, busca romper la unidad centroamericana, dificultar el avance de la democratización en Nicaragua y conseguir nuevo apoyo norteamericano para la contrarrevolución armada.

Nicaragua ha redoblado su ofensiva militar para fortalecer la debacle de la contrarrevolución, haciendo paralelamente llamados a acogerse a la amnistía. Haciendo de Esquipulas II su programa inmediato de gobierno, prepara sus fuerzas para la lucha político-ideológica que se avecina dentro del país fortalece internacionalmente el creciente aislamiento de las posiciones belicistas de Reagan. Nicaragua es hoy más que nunca un país en guerra buscando la paz "firme y duradera".

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