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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 413 | Agosto 2016

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El Salvador

Presos políticos: “El quinto frente” 36 años después

¿Cómo vivían en las cárceles de la dictadura salvadoreña los presos políticos? He aquí los relatos de Bernabé y de Susana, dos integrantes del Comité de Presos Políticos de El Salvador, conocido en los años 80 como “el quinto frente de guerra”. Escuchar sus experiencias es un homenaje a quienes desde los penaleslucharon por la libertad de todo un pueblo.

Elaine Freedman

El Comité de Presos Políticos de El Salvador (COPPES) nació en septiembre de 1980 con una huelga de hambre en el recinto del penal de Santa Tecla y en las celdas oscuras de la Guardia Nacional con la consigna “Hagamos de la prisión una trinchera de la revolución”. Pronto, el COPPES llegó a conocerse como “El quinto frente” de la guerra como reconocimiento del papel particular y valiosísimo de su trabajo en las luchas por la liberación que se desarrollaban desde tantos otros frentes.

36 años después, sus integrantes se reagrupan hoy como “Ex-Comité de Presos Políticos de El Salvador o ex-COPPES. Héctor Bernabé Recinos y Susana Dolores Rodríguez Romero, dos de sus dirigentes, compartieron con Envío sus experiencias en aquel momento y las experiencias de estos días.

“LA TORTURA FUE DURA”


Bernabé – Yo era Secretario General de FENASTRAS (Federación Nacional Sindical de Trabajadores Salvadoreños) al final de los años 70 y principio de los 80. También era directivo del STCEL, el sindicato del sector energético. Habíamos hecho varias huelgas de solidaridad con otras huelgas y en agosto de 1980 hicimos un apagón de 24 horas para protestar por el asesinato de nuestros compañeros en las diferentes plantas. Nos capturaron a 16 compañeros de distintas plantas del país y nos trasladaron a la Guardia Nacional. Estuvimos allí 71 días detenidos sin proceso, a disposición de los tribunales militares. La tortura fue dura. Cuando llegó la Cruz Roja se hizo público donde estábamos. Nos hicieron firmar una declaración con los ojos vendados. Me mantuvieron detenido durante 4 años y 2 meses. Estando presos, nos dimos cuenta que la Junta de Gobierno había disuelto nuestro sindicato con un decreto.

“LA PRIMERA REIVINDICACIÓN”


En ese momento nació COPPES. Llegaron a vernos las madres del Comité de Madres “Monseñor Romero” (COMADRES) y nos dijeron que iba a haber una huelga de hambre de los prisioneros que conformarían el Comité de Presos Políticos de El Salvador y nos preguntaron si nos sumábamos a ese esfuerzo. Así fue que hicimos la huelga junto a los compañeros que estaban presos en Santa Tecla. Era una gran noticia porque en ese momento el gobierno negaba tener presos políticos. Nos tenían como subversivos, como terroristas y a otros como presos comunes. Una primera reivindicación fue ganar el reconocimiento de presos políticos. Nuestra primera huelga de hambre logró este objetivo.

En octubre nos mandaron para Santa Tecla y en ese momento se comenzó a estructurar COPPES. Al principio éramos solo 18, la mayoría jóvenes y algunos muy mayores. Pronto llegamos a ser casi 30 y en algún momento, 60. Nuestra consigna siempre fue “hacer de la prisión una trinchera de la revolución” y al poco tiempo la Radio Venceremos nos bautizó como “el quinto frente”.

Susana – Yo también venía del sector sindical. Sólo que mi captura fue años después de la de Bernabé. Los sindicalistas éramos bastante en la década de los 80. Sólo FENASTRAS tenía 3 mil afiliados. Y estaban las otras federaciones: la FESIASES, la FUSS. Yo trabajaba en la fábrica Confecciones Santa Mercedes, ubicada en la colonia Santa Lucia de Ilopango y era parte de la junta directiva de FENASTRAS. La patronal había abandonado la empresa desde julio de 1988. Nos quedaron debiendo salarios, vacaciones, indemnizaciones y otras prestaciones de dos meses. Ocupamos las instalaciones, pero no era una toma porque ellos se habían ido primero. Estábamos protegiendo los intereses de quienes laborábamos ahí. Pasamos catorce meses con hostigamientos de la fuerza aérea y fue la Guardia Nacional la que al fin llegó a capturarnos. A las 5 de la madrugada llegaron amenazándonos: que si no abríamos las puertas, nos iban a tirar granadas.

“CANTABA PARA FORTALECER MI MORAL”


Nos tuvieron en la Guardia Nacional tres días. En mi caso la tortura fue más psicológica que física. Había un guardia que entraba a la celda bolo y me pegaba duro. Él jugaba el papel del “malo”. El “bueno” sólo me amenazaba: que si no colaboraba iba a sacar a mis dos hijas y a mi madrede la casa para ver si yo seguía negando todo frente a ellas.

Me preguntaba el guardia “bueno” si yo sabía cuánto tiempo iba a estar en la Guardia Nacional y yo le contesté “Según la ley, 72 horas mientras me investigan”. “Vos, puta, no necesitás que te investiguemos. Te tenemos en fotos quemando el bus y la gasolinera”. “Tráigame las fotos entonces”. Pero claro, no podía porque no existían. Yo no había participado en esas acciones. Se iba y entraba el guardia “malo”, y a pegarme.

Yo cantaba aquella canción chilena que dice “Yo pisaré las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentado”…solo que yo decía “de lo que fue San Salvador ensangrentado”. Fortalecía mi moral y no hablaba ni daba nombres. Me decía “No he entregado ni al movimiento ni el proyecto” y eso me daba fuerza. Así aguanté hasta que me llevaron al penal de Ilopango, “Cárcel de Mujeres”, el 21 de septiembre de 1989.

“LOS RECIBÍAMOS CON CALOR HUMANO”


Bernabé – Todos los compañeros que iban llegando habían sufrido algún tipo de tortura, así que los fuimos curando y también integrando. Eso dio para una relación muy unitaria entre nosotros. Todos proveníamos de distintas organizaciones político-militares y manteníamos la relación con ellas. Pero en la cárcel no hubo sectarismo, o muy poco. Actuábamos como una sola voz.

Susana – Cuando llegué a Ilopango me recibieron las compañeras de COPPES. Nos recibieron y nos garantizaban ropa limpia, alimentación diferente a la comida malísima que daba el penal. Hasta nos bañaron. Yo tenía varios días de no bañarme. Eso me levantó la moral.

Bernabé – Hoy en día todos los entonces miembros de COPPES reconocen que cuando llegaron a los penales después de la tortura, lo más importante que les pasó fue la recepción de nuestra comisión de asistencia social. El hecho de que los entrevistaran, los sanaran, les dieran cepillo, jabón, pasta de dientes, alguna sábana, era recibir un precioso calor humano y eso nos marcó a todos.

“ENSEGUIDA NOS ORGANIZAMOS”


Bernabé – La dirección fue conformada por un miembro de cada organización político-militar. Luego creamos comisiones de alimentación, trabajo, salud, asistencia social y disciplina. En asamblea construimos un reglamento y un horario. En el aspecto organizativo y en cómo resolver conflictos en el grupo, los sindicalistas teníamos más experiencia. Por eso, solíamos ponernos al frente de las comisiones.

En 1981 abrieron el penal de Mariona. Ahí nació una sección de COPPES y también nació una en la Cárcel de Mujeres, donde ubicaron a las compañeras. Al poco tiempo nos trasladaron para Mariona. No sabíamos a dónde íbamos, sólo nos montaron a todos en un furgón, uno encima del otro. Cuando llegamos, existía un sector del penal sólo para COPPES, otro para los militares y paramilitares. En nuestro sector éramos más de 200 y un par de años después éramos 600. Llegamos a integrarnos a una estructura parecida a la que teníamos en Santa Tecla.

“TENÍAMOS UNA ESTRUCTURA DE CONDUCCIÓN”


Susana – En la Cárcel de Mujeres éramos unas 14 ó 15 presas políticas y días después llegaron 12 más. Ya se hacía difícil la dormida porque la celda que teníamos asignada era aproximadamente de 5 por 5 metros. Era una celda que COPPES había logrado sólo para todas nosotras con una cocina a la par.

Teníamos una estructura de conducción conformada por una coordinadora general y encargadas de alimentación, de limpieza, de disciplina, de testimonios, de comunicación y de finanzas, las que manejaban los fondos que nosotras mismas recogíamos o que alguna organización de solidaridad nos mandaba. La comisión de testimonios era encargada de recoger los testimonios de las compañeras que iban llegando y de canalizarlos hacia la gente de afuera. Los escribía en un papel y los mandaba afuera con alguna visita. La comisión de comunicaciones escuchaba la Radio Venceremos y preparaba los análisis de coyuntura.

Era una estructura unitaria y si faltaba la membresía de una de las cinco organizaciones del FMLN otra compañera asumía. A los días de mi llegada, salió libre una compañera de la conducción y a mí me propuso la compañera Norma Guirola, que era de otra organización del FMLN. El sectarismo que existía entre nosotras era bien mínimo. Ella habló con su gente y así fue que ingresé a la estructura de conducción. Yo era de la conducción, pero también asumíamos responsabilidades como cocinar o hacer limpieza. Alimentábamos la cocina con los aportes que le traían a cada una. Nos poníamos de acuerdo qué iba a pedir cada una a su familia para tener variedad y comer mejor.

“PLANIFICAMOS LA FUGA”


Bernabé – Antes de la ofensiva de 1981, estando aún en Santa Tecla, nosotros estábamos planificando una fuga. Teníamos cierto armamento que habíamos hecho con materiales que fueron introducidos ingeniosamente. Algunos los logramos con los trabajadores de centros penales que venían a hacer trabajos de mantenimiento. Para hacer los alambres para detonaciones, las compañeras que nos visitaban nos traían canastas de comida tejidas con alambre. Entonces, nosotros desarmábamos el alambre y le dábamos otro uso.

Nuestro plan era salir con todas las armas que estaban en el penal. Ya teníamos acceso a ellas. Cada quien consultó con su organización afuera para poner una fecha y concretar algunos detalles sobre posiciones externas. Ahí se complicó todo y al final, nuestro plan, que era bastante fácil de ejecutar, fue frustrado.

Fue el único intento durante este primer período. Después llegaron compañeros con más acumulación de experiencia militar y se dieron los dos grandes ataques para liberar a presos. En 1985, 100 presos políticos fueron canjeados por la hija del entonces Presidente Napoleón Duarte. Y en un ataque al penal de Mariona en 1991, lograron fugarse 123 compañeros.

EL DÍA A DÍA DE LOS PRESOS


Bernabé – En Mariona el trabajo de denuncia fue permanente. Del penal salían hacia la Radio Venceremos comunicados sobre distintas situaciones que se daban casi todos los días.

Decidimos que la clínica del penal debía estar a cargo de nosotros para recibir bien a los compañeros torturados que llegaban y para atendernos también a nosotros. La Cruz Roja nos aprovisionaba de medicamentos y teníamos suficientes médicos y paramédicos para echar a andar la clínica. Curamos las heridas de compañeros que llegaron con diferentes secuelas de tortura. Muchos llegaron con quemaduras hechas con ácido. También nos responsabilizamos de la atención médica de los presos comunes.

Los domingos eran días de visita. Los convertimos en actos político culturales. Teníamos compañeros que eran músicos y tenían una escuela de música en el penal. Ellos eran los encargados de organizar esos actos dominicales.

Nuestro ejercicio matutino se había convertido en un entrenamiento militar. Al otro lado del penal había cafetales y pronto esperábamos estar en libertad y sumarnos a la guerra venidera. Más adelante llegaban a entrenarnos en técnicas específicas vietnamitas, los que usan las fuerzas especiales. Los custodios y autoridades veían nuestras actividades pero no se metían.

En Mariona trabajábamos de 8 de la mañana a mediodía. Todos nuestros compañeros entraron en los talleres propios del penal y trabajaban en carpintería o haciendo esculturas, cestas y otras artesanías. Estos talleres, más que escuelas, eran negocios con un dueño al frente y muchos trabajadores. Nuestros compañeros vendían sus cosas los días de visita y ganaban sus centavos para aportar al fondo común. Después del almuerzo era el aseo, la lavada de ropa y la formación política.

Teníamos nuestra propia tienda y nuestros propios proveedores. Prácticamente quebramos a la tienda institucional porque vendíamos más barato los frijoles, el arroz, el aceite… Al final tuvieron que cerrar la tienda del penal.

Aprendimos y convivimos mucho. Nuestro trabajo se resumía en el trabajo de denuncia y en aporte a la propaganda y la formación cultural, política e ideológica, también militar, que ayudara a cada compañero desarrollar sus capacidades.

Teníamos que poner mucho orden entre nosotros mismos. Había compañeros que recibían visitas íntimas de hasta tres mujeres diferentes. Y nosotros lo reglamentamos: cada uno tenía derecho sólo a una compañera, sin privilegios especiales para ninguno, porque todos éramos iguales adentro. La regla era: “Si querés cambiar de compañera será después de tres meses de no tener ninguna”. Y para confirmar teníamos compañeros que controlaban quienes entraban y quienes salían.

EL DÍA A DÍA DE LAS PRESAS


Susana – A las 6 de la mañana nos levantábamos a hacer ejercicio mientras que la comisión de alimentos hacía el desayuno. Nos bañábamos, desayunábamos y las compañeras iban a bordar, hacer crochet, leer… Recibíamos informaciones de afuera y planificábamos las actividades correspondientes.

Cada quince días hacíamos asambleas. Si había compañeras nuevas ellas daban su testimonio, contaban de dónde venían, qué les había sucedido, todo eso. La encargada de alimentación proponía una programación de comisiones para preparar las comidas durante la quincena.

“LOGRAMOS CERRAR LA CELDA DE CASTIGO”


Bernabé – Íbamos logrando algunas conquistas, fruto de nuestro trabajo reivindicativo. Por ejemplo, la comida era muy mala. Les propusimos que nos dieran el presupuesto disponible por cada preso, 1.05 de colón por día, y que nosotros haríamos nuestra comida. Ahí organizamos comisiones rotativas. Y también dábamos comida a los vigilantes del penal, quienes se volvieron muy agradecidos con nosotros y nos ayudaban.

También logramos cerrar la celda de castigo. Era un cuarto pequeño y oscuro y a uno le dejaban ahí por días que parecían no tener fin. Igual que una tortura. No permitimos que metieran a ningún preso más allí.

En algún momento exigimos la destitución del alcaide y lo logramos. Él tenía toda la autoridad, más que el director, y era el más represivo de todos. Primero nosotros le quitamos el poder que tenía y después lo destituyeron. Conquistas de esta índole eran producto del trabajo de inteligencia que tenían nuestras organizaciones afuera.

“A PURA HUELGA DE HAMBRE LOGRAMOS CONQUISTAS”


Susana – Entre los privilegios que nosotras habíamos ganado podíamos meter algunas frutas que las presas comunes no podían entrar: tamarindo, uva, manzana, marañón… Nuestro objetivo era hacer más suave la separación de la familia de cada una de nosotras.

Dentro teníamos la “libertad” de externar nuestro pensamiento político ideológico, algo que no podíamos hacer afuera. En la mañana nos levantábamos, íbamos a hacer ejercicios a una cancha de basketbol, cantábamos el himno del FMLN y gritábamos consignas revolucionarias.

La mayoría de las conquistas las lográbamos a pura huelga de hambre, cuando no se lograba con el diálogo o la negociación. Pero generalmente nuestras huelgas de hambres fueron dentro de campañas nacionales de denuncia que coordinábamos con los otros penales. Nos llegaba un correo de otro penal diciendo que había que denunciar un hecho de represión, una violación de derechos humanos, o había que exigir la negociación cuando la guerra estaba terminando.

En ocho meses que estuve en la cárcel viví dos huelgas de hambre. Hoy dice Ochoa Pérez, un militar corrupto, que no eran huelgas de hambre que eran “cambios de dieta”. Pero eso es mentira. En las huelgas sólo tomábamos una cucharada de miel dos veces al día y agua. Nada más.

“ORGANIZAMOS TAMBIÉN A LOS PRESOS COMUNES”


Bernabé – Al principio estábamos mezclados con los presos comunes. Luego había un ala solo para nosotros. Obviamente, los presos comunes querían tener las mismas condiciones que teníamos porque eran mejores. Les dijimos: “Nosotros les aceptamos y pueden tener lo mismo que nosotros tenemos pero se tienen que organizar y seguir las mismas reglas que nosotros. Por ejemplo, nuestras visitas nos traen comida y uno puede comer todo lo que quiere con ellos. Pero cuando se van, la comida que sobra pasa a un estante común. De ahí comemos todos porque hay gente que no tiene familia o que su familia no sabe que estaban presos y no tiene visitas”. Eso ya no les gustó. Protestaron contra nosotros, nos acusaban de acaparadores. Pero esta falta de entendimiento duró poco. El cierre de la celda de castigo nos benefició a todos y así se fue mejorando la relación. Llegamos a tener relaciones de respeto mutuo.

“A LAS PRESAS COMUNES LES HABLAMOS DE LA REALIDAD”


Susana – Como la celda que teníamos era pequeña, fácilmente se creaba una situación de hacinamiento, pero no queríamos que nos separaran porque entre las presas comunes había madres, esposas y hermanas de soldados o miembros de las fuerzas represivas. Era un riesgo ir a dormir dos o tres a una celda de las comunes. Aceptábamos el hacinamiento. Era una medida de seguridad para nosotras y el Centro la respetaba.

Sin embargo, una vez llegó embarazada una compañera del ERP y cuando nació la niña la pasaron ahí. A la mamá le dio varicela. Entonces decidimos que debería separarse de la niña mientras no se curara y yo me quedé cuidando a la niña en el sector maternal. Para eso tuvimos que hablar con la directora del penal y solicitar permiso para el traslado temporal. Las mujeres en ese sector eran muy solidarias. Me garantizaron cama y me trataban bien.

Nosotras les hablábamos de la realidad. Nunca les dijimos “métanse”, pero les explicábamos por qué hacíamos lo que hacíamos. Muchas de ellas iban entendiendo, tanto que para la ofensiva nos dijeron: “Miren, cipotas, aquí estamos un grupo que si vienen sus compañeros a sacarlas a ustedes, nos vamos con ustedes. Aunque no nos den armas, de algo les vamos a servir”. Nosotras les explicábamos: “Si eso llegase a pasar no podemos garantizar la vida de ustedes. Ni la de nosotras. El proceso revolucionario es así”. Nos dijeron: “No importa”, lo que queremos es hacer algo porque estos malditos ya nos jodieron mucho”. Al escucharlas, reflexionamos que de algo había servido lo que hablábamos con ellas.

Había otras que no estaban con esa disposición, pero nos respetaban. Casi siempre nos quedaba algo de comida. Algunas de ellas no se llenaban con el rancho que nos daban y siempre nos llegaban a pedir. Y les dábamos. Era común que entre las presas comunes se ultrajaban o se robaban entre ellas, pero con nosotras nunca lo hicieron.

“FUIMOS SUAVIZANDO EL AMBIENTE HOSTIL”


Susana – Para la ofensiva “Hasta el Tope y Punto” llegaron carretadas de compañeras y no cabíamos en la celda. Nos reunimos por grupos e hicimos trincheras con las camas. Por aquellos días organizamos postas para vigilar unas mientras las otras dormían.

Unos soldados entraron preguntando por la celda de las presas políticas. Las presas comunes nos avisaron a nosotras: “¡Bichas, andan preguntando por ustedes!” No había mucho que pudiéramos hacer porque estábamos bajo llave. Nos reunimos con el comandante del penal y le dijimos que nos ayudara a buscar una solución por si algo nos llegaba a pasar. “Afuera tenemos respaldo”, le dijimos. Ésa fue la única vez que amenazamos a las autoridades. “¿Qué proponen?” “Aquí la única solución es que nos mezclan con las comunes, pero por grupos”, le dijimos. A mí me mandaron a una sección junto a la compañera Marta Elena Rodríguez y ahí las dos nos cuidábamos. Mientras ella dormía, yo hacía posta y viceversa. Era en la tercera planta y caían algunas balas perdidas de la acción militar afuera. Escuchábamos que las comunes decían: “Por estas putas estamos así”. Pero no había opción mejor, teníamos que aguantarnos ahí.

Luego la estructura de conducción nos reunimos y discutimos sobre la forma de acercarnos a las comunes para contar con el apoyo de algunas de ellas en cada celda. Nosotras teníamos víveres y candelas. No había luz. Entonces compartíamos las candelas y un poco de azúcar en todas las celdas donde estábamos distribuidas y así fuimos suavizando el ambiente hostil.

“LAS AUTORIDADES NOS RESPETABAN”


Bernabé – Cuando abrieron el penal de Mariona, primero trasladaron a todos los reos comunes y quedamos solos en Santa Tecla los de COPPES. Se estableció una armonía entre nosotros y los custodios, y fluía la información dentro y fuera del penal. Desde que llegamos allí la relación con los vigilantes fue bastante aceptable. Con ellos hablábamos de la realidad nacional y del proceso revolucionario. Les explicábamos que no éramos delincuentes, sino presos políticos. A ellos los veíamos como trabajadores haciendo su trabajo.

El director ya no se peleaba con nosotros, realmente había dejado de disponer del penal. La negociación de cualquier cosa con él se había tornado facilísima, él nos decía “sí” a todo. Y nosotros tampoco creábamos problemas.

Susana – Ellos no se metían con nosotras y nosotras cumplíamos con el reglamento del Centro. Con los horarios, con todo. A las 6 de la tarde sonaba un timbre y ya sabía todo el mundo que eso marcaba la hora del encierro.

Con las compañeras que llegaban enfermas exigíamos a la dirección que las atendieran o que nos consiguieran algún medicamento. Y la dirección del penal intentaba a resolver. En parte, eso era porque las autoridades del Centro, al igual que las otras internas, respetaban al COPPES. Una vez la sindicalista Febe Elizabeth Vásquez, heroína de la masacre de FENASTRAS unos meses después, nos vino a visitar y nos contó que la directora era familiar suya.Creo que eso también ayudó.

“HABÍA REPRESIÓN Y HABÍA MUCHA SOLIDARIDAD”


Bernabé: En 1982 hubo una ola de amenazas de muerte de la Guardia Nacional contra nuestros familiares. Lo cumplieron con la hija de un compañero, Arturo, dirigente también del sindicato del sector energético, STCEL. La sacaron de su casa y la asesinaron en su vecindad de Santa Ana. Cuando yo tenía dos años de estar preso, capturaron a mi esposa con Saúl Villalta y otros compañeros. Los desaparecieron, también a mi hija pequeña. Algo totalmente doloroso.

En 1983 hubo elecciones nacionales. Llegó la Policía de Hacienda con un listado y nos apartaron a la dirección de COPPES, incluyendo a Toño Morales, a Roger Blandino Nerio y a mí. Nos torturaron a todos. Golpes, la capucha, culatazos en la columna. Y los interrogatorios. Un tipo encapuchado filmaba todo. Entendimos que esa filmación era porque ellos tenían que llevar pruebas. Probablemente las ocupaban para mostrar el poder que tenían y para levantar la moral de su gente para enfrentar con más fuerza el momento electoral.

A raíz de eso tuvimos muchas visitas: la Cruz Roja, congresistas estadounidenses y europeos. Y hay que decir que el trabajo de los movimientos populares para nuestra liberación fue permanente. En la calle, en los comunicados, en todo momento la demanda nacional e internacional era una amnistía.

“ESE APOYO SIRVIÓ PARA QUE NO NOS MATARAN”


Susana – Tuvimos el apoyo de sindicatos de Estados Unidos y de Europa. Y de Amnistía Internacional. Eso sirvió para que no nos mataran. También sirvió para gestionar nuestros casos judiciales.

A todos los presos y presas políticas nos visitaban regularmente las madres de los tres comités: Comité de Madres y Familiares de Presos, Desaparecidos y Asesinados Políticos de El Salvador “Monseñor Óscar Arnulfo Romero” (COMADRES), Comité de Madres y Familiares Cristianos de Presos, Desaparecidos y Asesinados (COMAFAC), Comité de Familiares de las Víctimas de Violación a los Derechos Humanos (CODEFAM). También llegaban los compañeros del Comité de Derechos Humanos No Gubernamental (CDHES). En principio llegaban a conocer nuestros testimonios. Luego nos apoyaban con alimentos, ropa, candelas. Fueron un canal de comunicación para nosotras con los compañeros de afuera.

“NO SABÍAMOS QUE ÉRAMOS VÍCTIMAS”


Bernabé – En 1993 la Asamblea Legislativa aprobó la Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz y salieron los últimos presos políticos. La mayoría seguimos en el trabajo político, en la consolidación del partido FMLN y en el trabajo del movimiento social.

Susana – Los seres humanos somos bien contradictorios. Después de los Acuerdos de Paz y la Amnistía, cuando dieron libertad a todos los presos políticos, yo sentí nostalgia por el COPPES. Por supuesto me alegraba de que otros compañeros no fueran a pasar por lo que nosotros pasamos, pero una también se encariña de las estructuras y sentía el vacío que COPPES había dejado.

Bernabé – Poco a poco los que habíamos sido de COPPES comenzamos a reunirnos y a hablar de nuestra situación. Vimos que muchos teníamos problemas similares. Habíamos vuelto a trabajar en los mismos empleos que teníamos en los años 70, pero ya mayores nos dimos cuenta que no habíamos acumulado años cotizados para poder jubilarnos. Teníamos problemas familiares. Muchos no logramos mantener un hogar. Algunos tenían problemas de drogas y alcohol, otros estaban en hospitales psiquiátricos. Otros andaban vendiendo lotería o chatarra. No teníamos una vida normal.

Todos esos son costos del proceso. Aún no habíamos caído en la cuenta de que realmente éramos víctimas. Parece contradictorio por todo el trabajo de denuncia que hacíamos, pero entre nosotros prevalecía más la idea de que éramos fuertes y valientes. No teníamos claridad de lo que implicaba ser víctimas de tortura y de graves violaciones de derechos humanos. Nuestra misma formación política ideológica no nos dejaba ver nuestra afectación ni buscábamos cómo sanar los problemas psicológicos que nos dejó el trauma. Decíamos que ya lo habíamos superado, pero no era así.

“ERA NECESARIO REAGRUPARNOS”


Bernabé – Vimos que era necesario reagruparnos, esta vez con el objetivo de sanar heridas psicosociales y seguir luchando por los derechos humanos. Llegamos a reunirnos unos 60 compañeros y compañeras, incluyendo a algunos en el extranjero, en Canadá, Estados Unidos, Suecia, Holanda, México… En 2013, el Ministerio de Gobernación nos dio la personería jurídica en un acto público.

Susana – Hoy lo que estamos haciendo es tratando de buscar la manera de ir sanando a través de la atención psicológica. Nos hemos apoyado con el IDHUCA (Instituto de Derechos Humanos de la UCA) y con estudiantes de psicología de la Universidad de El Salvador. El año pasado estuvimos en un proceso colectivo de talleres de atención psicológica y quienes participamos sentimos el beneficio de liberarnos de la carga. Trabajamos con textos, dibujando y realizando actividades que fortalecen nuestro espíritu.

“SE LES HACE MÁS DIFÍCIL A LOS HOMBRES”


Es un poco más difícil para los hombres. El nivel de afectación de los hombres y las mujeres es igual. Pero la capacidad de compartir y superar cosas es diferente por el machismo. Se les hace más difícil a los hombres. Y no podemos obligarles a que exterioricen lo que sienten igual que nosotras.

Susana – En estos talleres uno comparte con gente que ha vivido lo mismo. Hasta le ayudan a uno a sobrellevarse con la familia. Ahora tengo un poco más de paciencia. En mi caso me ha ayudado a entender por qué reacciono de cierta forma. He superado el agobio que me daba estar en un lugar cerrado o en aglomeraciones de gente, donde siento que me voy a ahogar. Ya no me produce taquicardia. Y las pesadillas han disminuido. Antes, cada vez que se acercaba el 18 de septiembre yo comenzaba a tener pesadillas y no podía dormir. Pero el año pasado, ya no tuve.

Bernabé – Los resultados de la psicoterapia son positivos. Hoy los compañeros pueden hablar de sus casos, dar su testimonio, comer, dormir y vivir mejor. Tenemos compañeros que ya no van a traer del hospital psiquiátrico pastillas de “amansalocos” porque ya no las necesitan.

“QUEREMOS CONOCER A LOS VERDUGOS”


Bernabé – Estamos exigiendo justicia y reparación moral junto a otros organismos de derechos humanos. No estamos pidiendo dinero. Queremos conocer a los verdugos. Queremos poder preguntarles “¿Por qué lo hiciste?” Hay muchas preguntas pendientes por tanto daño que nos hicieron.

Hemos tenido acceso a alguna documentación desclasificada por la CIA. También se ha dado a conocer el “libro amarillo”, un registro que llevaban las fuerzas represivas en el período 1980-1992, que contiene la foto y una breve descripción de 1,975 perseguidos políticos de la época. Ahí estamos la gran mayoría de nosotros.

Hemos puesto 12 demandas en la Fiscalía. En la mayoría de los casos ni siquiera les han asignado un número, que es cómo decir que no existen. Tampoco tienen un fiscal asignado.

También estamos llevando casos a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA. A la CIDH hemos presentado tres casos, aquellos donde ya se han agotado los procesos nacionales correspondientes.

“¿CÓMO ME VOY A AGÜEVAR AHORA?”


Susana – En 2013 yo decidí poner una demanda en la Fiscalía por violación de mis derechos humanos. Unos días antes llegaron unos estudiantes universitarios de los Estados Unidos a tomar mi testimonio y lo di. Y esa noche llegué a mi casa con un gran temor, sin poder dormir. Pensé: “No voy a poner mi demanda ni nunca dar mi testimonio otra vez”.

Uno siempre tiene momentos cuando se flaquea. Pero en la mañana vi las noticias y vi a la misma derecha de entonces peleando contra el pueblo por sus intereses mezquinos y pensé: ¿Cómo es posible que yo me vaya a agüevar habiendo aguantado lo que ya aguanté? Y fui a poner mi demanda en la Fiscalía. Hasta la fecha, el único avance es que le pusieron número de expediente. Pero ya di el paso y seguiré luchando.

“LO QUE QUEREMOS ES AYUDAR A LOS COMPAÑEROS”


Bernabé – Estamos haciendo también conversatorios con algunas facultades de las Universidades para intercambiar sobre la memoria histórica. Resultado de eso tenemos un equipo de estudiantes de psicología que son sensibles y colaboran con nosotros. Incluso, hemos descubierto jóvenes que son nietos de compañeros nuestros y que no sabían la historia de lucha de sus familiares.

El trabajo con la juventud es importante, cultivar la sensibilidad de los jóvenes de nuestro país y de otros que vienen a visitarnos de los Estados Unidos es muy importante.

Susana – Nuestra proyección es ayudara los compañeros que fueron presos políticos a organizarse. Todavía estamos muy dispersos. Queremos apoyarles en lo psicosocial y animarlos a exigir justicia.

En aquella época nos decían “el quinto frente de guerra” porque siempre teníamos trabajo. COPPES era como un colador, porque quien había hablado cuando lo torturaron no llegaba a ser miembro. Los compañeros afuera sentían un vínculo solidario con nosotros. Estaban pendientes de nuestras necesidades y de nuestras luchas. Eran luchas coordinadas. COPPES fue un respaldo moral para todos los luchadores en la época de la guerra porque un grupo de gente que había sobrevivido a las torturas era un ejemplo de temple revolucionario para todos los demás.

*
Hasta aquí el testimonio de Bernabé y Susana. En la época actual, el ex-COPPES sigue siendo un frente de lucha contra la injusticia y un respaldo moral para todas las luchadoras y luchadores sociales y políticos de El Salvador.

EDUCADORA POPULAR. CORRESPONSAL DE ENVÍO EN EL SALVADOR.

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