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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 351 | Junio 2011

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México

“¡Estamos hasta la madre!”

En un dramático escenario de violencia, profundizado por la ineficaz narcoguerra del Presidente Calderón, el asesinato del hijo del poeta Javier Sicilia ha desatado un movimiento social que reclama el fin de esa guerra y la reparación de sus víctimas con justicia y dignidad. Movilizaciones por todo México de una ciudadanía indignada que “está hasta la madre” -también los zapatistas en Chiapas-­ reclaman, exigen y proponen.

Jorge Alonso

Cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Geografía indican que la percepción de un 65% de mexicanos sobre la inseguridad es peor o mucho más mala que hace un año, 34% opina que sigue igual de mal. A principios de abril, el director del FBI calificó “sin precedentes” el nivel de violencia en México y el Banco Mundial señaló que el tráfico de drogas, armas y personas propiciaban la preocupante ola de violencia en México.

En abril y mayo el número de cadáveres encontrados en narcofosas en el norte mexicano se fue elevando a cientos y Estados Unidos tuvo que admitir su error al considerar que el problema del narcotráfico en México se resolvería con una rápida campaña. Rupert Knox, de Amnistía Internacional, declaró extremadamente grave la situación, en especial porque seguía prevaleciendo la impunidad en casos que implicaban a funcionarios públicos y militares. Knox consideró que el gobierno de Calderón no había calculado las consecuencias de la narcoguerra que había emprendido. El periodista italiano Gianni Mina aportó esta cifra: desde que Calderón es presidente, más de cinco mil personas han desparecido en una ola de terror en la que no es fácil identificar la línea divisoria entre la actividad de las organizaciones criminales y el terrorismo de Estado, ya que un número creciente de desaparecidos se debe al ejército.

EL HIJO DEL POETA
ENCIENDE LA CHISPA

En este dramático escenario, un hecho más de violencia derramó la paciencia ciudadana: el asesinato de un grupo de jóvenes en el que estaba el hijo del poeta Javier Sicilia. Sicilia escribió una carta pública a políticos y criminales, en la que sintetizaba con una frase popular el hartazgo nacional: “¡Estamos hasta la madre!”. El poeta acusó a la clase política y a la clase criminal de haber desgarrado a México conmoviendo el corazón de la ciudadanía hasta la indignación. Como él, muchos ciudadanos “estaban hasta la madre” de los políticos, porque en su lucha por el poder hacían jirones el tejido social, y del gobierno, por su guerra mal planteada, mal hecha y mal dirigida. Sicilia dijo que muchos ciudadanos “estaban hasta la madre” porque los jóvenes eran no sólo asesinados impunemente, sino porque el Estado los quería hacer culpables para justificarse. Recordó que muchos jóvenes no tienen oportunidades para educarse, para encontrar un trabajo digno, y que eso los arroja a ser posibles reclutas del crimen organizado. Sicilia anunció que redes ciudadanas del Estado de Morelos convocaban a una marcha nacional para exigir justicia y paz. Con su carta y su mensaje, el poeta Sicilia, escritor católico comprometido con los pobres, se convirtió en el promotor del nacimiento de un novedoso movimiento ciudadano.

“¡NI UN MUERTO MÁS!”

El 7 de abril, en más de veinte ciudades mexicanas, en París, Nueva York, Barcelona y Buenos Aires hubo manifestaciones ciudadanas que se expresaron en contra de la violencia en México. En la ciudad de México coreaban “¡Son nuestros muertos, no es nuestra guerra!”, “¡La guerra de Calderón es el holocausto de los jóvenes!”, “¡Catorce mil huérfanos en Ciudad Juárez, más de 300 niños asesinados!”. Al pasar por un cuartel militar, el poeta explicó que después de cuatro años de esta guerra, el consumo y el tráfico de drogas no ha disminuido, sino que va en aumento, y demandó a los militares que no anide el crimen en sus filas. Las marchas exigían “no más sangre” y “ni un muerto más”. Sicilia optó por quedarse en plantón hasta el 13 de abril en la plaza de Cuernavaca para exigir que se aclarara el asesinato de su hijo. Primeramente, el Procurador de Morelos dijo que ex-militares y soldados en activo habían sido los responsables de ese asesinato, pero después el gobierno enredó las informaciones tratando de exculpar a las fuerzas armadas, con datos contradictorios y sin claridad sobre el móvil del asesinato.

A pesar de la indignación ciudadana, el Presidente Calderón insistió en proseguir con su estrategia de guerra. Reclamó
a los manifestantes que acusaran al gobierno cuando sólo debían acusar a los criminales. El rector de la UNAM y algunos juristas afirmaron que el “ya basta” no debía dirigirse a las autoridades, pues era deber estatal velar por la seguridad de los ciudadanos, pero el escritor Miguel Ángel Granados Chapa dijo que el Presidente se equivocaba, pues las bandas de criminales no eran interlocutores de la sociedad, y con base jurídica los ciudadanos podían exigir a las autoridades que cesara la impunidad, generalizada, caldo de cultivo de la delincuencia.

“¡NO ES NUESTRA GUERRA!”

Los ciudadanos quieren otra estrategia de combate al crimen organizado: eficaz y que no implique tan altos costos a la sociedad. El costo en vidas humanas que está provocando la estrategia oficial fallida es lo que lleva a los ciudadanos
a exigir al gobierno otro camino.

El escritor Epigmenio Ibarra también le respondió a Calderón. Le reprochó que, habiendo salido tanta gente a las calles,
las hubiera ignorado. Para Ibarra, el Presidente es un experto en la promoción del discurso del odio e intentaba presentar como sospechosos a los que alzaban la voz contra su doctrina de guerra, convirtiendo a los que no están de acuerdo con su gobierno en defensores del narcotráfico.

Una ciudadanía crítica se opone a la barbarie de Calderón, quien, en lugar de brindar seguridad a los ciudadanos, ha puesto en riesgo la integridad de la nación. ¿Por qué apostarlo todo a la estrategia bélica, cuando hay otros caminos y soluciones integrales y sociales que el gobierno se niega a escuchar? Ibarra afirmó que a Calderón le conviene la movilización masiva de tropas, el miedo, y la secuela de los muertos y responde con barbarie a la barbarie.

40 MIL MUERTOS
EMPIEZAN A TENER ROSTROS

El poeta Sicilia siguió haciendo análisis públicos en los que involucraba al gobierno, a los políticos, a la alta jerarquía eclesiástica ligada a los ricos y a los empresarios, como corresponsables de la crisis de seguridad que está padeciendo México. Hizo ver que su plantón era un signo de una herida abierta en la patria por la pobreza, la inestabilidad, la indefensión y la vulnerabilidad. Y convocó a una nueva marcha nacional, que arrancaría de Cuernavaca el 5 de mayo para llegar caminando al centro de la ciudad de México el domingo 8 de mayo. La caminata sería en silencio para exigir al Estado, a los empresarios, a las iglesias y sus jerarquías, a los sindicatos y sus líderes, que asumieran su responsabilidad para que millones de mexicanos no vieran cancelado su porvenir. Llamó a la firma de un pacto nacional para devolverle la dignidad a la nación. Apostaba a que el dolor sirviera para rehacer el amor y la justicia.

El activista oaxaqueño Gustavo Esteva le escribió una carta a Sicilia diciéndole que, al desgarrar el velo del lenguaje encubridor, había logrado “que de pronto los 40 mil muertos empezaran a tener cara, dejaran de ser daños colaterales… Sus muertes, que eran ya costumbre cotidiana, se volvieron de pronto insoportables”. Sicilia había conseguido dar expresión al estado de ánimo general y consiguió que se expresara un verdadero movimiento, con su dispersión, su iniciativa múltiple, su impulso desde abajo, su horizontalidad. Era la hora de actuar, de detener la guerra insensata patrocinada por el poder nacional y por Estados Unidos. Esteva alabó que el poeta hubiera puesto el dedo sobre los tumores: los poderes constituidos, las fuerzas armadas, los partidos políticos, el capital, los grandes medios de comunicación, las iglesias y los sindicatos. Habría que remendar el tejido social desgarrado para salvar lo que quedaba del país y para transformarlo.

Desde Madrid Marcos Roitman escribió que le dolía México por la violencia, “tan absurda como desmedida” y llamó a denunciar un poder político ilegítimo, tanto por su origen como por sus métodos.

VOCES DE TODO EL MUNDO

En lugar de atender la creciente demanda ciudadana, los legisladores trataron de aprobar una ley de seguridad en donde legalizaban la presencia del ejército en las calles. Sicilia insistió: convocó a la formación de un nuevo pacto nacional ciudadano que recuperara la paz y la tranquilidad del país. Consideró que en la sociedad temía que los legisladores aprobaran esa ley sin consultar a la población. Amnistía Internacional advirtió que esa ley debilitaría gravemente la labor de protección de los derechos humanos.

Sicilia convocó a dignificar a las víctimas de la guerra contra el narcotráfico, consideradas por el gobierno sólo como daños colaterales. Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz mandó una carta a Sicilia solidarizándose con el movimiento que estaba encabezando. A finales de abril, unos 200 escritores, poetas, músicos, artistas, periodistas y catedráticos de diversos rincones del mundo enviaron una carta a Calderón manifestándole su profunda preocupación por hechos tan dolorosos en México. Los firmantes acompañaban a los familiares de las miles de personas que habían perdido la vida y exigían que el manto de la impunidad no abrigara a los asesinos. Organismos internacionales como el Tribunal Permanente de los Pueblos, el Tribunal Internacional de Conciencia de los Pueblos en Movimiento, la Asociación Internacional de Migrantes, la Asociación Internacional de Juristas Democráticos, la Asociación de Abogados del Pueblo, la Red de Alternativas a la Impunidad y a la Globalización del Mercado y la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz manifestaron solidaridad con el movimiento desatado por Sicilia. Coincidían en que la militarización de México ha propiciado recurrentes crímenes de Estado dentro de un marco de creciente impunidad, incluyendo el genocidio en curso contra los migrantes en tránsito por México. Reclamaron justicia y reparación de los daños.

EN EL SILENCIO DE LOS VIVOS
GRITAN LOS MUERTOS

En mayo, muchas organizaciones ciudadanas se unieron desde sus propias localidades a la marcha convocada por Sicilia. Destacaron que en México ya había más de 40 mil muertos por la guerra contra el narcotráfico en los años de presidencia de Calderón, lo que equivale a un muerto cada hora, y miles de desaparecidos, viudas y huérfanos. Sicilia afirmó que esta guerra estaba convirtiendo a los mexicanos en “mutilados del alma”.

Sicilia se reunió con el que había sido Ombudsman en el Distrito Federal, con la presidenta de Causa Común, con quien había encabezado México Unido Contra la Delincuencia, con el sacerdote defensor de migrantes centroamericanos Alejandro Solalinde, con un mormón que encabeza un movimiento en contra del secuestro en Chihuahua y con todos preparó la marcha por la paz con justicia y dignidad y por la reconstrucción del país. Los organizadores de la marcha propusieron que fuera silenciosa para que el silencio expresara el hartazgo de la sociedad mexicana. Y aclararon que no se trataba del silencio de los sepulcros, sino de otra manera de que los vivos gritaran para que no hubiera más sepulcros inútiles.

Ante la marcha, iniciada el 5 de mayo, Calderón contestó que él tenía la razón, la ley y la fuerza para ganar, y que el Estado no se rendiría ante los criminales. Posteriormente, declaró que respetaba la marcha. Organizaciones sociales y académicas reprocharon a Calderón por no escuchar y por buscar desvirtuar a quienes no lo apoyan. Sicilia argumentó que los que marchaban no se proponían derribar al gobierno sino reconstruir el tejido social en un país hecho jirones y que la seguridad nacional no se lograría sin educación y sin cultura, desdeñadas por las autoridades.

Sicilia consideró que las declaraciones de Calderón mostraban que no estaba entendiendo el reclamo del pueblo. Era tan grande el dolor de la nación que de muchos rincones del país se unían los agraviados, rebasando cualquier ideología.

“¡NO MÁS VIOLENCIA!”

El obispo de Saltillo, Raúl Vera, acompañó a Sicilia en un tramo de la caminata. Reflexionó que el país estaba sin cabeza, pues el mensaje presidencial revelaba a un hombre con gran debilidad, imponiéndose a la fuerza y sin aceptación. Con sus testimonios y carteles las manifestantes mostraban en un enorme mapa la tragedia nacional. Querían concientizar al gobierno de la urgente necesidad de un cambio. Cientos de organizaciones de la sociedad civil se aglutinaron y al llegar al centro de la ciudad de México la marcha era ya multitudinaria.

Hubo también marchas en decenas de ciudades mexicanas y todas superaron el número de participantes de la marcha anterior. También hubo manifestaciones que hicieron eco a las marchas mexicanas en París, Nueva York, Londres, Berlín, Hamburgo Frankfort, Barcelona, Los Ángeles, Washington, Chicago, Houston, Río de Janeiro y otras ciudades en diversos países, todos exigiendo el fin de la militarización y justicia para los civiles asesinados.

Se marchó en un estrujante silencio y al concluir las marchas reapareció la palabra. Se coreaba “¡No más muertos!”, “¡No más violencia!”…

MÉXICO: UN PAÍS ATRAPADO

En el centro de la ciudad de México los discursos fueron precedidos por cinco minutos de silencio en honor de los asesinados. Víctimas de la violencia unieron sus voces en los discursos. Muchos que mantenían su dolor en privado lo expresaron en público. Sicilia dijo que habían caminado en silencio porque el dolor es tan grande y tan profundo y el horror del que proviene tan inmenso que ya no hay palabras con qué decirlo. Con ese silencio los manifestantes exigieron que no haya un muerto más. No quieren heredar a sus hijos un país lleno de desamparo, de temor, de indolencia, de cinismo, de brutalidad y de engaño, donde reinen los señores de la muerte, de la ambición del poder desmedido y de la complicidad. Tantas heridas abiertas obligaron a caminar enlazando el silencio con el dolor para que los responsables de la seguridad escucharan el nombre de todos los muertos. En silencio, los manifestantes nombraron esa infame realidad que la clase política, los poderes fácticos, los monopolios, las jerarquías de los poderes económicos y religiosas, los gobiernos, las fuerzas policiacas estaban negando.

La multitud pidió que los partidos limpiaran sus filas de los coludidos con el crimen. Preguntó por qué se había permitido a Calderón lanzar el ejército a las calles en una guerra absurda que ha costado miles de muertos y millones de mexicanos abandonados al miedo y a la incertidumbre. Recriminó que ante el hampa, la Presidencia y la clase política asuman que sólo hay dos formas de enfrentarla: administrándola ilegalmente o con el ejército en las calles. Criticó a una sociedad donde se exalta el éxito, el dinero y el poder como premisas absolutas que deben conquistarse por cualquier medio y a cualquier precio.

Ese clima ha sido el espacio para que el crimen se convierta en cobros de piso, secuestros, robos, tráfico de personas
y en complejas empresas para delinquir. A todo esto, de por sí ya tan terrible, se le agrega el espacio estadounidense, donde se lava el dinero del narcotráfico, se venden armas y se diseña una política de seguridad cuya lógica responde fundamentalmente a intereses globales en los que México ha quedado atrapado.

UN PACTO DE SEIS PUNTOS

Sicilia propuso un pacto, un compromiso fundamental de paz con justicia y dignidad, que permita rehacer el país. Este pacto para iniciar un nuevo camino de paz con justicia y dignidad se compendia en seis puntos. Primero, verdad y justicia: detener a los verdaderos autores intelectuales y materiales de los crímenes con procesos transparentes de investigación, procuración y administración de justicia. Segundo, poner fin a la estrategia de la guerra asumiendo un enfoque de seguridad ciudadana. Tercero, combate a la corrupción y a la impunidad. Cuarto, combatir la raíz económica y las ganancias del crimen organizado. Quinto, creación de un plan de emergencia nacional para apoyar a la infancia y a la juventud y para ofrecer oportunidades reales de recuperación del tejido social. Sexto, construir una democracia participativa y democratizar los medios de comunicación.

Los organizadores de la marcha anunciaron para junio una caravana ciudadana que culminará en Ciudad Juárez para firmar allí un pacto por un México en paz con justicia y dignidad. Las comisiones de Verificación y Sanción, integradas por especialistas y gente honorable elegida por la ciudadanía, verificarían allí, punto por punto, si se habían dado avances.

Se aclaró que la sangre de los muertos no se negociaría y que la exigencia inmediata sería la desmilitarización y la justicia para los asesinados y desaparecidos. Se eligió Ciudad Juárez por ser el territorio que más muertos ha padecido. Surgió la propuesta de levantar un muro del holocausto para hacer visible a las víctimas. Gran logro de este movimiento fue mostrar los rostros de las víctimas, y pronunciar en alto sus nombres.

CALDERÓN INSISTE EN LA GUERRA

El Presidente Calderón respondió a la marcha que estaba dispuesto a dialogar para que los principales promotores de la marcha conocieran las razones del gobierno. El gobierno insistía en reiterar su declaración de guerra. Los formatos adoptados en diálogos oficiales después de otras marchas de la sociedad civil que demandaban seguridad no habían conducido a nada. Miembros de las organizaciones que marcharon opinaron que querían diálogo, pero no en un plano de subordinación. El Presidente debía detener inmediatamente la guerra.

Varios grupos cívicos apuntaron que no había sorpresa en la primera repuesta presidencial, puesto que el de Calderón es un gobierno autocomplaciente que gobierna sin el pueblo. Y advirtieron que si el gobierno y los grandes medios
de comunicación se oponían a la desmilitarización, vendrían movimientos más grandes. Resulta escandaloso que del erario público se destine a esta guerra seis veces más presupuesto que al combate a la pobreza. El gobernante se mostró autoritario, incapaz de escuchar el clamor del pueblo. Los organizadores de la marcha aceptaron el diálogo con el gobierno, pero pidieron que fuera público y con presencia de familiares de las víctimas de desaparecidos, asesinados y ejecutados en esta guerra, porque los funcionarios gubernamentales debían entender que el país está en emergencia nacional. Si no atendían al pacto, el país se les iría de las manos.

HABLA MARCOS:
SICILIA ACUERPA LA INDIGNACIÓN

Un elemento destacable de esta movilización cívica fue que también convocó a los zapatistas. El Subcomandante Marcos difundió una segunda carta a Luis Villoro sobre ética y política, que iniciaba refiriéndose a Sicilia. Dijo que el dolor del poeta, lejano en la distancia pero cercano en ideales desde antaño, hacía eco y reverberaba en las montañas zapatistas. Marcos esperaba que la legendaria tenacidad de Sicilia, así como estaba convocando la palabra y la acción de los zapatistas, alcanzara a agrupar las rabias y dolores que se multiplicaban en los suelos mexicanos. Recordó las irreductibles pero fraternas críticas de Sicilia al sistema de educación autónoma de las comunidades zapatistas.

La tragedia colectiva de una guerra insensata, al haber tocado en lo particular a Sicilia con el asesinato de su hijo, había puesto al poeta en una situación difícil, pues muchos eran los dolores que esperaban encontrar eco y volumen en sus reclamos de justicia, y no eran pocas las inquietudes que esperaban que su voz acuerpara las ignoradas voces de indignación. Marcos afirmó que Sicilia acuerpaba, pero que no pretendía hacerse un dirigente con ejecutantes. No obstante, atisbaba que en torno a su figura agigantada por el digno dolor, acechaban desde la política de arriba los que querían aprovecharse del movimiento que estaba incitando el poeta. Los zapatistas expresaron respeto y apoyo al reclamo de justicia. Marcos planteó que la guerra de arriba seguía, y que su paso de destrucción intentaba que todos aceptaran ese horror cotidiano como si fuera natural e imposible de cambiar.

Precisamente por eso, en tiempos en que se organizaba la confusión y se ejercía la arbitrariedad había que desorganizar esa confusión con la reflexión crítica. Insistió en que las soluciones sólo pueden nacer desde abajo, de una propuesta radical que no espere a un consejo de sabios para legitimarse. Esa respuesta está en muchos rincones y es plural. Y hay muchos colectivos a quienes no les interesa ya ni cambiar ni renovar a una clase política parasitaria. No quieren cambiar de amos, sino vivir sin ellos.

Don Pablo González Casanova difundió un mensaje a la juventud. Encomió los movimientos de jóvenes que están contra la guerra, contra las discriminaciones y contra los simulacros de democracia. Desde arriba hay quienes quieren destruir a los jóvenes con narcóticos, con venta de armas, con la pretensión de hacer de la juventud un nicho de consumidores. Don Pablo subrayó que, por donde se viera, las víctimas preferidas del sistema son los jóvenes, a quienes se les quiere hacer perder el sentido de la vida y enajenar con políticas educativas basadas en el desconocimiento.

SE UNEN LOS ZAPATISTAS

El Subcomandante Marcos envió una carta al poeta Sicilia. Le mandaba saludos de los zapatistas, quienes le habían encargado le dijera que se sentían convocados por las valientes palabras de Sicilia, y respondían al llamado a la marcha nacional que saldría el 5 de mayo desde Cuernavaca hasta la ciudad de México. Aunque deseaban marchar a su lado, lo harían en San Cristóbal de las Casas; marcharían en silencio y al final dirían su palabra en español y en sus lenguas originarias. En su marcha llevarían carteles con estos mensajes “Alto a la guerra de Calderón”, “No más sangre” y “Estamos hasta la madre”.

Le pedían que hiciera llegar sus palabras a los familiares de los 49 niños y niñas muertos y de los 70 lesionados en la tragedia de la guardería ABC de Hermosillo, a las dignas madres de Ciudad Juárez, a las familias Le Baron y Salazar de Chihuahua, a los familiares y amigos de las víctimas de la ensoberbecida guerra, a los defensores de los derechos humanos de nacionales y de migrantes y a todos convocados a la marcha. Respondiendo al llamado de Sicilia de nombrar a las víctimas, los zapatistas dirían los nombres de las niñas y niños muertos en la guardería de Hermosillo, a quienes no se les había hecho justicia. Los zapatistas saben bien que nombrar a los muertos es una forma de no abandonarlos y de no abandonarse los vivos. Los zapatistas cumplieron su promesa y convocaron a los pueblos de México y del mundo y a los adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y a los adherentes de La Otra Campaña.

“NOS CONVOCAN HOMBRES
DE CORAZÓN NOBLE”

Más de 15 mil zapatistas marcharon en San Cristóbal de las Casas el 7 de mayo. Fue la manifestación más numerosa que se recordaba allí desde 2001 cuando arrancó la llamada Marcha del Color de la Tierra. Fue la primera vez que los zapatistas se sumaban a una convocatoria de fuera de su movimiento. Zapatistas tzotziles, tzeltales, tojolabales, choles, zoques y mames llevaban mantas en las que se solidarizaban con el dolor de los familiares que han perdido seres queridos en la cruel guerra de Calderón. Dieron vivas a la vida, la libertad, la justicia y la paz y hubo discursos en sus diferentes lenguas.

Al final de la marcha el comandante David dio lectura al comunicado de los zapatistas. Miles de hombres, mujeres, niños y ancianos zapatistas estaban allí para decir su palabra. Estaban allí porque personas de corazón noble y dignidad firme los habían convocado para manifestare para detener la guerra que había llenado de tristeza, dolor e indignación los suelos de México. Estaban ahí porque se habían sentido llamados por el clamor de justicia de madres y padres de niños y niñas que habían sido asesinados por bala y por la altanería de los malos gobiernos. Porque se sentían llamados por la digna rabia de las madres y padres de los jóvenes asesinados por bandas criminales y por el cinismo gubernamental. La historia de México se había vuelto a manchar de sangre inocente y decenas de miles de personas habían muerto en una guerra absurda que no lleva a ninguna parte.

La paz y la justicia no encuentran ya lugar en ninguno de los rincones de México. La única culpa de las víctimas es haber nacido en un país mal gobernado por grupos legales e ilegales sedientos de guerra, muerte y destrucción. Esta guerra ha tenido como principal blanco a seres humanos inocentes que nada tienen que ver con el narcotráfico ni con las fuerzas gubernamentales. Los malos gobiernos han convertido las calles en zonas de guerra sin que quienes las caminan y trabajan estén de acuerdo. Los malos gobiernos han convertido en zonas de guerra escuelas y universidades. Los lugares de reunión y diversión son objetivos militares. Los malos gobiernos han causado el problema, y ahora no sólo no lo resuelven sino que lo han profundizado.

“SON ENFERMOS DE PODER”

Los zapatistas nos dijeron que los silencios y las palabras de las buenas personas no representan a los malos gobiernos ni a los criminales ni a la clase política que quiere sacar ganancia de la desgracia nacional. Que, aunque los familiares de los niños muertos en el incendio de la guardería de Hermosillo han exigido justicia, el gobierno ha respondido con declaraciones y respuestas mentirosas para tratar de cansarlos y de que olviden. Que quienes participan en las marchas no buscan ser gobierno y sólo exigen que el gobierno procure y cuide la vida, la libertad, la justicia y la paz de los gobernados. Que los políticos que dicen que quienes no están de acuerdo con su guerra favorecen a los criminales mienten. Que ver en cada dolor digno una amenaza era propio de enfermos de poder. Y que corregir el error no equivale a rendirse.

Los zapatistas no estaban allí para hablar de sus dolores -son muchos, todos los días sufren graves agresiones de parte de los gobiernos de todos los partidos-, sino para decirle a quienes marchaban por todo el país que los apoyaban.

NARCOGUERRA: UNA FARSA

Se desarrollaron acciones por todo el país, se manifestaron la Unidad Obrera y Socialista, la Red contra la Represión y por la Seguridad, la Red Mexicana de Trabajo Sexual, La Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer, el colectivo autónomo magonista, y muchos organismos más.

En Jalisco la Asamblea de comuneros de Mezcala, el Grupo Libertario Solidaridad, el Colectivo Cuadernos de la Resistencia, el Comité Salvabosque en defensa del Nixticuil, el Colectivo Rebelión Cotidiana y muchos más hicieron reuniones de reflexión, convocaron a ruedas de prensa, y en pueblos, barrios y colonias repartieron diez mil volantes con sus planteamientos, haciendo una lista razonada de todo de lo que estaban hartos, afirmando que “estaban hasta la madre” de la violencia del Estado y del crimen organizado.

Argumentaron que la guerra contra las drogas de Calderón es una farsa porque no funcionaba sin la complicidad, permiso y participación de la clase política y de las instituciones públicas que la controlan. Se trata de una guerra con ciudades devastadas, militarización creciente y una campaña mediática que pretende legitimar la mano dura y las medidas de excepción como forma de gobernar.

La ola de violencia del período de Calderón se suma a las violencias ancestrales y recientes que están padeciendo los de abajo. Los poderosos arrebatan tierras, recursos naturales, aguas, bosques y terrenos urbanos de uso colectivo para privatizarlos y hay intentos de despojar a los pueblos y comunidades indígenas de sus territorios para negocios agroganaderos, mineros y turísticos, y siempre acompañados de violencia. Las mujeres sufren altas tasas de feminicidio y los jóvenes, especialmente los de las periferias urbanos, son violentados y hostigados a diario por policías que los persiguen y extorsionan.

Esta guerra tiene otros propósitos. Después del fraude electoral, Calderón la ha usado para legitimarse y también busca justificar y normalizar la presencia del ejército y de las fuerzas armadas en las calles y poblaciones del país, en abierta violación a las leyes. En el gobierno de Calderón ha aumentado la criminalización de la protesta social.

Con su guerra, Calderón busca el respaldo de Estados Unidos. Y esta guerra es realmente la continuación, por otros medios, de las políticas económicas del capitalismo salvaje aplicadas en México por los gobiernos de todos los partidos en los últimos 30 años. Nunca tantos millones de jóvenes han sido dejados sin oportunidad de estudiar o trabajar. El capitalismo los ha convertido en desechables.

LA GUERRA DE BALAS
Y LAS GUERRAS DIARIAS

Los colectivos afirmaron que “estaban hasta la madre” del capitalismo, que ensalza la búsqueda del poder y la riqueza. Mostraron hartazgo de la clase política a la que responsabilizaban de la crisis social, del negocio ilegal de la droga, y de otros negocios ilegales altamente rentables. Los políticos son parte del problema y no de la solución. Y estos colectivos dicen no esperar nada de la clase política y lo único que le exigen es que los dejen en paz.

Esta guerra de balas se suma a las muchas guerras que todos los días padecen los de abajo: la guerra del hambre, de la especulación, del silencio informativo, de políticas sociales que sólo buscan domesticarlos. Los colectivos llaman a los pueblos, a las comunidades, a los barrios, a las colonias y a las familias a procurarse entre ellos mismos la seguridad y la paz que los gobiernos y los delincuentes les han arrebatado.

Con autovigilancia, con autodefensa y autogestión deben procurar que nadie muera de hambre en sus lugares, deben resguardar a sus hijos y hermanos para que no se conviertan en carne de cañón, como policías o soldados o como sicarios y empleados de los narcos. La solución no vendrá de arriba, se está construyendo abajo, al margen de los políticos, de sus partidos y gobiernos, y al margen del capitalismo.

UN PLURAL Y NUEVO
MOVIMIENTO CÍVICO

Lo más destacable de este nuevo movimiento ciudadano es una amplia y plural convergencia. Otro elemento fundamental es que tiene inspiradores, pero no líderes, y que esa convergencia se da en términos horizontales, sumando espontaneidades y creatividad. Está apuntando al núcleo estructural de la inseguridad: la corrupción y la impunidad.

En un principio, se vio una especie de ingenuidad en algunos de sus convocantes, que pensaron que con un diálogo con el poder, éste abandonaría su estrategia belicista. Pero pronto lograron ver que el diálogo con los de arriba nada resolverá.

Las agrupaciones participantes en esta convergencia han tenido que privilegiar lo que han denominado un pacto ciudadano y así han ido conformando una amplia red por la paz y la justicia que reflexiona horizontalmente lo que se debe hacer. Lo más importante es la potencialidad que brota desde abajo.

EL APORTE ZAPATISTA

El contacto con los zapatistas ha sido otro de sus valores, pues el zapatismo tiene ya una importante experiencia. En un principio los zapatistas creyeron también que en el diálogo con el gobierno se podría encontrar una pista de solución. De un diálogo surgieron los Acuerdos de San Andrés en 1996, firmados entre el gobierno y el EZLN. Pero fueron traicionados por el Poder Ejecutivo. Después, los zapatistas calcularon que el Poder Legislativo y el Judicial podrían empujar una nueva legislación que impulsara los Acuerdos de San Andrés. Cuando comenzaba el siglo 21 constataron que todo el Estado mexicano era racista y que no le importaban los derechos de los pueblos originales.

Entonces empezaron a buscar soluciones de manera autónoma y también fueron constatando que las soluciones tendrían que ser al margen del capitalismo y del Estado. El ejemplo zapatista de no esperar nada de los de arriba sino de desatar la creación de los de abajo puede ser un aporte a este nuevo movimiento cívico.

INVESTIGADOR DE CIESAS OCCIDENTE. CORRESPONSAL DE ENVÍO EN MÉXICO.

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