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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 374 | Mayo 2013

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Nicaragua

¿Qué sabemos y qué no sabemos del megaproyecto Tumarín?

Cristopher Mendoza, periodista del programa radial Onda Local, compartió sus experiencias en la zona donde se construirá la presa hidroeléctrica Tumarín, en una charla con Envío que transcribimos. Cruzamos sus palabras vivenciales con análisis y reflexiones del economista Edmundo Jarquín.

Cristopher Mendoza

Los periodistas vamos a los lugares en donde están ocurriendo las cosas para acercarnos a la gente de esos lugares y darles voz. No nos conformamos con las declaraciones oficiales de las instituciones y de las empresas ni con los discursos de los funcionarios. En octubre del año 2010 nos interesamos por el lugar en donde nos decían que se construiría el megaproyecto hidroeléctrico Tumarín. Aunque sabíamos poco de ese proyecto, sí sabíamos que Nicaragua es el país de Centroamérica con más agua para producir con ella energía eléctrica y sabíamos que entre todos los proyectos que en Nicaragua están surgiendo estos años para cambiar la matriz energética del país y sacarnos de la dependencia de la energía producida con derivados del petróleo, Tumarín sería el proyecto mayor y más importante: una presa hidroeléctrica que produciría casi el 30% de la energía que consumimos en Nicaragua.

Para saber más de este proyecto yo tenía que llegar a Apawas, un poblado de 2 mil habitantes, el lugar central en donde se instalará esa represa. En Apawas no hay acceso a teléfono convencional, sólo hay dos teléfonos satelitales. Sin conocer a nadie allí, me ayudó saber que mi padre, de Camoapa, conocía a un amigo que tenía un amigo que tenía allí una finca. Ése sería mi primer contacto. Apawas es un nombre mayangna. Ese territorio y los territorios cercanos fueron de esta etnia indígena, pero hace unos 50 años los mayangnas fueron desplazados de allí por colonos mestizos de Boaco, Camoapa, Chontales…

Para llegar a Apawas viajé en bus de Managua a San Pedro del Norte: unas nueve horas. Después contraté un bote: tres horas y media. Ese viaje sobre el río Grande de Matagalpa fue inolvidable: aquel espejo de agua, aquel río inmenso, que en algunos lugares llega a tener hasta cien metros de ancho… En las orillas vi piedras donde las crías de tortugas, las crías de caimanes y de cocodrilos se asoleaban con sus bocas abiertas… Era algo que escapaba a mi imaginación, algo que sólo había visto en el Discovery Chanel y que no sabía que lo había también en mi país. Vi también nutrias. Vi piedras con petroglifos, grabados allí por nuestros ancestros. Un mundo mágico… Pronto descubrí que eso que vi aquel día nunca lo volveré a ver si llega a realizarse el proyecto Tumarín, que causará una gran inundación y afectará a los animales que allí van a desovar y sumergirá para siempre los recuerdos de nuestros antepasados… Ese mundo mágico cambiará si Tumarín, un embalse de 55 kilómetros cuadrados de superficie, se hace realidad.

En el mismo bote me moví hasta “la zona cero”, en donde está proyectado se levante el muro de la represa. Allí están ya instalados los mojones de metal y están marcadas unas rayas que señalan los niveles a los que llegará el agua. Encontré allí a la dueña de ese terreno: doña Juliana González Valle. Me dijo ella que los de la empresa habían venido una sola vez el año anterior, en 2009. Le pedí que me contara. “Yo los vi sembrando un tubo y haciendo unas rayas. Hacían medidas con unos rollos, con unos mecates y empezaron a rayar…Yo me preocupé y le dije: Señor, ¿qué está haciendo? Me dijo: Es que aquí vamos a construir la represa Tumarín. ¿Aquí qué cosa van a construir? ¿Y por qué aquí y por qué no más allá? Me dice aquel hombre: Es que el estudio dice que aquí es donde se tiene que hacer y ustedes van a tener que vender este terreno. Yo le alego: Pero nosotros no pensamos vender nada”. Con doña Juliana hablaba un ingeniero llamado Sandro, que le dijo más: “Pues si no quieren vender se van a meter a un problema, porque los de catastral no andan con babosadas y ellos le van a dar no lo que usted pida, sino lo que ellos le quieran dar. Y como esta represa será de mucho beneficio para todo el país no la van a beneficiar a usted. Entiéndalo: no van a ver el beneficio individual de usted, sino el desarrollo de todo el país. Entiéndalo: no les va a quedar de otra que vender”.

Cuando yo conocí a doña Juliana era ya el año 2010, un año después de esto, y ella estaba todavía afligida. “A mí nadie me dijo nada y ahora, ¿a dónde vamos a ir?” Es lo que piensa la gente cuando alguien llega con fuerza de voz y le dice que le compra su terreno y que algo como una inundación va a ocurrir. No saben cómo reaccionar.

Edmundo Jarquín:Cuando en 2008 se anunció la puesta en marcha del proyecto hidroeléctrico Tumarín, aguas abajo del río Grande de Matagalpa, le dimos la bienvenida. ¿La razón? Obvia. Nicaragua es el país con más potencial hidroenergético de Centroamérica y, sin embargo, es el país que en proporción a su consumo genera menos energía hidroeléctrica. Como requisito fundamental para su productividad y consecuente competitividad, y por tanto para su desarrollo, Nicaragua requiere cambiar su matriz energética. Teniendo un enorme potencial hidroenergético, geotérmico y eólico, somos uno de los países latinoamericanos más dependientes del petróleo para generar energía.

La decisión de aprovechar nuestro potencial hidroeléctrico no inicia con Tumarín. Comienza en los años 70 con el proyecto Copalar, también sobre la cuenca del río Grande de Matagalpa, un megaproyecto que iba a financiar el BID. Se decía que ese proyecto no sólo iba a cambiar la matriz energética del país, sino que también cambiaría el mapa de Nicaragua, porque si se hubiera realizado tendríamos en Nicaragua un tercer lago, además del Cocibolca y del Xolotlán. La megarepresa Copalar iba a conformar un enorme embalse, de un tamaño enorme, de la mitad del lago Xolotlán, que tiene una superficie de 1 mil 50 kilómetros cuadrados. En esa represa confluirían unos veinte afluentes del río Grande de Matagalpa. Se le calculó un costo de 277 millones de dólares de entonces y una capacidad de producir 350 megavatios de energía.

Con la guerra contra Somoza en los años 70 y con la guerra de los años 80 ese proyecto se abandonó. Se quiso retomar en los años 90 pero no se pudo. Y fue hasta el año 2002, durante el gobierno de Enrique Bolaños, y durante aquel famoso Plan Puebla Panamá, que pareció que iba en serio con un consorcio de empresas transnacionales. Pero se encontró entonces con nuevas dificultades, entre ellas la firme y unificada resistencia de la población de Bocana de Paiwas, uno de los municipios que iba a desaparecer inundado por la megarepresa. Paiwas es otro nombre de origen mayangna. Aunque allí ya no hay indígenas, es una población de colonos mestizos.

Fueron especialmente las mujeres las que decidieron enfrentar el proyecto Copalar. Desde la radio “Palabra
de Mujer” las mujeres de Bocana de Paiwas encabezaron y organizaron la resistencia de la población contra Copalar. Las mujeres se unieron, unificaron ideas, marcharon por las calles, distribuyeron información, crearon consignas, protestaron con una movilización permanente y pusieron al descubierto que ese proyecto no contaba con ninguna consulta a la ciudadanía. Que no tenía ningún respaldo de la población.

¿Por qué las mujeres estuvieron tan unidas contra Copalar? Entre otras cosas, porque si todo se inundaba, si tenían que vender las tierras, si la mayoría de las tierras estaban legalmente a nombre de los hombres y no de ellas, las mujeres sentían que estarían subordinadas a las decisiones que tomaran los hombres de la familia: ellos decidirían si vendían o no y también decidirían el precio de la tierra. Eso también alentó la lucha de las mujeres.

Cuando hablé con gente de Bocana de Paiwas sobre aquella etapa me decían que los promotores de Copalar no les informaban nada, sólo avisaban: “Aquí todo va a quedar inundado”. Igualito que ahora con Tumarín. Pero la gente no entendía qué cosa podía significar que Bocana de Paiwas -un territorio tan amplio, con tantos desniveles, con cuestas que tenés que subir de rodillas- pudiera quedar inundado. Lo peor era que la gente no sabía para dónde se iba a ir a vivir cuando todo se inundara. Entre 30 mil y 50 mil personas de Bocana de Paiwas y de otras comunidades se salvaron de esa aflicción porque, finalmente, el proyecto Copalar quedó atrás y sólo quedó de él el proyecto Tumarín. La presa hidroeléctrica Tumarín era una parte del gran proyecto Copalar, era uno de los tres embalses en que consistía aquel megaproyecto.

Volvamos a mi viaje a Apawas. Cuando por fin llegué al poblado lo primero que me encontré fue a un hombre que con un megáfono llamaba a una reunión. Era otra reunión más para ver cómo resolver el conflicto que ya tenían con la empresa brasileña. La empresa que desarrolla el proyecto Tumarín se llama CHN (Centrales Hidroeléctricas de Nicaragua) y en ella están asociadas dos empresas estatales brasileñas, Eletrobras y Queiroz Galvão, a su vez socias de la estatal nicaragüense ENEL, que tiene el 10% de las acciones.

La principal demanda de la gente cuando estuve allí en 2010, y hasta hoy, es que la empresa no les quiere pagar un buen precio por las tierras que se van a inundar con el proyecto. Aquel día me contaron que la empresa les había dado ya 8 mil córdobas a cada familia como una especie de compensación, de obsequio, por llegar a invadir su territorio. Y al darles eso les pidieron que firmaran un recibo. Dijeron que era para tener un control, para hacer después un informe. Miguel Winchán -un apellido muy común por aquellos lados- se lamentaba conmigo: “¿Sabés qué dicen ahora los de la empresa? Que esos 8 mil pesos que nos dieron de regalo son ya parte de la indemnización que nos van a dar y que lo que firmamos no era el recibido, sino que ya era un compromiso de que íbamos a venderles al precio que ellos pongan, que lo que firmamos era como un contrato que nos amarraba a vender. Y ahora me siento baboso por haber firmado”. Un montón de personas firmaron como él, engañados. “Imaginate -me dice ahora en 2013 Carlos Morales, en ese entonces, miembro con Winchán de la cooperativa Nueva Apawas, en defensa de los intereses del poblado-, cuánto tiempo ha pasado y seguimos en la misma lucha. Hasta hoy nos siguen sacando en cara aquellos 8 mil pesos que nos dieron y no quieren llegar a acuerdos con nosotros”.

Los agricultores y ganaderos que tendrían que venderle sus tierras a la empresa brasileña exigieron inicialmente el pago de 818 dólares por manzana, pero considerando que la tierra se revaloriza con el proyecto, exigen ahora que eso que pidieron se incremente en un 60%. Quieren vender sus tierras para ir a comprar tierras a otro lugar y seguramente convertirlas en potreros. Hay que estar claros que la mayoría de la gente allí no tiene ninguna preocupación medioambiental y que lo que quieren es que les paguen a buen precio sus tierras. No son indígenas, arraigados a su tierra ancestral. No son mayangnas, gente de cultura de río. Son colonos mestizos: campesinos o ganaderos.

Los que son comerciantes tienen aún más preocupaciones. Me decía Carlos Morales, que es ahora vicepresidente de la comisión negociadora de comerciantes de Apawas: “Mirá, yo no sólo quiero que me paguen bien mi casa y mi terreno, también me tienen que pagar mi ruta comercial, porque yo tengo años de vivir en Apawas y tengo muchos clientes en La Cruz del Río Grande y ahora, con este proyecto metido en medio, los voy a perder”.

Al regreso del viaje a Apawas, y ya con más conocimiento de lo que estaba sucediendo en la zona, hicimos en Onda Local un programa sobre el proyecto Tumarín. Participó Mauricio Lacayo, un biólogo marino, docente de la UNAN, que fue consultor en el proceso de elaboración del estudio de factibilidad y del estudio de impacto ambiental del proyecto. Participó Petrona Gago, en ese entonces en el Departamento de Calidad Ambiental del MARENA (Ministerio de Recursos Naturales y del Ambiente). Durante el programa ella hizo varios compromisos, entre ellos transmitir las opiniones de la gente que habló en el programa desde la zona para iniciar un proceso de revisión de los procesos para el proyecto. Participó Iris Valle, del Centro Humboldt, una ONG que le da seguimiento a proyectos así, por sus consecuencias ambientales. Participó también Alberto Espinosa, quien fue concejal del Consejo Regional de la RAAS (Región Autónoma del Atlántico Sur), en donde estará ubicado el proyecto Tumarín. Espinosa era uno de los que en el año 2009 aprobó la Ley 695 que crea este proyecto. Espinosa nos dijo así, claramente: “Sí, lo aprobamos. Esa ley venía con diputados acuerpándola. Al diputado Eliseo Núñez Morales yo le reclamé por el poco tiempo que nos daban para conocer esa ley en detalle. ¿Qué íbamos a hacer nosotros? No podíamos hacer nada más que aprobar, porque eso venía ya amarrado desde arriba”.

La funcionaria del MARENA que estuvo en el programa nos dijo que cualquier persona que estuviera interesada en conocer el estudio de impacto ambiental, avalado por el MARENA en marzo de 2010, podría acceder a él haciendo la solicitud correspondiente. Yo hice esa solicitud como periodista y la hice como ciudadano. He solicitado en varias ocasiones conocer esos estudios, tengo el “recibido”, pero nunca he recibido ninguna información.

En Apawas, Evercio Álvarez, el síndico de lo que llaman Tumarín Indígena, me dijo señalando allá, cuando mirábamos el río desde la cima una loma: “¿Sabés qué es lo que va a pasar aquí? Que ese muro tan grande que van a levantar ahí se va a desbaratar, nos va a caer encima y nos va a pasar llevando”. Le conté ese comentario después a un ingeniero del proyecto y se rió: “La gente es loca, por eso dicen locuras”. Durante el programa, Iris Valle insistió en que la gente tiene esos pensamientos y esos temores porque no les han dado información, no les han dado el más mínimo detalle, sólo les dicen que algo les va a ocurrir, que algo grande les va a afectar y que por más que hagan no lo pueden detener.

¿Podría ocurrir allá un accidente como el que escuché de boca de aquel poblador? En esta misma reunión que organiza Envío, el experto en derecho fiscal, Julio Francisco Báez recordaba hace unos meses que Marcelo Conde, representante de la empresa brasileña Queiroz Galvão, responsable del proyecto Tumarín, justificó así en 2012 el incumplimiento en los plazos del proyecto y el continuo incremento de su costo, en una entrevista con Erving Vega en el Canal 8, propiedad de la familia presidencial. En esa ocasión dijo Marcelo Conde: “Esa región es bastante afectada por huracanes y lluvias y hay también alguna falla geológica allí. Nosotros hemos hecho algunos proyectos similares en Brasil, pero en Nicaragua hay un doble o triple de situaciones adversas. Nosotros nos habíamos preparado para un escenario más conservador”.

¿Y los estudios de factibilidad no les avisaron de esas adversidades? La confesión de Conde me hace dudar de la calidad de esos estudios, que aunque nadie conoce, aseguran y juran hasta con los dedos de los pies que se hicieron correctamente. Pero qué contienen, con qué pericia los hicieron, qué previsiones hay ante cualquier accidente…eso nadie lo sabe, son aspectos totalmente desconocidos.

O sea, que tiene alguna razón el señor que teme que se derrumbe el muro de la presa y les caiga encima… Lo que está claro es que todo lo que rodea Tumarín genera temores porque es como un secreto de Estado. No hay información, todo se ha hecho a nuestras espaldas…

Edmundo Jarquín:La energía es un bien público. Entre más barata, mejor para todos. Y con mayor razón si la energía se genera con recursos naturales, eólicos, geotérmicos, hídricos, que son del país y no de nadie en particular. Entonces, ¿por qué tanto secretismo estatal? En Tumarín no se trata de negocios entre privados, sino de un bien público. Es un tema del Estado, y por tanto, no debería haber ningún secretismo, como resulta obvio lo hay.

¿Que los inversionistas requieren recuperar su inversión, y tener una ganancia como la que espera cualquier inversionista? Desde luego que sí. ¿Que los eventuales financiadores de los inversionistas -se dice que es el Banco Nacional de Desarrollo de Brasil- requieren garantías de que recuperarán su crédito? Desde luego que sí. ¿Que Nicaragua no solamente busca cambiar la matriz energética, sino reducir los costos de la energía? Desde luego que sí. Pero, ¿qué ganamos, como consumidores y productores, con que se cambie la matriz energética, actualmente tan dependiente de los precios del petróleo -que Chávez, por cierto, no nos vende al “precio justo” que tanto gusta a Ortega- si no se reduce el costo de la energía? Al gobierno corresponde responder a esas interrogantes.

También me encontré por allá por la zona donde se hará Tumarín gente que está conforme, hasta satisfecha, que dice: “El proyecto suena bien, suena que va a ayudar a Nicaragua, suena que va a bajar la tarifa que pagamos por la energía”. ¿Será cierto? Es difícil saberlo porque todo lo del proyecto Tumarín ha estado raro y siempre lo han estado cambiando. En abril de 2010 nos dijeron que empezarían la obra a mediados de ese año, que esa nueva central hidroeléctrica estaría funcionando a finales de 2013 generando 230 megavatios de energía y que la inversión costaría poco más de 625 millones de dólares. Pero año con año cambiaron las fechas, los plazos, los costos del proyecto…

Actualmente, en Nicaragua estamos casi 50%-50% entre la energía que consumimos producida por petróleo
y la producida con energía renovable: eólica, solar, hidroeléctrica, biomasa, geotérmica…Y las renovables vienen avanzando rápido en los últimos años. Como ahora ya dicen que Tumarín va a producir 253 megavatios, cuando se haga y produzca eso tendríamos una proporción más favorable: 90% renovables y 10% por petróleo, aunque eso ocurriría hasta dentro de cinco años a partir del inicio de la construcción del proyecto Tumarín. Y no ha iniciado, siguen los retrasos…

Si hubiera ese cambio tan importante en la matriz energética nacional, nos dicen que la factura que pagamos por la energía eléctrica bajará. Nos dicen que el país ahorrará mucho en la compra de petróleo para producir energía. Nos dicen que eso mejorará el PIB de Nicaragua. Nos dicen que el proyecto generará muchos empleos en una zona con un alto desempleo y que, por todo eso, Tumarín dinamizará la zona y el país. ¿Será así? ¿Cómo saberlo si en 2011 anunciaron que la inversión en Tumarín había subido a 800 millones de dólares y en 2012 la empresa informó que el costo se había incrementado a 1 mil 100 millones de dólares?

Edmundo Jarquín: El embajador de Brasil en Nicaragua ha comparado el potencial impacto de la hidroeléctrica Tumarín en el desarrollo de Nicaragua con el impacto que la gigantesca hidroeléctrica Itaipú ha tenido en el desarrollo de Brasil. A la Asamblea Nacional llegó un proyecto de reforma a la ley de 2009 que autorizó la construcción de Tumarín, con importantes modificaciones del proyecto en cuanto a capacidad, monto de inversión, incentivos fiscales, etc. Reconociendo los esfuerzos que se hacen para cambiar la matriz energética del país para volverla menos dependiente del petróleo, lo fundamental es que mientras Nicaragua no reduzca sensiblemente la tarifa de la energía eléctrica -de lejos la más alta de Centroamérica- jamás vamos a mejorar la productividad y la competitividad, y por tanto no tendremos ni las inversiones ni los nuevos empleos ni el crecimiento económico que necesitamos para salir del atraso y pobreza en que estamos. Con las actuales tarifas, y su impacto en los costos de producción y en el costo de la vida, casi el único atractivo para invertir en Nicaragua son los bajos salarios. En la tarifa de la energía está, precisamente, la clave para entender si Tumarín tendrá un impacto en el desarrollo de Nicaragua, equivalente al que Itaipú ha tenido en el desarrollo de Brasil.

Si el precio internacional del megavatio producido con energía hidroeléctrica anda entre 1.5 y 2 millones de dólares, teniendo Tumarín una inversión tan costosa, ¿cuánto le costará al país el megavatio que produzca este megaproyecto? Teniendo en cuenta la referencia internacional y el costo actual del proyecto, resulta increíble lo que nos va a costar cada megavatio producido en Tumarín. Este proyecto, que para ajustarse a esos precios internacionales debería costar unos 500 millones de dólares, nos dijeron que costaría 800 millones y ahora aparecen diciendo que el costo será de 1 mil 100 millones, costo al que hay que restarle la construcción de la carretera desde San Pedro del Norte a la zona del proyecto, que ahora ha pasado a ser responsabilidad del gobierno. Es una cantidad super-inflada. ¿A dónde va esa diferencia? ¿A qué bolsas van esos reales? Otras empresas privadas que generan energía renovable en Nicaragua han reclamado, añadiendo que el proyecto Tumarín, además de costoso, ha sido privilegiado legalmente con un trato especial.

Por el camino que vamos podríamos encontrarnos al final pagando un megavatio de energía renovable casi al mismo precio que el megavatio producido por petróleo… ¿Qué criterios, qué referencias se han utilizado en Tumarín para fijar ese precio del megavatio? Nadie sabe. Se ha alegado que como la capacidad inicial era para 220 megavatios y ahora será para 253 eso encarece el proyecto. También se ha alegado que el costo se ha incrementado por la construcción de obras de infraestructura: esa buena carretera de 50 kilómetros, un puente sobre el río Grande de Matagalpa, y la reubicación de unas 3 mil personas. Pero con todo y eso, el costo de 1,100 millones de dólares sigue luciendo inflado.

Edmundo Jarquín: Itaipú, un proyecto binacional de Brasil y Paraguay, sobre el río Paraná, fue hasta la reciente construcción de la hidroeléctrica de “Las tres gargantas” en China, la más grande del mundo. Con sus 14 mil megavatios de capacidad instalada ha suministrado la casi totalidad de la energía eléctrica que consume Paraguay y aproximadamente la quinta parte de la que consume el gigantesco Brasil. Pero su impacto positivo no se ha reducido al suministro sino, y sobre todo, a que ha incidido de manera significativa en que Brasil tenga una tarifa que contribuye a su competitividad. Tan barato es el precio que Brasil paga al Paraguay por la energía de Itaipú, que el Canciller paraguayo demandó un incremento del mismo a pesar de que un año antes ya se había hecho una revisión que triplicó el monto anual que Brasil paga al Paraguay.

Eso no está claro en Tumarín, o al menos los nicaragüenses no hemos sido informados por el gobierno sobre el impacto que ese proyecto tendrá en la tarifa de la energía eléctrica y se habla ahora de un monto de inversión por megavatio de capacidad instalada muy, pero muy superior, al de proyectos equivalentes de otros países. En Itaipú, que empezó su funcionamiento hace un cuarto de siglo, y que hace tan solo cinco años amplió su capacidad al nivel actual, se invirtió aproximadamente 1.5 millones de dólares por cada megavatio. En Tumarín se está hablando de invertir más de 4 millones, y aunque en el tiempo transcurrido haya habido un incremento de costos, esa cifra llama la atención.

¿Y cómo se explica que un proyecto de tanta importancia para el país haya tenido tantos retrasos? ¿Por qué han cambiado tantas veces los plazos y los precios? ¿Qué intereses están en juego, quiénes están tras esta megainversión? El principal argumento que aparece es que la gente de allá, los colonos, los dueños de las tierras se han puesto bravos en Apawas y en otras comunidades y no llegan a acuerdos para vender sus tierras. También se dice que el retraso se debe a que algunos de los que no quieren vender sus tierras llevan un año haciendo huelga en La Estrella, que queda como a tres horas río arriba, cerca del municipio de San Pedro del Norte, y esa huelga tiene detenidos furgones en donde están equipos de construcción de la empresa y tractores, que no pueden pasar.

Me dice un sacerdote que conoce bien a la gente de San Pedro del Norte que esos campesinos tienen la desconfianza y el individualismo propios de la cultura campesina. Fueron Contras, son medianos propietarios de 20-40-60, hasta 100 manzanas, y están muy unidos en el planteamiento de que la empresa no entrará hasta que no les pague a toditos hasta el último centavo.

Dicen también que el retraso se debe a que el consorcio Albanisa está cada vez más interesado y más presente en los proyectos de energía renovable y que hasta que las decenas de plantas térmicas venezolanas que Hugo Chávez mandó a Nicaragua a partir del año 2007 -que trabajan con bunker que viene de Venezuela- no cubran sus costos Tumarín no entrará a funcionar. Lo que indicaría que Albanisa está metida en el proyecto Tumarín. También se ha alegado para justificar el retraso del proyecto que el cambio de gobierno en Brasil el año 2011 ha influido.

Edmundo Jarquín: Otra vez el buque insignia del cambio de matriz energética, el proyecto hidroeléctrico Tumarín, parece haber entrado en crisis, con serias dificultades para llevarse a la realidad. Y aunque el gobierno, como es su costumbre, no ha dicho nada al respecto, la información se ha difundido en los círculos empresariales, incluyendo los que han crecido al amparo del Orteguismo. Es una mala noticia para el país, y de tener un gobierno responsable los nicaragüenses deberíamos saber qué está pasando.

Las dificultades que enfrenta el proyecto no son técnicas, pues es un proyecto perfectamente factible, sino derivadas de lo que ahora eufemísticamente se llama “modelo de negocio”: de cómo se organizan entre sí los diferentes agentes empresariales que intervienen en el negocio y de cuáles son las previsiones de inversión y recuperación de esa inversión. Es muy difícil hacer juicios definitivos sobre lo que está pasando, porque el secretismo del gobierno, con un tema de interés nacional, limita la información sobre la cual elaborar opiniones. Pero poca duda cabe que el monto de la inversión, anunciado e incluso establecido en una ley, luce inflado -pues es bastante superior al promedio de proyectos semejantes en los países centroamericanos- y eso podría estar dificultando el “modelo de negocio”. Además que, sin duda, expondría al escrutinio periodístico al Banco Nacional de Desarrollo de Brasil y a otros potenciales financiadores… La confusión de intereses entre el Orteguismo-gobierno y el Orteguismo-empresario puede cargar los dados en toda la industria de la energía, lo que ahuyenta a inversionistas responsables.
Finalmente, digamos algo sobre el medioambiente en aquella zona. Los inversionistas brasileños informaron en 2010 que estaban comprometidos no sólo con el cambio de la matriz energética, sino “con buenas prácticas ambientales” y anunciaron que reforestarían 900 hectáreas en la ribera del río Grande de Matagalpa. Y el científico Jaime Incer Barquero entregó ese año al Ministro de Energía y Minas, Emilio Rappaccioli, semillas de guanacaste y cedro, en representación del más del millón de árboles que la empresa se comprometía a sembrar.

Cuando investigábamos sobre Tumarín, hablé con Incer Barquero por teléfono y me confirmó que tenían ya un vivero con 460 mil plantitas para sembrar en la zona. En el año 2012 Marcelo Conde informó que ya se habían sembrado más de 26 mil, iniciando así el nuevo bosque que iba a crecer en Tumarín. Pero cuando recién le pregunté a Carlos Morales, que me informa desde Apawas, él me dijo que sí las habían sembrado, pero que como no llegan a ningún acuerdo con la empresa sobre el precio de sus tierras, el ganado se las comió. “A las vaquitas les gusta comer las hojitas verdes”, me explicó el muchacho. Esas 26 mil plantas ya no existen.
Está claro que el medioambiente de la zona tendrá afectaciones. Imposible que no las tenga. Allá me decían algunos: “Se va a arralar el caudal del río y nosotros siempre hemos vivido de la pesca, siempre nos hemos transportado en los botes, hemos subido y bajado en ese río toda la vida…Y cuando esto lo cambien del todo, ¿cómo vamos a hacer?” Pero nadie le informa a la gente qué van a hacer cuando Tumarín cambie su paisaje y sus vidas…

Edmundo Jarquín: Escuchando todo esto me refuerzo en la presunción que desde hace tiempo he tenido: que más que inversionistas, los que están detrás del proyecto, hasta ahora, son especuladores, traficantes de concesiones, que lo que esperan es vender con gran ganancia esos derechos de concesión y alguna que otra obra de infraestructura que lleguen a hacer en la zona. Nada más.

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