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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 67 | Enero 1987

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Nicaragua

Por la paz: firmeza y flexibilidad

Si el "Contragate" ha supuesto un giro trascendental para el conflicto Estados Unidos-Nicaragua, tanto por las dimensiones del escándalo en sí como por el delicado momento en el que fue publicitado, aún no puede hacerse un balance exacto de los resultados que tendrá para Nicaragua.

Equipo Envío

En la coyuntura nicaragüense continúa incidiendo decisivamente el proceso de derrota político-militar de los contrarrevolucionarios, al que, al partir de ahora, hay que sumar la derrota internacional que para la contrarrevolución representa también el Contragate.

Ante una coyuntura nueva, delicada, abierta a muy diferentes desenlaces -a causa del escándalo-, el gobierno de Nicaragua ha intentado responder combinando golpes de firmeza y gestos de flexibilidad. Firmeza y flexibilidad frente al gobierno hondureño en los momentos de mayor tensión fronteriza desde que comenzó la guerra. Gran flexibilidad en el indulto al norteamericano Eugene Hasenfus.

El año termino con un balance muy positivo para Nicaragua, que ha sobrevivido a la guerra que se le ha impuesto y logró importantes victorias nacionales e internacionales en la búsqueda de la paz.

El proceso de derrota de la contrarrevolución

La coyuntura nicaragüense está marcada desde hace ya muchos meses por el espacio de ventaja que para Nicaragua representa el proceso de derrota en el que está sumergida la contrarrevolución.

Las dos grandes ofensivas proyectadas por los contrarrevolucionarios en 1986, la del verano (temporada seca),en el mes de marzo y la más reciente del fin del invierto (temporada lluviosa) a fines de octubre e inicios de noviembre, fueron totalmente desarticuladas por el ejército sandinista y no consiguieron sus objetivos. Estaban dirigidos a conseguir una penetración masiva desde Honduras. En la neutralización de estas dos ofensivas se dieron en la zona nor-central de la frontera con Honduras los mayores combates de este año 1986, tanto por el número de bajas como por la envergadura y duración de los combates.

Según datos del gobierno de Nicaragua, los contrarrevolucionarios tuvieron en 1986, 6.600 bajas, de los que 4 mil fueron muertos (el ejército sandinista tuvo 1.019 muertos y 1.798 heridos y hubo 1.100 bajas civiles, entre muertos y heridos, víctimas de los contrarrevolucionarios) y actualmente los efectivos de la contrarrevolución han quedado reducidos a sólo 6 mil hombres, de los cuales el 80% está "estancado" en sus bases hondureñas. Para 1986 la estrategia norteamericana había contemplado y anunciado la estructuración de un ejército contrarrevolucionario de 30 mil hombres.

La base del éxito sandinista en la consolidación creciente de la derrota de la contrarrevolución la resumió recientemente el Ministro de Defensa de Nicaragua, Humberto Ortega, hablando de la estrategia de "los tres pegues": pegarse al pueblo, pegarse al terreno y pegarse a los contrarrevolucionarios.

La revolución se ha "pegado" al pueblo campesino de las zonas de guerra con un trabajo político renovado, centrado en una reestructuración de la Reforma Agraria y en una mejora de las redes de abastecimiento rural. El resultado ha sido una considerable pérdida de la real o potencial base social que los contrarrevolucionarios tenían en las zonas montañosas aisladas, en donde han operado con preferencia. Desde fines de 1983, cuando se decretó la ley de amnistía, son ya 6 mil los campesinos "desalzados" de las filas de la contrarrevolución que han retornado a una vida de trabajo normal en sus comunidades, de las que se fueron un día, forzados o encandilados por los contrarrevolucionarios. En 1986 estos "desalzados" fueron 1.500.

Las estructuras militares de la revolución sandinista se han pegado al terreno con una estructura cada vez más consolidada de los diferentes cuerpos defensivos. Se ha conseguido así una presencia permanente de las diferentes estructuras de defensa (tropas guardafronteras, milicias campesinas territoriales, ejército popular, etc.) en las zonas infiltradas por la contrarrevolución o en sus tradicionales corredores de acceso desde Honduras. El prolongado proceso de la guerra ha dado también mayor estabilidad al ejército de Nicaragua, estabilidad que pasa por la definitiva consolidación del servicio militar y el decisivo aporte de los muchachos reclutas a la victoria militar, organizados en los Batallones de Lucha Irregular (BLI), punta de lanza en el combate a la contrarrevolución.

Estos se han pegado a los contrarrevolucionarios, forzándolos a replegarse hacia sus bases en Honduras e impidiéndoles eficazmente nuevas penetraciones en territorio nicaragüense. En 1986 se produjeron 3 mil encuentros armados; en el 90% de ellos el ejército sandinista tuvo la iniciativa, destruyéndose este año varios campamentos neurálgicos de la contrarrevolución. Este "pegue" permanente a los contrarrevolucionarios está en la raíz de las tensiones fronterizas agudizadas en los últimos meses.

Los últimos datos parciales facilitados por el Ministerio de Defensa son elocuentes para entender la intensidad de la guerra en estos últimos meses: sólo de la última semana de diciembre al 5 de enero tuvieron lugar 103 choques armados entre el ejército sandinista y los contrarrevolucionarios. Como resultado, éstos tuvieron 137 muertos y 49 capturados, mientras que el ejército de Nicaragua tuvo 18 muertos y 63 heridos. Durante el mes de diciembre el promedio de muertos de la contrarrevolución fue de 7 diarios.

El proceso de desgaste de la administración Reagan

En el lógico declive del final de su segundo período como Presidente, el Contragate ha contribuido decisivamente al desgaste de Reagan. Se trata de un desgaste en su popularidad al interior de los Estados Unidos y de su credibilidad internacional. Este desgaste, provocado por un escándalo que tiene en su mismísimo centro el proyecto contrarrevolucionario, influye decisivamente en la coyuntura nicaragüense, aunque aun no se puedan apreciar claramente los resultados finales.

El Contragate forma ya parte esencial, en cualquier caso, de la "derrota estrategica" de la contrarrevolución en su proyección política y de imagen. Así lo afirmó uno de los voceros de la FDN: "Ahora se nos percibe como el proyecto predilecto de un presidente en desgracia". Lo más importante del hecho es que ha venido a formar parte de esta derrota en un momento clave en el que, tras conseguir los $100 millones, el gobierno Reagan estaba articulando con la escalada militar un gran lanzamiento propagandístico de la FIN. Como lo reconoció Adolfo Calero, uno de los principales implicados en los beneficios millonarios del Contragate: "Justo cuando creíamos haber ganado la batalla, esto se nos viene encima".

Todo el desarrollo del escándalo ha mostrado, sin embargo, que el Presidente Reagan no está dispuesto aún a dar el más mínimo paso rectificador en su política hacia Nicaragua. A pesar de todas las criticas despertadas por su política, y durante las mismas investigaciones que mostraban los sucios vínculos que amarran el "paquete" del Contragate, el Presidente habló de nuevo de su "proyecto predilecto": "En medio de esta situación no hay que olvidar a los combatientes por la libertad". Y no los olvidó: al reanudarse las actividades del Congreso, Reagan pidió en el presupuesto para 1987 otros $105 millones para la contrarrevolución y sus funcionarios anunciaron que hasta 1992 se gestionarían unos $100 millones anuales para ellos. Por otra parte, se anunció la próxima creación de la radio contrarrevolucionaria "Liberación", cuyo objetivo será el lograr un buen lanzamiento propagandístico de la FIN como alternativa de poder para Nicaragua.

La dimensión del escándalo y la dimensión de la terquedad de la Administración Reagan, la derrota de la contrarrevolución y el desgaste de la Administración continúan configurando una situación extremadamente peligrosa en la que no se puede descartar la posibilidad de alguna acción militar directa, tipo bombardeo limitado, que podría iniciarse con un incidente fronterizo con Honduras. En este mes de diciembre ha habido suficientes señales que muestran que el incidente fronterizo es uno de los caminos que está privilegiando en esta delicada situación la Administración Reagan.

Firmeza y flexibilidad en el caso de Honduras

Las tensiones militares, sociales y económicas creadas en Honduras por los contrarrevolucionarios han ido en aumento con los años. Son cada vez más insostenibles para el gobierno de Azcona.

Después de años de negar esta presencia, el gobierno hondureño no sólo la admite hoy sino que se ve obligado a hacer frente al creciente movimiento anti-contra que atraviesa todas las capas de la sociedad hondureña. A la par que se proclama antisandinista, el gobierno hondureño se ve necesitado de proclamar que los contrarrevolucionarios son un problema y que deben abandonar pronto el país. "Que peleen en Nicaragua y no aquí", han dicho de diversas formas altos funcionarios del gobierno de Azcona, indicando con esta fórmula la "solución" que para ellos tiene este problema hondureño ha jugado con el plazo artificial de abril de 1987 como la fecha en la que los contrarrevolucionarios abandonaran Honduras.

Para conseguir este pretendido objetivo los contrarrevolucionarios tienen el principal obstáculo en el ejército sandinista, que les detiene en la frontera impidiéndoles la infiltración en Nicaragua, como se ha visto en los combates de estos dos últimos meses.

Reforzando a los contrarrevolucionarios asentados en Honduras en sus intentos por penetrar en Nicaragua, actuó este mes, más directamente que nunca, el ejército norteamericano instalado en Honduras.

Los incidentes fronterizos ocurridos en diciembre han sido muy graves. El 30 de noviembre se inició el desplazamiento de unos 100 soldados norteamericanos junto a efectivos hondureños, con helicópteros y piezas de artillerías pesada, a unos 15 kms. de la frontera con Nicaragua y a unos 40 kms. de la zona en la que el ejército de Nicaragua enfrentaba a unos 1.500 contrarrevolucionarios que intentaban penetrar al país. El desplazamiento de norteamericanos a esta critica zona fue justificado como parte de unas repentinas maniobras conjuntas que iban a durar hasta el 13 de diciembre. El propio jefe del Comando Sur de Estados Unidos con base en Panamá, General John Galvin, supervisó el operativo norteamericano-hondureño.

Ante la extrema gravedad de la situación, en la que claramente se apreciaba la presión ejercida por Estados Unidos sobre Honduras para que se involucrara en apoyo a los contrarrevolucionarios facilitándoles su penetración en Nicaragua, y facilitando también con eso un incidente fronterizo, el gobierno sandinista cursó una nota de protesta al gobierno de Honduras pidiéndole "madurez y responsabilidad" para "no dejarse arrastar" por las presiones norteamericanas.

El ejército sandinista contuvo a los contrarrevolucionarios, impidiéndoles la entrada en Nicaragua, les asestó un duro golpe obligándolos a replegare al interior de Honduras e incluso los puso a la defensiva, militar y sicológicamente, en sus campamentos hondureños. (Entre el 30 de noviembre y el 8 de diciembre se produjeron en esta sensible zona 28 enfrentamientos con un balance de 81 contrarrevolucionarios muertos y 80 heridos y de 16 muertos y 35 heridos en las filas del ejército nicaragüense).

La eficaz acción de contención, y también de ataque, llevada a cabo por el ejército sandinista en el territorio ocupado por los contrarrevolucionarios, motivó que los Estados Unidos presionaran a Honduras a dar una "respuesta", potencialmente provocadora de un incidente de gravísimas consecuencias.

La respuesta llegó en la tarde del 7 de diciembre, cuando en toda Nicaragua se celebrara con la tradicional "gritería", la fiesta de la Purísima Concepción de María. Cinco aviones de combate procedentes de Honduras penetraron en territorio nicaragüense, dejando caer varias bombas, primeramente cerca de una pequeña pista de helicópteros ubicada en la población de Wiwilí (15 mil habitantes), a 25 kms. de la frontera, y en un segundo momento en un campamento militar situado en el Valle Congojas, 12 kms. al NE del poblado de Murra, también a gran distancia de la línea fronteriza. Como resultado de los ataques, resultaron heridas 2 niñas y 3 soldados sandinistas en Wiwilí y 7 soldados muertos y 9 heridos en Congojas.

Por la fecha en la que fue realizado el ataque, durante la fiesta religiosa de mas arraigo en Nicaragua, los hechos impactaron mucho al pueblo nicaragüense y a los campesinos de las zonas afectadas. En un primer momento, La Voz de los Estados Unidos y otros órganos de propaganda norteamericana y las radios hondureñas, presentaron el bombardeo realizado por Honduras en territorio hondureño contra miles de efectivos sandinistas que habrían penetrado en Honduras. La propaganda de la Administración Reagan con éste y otros mensajes parece estar evolucionando de la presentación de una "guerra civil" a una "guerra entre países vecinos". En esta ocasión toda estaba orientado en esta dirección.

Pocos días después, periodistas internacionales que visitaron la zona bombardeada en Nicaragua y que no tuvieron acceso a la supuesta zona bombardeada en Honduras, contribuyeron a aclarar los hechos, que tienen su mejor explicación en las presiones que está sufriendo cada vez con mayor intensidad el gobierno hondureño, tanto para que defienda a los contrarrevolucionarios de los sandinistas como para que ataque a los sandinistas. Amenazadoramente, el Presidente hondureño declaró: "Cada vez que (los sandinistas) se vuelven a meter, las bombas les caerán desde nuestro cielo". Es claro, por otra parte, que la presencia contrarrevolucionaria en Honduras permite al gobierno de Azcona tener un importante elemento de negociación frente a los Estados Unidos.

Nicaragua informó a la ONU, a la OEA, a Contadora y a su Grupo de Apoyo sobre lo ocurrido y en su firme protesta al gobierno hondureño le propuso invitar al Secretario General de la ONU para que enviara una Comisión de Inspección a la zona, con participación de Contadora, para que examinara el terreno, determinara las causas y recomendara las medidas adecuadas para resolver la tensión.

El ataque hondureño y la presencia norteamericana en la frontera nicaragüense, en un momento tan complejo como el desarrollo del Contragate, provocaron alarma en distintas cancillerías y llevaron finalmente a Estados Unidos a retirar sus tropas y a anunciar, el 9 de diciembre, que daba por concluidas sus maniobras con Honduras "para evitar cualquier conflicto internacional". En esos días, después del bombardeo, el portavoz del gobierno soviético hizo pública una declaración en duros términos: "Advertimos a Washington que renuncie entrar en Nicaragua como lo hizo en Grenada... Sería un error imperdonable", mientras que el Delegado del Papa Juan Pablo II en México, Mons. Girolamo Prigione hacía pública una declaración en términos poco usuales entre los representantes vaticanos: "Sería un error, una locura, la invasión a Nicaragua por fuerzas militares norteamericanas."

A la par que la cancillería nicaragüense protestaba a Honduras por el bombardeo y proponía una inspección internacional, el presidente de Nicaragua rearfimaba con firmeza la línea de acción emprendida desde comienzos de 1986 por el ejército de Nicaragua frente a los contrarrevolucionarios.

"Nosotros estamos luchando contra esas fuerzas mercenarias que el gobierno de los Estados Unidos ha establecido en territorio hondureño, contra esos criminales que tratan de invadir nuestro país para asesinar niños, mujeres, destruir escuelas, cooperativas y centros de salud. Entonces, el problema no es la falsa denuncia de que Nicaragua haya invadido a Honduras y que esté amenazando la soberanía y a integridad de Honduras; la soberanía y la integridad de Honduras ya están amenazadas por la ocupación norteamericana, y por la ocupación de su territorio por las fuerzas mercenarias en el territorio fronterizo con Nicaragua.

Con un poco de dignidad, con un poco de valentía, con un poco de espíritu morazánico, el Presidente Azcona tiene en sus manos la llave de la paz. Basta que el Presidente Azcona decida sacar a los invasores de su país, a esas fuerzas mercenarias que ocupan su territorio para agredirnos a los nicaragüenses, para que el territorio fronterizo deje de ser una zona de conflictos.

Mientras el gobierno de Honduras mantenga a esas fuerzas mercenarias en su territorio, lógicamente que el territorio fronterizo será una zona de conflicto, y nosotros no vamos a ceder una sola pulgada en cuanto a la defensa de nuestra integridad territorial para no permitir la entrada de las fuerzas mercenarias a nuestro país.

(Fragmento del discurso pronunciado por Daniel Ortega el 11 de diciembre, en la conmemoración del 38 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos).

Esta decisión del gobierno de Nicaragua de luchar contra esas fuerzas mercenarias "en el territorio fronterizo con Nicaragua" está llamada a crear delicadas situaciones, a causa, sobre todo, de las presiones que el gobierno hondureño sufre por parte del gobierno norteamericano, que literalmente no sabe ya que hacer con los miles de contrarrevolucionarios asentados en Honduras.

Combinando firmeza con flexibilidad en este difícil asunto del que hacer con los contrarrevolucionarios, el presidente de Nicaragua escribió en Navidad una carta al presidente hondureño en la que se refiere al "problema" que para Honduras representan los contrarrevolucionarios y a la "carga" que también suponen los refugiados nicaragüenses. Para resolver las tensiones fronterizas, provocadas por esta población de la que amplios sectores en Honduras quieren salir, el presidente de Nicaragua propuso al de Honduras:

-Recibir a todos los nicaragüenses contrarrevolucionarios que deseen regresar a Nicaragua acogiéndose a la ley de amnistía.

-Colaborar con Honduras en las gestiones ante terceros países que pudieran o quisieran acoger a los contrarrevolucionarios que no quieran regresar a Nicaragua acogiéndose a la amnistía.

-Acoger, en colaboración con Honduras y el ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados) a todos los refugiados nicaragüenses en Honduras que quieran regresar. (Son ya 10.300 los repatriados en estos años de guerra).

Otra respuesta en la línea de la firmeza y como preparación para eventuales ataques directos fueron las maniobras militares que este mes desarrolló el ejército nicaragüense y todas las estructuras de la defensa sandinista, del 16 al 18 de diciembre, en la zona de Chinandega, la más occidental del país, a 10 kms. de la frontera con Honduras. En las maniobras, llamadas "Subtiava 86" participaron 6.500 efectivos del ejército regular, de las milicias permanentes y de las tropas de reserva, se emplearon tanques, helicópteros y otro armamento pesado, en el combate a una supuesta invasión enemiga que intentaba penetrar por esta zona llana del país, que conduce directamente por carretera hasta Managua.

Nicaragua invitó a los ejércitos centroamericanos a observar las maniobras, las de mayor envergadura en la historia de la revolución. Una delegación de las Fuerzas Armadas de Panamá vino a Nicaragua a esta misión, participando también como observadores agregados militares de las Embajadas de Francia, Estados Unidos y Venezuela. El gobierno de Honduras -que ha realizado desde 1982 siete largas maniobras conjuntas con el ejército de Estados Unidos y que este mismo mes inició las octavas, que durarán 4 meses- protestó oficialmente a Nicaragua calificando las maniobras sandinistas como "provocación peligrosa" y "amenaza" a su seguridad. Muy diferente fue la reacción del gobierno y el ejército de Guatemala, que reconocieron "el derecho soberano" de Nicaragua a realizar maniobras militares en su propio territorio.

Terminando las "Subtiava-86" se desarrollaron el 20 de diciembre otras maniobras, con el nombre "Comandante Carlos, pase revista", en el Llano de Ocotal, a unos 55 kms. de Managua, con mil hombres y el empleo de artillería terrestre y antiaérea. La zona de estas segundas maniobras sería también decisiva a la hora de defender Managua de una invasión. "No hacemos maniobras para enfrentarnos a Honduras sino para defendernos del invasor norteamericano", dijo el Ministro de Defensa nicaragüense, Humberto Ortega, que anunció que se seguirán realizando maniobras de este tipo para tener lista la maquinaria defensiva en previsión de cualquier acción directa norteamericana, en esta situación especialmente delicada por el escándalo del Contragate.

Flexibilidad en el caso Hasenfus

Una gran muestra de flexibilidad la dio este mes el gobierno de Nicaragua al haber indultado al asesor norteamericano Eugene Hasenfus, capturado el 6 de octubre al ser derribado el avión desde el que abastecía de armas a los contrarrevolucionarios infiltrados en Nicaragua.

Después de ser sentenciado en noviembre a 30 años de cárcel, pena máxima que contempla la legislación nicaragüense, el Tribunal Popular Antisomocista en sus segunda instancia el 11 de diciembre el fallo, iniciándose así el cumplimiento de la condena del reo.

El 16 de diciembre llegó a Nicaragua el senado demócrata Christopher Dodd, como parte de una gira de 12 días por 6 países centroamericanos, con vistas a sondear posiciones ante la nueva situación creada en el Congreso con la mayoría demócrata en las dos Cámaras. En las cuatro horas que Dodd habló con el Presidente de Nicaragua, dedicó -según sus propias declaraciones- unos 20 minutos a analizar el caso Hasenfus.

El 17 de diciembre, el Presidente Ortega convocó a una inesperada conferencia de prensa en la que anunció que había solicitado a la Asamblea Nacional que indultara a Hasenfus. Se refirió a la situación "altamente peligrosa" que vivía Nicaragua como fruto de la política Reagan, incapaz de retroceder ni aún ante el escándalo del Contragate, y a las muchas solicitudes que dirigentes políticos y religiosos de Estados Unidos, enemigos de esta política, le habían hecho para que se indultara al Senado Tom Harkin, al Gobernador del Estado de Wisconsin, al Reverendo Joseph Lowery y a los Arzobispos de Washington y Boston, Mons. Hickey y el Cardenal Law. "Nosotros estamos obligados a tomar en cuenta a los amigos", dijo el Presidente de Nicaragua.

Esa misma mañana se inició un vivo debate en la Asamblea Nacional para discutir la aprobación o no del indulto solicitado. De los diputados presentes, 70 terminaron a favor, 2 en contra (los del Partido Marxista-Leninista) y 2 se abstuvieron (los del Partido Comunista). Privaron criterios pragmáticos basados en la urgencia de paz y en el valor que podría tener este nuevo gesto, inscrito también en la tradición de generosidad de la revolución nicaragüense. En aras de la paz y como una señal para el pueblo norteamericano en la Navidad, se indultó a Hasenfus. Así lo dijo claramente el Presidente Ortega:

"Si damos este paso es porque estamos convencidos de que se corresponde con la nobleza del pueblo norteamericano. Entregamos al señor Hasenfus al pueblo norteamericano con la convicción y seguridad de que esto tiene que contribuir a la lucha por la paz que hemos venido librando el pueblo norteamericano y el pueblo nicaragüense... Que todo esto contribuya a que el gobierno norteamericano reflexione y a que el Presidente Reagan y sus asesores, que se dicen cristianos, no cometan la locura y la acción terrible de lanzar una invasión... Con este gesto reconocemos la lucha del pueblo norteamericano en favor de la paz y golpeamos una vez más la conciencia del presidente Reagan para que acepte la solución pacifica a la que ha estado siempre dispuesto el pueblo y gobierno de Nicaragua".

Ese mismo día Eugene Hasenfus salió hacia los Estados Unidos acompañado de su esposa, que resaltó ante los periodistas que el día 18 era el cumpleaños de su pequeño hijo y que tendría el regalo de pasarlo junto a su padre. "Que el Presidente Reagan recuerde que los niños nicaragüenses también tienen derecho a cumplir sus años", les dijo el Presidente Ortega al despedirlos de Nicaragua.

El indulto a Hasenfus fue una noticia que sorprendió al pueblo de Nicaragua por lo imprevisto. La reacción inicial fue, en lenguaje nicaragüense, de gran "arrechura". Hasenfus había sido hasta tal punto el mayor símbolo de la derrota imperialista y de la victoria popular que entregarlo tan pronto parecía una debilidad. Otra de las críticas más sentidas que se hizo a la repentina medida fue la que se expresó así: ¿por qué no contaron con nosotros, por qué no nos dicen qué nos darán a cambio de esto? Lo repentino de la decisión pareció también deshacer en unas horas el largo seguimiento que el pueblo había hecho del proceso judicial contra Hasenfus y lo que este seguimiento había contribuido a consolidar la imagen de la legalidad revolucionaria.

Si faltó pedagogía previa para preparar el indulto, posteriormente a que Hasenfus abandonara el país los medios de comunicación masivos sí abrieron amplios espacios a las expresiones populares de indignación o de reflexión sobre el hecho. Privaron, ya superadas las primeras reacciones emocionales, consideraciones como éstas: aquí no lo queremos, ni siquiera preso; si esto puede contribuir a la paz está bien hecho; el gobierno sabrá porque lo hizo; quizá él se arrepiente y habla claro; a nuestro hijos asesinados no los recuperamos porque él esté preso aquí; de nada nos sirve tenerlo aquí; liberándolo enseñamos al mundo entero cómo es esta revolución, etc.

Si el indulto a Hasenfus tuvo inicialmente una difícil aceptación en Nicaragua, internacionalmente la medida fue recibida como una muestra de la fortaleza de la revolución y como un plausible mensaje de paz. En Estados Unidos fue claro, además del signo de paz entregado al pueblo norteamericano en las fechas navideñas, el mensaje político que llevaba el senador demócrata Dodd: con los sandinistas se puede dialogar, negociar y obtener resultados, mensaje que cuestionando el maximalismo reaganiano puede resultar especialmente eficaz, en estos momentos de debilidad política provocados a Reagan en el Contragate.

Pocos días antes de que Hasenfus abandonara Nicaragua, indultado por el gobierno sandinista, fue capturado otro norteamericano, en circunstancias totalmente diferentes. El 12 de diciembre, Sam Nesley Hall fue detenido en el área militar de acceso restringido del aeropuerto de Punta Huete, en las afueras de Managua. Sam Hall dijo ser inicialmente un escritor interesado en conocer Nicaragua para escribir un libro. Pero sus antecedentes eran ya conocidos por la seguridad nicaragüense: mercenario en Angola y Mozambique, Hall había entrenado en Honduras a mískitos unidos a los contrarrevolucionarios y era bien conocido en Estados Unidos como declarado luchador anticomunista. Más tarde le fueron encontrados a Hall en un calcetín mapas y croquis de la base de Punta Huete, del puerto de Corinto y del área de Tipitapa, cerca de Managua. Hall declaró a las autoridades nicaragüenses y después a la prensa internacional que trabaja dentro de un plan del Pentágono y de la CIA buscando información sobre el tipo de construcciones que hay en Punta Huete y sobre la presencia cubana en esta base para el manejo de los helicópteros de fabricación soviética. También era misión suya obtener datos sobre algunos puntos estratégicos de la Costa Atlántica, entre ellos la ciudad de Puerto Cabezas, el puente sobre el río Wawa y otros.

Sam Hall no quiso declarar en los primeros momentos que era hermano del representante demócrata por Ohio, Anthony Hall, opuesto a la política Reagan hacia Nicaragua. Más tarde se supo que Sam era un conocido "hombre" de Oliver North, pieza principal del Contragate, y que estuvo vinculado en 1985 a un complot organizado por narcotraficantes vinculados a la FIN, para asesinar al entonces embajador norteamericano en Costa Rica, Lewis Tambs. Las autoridades nicaragüenses han caracterizado a Hall como un fanático ultraderechista y después de una primera comparecencia ante la prensa internacional, el caso se ha llevado con mucha más reserva que el de Hasenfus.

Teniendo Estados Unidos medios tan sofisticados de espionaje electrónico y teniendo a estas alturas perfecta información sobre todo el territorio nicaragüense, obtenida fundamentalmente a partir de cientos de sobrevuelos de espionaje, el caso de Sam Hall con su calcetín lleno de croquis parece más bien el argumento de una mediocre película de espías. Sin embargo, hay que tener en cuenta que su tarea de inspección directa sobre el terreno se corresponde perfectamente con la fase final de precisión y verificación de detalles que sería previa a una eventual acción directa de bombardeo limitado. De ahí la gravedad del caso, del que existen aún pocos detalles públicos.

Contadora en busca de la paz

En la peligrosa situación actual, cuando en medio del escándalo del Contragate, el plan de un ataque directo de Estados Unidos contra Nicaragua parece tan sólo retrasado pero no descartado, y cuando incluso el mismo escándalo podría acelerarlo, Contadora ha lanzado una nueva iniciativa de pacificación, que va más allá del documento jurídico del Acta, en el que se estancó durante todo este año 1986.

Reunidos este mes en Río de Janeiro los 8 Cancilleres del Grupo de Contadora y del Grupo de Apoyo decidieron reactivar el proceso negociador, con una nueva fórmula: enviando en enero a los cinco países centroamericanos una misión de paz del más alto nivel, en la que participaron los 8 cancilleres junto a los Secretarios Generales de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar, y de la OEA, Joao Baena Soares.

La misión de paz de Contadora fue acogida con reticencia por Estados Unidos. "Pérez de Cuéllar puede ir a donde quiera..." fue el primer comentario del representante norteamericano en la ONU, Vernon Walters. En los días siguientes, el gobierno norteamericano pidió aclaraciones a Baena Soares por su participación en la misión de paz, pues "excedía sus funciones". En Nicaragua la importante iniciativa de Contadora ha despertado muchas esperanzas.

En medio del dolor de una guerra impuesta, el año 1986 termina con un balance bastante positivo para Nicaragua, a pesar del desgaste en la dura crisis económica. La derrota de la contrarrevolución, la victoria diplomática en La Haya, el nuevo espacio ganado en los NO-AL, la distensión en las relaciones con la jerarquía de la Iglesia Católica, la nueva Constitución son, a pesar de todas sus limitaciones y de que muchos de estos logros están en fase embrionaria, conquistas importantes del año que termina. Todas ellas trascendentales, porque todas inciden en la ansiada búsqueda de la paz. "Nicaragua va a sobrevivir" fue el mensaje del pueblo de Nicaragua luchó por sobrevivir y que ha sobrevivido. Teniendo en cuenta que se enfrenta a la prepotencia de una Administración norteamericana que basa su política exterior en la fuerza y en la mentira, como lo ha mostrado el Contragate, sobrevivir no ha sido nada fácil. "Aquí no se rinde nadie" es el lema con el que la revolución inicia el año 1987, con la esperanza de que la tenacidad en la resistencia logre que sea 1987 el año en el que termine la guerra y la sobrevivencia comience a transformarse en vida más plena.

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