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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 52 | Octubre 1985

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Nicaragua

La economía de supervivencia desafía los planes norteamericanos

El pueblo de Nicaragua ha aprendido a sobrevivir en la escasez más aguda. La economía nicaragüense puede clasificarse ya como una economía de sobrevivencia. Es una realidad tan sencilla como compleja.

Equipo Envío

"Las condiciones de depresión económica en Nicaragua se han debido, por supuesto, a las desastrosas políticas económicas, adoptadas por los sandinista y no a acción alguna emprendida por los Estados Unidos." Esta es una de las rotundas afirmaciones que hace el Documento del Consejo Nacional; de Seguridad de los Estados Unidos del 18 de mayo de 1985 titulado "Las sanciones contra Nicaragua: la responsabilidad sandinista por los fracasos de su economía". En este documento, el gobierno norteamericano, tras el decreto de embargo comercial, intenta demostrar la anterior afirmación y, sobre todo, indicar que la crisis económica nicaragüense esta a punto tal que la crisis del gobierno sandinista y su derrocamiento serían rápidos. La crisis económica en Nicaragua es aguda. Pero esta siendo sobrellevada con mucha capacidad, hasta poder afirmarse que se ha consolidado ya una economía de supervivencia.

¿Cómo puede un pueblo pequeño y Pobre sobrevivir bajo el acoso de la potencia más grande del mundo? Un observador superficial o un visitante fugaz notan en Nicaragua la escasez de bienes de consumo y el deterioro de las infraestructuras urbanas, escuchan las quejas de la gente por los precios que se han duplicado en este año, pro que no llegan a cubrir en muchos casos ni la mitad del presupuesto familiar, por las dificultades del transporte que hacen de la llegada al trabajo o al mercado una odisea diaria... Notando todo esto y pueden llegar a conclusiones falsas. Porque lo que en otros países llevaría al pueblo a manifestaciones callejeras y a una repuesta represiva por parte del gobierno, en Nicaragua no lleva más allá de las expresiones cotidianas de descontento que después no se traducen ni en parálisis ni en violencia sino en la búsqueda astuta y eficaz de formas de sobrevivencia, sin que una mayoría importante del pueblo achaque a la revolución misma la culpa por estas penurias materiales.

La esperanza de la Administración Reagan de generar un frente interno de lucha antisandinista no se concreta a través de la crisis económica. La disensión se canaliza dentro de la legalidad revolucionaria, las organizaciones obreras plantean cada vez con más claridad su disconformidad con el alza de los precios y con los salarios y aunque los partidos de oposición desarrollan su discurso pretendiendo culpar al gobierno de todos los males económicos, no logran movilizar políticamente fuerzas sociales significativas, la imagen de un pueblo acosado, empobrecido, subyugado, a punto para un levantamiento antisandinista, es reiterada en la propaganda de Reagan y es incluida también en los análisis que la Administración hace de la actual situación de Nicaragua. Pero semejante imagen es cuestionada continuamente por la realidad. El levantamiento no se produce, ni siquiera cuando un grupo de contras logra ocupar, aunque sea por pocas horas, un aislado poblado de la montaña nicaragüense. ¿Por qué? Nicaragua ha aprendido a sobrevivir a la agresión. La economía nicaragüense ha entrado en el camino de la supervivencia. A grandes rasgos presentamos algunos de los rasgos que caracterizan esta sencilla y compleja realidad.

La guerra: razón principal del desgaste de la economía

Antes de explicar cómo Nicaragua a logrado sobrevivir no puede dejar de recordarse como el gobierno norteamericano ha intentado destruir Nicaragua. No se puede prescindir de la guerra.

La Administración norteamericana busca desde 1981 la derrota militar del gobierno sandinista. Al no encontrar en estos año a las condiciones políticas internacionales adecuadas para una intervención directa y al no lograr avances militares significativos por medio de las fuerzas contrarrevolucionarias, ha mantenido su agresión militar al mismo nivel con la esperanza de lograr así un desgaste económico y social lo suficientemente fuerte como arpa minar las bases de apoyo de la revolución. Lejos de ser lo que los estrategas militares norteamericanos llama una guerra de baja intensidad lo que está sufriendo Nicaragua es más bien una guerra frustrada. Con la continua destrucción provocada por la actividad contrarrevolucionaria, con e embargo comercial con el bloqueo financiero -que se han demostrado ineficaces para derrotar al sandinismo-, el gobierno Reagan esta dedicado ahora a prepara el terreno para una eventual intervención directa cuando se den las condiciones adecuadas. Y piensa, según lo expresan algunos de sus analistas, que estas condiciones están ya a la puerta.

Ciertamente, el costo de la guerra de agresión es enorme par Nicaragua. En su exposición ante la Corte Internacional de Justicia de la Haya (Holanda), en este peste mes de septiembre, Nicaragua reclamó a Estados pasado una indemnización por las destrucciones ocasionadas en el país. La suma de $372 millones por destrucciones directas y la de $1.300 pro pérdidas indirectas representa una evaluación conservadora de lo que esta destrucción ha significado para el país. La suma de estas dos cantidades equivale aproximadamente al valor de las exportaciones de cuatro años.

La guerra y la destrucción que ésta ha supuesto han alterado toda la economía. En un país donde la producción y el consumo dependen en gran medida de insumos y bienes importados, el ingreso per cápita cayó en un 10% entre 1983 y 1985 y la disponibilidad de productos manufactureros por familia es apenas algo más de la mitad de los que era 5 años. El ingreso nacional per cápita, después del impacto aún presente del terremoto de 1972, de la insurrección de 1979, de las inundaciones y posterior sequía de 1982, de la actual crisis económica latinoamericana y de la guerra impuesta por el imperialismo, ha descendido a los niveles de hace 20 años, mientras que la población del país se ha duplicado.

A pesar de todos estos factores y de su compleja interrelación, el Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos pretende convencer al mundo con sus documentos que el deterioro económico nicaragüense es exclusiva consecuencia de las desacertadas políticas económicas del gobierno revolucionario, de la orientación estatizante del FSLN, de su manejo incompetente de las finanzas, etc.

Existe ya un mínimo de supervivencia consolidado

Frente a esta compleja realidad que el análisis norteamericano simplifica en función de su guerra de imagen, la revolución nicaragüense tiene que afrontar dramáticos desafíos.

¿Cómo administrar la escasez creciente, causada por factores incontrolables diseñados en el exterior, sin afectar el consenso popular y el proyecto de unidad nacional y avanzando además aceleradamente en la consolidación de un régimen político pluralista, con elecciones periódicas y efectiva competencia política? ¿Cómo dar repuestas productivas y reorganizativas partiendo de una economía tan atrasada, desarticulada y dependiente del exterior, con un desarrollo casi nulo de ramas industriales capacitadas para adaptarse con flexibilidad a la coyuntura de una economia acosada y embargada? ¿Cómo lograr que los medios de producción, transporte y comercialización, que están sobre todo en manos privadas, se orienten según las prioridades del interés de las mayorías y no en función de prácticas especulativas o que minimizan los riesgos?

La compleja combinación de transformaciones sociales -que antes de potenciar la producción deben primero reorganizarla, reduciendo incluso su eficiencia- y la implementación de políticas creativas en el contexto de una guerra y de una crisis internacional, ha producido efectos inesperados. Todo este difícil ensayo, todos estos dramáticos desafíos, han llevado a un proceso de debate interno que es parte esencial del proceso de aprendizaje de esta revolución.

Pero hay que decir que, a pesar del drama y la complejidad, el atraso económico heredado por Nicaragua ayuda, paradójicamente, a dar repuesta a muchos de estos desafíos, que en un tipo de economía intermedia se enfrentarían a dificultades de solución aún más graves.

Nicaragua tiene la suerte, en esta hora crítica, de ser un país subdesarrollado de base agrícola, con una población relativamente pequeña en comparación con sus tierras disponibles, relativamente inmensas. En consecuencia, aun cuando los niveles de alimentación no sean los más adecuados según lo prescriben las normas de una nutrición equilibrada, siempre se encuentra que comer. Y como la mayoría de los alimentos son producidos en las pequeñas parcelas campesinas, el plato de comida básico no resulta afectado pro la escasez de divisas ni aun -en el caso del Pacífico- por al misma problemática generada por la guerra.

Es así que con una cierta base alimenticia fundamental y con el abastecimiento energético garantizado por los suministros de petróleo desde la URSS y México, existe en Nicaragua un mínimo sostenible de supervivencia que ya se ha demostrado como consolidada y que difícilmente puede ser afectado por el actual tipo de agresión militar y que sólo se vería alterado si se produce una intervención directa de los Estados Unidos.

A diferencia de otras economías mas sofisticadas del Tercer Mundo, como por ejemplo era en 1070 la de Chile -donde el Consejo de Seguridad Nacional norteamericano tuvo más éxito en el corto período de tres años-, la economía de Nicaragua es una economía agroexportadora muy simple. No tiene más que un mínimo sector industrial independiente de su actividad agropecuaria. La industria de Nicaragua es agroindustria y puede reproducirse año tras año con una mínima cantidad de divisas. Hasta ahora, Nicaragua ha podido conseguir las divisas suficientes para reproducir esta estructura económica esencial. Y aunque los recursos que ha conseguido no son más que gotas con las que algunos países quieren simbolizar sus distancias de las políticas de Reagan, para Nicaragua estas gotas son suficientes para hacer caminar su economía de resistencia y sobrevivencia.

En realidad, lo que prácticamente ha desaparecido en Nicaragua es el consumo de bienes no esenciales y toda la incentivación económica que ese consumo lleva consigo. Las posibilidades de mantener y aun de expandir esta economía de resistencia y de sobrevivencia dependen de la transferencia, continua y gradual, de recursos desde las clases que no quieren producir por no tener los incentivos de estos bienes de consumo importados hacia las clases que necesitan producir para sobrevivir consumiendo lo básico. El margen de flexibilidad que la economía nicaragüense va generando se refleja sobre todo en un espacio creciente de radicalización popular, aunque esta radicalización no tome las formas políticas antisandinistas que querrían algunos analistas del Consejo de Seguridad Nacional.

Los conflictos que los Estados Unidos han tenido hasta ahora en el Tercer Mundo han sido casi siempre con países de bastante millones de habitantes y con una estructura económica mucho más articulada y desarrollada que la de Nicaragua. En Nicaragua la situación es bien distinta. Por eso es quizá la primera vez que los Estados Unidos se están enfrentado a un verdadero "David".

Diversas estrategias de sobrevivencia popular

Este "David" sabe defenderse de muchas maneras. A nivel familiar, por ejemplo, el salario mínimo cubre solamente a una cuarta parte del gasto básico, calculado pro el Ministerio de Trabajo para un hogar urbano de 6 personas en no menos de 20 mil córdobas al mes. La familia completa su alimentación a través de la red de parientes campesinos que casi todos tienen o sembrados sus parcelas. Así se abastece de carne y hortalizas, mientras que la reacción mínima de arroz, aceite , jabón y azúcar le llegaron por distribución que el Estado garantiza a toda la población. Para cubrir sus otros gastos, la familia tiene a dos o más de sus miembros trabajando. Uno de ellos, por lo menos, lo hace en el sector informal, vendiendo en las calles o prestando otros servicios -jardinero, mesero, cargador de camiones, etc.-. La extensión de estas actividades informales tiene su lógica desde el punto de vista familiar, aunque para la sociedad en su conjunto significa un fuerte drenaje de potenciales obrero de fincas o fabricas hacia un sector no productivo, situación que dificulta aun más la elevación de la producción del país para la exportación.

La política del gobierno se está reorientando en los últimos meses hacia la producción y comercialización de alimentos y hacia el mantenimiento de los equipos existentes, abandonando por el momento los grandes proyectos de inversión y los planes de desarrollo. "Hemos logrado evitar una mayor descomposición de la economía, contener las inversiones innecesarias y frenar la tendencia de reducción en la producción así evaluaba algunos de los logros de la reorientación económica el Comandante Jaime Wheelock al hablar en la Asamblea Nacional de Sindicatos celebrada este mes de septiembre.

Para consolidar se vuelve a poner énfasis en la movilización popular y en el renovado papel que deben jugar los CDS, unidad mínima de la organización popular, para enfrentar y resolver los problemas comunales. La movilización popular ha vuelto a ser clave en la actual lucha contra la epidemia del dengue y se pretende reactivarla en todo lo relacionado con la medicina preventiva y con la higiene ambiental. También se confía en la movilización popular para nuevas campañas de alfabetización que revitalicen los programas de educación de adultos.

En el campo y en la ciudad se multiplican los ejemplos de autodefensa económica del pueblo. A donde ya no llegan algunos productos, la gente recuerda las viejas costumbres y encuentra sus propias soluciones. Las familias campesinas van organizando huertas familiares y las frutas y hortalizas las venden luego a su vecinos a precios más bajos que los del mercado o incluso las regalan si la cosecha ha sido abundante. si hace falta jabón, las mujeres campesinas recurren a otros elementos naturales -productos de algunos árboles, cenizas o derivados de la grasa del cerdo-. Frente a la escasez de medicinas, se están retomando viejos y nuevos conocimientos de medicina natural. Hay fincas en las que los campesinos han llegado a producir insecticidas que son más eficaces y selectivos para los cultivos que los insecticidas industriales que ya no se pueden importar.

En las ciudades y hasta en las avenidas de Managua vuelven a verse las carretas de bueyes; se corta el vidrio de las botellas desechadas para hacer vasos; el refresco de fruta va desplazando a la cocacola; los innovadores de las fábricas hacen repuestos a partir de piezas de chatarra y ya se fabrican vagones para el ferrocarril con buses desechados. Un pueblo de campesinos y artesanos, sabio en habilidades manuales y acostumbrado a la pobreza y a la supervivencia, que no estaba habituado aun a técnicas muy modernas, está demostrando día a día ser muy capaz de consolidar una economía de resistencia. La penuria material, aun produciendo descontento, se asume y soporta con gran capacidad de sacrificio, gracias a la alta cuota de dignidad nacional y a la canalización de aspiraciones populares hacia la nivelación de los estilos de vida que trajo la revolución.

Hasta 1984, la política económica revolucionaria y sus prioridades fueron exitosas para los pobres

En los últimos dos años la población de Nicaragua ha aprendido a vivir con algunas tasas de inflación. No era éste un fenómeno conocido para los nicaragüenses. La vertiginosa alza de los precios -que llegó al 100% entre mediados de 1983 y mediados de 1984- y al 200% en los 12 meses siguientes se origina en las deficiencias productivas y en la reducción de las importaciones, combinadas con la creciente y generalizada presión social por mejorar el consumo y por el desgaste que suponen los grandes recursos que consume la defensa.

Las políticas financieras del gobierno, que hasta diciembre de 1984 mantuvo, a pesar de todo, la expansión de los servicios sociales -especialmente en salud y educación para superar los rezagos económicos de la pobreza- y avanzó en ambiciosos programas de inversión para el desarrollo, mientras que el gasto vinculado a la defensa militar subía hasta alcanzar la mitad del presupuesto estatal, han abierto una brecha fiscal que se acerca ya a una quinta del producto nacional.

En ausencia de una generosa ayuda externa - que sí se dio e los primeros años de la revolución- y pro los mismos límites que impone el principio de la economía mixta, que frena la capacidad de gravar a la población con más impuestos, el gobierno usó la emisión monetaria -la inflación- para balancear sus cuentas. Dicho en otras palabras: la inflación se convirtió en un impuesto de defensa nacional.

A lo largo de los primeros 5 años de la revolución el gobierno de Nicaragua mantuvo 4 prioridades en su política económica:

-En primer lugar, trató de garantizar el consumo básico popular a través de un sistema de control a la distribución y de subsidios para los alimentos superbásicos y a través de la regulación del comercio para otros productos de consumo popular.

-En segundo lugar, ejerció control sobre la inflación a través de una política salarial muy austera y mantuvo un relativo control en los gastos por importación de bienes de consumo.

-En tercer lugar, se propuso mantener una alianza con el sector privado a través de una política de expropiaciones muy conservadora y de una política muy liberal en los subsidios para insumos productivos de importación.

-En cuarto lugar, desarrolló una política de inversión en sectores estratégicos de la economía, como la energía y el sector agroindustrial para la exportación, restando así recursos para el consumo.

Estas prioridades se fueron mostrando prácticamente incompatibles con la realidad nicaragüense. Si difícilmente se logran mantener estas prioridades en cualquier económica de mercado, son aun más difíciles de cumplir en un momento de recesión internacional y bajo el acoso diplomático, económico y militar de Estados Unidos.

Para los más pobres de Nicaragua -por ejemplo, los campesinos sin tierra que viven en los lugares más aislados-, la política del gobierno fue positiva. En 1978, un jefe de familia campesina pobre tenía que trabajar 26 días al mes para poder abastecer a una familia de 7 personas con 10 alimentos básicos. En 1984, después de 7 años de recesión internacional en toda América Latina, después de modificaciones muy desfavorables para Nicaragua en los términos de intercambio en el mercado internacional y después de 3 años de guerra en su zona, el mismo jefe de familia tenía que trabajar 28 días al mes para compara esos mismos alimentos. No hay otro país del continente que haya logrado proteger con tanto éxito el nivel de consumo de las familias más pobres. Por otro lado, mientras América Latina experimentó una regresión seria en su Producto Interno Bruto, la economía de Nicaragua creció en forma significativa hasta 1984.

Todos estos logros tuvieron un costo que, tarde o temprano, el país tenía que pagar. De hecho, se hubiera podido mantener un movimiento correcto en el sector privado, se hubiera podido expandir en el consumo popular , si no hubiera habido la agresión del país mas poderosos del mundo. De hecho, durante más de cinco años la nueva Nicaragua logró estos tres éxitos aun con la amenaza norteamericana, pero al altísimo precio de abrir una creciente brecha externa -$400 millones anuales-, y de producir un reciente déficit fiscal, una creciente inflación en los sectores no subsidiados de la economía y una creciente escasez de divisas líquidas, utilizadas a partir de 1984 sólo para reproducir el movimiento mínimamente básico de la economía.

El necesario giro en la política económica

Tras su victoria en las elecciones de noviembre de 1984, el FSLN decidió asumir -es decir: pagar- los altos costos de las tensiones acumuladas en el esfuerzo de reactivación de la producción y de control del proceso inflacionario provocado pro la guerra.

El plan económico para 1985 está basado en primer lugar en la conciencia antiimperialista del pueblo nicaragüense. En esa conciencia se confía para poder superar la crisis. El boicot nos debe servir para empujar un proceso interno de racionalización y ordenamiento del funcionamiento de la economía: toda la población debe movilizarse para tomar un papel activo en el ahorro, racionalización y sustitución de los medios de trabajo: ésta fue una de las consignas lanzadas por la Presidencia de la República de Nicaragua al producirse en mayo el embargo comercial decretado por el gobierno norteamericano en el intento de desestabilizar más una economía en la que ya el gobierno revolucionario había iniciado la implementación de significativos cambios.

Las medidas contenidas en el programa económico de 1985 tienen el propósito de fortalecer la retaguardia económica de la guerra de defensa, garantizando los niveles de producción, reduciendo el déficit fiscal e intentado controlar el crecimiento del sector informal y las actividades especulativas.

Para garantizar la producción

Para garantizar la producción el gobierno se propone:

-Aumentar los precios al productor para incentivar la producción, especialmente en el sector agropecuario. Esto incluye el acceso directo a dólares, como parte de los precios aumentados, para que estos dólares sean empleados, en principio, para la importación de nuevos medios de producción.

-Reducir al mínimo la importación de alimentos y bienes terminados que se pueden producir internamente en el país. Se ha continuado con la importación de vehículos para mejorar el parque automotor y como un incentivo material para algunos profesionales. Los vehículos se importan en base a líneas de crédito a largo plazo de los países socialistas, así como a cambio del algodón que se envía a Japón.

-Cortar la expansión pública de infraestructura urbana en salud, escuelas, viviendas, servicios de agua y luz. De hecho, esta expansión tuvo el efecto colateral de ser un factor mas que contribuyó a la migración del campo hacia la ciudad, incrementando el tremendo gigantismo de la capital.

-Racionalizar el uso de recursos financieros, particularmente en el sector productivo público, donde el sistema financiero tiene un control creciente sobre las empresas de propiedad estatal (APP).

-Estimular la pequeña y mediana producción a través de la expansión de los recursos financieros. Por ejemplo, si entre octubre de 1984 y abril de 1985 la libra del maíz subió en 400%., el crédito bancario ofrecido al pequeño productor para que compre los insumos necesarios para la producción del maíz se elevó en más del 1.000%. Aunque los datos a nivel nacional son todavía provisionales, en algunas comunidades campesinas del Pacífico no afectadas por la actual sequía, se puede observar que el movimiento económico ha crecido rápidamente a lo largo de 1985. Los nuevos créditos permiten expandir la producción en un momento en el que los precios son mejores que nunca. Estos resultados positivos han permitido que este año algunas comunidades puedan llevar adelante con el propio esfuerzo y con los excedentes nuevas construcciones y un mejoramiento general de sus casas, creando también una mayor demanda de materiales de construcción, que son totalmente nacionales.

-Aumentar la productividad laboral mediante la implementación de un nuevo sistema de normación del trabajo, en el que se paga por trabajo cumplido. Esta normación es difícil de generalizar por la existencia de obstáculos extra-laborales al aumento de la productividad, como es la no disponibilidad de algunos insumos.

Todas estas medidas para garantizar y estimular la producción interna no podrían ser efectivas para frenar la inflación y la especulación sin un esfuerzo simultáneo para restringir la cantidad de dinero circulante.

Para reducir el déficit fiscal

Para cortar significativamente el déficit fiscal el plan adoptado por el gobierno comprende estas medidas:

-Eliminar los subsidios de los alimentos básicos para evitar así que los productores agrícolas prefieran comprarlos a precios subsidiados en vez de producirlos, como ya estaba ocurriendo. La eliminación de subsidios trata de impedir también que los especuladores compren a precios subsidiados los productos para luego revenderlos a precios mucho más altos. Es evidente, sin embargo, que mientras no se solucione al escasez relativa de algunos productos seguirá habiendo mercados paralelos de los mismos, sobre todo si el gobierno evita -como sucede actualmente- aplicar medidas policiales muy estrictas contra la especulación.

-Recortar las inversiones publicas en todos los rubros no relacionados directamente con la defensa y la salud. Han sido congelados así los gastos en el sector educativo, que había conocido 5 años de fuerte expansión. Por lo general, todo el aparato estatal se encamina gradualmente a una mayor austeridad.

-Devaluar la moneda nacional. Esto se acompaño de una reducción de la diferencia entre el costo en córdobas de un dólar de bienes exportados y un dólar de bienes importados. El Estado vende ahora los insumos importados con menos subsidios que antes, en términos absolutos. Sin embargo, subsiste una sobrevaloración del córdoba, que mantiene la tensión hacia la dolarización de la economía.

-Reducir el empleo estatal administrativo, congelando los puestos vacantes y trasladando funcionarios administrativos hacia las empresas estatales productivas.

-Aumentar los ingresos del Estado a la par que reducir sus gastos. En 1985 han sido decretadas nuevas leyes fiscales que tienen el objetivo de recaudar 21 mil millones de córdobas en el presente año, lo que significa un incremento del 40% respecto a 1984. Además -y lo que es más importante- los nuevos mecanismos están dirigidos a asegurar la recaudación efectiva de los impuestos. La nueva ley sobre rentas presuntivas permite al gobierno gravar las cuantiosas ganancias que han venido obteniendo algunas categorías en los sectores de comercio y servicios.

Una economía en crisis pero cada vez menos estatizada

Es importante subrayar que, en gran medida, la creciente movilización para la defensa económica ante esta situación difícil y con reajustes se realiza a través de mecanismos económicos cada vez más sencillos, cada vez menos estatales y cada vez menos costosos. La creencia norteamericana, amplificada por su aparato propagandístico, de que la presión de la guerra va empujando hacia una economía cada vez más estatizada, es desmentida totalmente en la realidad económica de 1985.

Por un lado, se impulsa el autoabastecimiento de granos básicos para los trabajadores de las empresas estatales y se lanza el movimiento de huertos familiares y comunales en la producción de hortalizas, yuca, banano, etc. Y por el otro, se intensifica la distribución de tierras estatales al campesinado, entregándola en forma masiva y con títulos de propiedad individual. A la par, se reconstituye el comercio privado de granos en áreas rurales. Son éstas algunas de las formas con las que el programa económico del gobierno se adapta en forma creciente al apoyo de las formas de lucha económica que nacen espontáneamente de las iniciativas del pueblo. Esto ha traído una mayor descentralización y, por tanto, una menor vulnerabilidad de la economía de resistencia.

En la primera mitad de 1985 los precios subieron abruptamente como resultado de una decisión del gobierno de reducir los subsidios al consumo, elevando los precios a los productores agrícolas para estimular la producción y reducir el gasto público. Los efectos de este giro económico han sido muy desiguales para la población. En la ciudad, el valor real del salario ha caído, a pesar de los esfuerzos por elevarlos, con productos a precios oficiales baratos. Por esta razón y otras, que tienen que ver con pautas culturales, todavía las actividades del comercio informal resultan más atractivas que lasa del sector asalariado. Todavía vender gaseosas en un parque urbano produce un salario mayor que el que tiene el Presidente de la República. Todavía muchos técnicos y profesionales tienen que trabajar "por libre" en el sector informal uno o dos días a la semana para completar el presupuesto familiar.

En el campo, el giro en la política económica ha creado una situación más dramática. Toda una capa de medianos productos está incrementado sus ingresos con la venta de hortalizas, frutas y otros productos. En consecuencia, compra tierras, construye casas y expande así el nivel de consumo. Lo mismo sucede con los pequeños transportistas y otras categorías de comerciantes. En cambio, el obrero agrícola sin tierra propia o el colono de la montaña que no vende mucho en el mercado, están fuertemente golpeados por la inflación. Los controles oficiales sobre los precios de los productos básicos ya no subsidiados, no llegan mucho más allá de los límites urbanos, pues los canales estatales de distribución tienen radios limitados.

La crítica popular radicaliza y descentraliza la economía

Algunos de los datos ofrecidos muestran la complejidad de la situación. Puede decirse, en resumen, que como resultado de los efectos de la nueva política económica implementada en un contexto estructural desfavorable, el costo de la guerra cae hoy desproporcionadamente sobre los hombros de los obreros y de los campesinos pobres, que están pagando este precio también con su propia sangre y la de sus hijos.

Este sacrificio desigual está conduciendo a una progresiva radicalización entre las clases fundamentales de la revolución. En el campo, la presión sobre la tierra propia o pro la cooperativización o aun por la parcialización individual de las fincas estatales, ha crecido, obligando a cambiar su política agraria y a adoptar una política de distribución de tierras aun a costa de golpear a algunos terratenientes privados y así afectar el balance de fuerzas de la economía mixta.

A su vez, las demandas de los obreros por una alimentación garantizada y por mejoras en sus viviendas, han llegado a ser uno de los puntos centrales en las programación de la cosecha de café para el ciclo 1985-1986. Y habrá que tener en cuenta estas reivindicaciones aunque sólo sea porque los trabajadores agrícolas no llegarán a cortar si no ven que se resuelven sus necesidades básicas.

En la ciudad, los obreros ven claro que el salario, entendido sólo monetariamente, no resuelve todo en una situación de aguda escasez, como la actual. También han demostrado los obreros conciencia para comprender que en este contexto las huelgas sólo sirven para agudizar la situación, reduciendo aún más la producción. El descontento obrero se manifiesta en esta situación más a nivel individual -a través del ausentismo o la desgana, que repercuten en baja productividad- que organizándose a nivel colectivo. En la reciente Asamblea Nacional Sindical, a la que se llegó después de meses de asambleas a nivel de fábrica y de la elección directa de los delegados de base, los sindicales concentraron sus reividicaciones en la demanda de un nuevo sistema de salarios basados en incentivos y estímulos a la productividad, de la reducción de los precios oficiales de los productos de los comisariatos y de una mayor eficiencia administrativa por parte del Estado.

En otros niveles menos organizados, la más fuerte critica popular se dirige al gobierno por permitir a los comerciantes tener ganancias tan altas, aunque paradójicamente, la mayoría de los que critican tienen al menos a uno de los miembros de su familia trabajando en el sector comercial informal.

Quizá la critica más fuerte en contra del gobierno hecha por lo que votaron en su favor, es la falta de control para impedir la especulación comercial. A principios de 1985 existían planes para la organización de 25 mil inspectores populares de comercio, pero éstos no se han concretado. La Asamblea nacional aprobó una nueva Ley de Regulación del Comercio y la Defensa de los Consumidores, que tuvo la oposición de algunos parlamentarios disidentes del Partido Conservador, cercanos a las posiciones opositoras extraparlamentarias, que combatieron la ley reclamando el derecho de libre comercialización.

Tanto en el campo como en la ciudad se escuchan también criticas al estilo de vida de los funcionarios y de los mismos cuadros del FSLN que, con vehículos, casas y acceso a bienes de consumo normalmente escasos se separan del nivel de vida popular. También se critica el exceso de burocracia que hay en los sectores sociales del Estado que resuelven las necesidades diarias de la gente.

Pero estas críticas hay que ubicarlas en la realidad de Nicaragua para entender su sentido. No se trata de que le lujo de esos estilos de vida criticados sea excesivo. Un ministro no vive necesariamente mejor que un médico y un médico no grana necesariamente más que una vendedora del mercado. No se trata tampoco de que la tramitación de tal o cual documento indispensable sea más lenta que en cualquier otro país latinoamericano. Se trata mas bien de críticas que nacen de una actitud que nació con la revolución misma. El pueblo nicaragüense, desde 1979, ha asumido un profundo sentido de justicia social y ha dado forma a su ansia milenaria por la igualdad, y estos sentimientos se manifiestan en todo momento y en cualquier ocasión en forma de entusiasta o airada reivindicación. Las expresiones críticas que denuncian a los funcionarios que distribuyen la provisión semanal denuncian también, desde crecientes sentimientos antiimperialistas, al actual gobierno norteamericano.

Estas presiones y críticas dirigidas en su mayor parte contra el gobierno no están basadas en simples reivindicaciones materiales y, todavía más, no significan un rechazo al proyecto revolucionario. Sucede como cuando en noviembre de 1984 los analistas de la Casa Blanca contaban con que ya se había producido un gran desgaste del gobierno sandinista, basándose en estas criticas populares. Sin embargo, el FSLN gano limpia y holgadamente las elecciones. La crítica popular representa hoy una eficaz forma de presión para avanzar en la democratización y descentralización de la economía, presión que se ha agudizado con la polarización política y tensión social que son inevitables en tiempos de guerra.

El gobierno se encuentra así entres dos fuegos. Está comprometido a mantener la economía mixta y, por lo tanto, a un sector de grandes empresas privadas, con la distribución de la propiedad y de ingresos que todo esto implica, tanto para sostener la producción como el proyecto político de unidad nacional. Está comprometido también a escuchar la critica popular y a igualar más y más ganancias y niveles de vida. Pero todo esto es muy complejo y hay que tener en cuenta que los pequeños comerciantes que se beneficien de la inflación y la reproducen son pueblo. Hay que tener en cuenta también que en el mercado oriental de Managua hay mas vendedoras que obreros en todas las fabricas de la capital. Por todo eso y por muchos otros factores, el problema no es nada fácil solución, aunque es claro que la fácil solución norteamericana es la más alejada de la realidad cotidiana.

Nicaragua sobrevivirá

¿Puede Nicaragua seguir resistiendo el desgaste de la agresión, puede seguir sobreviviendo? En términos materiales, no hay duda de que sí. En términos ideológico, la experiencia histórica de otros pueblos sometidos a una guerra desde el exterior, como la que se encuentra hoy Nicaragua, percibida como amenaza a la identidad nacional y a las aspiraciones sociales, indican que este tipo de privaciones aumentan la voluntad colectiva de resistencia.

Lo que aún no esta suficientemente claro es si Nicaragua puede seguir desarrollando su proyecto manteniendo la organización social actualmente vigente, es decir los grados actuales de economía mixta y pluralismo político. La presión popular por una distribución más equitativa de los costos de la guerra y una económica más igualitaria implica necesariamente readecuar las actuales relaciones de la economía mixta. Esto no significa abolir la empresa privada ni implantar una estricta planificación central, pero sí podría llevar a un mayor control del comercio, a una reforma agraria más radical a favor de los sin tierra y a una serie de avances en la participación obrera en la gestión de las empresas.

Por otro lado, la necesidad de alimentar a la población y de frenar la migración interna, la escasez de divisas y la problemática social campesina, implica una priorización del campo sobre la ciudad. Lo cual, lógicamente, contribuirá a presionar más los niveles de vida urbanos.

Finalmente, la presión de los Estados Unidos sobre sus aliados de América Latina y de Europa para que no ayuden financieramente a Nicaragua es cada día más fuerte. Según el teorema reaganiano, esto tendría que provocar una mayor dependencia de Nicaragua del campo socialista para que Nicaragua pueda garantizar su supervivencia económica. Aunque esta aproximación mayor al campo socialista se diera y no implicara condicionamiento político, alimentaría el ataque ideológico de la Administración Reagan y esto tendría repercusiones internas en la burguesía.

Toda esta compleja y desafiante situación puede parecer lejana de los planes e ideales iniciales de transformación social y de desarrollo económico con los que se estreno la revolución. Es cierto. Por esta lejanía no significa que es haya dado en ningún momento ni un paso atrás. Es otro el rumbo, pero los ideales siguen siendo los mismos. Y la historia demuestra que es a través de la adversidad como los pueblos se adueñan de su propio destino y pueden construir sus sueños. "Estamos acostumbrados a la pobreza y vamos a compartir lo poquito que tenemos entre hermanos," dice un campesino pobre, Delegado de la Palabra en el norte del Nicaragua, cuando explica cómo afrontan ellos la crisis. Es una frase que pudiera sonar a resignación , pero que nace de una realidad histórica muy dura, en donde la pobreza fue escuela de resistencia. Nace de profundos sentimientos de solidaridad y de fraternidad cristiana, que hacen aún más invencibles a un pueblo cuando es atacado en sus raíces culturales nacionales.

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