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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 59 | Mayo 1986

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Nicaragua

Contadora entra en el Congreso de Estados Unidos

Estados Unidos vs Nicaragua: empate diplomático y escalada militar. La coyuntura nicaragüense sigue estando dominada por la derrota estratégica de la contrarrevolución en Nicaragua y por la creciente contradicción entre republicanos y demócratas en Estados Unidos.

Equipo Envío

Las coordenadas de la coyuntura

El rompecabezas de la coyuntura nicaragüense sigue estando dominado por tres hechos:

1) La derrota estratégica de la contrarrevolución

en Nicaragua sigue siendo el elemento político-militar de mayor importancia, con impactos decisivos y diversos sobre la Administración Reagan, sobre el Partido Demócrata estadounidense y sobre la comunidad de naciones latinoamericanas.

Esto obliga a la Administración Reagan y al Pentágono a buscar un programa militar "intermedio" entre, por un lado, la ya fracasada guerra de baja intensidad y, por otro lado, la invasión fulminante militar, que no cuenta ni con el apoyo de la opinión pública interna de los EU ni con los votos del Senado ni incluso, al parecer, con el consenso del Departamento de Defensa.

Por otro lado, la derrota militar de la contrarrevolución obliga al Partido Demócrata a reconsiderar el apoyo financiero a la misma y a pensar en términos de negociación. A los países latinoamericanos esta derrota les facilita mayor firmeza y valentía en sus gestiones diplomáticas dentro del proceso de Contadora.

2) La creciente división política entre la Administración Reagan y el Partido Demócrata estadounidense.

Por un lado, Reagan ya no puede aspirar a conseguir el tipo de apoyo bipartidista que pretendió con la olvidada Comisión Kissinger. Por otro lado, tampoco está siendo capaz de aislar a la oposición demócrata como aliada de los sandinistas, porque los demócratas siguen criticando al gobierno de Nicaragua como "régimen totalitario y represivo" con la misma fuerza conque lo critican los republicanos.

Aunque sea así y aunque es Reagan, y no los demócratas, quien ha elegido hacer de Nicaragua el "Test" de su política global y de su confrontación bipartidista, el hecho de que Reagan no logre el apoyo bipartidista para su programa militar obstaculiza profundamente el plan de desestabilización del gobierno nicaragüense, entre otras cosas porque la división interna en Estados Unidos estimula la crítica internacional. La Administración se ve obligada cada vez más a planificar y actuar fuera de un consenso bipartidista, lo que hace más riesgosa la actual coyuntura.

3) La consolidación de un proceso de democratización y de un movimiento latinoamericano

que, por primera vez en la historia, enfrenta y obstaculiza la política tradicional de los Estados Unidos de dividir para vencer por la vía de las presiones diplomáticas bilaterales y la aún más tradicional, de apoyarse para estas presiones en gobiernos dictatoriales y militares.

Lo nuevo de la coyuntura

Estas tres coordenadas han producido en esta coyuntura no solamente el empate diplomático en que se encuentra el proceso de Contadora sino el hecho novedoso de que una iniciativa latinoamericana como la negociación de Contadora logre penetrar el oscurantismo norteamericano que domina en las dos Cámaras del Congreso estadounidense.

La participación latinoamericana en la problemática centroamericana a través del Grupo de Contadora y del Grupo de Lima, creó un esquema diplomático cuadrangular de tensiones y negociaciones entre (1) los Estados Unidos, (2) Nicaragua, (3) los otros países centroamericanos y (40 los ocho representantes de los países latinoamericanos. La derrota de la contrarrevolución ha generado de hecho, un esquema diplomático pentagonal:



Aunque durante todo el mes de abril, Contadora se estancó en un empate diplomático y aunque se habla del cansancio, sobre todo, de este grupo de cuatro países -México, Venezuela, Colombia y Panamá-, es una novedad de real importancia histórica en este hemisferio el hecho de que las tensiones entre los Republicanos y los Demócratas ya no se resuelven solamente dentro de los Estados Unidos sino que quedan internacionalizadas y mediatizadas por las tensiones existentes entre los Estados Unidos y América latina. Es sumamente significativo el hecho de que el dirigente demócrata Thomas, "Tip", O'Neill se vea obligado a hacer una gira latinoamericana para buscar información que le permita proseguir su contienda con Reagan en el Congreso. Estamos ante una nueva coyuntura en la que América Latina ha logrado penetrar en las discusiones del congreso norteamericano con el proyecto de Contadora.

Empate en el proceso diplomático de Contadora:
¿qué pasó con la iniciativa de Caraballeda?

La iniciativa de Caraballeda (enero 1986) fue un momento cumbre en la lucha latinoamericana para frenar la agresión militar norteamericana en la región centroamericana. Caraballeda dominó la coyuntura diplomática de los primeros tres meses de este año. En su análisis de marzo, ENVIO interpretó que, con la iniciativa de Caraballeda, Nicaragua logró una clara ventaja diplomática sobre la administración norteamericana. La reafirmación de los principios Caraballeda por parte de los países latinoamericanos en la reunión de Punta del Este (Uruguay) (febrero 1986) y por parte de los países centroamericanos el 14 de enero en la instalación de Vinicio Cerezo como presidente de Guatemala, subrayaron la realidad de que Nicaragua había pasado a la ofensiva dentro del proceso de Contadora.

Durante estos meses, aumentó la beligerancia de los ocho países latinoamericanos comprometidos en la iniciativa negociadora. Los ocho cancilleres del Grupo Contadora y de Apoyo no sólo protestaron por los $100 millones para financiar la contrarrevolución sino que fueron en febrero a Washington para demandar a los Estados Unidos que cesara su agresión contra Nicaragua y diera pasos "simultáneos" hacia el diálogo con el gobierno sandinista.

A finales de marzo parecía que la iniciativa de Caraballeda había llegado a ser un elemento estable dentro del paquete diplomático de Contadora.

Sin embargo, en la reunión de Contadora en Panamá los días 5-7 de abril el proceso de Contadora se estancó de nuevo. Los países de Contadora se distanciaron de la formulación de Caraballeda y pidieron a Nicaragua que firmara el Acta Modificada de Contadora del 7 de septiembre de 1985, sin exigir simultáneamente a los Estados Unidos el cese de la agresión y el inicio de negociaciones bilaterales con Nicaragua. Los otros países centroamericanos, incluyendo a Guatemala, manifestaron su disposición a firmar el Acta Modificada dejando así aislada a Nicaragua. De los ocho puntos de Caraballeda sólo quedó en pie el punto de firmar el Acta.

¿Cómo perdió Nicaragua su ventaja diplomática dentro de Contadora justamente en una coyuntura en la que tanto los congresistas como los países latinoamericanos estaban rechazando a la política militar del gobierno norteamericano? ¿Qué pasó con la iniciativa de Caraballeda? Aunque ENVIO en su análisis anual de la coyuntura centroamericana (número especial de enero-febrero) señaló que la debilidad de la solidaridad internacional era un factor crucial en la escalada militar regional, la reunión de Panamá y el aborto aparente de la iniciativa de Caraballeda exigen una explicación puntual.

Aunque algunos funcionarios del gobierno de Nicaragua critican a los países de Contadora por su postura de resignación ante la escalada intervencionista de los Estados Unidos, los países de Contadora han resucitado una y otra vez al proceso de negociaciones cuando parecía que los Estados Unidos habían logrado sabotear la gestión latinoamericana.

¿Cómo explicar el eclipse de Caraballeda?

En primer lugar, es una realidad permanente en las gestiones de Contadora que los avances se producen por concesiones de los Estados Unidos o de Nicaragua. Resulta evidente que para los países de Contadora y del Grupo de Apoyo es siempre más fácil pedir concesiones al país más pequeño que al país más grande.

Caraballeda representó una decisión de los países latinoamericanos de pedir una enorme concesión a los Estados Unidos, porque los ocho puntos de la iniciativa contienen lo esencial del planteamiento sandinista.

El viaje de los cancilleres latinoamericanos a Washington el 11 de febrero pidiendo una reunión con el Presidente Reagan para criticar su plan de ayuda militar a la contrarrevolución quemó muchos cartuchos. Una ofensiva diplomática tan audaz hubiera sido impensable, seis meses atrás. El rechazo de Reagan a recibir a los ocho cancilleres en una semana en la que recibió tres veces a los dirigentes contrarrevolucionarios fue un acto de desprecio a América Latina de tal calibre que no dejó ninguna duda: la Administración Reagan jamás aceptaría la propuesta de Caraballeda. Para seguir apoyándola los países centroamericanos hubieran tenido que abandonar su papel de negociadores de paz para asumir el punto de vista de Nicaragua, que en su proceso revolucionario cuestiona abiertamente la continuación de la injusta dominación de los Estados Unidos sobre el continente.

Mantener esa audacia como posición sostenida es un desafío enorme. Por eso, en Panamá los países latinoamericanos pasaron de nuevo la pelota diplomática a Nicaragua indicándole, por tanto, a Nicaragua más realismo y madurez. Se cumplía una vez más lo que se ha visto a lo largo de todo el largo proceso diplomático por la paz: Nicaragua juega el doble papel de ser el símbolo de la actual debilidad del continente frente al imperio y de ser, a la vez, la prenda, la promesa, de su futura valentía.

En esta situación se ha producido un empate diplomático parecido al ocurrido empate el 7 de septiembre de 1984 cuando Nicaragua manifestó que estaba dispuesta a firmar el Acta de Contadora, mientras que los Estados Unidos y los otros países centroamericanos rechazaban el texto.

El empate diplomático consiste en que Nicaragua puede comprometerse a un tratado de paz con los otros países de la región y empezar a desarmarse sólo en la medida en que el Estados Unidos simultáneamente cesen su agresión. Por su parte, los Estados Unidos no pueden aceptar el principio de simultaneidad expresado en Caraballeda, porque sin la agresión contra Nicaragua, sin sus asesores militares en El Salvador, sin las maniobras militares y las bases en Honduras es obvio que verían, por ejemplo, como El Salvador se convertiría pronto en otro país en el que un proceso de liberación nacional se desarrolla exitosamente.

El anterior empate del 7 de septiembre de 1984 se dirimió con una modificación del Acta de Contadora que planteaba sustanciales concesiones a los Estados Unidos.

El 12 de abril de 1986, Nicaragua respondió a Contadora con un documento en el que explícita su deseo de continuar el proceso de negociaciones, de buscar el diálogo con los Estados Unidos, de constituir un patrullaje conjunto con otros países centroamericanos en sus fronteras y de firmar el Acta de Contadora con la siguiente condición.

"Nicaragua acepta firmar el 6 de junio la mencionada Acta siempre que para esa fecha haya cesado totalmente la agresión de Estados Unidos contra Nicaragua y se haya logrado un acuerdo sobre los asuntos pendientes del Acta Modificada; todo ello en el marco del concepto de simultaneidad explícitamente consignado en el Mensaje de Caraballeda.

En síntesis, el empate diplomático de esta coyuntura en la rotunda negativa de la Administración Reagan a considerar siquiera la discusión del principio de simultaneidad de Caraballeda y en la firmeza de Nicaragua en exigir la incorporación para comprometerse a cualquier acuerdo en el marco de Contadora.

La escalada militar contrarrevolucionaria

El empate diplomático del proceso de Contadora fue acompañado a lo largo del mes de una creciente escalada en el terreno militar, tanto en Centroamérica como nivel internacional.

Según fuentes militares nicaragüenses, la derrota estratégica de la FDN significa el traslado de la guerra hacia la Costa Atlántica de Nicaragua, en la que, con algún incidente como pretexto, los Estados Unidos podrían ocupar y defender con su flota las ciudades de Bluefields o de Puerto Cabezas. Si los sandinistas tendrían ciertas ventajas contra el ejército norteamericano en combate terrestres, la marina norteamericana tendría claras ventajas sobre la exigua marina nicaragüense en cualquier tipo de enfrentamientos marítimos.

Dentro de esa perspectiva hay que encuadrar los hechos más recientes en la Costa Atlántica: a principios de abril, la organización armada mískita KISAN logró provocar la huida de unos 12,000 mískitos a territorio hondureño. Aunque el conflicto político Estados Unidos-Sandinistas-Mískitos es infinitamente complejo (véase otro artículo en este mismo ENVIO), la lógica militar de lo sucedido es clara. Este traslado significa que ISAN no puede aun proyectar en esta coyuntura la consolidación de una zona liberada en la orilla nicaragüense del Río Coco. Más bien, busca trasladar a la población civil a Honduras con propósitos múltiples: eludir combates con los sandinistas en condiciones desiguales; convertir su incapacidad militar en una victoria propagandística en los medios internacionales para ir creando bases de sustento económico en Honduras; lograr el apoyo político de la población civil mískita para el proyecto militar de KISAN y reclutar y entrenar mejor a los combatientes en el clima más seguro de Honduras para luego invadir el territorio nicaragüense.

La mayoría de las distintas facciones de KISAN no apoya una invasión norteamericana, y los Estados Unidos no pueden esperar avances notables de KISAN en el corto plazo. Sin embargo, siguen preparando la infraestructura que haga viable un tipo de acción conjunta Estados Unidos-KISAN.

Mientras los mískitos cruzaban el Río Coco, la "Fuerza de Tarea Tigre", compuesta por unos 450 ingenieros militares norteamericanos, daban los últimos toques a una nueva pista aérea par aviones Hércules C-130 a unos 18 kilómetros de la frontera con Nicaragua en la zona mískita de Honduras. La entrega de la pista el 15 de abril abrió la segunda fase de la maniobras militares conjuntas llamadas "Lempira-86", cuyo objetivo fueron ejercicios de contrainsurgencia de 2,500 soldados norteamericanos, que se acercaron hasta unos 5kms. de la frontera con Nicaragua. Fue mientras se desarrollaban estas maniobras que el gobierno de los Estados Unidos bombardeó las ciudades de Trípoli y Bengasi en Libia.

También a mediados de mes, unos 1,100 contrarrevolucionarios de la FDN reinvadieron desde Honduras el departamento nicaragüense de Jinotega. Según fuentes del Ministerio de Reforma Agraria de Nicaragua, los combates tuvieron como uno de sus objetivos el interrumpir las tareas de inicio del nuevo ciclo de producción del café y consideraron los ataques como una embestida final por la audacia de las acciones, el alto número de bajas de los contrarrevolucionarios y la falta de un plan complementario de reclutamiento y de trabajo ideológico en la zona invadida.

El 22 de abril, Reagan prorrogó el embargo comercial contra Nicaragua declarando que los sandinistas están "edificando una Libia en el umbral de Estados Unidos". Unos días antes, el mandatario norteamericano había acusado a los sandinistas de haber recibido unos $400 millones en armas de Libia, mentira que el Comandante Tomás Borge señaló durante una conferencia de prensa en Puerto Cabezas mientras realizaba una visita para evaluar, entre otras cosas, las posibilidades de defensa de la ciudad durante las maniobras norteamericanas que se desarrollaban al otro lado de la frontera.

En Costa Rica, 182 ingenieros militares norteamericanos terminaron unas maniobras llamadas "Puente de Paz-86" en las que construyeron cinco puentes en Puntarenas. Estos reducirían en ocho horas el tiempo necesario para transportar tropas a lo largo de la frontera de Costa Rica con Nicaragua.

El 28 de abril, unos 20,000 marines iniciaron las maniobras navales "Aventura Oceánica-86" con el objetivo de ensayar invasiones militares del tipo Granada.

Toda esta escalada militar tuvo la doble finalidad de crear bases de apoyo a la contrarrevolución y de preparar más aún la infraestructura para un futuro involucramiento directo de las fuerzas militares norteamericanas, eventualidad con la que especialmente hay que contar tras las elecciones legislativas en Estados Unidos en el mes de noviembre. Todos estos acontecimientos son señales de que la Administración norteamericana no solamente busca socavar cualquier solución diplomática dentro del marco de Caraballeda, sino que también prepara una nueva estrategia militar para recuperarse de las derrotas sufridas por sus "combatientes por la libertad".

El nuevo plan diplomático-militar de Reagan

Es preciso ubicar el desarrollo de los acontecimientos militares recientes en Nicaragua y Centroamérica dentro de un esquema más global del programa diplomático-militar de la Administración Reagan.

La derrota estratégica de la contrarrevolución exige un ajuste en el plan militar de la Administración Reagan. La contrarrevolución ya no es capaz de desestabilizar el gobierno de Nicaragua ni de estimular apoyo internacional para la política norteamericana. Más bien, la debilidad de los contrarrevolucionarios tiende a incrementar el patriotismo y el nacioalismo sandinista la capacidad de la población nicaragüense de aguantar la crisis económica generada por la guerra.

Por otro lado, parece que no hay consenso suficiente ni aún dentro de la Administración republicana para aceptar los costos en vidas norteamericanas que tendría una invasión fulminante de los marines. Ante esto, la Administración necesita una solución intermedia; le es preciso encontrar una fórmula de guerra de mediana intensidad para imprimir un salto de calidad, o reemplazar a la actualmente deteriorada estrategia de guerra de baja intensidad en Centroamérica.

La Administración Reagan podría encontrar esta fórmula en bombardeos como los que ya ha lanzado desde barcos de guerra contra las fuerzas de la OLP en las montañas de Beirut, contra las fuerzas del FMLN en Jucuarán, una de las zonas bajo control popular del oriente de El Salvador (bombardeo desde barco en diciembre de 1985), contra los barcos y estaciones de defensa anti-aérea de Libia (bombardeo aéreo en marzo de 1986) y finalmente contra objetivos civiles en el bombardeo aéreo de las ciudades de Trípoli y Bengasi (abril de 1986).

Todos estos incidentes muestran la voluntad de la Administración de utilizar fuerzas norteamericanas cuando ya no basten las fuerzas títeres, aún cuando haya que atacar poblaciones civiles para castigar a las fuerzas calificadas por la Administración como terroristas.

El nuevo plan militar reaganiano no es un secreto, sino que ya es un programa de acción del que se habla en las primeras planas de los diarios de todo el mundo. Para el gobierno norteamericano este programa tiene la ventaja de ser de bajo costo en términos de vidas norteamericanas y de responder al nuevo principio político-militar del Pentágono sobre las intervenciones militares después de Vietnam: "Entrar, golpear y salir rápidamente".

El esquema no es, sin embargo, perfecto. Un acto de terrorismo puede provocar una respuesta similar del enemigo. En el caso de Libia, el "bombardeo quirúrgico", tuvo el efecto de incrementar los ataques contra blancos norteamericanos en todo el mundo. El ataque contra la cumbre económica e los siete países industrializados en Tokyo fue un símbolo de los peligros que el nuevo plan militar norteamericano puede traer para los países el Primer Mundo.

A pesar de estos riesgos, actuales y futuros, Reagan ha logrado una formidable apoyo de la población estadounidense a esta táctica político-militar de los "bombardeos quirúrgicos", según una encuesta de opinión pública realizada por el "Washington Post" y por el canal de televisión ABC: un 76% de la población apoyó el bombardeo a Trípoli y un 67% expresó que apoyaría bombardeos similares contra terroristas no solamente en Libia sino también en Siria y en Irán.

Es importante recordar que a principios de 1985 Reagan identificó a cinco países como los miembros de una Confederación terrorista internacional: Libia, Siria, Irán, Nicaragua y Cuba.

Antes del voto sobre la ayuda a la contrarrevolución nicaragüense, la Administración Reagan nuevamente de identificar a Khadafi con Daniel Ortega y a Nicaragua con Libia.

En el plan diplomático-militar de la Administración Reagan se da más importancia a la persuasión de la opinión pública por parte de los medios de comunicación masivos que a la diplomacia dirigida a instancias gubernamentales. Las notas de protesta de los gobiernos cuentan cada vez menos en la diplomacia que Reagan utiliza para justificar sus intervenciones de golpes relámpago.

¿Busca Reagan un apoyo bipartidista
para su política centroamericana?

En este tipo de plan diplomático militar tampoco es necesario el apoyo bipartidista porque la intervención puede estar concluida antes de que el congreso comience a pedir explicaciones. Por otra parte, los medios masivos neutralizan la posible acción opositora de los congresistas con reportajes que muestran el gran apoyo popular que tiene la acción militar del presidente.

Aunque la falta de un consenso bipartidista en la política hacia Centroamérica condiciona fuertemente al gobierno Reagan, el aparto ideológico militar de la Administración ha encontrado el nuevo mecanismo de las acciones relámpagos para solventar el problema. El bombardeo quirúrgico no exige aprobación de fondos como exige la táctica de financiar guerrillas anticomunistas.

En esta realidad se encuentra la lógica de fondo que haya detrás de las múltiples y confusas votaciones sobre los $100 millones. Reagan no busca un apoyo bipartidista inestable para su política contra Nicaragua. Más bien, no quiere ese tipo de apoyo bipartidista. Su programa ideológico y político pretende obligar a los demócratas a identificarse con la posición nicaragüense, para acusarlos entonces e complicidad con el terrorismo sandinista, llegando para eso a utilizar "fórmulas ideológicas" tan extremistas como la que expresaría esta equivalencia: Khadafi=Ortega=Demócratas.

Es por esto que Reagan prefirió no negociar su paquete de ayuda. La Administración tuvo temor de que la formulación del demócrata McCurdy ganara, mostrando así que los demócratas -y no sólo él- están enfrentando también el comunismo en Centroamérica. Reagan quiere insistir en su propuesta original y quiere que los demócratas se la echen abajo, para tener la posibilidad de actuar a los demócratas de ser blandos y exigir entonces la utilización de fuerzas norteamericanas de intervención o de operaciones de bombardeos-relámpago.

En el nuevo plan diplomático-militar, Reagan busca preparar el camino para un mayor involucramiento militar norteamericano, sin exigir un previo acuerdo bipartidista y más bien asegurando su ventaja frente a los demócratas en la opinión pública. El nuevo plan militar depende cada vez menos de la FDN y cada vez más de eventuales bombardeos quirúrgicos. Por eso, con el retraso en la discusión sobre los $100 millones la Administración no pierde tiempo militar sino que intenta ganar más espacio ideológico.

Esta situación explica, en parte, la tenaz posición de los demócratas de proyectarse como antisandinistas y de distanciarse de cualquier propuesta de negociación pacífica que favorezca al gobierno nicaragüense. El miedo y la desconfianza de los demócratas ante los sandinistas y ante las transformaciones sociales de la revolución se refuerzan con su deseo de sobrevivencia política frente al ataque reaganiano, que los tilda de "amigos o de tontos útiles" de los "comunistas".

En esta situación, tanto los demócratas como los republicanos están utilizando la ayuda a la contrarrevolución para chantajear a Nicaragua: un sector de los demócratas para presionar a Nicaragua a firmar el Acta Modificada de Contadora, sin poner en cuestión el papel de Estados Unidos en América Latina; y los republicanos para que los sandinistas negocien con representantes de la contrarrevolución, es decir para que cedan en un principio de autodeterminación.

En su nuevo plan, Reagan busca preparar las condiciones para una serie de opciones, entre ellas un bombardeo quirúrgico contra Nicaragua, pretende aislar a la oposición demócrata ante la opinión política norteamericana. De esta forma, los republicanos se estarían preparando para las elecciones legislativas de noviembre, preparando al mismo tiempo un mayor involucramiento en Centroamérica después de esas elecciones.

Contadora entra por fin en el Congreso de Los Estados Unidos

La debilidad de los demócratas frene al nuevo plan diplomático militar de Reagan explicaría también el por qué este partido busca fortalecer su posición haciendo alianzas con algunos gobernantes latinoamericanos en su oposición a la Administración Reagan.

Por eso justamente, en un momento de supuesta fuerza después e su victoria contra Reagan en el paquete de los $100 millones, el dirigente demócrata Thomas O'Neill se vió obligado a hacer un viaje relámpago a Argentina, Brasil, Venezuela y República Dominicana con el propósito de buscar fuentes de información directas con las que poder formular alternativas a la política centroamericana que fueran propias de su partido.

La derrota estratégica de la contrarrevolución a los Estados Unidos frente a la disyuntiva cada vez más clara de negociación o intervención militar directa del tipo operación-relámpago. Los demócratas sienten que esta intervención se avecina y que sus gestiones pasivas favoreciendo la negociación ya no son suficientes. Con el bombardeo a blancos militares libios y con los rumores de más ataques a Libia, Reagan demuestra a los demócratas su resolución de pasar de la guerra de baja intensidad al involucramiento directo de combatientes norteamericanos. Es justamente por esta razón que Contadora entró, de la mano de los demócratas, en el Congreso norteamericano. Durante el viaje de O'Neill, los congresistas demócratas Slattery, Barnes y Richardson acompañaron la reunión de Contadora en Panamá y llevaron un mensaje al Congreso de los países de Contadora y del Grupo de Apoyo, que pedían postergar el voto sobre los $100 millones y respaldar las iniciativas de Contadora.

El líder demócrata O'Neill viajó por América Latina, más que con la intención de solidarizarse con los países latinoamericanos y de apoyar una solución efectiva a la crisis centroamericana, con el propósito de oponerse a la política de la Administración Reagan y de buscar el apoyo latinoamericano a la contrapropuesta de su partido: oposición clara a los $100 millones y necesidad de presionar a los sandinistas dejando a un lado el espíritu de Caraballeda. En este planteamiento O'Neill encontró conferencias con los países latinoamericanos más conservadores que forman parte de la iniciativa negociadora: Brasil y Venezuela.

De hecho la gira latinoamericana de O'Neill y la actual posición de los demócratas significa que el Grupo de Apoyo, los países de Contadora y de Centroamérica, y sobre todo Nicaragua, tiene que enfrentar una doble presión de los Estados Unidos: la presión militar directa de la Administración Reagan y la presión diplomática del Partido Demócrata norteamericana que busca imponer una salida negociada "estilo norteamericano" en Centroamérica. Como dijo el Senador Sasser el 17 de marzo, el Partido Demócrata está de acuerdo con el Presidente Reagan en su evaluación del gobierno de Nicaragua, pro no está de acuerdo con los métodos que Reagan utiliza para controlar a Nicaragua.

El viaje de O'Neill constituye una nueva iniciativa e los demócratas de establecer control sobre el proceso nicaragüense. A pesar de las declaraciones de O'Neill en Venezuela de que su partido no quiere otro Vietnam en Nicaragua y de que prestar esa ayuda (los $100 millones) es retornar a una dictadura de derecha, esto no quiere decir que su partido está dispuesto a respetar la autodeterminación del pueblo nicaragüense. Más bien, lo que busca es una tercera vía, evitando tanto la continuación de la actual política sandinista como la restauración de los somocistas. A su regreso a Washington, O'Neill buscó consolidar su victoria en contra del plan presidencial de apoyo a la contrarrevolución indicando que América Latina está de acuerdo con él y no con Reagan: "Ni uno solo - y pregunté con energía, tesón y sinceridad-. Todo el mundo se opone a la política de Estados Unidos.".

El plan de los demócratas no es adoptar una posición solidaria con los latinoamericanos sino sumar las otras democracias a su propio plan, lo que se revela en las tres alternativas de financiamiento a la contrarrevolución que se debatirán en el Congreso norteamericano el 9 de junio.

La primera es la alternativa Reagan de los $100 millones. Reagan quiere ganarla integralmente o perderla para poder culpar mas adelante a los demócratas. La segunda es la formulación Hamilton que niega ayuda militar a los contrarrevolucionarios y solicita $25 millones para apoyo a los refugiados y $2 millones para estimular el proceso de Contadora. La tercera (la opción mayoritaria de los demócratas) es la "formulación McCurdy", que propone la entrega inmediata de $30 millones para fines militares y condiciones los otros $70 millones de posible ayuda militar a que Nicaragua demuestre que quiere buscar una salida negociada.

Después del viaje de O'Neill, la única prueba de que Nicaragua quiere la paz ha quedado ya definida en la firma del Acta Modificada para la fecha-ultimátum del 6 de junio. De esta forma los demócratas se han sumado al coro de los que exigen a Nicaragua que se comprometa en un proceso de desarme sin que los Estados Unidos den garantías de cesar su agresión militar. Las fuerzas conservadoras de Contadora invocan ahora al Congreso norteamericano y el Congreso norteamericano invoca a Contadora.

La Administración Reagan se aprovechó de esta favorable coyuntura con la gira diplomática del Enviado Especial para Centroamérica, Philip Habib. Confusión creó la carta que Habib había escrito el 11 de abril al demócrata Slattery, en la que de forma vaga, sin lenguaje jurídico y sin establecer ningún compromiso por parte de la Administración, Habib decía que los Estados Unidos estarían dispuestos a considerar el cese de la ayuda a la contrarrevolución si Nicaragua firmaba el Acta de Contadora. Cinco días después el Secretario de Estado George Shultz negó en una carta al demócrata Fascell que la Administración estuviera dispuesta a tal tipo de canje con Nicaragua. En su carta, Shultz señalaba que los Estados Unidos no han cambiado su posición y que sólo cesarán de ayudar a los contrarrevolucionarios cuando Nicaragua entrara en negociaciones con ellos.

A pesar de esta clarificación de Shultz, durante las dos últimas semanas de abril, Habib utilizó su propia carta para poner a Nicaragua a la defensiva, caracterizando al sandinismo como fuerza cerrada a la negociación cuando los Estados Unidos estaban considerando abrir el abanico de opciones diplomáticas, En un ambiente de empate y de cansancio en el proceso de Contadora, la iniciativa de Habib creó tanta confusión como esperanzas sobre la posibilidad de que los Estados Unidos estaban por fin dispuestos a mayor flexibilidad. Poco importa si Habib actuaba bajo instrucciones de la Administración o tratando de inflar su propia reputación como negociador-estrella tras su gestiones en las Filipinas. Su gestión tuvo un claro objetivo diversionista y contribuyó a aumentar las presiones diplomáticas contra Nicaragua. La Administración por su parte, supo cómo usar a Habib en su continuo esfuerzo por desfigurar la imagen de Nicaragua. Todo esto forma parte también del plan diplomático-militar de Reagan, en el que la tarea diplomático-ideológica fundamental es identificar a Nicaragua como fuerza terrorista el hemisferio.

El empate visto desde América Latina:
¿cansancio y desgaste del proceso de Contadora?

Los viajes, tanto de O'Neill como de Habib, sirvieron para aumentar lo que se conoce como el cansancio de Contadora. Todos los países quieren con impaciencia algún resultado positivo tras difíciles años de negociaciones. Las fuerzas más conservadoras de cada país latinoamericano señalan el 6 de junio como la última oportunidad, como la fecha cumbre en la que culminará el proceso de Contadora. Por su parte, las fuerzas progresistas buscan aceleradamente una nueva salida el empate diplomático, como hicieron después del impasse provocado por Estados Unidos en septiembre de 1984 y del más reciente, provocado por Nicaragua en noviembre de 1985 cuando puso su dedo en la llaga y se negó a firmar el Acta Modificada.

¿Cuáles son las posibilidades que tienen los países latinoamericanos de enfrentar la presión conjunta de republicanos y demócratas y de volver a abrir la puerta a soluciones tipo Caraballeda?

Hay señales de que existe voluntad de lucha. El mismo día que Habib mandaba su carta a Slattery, los presidentes de Uruguay y Perú emitieron declaraciones y mandaron una carta al Presidente Daniel Ortega indicando que la beligerancia del Grupo de Apoyo no había desaparecido con los resultados de la reunión de Contadora en Panamá, en la que Nicaragua quedó tan aislada.

En su carta, los dos presidentes apoyaban claramente la posición de Nicaragua:
"...Reiteramos, una vez más, nuestro enérgico rechazo a toda injerencia foránea y amenaza o uso de fuerza en esa región y formulamos un vigoroso llamado a los países con vínculos e intereses en ella para que, en aplicación del principio de simultaneidad, observen las bases y lleven a efecto las acciones pertinentes del Mensaje de Caraballeda".

En otras declaraciones, el presidente argentino, Raúl Alfonsín, afirmó que las relaciones internacionales están caracterizadas hoy por "un proceso de barbarización", explicitando que Estados Unidos debe aceptar que la base ético-filosófica que proclama para su vida interna, tiene que ser válida también para regir las relaciones entre las distintas naciones del hemisferio, pues el sur padece también un déficit de democracia".

Por su parte, Alan García presidente del Perú, denunció en visita oficial a la Asamblea Legislativa del Uruguay que la presencia imperialista amenaza a Centroamérica y que la deuda externa hipoteca nuestro destino y el proteccionismo comercial limita nuestras posibilidades. Ahora más que nunca es necesaria nuestra unión y el peso mismo de la crisis hace inevitable nuestra coincidencia.

La nueva retórica latinoamericana cuestiona abiertamente los aspectos económicos, políticos y militares de la política exterior de los Estados Unidos hacia el continente. La búsqueda de la unidad latinoamericana no es sólo para frenar la intervención de los Estados Unidos en Centroamérica sino también por la necesidad de enfrentar en común el problema de la deuda externa, que constituye la mayor traba al desarrollo económico que tienen hoy todos los países latinoamericanos, independientemente del color ideológico de sus gobiernos. Así, el empate diplomático con respecto a la crisis centroamericana tiene sus raíces más profundas, más que en la resistencia de los países centroamericanos a los diseños diplomáticos y políticos de los norteamericanos en las tensiones actuales entre los Estados Unidos y América Latina.

A su vez, el período de democratización que vive América Latina tiene profundas raíces en el dinamismo interno de la vida social de sus pueblos. A distinción de los procesos inestables de democratización que se dieron en el período 1950-1980, la actual ola de despido de los dictadores y de los militares tiene su raíz en la maduración y la creciente consolidación, tanto de las estructuras del capitalismo dependiente como de la configuración de la sociedad civil en América Latina. La crisis económica internacional provoca tensiones políticas y sociales que exigen sistemas de control propios de las democracias y burguesas. En forma creciente, las grandes democracias de América Latina son cada vez más tentadas por la fórmula mexicana de una política internacional liberal en la que puedan capitalizar los sentimientos anti-imperialistas de sus pueblos, al mismo tiempo que impulsan programas de política interna muy conservadores obligando a las mayorías pobres a pagar los costos de la recesión internacional. Perú y Argentina son los ejemplos típicos de la extensión geográfica de esta tendencia.

La diplomacia latinoamericana implicada en las negociaciones de paz está cansada porque no tiene ningún resultado concreto para demostrar a sus pueblos que las nuevas democracias son capaces de hacer que los Estados Unidos negocien con América Latina en vez de que la pisoteen. Pero, aunque estén cansados, para ellos sería peor salir de Contadora sin nada o contribuir a que los demócratas se salgan con su fórmula de presión y no de auténtica y respetuosa negociación.

A principios de mayo el Vice-canciller, Victor Hugo Tinoco, realizó un viaje diplomático para explicar la posición de Nicaragua a los gobiernos de América Latina. Nicaragua sigue insistiendo -según la declaración de Caraballeda- en que sólo el cese de la agresión permitiría asumir el Acta Modificada. Nicaragua busca ahora modificaciones al Acta que abran la puerta a soluciones dentro del espíritu de Caraballeda. El sub-secretario de Estado Eliott Arams visitó las mismas capitales latinoamericanas tratando de presionar, económicamente también, para que el Acta no asuma la declaración de Caraballeda.

Aunque estén cansados por el largo proceso de negociaciones y por las presiones de los Estados Unidos, los países latinoamericanos están jugando un papel en la formulación de una nueva política hemisférica. Por primera vez, su propuesta de paz ha entrado en el debate del Congreso estadounidense. El que Contadora sólo sirva en ese debate como un mecanismo de presión contra Nicaragua o el que sirva para dar los primeros pasos hacia la solución negociada, dependerá de la calidad de la respuesta de Caraballeda en la agenda del Congreso. Los demócratas temen mucho apoyar iniciativas de paz que puedan beneficiar a Nicaragua, porque esto sería utilizado por Reagan para tildarlos de traidores y anti-patriotas y para ganar con eso mayor hegemonía republicana en las elecciones de noviembre.También le serviría para justificar acciones de bombardeos-relámpago y hasta para el involucramiento directo de fuerzas norteamericanas.

El empate visto desde Centroamérica

Los acontecimientos en Centroamérica también configuraron un elemento clave en el empate diplomático. Por un lado, Costa Rica, al no invitar a los gobernantes sandinistas a la instalación del nuevo presidente, Oscar Arias, sigue el juego norteamericano de aislar a Nicaragua.

Junto con El Salvador, Costa Rica, está jugando ahora una política muy cerrada a las negociaciones de paz, aunque las últimas encuestas de opinión pública indican que un 90% de la población costarricense favorece esas negociaciones y se opone a la ayuda a la contrarrevolución.

Por otro lado, tanto Honduras como Guatemala, se muestran más abiertas a soluciones conjuntas centroamericanas. El primero de mayo decenas de miles de hondureños llenaron las calles de Tegucigalpa protestando por la presencia militar norteamericana en su país. Las relaciones entre Nicaragua y Honduras siguen mejorando a pesar de -y quizás justamente debido a las tensiones que la contrarrevolución genera en las zonas fronterizas que ocupa entre los dos países.

Guatemala lidera con Nicaragua los esfuerzos por la unidad centroamericana y por una salida negociada a la crisis. La reunión de Esquipulas de los cinco presidentes centroamericanos (25 de mayo) rompe por completo con la estrategia estadounidense de aislar a Nicaragua y de proyectarla como la causa de todos los problemas en el istmo. El borrador del documento de Esquipulas abre perspectivas hacia soluciones del tipo Caraballeda. La posibilidad de que Esquipulas incluya suficientemente la posición de Nicaragua podría influir bastante sobre los países latinoamericanos creando posibilidades de incluir nuevas cláusulas en el Acta Modificada de Contadora que permitieran a Nicaragua el firmarla, devolviendo así la pelota a los Estados Unidos e incrementado las tensiones entre los demócratas y la Administración.

Es decir, el piso se le mueve a los Estados Unidos en el "patio trasero" centroamericano. Los países del istmo ya no son los cinco títeres incondicionales de antes. A fines e abril, miles de campesinos de la Nueva Concepción de Escuintla marcharon a la capital de Guatemala exigiendo dos cosas: 1) tierras y una reforma agraria y 2) que el presidente Vinicio Cerezo pueda gobernar. Para Cerezo, su actuación internacional es crucial para ir logrando más independencia frente a los militares.

Y si en Guatemala hay protestas públicas en contra de los militares y en favor de Cerezo, en El Salvador siguen creciendo las protestas contra las medidas económicas del gobierno de Duarte por parte de la UNTS (la Unidad Nacional de Trabajadores Salvadoreños) un nuevo movimiento en el que se agrupan sindicatos, cooperativas, empleados públicos e incluso la UPD que apoyó a Duarte en las elecciones de 1984. Se le mueve el piso en Centroamérica a los Estados Unidos porque la solución militar que trata de imponerle a la región sólo sirve para debilitar más aún el Mercado Común Centroamericano dañando con esto los intereses de los empresarios y agudizando el sufrimiento económico de las mayorías en todos los países.

Los nuevos mandatarios elegidos en Guatemala, Honduras y Costa Rica se encuentran obligados a responder "en alguna forma" para lograr una solución pacífica y a no apoyar a secas la posición militarista norteamericana.

En su discurso del primero de mayo, el presidente Daniel Ortega dijo que la agresión norteamericana no ha podido desmoralizar al pueblo nicaragüense a pesar de que ya hay 26,680 víctimas desde que comenzó la guerra, de los que 14,893 son muertos. En los primeros cuatro meses de 1986 las víctimas fueron 1,811 de los que 1,244 eran contrarrevolucionarios.

Es evidente que el precio que Nicaragua ha tenido que pagar por lograr la derrota estratégica de la FDN ha sido alto y ha consistido en la desarticulación de la economía. Frente a la creciente inflación y escasez de divisas, el presidente Ortega anunció el primero de mayo ajustes en el plan económico para 1986 sin cambiar radicalmente la política económica de la economía mixta. Como demostró el congreso campesino de la UNAG a finales de abril, los pequeños empresarios agrícolas seguirán gozando del apoyo del gobierno al mismo tiempo que se profundiza la reforma agraria. Un elemento estable de la resistencia económica a la agresión norteamericana es el programa sandinista de transformaciones graduales sin arriesgarse con un proceso demasiado rápido de cambios sociales.

La prolongación del conflicto que propugna la Administración Reagan no daña sólo a Nicaragua sino a todos los países centroamericanos. En esta guerra, en la que esta a prueba la capacidad de aguante de Nicaragua, la penetración del proceso de Contadora en el Congreso norteamericano es un paso crucial para una nueva visión de las relaciones hemisféricas que pueda servir a la causa de la paz y de la justicia. El tratamiento que se dé a Contadora en el Congreso estadounidense dependerá del valor y capacidad de independencia de los países latinoamericanos y centroamericanos y de la capacidad de Nicaragua de combinar la flexibilidad y la habilidad diplomáticas con la ya probada capacidad de resistencia de su pueblo.

Los principios de Caraballeda
1) "Solución latinoamericana:

Que significa que la solución de los problemas latinoamericanos surja y se asegure por la propia región, para que no se inserte a la zona en el conflicto estratégico mundial Este-Oeste.

2) Autodeterminación:

Que significa la independencia de cada uno de los países de América Latina para elegir su propia forma de organización social y política, estableciendo en el plano interno el régimen de gobierno que el conjunto de su población libremente decida.

3) No injerencia en los asuntos internos de otros Estados:

Que significa que ningún país pueda influir directamente por medio de su acción o indirectamente a través de terceros en la disuasión política de los estados latinoamericanos ni de manera alguna afectar su soberanía.

4) Integridad territorial:

Que significa el reconocimiento de fronteras de acción para cada uno de los países, dentro de los cuales goza del libre ejercicio de su soberanía y fuera de las cuales debe ajustar su conducta al cumplimiento estricto de las normas del derecho internacional.

5) Democracia pluralista:

Que significa el ejercicio del sufragio universal efectuado mediante elecciones libres y periódicas, supervisadas por organismos nacionales independientes; pluripartidismo de forma tal que se permita la representación legal y organizada de todo pensamiento y acción política de la sociedad; gobierno de mayorías, asegurando las libertades y los derechos básico de todos los ciudadanos y respetando aquellos e la minoría políticas dentro del orden constitucional.

6) No presencia de armamentos o bases militares

que hagan peligrar la paz y la seguridad en la región.

7) No realización de acciones militares

de los países del área o con intereses en ella que impliquen una agresión para los demás países o constituyan una amenaza para la paz y la región.

8) No presencia de tropas o asesores extranjeros.

9) No apoyo ni político ni logístico o militar a grupos

que intenten subvertir o desestabilizar el orden constitucional de los estados de América Latina por medio de la fuerza o actos de terrorismo de cualquier índole.

10) Respeto a los derechos humanos:

Que significa vigencia irrestricta de las libertades civiles, políticas y religiosas que asegure la plena realización material y espiritual de todos los ciudadanos".

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