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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 378 | Septiembre 2013

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Nicaragua

“La tierra se está concentrando en pocas manos, la gran hacienda está de regreso”

Alfredo Ruiz, investigador en el Instituto Nitlapan de la UCA, compartió con Envío datos y reflexiones sobre la realidad del sector rural y de la economía campesina en una charla con Envío que transcribimos.

Alfredo Ruiz

Todos los días se nos dice que Nicaragua está experimentando un importante crecimiento económico, una reactivación económica, una mejoría económica. ¿Es cierto eso
en el sector rural? ¿Qué nos indican las dinámicas que se están viendo en el sector rural desde 2007?

Según estadísticas del Banco Central, la economía de Nicaragua ha crecido entre 2007 y 2011 a una tasa anual del 4%. En 2011 fue del 4.7%, la tasa de crecimiento más alta de Centroamérica. En 2012 fue inferior: 4.1%. En su informe de 2012 la CEPAL (Comisión Económica para América Latina) señala que en diez años (2001-2010) la pobreza se redujo en Nicaragua significativamente: del 69% de la población en pobreza y el 42% de ese porcentaje en indigencia, pasamos a un 59% de pobreza y a un 29% de indigencia.

¿Han logrado reducir la pobreza los programas sociales del gobierno del FSLN o ha sido la reactivación de la economía? ¿No explicarán mejor la reducción de la pobreza el aumento creciente de las remesas de los migrantes y el número de personas trabajando en los hogares? Según la CEPAL, en 2012 el incremento de la renta entre los pobres se ha debido principalmente a un aumento de los ingresos por trabajo remunerado, que representan en promedio las tres cuartas partes de esos ingresos. Y las remesas en Nicaragua ya han sobrepasado los 1 mil millones de dólares. Sabemos que muchas de las familias migrantes provienen del sector rural, principalmente de zonas de alta concentración de pobreza. En comunidades rurales de Macuelizo (Nueva Segovia), una zona seca y de mucha pobreza, hay familias que ya no cultivan ni maíz ni frijoles para su alimentación, pero tienen sus “canoas”, sus almacenes caseros, llenos de maíz y de frijoles. ¿Cómo hacen? Una colega miembro del equipo técnico de Soynica me explicó que esas familias tienen dos o tres hijas o hijos trabajando en el Salvador, donde ganan mejor que en Nicaragua y les envían remesas. Ésa está siendo la manera más segura de garantizar la seguridad alimentaria en zonas rurales de gran pobreza.

Otro dato general que también brinda la CEPAL es que en América Latina -que ha sido siempre la zona del planeta más desigual del mundo- se está reduciendo la desigualdad. Incluyen a Nicaragua en ese avance. Pero hay que tener en cuenta que la CEPAL mide la desigualdad por niveles de consumo y eso le da a la estadística un sesgo cuestionable. Ciertamente, en América Latina las políticas sociales de países grandes -Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia-, políticas que ayudan a paliar la pobreza, han mejorado los niveles de consumo de sectores populares.

Pero no necesariamente sus ingresos. Esos programas asistenciales han mejorado las estadísticas de consumo del continente, escondiendo las estadísticas de desigualdad, que se mantienen en la región.

Si midiéramos la desigualdad en términos de distribución de la riqueza o del ingreso, los resultados latinoamericanos serían diametralmente diferentes y veríamos cómo la brecha de la desigualdad se sigue manteniendo y la tendencia a la concentración de la riqueza en América Latina no ha desaparecido, al igual que sucede a nivel global.

Tal como viene sucediendo en los últimos cincuenta años, la famosa imagen de la “copa de champán” con la que hemos explicado la desigual distribución de la riqueza mundial, permanece vigente: un 20% de la población mundial, situado en lo ancho de esa copa, concentra el 82% de las riquezas del mundo, mientras que el 80%, situado en el estrecho tallo de la copa, se reparte el 18% de los recursos mundiales. También se está ampliando la brecha de la desigualdad en Nicaragua, a pesar del crecimiento económico, a pesar de la reducción de la pobreza extrema y a pesar de la mejoría en los niveles de consumo de los sectores populares.

Con este marco, veamos algo de lo que está pasando en el sector rural nicaragüense, que sigue teniendo una gran relevancia en nuestra economía. Los datos nos indican cuánto dependemos todavía, sobre todo en nuestras exportaciones, del sector rural. Se estima que el 20% del PIB nacional proviene del sector agropecuario, incluyendo la agroindustria. El sector agropecuario aporta hasta el 30% del PIB y el 70% de las exportaciones y el 40% del empleo nacional se genera en el sector rural. Nicaragua es el único país de la región centroamericana en donde el principal contribuyente al PIB nacional es el sector agropecuario. En segundo lugar, con un 18% está la industria manufacturera. En el resto de los países centroamericanos, la manufactura es la que más contribuye al PIB.

Otro dato relevante para entender por qué la pobreza extrema y la pobreza en general se mantienen más agudas en el sector rural es la desigual distribución de la tierra en el campo, un aspecto clave porque la tierra es el recurso fundamental en la generación de la riqueza rural que sostiene en tan gran medida la economía nacional. Según el censo agropecuario de 2011, y a pesar de todos los procesos de reforma agraria, el 7% de la población nicaragüense concentra el 57% de la tierra. Diez años antes, en 2001, esa misma proporción de tierra estaba en manos del 10% de la población, una variación que indica la tendencia a la concentración de la tierra. En 2002, el investigador francés Michel Merlet procesó más finamente los datos de tenencia de la tierra en Nicaragua, poniendo el énfasis en la tenencia de las fincas más grandes y construyó un dato más alarmante: demostró que el 4% de la población nicaragüense concentraba el 43% de la tierra.

¿Qué queda hoy de la reforma agraria? Si en 1990 las tierras reformadas llegaron a ser el 40% de las tierras productivas de Nicaragua, esa extensión ya en 2002 se había reducido aproximadamente al 10%. Desde los años 90 ha habido una contrarreforma agraria intensísima en las zonas donde hubo reforma agraria -hay estudios que lo muestran- y hoy estamos asistiendo al regreso del modelo de la gran hacienda. Un dato que explica la pobreza rural es éste: todavía hoy el 40% de las familias rurales, por lo menos unas 160-170 mil familias, no tienen acceso a tierra. Y no es evidente la voluntad política del gobierno del FSLN para responder a esta realidad.

En los últimos años los procesos de liberalización comercial y de integración económica regional y global han dinamizado la economía nacional y han ido reestructurando el sector rural. El dinamismo se aprecia en un importante incremento de las exportaciones de todos los productos que provienen del sector rural, duplicándose los volúmenes exportados entre 2007 y 2012. Estas exportaciones han crecido favorecidas por los buenos precios internacionales que se mantuvieron a pesar de la crisis global. Y también han crecido incentivadas por los procesos de liberalización y de integración que han visto llegar a Nicaragua en los últimos años a empresas transnacionales que tienen mucho que ver con la reactivación económica y también mucho que ver con la concentración de tierras. Así que la dinamización de la economía rural está estrechamente relacionada con la concentración de la riqueza.

Veamos primero algunos datos del crecimiento de las exportaciones generadas por el sector agropecuario en los últimos años. En el café las exportaciones pasaron en los últimos seis años de generar 200 millones de dólares a 500 millones, y ese crecimiento se dio aun en 2012, a pesar de que la roya ya estaba afectando el café. En esos mismos años las exportaciones de carne vacuna pasaron de generar 179 millones de dólares a 450 millones. La ganadería de carne es uno de los ejes cruciales de la reactivación de la economía rural.

Un poco antes del período del gobierno del FSLN ya se exportaba mucho ganado en pie (vaquillas y toretes vivos), lo que generaba 40 millones de dólares. Hoy esta modalidad se ha reducido a sólo 20 millones y la exportación de carne procesada ha crecido en relación a la exportación de ganado en pie. La reducción de la exportación de vaquillas y toretes a Venezuela y la llegada a Nicaragua en 2011 de la empresa mexicana SuKarne, son dos factores que explican el repunte de exportación de cortes de carne en vez de la exportación en pie.

¿Qué significa la reactivación exportadora del café y de la cadena del ganado de carne? A diferencia del café, donde el 90% de los cafetaleros de Nicaragua son pequeños productores de la economía campesina con áreas reducidas de café, la producción de carne está en manos de medianos a grandes productores. Grandes empresarios cafetaleros son pocos, pero en la ganadería de carne sucede lo contrario, porque nuestros sistemas de engorde de ganado necesitan de mucha tierra para producir carne, ya que a diferencia de la ganadería europea o la de Estados Unidos -donde el ganado se engorda en establos y consume cereales- en Nicaragua el ganado se alimenta a puro pasto, despalando el bosque
y convirtiendo en pastizales la tierra que fue de bosques.

A pesar de que esta producción de ganado de carne tiene un impacto dañino en el medioambiente, en Nicaragua cualquiera que se dedica a la ganadería, sea grande, mediano o pequeño, te dirá siempre: “Ganado es ganancia”: ganancia segura, inversión segura, menos riesgo… aunque sea a costa del medioambiente.

Otros rubros que han tenido un crecimiento exportador importante son el maní y el azúcar. En el mismo lapso de tiempo las exportaciones de maní crecieron de 56 millones de dólares a 132 millones. Con el azúcar, lo mismo: de exportar 74 millones de dólares hoy se exportan 194 millones. ¿Mejora esto la economía campesina? No. El azúcar está en manos de dos o tres grandes empresas, dueñas de grandes extensiones de tierra sembradas de caña.

Y ya los ingenios azucareros no son como los de hace unos veinte años, que empleaban mucha mano de obra. Ya no es así. El ingenio Monterrosa, en Occidente, por ejemplo, ha cambiado sustancialmente su tecnología y ahora la producción de caña está muy tecnificada. Eso significa que el ingenio, además de concentrar grandes cantidades de tierra, ya no es un importante generador de empleos. Y la tierra la concentran despojando a los campesinos de sus tierras por la vía de arrendarles las tierras para sembrarlas de caña o más recientemente por la vía de comprarles sus tierras.

Actualmente, la caña de azúcar compite con el maní. En toda la zona de la planicie de Masaya y por Granada, donde hasta hace poco el sorgo y el arroz competían con los manisales, se está expandiendo la caña de azúcar de la mano de grandes empresarios y hoy, donde no había producción de caña industrial, ya la hay, compitiendo con el maní.

En esa zona la gente habla del maní “de los chinandeganos”, porque no es de pequeños productores de la zona, sino de grandes maniseros de Chinandega, que ya no encuentran allá más tierras para sembrar maní y las vienen a buscar ahí. Al principio, arrendando tierras, alquilándolas cada año, y ahora comprando las tierras.

¿Qué significa esta “reactivación” para la economía rural de esa zona? Significa, por ejemplo, que muchos campesinos que no tenían acceso a tierra propia arrendaban ahí tierras para cultivar maíz y frijoles para su comida, para garantizarse la seguridad alimentaria, pero antes de que llegaran a la zona los grandes productores, hace cuatro o cinco años, arrendar una manzana de tierra para el ciclo agrícola costaba menos de 100 dólares y hoy ya cuesta 140-180 dólares. Los campesinos pobres no pueden competir con esos grandes empresarios para producir su comida. Esto significa pobreza y significa hambre.

Con la caña de azúcar es peor aún que con el maní, porque la caña es un cultivo de todo el año, un cultivo que permanece en la tierra durante muchos años. Y, por ejemplo, en esa zona de Masaya muchos campesinos, aun sin tener tierra, tenían sus vaquitas para producir leche porque el mercado de Masaya es muy atractivo para la leche, por la producción de cajetas y dulces y vendían bien la leche que sacaban de sus vaquitas, a las que tenían amarradas en los caminos durante el invierno, cuando la tierra está ocupada por los cultivos, esperando llevarlas a pastar a las áreas que dejaban despejadas los maniseros. Así alimentaban su ganado en los meses secos del verano. Pero hoy ya no pueden, porque las tierras invadidas por el cultivo de la caña de azúcar no les dan lugar para poner a pastar sus vacas. Son cambios que irán teniendo un impacto negativo importante en la economía campesina de esa zona. De hecho, ya la empresa mexicana SuKarne, que engorda su ganado en establos, entraba en competencia con el campesinado, porque SuKarne recogía todos los rastrojos que se producían en la zona, toda la broza del maní, y la llevaba a sus establos para alimentar su ganado y dejaban sin pasto a las vaquitas de los campesinos.

Otro rubro rural que también ha crecido es el de la leche y el queso, que hoy ha pasado de exportar 50 millones de dólares a 94 millones. Las empresas nacionales y transnacionales que procesan industrialmente la leche tienen sus encadenamientos con sectores de pequeños
y medianos ganaderos. En las principales rutas lecheras del país se ha creado una importante red de centros de acopio, muchos de cooperativas. La cadena de la leche es menos dañina para la economía campesina. El crecimiento de la industria láctea ha permitido que muchos pequeños ganaderos de las rutas lecheras que producen leche puedan vender leche a la industria y así conseguir mejores precios. Y aunque quienes se benefician de esta cadena no son los segmentos de la población más pobres, esta cadena dinamiza a un sector de la economía campesina de forma positiva favoreciendo la formación de cooperativas de acopio y comercialización.

Con el queso observamos una característica: donde se produce y se vende leche líquida no se produce queso. El queso se produce en los márgenes de las zonas de acopio de leche fluida. El queso es una producción de la frontera de las rutas lecheras, de los llamados puertos de montaña. Como el precio de la leche ha subido bastante y antes un litro de leche se lo pagaba la industria al productor campesino a 3-4 córdobas y ahora lo pagan hasta a 8-10 córdobas, los queseros no pueden competir con esos precios. ¿Qué hacen? Se adentran en la montaña, a donde no llega la industria y se crean un mercado relativamente mejor porque el ganadero de montaña tiene así la oportunidad de venderle su leche al procesador de queso. Los queseros articulan una red que integra al campesino finquero ganadero y al campesinado pobre de montaña, que es el que vive más incomunicado, metido en la montaña, sin caminos, en las peores condiciones.

El frijol es otro rubro que también ha crecido en exportaciones, aunque en menor proporción: ha pasado de exportar 39 millones de dólares a exportar 51 millones. La producción de frijol es pura economía campesina, no hay ni medianos ni grandes produciendo frijoles. Generalmente, se trata de una producción de montaña, en la que siempre surgen altibajos en los precios. En 2012 nos sorprendieron los problemas que estaban afectando la comercialización del frijol. En 2011 el quintal se lo habían pagado al productor hasta a 1,200 córdobas y un año después se lo pagaban a 600 córdobas y hasta a 300. Más grave que la caída del precio era que no había quién comprara el frijol. ¿Qué pasaba? Según una de nuestras jóvenes investigadoras, que está haciendo un estudio sobre la cadena del frijol, el gobierno tiene actualmente todos los controles para autorizar cualquier exportación y exige requisitos. Los permisos de exportación no los otorga de forma abierta y hay un permiso detallado para cada cantidad que se va a exportar. Esta burocracia afecta al exportador que tiene que hacer nuevos trámites y presentar nuevas facturas cada vez que quiere aumentar la cantidad que va a exportar. Y no es cualquier productor el que logra conseguir esos permisos. Todo esto creó serios problemas para exportar a los mercados centroamericanos. La principal exportación de frijol nicaragüense va a El Salvador, después a Costa Rica, después a Honduras.

El maíz, que es la tortilla del campesino y la de todos, no es un rubro de exportación. También se ha expandido la producción de maíz, que también es pura economía campesina. Hasta los más pobres buscan producir maíz. Revisando los censos agropecuarios de 2001 y de 2011 observamos que 130 mil manzanas de bosques desaparecieron en esos diez años para incorporarse a la producción agropecuaria, en un proceso que generalmente es siempre el mismo: primero talan el bosque para producir maíz y frijoles durante uno o dos ciclos y después convierten esas tierras en pasto para criar ganado. Ciertamente, tenemos una expansión de la producción agropecuaria, pero a costa de menos recursos forestales y de un negativo impacto ambiental. Es a costa de mayor vulnerabilidad climática y también de potenciales conflictos por tierras. En Nicaragua la ganadería crece a costa del bosque, ésa es la dañina lógica que se mantiene.

Vemos pues cifras positivas de crecimiento, de expansión de la producción agropecuaria, de más exportación de productos del sector rural. Pero eso está teniendo consecuencias, sin olvidar que Nicaragua sigue siendo el país de Centroamérica con más baja productividad por hectárea en el sector rural. El crecimiento y la expansión no se han dado por un aumento de la productividad. Aunque hay algunos destellos positivos en algunos sectores, en productividad estamos en los niveles de hace treinta o cuarenta años y si en Guatemala o en Costa Rica cada manzana produce entre 500 y 800 dólares, en Nicaragua estamos por debajo de los 300 dólares por manzana.

Lo más relevante en esta etapa es que el crecimiento de la economía rural y el dinamismo en el sector rural, están reestructurando la economía rural. Y lo están haciendo en un rápido proceso de reconcentración de tierras. Cada vez hay más tierras en menos manos. Estamos viendo reaparecer de nuevo la gran hacienda concentradora de tierras y despojadora de tierras.

Veamos con algunos ejemplos cómo avanza la reconcentración de tierras. La empresa alemana fabricante de chocolate Ritter Sport, interesada en la calidad del cacao nicaragüense, empezó a trabajar con pequeños productores, pero recientemente compró 3,500 hectáreas en el Caribe Norte para hacer sus propias plantaciones de cacao. Quieren garantizarse los volúmenes y la calidad del cacao que necesitan para producir chocolate en Alemania. Quisieron cambiar el modelo tecnológico y las variedades de cacao que producían algunos sectores campesinos, pero viendo lo costoso del cambio, la gran inversión que se requería, los campesinos no respondieron a esa oferta. Entonces, Ritter decidió comprar tierras y tener en Nicaragua sus propias plantaciones de cacao. Y a eso le llaman “comercio alternativo”…

Otro ejemplo: La empresa nacional CISA Agro, del Grupo Pellas, está sembrando café robusta en Nueva Guinea. El café robusta no es el café que producen las 45 mil familias campesinas que producen café. Si esta gran empresa empieza a producir otro tipo de café, a mediano plazo podríamos empezar a ver impactos negativos en la economía de los campesinos cafetaleros.

Hay más ejemplos que alertan sobre previsibles resultados negativos. En los últimos años, los años del actual gobierno, más de 100 mil hectáreas, unas 120 mil manzanas de tierras productivas, han sido compradas en Nicaragua por capital extranjero, han pasado a manos de transnacionales, en una dinámica que es nueva, que está siendo acelerada, que está transformando la economía campesina y la economía rural, porque las tierras no sólo pasan a manos extranjeras por un proceso de compraventa, también hay estrategias
de despojo.

Veamos algunos casos. Para reforestación y negocios madereros, Hemco, empresa de capital canadiense, compró 10 mil hectáreas en el Caribe Norte; Norteak, de capital noruego, compró 6 mil hectáreas en Boaco; Futuro Forestal, de capital estadounidense, compró 10 mil hectáreas en Nandaime y El Sauce para sembrar teca y exportarla y ya se ven por las orillas del río Ochomogo extensos tecales; Precious Wood, de capital suizo, compró 5 mil hectáreas en Rivas; Maderas Cultivadas del Centro, de capital costarricense, compró 7 mil hectáreas en el sur del país; Proyecto Teca, de capital costarricense, compró 5 mil hectáreas en Río San Juan.

Tenemos así seis empresas extranjeras que concentran ya miles de hectáreas para plantaciones, no de especies nativas, sino de especies exóticas para la exportación. Viéndolo a futuro, esas plantaciones de teca, como las de palma africana, como las de cualquier monocultivo, resultan negativas para la fertilidad de los suelos porque el monocultivo extrae de la tierra de forma continua el mismo tipo de nutriente
y eso va empobreciendo los suelos.

Hay concentración de tierras para otros rubros. Para proyecto de palma africana, capitales de Costa Rica y Honduras, compraron 16 mil hectáreas en el Caribe Sur
y en Río San Juan. Para ganado de engorde, capitales de México (SuKarne) y de Guatemala compraron 15 mil hectáreas en León, Rivas y Chontales. Los mexicanos tienen establos en León, en donde proyectan engordar 30-40 mil cabezas de ganado por año. Los guatemaltecos tienen sistemas de engorde tradicional, similar al de nuestros ganaderos.
Para producción de naranjas, el Grupo Pellas compró 6 mil hectáreas en Río San Juan. Para caña de azúcar, el Grupo Pantaleón, de capital guatemalteco, compró 10 mil hectáreas en Chinandega para extender sus cultivos de caña. Y para turismo de playa, diversos capitales nacionales y extranjeros han comprado ya 15 mil hectáreas en Tola y San Juan del Sur, departamento de Rivas, funcionando ya en esas tierras el complejo turístico de lujo Guacalito de la Isla y el hotel Mukul, del Grupo Pellas, en donde la noche cuesta 500 dólares…

Este crecimiento económico, esta reactivación que está reconcentrando la tierra, ha enriquecido a algunos y empobrecido a muchos, alterando la economía campesina. Recientemente tuve una reunión con una red de sociedad civil que estaba definiendo un plan de monitoreo del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea y una compañera de la organización Nochari, de Nandaime, relató que el Grupo Pellas había comprado por allí un territorio “con todo y la gente” para desarrollar un proyecto de turismo rural. Quieren aprovechar el río, fomentar actividades deportivas, motos, cacería,paseos a caballo...

Escuchándola, pensé: ¿No será mejor que estas empresas tan poderosas compren la tierra “con la gente”? Porque si la gente vende sus tierras, ¿a dónde van? En general, y como viene sucediendo en todos estos casos que he citado, la gente que vendió su tierra a los extranjeros o se convierte en mano de obra de la empresa de palma africana o de madera o se van a comprar tierra en la montaña, reanudando el ciclo tradicional: deforestar, sembrar granos y hacer pastizales para ganado. Incrementan la migración hacia adentro, la de quienes siguen las rutas agropecuarias. También se incrementa la migración
del campo hacia la periferia de los centros urbanos. Managua lo demuestra. Y también crece la migración hacia afuera: hacia Costa Rica, Panamá, Estados Unidos, España, países centroamericanos… La migración está creciendo muchísimo y eso se puede medir por el creciente envío de remesas, que ya alcanzó en 2012 la cifra récord de más de 1 mil millones de dólares. No hay que olvidar que la emigración y las remesas son una de las principales razones por las que se ha reducido la pobreza en el país.

La reactivación agropecuaria está basada, tanto en avanzar sobre los bosques como en ocupar espacios que estaban subutilizados. La tierra ociosa se está reduciendo en este proceso, mientras que el ciclo tradicional del sector rural -vender tierras para comprarlas en otro lugar- es cada vez más inviable porque en Nicaragua ya no tenemos frontera agrícola hacia donde avanzar y cada vez son más intensos los conflictos por tierras entre las poblaciones indígenas del Atlántico y las poblaciones mestizas que están llegando, expulsadas de sus tierras o buscando conquistar nuevos territorios, como tradicionalmente han hecho siempre quienes vendían sus tierras degradadas de Boaco o de Matiguás. Ésa ha sido la lógica tradicional. Pero esa lógica ya no es posible porque si avanza la frontera agrícola llegamos al mar, al Atlántico, o a las comunidades indígenas, donde hemos visto crecer la conflictividad en los últimos años. Hay diferentes causas de la violencia en el Caribe -el narcotráfico, la minería, las mafias madereras-, pero mucha de esa violencia tiene que ver con problemas de tierras.

¿Participa el gobierno del FSLN de alguna forma en estos acelerados procesos de reconcentración de la tierra, de compra de tierras en los que están involucrados capitales externos? No tenemos información. Pero si este gobierno no nos da información sobre asuntos que son de interés público, menos que la dé o que la encontremos sobre si participa o no en estos negocios.

La reconcentración de tierras en manos extranjeras o en manos de grandes empresarios nacionales y extranjeros está ocurriendo a la par de las estrategias de combate a la pobreza y al hambre del gobierno del FSLN. Pienso que ante la magnitud de la reconcentración de las tierras, ante la falta de voluntad política para dar tierra al 40% de las familias campesinas que no tienen acceso a tierra, lo que el gobierno ha hecho o hace son soluciones “con pies de barro”.

El programa emblemático del gobierno para combatir la pobreza y el hambre rural ha sido el programa Hambre Cero, los bonos productivos alimentarios, los BPA. Recordemos que los bonos consisten en entregar a mujeres jefas de familia algunos bienes: una vaca, una cerda parida, gallinas y un gallo, semillas, árboles frutales y materiales de construcción para guardar los animales, todo por un total de 1,500 dólares. Las mujeres deben organizarse en “núcleos” y contribuir anualmente a un fondo revolvente pagando un 20% del valor del bono. El objetivo es que las beneficiarias capitalicen los bienes que se les entregan, se capaciten en cómo hacerlo y se organicen. La condición es que la beneficiaria tenga al menos una manzana de tierra y no más de diez manzanas. Si no tiene tierra propia a su nombre, se considera también válido que la tierra sea de algún familiar y tenga acceso a ella.

No hay datos oficiales que nos indiquen con exactitud a cuántas familias ha llegado el bono del programa Hambre Cero. Rebuscando cifras y preguntando, se escucha que en los casi siete años de este gobierno se han entregado aproximadamente 100 mil bonos. ¿Por qué podemos considerar que Hambre Cero tiene “pies de barro”? En primer lugar, y en el lugar más importante, porque si el 40% de las familias campesinas, unas 160 mil familias o un poco más, no tienen acceso a tierra, tampoco han tenido acceso a este programa. Y son los más pobres entre los pobres.

Por otro lado, y aunque no existen evaluaciones oficiales del programa accesibles al público, extraoficialmente se habla de un éxito notable y el gobierno ha recibido reconocimientos por reducir la pobreza y el hambre. ¿Será así…? En mi experiencia, recorriendo diversas zonas del país donde trabajamos -Pantasma, Wiwilí, Río Blanco, Matiguás, Masaya, Somotillo, Ocotal- he visto éxitos relativos, algunos aspectos positivos en el corto plazo, alguna mejoría en la vida y la alimentación de la familia. ¿Son logros duraderos? La pobreza y el hambre son realidades muy complejas para las que no hay soluciones rápidas ni respuestas mágicas. La viabilidad de este programa en el mediano y largo plazo es dudosa. Lo mismo podemos decir de tantos y tantos proyectos de la cooperación internacional que muestran ciertos resultados que ayudan a paliar la miseria y el hambre durante un tiempo, pero al terminarae el proyecto no queda nada porque no se produjo ningún cambio estructural.

¿Durante cuánto tiempo es viable un programa como el del bono productivo sin continuas inyecciones de apoyo, de ayuda? De las pláticas que hemos tenido con muchas de las mujeres beneficiadas calculamos que más o menos la mitad logra capitalizar algo de lo que recibe con el bono productivo: logran reproducir la vaca, los cerdos, las gallinas y hacer alguna producción con la leche, con la carne. Pero hay una mitad que no lo logra. Se comieron los animales y esperan más ayudas. Aunque el bono productivo pretende capitalizar, en situación de miseria y de hambre se transforma en consumo.

El programa Hambre Cero incluye también una estrategia de organización de las beneficiarias del programa, aspecto crucial para la sostenibilidad a mediano y largo plazo. Algunas de las organizaciones surgidas del programa se han consolidado y han conformado cooperativas de mujeres. Pero este proceso de organización pareciera responder más a una estrategia política pensada desde la lógica del partido de gobierno para articular más su base social que pensada desde la lógica de los intereses socioeconómicos del campesinado.

Eso también lo hemos comprobado: muchos de estos grupos enfrentan dificultades para organizarse y participar. En varios territorios hemos podido identificar que más o menos la mitad de las beneficiarias participa activamente y el resto no, porque tienen que caminar dos horas hasta llegar al núcleo de organización y porque sienten que la lógica de la organización no responde ni a sus estrategias de vida ni a sus intereses. Haciendo balance, con Hambre Cero estamos ante un éxito relativo y de corto plazo.

El problema del hambre es sumamente complejo. Recientemente animaba un taller de reflexión sobre seguridad alimentaria en Arrayanes y Guasure, dos comunidades de
Las Segovias. Empezamos tratando de conceptualizar desde la comunidad qué entienden ellos por “seguridad alimentaria” para así construir colectivamente el concepto. Yo pensé que lo definirían a partir de lo que es su dieta. Y así fue. Les pedí que describieran qué había en el “plato” de su seguridad alimentaria. En ese plato ponen la tortilla de maíz
y los frijoles, el queso sólo aparece cuando van a cortar café, la carne no aparece casi nunca y los huevos alguna que otra vez. Hicimos después un ejercicio para que se agruparan respecto a su seguridad alimentaria. Quería saber qué nivel de hambre hay en esas comunidades. Se formaron cuatro grupos. Uno dijo que tenía garantizado ese “plato” de comida todo el año.

Eran sólo el 20%. Los otros tres grupos no lo tenían asegurado. Uno dijo que desde el primer mes del año tenían problemas para comer. Otro dijo que sólo tenían garantizada una cobertura plena de comida la mitad del año. Y el otro dijo que la tenían garantizada ocho o nueve meses. Algunos dijeron que cuando aprieta el hambre cierran la casa, se va toda la familia a la montaña a cortar café y en la montaña encuentran algo que comer: malanga, guineos, algo…

A esas comunidades han llegado organismos donando cabras, pero cuando el hambre apretó no criaron las cabras para reproducirlas, sino que se las comieron. Y es que cuando la gente tiene hambre se desespera y se come hasta la gallina que pone los huevos de oro…”Erradicar el hambre no es jugando”: así me dijo con preocupación un campesino. Tiene razón, el hambre es un problema estructural que no se resuelve con programas de corto plazo ni con paliativos que generan cierto nivel de consumo durante un tiempo.

¿Qué hacer? No hay soluciones mágicas, pero tampoco hay soluciones generales, porque los problemas son diversos y son estructurales. En estas comunidades segovianas, donde hay diferentes niveles de hambre, le decía a la gente de la organización que los apoya, Soynica, que estaban poniendo “la carreta delante de los bueyes” porque estaban trabajando por mejorar la nutrición de la comunidad, siendo así que la prioridad de esa gente es cómo “llenar la tripa”.

La prioridad es cómo hacer para que toda la comunidad tenga todo el año lo que ellos conciben como su seguridad alimentaria, que es tortilla y frijoles. Haríamos un enorme cambio si lográramos que la gente coma todo el año. Sólo después nos ocuparíamos de conseguir la seguridad nutricional. En estas comunidades, tres o cuatro familias son dueñas de todas las tierras y el 80% de la gente no tiene acceso a tierra. Pensé entonces que montar un programa de arriendo de tierras que les permitiera cultivar en tierra arrendada la comida, el maíz para la tortilla y los frijoles, podría ser un proyecto importante. Hoy, alquilar una manzana de tierra en esas comunidades durante un ciclo cuesta 1,500 córdobas y a la mayoría no le alcanza para pagar esa cantidad. Algunas veces tres o cuatro familias se juntan y así logran alquilar una manzana donde cultivar algo para comer.

Conclusión: El sector agropecuario ha experimentado un importante crecimiento en producción y exportaciones, principalmente por la apertura a mercados externos y aprovechando un contexto de buenos precios internacionales, a pesar de la crisis global. Pero ese crecimiento económico está vinculado a una creciente concentración de tierras en manos de capital extranjero.

La gran hacienda privada ha retornado muy modernizada y genera cada vez menos empleo. Y la frontera agrícola ha llegado a su límite, ya no da para más. Forzar la expansión de tierras para la agricultura y la ganadería acabará con los pocos bosques que nos quedan y agudizará los conflictos. En un contexto como éste los programas del gobierno contra la pobreza y el hambre en el sector rural no están dando respuesta ni a las familias campesinas sin acceso a tierra ni a quienes teniéndola se enfrentan en condiciones de enorme desigualdad a dinámicas aceleradas de reconcentración de la tierra.

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