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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 392 | Noviembre 2014

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Nicaragua

“El barco de la educación está haciendo agua”

Josefina Vijil, Doctora en Pedagogía, educadora durante años en el aula de clase y especialista en la formación de docentes, compartió reflexiones sobre la dramática situación en la que se encuentra la educación en Nicaragua, y adelantó que nuestro país no podrá cumplir en 2015 con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en una charla con Envío que transcribimos.

Josefina Vijil

Los problemas, limitaciones y déficits de la educación en Nicaragua no sólo se mantienen, sino que se vienen agravando año tras año. Tanto, que podemos afirmar que el barco de la educación se está hundiendo, que está haciendo agua. Necesitamos urgentemente un cambio de rumbo y un cambio de timoneles. Sin esos cambios no vamos a lograr resolver los problemas educativos que tenemos en el país, que no sólo no están resueltos, ni siquiera estamos encaminándonos a resolverlos. ¿Cuáles son los agujeros más grandes que tiene el barco? ¿Bastará con tapar esos hoyos o habrá que cambiar de barco? ¿Y qué hacer para cambiar de rumbo? De eso hablaremos, de lo que está pasando en la educación, de lo que está haciendo naufragar el barco.

Antes, veamos algo de lo que está pasando en el Ministerio de Educación, la institución rectora de la educación en el país. Recientemente, los medios de comunicación nos informaron que un equipo del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), había intervenido las oficinas de adquisición, información, finanzas y dirección del Ministerio de Educación (MINED) y del Instituto Nacional Tecnológico (INATEC) para investigar documentos y computadoras de los funcionarios encargados de esas dependencias en estas dos instituciones educativas. No correspondía al INSS realizar esa tarea, pero la realizaron. Por los medios también supimos que fueron “renunciados” más de cien trabajadores del MINED, dos viceministros y dos directores de áreas, y en el INATEC un primer despido fue el de su directora ejecutiva. Desde entonces ambas instituciones no tienen una dirección visible.

Aunque no existe una explicación oficial de lo que pasó, algo sabemos. Retomando investigaciones que ha hecho la doctora Melba Castillo sabemos que en 2009 el presupuesto del MINED era en un 90% para gastos corrientes (pago del salario de los maestros, bastante bien ejecutado) y un 10% para inversiones. El Ministerio recibía un 18% de su presupuesto de recursos de la cooperación internacional y el resto se financiaba con recursos del tesoro público. Ya para esas fechas se registraba una ejecución deficiente en los gastos de inversión: se ejecutaba sólo el 64%. Las razones que esgrimió entonces el MINED para explicar la subejecución fue la falta de capacidad de las empresas contratadas para finalizar sus trabajos. En un país responsable esto debió encender alarmas y motivar a tomar decisiones: si las empresas contratadas no estaban cumpliendo habría que haber revisado por qué y habría que haber mejorado el sistema de contrataciones. Sin embargo, eso no ocurrió. En el año 2010 la misión del Banco Mundial, que había entregado fondos al MINED, calificó así la ejecución del Ministerio: “moderadamente insatisfactoria”, un eufemismo para indicarle al gobierno que no estaba cumpliendo con los requisitos exigidos por el Banco para el buen manejo de los fondos. A pesar de eso, la cooperación internacional siguió entregando fondos al MINED y en 2013 el Banco Mundial, con fondos de la Unión Europea, aprobó una donación de 53 millones 900 mil dólares para ser ejecutados en cuatro años, con el objetivo “de mejorar la cobertura y terminación de la educación básica, brindando oportunidades de acceso equitativo a una educación de calidad, en particular a las zonas rurales y grupos de población vulnerables, a través del mejoramiento de las infraestructuras y facilidades educativas, la mejora de la eficacia docente y el fortalecimiento de la gestión del sistema educativo”.

El inadecuado manejo de esos fondos hizo saltar ahora las alarmas, pues el Ministerio de Hacienda, en su informe de ejecución, mostró que de los 967 millones de córdobas asignados en 2014 para inversiones del MINED, financiadas con recursos externos, al mes de junio solamente se había ejecutado el 18%. Más alarmante era la situación de INATEC: según Hacienda, hasta junio sólo había ejecutado el 3.7% de los fondos externos recibidos.

Desde principios de los años 90 la cooperación internacional, las ONG nacionales y la ciudadanía nicaragüense hemos invertido en Nicaragua una cantidad inmensa de recursos en programas que han servido de poco para mejorar la calidad, equidad y eficiencia de la educación. Al menos, no tenemos evidencias de su impacto y, especialmente, de la sostenibilidad de sus resultados. En este período Nicaragua ha contado con recursos externos dedicados a la educación, aunque, por supuesto, no todos los que necesitamos. Si esos recursos no se han aprovechado bien es porque ha faltado un liderazgo educativo comprometido con la calidad de la educación, no sólo en éste, también en los anteriores gobiernos. Y el problema no son sólo los recursos. El problema es en qué se usan, cómo se invierten y cómo se ejecutan. Lo que ha pasado ahora es la última demostración de que los timoneles del barco parecen incapaces de hacer un buen uso de los recursos de los que disponen para mejorar la educación. Su incapacidad agranda los agujeros por los que el barco hace agua.

Podemos afirmar que los recursos externos con los que ha contado el MINED, de haber sido bien aprovechados e invertidos en lo que se debe, le habrían permitido no sólo mejorar la infraestructura educativa, también mejorar de manera importante la formación inicial de los docentes, su formación en servicio en las aulas, y perfeccionar libros y materiales didácticos, tres aspectos clave para mejorar la calidad de la educación. Desaprovechar esta oportunidad, repito, no ha sido responsabilidad única de este gobierno, lo ha sido de todos. Hay responsabilidades compartidas porque en educación nada se puede ver sino en períodos de mediano plazo. La novedad es que ningún otro gobierno como éste había dispuesto de tantos recursos y ninguno los había subejecutado en medida tan importante como el actual gobierno.

Veamos ahora otros hoyos con los que navega este barco. Desde 2007 el actual gobierno ha puesto su principal énfasis en asegurar el acceso a la educación, no en garantizar la calidad de la educación. Sus campañas, sus políticas y su discurso han estado orientados a mejorar el acceso. Pusieron en marcha la “batalla por el primer grado”, aunque la descontinuaron al año. Siguieron otras batallas: la “batalla por el sexto grado” y la “batalla por el noveno grado”. Pese a este continuo batallar, la terca realidad se ha impuesto y podemos afirmar que las batallas para garantizar el acceso a la educación no han sido todo lo exitosas que deberían, lo que no sólo es un fracaso para el gobierno sino para el país. Universalizar la educación primaria es un desafío que nuestro país tiene pendiente desde el siglo 19. Debimos haber resuelto eso, tan esencial, hace más de un siglo y no lo hemos logrado.

Quiero dar algunos datos que prueban que no lo hemos logrado, proporcionados por la doctora Melba Castillo. Entre 2009 y 2013, en cinco años, la matrícula en primaria ha decrecido. No solamente no llegamos al 100%, que era el objetivo de “la batalla”, sino que la matrícula disminuyó: pasamos de 928,978 niñas y niños matriculados a 879,562. Desde hace cinco años, éste y otros indicadores sobre el acceso permanecen estancados en el país. Ciertamente, ha mejorado ligeramente la matrícula en educación rural, aunque aún no cubre a todos los niños y niñas en primaria, mientras que la matrícula ha caído más en sectores urbanos. Según la encuesta de hogares de la institución nicaragüense FIDEG (Fundación Internacional para el Desarrollo Global), la tasa neta de escolaridad en primaria (porcentaje de estudiantes de 6 a 12 años que asisten a la escuela primaria) se ha mantenido prácticamente estática de 86.2% en 2009 a 86.1% en 2013, con una tendencia a la baja. El estancamiento significa que aún hay un porcentaje de niños, alrededor de 14 de cada 100 en edad de estudios primarios, que no logra ingresar a la escuela, y un porcentaje importante de quienes ingresan al primer grado y desertan ya en ese primer grado, que son las niñas y niños de familias más pobres. Otras fuentes corroboran el dato. Aun usando el indicador que emplea el gobierno, la Tasa Neta de Matrícula Ajustada (porcentaje de estudiantes de 6 a 11 años que asiste a cualquier nivel del sistema educativo), el dato indica estancamiento y tendencia a la baja.

También el analfabetismo de la población de 10 años en adelante se mantiene estático en un 16% desde 2009, aunque reconocemos que el analfabetismo en el campo sí ha descendido: pasó del 26% en 2009 al 21.4% en 2013, según la encuesta de hogares de FIDEG. Lo que resulta preocupante es que, a nivel de todo el país, el índice de analfabetismo no se haya movido durante cinco años, tanto entre hombres como entre mujeres.

Tampoco se está moviendo un dato que es clave para el desarrollo del país: los años promedio de escolaridad de la población. El promedio general ha permanecido estático: la escolaridad promedio de la población nicaragüense es de apenas seis años. En cinco años no se han observado avances importantes en este indicador: en 2009 la escolaridad promedio era de 5.9 años y en 2013 apenas había subido a 6.1 años.

Ha habido un conjunto de esfuerzos públicos, de ONG y de empresas, por ampliar la oferta educativa para la primera infancia. Por parte del sector público está, por ejemplo, el programa Amor para los más Chiquitos. Sin embargo, los datos nos indican que todavía son muy pocas las familias y muy pocos los niños que están aprovechando estas oportunidades. En el país hay muy poca demanda de educación preescolar, a pesar de que el preescolar debería ser la puerta por la que todos entraran al sistema educativo, y no solamente con la oferta del tercer nivel de preescolar
(5 años), sino en los dos niveles previos (3-4 años). Una de las razones por la que no se están aprovechando los esfuerzos que se han hecho para promover la educación preescolar es que muchas familias creen que al preescolar los niños sólo llegan a jugar y que eso no sirve para nada. Tal vez no saben que el juego, además de ser la principal actividad de los niños, es un proceso fundamental para el desarrollo de sus cerebros. Quizás desconocen la importancia que tiene para el desarrollo de un ser humano contar con oportunidades educativas desde su más tierna infancia.

Garantizar un acceso a la educación en todos sus niveles y a una educación de calidad es crucial en este momento para Nicaragua. Venimos escuchando desde hace un tiempo que nuestro país ha entrado en la etapa del bono demográfico. Ha cambiado la pirámide poblacional, la composición demográfica: se ha incrementado la cantidad de personas jóvenes no dependientes en edad de trabajar y se ha reducido la natalidad. ¿Y qué respuesta estamos viendo ante el cambio demográfico? Un estudio que se presentó a comienzos de este año, del Estado de la Nación, se fijó en el estrato de población al que se ha llamado los “ni-nis”, jóvenes que ni estudian ni trabajan, numerosos en el sector urbano y en el rural. Otros les llaman los “sin-sin”: sin oportunidades de trabajar y sin oportunidades de estudiar.

¿Qué encontró ese estudio? Que en Centroamérica, también en Nicaragua, ha disminuido la cantidad de ni-nis en los últimos cinco años. Pero en el resto de la región ha disminuido porque esa juventud ha entrado a estudiar o está estudiando y trabajando a la vez. Sólo en Nicaragua y Panamá disminuyeron porque se incrementó la cantidad de ni-nis que sólo trabajan. En estos cinco años, en Nicaragua la juventud que sólo estudia disminuyó: pasó de ser el 42% en 2001 a ser el 22% en 2010 y se incrementó de manera importante la cantidad de jóvenes que sólo trabajan. Pero lo hacen en trabajos informales, de muy baja calidad, con muy poca remuneración, en trabajos que no les permiten ahorrar ni cotizar a la seguridad social, en trabajos precarios desde todo punto de vista. Se están alejando así de la posibilidad de mejorar sus vidas por la vía de la educación.

La mayoría de ni-nis en Centroamérica y en Nicaragua son mujeres rurales. Y la principal causa por la que dicen que no trabajan ni estudian es por el embarazo o porque muy jóvenes ya son mamás. Nuestro sistema educativo no sabe cómo dar respuesta a una muchacha embarazada de 14-15 años. No tiene para ellas ninguna opción educativa adecuada y lo único que hace es retirarla del aula o pasarla al turno nocturno, lo que significa que muy pronto dejará de asistir a la escuela.

La educación técnica que tanto necesitamos en esta etapa del bono demográfico tampoco está funcionando. La institución rectora, el INATEC, es un caos. Desde hace años no sabemos en manos de quién está porque ha habido tres cambios sucesivos de administración y cada una ha hecho cambios al currículum. No hay inversión pública en educación técnica. Menos del 1% del presupuesto para educación se asigna a la educación técnica y Nicaragua necesita educación técnica. La Universidad no puede ser el único fin del recorrido educativo. Tiene que ser una opción, pero debería haber otras opciones. ¿Por qué una persona que va a trabajar en turismo tiene que ser licenciada? En los países del mundo con más tradición turística son técnicos. En Suiza los estudiantes de la Escuela de Hotelería salen técnicos. ¿Por qué tienen que ser universitarios, por qué necesitan un título académico? Creo que tenemos una representación social heredada, probablemente desde Platón y Aristóteles, que desprecia el trabajo manual y sobrestima el trabajo intelectual. Esto pesa tanto entre nosotros que cuando le preguntamos a una madre por qué quiere que su hija vaya a la Universidad responde: “Porque quiero que sea alguien en la vida”.

Para mejorar el acceso, que es su prioridad, el gobierno también ha implementado programas de primaria y secundaria aceleradas: los programas Sandino 1 y Sandino 2. Aunque no he visto ningún documento oficial que así lo diga, mis fuentes, maestros que dan clases en esos programas en distintos departamentos del país, me dicen que el problema del Sandino 1 y Sandino 2 es que están dirigidos a las estructuras territoriales del Frente Sandinista, priorizando en la matrícula a militantes y votantes del FSLN. No todo el mundo tiene opción de ingresar a esos programas. Además de esto, yo tengo dudas muy serias de que sea posible, en sólo dos años, construir los conocimientos fundamentales de la primaria y en sólo dos años sacar toda la secundaria, que es lo que proponen esos programas. Más dudas tengo por la concepción curricular que existe en nuestro sistema educativo, donde el curriculum es sólo un montón de contenidos que los estudiantes deben memorizar.

Uno de los más recientes programas del gobierno para mejorar el acceso es el de la secundaria rural, dirigida a niños de 10 a 15 años. Inició en 2013 y abre una opción a muchachos que trabajan y no podían asistir regularmente a las escuelas y que ahora llegan sábados y domingos a hacer una primaria acelerada. Me han confirmado maestros que trabajan en ese programa que hay mucho ánimo entre los niños, que acuden, estudian y trabajan mucho. Pero, aún sin conocer los materiales, sabiendo que el currículo es el mismo que el de la primaria regular, me surgen muchas dudas metodológicas. A pesar de todo, hay que reconocer que es una iniciativa muy interesante porque está respondiendo a una necesidad.

Salgamos del indicador no resuelto del acceso y hablemos sólo algo de la calidad de la educación, uno de los enormes hoyos que tiene el barco. En todo el mundo el concepto del derecho a la educación se ha transformado en los últimos años. Ha dejado de ser entendido como el derecho al acceso a entenderse como el derecho al aprendizaje. Desde esa óptica, entendemos que se nos garantiza el derecho a la educación cuando, además de poder ir a un espacio educativo, llámese o no aula de clase, aprendemos. Si no aprendemos, ese derecho no se nos está garantizando, aunque vayamos todos los días a sentarnos en un pupitre. Para que el derecho a aprender esté garantizado tiene que haber un marco curricular que permita crear situaciones de aprendizaje, tiene que haber una persona, en este caso el docente, que esté pensando y preparando estratégicamente situaciones en las que va a colocar a sus estudiantes para que aprendan.

La persona preparada para crear situaciones de aprendizaje, para problematizar los conocimientos que tienen sus estudiantes, para usar medios y materiales adecuados, para que aprendan a partir de sus conocimientos anteriores, es el docente. Y debería decir la docente, porque en Nicaragua la mayoría son mujeres. Y en cómo preparamos a las docentes y a los docentes está uno de los más grandes hoyos del barco. Tan enorme ese hoyo que lo llamamos el círculo vicioso de la calidad educativa: un docente con una formación deficiente que reproduce en sus estudiantes esas deficiencias. Cuando hablo del tema docente, me refiero a la deficiente formación inicial, a la deficiente formación en servicio (ya en el aula de clases) y a las deficiencias de la carrera docente.

En Nicaragua, y no sólo con este gobierno, con todos los gobiernos anteriores, los esfuerzos para mejorar la formación del magisterio han sido inconsistentes, han estado al vaivén de las modas, de los intereses y de los gustos de quienes llegan al gobierno. En este campo se requiere uno de los cambios paradigmáticos más importantes en el país. Seguir pensando la formación inicial de los docentes tal como se piensa actualmente, haciendo sólo pequeños cambios curriculares sin cambios de fondo en el modelo, es uno de los problemas fundamentales. Tenemos experiencias y resultados de modelos alternativos de formación. Finalizamos un proyecto piloto en el año 2010 y lo hemos puesto a la disposición de las autoridades, pero la experiencia no ha sido considerada.

Hoy en Nicaragua, ¿quién elige la profesión docente? Sinceramente, quienes llegan hoy son quienes no tienen ninguna otra opción. Llegar a una escuela normal para después trabajar como maestra significa tener un empleo en donde no existe reconocimiento y donde tendrán poca libertad. En Nicaragua hemos convertido a los docentes, como señala Emilia Ferreiro, en burócratas que cumplen líneas que les bajan otros. Y en este país sobran los burócratas. Lo que necesitamos son profesionales que decidan, que construyan, que innoven, que piensen, que problematicen. Necesitamos profesionales investigadores, provocadores, curiosos, constructores de situaciones de aprendizaje y no simples cumplidores de orientaciones. Es una condición indispensable para lograr calidad en la educación.

Otro gran problema es que quienes llegan a la profesión docente llegan con todos los problemas que tienen al salir de la secundaria: sin leer comprensivamente, sin poder expresar con coherencia sus ideas por vía oral o escrita, sin haber desarrollado el pensamiento lógico matemático, sin haber desarrollado metodologías para un pensamiento crítico... Hoy la cosa es aún más grave, porque no sólo están llegando a la escuela normal quienes se bachilleran, sino que están llegando cada vez más muchachas y muchachos con sólo tercer año de secundaria y en la escuela normal les dan un curso de seis meses y así los mandan a dar clases.

El gran hoyo en el barco es que esa maestra, ese maestro, tiene que enseñar a leer sin necesariamente saber leer comprensivamente, tiene que enseñar a escribir sin necesariamente haber desarrollado esa habilidad, tiene que enseñar matemáticas sin necesariamente haber desarrollado las capacidades matemáticas mínimas, tiene que trabajar con estudiantes que cada día tienen más información pero no tienen método para convertir esa información en conocimiento, tiene que mandar a los estudiantes a investigar sin tener idea de cómo se investiga… Aunque estas carencias son problemas nacionales, en la docencia se multiplican a la enésima potencia. Porque un profesor tocará, al menos, la vida de treinta alumnos cada año y ejercerá su profesión durante cuarenta años. ¿Qué profesional puede decir que ha tocado a lo largo de su vida otras mil doscientas vidas de manera tan importante, para bien o para mal? Por eso, las deficiencias de maestras y maestros se reproducen en la sociedad exponencialmente.

En Nicaragua falla la formación inicial del magisterio y falla la formación en servicio, cuando ya están dando clases. Sucede entonces que cuando la maestra o el maestro se integran a una escuela comienzan a llenar sus vacíos con lo que les dice la cultura institucional, que es ese conjunto de representaciones sociales que se construyen en el gremio docente, como en cualquier otro gremio, y que “dicen” cómo hay que hacer las cosas, que generalmente es como se han hecho siempre. Y así, una maestra que no sabe leer comprensivamente, pero que tiene que enseñar a leer, lo que hace es ver cómo lo hace otra maestra y hará lo que le dice la otra que a ella le ha funcionado, aunque ella tampoco sabe mucho y así reproduce lo mismo.

Los esfuerzos de formación del magisterio han sido inconsistentes en Nicaragua porque no se abordan los problemas fundamentales, porque se cambian las prioridades y porque no se evalúan las iniciativas. ¿Qué quedó, por ejemplo, del anunciado y publicitado “diplomado en valores” iniciado en 2013 para “mejorar la calidad de la educación”? Poco quedó, a lo sumo resultó inocuo. Aunque no se conocen los resultados, porque el gobierno no da información, se habla de una gran deserción y los docentes que lo finalizaron aún esperan el tan ansiado diploma.

En Nicaragua ha habido una cuantiosa ayuda financiera de la cooperación internacional, del Banco Mundial y de la Unión Europea, destinada a una reforma curricular de las escuelas normales con el objetivo de mejorar la educación inicial del magisterio. Con esos fondos llevan varios años elaborando la reforma, pero aún no la conocemos. Hace algún tiempo, en uno de los pocos eventos en los que participaron, solicitamos a funcionarias de la Dirección de Formación Docente del Ministerio de Educación nos dieran a conocer lo que estaban haciendo, pero nos dijeron que no era posible porque la estaban validando. Les dijimos que precisamente por eso era el mejor momento para que quienes hemos trabajado el tema y hemos trabajado en escuelas normales diéramos nuestra palabra, pero no respondieron.

En esta situación el barco de la educación llega a finales del año 2014 y algo ocurrirá en 2015 que tiene inquietas a todas las autoridades gubernamentales y a la cooperación internacional que colabora con Nicaragua: en 2015 se vence el plazo para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Mileno, los famosos ODM. ¿Podrá Nicaragua cumplir con los compromisos que asumió? Parece difícil, pero a partir de ahora, ténganlo por seguro, seremos bombardeados para que creamos que sí los cumplimos.

Al iniciar el nuevo milenio, en el año 2000, los 189 países miembros de Naciones Unidas se comprometieron a cumplir con ocho objetivos básicos para el desarrollo en el 2015. En el ámbito educativo uno de los objetivos dice textualmente: “Asegurar que en 2015 la infancia de cualquier parte, niños y niñas por igual, sean capaces de completar un ciclo completo de enseñanza primaria”. Tres indicadores aclaraban más este objetivo. El primero es la tasa neta de matrícula en la enseñanza primaria. El segundo es la proporción de alumnos que comienzan el primer grado y llegan al último grado de la enseñanza primaria: la tasa de finalización. Y el tercero es la tasa de alfabetización de las personas de entre 15 y 24 años, mujeres y hombres.

Nicaragua y otros países simplificaron este objetivo y lo redujeron a garantizar que el 100% de niñas y niños estén matriculados en el nivel primario, sin importar que hayan finalizado o no el ciclo completo. Bastará con que estén matriculados. Además de los datos que ya les he compartido, le voy a tomar prestado a Adolfo Acevedo datos más recientes, obtenidos de encuestas de hogares, ya que no tenemos datos del MINED. Según Acevedo, después que la matrícula en primaria alcanzó el 87.6% en 2011, en 2013 se redujo al 85.2%. Si se usa la Tasa Neta de Escolarización Ajustada (fórmula usada por la UNESCO desde el año 2005, y que consiste en el número de niños, niñas y adolescentes en edad oficialmente establecida de cursar un nivel de educación que están inscritas en cualquier nivel del sistema educativo dividido por la población total en dicha edad), según Acevedo, la matrícula pasó de un 93.5% en 2011 a un 92% en 2013. Este indicador también muestra estancamiento y tendencia al descenso. Eso nos indica que, a pesar de reducir los objetivos y de cambiar la tasa de medida, Nicaragua no va a poder cumplir en 2015 con el objetivo de un 100% de niños en edades de primaria matriculados en el sistema escolar.

¿Y quiénes son los que se están quedando fuera? ¿Quiénes son las niñas y niños que quedan excluidos del sistema educativo? El “núcleo duro” de los excluidos son los niños que vemos todos los días en los semáforos de Managua, los niños que viven en las zonas más aisladas de la Costa Caribe, los niños de zonas rurales que trabajan, las niñas afectadas por la trata de personas… Aun aceptando la cifra del gobierno, existe un 8% del total de niños en edad de primaria que no están incluidos, que no están asistiendo a la escuela y que no cuentan con otras opciones de educación. Y creo que nunca van a asistir al modelo de escuela que tenemos, sea en turnos diarios
o en encuentros sabatinos o dominicales. El modelo de escuela que aún tenemos en Nicaragua surgió hace varios siglos. Fue Comenio, el padre de la didáctica, quien propuso la estructuración de un sistema educativo como el que hoy mantenemos en el país. En aquel momento su propuesta fue una gran revolución, pero hoy es obsoleta, porque, ¿quién cree ahora, por ejemplo, que lo que debe unir a los niños para estudiar es la fecha en la que nacieron? Ahora hay muchas otras cosas que los unen más. En muchos países de Europa ya se agrupan los estudiantes por ciclos de edades y se van moviendo más rápido o más lento según sus ritmos. Este debate está pendiente en Nicaragua y en todo el mundo, porque se está experimentando una crisis generalizada en la educación.

No basta, pues, con tapar los hoyos del barco, hay que cambiar de barco. Está haciendo agua el modelo de escuela que tenemos. No funciona, tenemos que pensar en otro tipo de escuela, en otras modalidades educativas. Nicaragua nunca va a universalizar el acceso a la educación si no pensamos en los más pobres, en los niños que no pueden pasar ni quince minutos sentados en un pupitre prestando atención, escuchando y escribiendo, porque se criaron vendiendo en la calle, en una continua actividad que les parece más interesante que las aburridas clases que reciben en la escuela, del todo contrarias a cómo se ha venido estructurando su cerebro y sus reglas de convivencia. Los niños y niñas que trabajan tienen otra manera de ver el mundo. ¿Por qué fracasan en la escuela cuando son capaces en su trabajo de hacer tareas más complejas que las que les enseñan en el aula? Porque no encuentran sentido entre lo que hacen en la calle y lo que hacen en la escuela.

Otro indicador para cumplir con el objetivo del milenio relativo a la educación es la finalización del ciclo primario: que quienes empiecen en primer grado completen el ciclo hasta el sexto grado. Aquí los resultados nicaragüenses son aún menos alentadores. Según la UNESCO, en 2007 la tasa de sobrevivencia al sexto grado era del 48% en Nicaragua. Sólo 48 de 100 niños que se matricularon en 2001 en primer grado lograron llegar al sexto grado en 2007. Según el MINED, en 2010 el porcentaje se elevó al 60%. Acevedo cuestiona esta mejoría, demostrando que en los años previos no se redujeron las tasas de deserción escolar. Pero, aun aceptando el dato del 60%, la tasa es muy baja comparada con la del resto de países de América Latina y el Caribe, que tienen indicadores mucho mejores. Gran parte tiene el 80% y otros el 90% y más. Con excepción de Guatemala y Nicaragua, ningún país de la región tiene valores por debajo del 70%. Acevedo compara la tasa de supervivencia al último grado de primaria en Nicaragua con las de Honduras y Bolivia, países tan pobres como el nuestro, y encuentra que en Honduras la tasa de sobrevivencia al último grado de primaria es de 76.2% y en Bolivia de 86.2%. Está claro que este otro indicador de los ODM tampoco lo vamos a cumplir.

En el indicador relativo al analfabetismo de la población entre 15 y 24 años estamos mejor: pasamos del 7.3% en 2009 al 4.9% en 2013. Tampoco llegaremos a una erradicación total del analfabetismo en esas edades, pero hemos mejorado y estamos más cerca de cumplir.

Al llegar a este punto, no está de más aclarar que los colegios privados tienen muchos de los problemas que tenemos en la educación pública. También en la educación privada el barco tiene agujeros profundos. El modelo actual, el de “¡Cállense, siéntense y copien!” también existe en los colegios privados. Muchos profesores y profesoras de los colegios privados vienen de las mismas escuelas normales y vienen con los mismos problemas que tienen quienes trabajan en la educación pública. Obviamente, trabajan en mejores condiciones y reciben mejores salarios, pero no hay que pensar que encontraremos diferencias abismales entre lo que sucede en las escuelas públicas y en los colegios privados. En los privados la diferencia la hace casi siempre lo que se llama capital cultural, que es lo que la familia le aporta a los niños. Muchas niñas y niños que leen y les gusta leer son así porque en su casa aprendieron la importancia de leer, no porque en el colegio privado les enseñaron. Es más lo que la familia aporta de conocimiento extra a los estudiantes de los colegios privados que lo que les aporta el colegio.

Los sistemas educativos han sido habitualmente una herramienta para consolidar las ideas dominantes del poder de turno. Indiscutiblemente, el actual gobierno trabaja con esa misma lógica. ¿Quiere el desastre actual, quiere que el barco esté a punto de naufragar? Aunque no lo quiera así, el modelo educativo le resulta funcional a su modelo político, que prefiere tener súbditos a tener ciudadanos, porque es más difícil imponerse a gente que piensa críticamente, aun cuando sabemos que una ciudadanía crítica es lo único que puede garantizar el desarrollo del país. Lo que estamos viendo hoy es que la situación se les ha salido de las manos. La inconsistencia que vemos hoy no la habíamos visto nunca. No hay autoridad ni liderazgo ni equipo en el MINED, que como otras instituciones, está sometido a órdenes que llegan de fuera del Ministerio y que ni siquiera toman en cuenta los ritmos del sistema educativo.

Sólo refiriéndonos al acceso a la educación, y sin referirme apenas al tema de la calidad, vemos cuántos son los agujeros del barco de la educación, que está naufragando en un momento clave para el desarrollo del país, el momento del bono demográfico. ¿Por qué hemos llegado a esto? Hay muchas razones. El profesor Robert Arnove, de la Universidad de Indiana, que trabajó muchos años en Nicaragua, escribió un libro que tituló: “Educación en Nicaragua: un terreno de conflictos”. En él explica cómo durante años la educación ha estado sometida a batallas ideológicas y electorales, lo que ha provocado una falta de consistencia y una discontinuidad en las políticas educativas. A eso se añade que en nuestro país, salvo en contados momentos -para mí solamente durante la Cruzada Nacional de Alfabetización en 1980-, la educación nunca ha sido una prioridad y por eso no se le han asignado ni los recursos ni las personas necesarias para resolver los profundos problemas que arrastramos.

¿Por qué se hunde el barco? Porque la educación nunca ha constituido en Nicaragua una política de Estado, sino una política de gobierno y hasta de administración, porque durante una misma administración las cosas han cambiado con cada ministro. El que llega se siente siempre el “salvador” de la educación y funciona con la idea de que “antes de mí no existió nada y todo comienza conmigo”. Un muy buen ejemplo de esto es la “batalla por el primer grado”, una propuesta del ministro Miguel de Castilla. Era una propuesta estratégica, porque la mayoría de niñas y niños pobres abandonan la escuela en el primer grado y la mayoría de los problemas educativos que tenemos en el resto de la escolaridad se crean en el primer grado. Los problemas más serios que afectan la autoestima de niños y niñas se forman en el primer grado porque la mayoría de la población no asiste al preescolar. Si asistiera, se formarían en el preescolar. Esa “batalla” era fundamental, pero desgraciadamente enseguida se descontinuó. Y así ha pasado con otras muchas propuestas, no tienen continuidad.

¿Por qué se hunde el barco? Porque la educación no está articulada con el imaginario del país que queremos construir, no está articulada a un proyecto de país consensuado, no tiene un norte. De hecho, no existe en Nicaragua un proyecto de país. En esa situación, a la educación el norte se lo da el ministro que llega o se lo imponen los políticos o se asume por modas o por programas internacionales que llegan con financiamiento. El marco normativo que hoy tenemos, la Ley General de Educación vigente, establece siete años de escolaridad: un año de preescolar y seis de primaria. ¿A eso es a lo que aspiramos como país, es eso lo que queremos como país, cuando para contratar a un barrendero para un supermercado ya le piden el bachillerato? ¿Por qué Nicaragua invierte tanto en educación superior y tan poco en educación técnica?... No tenemos un norte. En estos tiempos, en que tanta de nuestra población emigra, o por necesidad o por opción, la acreditación es clave, porque es lo que le permitirá a nuestros migrantes acreditar sus estudios en otros países. ¿Quién decidió dedicar buena parte del presupuesto a un consejo de acreditación educativa, poniendo al frente a personas de las que no conocemos sus credenciales y que no han hecho absolutamente nada?

¿Por qué se hunde el barco? Porque estas continuas rupturas no nos han permitido aprender, corregir y avanzar. Nada funciona si cada cierto tiempo se tiene que partir de cero. Cuba no puede ser nuestro ejemplo en educación por tantas carencias que tienen que ver con falta de flexibilidad, de pensamiento crítico, de libertad de palabra… No queremos que nuestro sistema educativo sea como el cubano. Sin embargo, Cuba es el país de América Latina que tiene los mejores resultados en todas las pruebas estandarizadas internacionalmente. Hay muchas razones, pero la variable que más se destaca en Cuba es la continuidad de las políticas educativas. ¿Cómo vamos a saber en Nicaragua si funcionó o no la “batalla por el primer grado” si al año la descontinuamos? ¿Cómo vamos a saber qué metodología funciona mejor? La única manera de aprender y de mejorar es que haya continuidad en las políticas de mediano plazo. La educación es un conjunto de complejos procesos de formación cognitiva, actitudinal y procedimental
que tardan mucho tiempo y solamente con políticas de mucho tiempo pueden lograr resultados. No propongo la inmovilidad, necesitamos cambios con la investigación, la auditoría social y un monitoreo permanente, pero si no hay continuidad no podremos construir nada.

¿Por qué se está hundiendo el barco? Porque la educación no está centrada en el aprendizaje ni en el desarrollo de habilidades, sino en el cumplimiento de un curriculum, de un programa, que resulta imposible de cumplir y además es innecesario. Con un curriculum tan normado como el de Nicaragua se está ejerciendo lo que Pierre Bourdieu definió como “violencia simbólica”. Alguien determinó que eso es lo que hay que aprender y eso se impone. En Nicaragua hay una inmensa violencia simbólica en la educación a través de un curriculum que no permite ninguna flexibilidad y que ahora se controla aún más a través de los TEPCE (Talleres de Evaluación, Programación y Capacitación Educativa), una reunión mensual de todas las maestras y maestros de una zona para programar lo que harán el mes siguiente. Son un elemento distractor. La escuela es un conjunto de oportunidades para desarrollar al máximo las potencialidades con las que nacimos hasta llegar a una plenitud personal y profesional. Si la escuela se olvida de eso se olvida de lo fundamental, se distrae. Nuestra escuela no está centrada en lo fundamental, es una “escuela distraída” de lo fundamental, como decía de muchas escuelas el fundador de Fe y Alegría, el padre
José María Vélaz.

¿Por qué hace agua el barco? Por considerar la educación como una pertenencia del gobierno de turno y no de la sociedad. El que llega se siente dueño, no da participación a otros, no le consulta a otros. Estamos desarticulados, apuntando en direcciones opuestas, dispersando los recursos y los esfuerzos. Muchas instituciones me han compartido su preocupación por la imposibilidad de sentarse a discutir con el MINED y personas con vínculos con autoridades del MINED les han dicho que el gobierno “ha decidido hacer las cosas solo”. Pero no puede hacerlas solo. Y, además, no tienen el derecho a hacerlo así porque todos tenemos algo que aportar. Tenemos el derecho a ser tomados en cuenta. En los gobiernos anteriores ya existía esta tendencia, en éste las cosas han empeorado.

¿Por qué naufraga el barco? Porque no se hace investigación desde el Estado ni desde la academia. No se evalúan los resultados, no existe un análisis colectivo para aprender y avanzar como país. Y además, el sistema educativo está organizado como un enano cabezón, con una inmensa cabeza en Managua, completamente separada de lo que pasa en el lugar más importante: el aula de clase. Todo se decide en un lugar que no es el lugar donde se ejecutan las decisiones y, por eso, no se toman en cuenta las necesidades, las particularidades y las potencialidades de los territorios y las escuelas.

Se ha articulado un sistema altamente ineficiente que no es capaz de responder a las prioridades y que no cuenta con el personal más capaz. No existe liderazgo educativo y eso sucede desde el nivel nacional hasta el nivel local. Faltan equipos de personas que podrían mejorar la educación en sus lugares si tuvieran poder para decidir.

¿Por qué se está hundiendo el barco? Porque se ha concebido la educación como un espacio con el que ganar votos. Hay que lograr que el proyecto educativo sea de consenso nacional y hay que desvincular la educación del caudal de votos que espera conseguir un partido o un gobierno. Nunca un gobierno es culpable de todos los fracasos ni un gobierno es responsable de todos los éxitos. Porque los procesos educativos van más allá de los procesos electorales y de los períodos de un partido en el gobierno.

¿Qué urge hacer para cambiar esta situación? Ya lo dijimos: hay que cambiar el barco y cambiar los timoneles. En el MINED tendríamos que contar con un liderazgo innovador, con un equipo con capacidad y visión para proponer prioridades, para diseñar estrategias que se hagan realidad y para encontrar soluciones sostenibles a los problemas que conocemos. Necesitamos un liderazgo capaz de llegar a los más pobres y a los jóvenes, dos sectores complejísimos. Cómo llegar a los más pobres que se están quedando fuera y cómo modificar una escuela secundaria que fue creada para una sociedad que ya no existe en el mundo son desafíos gigantes que requieren de un liderazgo competente y responsable.

Para cambiar de barco tendría que iniciarse un proceso de replanteamiento de la organización escolar y de las normas que la rigen, considerando seriamente la necesidad de descentralizar y contando con los mejores profesionales en cada territorio. No estoy proponiendo darle la responsabilidad de la educación a los gobiernos municipales. Estoy proponiendo descentralizar el Ministerio de Educación, que no esté sujeto a los cambios de gobierno central y de gobiernos locales, que tenga permanencia en el tiempo. También tenemos que cambiar las normas. ¿Por qué tener el mismo calendario escolar en todas las zonas del país, si tenemos que hacer puentes educativos en las zonas cafetaleras para que los niños que trabajan en los cortes de café puedan estudiar? ¿Por qué en esas zonas el año escolar no puede empezar antes y terminar después? ¿Y por qué la norma del uniforme escolar? ¿Y el horario escolar…? Hay muchas normas de organización que son así sólo porque siempre han sido así. Para hacer esos y otros cambios necesitamos un liderazgo que los haga posibles en cada territorio, un liderazgo que dirija, pero que cuente con la participación de todos los sectores y convoque a todos los talentos posibles, en consulta permanente y en búsqueda de un permanente consenso.

Cambiando de barco necesitamos erradicar la tentación del pensamiento único: un solo currículo, un alumno promedio, una evaluación centrada en la comparación... Necesitamos trabajar de manera inteligente en el establecimiento de un marco curricular general que dé pie a currículos locales pertinentes para cada localidad. El pensamiento único no es de derecha ni es de izquierda, esa tentación la padecen todos. El currículo único no es, como algunos alegan, la posibilidad de hacer realidad la equidad. Con el concepto que tenemos hoy de equidad eso no es cierto. Igualdad no es lo mismo que equidad. Ya lo cuestionaba Bourdieu desde los años 60, ya aprendimos que hay que dar más al que tiene menos. En una sociedad cada vez más diversa como la que hoy tenemos, ¿por qué tener los mismos libros de texto, por qué todo el mundo debe recibir los mismos énfasis, por qué todos los maestros tienen que programar lo mismo para niños y grupos tan diversos?

Al cambiar de barco necesitaremos establecer un sistema nacional de investigación y de evaluación de alta calidad, con fondos públicos, que nos permita investigar para aprender, conocer, dictaminar, mejorar, para que la descentralización funcione. Así sabremos qué hace cada quién, qué está funcionando mejor, en dónde y por qué, quiénes se podrían articular con quiénes... Esto retroalimentaría a las autoridades educativas nacionales y locales con información en torno a lo que funciona y lo que no, alertaría sobre los riesgos y daría a conocer al país las mejores experiencias educativas. Necesitamos establecer un sistema de estadísticas de calidad al servicio
de la sociedad. Porque la ciudadanía necesita pedirle cuentas al sistema educativo y saber lo que está pasando en la educación.

Para cambiar de barco necesitamos enfrentar seriamente, y con el concurso de todos los sectores, el enorme desafío de la formación inicial de los docentes. Ya tenemos experiencias, ya sabemos lo que hay que hacer. Pero nada vamos a lograr si los formamos mejor, pero no mejoramos los niveles de vida del magisterio. Debemos apostar por una carrera profesional que permita atraer a la carrera docente a los mejores estudiantes. Y debemos propiciar una situación educativa en la que los mejores maestros no tengan que salirse del aula para mejorar su salario. Queremos a los mejores maestros en las aulas, no trabajando como administradores. Debemos entender de una vez que el círculo vicioso de la calidad educativa se romperá con una formación de calidad del magisterio. Debemos superar ese estarle echando incienso a los maestros llamándoles “apóstoles de la enseñanza” y valorando su sacrificio, cuando no se les trata dignamente como profesionales de la educación. Tenemos que ver a nuestras maestras y maestros no como santos sacrificados, sino como profesionales que merecen ser bien pagados.

Al cambiar de barco necesitamos asumir el desafío de proporcionar opciones educativas a ese “núcleo duro” que son los más pobres, sabiendo que las alternativas que funcionarán seguramente van a ser costosas y probablemente serán insostenibles financieramente. Urgen opciones educativas para la juventud, aprovechando los años que nos quedan de transición demográfica. El bono demográfico termina en 2040. Tenemos 26 años nada más para aprovecharlo. No es mucho tiempo, debemos apresurarnos. Si no lo hacemos, este país va a ser una bomba de tiempo, con una población envejecida que no tuvo un empleo de calidad y que no ahorró, que no tiene seguridad social. Necesitamos revolucionar la educación secundaria y la educación técnica, adecuarla a nuestro tiempo y a nuestras necesidades, no para que la juventud encuentre un empleo con aire acondicionado, sino para que sea capaz de construirse empleos que mejoren su vida y la de su comunidad.

Al cambiar de barco tenemos que entender y asumir lo que yo llamo la “el desafío de la gradita”. Estamos siempre tentados de buscar soluciones glamorosas, sofisticadas, extraordinarias, y caminamos mirando hacia arriba, ilusionados con esa solución, y nos tropezamos con la gradita, con lo básico. Se nos olvida centrarnos en los aspectos fundamentales de la calidad educativa: lectura comprensiva, expresión coherente escrita y oral, pensamiento lógico, pensamiento crítico, pensamiento abstracto, actitudes, método científico, método de investigación… Mucha investigación en el mundo ha demostrado que pequeños cambios en cosas que están a nuestro alcance logran grandes cambios. Lo sabemos, pero nos resistimos a ir paso a paso, subiendo de una en una cada gradita. Hoy hay maestras que ya están dedicando todos los días una hora a que los niños lean lo que les dé la gana y eso está haciendo un cambio fundamental. Si el sistema educativo no se ocupa de estos humildes pero importantes procesos que son el alma de lo que ocurre en el aula de clase, lugar donde todo ocurre o nada ocurre en educación, no lograremos construir un barco con el que navegar con éxito en las difíciles aguas de la educación.

Para terminar, hay que cambiar los timoneles. Las autoridades educativas no escuchan, no quieren conocer los criterios de nadie más, no rinden cuentas. Tenemos capacidad en Nicaragua para llevar adelante la tarea gigantesca de transformar nuestro sistema educativo hasta cambiar de barco. Pero tenemos que dejar aparte la visión caudillista. No habrá “la” persona que lo lleve a cabo, son necesarios equipos de gente que den respuestas y ensayen respuestas. Si el pensamiento único ha sido dañino para la economía y para la política, con mucha más razón para la educación.

Los zapatistas nos enseñaron esta consigna: ¡Nunca más sin nosotros! Cualquier solución pasa porque nosotros digamos nuestra palabra y tenemos mucho que decir. Personas, grupos de maestros, comunidades y organizaciones tenemos que decir nuestra palabra. Si no asumimos nuestra responsabilidad de aportar y luchar por la mejora de la educación, Nicaragua lo va a pagar muy caro.

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