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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 415 | Octubre 2016

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Nicaragua

Armados hasta los dientes: la remilitarización de Nicaragua

¿Por qué el gobierno de Daniel Ortega ha remilitarizado el país con armas letales rusas? ¿Qué ocultan el Presidente Ortega y el General Avilés? Para todo esto hay más preguntas que respuestas. Las que están más claras son las consecuencias. Temeraria e innecesariamente, Ortega ha abierto puertas que se creían cerradas. Y una peligrosa carrera armamentista se apresta a iniciarse en la región centroamericana.

Roberto Cajina

En un escenario en el que las amenazas tradicionales han cedido paso a las amenazas emergentes, en especial el crimen organizado y el narcotráfico, y en el que la probabilidad de guerras interestatales en la región centroamericana ha sido reducida prácticamente al mínimo, resolviéndose los diferendos entre naciones por las vías y con los instrumentos del derecho internacional, la remilitarización de Nicaragua plantea importantes preguntas a las que no hallamos fácilmente respuestas convincentes.

El rearme de Nicaragua ocurre en paralelo a los movimientos de reposicionamiento geoestratégico de Rusia, que busca fortalecer sus antiguas esferas de influencia, revivir algunas temporalmente abandonadas y abrir nuevas cabezas de playa para así avanzar en sus pretensiones expansionistas y hegemónicas.

¿CUÁLES SON LAS AMENAZAS?


La pregunta básica, de la que se derivan muchas otras, trata de comprender la lógica, si alguna tiene, de la reciente adquisición que Nicaragua ha hecho de medios y equipos militares de la industria militar rusa: tanques y aviones de guerra, coheteras y patrulleras marítimas, una decisión de alto impacto tanto en nuestro país como en Centroamérica y, en alguna medida, en el hemisferio occidental.

Si Nicaragua no está en guerra y no existe evidencia de una eventual guerra convencional, ¿para qué el gobierno de Daniel Ortega ha adquirido ese material bélico, tanto ofensivo como defensivo? En cualquier Estado una decisión como ésa se determina en base a un análisis, entre otros aspectos, de las amenazas a la seguridad nacional de la nación, de las hipótesis de conflicto y de las respuestas que habría que darles. El principio rector es sencillo: la naturaleza de la amenaza determina la naturaleza de la respuesta. ¿Ha hecho el Ejército de Nicaragua ese análisis? ¿Cuáles son las amenazas, potenciales y reales, a la seguridad nacional de Nicaragua que identificó? ¿Se corresponden los equipos adquiridos con la naturaleza de la respuesta de Nicaragua a esas amenazas identificadas?

MÁS PREGUNTAS QUE RESPUESTAS


Fueron medios rusos de comunicación los que informaron en abril que un portavoz del Centro de Análisis del Comercio Mundial de Armas (CACMA) dio a conocer la existencia de un contrato con Nicaragua para el suministro de un lote de 50 tanques “modernizados” T-72B1 con un coste estimado de 80 millones de dólares y, además, del encargo en 2013 de 4 lanchas patrulleras del proyecto 14310 Mirazh.

La información también indicó que estaba en marcha un contrato para suministrar a Nicaragua dos lanchas coheteras del proyecto 1241.8 Molnia, el más costoso de la cooperación técnico-militar bilateral Rusia-Nicaragua. Se refería además a la adquisición de aviones de entrenamiento y combate Yak-130. No se indicaron cifras estimadas del costo de todos estos medios de superficie ni tampoco de la cantidad de aeronaves y su costo.

La falta de información oficial en Nicaragua y el hecho de que la economía rusa no está para regalar o donar -salvo material de descarte-, sumada a la evidencia de que Nicaragua no tiene los recursos para comprar esos medios y equipos, generaron nuevos interrogantes. ¿Quién financiaría esas millonarias adquisiciones? ¿Se trataba de una operación de compra-venta, de una donación o de una combinación de ambas?

Si de una compra se tratara el gobierno de Daniel Ortega debería responder a tres preguntas obligadas: ¿De dónde obtendrá Nicaragua los millonarios recursos que demandan esas adquisiciones? ¿Se negocia un préstamo con alguna institución financiera rusa? ¿En qué condiciones? Ésa sería la única forma de obtener los recursos, que no conseguiría Nicaragua del Banco Mundial, BID, BCIE, a los que recurre en busca de empréstitos. Y si fuese una donación, era preciso preguntarse por qué razón la hacía Rusia.

LA MILITARIZACIÓN EN LA DÉCADA DE LOS 80


En la década de los años 80 Nicaragua alcanzó el nivel más alto de militarización en Centroamérica y en América Latina en términos relativos. Las debilidades del Ejército Popular Sandinista eran la falta de adecuados y suficientes medios de superficie en la Fuerza Naval y la falta de medios de combate de ala fija: aviones. Sí disponía de dos poderosas flotas de manufactura soviética, una de helicópteros y otra de tanques T-55.

En 1986 el EPS llegó a disponer de 134,440 efectivos entre permanentes, reclutas del servicio militar obligatorio, milicias y reserva. En 1990, el triunfo electoral de Violeta Barrios de Chamorro abrió las puertas a la transición a la democracia y, simultáneamente, a un inédito proceso de desmilitarización y reconversión de la Defensa. Los helicópteros rusos artillados (7 Mi-25 y 14 Mi-17) que se emplearon en la guerra contra la Resistencia Nicaragüense fueron vendidos a Perú y el sistema de radares a Ecuador. En un drástico y acelerado proceso, los efectivos se redujeron a 86,810 en 1990 y en apenas dos años, en 1992, eran ya 13,290. Drástica fue también la reducción del gasto de Defensa.

DANIEL ORTEGA: QUE RUSIA NOS APORTE MEDIOS AÉREOS


Desde que en 2007 Daniel Ortega regresó al gobierno ofreció dotar de nuevos medios al Ejército, a la Fuerza Aérea y a la Fuerza Naval. No dejaba de tener razón porque, prácticamente, todos los medios y equipos militares, vendidos y/o donados por la extinta Unión Soviética en la década de los 80 ya estaban obsoletos y habían llegado al fin de su vida útil.

El letal accidente de un helicóptero Mi-17 en junio de 2013, en el que perecieron casi todos los miembros del Estado Mayor de la Fuerza Aérea del Ejército, fue una clara alerta de la obsolescencia de los medios de ala rotatoria, y aunque nunca se informó a profundidad sobre las causas del accidente, se evidenciaron las fallas técnicas e incluso la fatiga de metales.

El 13 de agosto de 2014, en su discurso en la celebración del 34 Aniversario de la fundación de la Fuerza Naval, el Presidente Daniel Ortega aseguró que estaban “trabajando seriamente con la Federación Rusa para que nos puedan aportar medios aéreos que tanta falta hacen para el combate al narcotráfico y para las labores humanitarias aparte de los que ellos ya han entregado” (2 helicópteros Mi-17V-5 en 2009).

“Tenemos -dijo Ortega ese día- que seguir fortaleciendo al Ejército, que es una fuerza fundamental para resguardar la soberanía del país, para fortalecer la paz, la seguridad y la estabilidad, y contribuir también a fortalecer la paz y la estabilidad en la región centroamericana librando batallas conjuntas contra el narcotráfico, y contra el crimen organizado”.

En el lenguaje de Ortega que Rusia “aportara” significaba que regalara, que donara. Los equipos tardarían mucho en llegar.

LOS RUSOS NUNCA SE FUERON DE NICARAGUA


Después de la derrota del FSLN en las elecciones de febrero de 1990 las relaciones Nicaragua-Rusia, intensas en la década de los 80 al calor de la Guerra Fría, entraron en una etapa de relativo enfriamiento. A pesar de eso, es preciso subrayar que los rusos nunca se fueron de Nicaragua. Con un perfil casi imperceptible, y fuera de los cuarteles militares, en nuestro país permaneció una Misión Técnico-Militar rusa, con sedes operativas que han estado desde siempre en las instalaciones de la Fuerza Aérea y en las de la Brigada de Infantería Mecanizada. “Nosotros hemos manejado relación con los rusos todo el tiempo. Es histórica y ellos han mantenido una delegación permanente, una misión militar”, reconoció a finales de noviembre de 2007 el entonces Jefe del Ejército, General Omar Halleslevens.

En 2009 el Inspector General del Ejército aseguró que “desde hace 30 años siempre ha habido una misión militar de ese país en Nicaragua, ya que gran parte del armamento y tecnología que utiliza nuestro ejército es de fabricación rusa. Estos técnicos de esta misión militar nos prestan el apoyo para el mantenimiento y la correcta explotación, fundamentalmente de los medios aéreos, de los medios blindados y del armamento”. Por el prolongado tiempo de explotación habían llegado al fin de su vida útil y continuaban funcionando, aunque con serias dificultades técnicas. La mayoría habían llegado a Nicaragua a mitad de la década de los 80 y tenían ya un poco más de treinta años de servicio.

La presencia militar rusa en Nicaragua fue oficializada a fines del gobierno de Arnoldo Alemán. El 24 de octubre de 2001 Nicaragua y Rusia suscribieron un Acuerdo de Cooperación Técnico-Militar con el fin de “mantener en óptimas condiciones los equipos militares”. Se trataba de asegurar el mantenimiento de helicópteros, tanques, piezas de artillería, equipos de radio-comunicación y la adquisición de repuestos. A partir de ese momento se iniciaron continuas visitas de funcionarios civiles y militares nicaragüenses a Rusia y de funcionarios rusos a Nicaragua. Recientemente, Sputnik News escribió: “Expertos militares viajan constantemente entre los dos países”. Se iniciaba así una cadena de reuniones para explorar las perspectivas de la cooperación militar bilateral.

REUNIONES VAN, REUNIONES VIENEN…


A mediados de 2002, el General Javier Carrión, entonces jefe del Ejército, viajó a Rusia a entrevistarse con el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas rusas, General Anatoli Kvashnin, para analizar las perspectivas de cooperación militar entre ambos países.

En su maletín, Carrión llevaba también la ilusión de reunirse con representantes del Rosoboroneksport monopolio estatal ruso para la exportación de armamento y con el Comité Estatal de Cooperación Técnica y Militar para conseguir de ellos una franquicia que permitiera a Nicaragua intermediar la venta de armamento ruso. ¿En América Latina…? Obviamente, no la consiguió. Era un bocado demasiado grande y apetitoso que los rusos no se quitarían de la boca para dárselo a este minúsculo país centroamericano…

Unos años después, los cancilleres de Nicaragua y Rusia se reunieron en Moscú y, por primera vez, un alto funcionario ruso expresó que era necesario fomentar la cooperación técnico-militar con Nicaragua, pues en ese campo nuestro país -así lo aseguró- era uno de los líderes mundiales. A su vez, el Canciller nicaragüense manifestó el interés de Nicaragua en la modernización de los equipos militares suministrados por la extinta Unión Soviética en los años 80. De esa reunión no surgió nada concreto que se conociera públicamente.

Cinco años más tarde, el Jefe del Ejército, General Omar Halleslevens afirmó creer “que se va ampliar o se puede ampliar esta relación con los rusos”, limitada hasta entonces al mantenimiento aéreo, a la re-motorización de los helicópteros con motores comprados a Rusia, y al mantenimiento de los tanques T-55 y de los lanzacohetes múltiples BM 21 (Katiusha).

RUSIA: LA PRIORIDAD SERÁ LA COOPERACIÓN ECONÓMICA


En septiembre de 2008 el embajador ruso, Igor Kondrashev, hizo público que durante la reunión del Viceprimerministro de Rusia, Igor Sechin, con Daniel Ortega, ambos acordaron renovar el armamento del Ejército de Nicaragua, pues el 90% de lo que tenían en sus inventarios era de fabricación rusa, así como helicópteros y aviones AN-26. “Ese armamento necesita recambio, mantenimiento, no ampliación, sino mantenimiento, y en eso vamos a ayudar a Nicaragua -afirmó Kondrashev-. No se trata de un cambio de política para brindar un super-armamento a Nicaragua”.

Enfatizó que la cooperación militar con Nicaragua no se¬ría una prioridad y sí lo sería la cooperación económica, principalmente en materia energética, agrícola, de infraestructura y de educación. “La cooperación militar -dijo- será únicamente para mantener el potencial que ya existe en Nicaragua. No queremos ampliar ese potencial militar. Queremos únicamente asegurar el mantenimiento y los recambios para el material ya existente y eso lo hace no solamente Rusia, lo hacen varios países”. Ocho años más tarde, en 2016, la realidad le daría al diplomático ruso un soberano mentís.

DONACIONES “DE CONSOLACIÓN”


A finales de 2009 el General Halleslevens y el Ministro de la Defensa Civil y Emergencia ruso, Serguei Shoigu, firmaron un Convenio de Colaboración por 6.5 millones de dólares para 2009-2010, que permitiría crear mecanismos y desarrollar procedimientos para un intercambio eficaz de información científica y técnica en materia de amenazas, vulnerabilidad y riesgos, así como sobre el manejo, la prevención y la mitigación de sus consecuencias. Permitiría además a Nicaragua adquirir en el corto plazo maquinaria, equipos y técnica especializada rusa para fortalecer su capacidad de respuesta rápida ante situaciones de desastres.

La llegada de los ansiados medios letales tendría que esperar cuatro años más, hasta la segundad mitad de 2014. Mientras, los militares nicaragüenses debieron conformarse con otras donaciones “de consolación”.
El 16 de agosto de 2011 la Agencia Emercom de la Federación Rusa y Nicaragua firmaron un acuerdo de ayuda para la modernización del sistema nacional de prevención y atención de desastres por 26 millones de dólares.

El General Julio César Avilés, quien había relevado a Halleslevens en la jefatura del Ejército, aseguró que con el acuerdo se fortalecería la Defensa Civil y el Sistema Nacional de Prevención y Atención de Desastres, se modernizaría el Centro de Operaciones de Desastres de Emergencia y los mecanismos de alerta temprana, se fortalecería el sistema de comunicaciones y avisos y se dotaría a la Unidad Humanitaria y de Rescate del Ejército con el equipamiento necesario.

El 24 de agosto de 2012 llegó otra entrega “de consolación”: el Ministerio para las Situaciones de Emergencia de Rusia entregó al Ejército seis hospitales de campaña con equipos especiales en el marco del convenio de colaboración suscrito en 2011
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2014: RUSIA INICIA LA DONACIÓN DE MEDIOS LETALES


Durante su visita a Nicaragua en agosto-septiembre de 2012, el jefe de las Fuerzas Armadas rusas Alexander Postnikov, se reunió con el General Avilés. Anunció que militares nicaragüenses se formarían en academias rusas y reveló que Rusia y Nicaragua acordaron impulsar la cooperación técnico-militar, aunque sin dar mayores detalles.

En abril de 2013 llegó a Nicaragua otra delegación rusa, encabezada por el General de Ejército, Valery Gerasimov, Jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas rusas y Primer Sustituto del Ministro de Defensa. Declaró que llegaba “para discutir la cooperación entre las fuerzas armadas de Rusia y Nicaragua”. Daniel Ortega lo condecoró con la Orden Ejército de Nicaragua. ¿Llegaron a acuerdos concretos? Lo único que Gerasimov anunció fue que apoyarían los esfuerzos del Ejército en la lucha contra el narcotráfico.

Fue al año siguiente de esta visita cuando finalmente la cooperación militar rusa cambió de lo no letal a lo letal, lo que calmaría los afanes de los uniformados nicaragüenses, quienes durante tantos años habían estado esperando ansiosos nuevos equipos rusos de guerra.

Hasta julio de 2014 la asistencia militar rusa a Nicaragua había sido del tipo no letal: un hospital de campaña dotado con varios quirófanos y otros medios modernos para la atención médica en emergencias, más de 40 camiones destinados a reforzar al cuerpo de bomberos y 23 máquinas pesadas. Y un módulo ingeniero para la reparación de carreteras y otros fines económicos, sociales y de la institución.

A fines de ese mes la asistencia militar rusa dio un giro pronunciado con la donación de medios letales. Llegaron a Nicaragua artillería antiaérea de ametralladoras de 23 milímetros altamente modernizadas y cañones automáticos Dúplex ZU-23-2 de 23 milímetros, con cadencia de fuego de 600 disparos por minuto y un alcance de 2.5 kilómetros, así como un complejo de simulación para pilotos de helicópteros y paracaidistas. Según Avilés, el valor total de esta donación fue de 15 millones de dólares. Sin mayores explicaciones, la asistencia militar rusa pasaba de lo no letal a lo letal, aunque aún aviones, tanques de guerra y medios de superficie no parecían estar en la lista de las prioridades.

FILTRACIONES RUSAS DE UNA NEGOCIACIÓN


Durante casi cuatro años las negociaciones para adquirir medios y equipos militares rusos fue uno de los secretos mejor guardados por el Presidente Ortega y el General Avilés.

Lo poco que se conocía era lo dicho por Ortega en la celebración del 34 Aniversario de la Fuerza Naval en 2014: que estaban “trabajando seriamente” con Rusia, pero sin dar mayores detalles. Una nota del portal especializado infodefensa.com recogió las palabras de Ortega, agregando información hasta entonces desconocida en Nicaragua.

El portal indicó que el director general del astillero Fair-Nevsky de San Petersburgo, Alexander Vlasov, había confirmado que estaban preparando dos misileras Rayo, del Proyecto 12418, para Nicaragua, y que consideraban la solicitud de hasta cuatro patrulleras clase Mirage, del astillero Ryvinsk Vympel. Inexplicablemente, las alarmas locales y regionales no se encendieron con esta información, que pasó desapercibida. Fue hasta el 25 de abril de 2016 que el velo del sigilo oficial fue rasgado. Sputnik News en español publicó una nota de la agencia rusa de noticias RIA Novosti titulada “Listo para enviar a Nicaragua el primer lote de tanques rusos T-72B1”, los que según Russia Beyond the Headlines (RBTH) son “una rara modificación llamada ‘Águila blanca’, equipados con un sistema de control de tiro diurno/nocturno y mira panorámica diurna/nocturna”, bautizado como “Ojo de halcón”.

Además, esos tanques cuentan con “un dispositivo de seguimiento automático de objetivos, un sistema de navegación y protección contra munición cinética”. La nota de RIA Novosti recogía declaraciones de un portavoz del Centro de Análisis del Comercio Mundial de Armas (CACMA), con sede en Moscú.

NI DANIEL ORTEGA NI EL GENERAL AVILÉS LO ESPERABAN


De seguro que Ortega y Avilés no esperaban que su secreto fuese revelado sin previo aviso y no tenían preparado un libreto para dar explicaciones. Sin embargo, la reacción de los medios de comunicación independientes, de políticos opositores al gobierno de Ortega, de organizaciones de la sociedad civil nicaragüense y de expertos en seguridad y defensa fue inmediata e incisiva.

La bomba estalló en Nicaragua y su onda expansiva alcanzó -con intensidad variada- a varios países del hemisferio, desde Estados Unidos hasta Colombia, Centroamérica incluida. El Ejército no tuvo más que aceptar ese mismo día que, en efecto, estaban adquiriendo medios y equipos de guerra rusos.

El vocero del cuerpo castrense justificó la adquisición asegurando “que en el marco del plan de modernización y desarrollo del Ejército de Nicaragua se han venido realizando las gestiones para la renovación de equipos que han dado su vida útil”.

Las revelaciones de RIA Novosti demuestran que los tanques T-72B1 eran apenas una fracción de todo lo que venía negociándose. El vocero del CACMA recordaba que, en el marco de la cooperación técnico-militar bilateral, Rusia había entregado a Nicaragua dos helicópteros Mi-17V-5 en 2009, un lote de vehículos blindados GAZ-2330 Tigr en 2012 y 12 sistemas de defensa antiaérea ZU-23-2 en el año 2014.

El vocero afirmó que el contrato por los tanques era por 80 millones de dólares y confirmó que en 2013 Nicaragua había encargado a Rusia 4 lanchas patrulleras del proyecto 14310 Mirazh y que un contrato de suministro de dos lanchas coheteras del proyecto 1241.8 Molnia, el más costoso de la cooperación técnico-militar bilateral, estaba en marcha.

PRIMERAS REACCIONES


La noticia de que el régimen de Ortega se estaba armando hasta los dientes generó diversas reacciones.

La embajadora de Estados Unidos en Nicaragua, Laura Dogu, reaccionó, extrañamente, entre confundida e ignorante, algo insólito puesto que es inconcebible que los servicios de inteligencia de su país no hubieran tenido información sobre las negociaciones entre Moscú y Managua. Dogu declaró a la prensa nicaragüense: “Estamos tratando de recibir información, necesitamos investigar un poquito más para entender exactamente el propósito y qué van a hacer”. La embajadora puso en duda las informaciones de los medios rusos. “A veces no son correctas -dijo-, vamos a solicitar información del gobierno. Es importante entender lo que está pasando”. Nunca se supo que la diplomática solicitara esa información a la Cancillería nicaragüense.

La reacción de los vecinos de Nicaragua balanceó inicialmente entre el silencio oficial de la Conferencia de las Fuerzas Armadas Centroamericanas (CFAC) y el de la Comisión de Seguridad de Centroamérica del SICA, a pesar de lo que prescribe el Tratado Marco de Seguridad Democrática de 1995 sobre el “balance razonable de fuerzas” de los países del Triángulo Norte, y las voces de algunos sectores de la sociedad civil y de altos jefes militares en retiro, mientras los Ejecutivos, los ministerios de Relaciones Exteriores y de Defensa y los mismos ejércitos permanecían callados.

LA “TRISTEZA” DE COSTA RICA


Luis Guillermo Solís, Presidente de Costa Rica, declaró: “Cualquier recurso que se gaste, especialmente en armas, en momentos donde éstas no son necesarias, porque no hay hipótesis de conflicto que justifique una inversión de ese tamaño y equipamiento de tal sofisticación en la región centroamericana, constituye, más que una preocupación o una amenaza, un sentimiento de tristeza”. Su Canciller afirmó: “Es motivo de preocupación, no como una amenaza hacia Costa Rica, pues las armas de defensa de Costa Rica están en el derecho internacional. Pero sí es motivo de preocupación como región centroamericana. Lo que necesitamos no son armas de guerra, lo que necesitamos en la región es combatir la pobreza con educación, más salud, más tecnología, con mejor infraestructura. Ésas son las prioridades de la región”.

Después, Costa Rica añadió a este guión dos notas. La primera, la llamada del Canciller al embajador ruso en San José para “pedirle explicaciones”, ponerlo en autos sobre la inquietud de su país por la compra que hacía Nicaragua de armamento ruso y expresarle la preocupación de Costa Rica. Obviamente, el diplomático ruso no dio explicaciones. En todo caso, era al gobierno de Ortega a quien debía habérselas pedido.

Segunda nota. Cuatro meses después de expresar su “tristeza” por el rearme de su vecino, el Presidente Solís viajó a Washington y en un foro organizado por el Wilson Center manifestó que se había quejado ante Barak Obama y Joe Biden: “Les mencioné nuestra preocupación por la remilitarización en Nicaragua”. La respuesta de Washington no fue retórica, sino inmediata, real y contundente. Ocurrió lo que no ocurría desde hacía treinta años: después de reunirse con Solís, Obama anunció la donación a Costa Rica de dos aviones de carga, dos barcos patrulleros, dos buques, dos buques interceptores, equipo de vigilancia aérea y un muelle, entre otros medios y recursos, por un valor total de 30 millones de dólares.

LA REACCIÓN DE BOGOTÁ


Cuando un tiempo antes el Inspector General del Ejército había asegurado, con desparpajo, que Nicaragua adquiriría aviones de combate rusos Mig-29 sorprendentemente no hubo reacción oficial pública del gobierno de Bogotá. En aquella ocasión un senador colombiano encendió luces de alerta llamando al Ministro de Defensa y a la Canciller de su país a “sentarse juiciosamente a revisar esas pretensiones de Nicaragua”.

Sin embargo, cuando en Colombia se conoció de la adquisición por Nicaragua de tanques, aviones de guerra, patrulleras y coheteras rusas, en Bogotá no se encendieron las alarmas y sólo un medio de comunicación consideró que se trataba de una “posible amenaza exterior”.

La posición oficial de Bogotá es comprensible. Porque a pesar de estar “vivo” el diferendo fronterizo con Nicaragua, para el gobierno colombiano es mucho más importante, por ahora, poner fin al conflicto armado interno que por más de medio siglo ha desangrado al país. Por otra parte, los medios y equipos militares rusos adquiridos por Nicaragua no significan una amenaza estratégica para la seguridad nacional de Colombia, dada su abrumadora superioridad militar aérea, naval y terrestre, si se la compara con la capacidad de Nicaragua.

UNA ADQUISICIÓN MUY ONEROSA PARA UN PAÍS HISTÓRICAMENTE EMPOBRECIDO


Bajo la tutela del FMI la macroeconomía nicaragüense ha funcionado y el crecimiento del PIB ha sido relativamente alto, superior al de los países del Triángulo Norte de Centroamérica. Sin embargo, la microeconomía está exageradamente rezagada. De acuerdo con la CEPAL, Nicaragua es el segundo país de América Latina con mayor índice de pobreza multidimensional. Una economía altamente informalizada, un masivo desempleo y la carestía de la vida azotan a la mayoría de los nicaragüenses.

El coste estimado de los 50 tanques T-72B1 es 80 millones de dólares, 1 millón 600 mil dólares por unidad. Tanto Ortega como Avilés han callado sobre el valor total de estas irracionales adquisiciones, sin explicar cuál es la hipótesis de conflicto a las que responden, qué país o países amenazan la seguridad nacional de Nicaragua, cuál es la doctrina militar en la que se sustenta esta adquisición.

En portales web especializados se informa que una lancha cohetera Molnia tiene un precio de mercado de 45 millones de dólares (90 millones el par) y una patrulleras Mirazh, unos 5 millones de dólares (20 millones las cuatro). A esto debe sumarse el costo de mantenimiento de 1.5 millones de dólares por unidad. Asumiendo que el Ejército pretende adquirir una flotilla de al menos cuatro aviones Yak-130, el coste total será de 64 millones de dólares (16 millones cada uno). Toda la adquisición sumaría en total unos 200 millones de dólares, sin incluir repuestos, mantenimiento y entrenamiento de personal, más la planilla que se paga a la Misión Técnica-Militar rusa, cuyo monto ni cuál sea la fuente de esos recursos nunca han sido dados a conocer.

Ortega oculta que se trata de adquisiciones de medios de guerra para satisfacer su ego en una innecesaria demostración de su músculo guerrerista. Y Avilés esconde extravagancias superfluas. De seguro, aunque los costos de este armamento se calculan de forma aproximada, al final la compra ascenderá a poco más de 350 millones de dólares en total. ¿Quién financiará la egolatría de Ortega y las extravagancias de Avilés y de la cúpula del Ejército? No sería extraño que las financie una “generosa” donación de Rusia, que busca fortalecer sus antiguas esferas de influencia -Cuba en el Caribe- y de revivir algunas temporalmente abandonadas, Nicaragua en Centroamérica.

¿QUÉ AMENAZAS HAY A LA SEGURIDAD NACIONAL?


Nicaragua nunca ha tenido una Política de Seguridad Nacional ni una genuina Ley de Seguridad Nacional. No fue sino hasta diciembre de 2010, al calor de una escalada del diferendo fronterizo con Costa Rica, que se aprobó apresuradamente una Ley de Seguridad Democrática, junto con una Ley de Defensa Nacional y otra de Régimen Jurídico de Fronteras, originalmente denominada de Seguridad Nacional.

La ley fue una pésima ley de inteligencia disfrazada de “seguridad democrática”. Y aunque se reglamentó, nunca fue aplicada. Cinco años más tarde fue derogada y remplazada en 2015 por la controversial Ley 919, Ley de Seguridad Soberana, que no es otra cosa que una funesta ley de inteligencia disfrazada ahora de “soberana”. Esta nueva Ley contiene una definición de “seguridad soberana” ajena a todos los fundamentos de una doctrina de seguridad, de la Ciencia Política y de los estándares internacionales. Es un adefesio emperifollado con el lenguaje folclórico-político que emplea el gobierno de Ortega, aunque no por eso es menos peligrosa.

La Ley enumera tres riesgos y doce amenazas a la “seguridad soberana” de Nicaragua. De éstas sólo una es en sentido estricto una amenaza a la seguridad nacional: las pretensiones de expansión de cualquier Estado sobre espacios territoriales, recursos materiales y recursos naturales con que cuenta el país (artículo 8, numeral 2). Forzando un poco la interpretación, se le puede relacionar con la defensa de la soberanía e independencia nacional y la integridad del territorio. Sin embargo, es limitada en exceso y sobradamente obvia, ya que es evidente que se refiere específicamente a Colombia y a Costa Rica, países con los que Nicaragua tiene diferendos fronterizos no resueltos, que se están dirimiendo en la Corte Internacional de Justicia.

Por razones más que indiscutibles, un eventual desenlace militar de estos diferendos está en los límites más lejanos de cualquier posibilidad. El poder militar de Colombia excede con creces al de Nicaragua y Costa Rica no tiene una fuerza militar para ponernos en situación de riesgo estratégico. Una agresión miliar colombiana victimizaría automáticamente a Nicaragua y una acometida militar nicaragüense contra Costa Rica inevitablemente victimizaría a nuestro vecino del sur. Pero, aun en la lejana eventualidad de una guerra con Colombia, prácticamente es nada lo que los 50 tanques, las cuatro patrulleras, las dos coheteras y una flotilla de cuatro aviones Yak-130 que Nicaragua está adquiriendo de la industria militar rusa, además del grupo de artillería antiaérea donado en 2014, podrían hacer para contener el ímpetu colombiano en una confrontación bélica que, en la lejana eventualidad de librarse, sería aérea y naval.

¿50 TANQUES PARA ENFRENTAR QUÉ?


¿Para qué, entonces, Nicaragua se está armando hasta los dientes? Ni Daniel Ortega ni el General Avilés se han atrevido a responder a esta pregunta y ese silencio oficial ha levantado explicaciones inverosímiles y también una alerta roja regional.

El historiador militar ruso Alexander Sujánov ensaya una respuesta que traspasa los límites de lo racional: “Los tanques son un ‘juguete’ demasiado caro para luchar contra los rebeldes y los grupos armados ilegales. Por lo tanto, Nicaragua ve una potencial amenaza exterior en sus vecinos. Esto podría estar relacionado, por un lado, con antiguos conflictos territoriales y fronterizos, y por otro, con los temores de Daniel Ortega de que los países vecinos cedan bajo la presión de Estados Unidos y, como consecuencia, exista la probabilidad de una intervención militar procedente de otro territorio con algún pretexto inventado”.

Llama la atención que Sujánov llame “rebeldes” y “grupos armados ilegales” a los que Ortega, el Ejército y la Policía llaman “delincuentes” y “bandas delincuenciales”. Sin embargo, por irracional que sea su hipótesis, lo cierto es que calza en los patrones de paranoia mostrados por Ortega a medida que ha ido concentrando más y más poder.

A inicios de 2015, RBTH especulaba: “La intensificación de la cooperación militar entre Rusia y su antiguo aliado centroamericano podría estar relacionada con ‘la construcción del siglo’: la alternativa nicaragüense al Canal de Panamá”. Ese medio daba por un hecho que empresarios chinos ya habían invertido 50 mil millones de dólares en la construcción del Canal, “un objetivo estratégico que requiere una protección que las fuerzas armadas de Nicaragua en su estado actual no pueden proporcionar”. Es por eso, aseguraba RBTH, que “la entrada de buques militares rusos en los puertos de Nicaragua desvela una posible cobertura militar del canal” y que Rusia aprovecharía eso para aumentar la movilidad de su flota ya que “la presencia en el Atlántico de la flota rusa, equipada con armamento de precisión, servirá de medida disuasoria frente a Estados Unidos”.

El mayor desatino entre todas las explicaciones escuchadas fue la del diputado Edwin Castro, jefe de la bancada del FSLN en la Asamblea Nacional. Haciendo gala de ignorancia, el parlamentario declaró: “El ejército ha hablado ya y ha dicho la necesidad que tiene. Nadie puede negar que el país es el de mayor combate a la narcoactividad y, dentro de esa lógica, tenemos que ver el crimen organizado y mantener que somos el país más seguro de Centroamérica”.

UNA PELIGROSA CARRERA ARMAMENTISTA EN CENTROAMÉRICA


La reacción más sensata, la que hasta la fecha ha encendido la mayor alerta roja, ha sido la del diario “La Prensa” de Honduras. En su editorial del 1 de mayo el editorialista se pregunta con asombro el porqué de la remilitarización de Nicaragua en un “ambiente de paz regional”. El editorial define los campos: “El antojo sandinista es cuestión de ellos y del crédito o la cooperación de la otra parte”. Pero advierte que las consecuencias traspasarán lo estrictamente bilateral “pues no faltarán quienes traten de crear y alimentar el clima bélico para orillar problemas más graves y urgentes que, en mayor o menor grado, son comunes a todos los países del istmo”. Esta advertencia es seria y, quiérase o no, premonitoria.

Esos urgentes y graves problemas que vive la región no son producto de la imaginación, son reales. Además de sus rezagos económicos y sociales, los países del Triángulo Norte se desangran por la fuga de decenas de miles de migrantes, incluidos menores no acompañados, que viajan indocumentados hacia Estados Unidos. Están acorralados por la corrupción y la impunidad y envueltos en la violencia criminal del narcotráfico y del crimen organizado. Los tres países han decidido enfrentar la violencia de la forma menos adecuada: la militarización de la seguridad pública.

Mientras ninguno de los tres gobiernos comentaba el rearme de Nicaragua, a mediados de junio el Ministerio de Defensa de El Salvador adelantó que solicitará 41 millones de dólares más que en 2016 para el presupuesto de 2017.

Y dos meses después, el titular de la Secretaría de Defensa de Honduras anunció una “fuerte inversión” en la Fuerza Aérea. Más recientemente, el Presidente Juan Orlando Hernández dio a conocer la existencia de un contrato de cooperación militar con Israel que potenciará las capacidades de la Fuerzas Armadas de Honduras “en la parte naval, aérea y terrestre”.

Al anuncio de Hernández se unió, por primera vez, la reacción oficial de un alto jefe militar sobre el rearme nicaragüense. El jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Honduras, General Francisco Isaías Álvarez Urbina, reconoció: “Nos preocupa lo que Nicaragua está teniendo y por eso debemos tener lo de nosotros”. A esto hay que sumar la millonaria donación de medios y equipos militares que Costa Rica recibió de Estados Unidos.

Así, temeraria e innecesariamente, el régimen de Daniel Ortega ha abierto puertas que se creían cerradas y una peligrosa carrera armamentista en la región centroamericana se apresta a iniciarse…

¿DEFENSA DE LA SEGURIDAD NACIONAL O DE INTERESES CORPORATIVOS?


El fallo de la Corte Internacional de Justicia del 12 de noviembre de 2012, que concedió a Nicaragua unos 90 mil kilómetros cuadrados en el Caribe, encontró al Estado nicaragüense con las manos vacías, sin medios y equipos militares para vigilar, defender y ejercer soberanía en ese inmenso mar territorial ampliado.

Todo indica que el gobierno de Ortega, la Cancillería y el Ejército no esperaban una resolución favorable y nadie había hecho previsiones para asumir la responsabilidad de administrar, defender y ejercer soberanía sobre tan vasto mar restituido a Nicaragua. De hecho, el presupuesto de Defensa de 2013, de poco más de 85 millones de dólares, no contempló la adquisición de medios y equipos para defender ese mar territorial. En ese momento el Ejército estaba “ocupado” en la construcción de un nuevo hospital militar, una inversión que le reditúa sustanciales dividendos, al funcionar a la vez como hospital privado y como clínica previsional para quienes tienen seguridad social.

Las cifras de los presupuestos de Defensa de 2013 y 2014, en los dos años que siguieron a la sentencia de la Corte Internacional, son reveladores. En 2013, en gasto de capital, algo menos de 26 millones de dólares se destinó al nuevo hospital. Y en 2014, algo más de 16 millones de dólares tuvieron el mismo destino. Y ni un solo centavo se destinó a la adquisición de medios y equipos militares para la defensa y protección de ese gran espacio marítimo ganado, lo que no garantizan las viejas naves de la Fuerza Naval y aún menos los aviones que la Fuerza Aérea nunca tuvo.

Para los militares, convertidos ahora en “empresarios de uniforme”, los negocios corporativos y los individuales de la cúpula castrense son la prioridad número uno. La soberanía, la independencia nacional y la integridad del territorio… que esperen. Bussines is business.

LEYES CHAPUCERAS Y POLÍTICAS INEXISTENTES


Si el objetivo cardinal de la defensa nacional es garantizar la seguridad de la nación defendiendo la soberanía, la independencia y la integridad de nuestro territorio, para que sea realmente efectiva es preciso que se rija por una política que esté normada por una ley y que se cuente con los recursos necesarios. Las leyes vigentes de Seguridad y Defensa son chapuceras. Una rápida lectura del Libro de la Defensa Nacional de Nicaragua (2005) muestra que esas leyes son copias apresuradas y burdas de los contenidos del Libro.

La Ley 478, Ley de la Defensa Nacional de la República de Nicaragua, de diciembre de 2010, prescribe la formulación de una “política de Defensa Nacional” que “será resultado de un amplio consenso nacional”, que a su vez debería ser producto de una amplia consulta nacional. Casi seis años después de haberse aprobado, la realidad es deplorable: ni consulta ni consenso ni política.

Las leyes existen, pero no las políticas y los recursos se destinan a florecientes negocios corporativos del Ejército, como el nuevo hospital militar, que en la actualidad le reditúa poco más de 9 millones de dólares al año, cifra que se proyecta crecer a 18 millones cuando se duplique la cantidad de afiliados al seguro social atendidos allí. A estas cifras deben agregarse las utilidades que genera el servicio de hospital privado para quienes lo pueden costear. Ni el Ejército ni la Contraloría General de la República han revelado a cuánto ascienden en realidad las utilidades de ese negocio, administrado por el Instituto de Previsión Social Militar.

¿EN PAGO DE QUÉ RUSIA HIZO ESA DONACIÓN?


En la inauguración de la exposición del Ejército el 14 de agosto, el General Avilés develó finalmente una pequeña parte del secreto: los tanques T-72B1 fueron donados por Rusia. “Todo esto que miran ustedes -dijo refiriéndose a los medios y equipos desplegados allí, incluido uno de esos tanques de guerra- ha sido en el proceso de gestión sin condiciones de ninguna naturaleza de la cooperación rusa”.

Pero esos carros de combate, que convierten a Nicaragua en “el país centroamericano con la fuerza acorazada más poderosa” de la región, son una donación inútil porque nunca van a ser utilizados, salvo que Ortega y Avilés se estén preparando para enfrentar una imaginaria invasión de países vecinos cediendo a presiones del “imperio”, como especuló Sujánov. O que piensen utilizarlos para una masacre, como la ocurrida en la plaza de Tiananmen, cuando el gobierno chino enfrentó con la potencia de los tanques una protesta popular masiva. ¿Teme Ortega un eventual desborde social que ponga en riesgo la estabilidad de su régimen?

Rusia hizo esta donación deshaciéndose de los ya vetustos T-72B1, “modernizados” porque hoy cuenta con los T-14, el Armata, quinto modelo en el ranking mundial de los diez principales tanques de combate. Y le donó a Nicaragua un lote de 50 de los casi 3 mil T-72B1 que tenía en el año 2010, según el Balance Militar de ese año, elaborado por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres.

Donó esos “juguetes caros” al régimen de Ortega como paga por permitirle poner de nuevo el pie en Centroamérica en un movimiento de “disuasión no nuclear” que Moscú hace en respuesta al apoyo de Estados Unidos y la OTAN a Ucrania en su enfrentamiento con la Rusia de Vladimir Putin por la secesión de Crimea y Sebastopol.

Los donó también como paga por garantizarle el acceso expedito de barcos de guerra rusos a puertos nicaragüenses, y también por permitirle establecer una estación para recolectar información electrónica de inteligencia disfrazada de estación satelital “con el fin de explorar y utilizar el espacio ultraterrestre del país centroamericano para uso no militar y así obtener una base de datos en materia científica, industrial y de clima y atmósfera”.

Resulta claro que fue poco el esfuerzo que Ortega y Avilés tuvieron que hacer para conseguir esos tanques de guerra. Queda todavía por ver si la “generosidad” rusa alcanzará para “donar” las dos lanchas coheteras Molnia y las cuatro patrulleras Mirazh que Nicaragua encargó también a Rusia y cuyo proceso de entrega está en marcha. El precio de mercado de esas seis piezas es de 110 millones de dólares. ¿Y los aviones de entrenamiento y combate Yak-130 serán también donados? El costo de una flotilla de cuatro es de 64 millones de dólares.

¿QUÉ SE ESCONDE TRAS ESTE NEGOCIO?


Cuando el General Avilés anunció, sin el entusiasmo de quien recibe un valioso presente, que Nicaragua no pagaría el estimado de 80 millones de dólares por los tanques, ya que habían sido donados “sin condiciones”, no hizo ninguna referencia a los otros medios militares adquiridos. Lo mismo sucedió dos semanas después, en el acto del 37 aniversario del Ejército, cuando Daniel Ortega ni siquiera se refirió al regalo de Putin.

¿Por qué ese silencio? ¿Qué esconden Ortega y Avilés? Dos años antes, Avilés había asegurado que se necesitaban al menos ocho patrulleras nuevas para proteger los aproximadamente 90 mil kilómetros cuadrados de mar territorial devueltos a Nicaragua por la Corte Internacional a fines de 2012 y así defender los nuevos límites marítimos con Colombia, algo imposible con los escasos y vetustos recursos de la Fuerza Naval y la Fuerza Aérea. Según el Balance Militar de 2014 la Fuerza Naval nicaragüense contaba en 2012 con 8 patrulleras y costeras de combate. Y la Fuerza Aérea con 9 aviones de transporte ligero. Tenía también 7 helicópteros multifuncionales Mi-17 Hip H (artillados pero de servicio dudoso) y 2 helicópteros de transporte medio Mi-171E.

Después de más de 30 años de explotación, prácticamente todos estos medios navales y aéreos de manufactura soviética habían llegado al fin de su vida útil. Renovarlos era, y es, necesario, pero ¿cómo responder a esa necesidad? Las patrulleras Mirazh parecen ser adecuadas a las necesidades del Estado nicaragüense: combatir el narcotráfico y el contrabando, salvaguardar las zonas económicas exclusivas y las aguas territoriales y apoyar actividades de control de las áreas marítimas (inspección de embarcaciones, aplicación de la ley marítima, operaciones de aduanas, entre otras). Sin embargo, para su adquisición no hubo licitación pública ni existen indicios de que el Ejército haya explorado otros mercados que ofrecen medios similares y posiblemente más baratos.

Las coheteras Molnia, con un coste unitario de 45 millones de dólares (90 millones el par) son una innecesaria y pomposa extravagancia, al igual que los aviones de entrenamiento/combate Yak-130, cuyo coste unitario ronda los 16 millones de dólares, así que una flotilla de cuatro costaría 64 millones de dólares, un gasto más que superfluo ya que son aviones de combate no adecuados para interdicción aérea en la lucha contra el narcotráfico como lo son los Embraer EMB 314 Super Tucano brasileños. Una de estas aeronaves cuesta la mitad de lo que cuesta un Yak-130 y el costo de una flotilla de cuatro se reduciría a la mitad.

¿De dónde obtendrá Nicaragua los recursos para estas adquisiciones? ¿Se negocia un préstamo con alguna institución financiera rusa? ¿En qué condiciones? Ortega y Avilés no dan señales de tener voluntad de sincerarse con los nicaragüenses diciéndoles los intereses que se esconden tras este multimillonario negociado en el segundo país con el índice más alto de pobreza de América Latina, pobreza endémica que el asistencialismo del consorcio Ortega-Murillo, apuntalado por los intereses corporativos del Ejército y los intereses personales de la cúpula militar, no ha logrado siquiera paliar.

UNA SOBERANA MENTIRA DE ORTEGA


El 2 de septiembre, en la celebración del Día del Ejército, con su ya habitual y desordenada retórica, Daniel Ortega ensayó una pésima “cátedra” de historia, acomodada a sus intereses y a la forma distorsionada con que él ve el mundo.

Rescato de esa “cátedra” una soberana mentira. Ortega recordó ese día que en septiembre de 1979 se reunió en Washington con el entonces presidente Jimmy Carter, antes de participar en la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York. En el encuentro Ortega dijo que le planteó a Carter que Nicaragua no tenía ejército y que necesitaba apoyo militar de Estados Unidos para armar al nuevo Ejército Popular Sandinista. Según Ortega, Carter le dijo que para él era difícil aprobar ese tipo de ayuda.

Y ésta es la gran mentira. Casi inmediatamente después del triunfo sobre la dictadura somocista, en julio de 1979, el Enlace Militar de la Embajada de Estados Unidos en Managua, coronel Eric Kjonerod, cursó invitación formal a la Comandancia del Ejército Popular Sandinista para visitar instalaciones militares estadounidenses, reunirse con líderes militares de ese país y explorar posibilidades de asistencia militar a Nicaragua. La delegación nicaragüense fue encabezada por Joaquín Cuadra, entonces Jefe del Estado Mayor General del EPS, iniciándose así negociaciones para adquirir equipos y medios militares de Estados Unidos.

Washington estaba en disposición de brindar asistencia militar, pero deseaba saber quién y cómo se saldaría la deuda militar que Anastasio Somoza Debayle había dejado. Los líderes sandinistas de entonces no estaban dispuestos, y con razón, a pagar por los medios y equipos que Somoza había adquirido para reprimir al pueblo nicaragüense. Y las negociaciones entraron en un impase. Para los dirigentes del FSLN ésa fue la oportunidad perfecta para desmarcarse de Estados Unidos y lanzarse en los brazos del oso soviético, algo que probablemente ya estaba en sus cálculos políticos.

Y lo estaba porque el liderazgo sandinista de entonces estaba completamente convencido de que, como en una suerte de “destino manifiesto” criollo, ellos estaban predestinados para enfrentar y derrotar al imperialismo norteamericano en una especie de Armagedón tropical, una batalla final entre el bien y el mal de la que los revolucionarios sandinistas saldrían triunfantes. Era ése el sentido mesiánico que les caracterizó, y que aún caracteriza a algunos de ellos, a pesar de que la realidad se ha encargado de mostrarles una y otra vez su naturaleza finita y sus graves limitaciones.

LA HISTORIA SE REPITE


En el mundo bipolar de la Guerra Fría y en la América Latina de la Doctrina de la Seguridad Nacional, a pesar de que el FSLN se comprometió a una política exterior independiente y se incorporó al Movimiento de los No Alineados, Nicaragua se entregó en cuerpo y alma a la URSS y a los países del Pacto de Varsovia para conseguir asistencia militar. De la misma forma que hoy se ha entregado a la Rusia de Putin en procura de lo mismo. La historia se repite. Esta vez como trágica farsa.

CONSULTOR CIVIL EN SEGURIDAD, DEFENSA
Y GOBERNABILIDAD DEMOCRÁTICA.

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