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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 55 | Enero 1986

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Centroamérica

Dónde estamos y dónde está el nuevo sujeto histórico centroamericano

El conflicto se prolonga, agudizando el sufrimiento de los pueblos de Centroamérica. La prolongación del conflicto muestra el callejón sin salida de la "guerra de baja intensidad" de Estados Unidos en Centroamérica.

Equipo Envío

Los aspectos centrales de nuestro análisis de la coyuntura centroamericana son éstos:
1. El conflicto se prolonga y se expande a todo el Istmo, agudizando el sufrimiento de los pueblos de Centroamérica. La prolongación de la crisis empieza a actuar como una nueva variable en la correlación de fuerzas sociales.
2. La prolongación del conflicto comienza a mostrar el callejón sin salida de la política intervencionista norteamericana en su "guerra de baja intensidad" en Centroamérica:

-A nivel militar la contrarrevolución está en vías de ser derrotada en Nicaragua y el FMLN se consolida militar y políticamente en El Salvador, a pesar de los avances en la estrategia norteamericana-salvadoreña de contrainsurgencia. El empate militar en El Salvador, en lo cual el FMLN lleva la ventaja al poder decretar paros nacionales de transporte, significa que la economía no es manejable para el gobierno de Duarte. En Guatemala se reconstituyen las fuerzas revolucionarias tanto militarmente, como en su unidad política, dejando al nuevo gobierno Demócrata Cristiano entrampado entre las demandas populares levantadas por estas fuerzas de izquierda y la inflexibilidad de los militares y la oligarquía.

-A nivel económico la prolongación del conflicto está obligando a los EEUU a mantener economías subsidiadas en El Salvador, Honduras y Costa Rica. La crisis económica que golpeó a Guatemala en 1985 indica que ese país está en vías de llegar a ser otro de los "protectores económicos informales" del Istmo. Los costos de la guerra, el deterioro de los términos de intercambio, la escasez de divisas, el desmantelamiento de MCCA, pero sobre todo la polarización y el conflicto político, han producido una enorme incertidumbre en el sector privado, que aprovecha los subsidios norteamericanos para seguir descapitalizando las economías centroamericanas, negándose a asumir responsabilidad fiscal para pagar impuestos de guerra y balancear los déficits de sus gobiernos. Los EEUU se encuentran de nuevo con el mismo dilema económico que tuvo en el conflicto vietnamita: defender un orden económico y social sin encontrar sujetos nacionales capaces de tomar las responsabilidades de manejar la economía y con deseos de pagar el precio de su propia defensa frente al levantamiento popular. La corrupción que acompaña el desarrollo de estos protectorados económicos informales y los crecientes costos de mantenerlos, significará pérdida de apoyo en el Congreso norteamericano para lograr el financiamiento de estas economías subsidiadas y geopolitizadas.

-A nivel político el proceso de democratización, es decir, de democracias restringidas acordes con el proyecto de control norteamericano sobre el área, se desgasta rápidamente, al no poder satisfacer las demandas populares acumuladas que exigen reformas sociales y democráticas con participación del nuevo sujeto histórico en el poder. El proceso de democratización que vive el Istmo es un tipo de "peaje democrático" pagado por las oligarquías y los aparatos militares para mantenerse en el poder. En este sentido, las reformas sociales y la democratización del Istmo son conquistas de la lucha armada del nuevo sujeto histórico centroamericano. En clave de contrainsurgencia este proceso de democratización, sólo sirve para deslegitimar las mismas posiciones de centro, como ha sucedido en el caso de Duarte, dejando a los EEUU sin claras opciones políticas en un conflicto militar que se prolonga.

-A nivel cultura, la prolongación del conflicto polariza culturalmente a la población de dos proyectos antagónicos: un proyecto de autodeterminación y transformaciones sociales y otro proyecto de sometimiento a los EEUU y mantenimiento del status quo. Esta bifurcación de cada república en dos países culturales, impide una solución estable y de larga duración para la crisis que los EEUU enfrenta en Centroamérica. La política actual norteamericana en vez de garantizar un nuevo consenso cultural sólo provoca más polarización.

-A nivel internacional el involucramiento norteamericano es cada vez más directo y más intenso (minado de los puertos, equipo militar sofisticado, SAM-7), financiamiento militar a la contrarrevolución), produciendo diferencias con los propios aliados de Estados Unidos, y confrontación con Contadora y resto de América Latina.

3. Frente a los escasos resultados, por no decir fracasos completos de la política norteamericana hacia Centroamérica, se abren tres opciones: a) la intervención militar directa de Estados Unidos; b) la prolongación estratégica de la guerra de baja intensidad, en forma creciente, con un involucramiento cada vez más intenso y directo por parte de Estados Unidos; c) una salida negociada al conflicto, con un acomodo a los cambios que se han dado en la región, y la aceptación de un proyecto de no alineamiento para Centroamérica.

4) La intervención militar directa de Estados Unidos es también un callejón sin salida, porque el apoyo popular en Nicaragua y El Salvador no permitiría la regionalización en todo Centroamérica del conflicto y la confrontación histórica más fuerte con el resto de América Latina, que dada la situación de crisis económica y el problema de la deuda, pudiera provocar estallidos violentos contra los intereses norteamericanos en el continente. La comunidad internacional reaccionaría ante una guerra sin fronteras, que podría afectar la paz internacional en una era nuclear.

5) La salida negociada es la única solución posible. La guerra prolongada de baja intensidad, que está padeciendo la región desde 1981, no lleva a ningún éxito para Estados Unidos, tampoco permite la victoria popular en El Salvador y la consolidación de Nicaragua, por lo que exige el acomodamiento mutuo dentro del marco de Contadora.

6) La solidaridad latinoamericana, la solidaridad internacional y la movilización de la sociedad civil en Estados Unidos, en América Latina, Europa y Canadá, juega un papel central en posibilitar cuál de las tres opciones será el camino del futuro.

7) Lo decisivo en la prolongación de este conflicto es el conjunto de los factores políticos-ideológicos. Es indudable que el factor militar es el dominante, no sólo en Nicaragua y El Salvador, sino también en Guatemala, Honduras y en forma creciente en Costa Rica. Sin embargo el factor determinante es el económico, sin cuya resolución no puede lograrse la estabilidad del área. Por otra parte, el factor internacional es el condicionante de las posibles alternativas.

En Centroamérica se está dando una lucha por el corazón y por el futuro proyecto del nuevo sujeto histórico. El factor político ideológico es el decisivo, en esta prolongación del conflicto, porque implica el apoyo de las masas como factor fundamental para cualquiera de las alternativas. El proyecto norteamericano y su aplicación, a base de un proceso de democratización, sólo ofrece una democracia restringida, economías subsidiadas y viejos modelos que se han experimentado como incapaces de resolver las necesidades básicas y las demandas de participación democrática para las grandes mayorías. Esta alternativa no gana ni el corazón ni el estómago del nuevo sujeto histórico.

Por tanto, ni el factor dominante militar, ni el factor determinante a mediano y largo plazo, lo económico, son factores decisivos en la coyuntura. Se insiste en el análisis que el conjunto del factor político-ideológico es el factor decisivo y la política actual norteamericana está sin salida en la crisis centroamericana justamente por tener su flanco más débil en este factor decisivo. Los EEUU han gastado recursos ideológicos en todos los foros mundiales explicando su proyecto en base de satanizar todo el fenómeno centroamericano transformándolo en la supuesta punta de lanza de la penetración soviética en América Latina y los propios aliados de Estados Unidos.

Por otro lado, las vanguardias y los frentes del nuevo sujeto histórico tienen a su disposición una amplia gama de recursos ideológicos y políticos no utilizados todavía por haber priorizado, hasta ahora, la lucha militar por encima de la lucha política e ideológica, tanto en Centroamérica como en los foros de solidaridad en el primer mundo. La mayor deficiencia del nuevo sujeto histórico, el descuido del frente ideológico, se convierte en un nuevo potencial, dejándolo con más espacio de maniobra que a los EEUU en esta coyuntura de prolongación del conflicto. La nueva preocupación de las fuerzas revolucionarias con la lucha diplomática, política e ideológica, después de haber consolidado su posición militar, no sólo aumentará su capacidad de aguantar la agresión norteamericana, sino acercarán el día en que la administración norteamericana reconozca que su política intervencionista en Centroamérica se encuentra en un callejón sin salida. En este nuevo contexto el actor de la solidaridad internacional es, por tanto, fortalecido y como condicionante puede jugar un papel definitivo en las opciones que se abren para la solución negociada de la crisis centroamericana.

El nuevo sujeto histórico centroamericano y la opción por los pobres

El período coyuntural de la historia centroamericana, iniciado el 19 de julio de 1979, no ha concluido aún. En cierta manera debe, pues, hablarse de una coyuntura que presenta "tendencias" más que una trayectoria ya plenamente definida. Estos seis años, sin embargo, constituyen una etapa suficientemente compacta, que ha ido desenvolviendo lentamente el sentido de lo que en Centroamérica está en juego y aun no se ha acabado de definir. Por eso tiene también sentido atreverse a analizar el período antes de que llegue a su conclusión.

En términos de teoría social, el concepto crucial que usamos en este trabajo lo denominamos "nuevo sujeto histórico centroamericano". Partiendo este trabajo de una institución de clara confesionalidad católica, como es el Instituto Histórico Centroamericano, a nadie puede extrañar que la primera aproximación a la mencionada precisión la tomemos de las formulaciones en que se ha expresado la Iglesia Católica en América Latina en los últimos 17 años, es decir, a partir de MEDELLIN (1968) y PUEBLA (1979).

"Esta situación de extrema pobreza generalizada... adquiere en la vida real rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela (Puebla, 32).

La mención de los "rasgos sufrientes" (subrayamos nosotros) de Cristo en los "rostros" de los que el texto nos habla, nos permite vincularlo textualmente con otro párrafo de Puebla, que habla claramente del protagonismo histórico nuevo de las multitudes de América Latina. He aquí el párrafo:

"Desde el seno de los diversos países que componen América Latina, está subiendo hasta el cielo un clamor cada vez más tumultuoso e impresionante. Es el grito de un pueblo que sufre y que demanda justicia, libertad, respeto a los derechos fundamentales del hombre y de los pueblos" (subrayado nuestro).

"El clamor pudo haber parecido sordo en ese entonces. Ahora es claro, creciente, impetuoso y, en ocasiones, amenazante". (nn. 87-89).

La percepción de los Obispos de que el grito del pueblo de A.L. ya no es sólo un grito de dolor sino al mismo tiempo una "demanda", una exigencia de justicia, de libertad, de respeto a los derechos del ser humano y de los pueblos, nos autoriza para deducir que los Obispos están hablando de estos pueblos como de sujetos de la historia, de protagonistas que reclaman su derecho a forjarla. La comparación, por lo demás, entre el "sordo clamor" de hace 17 años y el "creciente, impetuoso y, en ocasiones, amenazante" clamor de hace 7 años, da pie para que entendamos que los Obispos están refiriéndose a un nuevo sujeto de la historia latinoamericana, o al menos a una nueva disposición de lucha y participación de un sujeto que durante siglos ha mantenido sus clamores no sólo en sordina, sino incluso enterrados bajo la forma de resistencia pasiva a la opresión y a la discriminación y de firme y tierna defensa de la memoria histórica latente en su corazón.

El presente trabajo quiere hablar, en el contexto del período ya mencionado, de la práctica política de ese nuevo sujeto histórico, restringiéndolo, dado el tema, al espacio del istmo centroamericano. Quiere hablar de sus esperanzas políticas y de su praxis, coherentes con ellas, así como de las tremendas resistencias que tiene que enfrentar para empezar a vislumbrar el cumplimiento de dichas esperanzas.

Siendo la perspectiva de este trabajo la de un análisis de ciencia social, importa mucho aportar, al lado de la perspectiva pastoral de los miembros de la Jerarquía Católica de América Latina, la perspectiva sociológica. ¿Qué se entiende en este trabajo por "sujeto histórico nuevo" en Centroamérica?

Fenomenológicamente este nuevo sujeto histórico aglutina al: a) campesino o el trabajador agrícola a quienes no alcanza la tierra, el precio de lo que producen o el salario, para el sustento de la familia o para la emergencia de las enfermedades... b) emigrante rural que abandona por falta de tierras el suelo nativo hacia nuevas fronteras agrícolas arriesgando su vida en regiones inhóspitas... c) los desempleados que incluso cruzan las fronteras de los países, y también a los trabajadores estacionales... d( en las ciudades y en los complejos industriales, mineros o agroindustriales al obrero y al peón; e) también en los suburbios y barriadas la inmensa población desempleada, marginada de los servicios urbanos, sin agua, sin luz, sin más casa que un rancho precario y siempre insuficiente para acoger una vida familiar... f) las poblaciones indígenas, mayorías discriminadas o minorías amenazadas de ser arrasadas, los pobladores más antiguos del continente quienes viven en su lugar de origen como en tierra extranjera... junto con los negros, mulatos, morenos sucesores de los esclavos traídos de Africa; g) las multitudes de jóvenes de América Latina hijos e hijas de casa mayoría indiscutibles de la población; h) las mujeres de esas mayorías doblemente explotadas y en el caso de la mujer indígena o negra, triplemente explotadas por el exceso que a la explotación y a la dominación social y de género se añade la discriminación racial incofesa pero real; i) finalmente, esos elementos de las clases medias latinoamericanas, frustrados tantas veces en sus idealismos de contribuir a producir reformas estructurales y víctimas muchas otras del espejismo del poder de las clases altas, pero que, en una parte importante de sus componentes, han "echado su suerte con los pobres de la tierra" (en frase del patriota cubano, José Martí).

"En la vida real de rostros muy concretos en los que se debería reconocer los rostros sufrientes de Cristo, El Señor, que nos cuestiona e interpreta", también estaban incluidos los grupos revolucionarios armados que ya para entonces (1979) habían hecho de la resistencia o del combate armados el recurso extremo de que Medellín hablaba, reconociendo su legitimidad en última instancia,a pesar de las reservas incluidas. El texto en cuestión iba, en Medellín, más allá, incluso, que en la carta del Papa Pablo VI Populorum Progressio, añadiendo a la circunstancia legitimante de tiranía personal la de la tiranía estructural:

Si bien es verdad que la insurrección revolucionaria puede ser legítima en el caso de tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y damnificase peligrosamente el bien común del país -29-, ya provenga de una persona ya de estructuras evidentemente injustas (subrayado nuestro), también es cierto que la violencia o revolución armada generalmente engendra nuevas injusticias, introduce nuevos desequilibrios y provoca nuevas ruinas: no se puede combatir un mal real al precio de un mal mayor -30- (Med., Paz, n. 19).

En realidad sólo la distancia histórica permite, en gran parte de los casos en que una u otra forma de revolución armada ha acontecido, apreciar la justeza o la equivocación de quienes la eligieron como recurso extremo de práctica histórica.

Pasando ahora a una aproximación, no ya fenomenológicamente, sino conceptualmente teórica en términos de ciencia social, avanzamos esta definición de lo que en este estudio se considera como "sujeto histórico centroamericano nuevo". Se trata de una parte importante de la población de algunos de los países centroamericanos, articulada de la siguiente manera.

Alrededor del sufrimiento -a veces centenario- y de las exigencias cada vez más claras de dignidad, de participación, de satisfacción más justa e igualitaria de las necesidades fundamentales de las mayorías, se han articulado tres clases de fuerzas sociales: 1) los grupos revolucionarios armados, conceptualizados como "vanguardias" de un amplio movimiento social -se trate o no de "partidos políticos" en el sentido más usual de la palabra tanto en sociedades democráticas de tipo occidental como de tipo socialista 2) el nuevo sujeto histórico centroamericano agrupa, en forma de articulación desde su origen o por medio de una articulación posterior con las "vanguardias", a una serie multiforme de "organizaciones populares", no necesariamente fundamentadas, como principio de organización, en intereses tradicionalmente conceptualizados como "clasistas", sino que además de "clasistas" lo son de naturaleza étnica, religiosa, los movimientos de mujeres, estudiantil, barrial y -de manera no despreciable- profesional; 3) finalmente, el nuevo sujeto histórico centroamericano articula también en su compleja configuración un número notable de masas no organizadas, insurreccionables sin embargo, en una circunstancia determinada, espontáneamente movilizadas en otras circunstancias, o incorporables finalmente a una lucha revolucionaria prolongada. La relación articulada de estos tres componentes, cuando se consigue, los convierte de fuerzas sociales con protagonismos políticos dispersos, en una potente fuerza revolucionaria, en un sujeto político, cuyos objetivos -más o menos compartidos y más o menos hechos identidad consciente de sus componentes- se delinean como liberación social, democracia participativa, liberación nacional y (a veces) búsqueda de horizontes regionales capaces de posibilitar un noalineamiento frente a los sistemas mundiales y una diversificación de su endémica dependencia.

Axiológicamente desarrollan alrededor del concepto utópico de "hombre nuevo" una nueva jerarquía de valores humanos, nacionales e internacionales marcados por la solidaridad. Organizativamente constituyen partidos sui generis cuyo origen no necesariamente antecede a la opción de la práctica revolucionaria armada un nuevo tipo de colectividad política: los "frentes", que no deben ser equiparados lo que, en la tradición de los años 30 europeos se entendieron como "frentes populares".

Frente al nuevo sujeto histórico centroamericano, en gestación desde hace no menos de medio siglo (Sandino -1926-, Farabundo Martí -1944 a 54-, etc.), se atrinchera y lucha por la supervivencia de su poder tradicional un antiguo sujeto histórico centroamericano, cuyo origen se remonta al papel prevalente que, tras la independencia de Centroamérica, adquirió en Centroamérica la oligarquía criolla, heredada del poder colonial español. Durante varias décadas (1821-1840) esta oligarquía, latifundista, exportadora de añil, ganadera en grandes extensiones finqueras y/o comerciante, experimentó el desafío de una naciente burguesía modernizante, centrada sobre todo en la introducción del café en C.A. El efímero -históricamente- triunfo de la oligarquía conservadora y atrasada dio paso con la Reforma Liberal (comenzada en Guatemala, en 1871 -20 años más tarde que en México) al comienzo de la consolidación de un intento de configuración de una clase social burguesa, nacional, dominante.

El último país en ser testigo de este intento fue Nicaragua (gobierno de Zelaya en la década de los 90 y en la primera del siglo XX). El intento nicaragüense fue segado en flor por la famosa "Nota Knox", que precipitó el derrocamiento de Zelaya y a la intervención militar norteamericana por 25 años, dio inicio a gobiernos serviles a los intereses de los gobiernos de los Estados Unidos y culminó con la instalación de la dinastía dictatorial y pro-consular de los Somoza en 1934 (año del asesinato de Sandino). Al mismo tiempo en los otros países, la economía cafetalera, diversificada primero en la banca y en el comercio, fue experimentando el contrapeso de la presencia invasora de las compañías bananeras, creadoras de "enclaves" económicos que disputan el predominio del poder a la burguesía cafetalera y a una oligarquía, que a su atraso económico une a veces el abolengo de sus apellidos, y que no se resigna a perder su papel influyente. El caso límite de poder triunfante de las bananeras es Honduras y el único en que las compañías fruteras (UFCO, Standard Fruit) no logran introducir un enclave es El Salvador.

La conversión en mito de lo que se denominó luego la Doctrina Monroe facilita las políticas de transformación de las "Repúblicas Bananeras" en enclaves políticos de los intereses económicos y sobre todo, geopolíticos de los Estados Unidos. El tránsito de Panamá de ser un departamento colombiano, incomunicado del resto del territorio por el "tapón" del Darién, a llegar a ser una nación independiente ha quedado permanentemente contaminado por el negocio de Teodoro Roosevelt a cuenta del Canal de Panamá. De nuevo es El Salvador el país que hasta 1980 no contó nunca con el "favor" de recibir en su territorio como ocupantes a los infantes de marina de los Estados Unidos. El caso extremo de transformación de dichas ocupaciones en "proconsularismo" es por supuesto, la Nicaragua de los Somoza, eje, por tanto, de la mano de hierro o del guante de seda, según los casos, con que las diversas administraciones de los EE.UU. han mantenido alineados a su geopolítica a los gobiernos centroamericanos -sin que obste a esta afirmación el indudable margen de autonomía relativa de que todo país formalmente independiente puede disponer-.

Durante años -décadas- las burguesías cafetaleras, más o menos en alianza con las oligarquías atrasadas, gobernaron los países centroamericanos por medio de representantes de su misma clase social. La crisis del 29, sin embargo, provocó la cesión de la administración del Estado a los militares -en constante ascenso a medida que la maquinaria de los Estados iba haciéndose menos simple-.

Cafetaleros transformados en caudillos militares habían sido precursores de este cambio en Guatemala (Barrios, García Granados, Reyna Barrios, e incluso -más recientemente- Ubico). En El Salvador, la transformación se comienza con el General Maximiliano Hernández Martínez, ministro de defensa golpista del último gobierno civil que El Salvador ha tenido -salvo una efímera junta en 1960- hasta 1979 (desde 1932). El General Carías, en Honduras, es el equivalente de Ubico en Guatemala y de Hernández Martínez en El Salvador. Su tradición, tras de un gobierno civil liberal breve y alimentado por los "ideales de la Alianza para el Progreso (1960-63) es retomada por Oswaldo López Arellano, cuyas dos etapas de gobierno (separadas por otro breve interregno civil -1970-72-, esta vez nacional y no liberal) no sólo significan la cesión que la burguesía hondureña hace a los militares de su derecho a administrar el Estado, sino además, un intento serio de hacer por primera vez de Honduras un territorio estatalmente unificado y gobernable.

Guatemala, finalmente, en la década de los 70, significa el más ambicioso proyecto de los militares para utilizar el Estado y su poder como base autónoma para la construcción de un nuevo poder clasista -una clase que tiene como base material no sólo la propiedad de medios de producción sino el dominio de la infraestructura material del Estado-.

Los Somoza lo habían pretendido en Nicaragua, pero en el régimen somocista la familia dinástica, la Guardia Nacional y la dirigencia del Partido Liberal Nacional y la dirigencia del Partido Liberal Nacionalista nunca -en su compleja relación- permitieron a los militares el poder autónomo que comenzaron a alcanzar los militares guatemaltecos desde 1963 en Guatemala.

Oligarquía, burguesía -"nacional" en un sentido dudoso y ciertamente en un grado menor que la argentina, la brasileña o la mexicana, por ejemplo- y militares constituyen con la clara excepción de Costa Rica, en donde desde 1948 el papel de los militares se reduce constantemente hasta hace dos o tres años la conceptualización del "antiguo sujeto histórico centroamericano", embarcado hoy en una lucha sin cuartel por su sobrevivencia. La relación entre los tres grupos mencionados, en si misma compleja y hecha aún más intrincada por la alianza intermitente con elementos de la pequeña burguesía (pequeños propietarios, pequeños comerciantes e industriales) y de la tecnocracia y las profesiones -además de la inestable burocracia estatal (2)- constituye el "antiguo sujeto histórico centroamericano", de cuyo carácter la alianza con los intereses económico-geopolíticos de los Estados Unidos es un elemento las más de las veces esencial.

El "tercero en discordia" en este teatro centroamericano de acción son evidentemente los Estados Unidos, el sujeto histórico geopolítico, del que trataremos ampliamente en el trabajo.

Los autores de este número especial de ENVIO, que estudia las tendencias del mencionado conflicto en el período ya delimitado, mantienen opciones diametralmente opuestas a las que se han revelado como opciones del "antiguo sujeto histórico centroamericano" y de sus aliados gubernamentales en la administración Reagan.

No creemos que el recurso extremo de la resistencia, la combatividad o la violencia armada, que han caracterizado las situaciones terribles de la población guatemalteca en resistencia, de la salvadoreña en combate y de la nicaragüense en defensa de su nuevo proyecto revolucionario, sean el único camino abierto y viable para que todos los pueblos de Centroamérica o de América Latina se encaminen hacia el levantamiento de la terrible hipoteca de opresión, discriminación y explotación que sus grandes mayorías cargan sobre sus espaldas desde hace siglos. La Argentina de Alfonsín, el Uruguay de Sanguinetti, el Perú de Alan García y -en Centroamérica- Honduras y Costa Rica (Panamá, a la que consideramos como parte de nuestro Istmo, igualmente), pueden encontrar caminos de mayor justicia y dignidad sin tener que recurrir al recurso extremo de la guerra revolucionaria. Nos adherimos plenamente a la tesis mantenida por el llorado Monseñor Oscar Arnulfo Romero ("San Romero de América" -según la celebra poseía del Obispo brasileño Don Pedro Casaldáliga) de que a la violencia institucionalizada y a la violencia represiva no se puede responder con una especie de mística de la violencia (Cardenal: 1980). Más aún, por mucho que Ernesto "Che" Guevara se haya convertido en América Latina en un símbolo cuasi-sagrado de heroísmo y abnegación revolucionarias en favor de la justicia, no podemos aceptar sin más su famoso aforismo: "El guerrillero es el elemento más digno de la especie humana".

Nuestra posición tomada a nivel de los compromisos de la fe cristiana, de la cual los autores de este número especial de ENVIO se confiesan seguidores, se transforma, por intermedio de la mediación del análisis social -ciertamente no evidente con la misma evidencia para todos nuestros hermanos en la fe- en una opción por el "nuevo sujeto histórico centroamericano", cuya lucha digna y justa por la justicia y la hermandad tenemos la esperanza de contribuir modestamente a alentar con el presente análisis de la coyuntura centroamericana desde 1979 a 1985. De fondo está en nuestra opción la convicción de que el espíritu del Concilio Vaticano II, de Medellín y de Puebla nos invita a discernir, con la ayuda del mejor análisis posible de la realidad a nuestro alcance, no sólo la esperanza cristiana y la práctica, cristiana o no -explícitamente- del "nuevo sujeto histórico centroamericano", sino también las esperanzas políticas y los cauces prácticos que ellas van tomando entre los aciertos y los errores propios de la condición humana.

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