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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 58 | Abril 1986

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Nicaragua

Nicaragua no se enjarana: contra los 100 millones en nombre del Derecho Internacional

El Grupo de Contadora y el Grupo de Apoyo, reunidos en Panamá, intentan no sólo reafirmar los puntos de acuerdo básicos, sino fijar una fecha para la firma del Acta de Paz. Fecha urgida con carácter de ultimátum.

Equipo Envío

Este esfuerzo se da en el cuadro de una coyuntura marcada en Nicaragua por dos polos de desarrollo particulares durante este mes: Por un lado, la votación en el Congreso de Estados Unidos sobre los 100 millones de dólares como ayuda a la contrarrevolución y, por otro, la lucha militar de Nicaragua contra los ataques de la Contrarrevolución.

Simultáneamente se ha agudizado la confrontación teológico-religiosa dentro de la Iglesia Católica, con ocasión de las visitas a Estados Unidos y el apoyo verbal indirecto a la campaña de Reagan por los 100 millones, por parte del Cardenal Miguel Obando y el Obispo Mons. Pablo Vega. Si un Cardenal Arzobispo de la sede capitalina de Managua afirma en la ONU, en la OEA, y en diversos ambientes de los EE.UU. que "en Nicaragua sí hay persecución religiosa", no parece dudoso que entrega al Presidente Reagan la oportunidad de hacer figurar preeminentemente su papel de "defensor de la Iglesia", al solicitar la ayuda militar para la contrarrevolución. Esta motivación tiene la capacidad de impresionar más que el papel reaganiano de "defensor de los paladines de la libertad" al Congreso de los EE.UU. para votar en favor de aquella ayuda.

Las medidas económicas tomadas por el gobierno sandinista para hacer frente al creciente deterioro de la producción, el abastecimiento, los precios y salarios - tema más detalladamente presentado en el análisis de la coyuntura del mes pasado-, han seguido su proceso de implementación y, lógicamente, han venido provocando las primeras reacciones en el pueblo de nicaragua.

En este número retomamos el problema religioso y el análisis de su repercusión en el proceso de Nicaragua y Centroamérica a un artículo especial. Dejamos conscientemente de lado el problema económico, para un examen ulterior de la situación: con mayor espacio de tiempo se verá el sentido operativo del programa económico que se quiere impulsar.

Abordamos en forma sintética sólo lo ocurrido en torno a la votación de los 100 millones y la lucha militar, con el deseo de darnos una explicación de su significado y su alcance, y para comprender la postura asumida por Nicaragua ante las últimas propuestas de Contadora.

La afluencia masiva de familias enteras durante las vacaciones de Semana Santa a las playas - menor sin embargo que otros años, a causa sin duda de los aumentos de precios en los servicios turísticos - sigue siendo expresión del sentido del humor y la calma con que Nicaragua vive los momentos de mayor tensión: "Nicaragua no se enjarana" es una expresión popular que no puede perderse de vista en medio de los análisis sociales, políticos y militares: Gesto de quien toma un respiro, contempla la situación e impide enredarse entre las breñas - las jaras - de cualquier conflicto.

Esta flexibilidad del pueblo nicaragüense propia de los pobres y humildes de la historia se ha manifestado claramente en la respuesta nicaragüense a la nueva coyuntura internacional que se abrió con la declaración de Carabellada: la decisión de no enjaranarse diplomáticamente, repitiendo lo que ha sido quizás el error político más constante y más dañino de los países centroamericanos frente al poder norteamericano.

Los cien millones para la contrarrevolución

Los avances diplomáticos de Nicaragua en el campo internacional y la creciente debilidad de la Contrarrevolución detallados en el último número del ENVÍO estallaron adentro de la política interna de los EEUU durante el mes de marzo. Como nunca antes, Nicaragua fue lanzado al centro de debate político norteamericano como un símbolo de los diversos caminos que puede tomar la política internacional estadounidense frente a la revolución en el tercer mundo. Nuestro pequeño país de apenas 3 millones de personas ocupaba el primer lugar en los medios de comunicación norteamericana en una forma continua durante dos semanas.

Con la posibilidad de escuchar dos o tres horas diarias en cada canal de televisión sobre la crisis nicaragüense, la población norteamericana por primera vez en su historia tuvo la oportunidad de seguir el debate de las élites políticas sobre la necesidad, los méritos, las posibilidades y los problemas de una futura invasión militar. Normalmente a la población norteamericana se entera de las intervenciones imperialistas de su gobierno cuando ya los marines han ocupado la República Dominicana y la pequeña isla de Granada o cuando más de 100,000 soldados ya se encontraron empantanados en Vietnam.

Tan intensos y públicos han sido el de...te y la marcha consciente hacia la intervención directa militar en Nicaragua, que un 59% de la población estadounidense ya fue capaz de identificar correctamente que el Presidente Reagan está en contra de los sandinistas de Nicaragua.

Aunque el apoyo verbal de la Administración Reagan al proceso Contadora siguió en pie, Reagan en forma prepotente rechazó recibir a los representantes de los países de Contadora y del Grupo de Apoyo con la excusa que estaba muy ocupado. Recibió en la misma semana a los dirigentes de la Contrarrevolución nada más que tres veces. Asimismo, a pesar del apoyo verbal a Contadora, el Secretario de Estados Shultz rechazó la petición de los países latinoamericanos de que los EEUU descontinuaran la ayuda a la contrarrevolución como el primer paso hacia la aceptación de la solución ofrecida por Contadora.

Ante la confrontación que la declaración de Carabellada provocó entre los países latinoamericanos y los Estados Unidos, el Presidente Reagan optó por más militarización y puso especial empeño en lograr que tanto la Cámara de Representantes como el Senado aprobaran su petición de 100 millones de dólares de ayuda directa a los contrarrevolucionarios, con la intención explícita de incrementar el apoyo militar: 70 de los 100 millones habrían de ser destinados a fines abiertamente militares.

Los sondeos previos anunciaban que la administración iba a perder el voto en la Cámara y enfrentaba un empate en el Senado aunque este último está controlado por el partido republicano. Las administración respondió montando una campaña de publicidad sin precedentes contra Nicaragua. A su vez atacó a la oposición norteamericana propagandizando la masacre de los contrarrevolucionarios por helicópteros soviéticos como responsabilidad de los Demócratas por su timidez en apoyar a la política militar reaganiana contra los Sandinistas.

"Si no ayudamos a los contras serán derrotados"

"Si no ayudamos a los contras éstos serán derrotados", dijo a la CBS el Director de Comunicaciones de la Casa Blanca, Patrick Buchanan. Los Contras no progresan "por falta de respaldo norteamericano", subrayó el Secretario de Defensa, Caspar Wienberger. "Estados Unidos debe asistir a los Contras para evitar ser forzado a enviar tropas de combate a Nicaragua", amenazó John Silber, ex-miembro de la Comisión Kissinger. La situación debilitada de la contrarrevolución fue pues el primer argumento de propaganda de la administración ante las Cámaras.

Los grupos de extrema derecha que apoyan a la administración Reagan compraron tiempo en la televisión nacional para difundir el mensaje del Presidente Reagan de que los EEUU enfrenta la misma amenaza en Nicaragua que en Libia: del terrorismo apoyado por la Unión Soviética. Esta identificación de Ortega/Kadafi y de Nicaragua/Liba/OLP no solamente estaba dirigida a confundir al pueblo norteamericano sobre la naturaleza del gobierno nicaragüense sino a preparar una posible intervención directa cultivando el antagonismo popular norteamericano contra Kadafi.

Los logros de esta campaña fueron registrados en encuestas que mostraron que un 28% de los norteamericanos favorecieron la opción de invasión de Nicaragua por los marines, cifra que se había duplicado desde un año antes del debate sobre el voto.

Por otro lado los grupos norteamericanos de solidaridad con Nicaragua se lanzaron a comprar tiempo de la televisión local para presentar un cortometraje de 30 minutos, "Imágenes de la Guerra", en varios distritos electorales cuyos representantes no estaban decididos sobre la cuestión nicaragüense. Luego organizaron fiestas caseras movilizando el pueblo para ver el cortometraje, reflexionar sobre su contenido y llamar a sus legisladores a votar contra los 100 millones.

Después de la primera semana de debates surgieron rumores de una transacción posible por parte de la administración, en el sentido de retener los 70 millones destinados a la ayuda militar directa durante tres meses, para presionar al gobierno sandinista y obligarlo a dialogar con la contrarrevolución. "Para que el comunismo no se propague por Centroamérica" hacen falta los 100 millones respondió el Presidente Reagan el sábado 9/3.

Vocero de Estados Unidos: "No hemos cambiado en nada"

"La postura no ha cambiado, en nada," aclaró el vocero de la Casa Blanca Larry Speakes. "Los que procuran una transacción no deben comprometer la ayuda", dijo el mismo Reagan con la promesa de descubrir mayores detalles "de la suciedad sandinista" antes del voto en la Cámara.

El discurso a la nación de Presidente Reagan el 16 de marzo fue calificado por el Demócrata Thomas O'Neill como una virtual declaración de guerra contra Nicaragua. Fue un discurso sin matices, magistralmente anti-comunista pero carente de objetividad. El día siguiente el New York Times publicó reclamaciones por parte del gobierno brasilero, de la comunidad judía de New York y de la Comisión de Control de Drogas del propio gobierno norteamericano, rectificando lo que el Presidente Reagan dijo la noche anterior. Brasil desconoció la supuesta intervención del sandinismo en su país. El prominente rabino Balfour Brickner de la Sinagoga Libre Stephen Wise, declaró que las investigaciones de la comunidad judía no revelaron la supuesta represión contra la comunidad judío-nicaragüense denunciada por Reagan. La comisión que controla el tráfico de drogas descalificó al acusación del Presidente Reagan contra Tomás Borge y otros dirigentes sandinistas por tráfico de mariguana constatando que la comisión no tenía ninguna información al respecto .

Estos reclamos contra la veracidad del discurso del Presidente Reagan no afectaron la votación, porque lo que estaba en juego no era la imagen de los nicaragüenses (en eso la administración reaganiana y la oposición demócrata están de completo acuerdo) sino las diferencias entre Republicanos y Demócratas sobre la política internacional de Reagan que busca confrontación con los soviéticos en el Tercer Mundo, utilizando poder militar contra los países que no quieren alinearse con los EEUU y sobre su política nacional que sacrifica los programas sociales para lograr los objetivos de su programa de militarización internacional del conflicto soviético/norteamericano.

Nicaragua: test de la política de guerra de Estados Unidos

En esta discusión Nicaragua es el "test" de la nueva política norteamericana de guerra de baja intensidad a nivel global contra los soviéticos. Por eso la imagen de Nicaragua ni entró en la contienda entre los Republicanos y los Demócratas. lo que los Demócratas más temían fueron las presiones económicas desde la Casa Blanca sobre los legisladores vacilantes en el voto de los 100 millones. Pese a estas presiones el resultado del voto del jueves 20 de marzo fue en contra de los 100 millones, con 222 votos sobre 210 a favor y tres abstenciones.

De inmediato Reagan objetó y rechazó este resultado. En una conferencia de prensa codo a codo con los representantes políticos de la Contrarrevolución (Calero, Robelo y Cruz), Reagan dijo "Yo soy un Contra!" señalando que estaba dispuesto a dar mayor batalla antes de la votación en el Senado. Esta conferencia estuvo precedida por un rumor en Washington a cerca de una invasión de tropas nicaragüenses dentro del territorio hondureño. El hecho de que el gobierno norteamericano no difundiera esta noticia hasta la madrugada del 25 de marzo se debe a dos factores.

En primer lugar la tropa sandinista estuvo posiblemente adentro de la zona fronteriza, en Honduras, durante varios días, pero sin haber dado golpes estratégicos a los campos de contrarrevolucionarios quería asociar la invasión del territorio hondureño por Nicaragua con el ataque de los EEUU contra los barcos y las instalaciones de miles libios. Efectivamente el pueblo norteamericano se despertó el 25 de marzo y descubrió que su nación estaba al borde de guerra tanto en Libia como en Nicaragua, aumentando la identificación Ortega/Kadafi.

Para ganar el voto en el Senado la administración y el partido republicano hicieron una transacción que había rehusando en la Cámara. Setenta y cinco millones del paquete fueron condicionados por 90 días para presionar a Nicaragua a dialogar con la contrarrevolución y los 25 millones restantes podrían ser utilizados para la compra de misales tierra-aire, entrenamiento militar y para propósitos no letales. La votación en Senado fue como se esperaba: un escaso margen de 53 votos a favor, 47 en contra de los 100 millones de ayuda militar y "humanitaria" para la contrarrevolución.

Todo habrá que ser reasumido en la Cámara el 15 de abril para conciliar posiciones divergentes entre las dos cámaras y decidir qué hace en Nicaragua. En toda esta discusión sobre la política intervencionista de la guerra de baja intensidad, los Demócratas urgieron que se diera cuenta exacta de los 27 millones otorgados el año pasado para la contrarrevolución, reclamando que la administración no podía justificar más de la mitad de los fondos contrarrevolucionarios ya desembolsados. la oposición demócratas siguió proponiendo formas de transacción y otros mecanismos para evitar, en definitiva, que Estados Unidos y sus fuerzas militares caigan en un nuevo Vietnam.

Cuatro fueron las tendencias que los norteamericanos mostraron ante la discusión de los 100 millones de ayuda a la contrarrevolución: Primero, la de Ronald Reagan y sus más fieles seguidores, gran parte del partido republicano: Hay que dar toda ayuda - hoy 100 millones de dólares - a la Contrarrevolución y precisamente ahora, "antes que sea tarde". Más que la discusión financiera, esta postura tiene una óptica política: lograr que el Congreso avale la política del Presidente,. Este camino, bajo capa de ayuda a la Contrarrevolución, lleva a una intervención militar, eventualmente al redimiento político mediante negociaciones del Frente Sandinista.

En definitiva pretende "cambiar las estructuras del poder en Nicaragua", como dijo Schultz: quitarle el poder al FSLN. Dada la posición sandinista de una negativa rotunda al diálogo con la contrarrevolución - camino preferido para una derrota política del sandinismo-, es previsible que sólo quede el camino de la intervención, para que la administración se ha ido preparando de la mejor manera (actuación en Costa Rica, campaña informativa y diplomática, maniobras en Honduras; en este sentido ver, en este mismo número de ENVIO, el artículo sobre Honduras). La lógica de esta postura tiende claramente a la intervención militar de Estados Unidos en Nicaragua, a la vietnamización de Centroamérica.

La segunda postura, típica de algunos republicanos y en un buen número de demócratas, coincide de hecho en la intención del Presidente - cambio en la estructura de gobierno de Nicaragua -, y sólo difiere en ciertas formalidades, como el retrasar la ayuda a la contrarrevolución y dar así oportunidad de presionar a los sandinistas para que negocien con ella. Postura que sustancialmente no cambia nada y que, como la primera, ignora la negativa del sandinismo a este camino mientras los "dialogantes" sigan entrando con las armas en la mano y asesinen a Nicaragua: el camino les queda abierto aun a ellos y sus dirigentes, depuestas las armas con la fuerza de la ley de amnistía vigente.

La tercera postura, propia de la mayoría demócrata, propone una negociación en el marco del grupo de Contadora. El motivo aducido es recurrente: los enormes costos que habría que pagar por una victoria militar, es decir, los costos de una vietnamización no sólo de Centroamérica, sino -es el argumento explícito - de Estados Unidos metido en la ratonera. Esta postura se manifiesta esencialmente como oposición global a la política de la Administración. Quienes la proponen utilizando la solución negociada. Nunca han introducido legislación que pudiera obligar a la administración a responder seriamente a la solución ofrecida por Contadora. De hecho muy pocos de los legisladores en estas postura entienden que la solución de Contadora requería mucho más que dejar de apoyar a la contrarrevolución. Pocos imaginan que la paz en Centroamérica exigiría una redefinición fundamental de la política norteamericana hacia Centroamérica.

Según el derecho internacional, ¿tiene el Congreso americano derecho a discutir esto?

En esta gama de posiciones, cada uno toma la que le parece el camino más adecuado para actuar sobre el gobierno de Nicaragua, sobre el Frente Sandinista: Camino militar para unos; para otros ayuda mediada para presionarlo; diálogo, en fin, como el propuesto por Contadora para no volver a los costos de Vietnam. Soluciones eminentemente pragmáticos.

El problema de fondo no es qué camino es el más práctico para arreglar en Washington el asunto de Nicaragua, sino examinar si conforme el derecho internacional el Congreso de los Estados Unidos tiene o no tiene derecho a discutir y decidir lo que se puede y se debe hacer con un país y en un país independiente como es Nicaragua. El pragmatismo imperial aborda en ningún momento este punto central.

Y es este el punto de confrontación estadounidense con el planteamiento hecho por Contadora, Caraballeda, Punta del Este; es ésta la razón por la que el Primer Ministro de Suecia, Ingvar Carlsson, Felipe González, la Internacional Socialista en su conjunto, los países No-alineados, grupos religiosos de Estados Unidos rechazaron la propuesta de 100 millones de ayuda a la contrarrevolución. Es ésta la razón por la que Nicaragua reclama y califica la discusión misma del Congreso como ilegal e inmoral en relación al derecho internacional. Sólo sobre la base del derecho internacional respecto puede haber una negociación digna y operativa.

Existe una cuarta postura que no sólo critica la política de Reagan sino propone un redefinición del concepto de seguridad hemisférica, acepta que el camino hacia la paz requiere convivir con los sandinistas, cuestiona la supuesta "democratización" de El Salvador, Guatemala y Honduras, y realmente aboga por la solución de Contadora y particularmente la declaración de Caraballeda. Esta postura no es propia de los 550 legisladores. En este momento es una postura moral dentro de la coyuntura norteamericana.

Nos falta una plataforma de oposición

El FSLN, los movimientos de Contadora y el Grupo de Apoyo no han llegado a operativizar este rechazo moral para que llegue a se una posición política. La propaganda de ambos partidos en torno a los 100 millones no ha dejado que esta cuarta postura se revele ni dentro del congreso ni mucho menos frente al público norteamericano. Los grupos de solidaridad con Nicaragua en los EEUU tampoco tienen una plataforma clara sobre Contadora de tal forma que su solidaridad rechace al planteamiento Reaganiano pero, igual al trabajo del pequeño núcleo de congresistas que buscan soluciones más allá de las meramente pragmáticas, no llega a plantearse una solución concreta que pueda, movilizar el apoyo ni en el Congreso ni en el pueblo norteamericano.

En Vietnam hubo una plataforma clara de oposición: "Traer nuestros muchachos de regreso de Vietnam". En el conflicto centroamericano no se ha encontrado una plataforma con una suficiente capacidad convocatoria para enfrenar la intervención indirecta de los EEUU y para impedir una invasión masiva norteamericana y la centroamericanización del conflicto. La coordinación entre esta pequeña minoría y los representantes de Contadora, del Grupo de Apoyo, de fuerzas políticas europeas y de Nicaragua es la única manera con que una posición clara e inequívoca a favor de la salida negociada pudiera llegar a registrarse en las discusiones del Congreso y del Senado norteamericano.

Mientras la administración Reagan no dé signos de que quiere plantear el conflicto todo y su solución en Centroamérica desde el respeto al derecho internacional, aún los rejuegos y las visitas diplomáticas, como las realizadas este mes en San Salvador, Tegucigalpa, Guatemala por Philip Habib - quien sustituyó a Harry Schlaudeman como enviado especial a Centro América -, o las giras de Elliot Abrams por los países del Grupo de Apoyo, parecen estar dirigidas a ejercer presiones y no en favor de un diálogo que respete internacionalmente el derecho de autodeterminación de cada pueblo y nación.

El fin de una fase de la guerra

En medio del debate sobre los 100 millones para la contrarrevolución -pragmáticamente vivio en el Congreso; denunciado en Nicaragua a la luz del derecho internacional-, la batalla del Ejército popular Sandinista ha ido profundizando la derrota militar de la contrarrevolución.-

Hay en un punto en que coinciden los análisis de Reagan y los del gobierno sandinista: La contrarrevolución no está ganando; más bien sus derrotas son cada vez mayores. Ni la ayuda de los 27 millones del año pasado detuvieron su declive militar.

Esto parece ser innegable y comprensible a la luz de las medidas estratégicas con que el EPS enfrentó los golpes de la contrarrevolución desde principios del 85. De hecho, 83 y 84 fueron años de fuerte avance de la contrarrevolución: El reclutamiento que lograron en la base campesina - favorecido por errores de algunos cuadros sandinistas, como sucedió por ejemplo en Pantasma; por el freno que sufrió el programa económico y social a causa de la prioridad militar; por la intensa propaganda "religiosa" guiada por el Manual de la CIA, etc.- fue grande: Campesinos voluntarios, con frecuencia movidos por el temor ante "el comunismo ateo", no sólo acrecentaron las filas militares de la contrarrevolución, sino sostuvieron toda una red de apoyo, especialmente en las Regiones I (Nueva Segovia, Madriz, Estelí) y VI (Jinotega, Matagalpa), gracias a la cual podían los contrarrevolucionarios incursionar desde Honduras muy adentro del territorio nicaragüense y regresar a las bases fronterizas con seguridad. Lograron extenderse y multiplicara su acción también en la Región V (Chontales, Boaco). Abastecidos por aire, mantenían sus posiciones de ataque, aunque sin contar nunca con "tierra liberada", como propagandísticamente quiso por su lado hacerlo como pastora hablando de sus acciones por el Sur.

El EPS no tenía medios de defensa contra las incursiones de abastecimiento aéreo. El "Síndrome de Pantasma" impedía cualquier detención de civiles conocidos como colaboradores de la contrarrevolución. La clara prioridad militar y sus enormes costos impedían una respuesta integral a las necesidades campesinas. Sobre estos puntos vino el cambio estratégico en 85: Se desarrolló por parte de los sandinistas una guerra de guerrillas de posiciones como factor principal para quitarle a la contrarrevolución la iniciativa que llevaba en 1984. Se contó con helicópteros para control del espacio aéreo y persecución de la contrarrevolución y cortar así la red como cordón umbilical los sostenía alimentados desde la frontera; se implemento un programa integral también en sus aspectos sociales, económicos y políticos, en cuanto lo permitió la agresión y la situación económica.

El reclutamiento forzoso y los secuestros

El campesino comenzó a cambiar. La contrarrevolución tuvo que recurrir al secuestro y al reclutamiento forzado para cubrir sus bajas, ya no para acrecentar sus filas: buena fuente de reclutamiento forzado fueron los jóvenes que huían del SMP y caían en sus manos.

Los golpes que sufre la Contrarrevolución y el rechazo de sus filas campesinas de la práctica continua de asesinar a civiles, junto con la prolongación del conflicto, produjo fuertes o las de desalzamiento de los combatientes campesinos El asesinato de estos desertores por parte de la red clandestina contrarrevolucionaria solo sirvió para hace aun más difícil el reclutamiento en las bases campesinas.

El EPS, desde mediados del 85, lleva la iniciativa del ataque a la contrarrevolución. Esta actúa para destruir bases productivas, secuestrar dar signos de vida tras la concesión de los 27 millones de ayuda estadounidense. Todo, "sin cantera humana", en expresión muy gráfica de algún dirigente del EPS, sin posibilidades ya de mantener y menos de crecer, "aunque les lleguen los 100 millones": "Estos, militarmente, posibilitarán para la contrarrevolución mejor comunicación, armas sofisticadas, transporte aéreo, capacidad de ataques nocturnos; ayudarán tal vez a abrir un frente de ataque desde el Atlántico. Los 100 millones no le ganarán más gente", comentó el mismo dirigente del Ejército Sandinista.

"Profundizar la derrota de la contra" ha sido el programa militar de finales del 85 y este 86. No sin el dolor que supone todo reclutamiento de jóvenes en edad de servicio militar, como ha sido este mes. En tal contexto se dan, durante la segunda quincena de marzo, los ataques del EPS a la contrarrevolución resumidos por el Ministerio de Defensa en su comunicado del jueves santo, 27 de marzo: 600 bajas, de ellos no menos de 350 muertos, a la contrarrevolución, destrucción de campamentos y su más importante base de entrenamiento. El EPS tuvo - dice el comunicado - 40 muertos, 116 heridos y 5 desaparecidos.

En vísperas del voto por los 100 millones de dólares en el Senado, y tras la derrota en la Cámara Baja, los acontecimientos militares no podían ser mejores para que la administración Reagan proclamara el escándalo: Desde Washington se difunde la noticia de que entre el 21 y 22 de marzo los sandinistas habían penetrado en territorio hondureño y violado así la soberanía del país vecino. EL número de los supuestos invasores fue pasando, en sucesivas noticias, de un pequeño grupo, a 800, a 1,500 hombres, a dos o tres batallones. El lugar de la incursión fue primero señalado como Olancho, en la parte centro oriental de Honduras; luego el Departamento de El Paraíso, sobre el Pacífico, y finalmente "El triángulo de Las Vegas", refugio el más poblado de contrarrevolucionarios.

La "agresión de Nicaragua a Honduras confirmó a los republicanos en su postura, golpeó y irritó a Thomas O'Neill, presidente de la Cámara de Representantes, que había guiado la posición del partido demócrata contra la petición de Reagan.

El 25-26 Reagan anunció el envío de helicópteros norteamericanos, piloteados por norteamericanos, para transportar a miembros de las fuerzas armadas hondureñas a las zonas de conflicto. Anunció a demás la concesión de 20 millones como ayuda de emergencias, "a petición del Presidente de Honduras". El jefe del Comando Sur, en Panamá, John Galvin, llegó a Tegucigalpa, para tomar en sus manos el asunto tan peligroso, muestra de la "desestabilización que está creando Nicaragua en toda Centroamérica.

Las reacciones del gobierno hondureño

Contrasta, desde el primer momento, la reacción del gobierno hondureño. Dos veces - la primera a través del Director de Comunicaciones de la Presidencia, Lisandro Quezada - el gobierno se negó a reconocer que se había dado una incursión del EPS e su territorio; al admitirlo en una tercera declaración - "bajo presión norteamericana", se dijo -, queda una vez más explícitamente rechazado que se haya dado un conflicto entre los ejércitos de ambos países.

De haberse dado algún ataque militar, se trata - según el gobierno del Presidente Azcona - de un conflicto de los sandinistas y los contrarrevolucionarios. Inclusive parece que la presencia de la tropa sandinista en la zona fronteriza fue acordada entre Azcona y Ortega. Honduras obviamente estaba cerrando los ojos como esperando que los sandinistas pudieran eliminar el problema de la presencia contrarrevolucionaria en su territorio.

Nicaragua, por su parte, desmintió desde un principio que sus tropas hubieran violado el territorio de Honduras y mucho más el haber agredido la soberanía de ese país. El 25, el Viceministro de Relaciones Exteriores, José León Talavera, anunció que Nicaragua había pedido al Grupo de Contadora y al Grupo de Apoyo la inmediata creación de una misión mixta en la frontera con Honduras , análoga a la ya acordada con Costa Rica. El mismo Viceministro informó que los Presidentes Ortega y Azcona se habían mantenido en contacto telefónico en los días precedentes: Fuerte contrasta con la alarma despertada desde Washington.

El 27 de marzo, como está dicho, el Ministerio de Defensa publicó su comunicado oficial, sin precisar el lugar de los ataques infligidos la contrarrevolución. El 28, el Presidente Daniel Ortega fue verdaderamente acosado por los periodistas en la conferencia de prensa tenida ese viernes santo: "¿Nicaragua invadió o no territorio hondureño?" es esta la preocupación de fondo en todos. Si hubo invasión, tal vez tenga razón Reagan al pedir los 100 millones de dólares, parecen afirmar con sus preguntas unos; "¿cómo explicara esto, en un momento en el que el Congreso decide qué hacer en Nicaragua?", se preguntan todos.

El presidente Ortega en ningún momento acepta que el EPS violó la soberanía hondureña o agredió a Honduras. Ante la insistencia sobre el lugar de los hechos, sus respuestas son clara: "Los enfrentamientos han sido en el territorio hondureño-nicaragüense, ha sido en esos territorios que se han destruido estos centros de entrenamientos". "Nosotros lo que sabemos es que el territorio hondureño, buena parte del territorio hondureño, ha sido ocupado por las fuerzas mercenarias. o sea, Honduras ha ido perdiendo su soberanía sobre parte de su territorio en la medida que las fuerzas mercenarias se hacen dueñas de esos territorios por decisión del gobierno de los Estados Unidos. Las fuerzas mercenarias lanzan ataques desde ahí contra Nicaragua y todo eso se convierte en una zona de guerra por obra y gracia de la política norteamericana". "No hemos hecho más que montar operaciones defensivas en todo ese territorio fronterizo, para defendernos de quienes nos agraden. En esas operaciones defensivas se les ocupó y se les destruyó el principal centro de entrenamiento de las fuerzas mercenarias. Se les destruyeron otros campamentos también".

Los informes, especialmente los provenientes de Honduras tienen un fuerte contraste con los difundidos desde Estados Unidos, y no deja de llamar la atención que siendo este país -junto con el Salvador- el que cuenta con el mejor equipo aéreo, tenga que pedir, según la información estadounidense, ayuda de helicópteros para trasladar sus propias tropas. Ante una situación que se supondría, con tal petición de ayuda, como situación de absoluta emergencia, resulta incomprensible o resulta irresponsable que el Presidente Azcona se vaya a vacacionar, sin mayor preocupación por la supuesta incursión del ejército nicaragüense en Honduras. Todo refleja una voluntad fuerte de Estados Unidos de implicara al ejército hondureño en un conflicto con el ejército nicaragüense. Honduras se negó a entrar en ese juego, a pesar de su propia debilidad o precisamente por ella.

Antes estos hechos y tales informaciones, lo más lógico parece llevar a interpretar todo como un medio con que Reagan intentó presionar al Senado y posteriormente al Congreso en su conjunto, en favor de la Contrarrevolución, puesto que Nicaragua se mostró ya como "un peligro para sus vecinos".

Por otro lado, las declaraciones del presidente Ortega son un reconocimiento implícito de una incursión: "Las zonas fronterizas" no son de hecho terreno en que Honduras guarde su soberanía. Es zona de ataques de la Contrarrevolución.

¿Cómo se puede explicar - en la hipótesis de la aceptación implícita de una incursión nicaragüense - que Nicaragua haya podido realizar tal acción militar, siendo la situación tan delicada, en el momento mismo en que el Senado decide sobre si ayuda o no y en qué forma a la Contrarrevolución?

Fácilmente todo puede entenderse desde el punto de vista militar: Todo fue continuación de una acción defensiva inclinada inclusive antes del voto en la Cámara de representantes, en territorio nicaragüense, desde donde el EPS persiguió a las fuerzas de la Contrarrevolución hasta darles alcance en su retaguardia estratégica, golpeando sus principales instalaciones militares, antes de que los contrarrevolucionarios pudieran trasladarlas más al interior de Honduras, antes que fuera entrenados en las nuevas armas -misiles tierra/aire Stinger, por ejemplo proporcionadas por Washington, y, en fin, antes de que la próxima estación lluviosa dificultara las operaciones militares. Explicación todavía más plausible si se conoce que "la frontera" entre estos países no ningún muro, ni una red con carga eléctrica, sino o a la mitad de un río. La dinámica de "profundizar la derrota estratégica de la Contra" explica que se rompa tal línea imaginaria.

Más difícilmente puede entenderse tal acción desde el punto de vista político, en el momento de decisión en el Senado. La explicación más coherente nos parece ésta: el gobierno de Nicaragua habría visto que el Congreso de Estados Unidos no se detiene ante razones de derecho internacional, ni ante signos que en años anteriores ha dado ya el sandinismo (elecciones, mitigación y aun levantamiento de la ley de emergencia, etc.); pero sí se detiene ante el avance en la situación militar y la derrota de la Contrarrevolución.

De hecho, toda la reflexión en ambas Cámaras gira en torno a este dato; por eso su razonamiento fue del todo pragmático. Siendo pues el camino militar el único capaz de hacer pensar un poco seriamente a los congresistas, Nicaragua quiso continuar desarrollando hasta el fondo su línea militar de derrota, independientemente de su financiamiento o no con 100 o más millones de dólares, de las dos alternativas siempre posibles - o invasión norteamericana o diálogo - Nicaragua decide acabar con el mecanismos con que se le presiona - la necesidad de dialogar con los nicaragüenses de la Contrarrevolución armada -, para hacer ver que el diálogo de fondo no es ese, sino el diálogo con "el jefe de la Contrarrevolución, Ronald Reagan" decidido -a lo que parece y contra todo derecho internacional - a intervenir militarmente un país independiente.

"En la zona fronteriza Nicaragua profundiza"

Por otro lado, si esta vía fuerte de Nicaragua no resultara suficiente - y posiblemente no será suficiente - sí es la mejor forma de prepararse para una eventual intervención: Nicaragua estaría así actuando en una línea de ataque como la mejor forma de defensa posible.

Desde esta posición, la medida con que "en la zona fronteriza" Nicaragua profundiza" la derrota de la Contra, puede entenderse como gesto con que el gobierno de Nicaragua responde al presidente y al congreso de los Estados Unidos haciéndolos ver que si siguen llevando adelante y apoyando la política de Reagan, aun con meros cambios formales, Nicaragua está dispuesta a no ceder en diálogo con la Contrarrevolución - mero camino político para hacer que el Frente Sandinista pierda el poder que las votaciones le han dado y provocar así su quiebre - y que ellos están avocados al camino de la vietnamización del área.

Con la ocupación del territorio hondureño controlado por los contrarrevolucionarios se cierra una etapa de la lucha militar en Nicaragua. La debilidad de la Contrarrevolución permite que Nicaragua pueda entrar en territorio hondureño a golpearla, sin que la administración norteamericana encuentre suficiente apoyo diplomático internacional para golpear a los sandinistas. La derrota de los contrarrevolucionarios no significa solamente que se acepta implícitamente que Nicaragua pueda seguir golpeando a los contrarrevolucionarios en la "zona fronteriza" sino también la apertura de una nueva fase política de Nicaragua frente a las discusiones en el Congreso, con la que obliga a los congresistas a optar entre la negociación o la intervención en vez de seguir por un tercer camino de permitir a Reagan utilizar el palo militar para que los EE.UU. sigue metiéndose en los asunto internos de un país independiente. Nicaragua pone así entre la espada y la pared al Congreso y al Presidente Reagan.

Si esto es así, la línea militar de la revolución se comprende y complementa con la línea política: rechazo a la discusión misma del Congreso sobre el futuro de un país independiente.

Se comprende, por otra parte, porqué la reacción de la administración Reagan fue tan intensa: La posibilidad de una derrota militar de la Contrarrevolución es para Reagan una fuerte derrota política: Hablar de 600 bajas, con 350 muertos, sobre un ejército que a lo más llegó aproximadamente entre unos 15,000 a 18,000 hombres en el momento de su mayor fuerza, es hablar de una derrota sumamente fuerte, más en una situación de declive y sin esperanza de recuperación por falta de "cantera humana".

Se explica, igualmente, la postura tomada por el gobierno de Honduras: al parecer indiferente ante la suerte de la Contrarrevolución, cada vez más preocupado por los problemas que los norteamericanos y los contrarrevolucionarios provocan en las poblaciones cercanas a sus bases militares (actos sexuales contra niños; asesinatos del P. Arsenault: temas de explícita condena por parte del obispo Luis Alfonsoi Sanstos) y cierta condescendiente laxitud ante la posible incursión nicaragüense " en la zona fronteriza".

De este modo se evita Honduras a tener que responder a la denuncia siempre planteada por el gobierno sandinista: La Contrarrevolución tiene sus bases de mantenimiento y su refugio en territorio hondureño; por eso Honduras no acepta que Contadora pueda crear un grupo de vigilancia y control como se ha intentado en Costa Rica. Haciéndose un poco de la vista gorda, Honduras obligó a Estados Unidos a tomar la iniciativa de enviar helicópteros para que los hondureños se hicieran presentes en las zonas de ataque, pero aun entonces sin que se creara conflicto alguno entre los dos ejércitos, hondureño y nicaragüense.

Algo resulta, en todo caso, cada vez más claro: Reagan va implicando más, día a día, a sus propias fuerzas, con lo cual la vietnamización del conflicto avanza. Esto descubre, contra toda intención verbal, la lógica intervencionista escondida en el plan fallido de crear un conflicto armado entre Honduras y Nicaragua: Estados Unidos se ha metido en esa lógica, justamente la que Thomas O'Neil quiere prevenir y contra la que lucha, sin que quizás logre él mismo ver que es Nicaragua - cuya actuación le irritó - la que busca romper precisamente esa lógica de muerte.

¿Es posible que esto lo comprendan los congresistas norteamericanos cuando de tantas formas expresan que no conciben una Nicaragua que no esté de una u otra manera sometida a sus criterios y decisiones? A sus ojos, Nicaragua será "mala" cuando no se comporte como ellos planean. La dignidad nacional y la propia autodeterminación no son marco de referencia en las relaciones internacionales estadounidenses.

En síntesis, Nicaragua con esta acción militar estaría profundizando la derrota de la contra y diciendo a Estados Unidos que la solución del conflicto centroamericano no va por la lógica del conflicto centroamericano no va por la lógica del conflicto armado que Reagan promueve y financia, sino por la negociación directa, si es que quieren no llegar a la intervención militar de las tropas norteamericanas en Nicaragua: Salida ésta rechazada por la mayoría de los congresistas, aun por muchos que votaron por el financiamiento en favor de la contrarrevolución, no porque Nicaragua vea día a día cómo están matando su juventud, sino por temor a que la juventud norteamericana pueda vivir lo que sufrió ya en Vietnam.

Es probable que la próxima votación en el Congreso vuelva a decidirse por el financiamiento de la contrarrevolución con los matices y modalidades que se quiera. Nicaragua, aun en esa eventualidad afirma una vez más sus posición: No es ese el camino. Si quieren derrocar el gobierno y la forma de vida que Nicaragua se ha dado y tiene hoy, tendrán que pagar también los altos costos de una decisión que no tiene fundamento alguno en el derecho internacional. Nicaragua está dispuesta a negociar los asuntos internacionales, no los asuntos internos que no competen sino a cada país. Nicaragua reclama así contra la intromisión abusiva de quienes desde fuera dictaminan qué debe suceder al interior de un país independiente. Enorme audacia.

Tocará al análisis del mes próximo profundizar lo que ha sucedido en la reunión del grupo de Contadora, del Grupo de Apoyo y los Cancilleres de los cinco países centroamericanos implicados en el conflicto. Crucial en esta coyuntura es el viaje del Congresista Tip O'Neill para reunirse con los presidentes del Grupo de Apoyo a Contadora. No se sabrá el significado de este nuevo gesto del Partido Demócrata hasta que salgan los resultados de la reunión del Grupo de Contadora. Lo que está claro en este momento es que la audacia sandinista ha obligado al Congreso norteamericano a involucrarse más profundamente en le conflicto centroamericano para enfrentar la nueva etapa de la lucha militar entre los EE.UU. y Nicaragua.

En medio de la batalla por los 100 millones y de la lucha militar nicaragüense que busca la derrota definitiva de la Contrarrevolución, se comprende que Nicaragua, antes de anunciar que está dispuesta a firmar el Acta, haya tenido que estudiar detenidamente ese documento que -es ésta su limitación evidente -no invita a dialogar ni muchos menos obliga a ello con un ultimátum, al principal financiador y propugnador del conflicto, la administración norteamericana.

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